martes, 20 de mayo de 2025

 

¿PARA QUÉ SEGUIMOS?

La sumisión a la ideología anglo/yanqui continúa impertérrita.

Algunos camaradas me advierten francamente que nadie lee mi modesto blog. Es posible que tengan razón pues las estadísticas pueden estar infladas; no lo dudo. Con lo cual no me alientan mayormente; pero contra viento y marea, aunque tenga que soportar yo sólo la catástrofe, seguiré pechando para adelante, hasta que mis fuerzas digan basta.

Por lo tanto, si yo pretendiese popularidad, debería adaptarme al gusto popular, hoy día manipulado y desorientado, y escribiría de acuerdo al “progresismo utopista”: -el país es una porquería, pero en un futuro muy próximo será un paraíso-. Y me degradaría, pero sería más leído. Yo continúo y rezo –otra cosa no puedo hacer—que revivir el pensamiento escrito de muchos grandes nacionalistas del pasado. Porque si la Historia de algo sirve es para no cometer las mismas torpezas.

Quizá algún robot, dentro de unos centenares de años, encuentre mi blog en algún basural, lo lea y exclame, en medio de un fragor de latas; ¡estos humanoides terrícolas pensaban!… ¡Caray!  ¡Y tenían sentimientos patrióticos! ¡Qué anacrónicos! ¡Viva la libertad, carajo!

Cuando un patriota eminente y cultísimo como el padre Castellani presintió que hablaba en el desierto a los sordos –lo que no era cierto, porque era muy querido y leído por los patriotas—,sólo rechazado por el Régimen, se justificó con unas palabras sensibles, que me permito compartir, difundiendo su pensamiento.

Hacia 1946, hace unos 80 años, --¡cuando los curas patriotas hablaban y enseñaban política!, --pese  al puritanismo de los “católicos” democráticos, que se escandalizaban--, la soberbia de los aliados proclamaba su predestinación a dominar el mundo. En ese entonces, en su libro ”Decíamos ayer”, (ed. Sudestada, 1968) escribió el siguiente magnífico y actualísimo artículo:

Padre Leonardo Castellani

HABLA EL VIGÍA

¿Para qué seguimos?

¿Para qué seguimos? ¿Para qué obstinarse frente a lo imposible? ¿No dice la Escritura que hay tiempo de hablar y de callar? ¿Y no es tiempo de callar cuando una histeria colectiva hace  inútil toda argumentación o consejo, cuando las fuerzas ciegas de la materia tienen su hora y están decididas a aprovecharla ? ¿Qué podemos nosotros contra la bomba atómica?

Seguimos hablando para que siga respirando la patria. Mientras habla una nación no está muerta; aunque esté con el alma en un hilo. Lo que decimos no vendrá a ninguna consecuencia ni producirá nada: sea. Pero sola en medio de la oscuridad, nuestra nación necesita hablar alto para para no tener miedo. Para que el día de mañana, cuando el historiador diga: ”La prepotencia del dinero y la furia de la ambición con el carnerismo de la ignorancia y el miedo hicieron meter la cola entre las piernas o agitarla en innobles  zalemas –al- amo a todos los argentinos…” para que entonces se pueda decir: NO A TODOS, para eso hablamos. Hubo un año en el cual se profirieron las más capitales mentiras de obra y de palabra el Año de la Victoria, de las Listas Negras y de la Paz permanente para todo el género humano: y todos los argentinos enmudecieron. NO TODOS. Es menester que la Argentina de los próceres, de Garay y Roque González, no muera del todo ni un solo instante. Por eso hablamos. Por eso seguimos.

[…] Mientras nosotros hablemos todavía, no estamos muertos los países del Plata. Ahora, si por la desunión absurda entre los argentinos, la desidia de los magnates y capitostes y la extraordinaria capacidad de nuestra clase dirigente para no poder nada y no dirigir nada, a nosotros nos eliminan del mapa (y dos veces ya le han pasado raspando), ya pueden ustedes pegar el grito de los malos actores en los dramas calderonianos: ¡Muerto soy! Y acudir para el funeral a los otros sacerdotes del Morir habemus. O por mejor decir ni siquiera los van a dejar gritar ni acudir a nadie. Con nuestro silencio, la vieja Argentina del General San Martín suena en silencio. SI ESO FUERA POSIBLE.

Quizá porque hemos vivido una vida próspera y un poco muelle los argentinos somos ineptos para unirnos en sociedad, a no ser para hacer daño (o sea asociación ilícita, como diría el juez Albarracín); y además estamos muy acostumbrados a ser, en lo material, lo intelectual y lo moral, muy bien servidos gratuitamente.

[…] El Argentino, como el español, no ayuda a nadie ni agradece nada, porque se cree ÉL SOLO, sobre todo en cuestiones de cultura, religión o patria. Marañón ha escrito en su espléndido trabajo sobre Feijóo: “Ha sido nuestra patria eterno teatro de las individualidades geniales que soportan sobre sus espaldas la faena gigantesca de toda una generación. Entonces, como antes y como ahora, en los momentos graves unos hombres erectos sobre la muchedumbre, no de dirigirla sino de aliviarla por completo del esfuerzo y de la responsabilidad. Por eso, entre nosotros, el héroe ha sido siempre a costa de ser mártir. Y así fue Feijóo. Como un grande dulce y socarrón San Cristóbal supo pasar en alto, sobre el vacío de unos decenios de ignorancia, el tesoro de nuestro genio y de nuestra cultura; mientras los cuzquitos sempiternos le ladraban desde una y otra orilla”. Hasta aquí Marañón. Pero ahora los tiempos de Feijóo ya se acabaron: vienen tiempos de masas, de inmensos movimientos colectivos, de colaboración no solamente entre hombres y entre clases, sino entre naciones y entre continentes. Si no somos capaces de unirnos los argentinos, somos menos que nada, y más valía que siguiéramos siendo una colonia de España.

Si no somos capaces de engendrar un San Ignacio, no hay un San Cristóbal que valga. Si no valemos a superar nuestros míseros prejuicios, odios, injurias, ofensas, rencores, envidias, represalias puntilloserías, venganzas y egoísmos, estamos listos como nación independiente. Y concretamente aplicando a nuestro diario: no nos van a aplastar. Pero si por fatalidad llegaran a aplastarnos, para lo cual no van a parar en villanía más o menos, no piensen que la Argentina va a seguir lo mismo. Con nosotros caerá algo esencial a la patria.

