ALGUNAS OBSERVACIONES
SOBRE LOS PRINCIPALES HEREJES
CREADORES DEL PROTESTANTISMO
(Primero de una serie de
artículos que publicaré sobre el Imperialismo judeo-protestante).
A
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conteció
en cierta época histórica, que Belloc llamó la ‘Edad oscura’, pues fue la
preparación para el esplendor luminoso de la
Edad Media –tan denigrada aviesamente por los
enemigos del catolicismo-, que Dios Nuestro Señor, quizás para probar la
integridad religiosa de los hombres,
permitió que se lanzaran nuevamente a volar ciertas palabras hirientes que
ofendían la razón humana, masculladas por filósofos espurios y teólogos
talmudistas, afirmando la pretensión de
‘endiosar’ al hombre; pronunciadas en casi inadvertidos conventículos, contra
la filosofía de Aristóteles y Santo Tomás, basada en la realidad y la verdad de los seres y de la naturaleza
humana, para desacralizar la teología.
LUTERO, EL FRAILE QUE
SEPARÓ AL HOMBRE DE DIOS
M
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uchos
años después, Lutero encaramado en el
taco de un enorme árbol descuajado,
en el claro de un monte que bordea Wittenberg, arrojando se hábito al viento, fue ungido por
las furias de la soberbia, mientras a su alrededor un aquelarre con los malditos de todos los
tiempos, sus inspiradores y servidores: herejes, satánicos, talmúdicos, gnósticos y maniqueos, y la monja
renegada, exaltada de lujuria, brincaban al grito
de ¡amo y señor! Entonces Lutero,
el nuevo profeta que encarnaba el
resentimiento y la soberbia acumuladas a través de los siglos, en medio de la
turbamulta, viendo en el valle, en
lontananza, las torres de la catedral de
Wittenberg, comenzó a bramar sus imprecaciones: ¡Soy el predestinado para
demolerlas! ¡Acabaré con la prostituta de Roma!
(Así
imaginé esta escena, tan realmente como si la hubiese contemplado con mis propios
ojos espantados; y aunque, como es de suponer no existen documentos históricos
que la atestigüen, no pudo haber ocurrido de otra manera).
En
SISINONO, del verano 2015, “Speculator”
describió perfecta y definitivamente la verdadera personalidad de Lutero, comentando el excelente libro del
profesor Georg May, “La Trampa
del Ecumenismo”, escrito cuando los ‘progresistas’ vaticanistas comenzaron a
magnificar a Lutero, para satisfacer su manía ecumenista: “Ante todo, ha de
rechazarse una iniciativa que los ecumenistas están poniendo por obra desde hace tiempo: la de revalorizar a
Lutero, como si no hubiese sido bien comprendido o interpretado. “Hay hombres
píos y ejemplares en el luteranismo, pero el fundador no se encuentra entre
ellos”. Sus defectos morales e intelectuales son harto conocidos: fue un fraile
que rompió sus votos, que cedió a la sensualidad, a la soberbia, a la ira, al
odio. Se idolatraba a sí propio (personalidad astuta y agresiva, fue polemista
violento y habilísimo, y, al mismo tiempo, sutil y desenvuelto en sus sofismas
hermenéuticos). Incitó a las masas el odio
contra el Papa y contra los católicos valiéndose de una ‘libelística’
canallesca. No es justo considerarlo
un “reformador”. Fue un destructor de la fe, de la Iglesia , un sembrador de
discordias: un auténtico Atila. Se sirvió de los males que afligían a la Iglesia militante en su
tiempo como pretexto para rechazar la sana doctrina y sustituirla por su
interpretación personal de la Escrituras (interpretación
que pretendía conseguir la cuadratura del círculo, esto es, conciliar la
salvación con la libertad de un sujeto que quería continuar siguiendo los
impulsos de la carne y del orgullo)”.