LUEGO
DE LA TRAGEDIA DE CASEROS USURPÓ EL PODER EL RÉGIMEN OPROBIOSO QUE NOS
TRANSFORMÓ EN COLONIA DEL IMPERIO BRITÁNICO. EL RÉGIMEN SE APODERÓ DEL PAÍS
TRAS LAS BANDERAS IMPERIALISTAS VICTORIOSAS. -“O BRASIL NADA DEBE TEMER DE BUENOS AIRES
AGORA”-. NI BRASIL NI NADIE DEBÍA TEMER, LUEGO DE VENCIDA LA NACIÓN
SOBERANA. YA NO HABRÁ EN ARGENTINA PATRIOTAS Y MENOS AÚN HÉROES QUE LA
GOBIERNEN. EL ESPÍRITU DE
CASEROS SERÁ EL ALIMENTO DEL RÉGIMEN; EL RÉGIMEN ES LA TRAICIÓN DE CASEROS.
CASEROS:
ROSTRO
DE LA PATRIA DOLIENTE.
Artículo escrito por nuestro inolvidable camarada Ernesto
Heritier, y publicado en el Boletín Nª 2, (febrero de 1985), del MOVIMIENTO NACIONALISTA
DE JUJUY.
Más allá de toda valoración retórica que pueda darse al
hecho circunstancial de perder o ganar una batalla, Caseros resume las
cualidades de un hecho fundacional de la patria. A 133 años de distancia y a la
luz de un análisis objetivo de nuestra historia en este largo período que
incluye el último año vivido, preñado de aportes para avalar nuestro acerto;
con el alma dolorida proclamamos: ¡Caseros es el hecho fundacional de este
pobre país nuestro!
Esta es la amarga realidad, que no podremos enfrentar
adecuadamente si no la definimos, para poder entender que quien la ha hecho
posible es el Régimen.
En un principio fuimos capaces de conquistar una patria
como Dios manda y los hombres ni discuten ni votan . Por eso tuvimos héroes que
con su sangre sellaron el mandato de fidelidad a la esencia, sólido basamento
sobre el cual es posible asentar una unidad de destino trascendente.
A partir de Caseros se proclama: “Ha pasado la época de
los héroes, estamos hoy en la edad del buen sentido”. (J.B.Alberdi- Bases- cap.
XV), y esto significará en buen romance, legalizar, institucionalizar y hasta
sacralizar el régimen jacobino, liberal y masónico, insaciable en la demolición
de lo permanente para poder robarnos más fácilmente la patria.
A partir de Caseros, pasamos a ser una colonia,
renunciando a nuestro destino de Nación; y la gran política de los hechos, dio
paso al régimen de las fórmulas universales expresadas en palabras
altisonantes, de las cuales hoy cosechamos abundantes frutos podridos.
Digamos que en Caseros se produce un quiebre en la
esperanza, un quiebre en el cual las nobles metas quedan substituidas por los
más pedestres y mezquinos intereses utilitarios.
Nace pues una nueva nación y hay en este alumbramiento un
episodio rico para la meditación de los simbolistas…
Es un gesto de “exquisita
fineza”, propio de la diplomacia brasileña, se designa en la comandancia del “Ejército
Grande”, (hubiera resultado peligrosamente urticante colocar un general brasileño,
aun cuando le correspondiera por aporte de efectivos) al Gral. Justo José de Urquiza.
Mientras se concentraban en Gualeguaychú los contingentes
del litoral, llega a ese puesto de guerra un barco de guerra brasileño a cuyo
bordo viajaban dos argentinos ansiosos de plegarse a las huestes ‘libertadoras’.
Previo las presentaciones y elogiosas recomendaciones del
comandante de la nave al Gral. Urquiza, éste acepta que integren las columnas;
el uno un joven coronel con fama de poeta llamado Bartolomé Mitre, y revistará
como artillero; para el otro, de profesión ‘polemista’, se le crea el cargo de ‘boletinero
del ejército en operaciones’, que desempañará disfrazado con un uniforme de
coronel francés, y cuyo nombre era, Domingo F. Sarmiento.
Urquiza- Mitre- Sarmiento, he aquí el nombre de los vértices
del triángulo, sobre el que se asentará la nueva república programada en la
oscuridad de las logias masónicas y que no podían estar ausentes en el campo de
Caseros, puerta ancha de su futura ‘gloria’.
Hasta aquí el hecho histórico de este encuentro de ‘hermanos’,
podría parecer casual, pero se afirma en razón de causalidad, en la historia
posterior al 3 de febrero de 1852,
Obtenido el triunfo, y por espacio de 22 años serán ellos
los encargados de sucederse en la conducción política del “nuevo estado”, que a
Don Juan Manuel de Rosas le había demandado 20 años afianzar y consolidar en
las “antiguas costumbres”.
Sin lugar a dudas Rosas, el más grande conductor político
que ha producido el país en toda su historia, tenía conciencia lúcida de que
Caseros no era simplemente una batalla. Caseros era el principio del fin de la
Patria por él soñada en fidelidad al mandato de sus mayores. Este sentimiento
queda expresado en un párrafo de su renuncia, escrita sobre el lomo de su
caballo al retirarse vencido del campo de batalla. Dirigiéndose a la Legislatura
que lo había elegido reiteradamente decía:
“Si más no hemos hecho
en el sostén sagrado de nuestra independencia, de nuestra integridad y de
nuestro honor, es porque más no hemos podido…”
¡Con el sol que caía ese atardecer sobre el campo de
Caseros, se huían en las sombras de la noche, la independencia, la integridad y
el honor de los argentinos!... Y el centauro herido, tenía más razones para
inteligir que así era.+