Los bonzos que nos han tratado de locos; los mercaderes que han ignorado cómodamente nuestra existencia ocupados en calcular sus rentas: los talegudos que nos miran como a locos , mientras defendemos el orden que ellos parasitan; los acomodados para quienes somos leve distracción matinal indiferente; junto al gran rebaño de los carneros: cuando desaparezca esta trinchera que son nuestras almas, se encontrarán ellos frente al enemigo que menosprecian ciegamente; y ellos, ellos tienen algo que perder. Lo que nosotros tenemos que perder lo hemos dado hace tiempo por perdido. No nos pueden quitar más que la vida.  Y hay maneras de perder la vida que no es sino ganarla, como es perderla por Dios, o perderla por el bien común, que es una cosa que se supo hacer antaño en la Argentina. Peo los otros, los bonzos, los mercaderes, los talegudos los acomodados, los carneros, llámense o no católicos, esos tienen un miedo atroz a perder la vida, y un miedo peor aún de perder el dinero.

Se está formando una nueva religión ante nuestros ojos; y una nueva religión necesita sacrificios de sangre, sea de mártires, sea de animales. Antes se creía que el hombre era chico, y uno sólo era grande: Dios; ahora existen ya Tres Grandes, (a no ser que sean Cinco), que son un solo Dios verdadero. Antes se creía que la Esperanza del Mundo era Cristo; ahora el torpe semanario socialista proclama que la esperanza del mundo es el Mayor Atlee. Antes se creía que la Iglesia era el Arca Única de salvación. Ahora la Iglesia no es más que una de las tres o cuatro Ramas del Cristianismo Democrático; y otra rama muy digna de consideración es el comunismo. Antes yo era cristiano, actualmente me da vergüenza llamarme cristiano, porque en seguida me preguntan: “¿democrático o nazi?”. Ahora yo digo simplemente que yo soy de Cristo. El cual vive, y ha venido y debe volver.

Argentinos, el día que nos veáis desaparecer aplastados por la crueldad y la mentira, poned las barbas en remojo. Hasta ese día habéis tenido patria.

De todos los hombres que viven actualmente en la Argentina, ninguno será  feliz; pero a todos se les ofrece la opción de vivir una vida más o menos limpia y morir en su ley; o de vivir y morir como el animal inmundo en la pocilga y para el matadero. Argentinos:

NINGUNO DE LOS HOMBRES QUE VIVEN ACTUALMENTE PODRÁ ESCAPAR A ESA OPCIÓN. +

EL  VIGÍA.

viernes, 16 de mayo de 2025

 

LA BARBARIE TECNOLÓGICA

El camarada Carlos Aga, en TLV1 diserta con conocimientos reales, especializados y muy interesantes, --recomiendo se lo escuche--, respecto a la necesidad imperiosa de que Argentina se industrialice, como base material para recuperar su Soberanía y no depender del extranjero. Pero debe adquirir riquezas para la paz, la convivencia pacífica internacional, la grandeza nacional y el Bien Común social. Los bienes materiales deben estar supeditados al florecimiento de los valores humanos, culturales, políticos, religiosos, que dignifican una Nación.

Contradiciendo, por absurda, la utopía política de los progresistas, social-demócratas, etc., que prometen hacer surgir milagrosamente, por medio de la Técnica, un paraíso en la tierra. En realidad, postrando el mundo en la miseria material y humana; pues se la emplea para acumular riquezas, oprimir salvajemente y guerrear a naciones menos desarrolladas técnicamente. Todo lo contrario de nuestros deseos. 

El conde Gonzague de Reynold, en su extraordinaria obra “La formación de Europa”, tomo III, pg.13: “El helenismo y el genio europeo”, (ed. Pegaso. Madrid. 1950) trae una síntesis del desorden que se estaba gestando en el mundo, principalmente luego de 1945, con el predominio de la técnica y del individualismo sobre todos los valores. Así escribió:

“”[…]  Una civilización no es superiormente educativa, ni siquiera puede llamarse civilización, sino en la medida en que coloca la cultura del espíritu por encima de la cultura práctica, la cultura general por encima de la especialización.

[…] Desde que el mundo moderno se ha industrializado, desde que los intereses económicos priman sobre todos los demás, se ha producido una trasposición de valores acompañada de una hipertrofia de la actividad humana. Debido a ello hemos entrado en una barbarie que es, a su modo y manera, bastante más temible que la de los bárbaros.

[…] La técnica se encuentra al servicio del hombre; y cuando, en lugar de servirle, se sirve de él como si se tratara de una simple “materia prima” cuando olvida a las personas psicológicas para no ver sino individuos fisiológicos; cuando pretende reducir estos últimos a un tipo único de acurdo con reglamentos y esquemas; cuando se considera a sí misma como un fin en sí, a  pesar de que no es ni puede ser más que un medio; cuando se atribuye, finalmente, el gobierno del mundo entonces tenemos la tecnocracia que rebaja al hombre al nivel de un animal económico y funcional, de una hormiga de orden superior; y que no puede sino oscurecer su inteligencia y atrofiar se alma. Tal es la amenaza inmediata: ¡una amenaza realizada ya en parte!  Y entre las fuerzas coaligadas que tratamos de oponer a ella, se encuentra la herencia griega.

Se encuentra la herencia griega como el modelo de vida equilibrada y armoniosa y con el primero de los grandes tipos humanos que nos presenta la historia, con el ejemplo de una civilización todos cuyos progresos son fruto del desinterés. Y se encuentra también con todo lo que hace de ella un mundo religioso, constituyendo así para nosotros la demostración de la fuerza que el culto público proporciona a una sociedad. Nada más contrario que la Hélade antigua a nuestro laicismo oficial, a esa máxima errónea y cómoda, según la cual la religión es asunto privado. No es ya posible en nuestros días –vuelvo a repetirlo—oponer su paganismo a nuestro cristianismo, laicizar la  Hélade a la manera como incesantemente se hizo a partir del siglo XVI. Hay una espiritualidad helénica, y la enseñanza de las humanidades debe realizarse teniéndolo en cuenta, so pena de falsear el sentido de la historia y de privar de su frescura original a los textos más bellos.

