sábado, 26 de diciembre de 2020

 

¡¡Gloria A Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad!!

¡Feliz y Santa Navidad!

                             A TODOS LOS ARGENTINOS                                                         

Mientras los asesinos, demonios herodianos, afilan sus cuchillos para el 29.

 

 

A continuación, un reportaje del señor Salvador Nielsen al

PADRE LEONARDO  CASTELLANI

Publicado, décadas atrás, en la revista Mayoría.

Nacionalismo y Catolicismo

REPORTAJES PESADOS.

Uno llega a la casa del padre Castellani, con su bagaje de preguntas en el bolsillo, que son algo así como un molde en el cual se trata de encerrar al reporteado. Pero uno se ha olvidado que a ningún nacionalista le corresponde mejor que “al cura” aquello de Anzoátegui de que “nuestra medida es nuestra falta de medida”. Y entonces, cuando se lo quiere encerrar en la jaula del reportaje que tiene preparado, se retoba, se escapa por las tangentes y el periodista termina haciéndose un embrollo de padre y señor mío.

Antes que podamos abrir la boca, y salirnos con la nuestra nos suelta: -Hágame preguntas livianas, sus entrevistas anteriores han sido un poco pesadas, aunque buenas.

Pensamos entonces, en el juego aquel del “veo-veo-, y salimos a nuestra vez con:

P.-¿Cuál es su color predilecto?

R,- El negro. “Camicia nera” o “sottana nera”.

P.- ¿Cuál es la flor que más le gusta?

R.- Pues, naturalmente, la Estrella Federal.

P.- ¿Cuál es el nombre que prefiere?

R,- Ninguno, pues a los que amo les cambio el nombre. Si dijera “el Verbo Encarnado”, Emmanuel, no tendría gracia, aunque sería verdad. Digamos: Manuelita.

P.- ¿Cuál es su peor defecto?

R.- Eso se lo voy a contestar al final.

P.- ¿Cuál es el pájaro que más le gusta?

R.- Frondizi.

Creemos que con esto el reportaje es lo suficientemente alado y liviano como para entrar al rubro de lo pesado. Y atacamos:

HACE FALTA UN LIBRO.

P.- ¿Qué piensa acerca del nacionalismo y del catolicismo?

R.- “Lanzose el noble bruto con ímpetu salvaje”, dijo el poeta. Ya me parecía que traiba el facón abajo el poncho ¿Cree usted que eso se puede contestar con menos de un libro? Pero viene bien la pregunta, porque ayer nomás vino aquí mi tía Vicente con un montón de objeciones contra el nacionalismo, diciendo que había una montonera de gente buena, católica, no zonza del todo que le ponían esas objeciones y la arrollaban; que yo tenía que escribir un artículo acerca de “porqué el nacionalismo ha sido condenado por la Iglesia, y sin embargo es bueno”, y demás; y me convenció.

NACIONALISMO Y ANTISEMITISMO.

p.- ¿Recuerda esas objeciones?

R.- Si, la primera es: ¿Porqué los nacionalistas dicen: HAGA PATRIA MATE UN JUDÍO?

P.- ¿Y la respuesta?

R.- Los que son capaces de matar a un judío y aún lo hacen (como al pobre Marcos Satanowsky)  NO LO DICEN. Los que los dijeron otrora eran unos changuitos incapaces de matar una mosca; y lo hacían para enfatizar exageradamente que en la Argentina hay un “problema judío”. Era una figura retórica que llaman “hipérbole”. El mismo Walsh a lo mejor lo dijo. ¡!Qué hombre ese Walsh! Salúdelo.

P.- (lo hicimos).  Pero… ¿estaba mal eso?

R.- Muy mal. Abominable. Era un pecado. Pero no era un pecado contra el quinto mandamiento: era un pecado contra el Primer Mandamiento que nos prohíbe ser idiotas. Pero ¿Quién los para  a los muchachitos cuando salen de 5º año nacional? Yo lo quise parar una vez a Queraltó y me mandó contra un poste.

