jueves, 2 de julio de 2015

ARTÍCULO TOMADO DEL BOLETÍN LA TRADICIÓN, (Nº 61, JULIO-AGOSTO 1963) DEL PADRE HERVÈ LE LAY; DONDE SE DENUNCIA  EL PÉRFIDO ATAQUE DEL CARDENAL FRINGS Y SU ASESOR RATZINGER, ENTRE OTROS PROGRESISTAS, CONTRA EL CARDENAL OTTAVIANI, POR SER  ESTANDARTE DE LA ORTODOXIA.
Homenaje al  Cardenal  Alfredo Ottaviani
PRENSA Y CONCILIO

Transcribimos algunos párrafos de un artículo aparecido en “The American Eclesiastical Review” en enero 1963; y reproducido por “Avanzar” en su número de abril. El autor es Monseñor José C. Fenton, experto  de la Comisión Teológica del Concilio Vaticano y profesor de “Catholic Universitty of América”.

     Sería vano negar que existe hoy día en el mundo  una potente prensa anti-católica que, sin ser sectaria como lo eran la antigua “Menace” o el “Fellowship Forum”, espera siempre que la Iglesia Católica cambie su doctrina y renuncie  a lo que la distingue de las demás organizaciones religiosas. Tales periódicos se alegran actualmente  ante la idea que, de una manera o de otra, se pueda observar que la Iglesia católica está tomando el camino que debe conducirla a la repudiación de las posiciones adoptadas por los Decretos “Lamentabili sane exitu”, la Encíclica “Pascendi” y el “Juramento antimodernista”. Los periódicos de estas tendencias están  siempre al acecho para aplaudir a los hombres  de Iglesia que –a su parecer- comparten sus sentimientos  y, ¡claro!  están  siempre a punto para organizar una campaña masiva  en contra del hombre que estiman les cierra el paso a sus manejos.


      Es bien evidente que para estos periódicos  el Cardenal Alfredo Ottaviani constituye un blanco muy natural.
     Según el Código de Derecho Canónico: “La Congregación  del Santo Oficio que preside el mismo Sumo Pontífice  defiende la doctrina de la fe y  costumbres”. El hombre que, como asesor, Pro-secretario y luego Secretario de esta Congregación, viene trabajando, bajo tres Papas, en la preservacíón de la  pureza e integridad de la fe católica desde hace veintiocho años, no puede menos de ser mal visto de aquellos a los que gustaría  ver cambiar la doctrina católica. A fin de cuentas, los ataques recientes contra el Cardenal nos prueban, sobre todo,  que en el transcurso de los veintiocho años que acaban de expirar, el Cardenal Ottaviani ha cumplido muy bien se misión.
      El torrente de críticas y de injurias  que han dirigido contra el Cardenal Ottaviani indica que la obra de la Comisión Teológica ha sido fundamentalmente un éxito. Si la Comisión, bajo la dirección  del Cardenal, se hubiera enrolado en las vías de aquella “nueva teología” que el Papa Pío XII repudió en su Encíclica “Humanus Generis”, el Cardenal y la Comisión hubiesen recogido las ovaciones de los comunistas y de la prensa liberal. Pero si las declaraciones de la Comisión Teológica Pontificia hubiesen admitido la teología nueva, esta Comisión y su Jefe se hubiesen hecho culpables de un atentado de los más graves contra la pureza y la integridad de la doctrina católica.
      “En una época en que el espíritu ecuménico  y el estilo pastoral están de moda, el Cardenal no ha olvidado nunca que esta enseñanza “contra-reformista” hace parte integralmente de la doctrina de la Iglesia Católica. Se trata de esa parte del depósito de la fe rechazado o puesto en cuestión por los reformadores protestantes, y esta posición   de la enseñanza católica  que el  Magisterio Católico ha propuesto por medio de sus actas durante y después del Concilio de Trento”
      Es un honor eterno para el Cardenal Ottaviani que su nombre está ligado a la profesión clara y sin equívocos de este cuerpo de doctrina revelado.
      ”La campaña de prensa contra el Cardenal Ottaviani ha subrayado que este purpurado, de todas maneras habrá sido el personaje  más notable de la primera parte  del Segundo Concilio Vaticano . Había ocurrido lo mismo al Cardenal Mannig.  El tratamiento hostil de la prensa, antes y después del Primer Concilio  Ecuménico del Vaticano, no hizo sino manifestar el papel particularmente eminente  que desempeñó en aquella augusta Asamblea. Aquellos que con él contribuyeron  más eficazmente a la definición de la infalibilidad pontificia como dogma de fe, hombres como  los Cardenal Pie y Cullen y Monseñor Senestrey, fueron igualmente expuestos a los ataques de la prensa del tiempo.
      La verdad histórica aparecerá un día y se verá claramente  que la misión llevada a cabo por el Cardenal Secretario del Santo Oficio fue verdaderamente providencial.
      Sacrificando toda popularidad, no temiendo oponerse a los deseos de la prensa anticatólica, este hombre  se mantuvo firme, defendiendo sin aflojar la pureza y la integridad de la fe católica. No ha sido posible convencerle de que  podría venirle algún bien a la Iglesia de Dios si consentía en silenciar algunos de sus dogmas a fin de satisfacer a quienes  molesta la inmutable continuidad de Cristo enseñando dentro de su Iglesia. Afirmar la doctrina católica es siempre necesario. Ha insistido en este punto. Aunque esta doctrina sea contraria a los asertos de los reformados y modernistas.
      El católico instruido debe vigilar actualmente para no dejarse engañar  por las diatribas y las insinuaciones contra el Cardenal Ottaviani a las que una cierta prensa seglar se ha dedicado y seguirá dedicándose, según parece.  Seria trágico que el pueblo de Dios –a favor del cual está trabajando tan magníficamente como servidor de la Iglesia tan esclarecido como amable y cultivado- se alzace contra un hombre  que, como  en la antigüedad hiciera San Atanasio, ha dado testimonio  de la verdad de Cristo, en un Concilio general de la verdadera Iglesia”.+



Comentario nacionalista: El poder de la ’prensa’,  aumentó notoriamente  luego del Vaticano I; allí no fue tan decisivo  como durante el Vaticano II, donde estremeció de espanto, disuadiendo y manipuleando,  a  Obispos pusilánimes y  temblorosos, anhelantes de la mala fama del Mundo. La postura íntegra y valiente del  Cardenal Ottaviani define claramente lo que fue el Vaticano II; una piedra de tropiezo,  donde cayó la mayoría de los Obispos y también  Ratzinger.  El gran Cardenal fue el enemigo natural del modernismo;   debía y fue  eliminado e infamado, excluido  y sepultado. Luego del Cardenal levantaron  el estandarte de la verdadera doctrina tradicional de la Iglesia  Monseñor Lefevbre y de Castro Mayer, y entre todos,  lo mantuvieron enhiesto hasta nuestro días, resistiendo el  asalto de las bandas progresistas,  cada día más desquiciadas,  apoyadas por la prensa internacional.