[…] Los griegos se esforzaba por educar a las almas liberándolas, no organizándolas.  Tal fue la obra de Sócrates. Ahora bi8en ¿Cómo procedía Sócrates? Por el conocimiento de sí mismo ¿Y qué objeto proponía a sus discípulos? La divinidad. Por lo demás ¿Cuál es el senti8do etimolpógico del verbo educar? Conducir fuera, elevar, sacar a alguien de sí mismo desembarazándolo de cuanto lo tenía prisionero, para ayudar a su alma a ascender a su finalidad propia. En eso consiste la educación: lo demás es   mera instrucción. Y esto era lo que ya desde entonces nos aportaba la herencia griega.”

 

EL PACIFISMO

Un pueblo pacifista es defectuoso,

No ama la paz sino el reposo,

Y a si propio es traidor…

Ama la paz el pacificador.

 

Habló el Papa norteamericano centrando su mensaje sobre la paz. Y los católicos nos hacemos las preguntas angustiantes y razonables para comprobar si, por fin, se restablecerá completamente la Cultura y la Religión en el Vaticano.

Suena algo chocante la palabra “Paz” en boca de un yanqui, ni  es muy popular, considerando que USA vive provocando guerras ofensivas e injustas  para rapiñar . Él no es culpable, por supuesto, de las fechorías del Estado. Pero continuando la línea de sus predecesores hasta Pío XII, debería acusar al imperialismo, al capitalismo, al sionismo, a la masonería, al progresismo utópico, y así se vería en la necesidad de acusar a su patria –aunque no la nombre--.  ¿Tendrá suficiente valentía y heroísmo?  Dios dirá.

¿Se atreverá a denunciar la masacre--que clama al Cielo—cometida por su país, aliado al sionismo, contra el pueblo palestino?              ¿Y tantas otras tropelías que caracterizan y definen la política del imperialismo yanqui? El imperialismo no propicia la paz mundial; mientras exista habrá guerras…

 ¿Podremos esperar Encíclicas inolvidables como las de su antecesor homónimo, León XIII, denunciando el meollo de la  degradación mundial, cayese quien cayese?

¿O propondrá un nuevo “Asís”?  ¿O será otro Pablo VI ante la ONU?  clamando que “lo más hermoso de la ONU es su rostro humano más auténtico”.  ¿La Paz “humana” sin Cristo, el pacifismo masónico impuesto por la ONU?  ¡ Dios  no  lo  quiera !

Thomas Molnar (en “Decadencia del Intelectual”, pg. 172, ed. UBA) escribió:  el progresista liberal, tanto de USA como de otras naciones, imaginan un pacifismo utópico; una comunidad feliz extendida a todo el planeta basada en una abstracta bondad natural del hombre… “Hasta tiene preparados sus modelos que son supuestamente, las luces morales que guían en las tinieblas y han sido traídas por las perspectivas de una “hecatombe nuclear”: son, con pocas variantes de un editorial progresista-liberal a otro, figuras tales como Gandhi, Einstein y Schweitzer, la señora Roosevelt y Bertrand Russel. Las características comunes por las cuales han sido elegidos –y esto, en algunos casos, sin conocimiento real de estas figuras, sino considerándolas dotadas, más bien, de los rasgos mágico-mítico de las divinidades paganas, son la fusión de cualidades que derivan de una vaga filantropía…”

Podemos agregar a esta lista de ilustras masones el nombre de los  Papas del Vaticano II, cómplices del fracaso del accionar de las UN, por haber aceptado el pacifismo estéril ecuménico. Que es una de las causas primordiales de la deserción de muchos católicos despiertos.

 Pedir, rogar a los poderosos del mundo y a los países que sufren injusticias, que por favor sean buenitos y se reconcilien es ridículo y absurdo; actitud “diplomática”, poniendo en el mismo nivel a los agresores y a las víctimas es injusta y a nada conduce.      

Lo único importante es definir y afirmar la realidad: que la Paz verdadera, efectiva y deseada es la Paz de Cristo, que surge de la Caridad. ¿A esta Paz se habrá referido el Papa? ¿La que respeta a las demás naciones? La paz es la tranquilidad en el orden, que resiste los sobornos y amenazas del más fuerte.  

Innumerables son las citas mostrando que la verdadera Paz trae la concordia y el bienestar entre las naciones. Dijo S.S. Pío XI:  “La paz es el fruto de la caridad; la caridad es el legado que hizo Jesucristo a sus Apóstoles y a su Iglesia. Síguese, por tanto, que únicamente ésta, fiel depositaria de la verdadera caridad, puede conceder a los pueblos la pacificación universal”.

Y Grabmann en  “La filosofía de la cultura en Santo Tomás”    (pg.97) aclara: “Para conservar la paz y la armonía entre los hombres no bastan las prescripciones de la justicia, si a la vez no está arraigada entre ellos el verdadero amor, la caridad cristiana con el prójimo”.

Y la voz esclarecida de S.S. Pío XII: ” El hombre de hoy quiere poner en la base de su filosofía las angustias que sin cesar le oprimen ; la sociedad moderna se debate entre las espantosas convulsiones de la lucha de clases ; los pueblos , empuñando nerviosamente las armas ,  se miran mutuamente a los ojos con gesto de desconfianza.   Y es porque se han olvidado que la paz, la única paz verdadera y posible, les espera en las páginas, siempre actuales, de este Santo Evangelio ” (Prólogo a los Santos Evangelios, ed. Kraft).

La agudeza de Santo Tomás alertó sobre el peligro de aterrorizar a las víctimas, utilizado como sistema político, empleado por USA recuentemente: “ …la concordia, para que sea verdadera, tiene que ser voluntaria o espontánea. Porque, como advierte profundamente Santo Tomás, si uno concuerda con otro, no de espontánea voluntad, sino como coaccionado por el temor de algún mal inminente, tal concordia no es verdadera paz, porque no guarda el orden de ambos concordantes, sino que queda perturbado por el que infiere el temor”. (párrafo tomado de ”Teología de la Caridad”, Royo Marín, BAC).

USA está en deuda con los argentinos, desde la Doctrina Monroe, Malvinas, la usura… El nuevo Papa debe cumplir con la Verdad, ¡Aunque le duela!, denunciando la plaga imperialista de su país que atropella a muchos países del mundo, principalmente hispanoamericanos. Y a las UN, ficción masónica que favorece escandalosamente al imperialismo.