P.- Yendo un poco más a fondo… ¿Existe un problema judío en la Argentina?

R.- Si, lo hay ¿Qué le vamos a hacer?

P.- Y ¿cuál es la solución?

R.- No la tiene, por ahora. No es el problema mayor de la Argentina. Es un sub-problema. Como decía don Ángelo Cisera:”¡Qué jodío ni jodío! ¡Aquí lo jodío somo nosotro!”. Quería decir que los malos cristianos somos un problema peor; y que por eso estamos co…robados”.

P.-La gente, sin embargo, dice que usted es antisemita.

R.- Los zonzos. Ese nombre Emmanuel que nombré antes ¡es judío! Mire, cuando yo estuve en la mala, los judíos me ayudaron (materialmente) más que los curas. Es un hecho. César Tiempo me dio trabajo en “La Prensa”; un buen médico judío me curó gratis y otro judío me dio dinero. Entre paréntesis (¡no fue Bemberg!).

P.- ¿Cuál es entonces el problema si los judíos son buenos?

R.- Antes el problema era la conversión de los judíos, pero ahora  los judíos se convierten a un cristianismo disuelto, escribió Carlos Marx. Prefiero con mucho a César Tiempo, buen poeta y buen israelita, que no a Carlos Cuchetti, mal poeta.

LOS CHINOSY EL NACIONALISMO.

P.-Pasemos ahora a otras objeciones. Esta es la de Carlos Cuchetti; “Los nacionalistas dicen que hay que defender a la Iglesia, porque forma parte de nuestra tradición; según eso, un chino debería defender el budismo por ser nacional, y el budismo es mentira”.

R.-Bien. Eso sería, en el chino, “ultranacionalismo” o nacionalatría, que es una corrupción pésima del nacionalismo; que según, eso debe ser una cosa óptima; porque se sabe que la corrupción de lo óptimo es pésima”. Le prevengo que los liberales del siglo pasado eran mucho más ultranacionalistas que nosotros, y todos los chinos juntos. Lea a Adolfo Saldías, si quiere, y lo verá. Y eso que este es el más sensato de todos. Tenían un complejo de inferioridad nacional; y como rebote, otro complejo más tonto de superioridad supernacional. Creo, sin embargo- continúa el padre Castellani- hay algo de verdad en eso de que el chino debe defender el budismo, por ser nacional, hasta más no poder; es decir, hasta ser arrollado por la Verdad.

P.- ¿Cómo sería eso? ¿¿No es una religión falsa?

R.- Mire: la religión verdadera, si es impuesta por fuerza o muy de golpe no prende bien; como las instituciones norteamericanas no prendieron aquí con la Constitución del 53. El duque de Alba quiso imponer de golpe el catolicismo en los Países Bajos, y dos tercios de los Países Bajos se volvieron furiosamente calvinistas. Muy de otro modo se hubieron los grandes misioneros jesuitas en China y la India: el Padre Roberto Di Nóbilis se hizo brahamán, aprendió los vedas, llevó la vida durísima de los “yoguis” o penitentes, y les decía: “Esto que se lee aquí, en los libros sagrados vuestros, es verdad. La primera pareja humana pecó y fue castigada: nosotros tenemos la misma revelación. Pero hay otra cosa que vosotros no sabéis: una Redención…”, etcétera. Injertaba el cristianismo en lo nacional hindú y no destruía las costumbres, sabidurías y creencias hindúes, para después edificar todo de nuevo sobre nada.

P.- De modo que aquello que Maurrás decía: “Politique d’abord”…

R.- Es ultranacionaliasmo; y es5tá mal. No, perdón. En el contexto de Maurrás, eso estaba bien; donde estaba mal era en el contexto del arzobispo de Burdeos que (engañado astutamente por Briand) hizo condenar a Maurrás. Maurrás decía: “Yo prescindo de si el catolicismo cristianismo es verdadero o falso; yo9 lo encuentro en la tradición francesa conformando la fisonomía y la moral propia de este país que amo, al cual ha hecho grande; y yo lo defiendo. –Pero, ¿usted en su interior sabe que el cristianismo es falso?.- Si supiera de cierto que es falso, no lo defendería,”- respondía Maurrás. Al fin de su vida supo de cierto que no era falso.

