ARTÍCULO TOMADO DEL BOLETÍN LA TRADICIÓN , (Nº 61,
JULIO-AGOSTO 1963) DEL PADRE HERVÈ LE LAY; DONDE SE DENUNCIA EL PÉRFIDO ATAQUE DEL CARDENAL FRINGS Y SU
ASESOR RATZINGER, ENTRE OTROS PROGRESISTAS, CONTRA EL CARDENAL OTTAVIANI, POR
SER ESTANDARTE DE LA ORTODOXIA.
Homenaje
al Cardenal Alfredo Ottaviani
PRENSA Y
CONCILIO
Transcribimos
algunos párrafos de un artículo aparecido en “The American Eclesiastical
Review” en enero 1963; y reproducido por “Avanzar” en su número de abril. El
autor es Monseñor José C. Fenton, experto
de la Comisión Teológica
del Concilio Vaticano y profesor de “Catholic Universitty of América”.
Sería vano negar que existe hoy día en el mundo una potente prensa anti-católica que, sin ser
sectaria como lo eran la antigua “Menace” o el “Fellowship Forum”, espera
siempre que la Iglesia
Católica cambie su doctrina y renuncie a lo que la distingue de las demás
organizaciones religiosas. Tales periódicos se alegran actualmente ante la idea que, de una manera o de otra, se
pueda observar que la Iglesia
católica está tomando el camino que debe conducirla a la repudiación de las
posiciones adoptadas por los Decretos “Lamentabili sane exitu”, la Encíclica “Pascendi” y
el “Juramento antimodernista”. Los periódicos de estas tendencias están siempre al acecho para aplaudir a los
hombres de Iglesia que –a su parecer-
comparten sus sentimientos y,
¡claro! están siempre a punto para organizar una campaña
masiva en contra del hombre que estiman
les cierra el paso a sus manejos.
Es bien evidente que para estos periódicos el Cardenal Alfredo Ottaviani constituye un
blanco muy natural.
Según el Código de Derecho Canónico: “La Congregación del Santo Oficio que preside el mismo Sumo
Pontífice defiende la doctrina de la fe
y costumbres”. El hombre que, como
asesor, Pro-secretario y luego Secretario de esta Congregación, viene
trabajando, bajo tres Papas, en la preservacíón de la pureza e integridad de la fe católica desde
hace veintiocho años, no puede menos de ser mal visto de aquellos a los que
gustaría ver cambiar la doctrina
católica. A fin de cuentas, los ataques recientes contra el Cardenal nos prueban,
sobre todo, que en el transcurso de los
veintiocho años que acaban de expirar, el Cardenal Ottaviani ha cumplido muy
bien se misión.
El torrente de críticas y de injurias
que han dirigido contra el Cardenal Ottaviani indica que la obra de la Comisión Teológica
ha sido fundamentalmente un éxito. Si la Comisión , bajo la dirección del Cardenal, se hubiera enrolado en las vías
de aquella “nueva teología” que el Papa Pío XII repudió en su Encíclica
“Humanus Generis”, el Cardenal y la
Comisión hubiesen recogido las ovaciones de los comunistas y
de la prensa liberal. Pero si las declaraciones de la Comisión Teológica
Pontificia hubiesen admitido la teología nueva, esta Comisión y su Jefe se
hubiesen hecho culpables de un atentado de los más graves contra la pureza y la
integridad de la doctrina católica.
“En una época en que el espíritu ecuménico y el estilo pastoral están de moda, el
Cardenal no ha olvidado nunca que esta enseñanza “contra-reformista” hace parte
integralmente de la doctrina de la Iglesia Católica. Se trata de esa parte del
depósito de la fe rechazado o puesto en cuestión por los reformadores
protestantes, y esta posición de la
enseñanza católica que el Magisterio Católico ha propuesto por medio de
sus actas durante y después del Concilio de Trento”
Es un honor eterno para el Cardenal Ottaviani que su nombre está ligado
a la profesión clara y sin equívocos de este cuerpo de doctrina revelado.
”La campaña de prensa contra el Cardenal Ottaviani ha subrayado que este
purpurado, de todas maneras habrá sido el personaje más notable de la primera parte del Segundo Concilio Vaticano . Había
ocurrido lo mismo al Cardenal Mannig. El
tratamiento hostil de la prensa, antes y después del Primer Concilio Ecuménico del Vaticano, no hizo sino
manifestar el papel particularmente eminente
que desempeñó en aquella augusta Asamblea. Aquellos que con él
contribuyeron más eficazmente a la
definición de la infalibilidad pontificia como dogma de fe, hombres como los Cardenal Pie y Cullen y Monseñor
Senestrey, fueron igualmente expuestos a los ataques de la prensa del tiempo.
La verdad histórica aparecerá un día y se verá claramente que la misión llevada a cabo por el Cardenal
Secretario del Santo Oficio fue verdaderamente providencial.
Sacrificando toda popularidad, no temiendo oponerse a los deseos de la
prensa anticatólica, este hombre se
mantuvo firme, defendiendo sin aflojar la pureza y la integridad de la fe
católica. No ha sido posible convencerle de que
podría venirle algún bien a la Iglesia de Dios si consentía en silenciar algunos
de sus dogmas a fin de satisfacer a quienes
molesta la inmutable continuidad de Cristo enseñando dentro de su
Iglesia. Afirmar la doctrina católica es siempre necesario. Ha insistido en
este punto. Aunque esta doctrina sea contraria a los asertos de los reformados
y modernistas.
El católico instruido debe vigilar actualmente para no dejarse
engañar por las diatribas y las
insinuaciones contra el Cardenal Ottaviani a las que una cierta prensa seglar
se ha dedicado y seguirá dedicándose, según parece. Seria trágico que el pueblo de Dios –a favor
del cual está trabajando tan magníficamente como servidor de la Iglesia tan esclarecido
como amable y cultivado- se alzace contra un hombre que, como
en la antigüedad hiciera San Atanasio, ha dado testimonio de la verdad de Cristo, en un Concilio
general de la verdadera Iglesia”.+
Comentario
nacionalista: El poder de la ’prensa’, aumentó notoriamente luego del Vaticano I; allí no fue tan
decisivo como durante el Vaticano II,
donde estremeció de espanto, disuadiendo y manipuleando, a Obispos
pusilánimes y temblorosos, anhelantes de
la mala fama del Mundo. La postura íntegra y valiente del Cardenal Ottaviani define claramente lo que
fue el Vaticano II; una piedra de tropiezo,
donde cayó la mayoría de los Obispos y también Ratzinger.
El gran Cardenal fue el enemigo natural del modernismo; debía y fue
eliminado e infamado, excluido y
sepultado. Luego del Cardenal levantaron el estandarte de la verdadera doctrina
tradicional de la
Iglesia Monseñor
Lefevbre y de Castro Mayer, y entre todos,
lo mantuvieron enhiesto hasta nuestro días, resistiendo el asalto de las bandas progresistas, cada día más desquiciadas, apoyadas por la prensa internacional.