Transubstanciación
LA PALABRA DEFINITORIA, ‘MUY
CATÓLICA’, DEL MISTERIO SOBRECOGEDOR.
Por aceptarlo y adorarlo, fueron
torturados brutalmente y asesinados miles de católicos, a mano de los protestantes, en la Inglaterra de la
pseudo-Reforma anglicana; durante la sanguinaria Inquisición protestante, tan
esmeradamente ocultada por la Historia “oficial”.
¿Tendremos fortaleza moral y fe íntegra, si fuera
necesario imitar a esos mártires?
Personalmente,
sin la ayuda divina, me sería imposible.
El odio asesino protestante se renovó en la España
republicana, cuando era común oír a los rojos blasfemar contra la Sagrada
Hostia; testimoniando así,
indirectamente, su verdad.
Pero, ¿qué pensarán de la Transubstanciación los
Papas que, por ejemplo. entregaron la Sagrada Hostia a los de Taizé? ¿O los
curas que en tantas oportunidades la reparten a los fieles indiscriminadamente,
como si fuesen golosinas, ante el regocijo popular?
Hoy día tanto el “progresismo” cristiano como el
“progresismo” ateo coinciden en desacralizar el Sacramento de la Eucaristía.
Recientemente, al fin de la celebración de un
matrimonio Novus
Ordo, el
sacerdote, allegado a Mons. Laguna, hizo
comulgar a los contrayentes y a los padrinos. Me consta que no sabía o no le interesó saber si la
recibían dignamente. ¿Habrá leído la advertencia de San Pablo?
Me aterra
pensar en caer en esas manos
Copio del libro
“LA
MISA CATÓLICA”
DE PAUL AULAGNIER,
El Capítulo: “La Presencia Real”
L
|
a
segunda proposición que debemos recordaros es la siguiente: todo sacrificio
exige una víctima. No hay sacrificio sin víctima.
Ahora bien ¿Cuál es la víctima del Santo
Sacrificio de la Misa? Es Nuestro Señor Jesucristo presente verdadera, real y
sustancialmente, bajo las apariencias del pan y del vino. Esta es la segunda proposición
que creéis y que es necesario creer para ser católico. Es un artículo de fe
divina, católica, definida. Por lo tanto, quien niegue obstinadamente tal
proposición es HEREJE.
La Iglesia, lo sabéis, para justificar su Fe invoca
la Sagrada Escritura, la Tradición Apostólica…
La SAGRADA ESCRITURA: la Iglesia recuerda
naturalmente la frase y la afirmación de Nuestro Señor Jesucristo: “ESTE ES MI
CUERPO, ESTA ES MI SANGRE”. Y la Iglesia aclara bien, en particular en el
Concilio de Trento, que esas frases no pueden ser interpretadas en un sentido
simbólico sino que debe interpretarse en sentido literal, a la letra.
La Iglesia recuerda también lo que San Pablo dice a
los Corintios:
“Por tanto
examínese a sí mismo el hombre, y, de esta suerte, coma de aquel pan y beba de aquel cáliz, porque quien lo come y
bebe indignamente, se traga y bebe su
propia condenación, no haciendo el debido discernimiento del Cuerpo del Señor”
(1 Cor. 11,28).
Del mismo modo San Pablo dice:
“El cáliz de
bendición que bendecimos ¿no es la comunión de la Sangre de Cristo? Y el pan
que partimos ¿no es la participación del Cuerpo del Señor? (1 Cor. 10,16).
La Iglesia invoca no sólo la Sagrada Escritura sino
también la TRADICIÓN APOSTÓLICA; San Ambrosio, San Juan Crisóstomo, San
Agustín. Todos los Padres afirman la Presencia real y substancial de Nuestro Señor
Jesucristo en la Sagrada Eucaristía.
Y es menester recordaros asimismo que Nuestro Señor
Jesucristo está presente en la Eucaristía todo entero con su Cuerpo, Sangre,
Alma, Divinidad y Humanidad. Esta presente, como sabéis, todo entero bajo cada
una de las especies.
Esta presente con su Cuerpo bajo las especies del
pan: “ESTO ES MI CUERPO”. Santo Tomás de Aquino dice en la Suma: “…vi verborum”… en razón misma del poder
de las palabras de la Consagración pronunciadas por el sacerdote “in persona Christi”.
Pero Nuestro Señor Jesucristo está presente bajo las
especies del pan, no sólo con su CUERPO sino que también está presente bajo las
especies del pan con su Sangre, con su Humanidad, con su Alma y si Divinidad. Y
¿Porque esto? En razón no de las formas del Sacramento sino por
“concomitancia”, y el Concilio de Trento lo explica muy bien: porque la Sangre,
Alma y Divinidad son inseparables del Cuerpo, todas estas cosas estarán también
en el Sacramento, no en virtud de la Consagración sino por la unión que tienen
con el Cuerpo, o como dicen los teólogos: “por concomitancia”.
Por lo tanto Nuestro Señor Jesucristo está presente
todo entero en la Eucaristía, y, de esta afirmación se deduce necesariamente
una verdad en la cual la Iglesia insiste mucho, o sea, la conversión de la
sustancia del pan en la sustancia del Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo, la
conversión de la sustancia del vino en la sustancia de la Sangre de Nuestro
Señor Jesucristo. La Iglesia explica esta conversión, ese cambio sustancial
mediante una palabra muy apropiada, muy católica y de todos conocida, esa
palabra es TRANSUBSTANCIACIÓN.
Os recuerdo la fe católica. En efecto, si leéis la
Sesión XIII del Concilio de Trento, esa magna obra de la Iglesia, veréis que la
Iglesia consagra dos cánones de esta Sesión XIII a la Eucaristía:
“Si alguien
niega que en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están contenidos
verdaderamente [grabad bien estos
términos] real y substancialmente, el
Cuerpo y la Sangre conjuntamente con el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, y por consiguiente Cristo todo entero, y si dice que sólo están en
él en signo, o figura, o virtualmente: sea anatema”.
El canon segundo nos habla explícitamente de la
conversión, del cambio de la substancia:
“Si alguien
dice que en Santísimo Sacramento de la Eucaristía permanecen la substancia del
pan y del vino conjuntamente con el Cuerpo y la Sangre de Nuestros Señor
Jesucristo [lo que la teología
protestante llama “empanación”] y niega
esta conversión admirable y única, de toda la substancia del pan en su Cuerpo y
de toda la substancia del vino en su sangre en tanto que permanecen solamente
las apariencias del pan y del vino, conversión [grabad bien esto…] que la Iglesia Católica llama de manera
sumamente apropiada TRANSBSTANCIACIÓN: sea anatema”.
Tal es la fe católica sobre este punto segundo, sobre
la Víctima de nuestros altares, Nuestro Señor en su Divinidad, en su Humanidad
substancialmente presente.+