¿CONDENADO POR LA IGLESIA?

P.- Entonces ¿Porqué la Iglesia condenó al nacionalismo?

R.- Condenó algunas falsas bases teóricas o doctrinales del nacional-sociolaismo. El nacionalismo alemán era patriotismo instintivo, lo mismo que el italiano, el francés, el portugués, el español, el irlandés y el argentino; pero “quidquid recipitur ad modum recipientis recípitur”, se condenó de errores protestantes y paganos. Una cosa es el patriotismo, otra cosa es el prusianismo. La estatolatría de Hegel no es la teoría del Estado de Franco. Pero, ¡qué rabia le tienen a Franco aquí los izquierdistas! ¿Ha visto? Mucho más que a Hitler. ¿Por qué será? El comunismo, la masonería y la Revolución Internacional saben muy bien que el único cauterio eficaz contra ellos es ahora el nacionalismo. (Mañana no lo será quizás). De sobra ven que tiene raíces cristianas, cualquiera que sea la pudrición de alguna de sus ramas… Para las “Mayoría” de los nacionalistas “camisavieja”, como Jacovela, el nacionalismo era catolicismo, cipayo significaba “coimero”, y “política” quería decir sacrificios, trabajos y desvelos por el bien de los demás.

P.- La gente dice: “pero eso es otra cosa; eso puesto así no es nazismo”.

R.- No es el nazismo que ellos ven en el cine: de acuerdo. En el siglo XIII el nacionalismo (las naciones, las “unidades nacionales”) sustituye al feudalismo, lentamente, no de golpe. La Iglesia miró tranquilamente esa transformación, e incluso la ayudó en casos aunque sea verdad que un representante de la Iglesia, Cauchón quemó a Juana de Arco. Era una transformación natural de algo así  como pequeñas naciones en naciones grandes, a causa de la pólvora, la Imprenta y las comunicaciones. Los letrados como Santo Tomás sabían que  Aristóteles había previsto esa ley: ´el enseñó que una nación no puede ser demasiado chica (como el Uruguay) ni demasiado grande, como los Estados Unidos y Rusia, aunque él decía Persia. Si es demasiado chica se vasalla, si es demasiado grande no se puede gobernar sino con un despotismo, oculto o patente. Pero anotó el Angélico que la facilidad de las comunicaciones puede alterar el alcance de esa ley general: y eso pasó con el fin del feudalismo; y está pasando mucho más ahora. Lo que era una nación ENORME para Aristóteles –como la Argentina- puede ser normal ahora. No digo que lo sea.  En el siglo XVI, la ‘Nación’ en sentido moderno se hizo posible en todas partes; y nació.  Surgió un nuevo orden de gobierno y de convivencia social.. Dentro de ese nuevo orden hemos nacido nosotros.; y como el encierra todo lo que hace  la vida digna de ser vivida, nosotros lo defendemos, incluso contra nosotros mismos, contra nuestros abusos. Queremos que la  Argentina sea… ¿Cómo es la cosa?... políticamente soberana, socialmente justa y económicamente libre. Queremos cerrar la casa al hereje, al ladrón y al perturbador, al explotador y al embustero de afuera. Con los de la casa nos arreglaremos. No tenemos otra casa que ésta. ¿No saben el cuento de Lord Acton? Lord Acton dijo: “cada vez que hay un irlandés asandose al fuego lento, detrás hay otro girando el asador”. Más el escritor O’Fahertyy completó el epigrama: “Y detrás está un inglés pagando al irlandés traidor”. Si ha de haber argentinos manejando el asador donde se asa el bien común argentino, queremos por lo menos  pagarle nosotros: aunque no sea propiamente 10.000 libras o 100.000 dólares. Queremos ser dueños de la Puerta, y también del Puerto: aunque para eso posiblemente sea necesario sacar la Puerta del Puerto: quiero decir trasladar la Capital.