No hay pacificación posible dejando las cosas como están. Los pueblos exigen que la Justicia actúe contra ladrones y belicistas. Se debe perdonar al pirata, en ciertas ocasiones, pero no a la piratería yanqui/sionista/inglesa. El Magisterio debe denunciarla, ¿o acaso se desentiende de la Justicia?; en caso contrario, si la acepta, es cómplice, aconsejando nos quedemos calladitos aguantando el atropello y la injusticia del más poderoso ¡Las guerras serán así interminables y catastróficas!

¡Que el Espíritu Santo inunde de caridad al nuevo Papa! ¡La caridad del heroísmo político! ¡La verdad implacable y dura! ¡Estamos esperanzados, porque Dios todo lo puede! +

 

jueves, 8 de mayo de 2025

 

EL NACIMIENTO DE LA CUESTIÓN PALESTINA

Padre Curzio Nitoglia

Lo articoli dellÁutore sono reperibili su suo sito: https://doncurzionitoglia.wordpress.com/

Cuando Tito destruye el Templo de Jerusalén y la Ciudad Santa de la Antigua Alianza (70Dc) los hebreos dejaron Judea e iniciaron la gran diáspora por todo el mundo romano.

En el 130 Adriano, luego de haber arrasado el suelo de Jerusalén, que nuevamente se había rebelado contra Roma siguiendo a un falso mesías: Bar Koba, fundó sobre las ruinas una nueva ciudad llamada Aelia Capitolina; y arrasa también la Judea, que se llamará Siria o Palestina durante el período del 130 a 1948.

En el siglo IV Constantino y Santa Elena fundan la Palestina católica-romana que perdurará inclusive hasta el siglo VII. Pero en el 614 Cosroe II, rey de Persia invade Palestina y persigue a los cristianos.

En el 618 el Califa Omar inicia la verdadera islamización de Palestina, aunque tolerando todavía a los cristianos.

En el 1009 el Califa Al-Harem reinicia la persecución a los cristianos y ordena la destrucción de la Basílica de la Resurrección de Jerusalén (llamada en Europa del Santo Sepulcro), que comienza el 28 septiembre de 1009. Pero manteniendo los cimientos, que resultaban imposibles de destruir. En el 1079-1090 los turcos seleucidas invaden Palestina y masacran a los cristianos. Europa cristiana responde entonces con la primera Cruzada (1099). El 1º de junio del 1099 Godofreo de Buglione entra en Jerusalén. En el 1187 Saladino la reconquista. Entre 1517 hasta 1917 el Imperio Otomano ocupo Palestina.

En 1917 Turquía aliada al Imperio Austro-Húngaro pierde la 1º guerra mundial, iniciando el mandato británico en Palestina, bajo la égida de la UN. El 2 noviembre 1917 la Declaración Balfour, inscripta en el Tratado de Paz con Turquía, crea el “Hogar judío”, que prestamente derivará en desórdenes y la transformación del Hogar en un Estado. Entre la década de los 20 y treinta se inicia la gran inmigración de los hebreos a Palestina, con numerosos asentamientos –como manchas de leopardo--, provocando la reacción árabe.

Entre 1942-45 los sionistas inician en Palestina, una serie de atentados terroristas contra Gran Bretaña; en 1947 la G.B.  entrega el mandato recibido de la UN a la que fue la Organización de las Naciones Unidas.

Palestina se encuentra de hecho dividida en dos partes, una hebrea y otra árabe, con Jerusalén internacionalizada.

El 15 mayo de 1948 nace el Estado de Israel, ocupando la Jerusalén Oeste, iniciando la primera guerra árabe-israelita (1948-49).

En 1949 Palestina pierde el nombre y la unidad política, y se divide en  dos  partes, una bajo Israel y la otra,  Gaza, bajo la protección de Egipto.

En 1951 Israel expulsa 900.000 árabes de Palestina. En 1967 con la guerra de los seis días Israel ocupa también la Jerusalén este. Toda Palestina ya es totalmente hebrea.

Entre 1978-79, luego de la reacción egipcia de 1973, llamada guerra del Yom Kippur, se reúnen en Campo David (Washington) Sadat, Carter y Begin y deciden que Gaza es un territorio ocupado por Israel, aunque habitado  por palestinos; o sea que el pueblo palestino existía, pero Palestina no.

jueves, 1 de mayo de 2025

 

LAS CAUSAS DEL SUFRIMIENTO Y EL FRCASO DE LOS PUEBLOS; 

por repudiar a Dios y por la acción del Demonio.

A CONTINUACIÓN COPIO DOS INTERESANTÍSIMOS PENSAMIENTOS DE VIGENCIA ACTUAL, CONSIDERANDO EL CATASTRÓFICO ESTADO POLÍTICO MUNDIAL:

1.

VALOR SOCIAL DEL DOLOR.

ANTONIO ROYO MARIN, O.P.

(“DIOS Y SU OBRA”, Párrafos del APÉNDICE SORE EL MAL Y EL DOLOR. BAC.)

La virtud moral es la base y el fundamento de la vida humana; la garantía indispensable de nuestra felicidad. La social, a su vez, sería imposible sin la virtud. Ya no constituiría una reunión de seres civilizados que tienden a un bien común, sino una jauría de fieras desenfrenadas que se despedazarían mutuamente, víctimas de sus egoísmos. Por esto todos se inclinan –de grado o por fuerza--  ante la grandeza incomparable de la virtud heroica.

Todo cuanto hemos dicho de los males que afligen a los individuos hay que repetirlo con relación a los que afectan a los pueblos y naciones. Al igual que para los individuos, las desventuras y dolores son para las naciones medios de expiación y de purificación. Se trata de una ley general que cumple todavía con más exactitud aplicada a la colectividad que a los mismos individuos particulares; porque a estos últimos les espera después de esta vida la sanción correspondiente a sus actos buenos o malos, mientras que los pueblos y naciones, colectivamente considerados, no existirán en el más allá. Es pues, acá en la tierra, donde deben recibir la sanción adecuada. 

Sería peligroso querer determinar exactamente como son castigadas las culpas de las naciones; pero es innegable que lo mismo en ellas que en los individuos deben salvarse por medio de adecuadas sanciones, la majestad de la ley moral. Si las naciones fueran más respetuosas con esta ley se ahorrarían infinitos desastres e innumerables desventuras. Para comprender ciertas convulsiones que destrozan los pueblos y naciones y ciertas tragedias y catástrofes apocalípticas que ensangrientan la tierra, no basta fijarse únicamente en los factores económicos o políticos, es preciso tener en cuenta los de orden moral y religioso. Hay que remontarse más arriba, hasta encontrar la causa  en  la despreocupación y el desprecio de la ley moral, única verdadera defensa de la prosperidad y bienestar de los pueblos.

 Si las naciones fuesen manos ávidas de dominio y menos orgullosas de sus propias fuerzas,  no se lanzarían con tanta ligereza a esas terribles aventuras que les proporcionan después tantas desilusiones, y que les conducen, con  frecuencia, a su extrema ruina. Si no se debilitaran con la corrupción de las costumbres y no hicieran creer, con sus internas discordias, que son incapaces de reaccionar y de luchar virilmente, serían más temidas y harían desistir al enemigo de cualquier veleidad de ataque o de conquista.

¡Cuántos desastres no se ahorrarían a todos si las autoridades del Estado fuesen más previsoras, más enérgicas, más iluminadas; si no mostrasen una vergonzosa y deplorable indiferencia por la religión y la moral, que representan la fuerza más civilizadora y las columnas más sólidas del edificio social! Para los pueblos y las naciones, lo mismo que para los individuos, los sufrimientos y dolores, además de un medio de expiación de sus culpas colectivas, constituyen también un medio excelente de defensa y de elevación. Cuando la atmósfera que aspira un pueblo está envenenada, se hace necesaria una tempestad purificadora. Cuando sus llagas son profundas y cancerosas, hay que recurrir a la acción enérgica del fuego. Cuando camina a grandes pasos hacia el abismo de la depravación, no se le puede detener al borde del abismo, más que con una sacudida ruda y violenta. Ciertamente que estos remedios enérgicos suponen para el organismo social el martirio y el dolor, pero en la intención del Señor de las naciones están destinados a evitar dolores mucho más grandes e irreparables…”+

2.

EL PAPEL POLÍTICO Y SOCIAL DEL DEMONIO.

 

por Fray Mario Agustín Pinto  O.P.

 

Artículo publicado en la revista “Dinámica Social”.

 

Dentro de la desorientación general que caracteriza al pensamiento católico francés contemporáneo, donde los más generosos esfuerzos se esterilizan y malogran por la ausencia de sólidos principios  y por un excesivo afán de modernismo, un pequeño libro titulado  “Satan Dans la Cité” publicado por Les editions du Cédre, (París, 1951), nos ha llamado poderosamente la atención por el vigorosamente planteamiento que en él se hace de un problema de singular trascendencia teológica, política y social. Es su autor un distinguido jurista y sociólogo, Marcel de la Bigne de Villenueve.

 

Ya que abundan por desdicha entre nosotros revistas y católicos afrancesados que propagan los productos menos recomendables de un pensamiento inseguro, librado a todo viento de doctrina, con lo que solo se logra transponer a nuestro ambiente el confusionismo doctrinal allí imperante consideramos útil y saludable dar a conocer el contenido substancial de obras como ésta inspiradas en la doctrina tradicional, política y social del catolicismo, doctrina que ha tenido en Francia representantes tan eximios como el Cardenal Pie, obispo de Poitiers, el marqués de la Tour du Pin y el grande y desconocido filósofo lionés Blanc de Saint-Bonnet sobre el cual ha escrito precisamente un libro el autor que venimos comentando.

 

“Satan Dans le cité” está concebido bajo la forma de un diálogo entre un sociólogo que representa al propio autor y un teólogo, a quien se designa con el nombre de Padre Multi y cuya verdadera identidad –si se trata de un personaje real-  merecería ser conocida, a tal punto son justas, precisas y profundas sus respuestas a los arduos problemas que le plantea su interlocutor. El libro se divide en siete diálogos realizados en siete noches sucesivas, el último de ellos subdividido en dos secciones. En los tres primeros se condensa con mucho vigor la doctrina tradicional acerca de la naturaleza del demonio, de la posesión diabólica y de los exorcismos, a los cuales la Iglesia nunca ha renunciado aunque los emplea con todas las cautelas que exigen las circunstancias y que el propio ritual impone. Al finalizar el tercer diálogo se plantea categóricamente el problema cuya dilucidación se ha propuesto el sociólogo francés.

 

Es indudable que los hechos contemporáneos no hacen más que desarrollar las últimas consecuencias de un proceso cuyas raíces hay que buscarlas principalmente en la Revolución Francesa que conmovió los cimientos del orden social tradicional. Pero detrás de todo ese proceso ¿No se podrá discernir una presencia invisible, de un orden sobrehumano y siniestro, que constituiría en última instancia, la explicación de su violencia destructora, verdaderamente pavorosa, que sobrepuja todo lo que el hombre, librado a sus solas fuerzas naturales, hubiese podido alcanzar? Tal es la tesis que el autor desarrolla y demuestra a lo largo de la obra.

 

¿Cómo puede ser –comienza preguntándose nuestro sociólogo- que en una época de tan grande decadencia religiosa cual la nuestra, en una época donde el mal alcanza los más amplios y duraderos triunfos, la intervención visible del demonio haya llegado a ser más excepcional que nunca? ¿No es en verdad un hecho extraño y paradójico que la eliminación cada vez más radical de la influencia cristiana en la vida pública, y consiguientemente en la vida privada de los ciudadanos, venga a coincidir precisamente con una regresión correlativa de las manifestaciones diabólicas, mucho más raras a no dudarlo que en los grandes siglos de la fe?

 

Parecería lógico, en efecto, que Satanás tratara de aprovechar las circunstancias favorables para intensificar sus ataques a fin de alcanzar una victoria más rápida y segura. Ante este enigma el autor acaba por preguntarse si no tendrán razón quienes lo explican, sosteniendo que aquellas manifestaciones, atribuidas antes a Lucifer, no eran nada más que fenómenos puramente naturales que las modernas ciencias positivas han logrado explicar y eliminar.

 

Pero el interlocutor de nuestro sociólogo, el teólogo Multi, rechaza absolutamente una solución tan deleznable y propone en su lugar la hipótesis de la posesión demoníaca colectiva que viene a iluminar tantos hechos de la historia moderna que de otro modo difícilmente podrían explicarse.