¿TRIUNFARÁ AL NACIONALISMO?

P.- ¿Cree usted que nuestra causa triunfará?

R.-  La de usted, ‘karaí’, no sé. La mía triunfará seguro. Aunque fuese causa perdida, yo la defendería, quiero decir, si tuviese con qué defenderla: ahora me contento con vivir. Oficio verdulero, criar al hijo, y después al nieto. Puede ser que el “ultrainternacionalismo” masónico, o el socialista, triunfe; esa hipótesis la contemplo en mi novela “Dulcinea, no sabemos nada”. Pero yo tengo en el Apocalípsis, en la Quinta Edad del mundo (o sea la Iglesia de Sartes”) una palabra que dice: “Sé vigilante y defiende lo que ha quedado, aunque sean cosas que deban morir”. A lo mejor sucede en el mundo una cosa extraordinaria que me haga posible escribir la segunda parte: “La vuelta de Don Quijote”… en el año 1963.

P.- ¿Tanto piensa usted vivir?

R.- Todo puede ser.

Y nos vamos. Mientras Santamaría le da al acelerador de la motoneta, una duda nos hace olvidar el frío: ¿Nos corresponde firmar el reportaje? Si “el cura” ha sido el que nos ha llevado y traído por donde a él mejor se le ocurrió. Pero, al menos, para saber quién es el otro que sale en la foto, decidimos firmar.

SALVADOR NIELSEN.


 

 

 

domingo, 13 de diciembre de 2020

 

El Padre Curzio Nitoglia escribe sobre:.

EL AMERICANISMO Y LA CONJURA ANTICRISTIANA.

Monseñor Henry Delassus y el americanismo.

Monseñor Henry Delassus escribió un esclarecedor libro sobre el americanismo (“El Americanismo y la conjura anticristiana”, Desclée, 1899) que ayuda a comprender la actual situación religiosa y geopolítica –dominadas por el americanismo temporal y espiritual- prevista hace cerca de 100 años.

Trama de la obra:

En esta obra el relato explica que todos los inquietantes problemas del mundo actual, sean políticos o religiosos, subsisten en los EEUU. En efecto, lo que caracteriza a este país es “´la audacia en las empresas industriales y comerciales, y también el desprecio de todas las leyes de la civilización católico-romana en las relaciones internacionales”. Es deplorable comprobar que el americanismo estadounidense también tiene la audacia de desconocerlas en los asuntos religiosos.

El término “catolicismo americano” o americanismo (condenado por león XIII en 1889, en   “Testem benevolentiae”, dirigida al Cardenal Gibbons) no designa un cisma o una herejía, sino “ un conjunto de tendencias doctrinales y prácticas, que surgen de Norteamérica y se difunden por el mundo cristiano, especialmente en Europa” (p. 48). El aspecto más preocupante del americanismo  es “su relación con la esperanza y proyectos del judaísmo, especialmente con la tendencia anticristiana de las leyes  del mundo moderno y de la sociedad americana, que aspira a poseer el monopolio del pensamiento revolucionario· (p. 49). En efecto, existe una conjura anticristiana que trabaja, por medio de revoluciones y guerras, para  debilitar, y,  si  fuese posible aniquilar las naciones católicas, para dar hegemonía a las protestantes, como Norteamérica, Alemania y Gran Bretaña”. (p.49). 

Uno de los elementos distintivos de la “Misión americana” es el retorno a la unidad de todas las religiones, eliminando barreras y diferencias en un Congreso de la tolerancia internacional de las religiones, para luchar unidas contra el ateísmo” (p. 129). El americanismo tiende por principio, a equiparar “todas las religiones como igualmente buenas”. “La conspiración anticatólica se propone, principalmente, destruir –si fuese eso posible- a la Iglesia, alzando en su lugar el israelismo liberal y humanitario (p. 84). Esta conspiración es ya universal. Los principios de 1789 son un punto de contacto entre hebraísmo y americanismo. (p. 85 ). “La jactancia o confianza excesiva en ellos mismos es la característica específica del americanismo… mientras los hebreos esperan imponer el israelismo liberal y filantrópico”, que es la neo-religiosidad de la nueva era.

Monseñor Henri Delassus (p. 87) explica que el Magisterio de la Iglesia condenó todos los falsos principios que fundaron el espíritu americanista: los derechos del hombre (condenado por Pío VII); la libertad absoluta de la persona humana, la libertad de pensamiento, de imprenta, de conciencia y religiosa (desde Gregorio XVI a Pio IX). La separación entre Estado e Iglesia (por León XIII); en cambio los americanistas lo basan en “un liberalismo amplísimo y en una tolerancia dogmática a ultranza, evitando hablar de todo lo que pueda molestar a los protestantes u otras religiones” (p. 87). Para la Iglesia de Roma el catolicismo es la verdadera religión, mientras que para los americanistas es sólo una más entre tantas”.

Lamentablemente el ideal religioso y geo-político americanista (50 o 60 años luego de la condena de León XIII) se realizó: 1º) espiritualmente –al comienzo en forma latente-, luego en el Concilio Vaticano II, y completa y abiertamente en Asís 1986;  y en estos días con la exasperación de Francisco1º. 2º) geo-políticamente con el neo-conservadorismo estadounidense (de los republicanos conservadores Reagtan, Bush padre e hijo; continuando esa política exterior  el demócrata progresista Barack Obama) llegando a su completa radicalización en  el 2015 con la crisis ruso-turca.

En realidad los americanistas afirman que la idea hebreo/americana son las que Dios quiere para todos los pueblos de nuestro tiempo. Ellos creen haber recibido una “misión divina” sobre el mundo entero. Desgraciadamente la influencia de Norteamérica con su espíritu de libertad absoluta se extiende sobre todas las naciones, de tal modo que Norteamérica las dominará ( p. 126). Norteamérica aparece como la “Nación del porvenir”. Además, –comenta el prelado-  “si ese nuevo espíritu , fuera el del aumento del desarrollo  industrial y comercial, social y político,  según los principios de 1789, o sea el progreso material  y la independencia absoluta del hombre  de toda autoridad, aun la divina:  la era que veremos será la más desastrosa jamás conocida. Esa Norteamérica destruirá las tradiciones nacionales europeas, para fundarlas en la unidad o pax norteamericana”.

El mínimo común denominador de tal mezcla de religiones, pueblos, cultura, es un moralismo sentimental, o “vaga moral” kantiana, subjetiva y autónoma, “independiente del dogma, donde cada uno es libre de interpretarla a su  conveniencia” (p. 70). Esta es la que hoy rige, debido a la unión de los  neo-conservadores americanistas con los sionistas, y algunos liberales-conservadores europeos, que se unen para defender la vida, el embrión,  contra el materialismo ateo (cosa en sí buena) pero en detrimento de lo específico de la pureza del  dogma, de la tradición cultural de la naciones y la diferencia étnica ( los pueblos tienen particularidades propias de lengua, cultura, mentalidad y religión, que si no son exageradas, no deben ser eliminadas).

 “El movimiento neo-cristiano o americanista, tiende a liberarse del dogma para fundarse en la belleza de la ética” (p.72): reemplazando la fe con una cultura o una sensibilidad de moral autónoma e independiente, en una vaga religiosidad superior a todas las que enseñan las otras religiones positivas” (p.100).

Según la doctrina católica, “la  fe sin las obras está muerta” (San Santiago), pero “sin la fe no se agrada a  Dios” (San Pablo). Por tanto no se debe despreciar la moral, pero tampoco reducir la religión a la moral, sin considerar la integridad dogmática.