 

Cuando se trata de caracterizar e individualizar la acción de Satanás es necesario –dice el autor-, desembarazarse antes que nada de aquella tendencia instintiva del espíritu humano que consiste en edificarlo todo en el dominio de las concepciones antropológicas. Pues bien, eso es lo que ocurre generalmente con respecto a Satanás. La mayor parte de los hombres son incapaces de figurárselo de otro modo que bajo una forma humana, o se les ocurre la idea de que pueda adoptar otro disfraz que el de un cuerpo orgánico. Sin embargo es indudable que el demonio puede adoptar esas formas y que de hecho, históricamente las ha adoptado, no es en manera alguna imposible que se oculte también en objetos, materiales o inmateriales. La Iglesia así lo reconoce desde el momento que tiene exorcismos especiales destinados a cosas materiales como la sal y el agua. Pero lo que aquí más nos interesa es la constatación de que el Príncipe de las Tinieblas se oculta preferentemente en aquella categoría de personas morales que llamamos instituciones. Parece como si se amoldara mejor a la vida de estos seres de segundo plano que se asemeja, sin duda, a la de los hombres sin llegar nunca a asimilarse  a ella y que ofrece posibilidades de influencia mucho mayores que la de una acción meramente individual. Permite, en efecto trabajar en gran escala, en serie, por decirlo así en lugar de fragmentar indefinidamente los esfuerzos sobre individuos aislados.

 

Idea es ésta por cierto muy antigua, cuya paternidad de ningún modo pretende reivindicar el autor, pero es preciso convenir en que suele ser muy mal entendida y muy raramente utilizada, no obstante su importancia capital. Si bien se piensa en efecto ¿con qué fin el demonio vendría a apoderarse del cuerpo de un desdichado ‘quidam’ cuando por medio de las instituciones políticas y gubernamentales, por medio de las leyes y las costumbres, donde insinúa su espíritu perverso, puede orientar tan fácilmente a los hombres, con un impulso tanto más irresistible cuanto más disimulado, por decenas y centenares de millares, más aún por millones, a lo largo de los caminos de perdición que son los suyos? Nada más lógico en una inteligencia tan lúcida como la del demonio que la idea de utilizar para sus fines el gregarismo propio de la época moderna y aquellos famosos progresos de la ciencia con los cuales precisamente se había creído poder eliminarlo. En lugar de proceder como un pequeño artesano Lucifer trabaja ahora como un gran industrial y realiza en serie su obra infernal valiéndose de los instrumentos más perfeccionados que el mundo moderno puede brindarle.

 

Pues bien, esta idea de una obsesión general oculta e invisible, de una ocupación colectiva, política y social, explica luminosamente el hecho extraño antes señalado que la disminución de las posesiones diabólicas individuales en nuestra descristianizada sociedad contemporánea coincida con una intensificación evidente de la acción diabólica personal en el mundo.

 

Es que la inhabitación física violenta –anota el autor- está resultando cada vez más innecesaria al Enemigo del género humano. Esta otra forma de ocupación de los espíritus y de las almas, por carecer del carácter espectacular de las posesiones individuales, es mucho más insinuante y tranquila y por lo tanto más segura prestándose por su mismo disimulo a un contagio mucho más rápido y a una enorme difusión.

 

La idea desarrollada por el teólogo Multi no deja de seducir a su  interlocutor pero en su mente surge una dificultad que no carece ciertamente de fuerza. ¿Acaso el mal –objeta el teólogo- no ha existido en t odas las sociedades, de cualquier índole que sean, antes y después de la era cristiana? ¿Acaso el demonio no se ha infiltrado en todas ellas inoculándoles gérmenes de corrupción y de muerte?  En este caso la tesis del P. Multi implicaría una generalización harto banal; significaría una diferencia meramente de grado pero no de naturaleza entre nuestras sociedades actuales y las pasadas.

 

El padre Multi resuelve esta objeción con una distinción de importancia capital para la recta inteligencia del mal que afecta al mundo contemporáneo, o se trata ciertamente de caer en el error opuesto de aquel que sólo admite posesiones individuales, dando a la idea de la posesión colectiva una extensión abusiva, como lo ha hecho, por ejemplo, hace muy poco la famosa Simone Weil, según lo cual lo social es irreductiblemente el dominio del Diablo, llegando hasta el extremo de afirmar que “el diablo es lo colectivo” o bien “que el Diablo es el padre de la mentira, y que la mentira es social”.

 

No, ésta es una doctrina anárquica, de raíz maniquea o gnóstica pero no católica. Lo social, no más que lo individual, no es irreductiblemente el dominio de Satanás. Pero tampoco está inmune, como lo está lo individual, de las posesiones diabólicas. Por el contrario, tal vez este más sujeto a ellas, sobre todo en las circunstancias actuales que le brindan un ambiente social convenientemente propicio para la infestación demoníaca y le proporcionan, como hemos dicho, los medios más eficaces de difusión.

 

Cosa muy distinta ocurre si las bases fundamentales de una sociedad se nos presentan desde sus orígenes y en su misma esencia gangrenadas por graves errores, por mentiras evidentes, por el vicio o por el crimen; si su perversión intrínseca es tal que orientan necesariamente a los hombres en una dirección contraria a los fines propios de su naturaleza racional y de la misma sociedad, y en función de los cuales existe precisamente en nosotros la tendencia social. Tal es el caso de aquellas sociedades cuyos principios fundamentales orientan al hombre a la práctica del error y del mal, a las discordias internas, a la guerra civil o a la guerra internacional. Mediante esta corrupción sistemática de los fines verdaderos y racionales del hombre es como Satanás realiza su obra y le pone, por decirlo así, su sello propio.