Monseñor Delassus a continuación se explaya mejor:

“Hay un entendimiento entre hebraísmo y americanismo para sustituir la religión católica con la Iglesia ecuménica y mundialista, que es una pseudo religión democrática, preparada por la Alianza Israelita Universal” (p.186).

El americanismo es el instrumento del judaísmo liberal y filantrópico/humanitario, que reemplazó la “fe” del judaísmo ortodoxo en un Mesías personal y combatiente que hubiera entregado a Israel el dominio del mundo), con la “creencia humana” del hebraísmo liberal ( en un “mesías-idea”, o sea el mundo moderno, nacido del Humanismo, Protestantismo e Iluminismo revolucionario inglés, americano y francés, que arrojará al mundo en el relativismo y en el  irenismo, que corroerá lo que resta del Credo católico en la Cristiandad europea), “para conducir dulcemente a la  humanidad hacia la Nueva Jerusalén” (p. 105).

El espíritu del “Mundo Nuevo” o del americanismo está caracterizado, según Delassus, por los principios del ’89, que son: la independencia del hombre de todo poder humano, aun el divino”; o sea el derecho (adoración) del hombre para derrocar a Dios y a su Iglesia.

El americanismo en su doble aspecto:

I).- del punto de vista político: se caracteriza por un cierto cosmopolitismo que al imponer el mundialismo y a la globalización se infiltran en las naciones para corromperlas y dominarlas.  Así se instalará la “república o reino universal”, sueño de la “Alianza Israelita Universal”; “centro, foco y vínculo” de la conjura anticristiana, con el aporte considerable del americanismo”. II.- El judaísmo talmúdico se fundamente en la lectura material (más que en la literal) de las profecías del Antiguo Testamento.

Delassus escribe:

“Leyendo las profecías en su interpretación materialista-terrena uno  encontrará la respuesta al enigma, la explicación a la febril actividad judaica; el sueño del hebraísmo. Ellos se creen, aun hoy, el pueblo destinado por Dios para dominar materialmente y temporalmente a todas  las naciones… por medio de las finanzas, la Banca, la imprenta y los medios de comunicación (o de destrucción) de la masas “ (P. 55).

Mientras en Roma se abría el Concilio Vaticano I, el 29 junio de 1869, en Leipzig se realizaba un Concilio del judaísmo, donde se afirmó que “la realización de los principios de la modernidad es la más grande garantía para el presente y el futuro del judaísmo”. Lamentablemente –continúa el prelado francés- dos acontecimientos se presentan ante nuestros ojos: la preponderancia creciente del pueblo hebreo y la tristísima crisis de la Cristiandad” (p. 456).

Los puntos de encuentro entre judaísmo y americanismo se encuentran en los principios revolucionarios de 1789, y particularmente en dos tesis: “1º.- en todas  las naciones se  renunciará al amor por la Patria, pues sólo existirá la república universal. 2º.-los hombres renunciarán, igualmente, a cualquier particularidad religiosa, pues todas ellas  se confundirán en una vaga religiosidad”. Estas ideas son llevadas adelante por la Alianza Israelita Universal, fundada en 1860 por el hebreo y masón Adolfo Crémieux, gran maestre del Gran Oriente de Francia. Esta Alianza no era solamente una internacional hebrea, sino miraba más alto: era una asociación abierta a todos los hombres, sin distinción de nacionalidad, ni de religión, bajo la alta dirección de Israel… Penetrará en todas las religiones, como  entró en todos los países eliminando las barreras, que separan lo que en el futuro se unirá en una común indefinición”. (p. 57).

El prelado se pregunta: ¿Qué significa penetrar en una religión? Principalmente introducirle las propias ideas. El judaísmo trata de infiltrar sus propias ideas en el cristianismo con la aquiescencia de sus autoridades.

La fuerza política que emplea el judaísmo liberal, filantrópico y masónico son: a).- la democracia. B).- la libertad como valor absoluto. C).- el cambio radical que trastoca igualmente la vida espiritual al optar por el primado de la acción sobre la contemplación.  La exaltación de la iniciativa individual (propia del liberalismo puritano morteamericano), con una excesiva fe en si mismo (p. 113). El Bienestar físico y corporal (Distinto al bienestar común temporal) como “transformación del cuerpo”. El “sensismo empirista inglés, radicalmente antimetafísico y anticristiano”.

Delassus  constata que actualmente los nuevos cristianos americanistas, junto con los hebreos liberales y humanitarios, “aspiran a un Mesías que no es JesuCristo, ni siquiera el mesías personal y militante del hebraísmo ortodoxo, sino la idea de un Bienestar material y corporal que hará al hombre feliz y rico sobre la tierra” (p. 117). Tal Bienestar (con mayúscula) consiste en poseer no sólo lo necesario y conveniente sino también lo ‘superfluo’. Los fieles de esta nueva religiosidad  no deben ser contrariados , hay que dándoles siempre la razón, siguiéndoles la corriente, diciéndoles lo que les agrada y los satisface.

II).- Del punto de vista religioso: el americanismo se sirve del esoterismo, del masonismo y del ecumenismo para infiltrar la religión católica y, si les fuera posible, destruírla. La masonería tiene las mismas pretensiones y las manifiesta con las mismas palabras. (p. 59). El judaísmo liberal es aun más claro diciendo que es necesario tender hacia una nueva Jerusalén, para sustituir a Roma… La estirpe hebrea pretende instaurar su reino sobre el mundo entero, y gobernar sobre lo temporal y espiritual. También el americanismo se sirve de las sociedades secretas para lograr sus objetivos: arruinar las Patrias y la religión. La nueva “república universal será gobernada por el pueblo hebreo, la única raza cosmopolita y universal”. Pero realmente por el Anticristo, supremo dictador convertido en la única deidad del nuevo mundo” (p. 64).

Los EEUU tienen el triste “privilegio de destruir las tradiciones y las características nacionales y religiosa europeas, para basarla sobre la unificación americana”. El americanismo quiere sustituir la polémica (polemikós= atinente a la disputa doctrinal) con el irenismo (eirenikós=  promueve el pacifismo, la tolerancia y la conciliación a ultranza). El americanismo está absolutamente convencido que los EEUU son los predestinados para instaurar un estado social, superior a los que existieron hasta ahora”. (p. 130).

El otro pilar sobre el que se apoya el americanismo es el ecumenismo. M. Delassus (p. 104) informa que en Chicago, entre el 11 y el 28 septiembre de 1893, se celebró un Congreso o Concilio ecuménico de todas las religiones (excepto la católica). En tal conciliábulo se estableció:  “la Iglesia católica debe hacer concesiones más generosas a las otras religiones”; pedido rechazado por Roma. Años después, se comprobó que entre 1962/1965 esas ideas americanistas penetraron en el ambiente católico durante el Concilio Vaticano II; cuyo objetivo principal fue “el diálogo con el mundo moderno”. O sea el mismísimo que propuso el Congreso de Chicago en 1893, y el Concilio del judaísmo en Leiupzig en 1869, donde se afirmó que “la concreción de los principios de la modernidad son la mayor garantía para el presente y el futuro del judaísmo”.

Resumiendo: se sabe que en el Congreso de Chicago, en 1893, se propuso “unir a los sacerdotes y ministros de todas los cultos diversos para asociarlos en una plegaria común”; naturalmente sin caer –no se sabe como- en el indiferentismo (notorio en Asís 1986). Este Congreso de Chicago fue definido por Delassus como “el verdadero concilio ecuménico de estos tiempos nuevos” (p. 109). La analogía con el Vaticano II  es, desgraciadamente, objetiva e impresionante.

Delassus finaliza su estudio del americanismo definiéndolo con pocas pero eficaces palabras: “Comprometido con la incredulidad, consintiendo errores, mutando el dogma, atenuando lo sobrenatural, y promoviendo el facilismo y liviandad en todos los órdenes”.