 

Pues bien, tal es el hecho que caracteriza y define al mundo contemporáneo. El mérito de la Bigne de Villenueve consiste en haberlo afirmado categóricamente y sin ambages, en un momento en que los católicos solo parecen pensar en transacciones y pactos con el mal. Se podrá objetar a esto que muchas personas honestas, que muchos católicos sinceros afirman lo contrario y se dedican a exaltar  las excelencias del fin que persiguen y de los medios que emplean las modernas instituciones democráticas. Pero esas afirmaciones vienen antes bien a corroborar nuestra tesis, ya que el demonio es un experto en fabricar ilusiones con apariencias de sabiduría y de verdad; más aún, es ese el procedimiento más común de su  actividad obsesiva. Y la persistencia naturalmente inconcebible, con que tantas y tantas almas cristianas se obstinan en defender los errores de la democracia liberal, no obstante las reiteradas condenaciones de la Iglesia, no obstante las trágicas lecciones que se derivan de la experiencia histórica de estos últimos tiempos, esa persistencia, decíamos, constituye a nuestro modo de ver un signo manifiesto de la influencia negativa que hoy ejercen los prestigios diabólicos. Gracias a esa colaboración, imprudente y culpable, de los buenos, la obsesión corriente evoluciona con mayor o menor rapidez hacia las formas de la ocupación o aun de la posesión diabólica, que son numerosas en nuestros días y de la que nos dan claros ejemplos  los horrores cometidos por los rojos españoles en la reciente guerra civil, la persecución implacable de los ‘colaboracionistas’  en Francia y el régimen político que impera en los países que se hallan tras la cortina de hierro.

 

 

Estas consideraciones vienen a constituir una adecuada respuesta a la interrogación que se formulaba ansiosamente el noble Peguy: ¡Dios mío, Dios mío! –gemía el gran escritor- ¿Qué es lo que está ocurriendo ahora? En  todo tiempo ¡Ay de mí! En todos los tiempos ha habido almas que se perdían… Antes era la tierra la que preparaba para el infierno. Ahora es el mismo infierno el que parece haberse volcado sobre la tierra. ¿Qué es, Dios mío,qué es lo que ha cambiado?

 

Pues bien, podemos responder al gran Peguy, lo que ha cambiado es lo siguiente: Es que las instituciones, en vez de ser concebidas como lo era antes, “en aquel tiempo en que mal que mal la filosofía del Evangelio gobernaba a los Estados” como establecida para refrenar  la malicia eterna de los hombres, son concebidas ahora como ordenadas a excitarla y a exaltarla.

 

Es que ahora las instituciones en lugar de remediar en cuanto sea posible, de acuerdo a su auténtico destino, las faltas y los pecados de las sociedades, vienen a multiplicarlos y a agravar sus consecuencias. Ya lo decía, magistralmente el cardenal Pie, obispo de Poitiers en su panegírico de San Luis Rey de Francia, “La sociedad de San Luis tuvo ciertamente sus vicios y los hombres que la componían no pudieron ser del todo transformados hasta el punto de quedar despojados de la herencia del primer Adán. Pero lo que podemos afirmar es que todo lo que hubo entonces de nobles sentimientos y de grandes hazañas –y que las hubo en gran escala nadie se atrevería a negarlo- todo eso era el fruto de las doctrinas y de las instituciones de la época. Si el corazón humano siguió siendo débil por las inclinaciones de la naturaleza caída, la sociedad en cambio fue fuerte por sus instituciones y sus creencias;  en una palabra, el vicio no provenía entonces como ahora  de la misma ley, y la virtud no constituía entonces como ahora, la inconsecuencia y la excepción”

 

En eso precisamente consiste el cambio que acongojaba a Peguy. ¿Es que entonces la sociedad, las instituciones y las leyes estaban animadas por el espíritu de Cristo, y ahora en cambio, como lo demuestra concluyentemente nuestro autor, es Satanás quien ha encontrado acceso a ellas, es él quien ha logrado incorporarse a su espíritu y aún a su letra, colocando el mal en la misma raíz y logrando con trágica perfidia presentarlo como el Bien, decorando el desorden con los colores del Orden y lo Falso con las apariencias de la Verdad? La obra maestra del demonio consiste en ofrecernos el espectáculo desolador y absurdo de un mundo que grita su dolor y su desdicha y que mezcla sin embargo sus gemidos y sus quejas con juramentos de fidelidad, con actos de amor enloquecido e invocaciones ardientes a todo lo que constituye la causa misma de sus males: a la Democracia, a la Libertad, a la Igualdad, a los Derechos del Hombre.

 

Hace más de siglo y medio que el mundo se debate  en las convulsiones engendradas por los ‘inmortales’ principios de  la Revolución. Puede que sean inmortales, advertía ya en el siglo pasado el cardenal Pie.

 

Pero es indudable  que no tienen el don de comunicar esa inmortalidad a los gobiernos y a las instituciones que en ellos se inspiran. Jamás el mundo asistió en efecto a tanta inestabilidad y a tantas y tan horribles  convulsiones, y cuando han terminado estas siniestras hecatombes, al lado de las cuales las de los pueblos salvajes parecen juegos de niños ya que ahora se inmolan a los ídolos modernos las vidas humanas por decenas de millones; cuando podría esperarse una saludable reacción y un retorno al orden tradicional, cristiano y humano cuyo olvido es causa de las mismas, he aquí que los inmortales principios` y los mismos hombres que en su nombre provocaron las catástrofes renacen como el Fénix de la leyenda de sus propias cenizas o mejor aún de su propia corrupción.

 

Así como el perro de la Sagrada escritura vuelve siempre a su vómito, así también, en la ocurrencia, las modernas sociedades vuelven a los principios que las intoxican y que son la causa principal de sus  males, sin que pueda advertirse, salvo en casos aislados, un ensayo real de comprensión un propósito serio y radical de mejoramiento y de reacción.

 

Y así vemos que hoy el mundo se encamina ciegamente a la tercera y tal vez definitiva hecatombe invocando los mismos principios y las mismas doctrinas  que determinaron las hecatombes anteriores. ¿Cómo no ver en esa ceguera y ese engaño incomprensible, la influencia sutil del Padre de la mentira, del Enemigo del género humano que persigue obstinadamente su aniquilación a fin de dar de esta manera una adecuada respuesta a la obra divina de la Creación?

 

Tales son los temas que de la Bigne de Villenueve magistralmente desarrolla en “Satan Dans la Cité”. Entre los libros últimamente publicados en Francia, pocos hay a nuestro modo de ver que merezcan una consideración tan atenta como éste, ya que nos ofrece, actualizadas y renovadas, las doctrinas de los grandes teorizadores franceses de la Contrarrevolución, de un cardenal Pie, de un De Maistre, de un Blanc de Saint-Bonnet, doctrinas que el demonio ha sabido neutralizar y sepultar en el olvido haciéndolas pasar por ‘oscurantistas’, ‘integristas’, ‘reaccionarias’ cuando en rigor en ellas se contienen las únicas posibilidades para el mundo de restauración y de salud.+

bonfiglioli, horacio 16:02

Nota del blog: El liberalismo, nuestro enemigo interno, repudiando a Dios y la ley natural, utilizó maquiavélicamente el fraude político y difundió la inmoralidad individual y social; suficientes males para comprender que en el abandono de la moral y los deberes religiosos está el origen del fracaso argentino que el liberalismo ocasionó; y que la vuelta a la soberanía del espíritu de Jesús sobre nuestra Patria y a  la ley natural es la única posibilidad de restaurarla.

 Respecto a los pueblos que componen la fratria imperialista: USA, Inglaterra e Israel, que tantos males indignos están ocasionando en el mundo, esperemos se vuelque sobre ellos el merecido castigo divino, antes que acaben con nosotros, pues la Argentina liberal no puede con ellos… ¡ni siquiera se lo propone!

 

 

 

 

 

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lunes, 21 de abril de 2025

 

 

LA PEVERSIDAD DE LA GUERRA DE RAPIÑA COMO MEDIO PARA OBTENER GRANDEZA MATERIAL

A los gobiernos argentinos liberales, a partir de Caseros, no les conviene  luchar para defender el patrimonio nacional. Directamente ofrecen el país entero, territorio y riquezas al mejor postor: lo rematan; cobrando regalías por sus servicios de mayordomía.

Eso sí, tienen que mantener al pueblo desinteresado políticamente, pues ejerciendo su vida política, -- actualmente inexistente--, al mando de un Caudillo, empuñaría las armas, y lucharía, en una guerra justa, para vivir dignamente, con honor, en un país Soberano, recuperando sus bienes patrimoniales y acabando con el latrocinio de los gobernantes. Por esto, el Régimen lo quiere mantener empobrecido, rumiando en el potrero verde del pacifismo burgués; achanchado, degradado, egoísta. Pero va tirando y se conforma, protesta inútilmente, nadie lo escucha, y solo le queda aguantar.

Dios dirá cuando concretará sus aspiraciones de grandeza popular y nacional.

USA, por el contrario,   se separó de los ingleses, pero se le quedó pegado el instinto de rapiña. Guerra de rapiña es lo opuesto a guerra justa: es injusta e inmoral: es guerra imperialista prepotente y desalmada. Es la guerra que practicó durante más de dos siglos, violentando al mundo, robando y matando. La artimaña que emplean es invadir países para implantar en ellos la “democracia”; y si se resisten acusarlos de iniciar la guerra. Diabólico pretexto: sólo pretenden apoderarse de sus riquezas, someterlos financieramente, eliminando el alma de esos pueblos.

La ambición los está matando. Cuanto más ricos, más ansían bienes materiales, y más descuidan los espirituales y culturales, que se encuentran en su más bajo nivel. Y exportan, esa vida materialista bajo Mamón . Y también es la que se vive en la sociedad yanqui; regida por una especie de monarquía bajo el mandato de los lobys, el más poderoso de los cuales es innombrable; dicen que no existe, pero, sin embargo, existe. O sea el loby no existe, pero prepondera sobre todos los demás exigiendo a la nación yanqui el “exterminio sagrado”. (El Régimen nos obliga a aceptar este artilugio enmarañado muy democrático).

Pero todo se paga; solo hay que tener paciencia, y esperar el momento que desean todos los pueblos agredidos por la política yanqui.  Parece que la hora llegó. La ambición desmedida es el castigo que merecen los yanquis: ahora es un país que se está derrumbando lentamente, aplastado por lo que usurparon.

Julio Camba, a continuación, con su gracejo habitual, narra la miseria moral y espiritual de los yanquis durante la 1ª guerra europea. Que describe, también, el criterio bélico de rapiña que emplean en nuestros días.

“Los Estados Unidos estaban perdiendo su alma en esa guerra europea, donde tantos otros pueblos iban encontrando la suya. A medida que  Europa combatía con municiones [norteamericanas] y que todas las viejas virtudes renacían en ella, Norteamérica no hacía más  que dinero. La media ración de los europeos significaba una ración doble para los norteamericanos.  El espíritu de sacrificio que animaba a Europa contrastaba con el ansia de placeres que se iba apoderando de ese país. Cada dia Nueva York bebía más chapaña, y bailaba más tangos, y encendía más focos eléctricos, y compraba más joyas, al revés de París, Berlín o Londres. Y mientras Europa ganaba moralmente y perdía materialmente, aquí ocurría todo lo contrario: riqueza material y ruina moral.

“Nosotros –decían los norteamericanos—les vendemos municiones a los aliados igual que se las venderíamos a los alemanes, si los alemanes pudiesen comprárnoslas…

“Y lo terrible es que esto era cierto. Lo terrible es que a la guerra europea, donde se ventilan intereses espirituales tan altos no la aplicase este pueblo más que a su criterio comercial…”*

 

 

 

 

domingo, 6 de abril de 2025

 El Destape Radio 

🗣️ "¿Dónde están las Islas Malvinas y dónde está Gran Bretaña?"
🇷🇺 El primer ministro ruso, Vladimir Putin, reivindicó la postura argentina sobre Malvinas al responder las acusaciones de su par británico, Boris Johnson, quien afirmó que si la presidencia de Rusia estuviera en manos de una mujer, la guerra con Ucrania se habría evitado.
🧐 Como respuesta, Putin le recordó al mundo cómo actuó, en 1982, Margaret Thatcher frente al territorio argentino invadido por Gran Bretaña desde 1833.
💬 "Solo quiero recordar en este contexto los acontecimientos de la historia reciente en que Margaret Thatcher decidió lanzar una acción militar contra Argentina por las islas Malvinas. Se trata de una mujer que tomó la decisión de lanzar una acción militar. ¿Dónde están las Islas Malvinas y dónde está Gran Bretaña? Y eso fue dictado nada menos que por la ambición imperial, como confirmación de su estatus imperial. Así que creo que, al menos por parte del actual ministro británico, no es una referencia muy correcta a lo que está sucediendo hoy en día", expresó el presidente de Rusia, Vladimir Putin.
¿Qué pensas de las declaraciones de Putin?