Y propone el remedio a tales males: “Los que saben y conocen la realidad deben evitar el desaliento y valientemente reaccionar. (…) Nunca cruzarse de brazos, renunciando a la lucha, por el contrario, deben recurrir a la oración, a la penitencia, y a la acción concreta, cultural y doctrinal (…). Además de ser circunspectos para no prestar ayuda, aunque sea involuntariamente, al judeo/americanismo. Por lo tanto no predicar el Bienestar como objetivo final,… el éxito en este mundo,… la transfiguración del cuerpo humano,… la preocupación desordenada por los intereses humanos,…la abolición de las barreras entre religiones y culturas,…la cesación de la polémicas para sustituir el irenismo,… la adaptación del dogma en favor de la moralidad subjetiva,… la conciliación del espíritu de Cristo con el del mundo” (p. 153).

Los progresos del americanismo con el papa Bergoglio.

En una entrevista Francisco I respondió a Eugenio Scalfari: “El  Vaticano II, inspirado en los papas Juan y Pablo VI decide mirar el futuro con espíritu moderno,  abriéndose a la cultura moderna. Los padres conciliares sabían que abrirse a la cultura moderna significaba ecumenismo religioso y diálogo con los no creyentes. Luego de ese entonces muy poco se hizo en ese sentido. Yo tengo la humildad y la ambición de reiniciarlo.” (La República 1/10/2013).

Según el Papa, se debe dar “prioridad al encuentro con las personas, para caminar juntos. De manera que lentamente será más fácil abandonar la indiferencia”. No hay “que perderse en reflexiones teológicas” (p. 39). Aconsejando el primado de la acción y el desprecio por la contemplación y la especulación teológica”. El diálogo y el encuentro personal vale para todos, hebreos, musulmanes, inclusive con los “tradicionalistas”, si están dispuestos a encontrarse y caminar juntos”; las diversidades con el tiempo lentamente irán desapareciendo. Bergoglio suele repetir: “El tiempo nos hará madurar. Hay que abandonarse al tiempo para que modele y amalgame nuestras vidas” (p. 65).

El papa siente un profundo dolor cuando se rechazan encuentros ecuménicos; por tanto cuando me preguntan contesto siempre lo mismo: diálogo, diálogo, diálogo…” (p.111).

Por lo tanto es necesario aceptar la duplicidad en la personalidad de Bergoglio, pues en él hay un lado bastante oscuro, pero real, de “esteticismo litúrgico tradicional”, -para Romano Guardini-, por lo que no despreciará, como Montini, la Misa de San Pío V; porque su objetivo mayor y público no es la ortodoxia del Nuevo Ordo Missae de Pablo VI; lo importante es caminar juntos y no hacer teología.

Además, el modernismo americanista pide a los católicos fieles a la Tradición unirse para luchar contra el materialismo y el ateísmo. Por eso, algunos católicos fieles y con buena fe, se dejan convencer, y terminan devorados por los modernistas, así como el pez grande se come al chico.

El americanismo se actualiza en la modernidad.

La adaptación modernista del americanismo resulto catastrófica aun en ambientes eclesiales. A simple vista se observa la degradación doctrinal y moral en que cayeron los hombres de la Iglesia, o sea sus miembros humanos, y el descrédito en que ha caído el catolicismo. La manera de evitar tales flagelos es la siguiente: el retorno a las verdaderas fuentes del cristianismo, la patrística integral .

completada por la escolástica, y con la guía del Magisterio de la Iglesia.  Para lo cual se debe insistir: a).-  en el valor de la razón humana; que si no puede conocer todo sobre las cosas, puede al menos llegar a conocer con certeza la esencia de ellas; lo que representa el áncora de salvación en el mar de la duda universal; b).- el valor perenne de la sana filosofía escolástica, especialmente  la tomista, fundada sobre los primeros principios, conocidos en sí mismo. Sólo la recta razón y la voluntad iluminada y reforzada por la fe y la caridad sobrenatural podrán resolver los problemas del hombre contemporáneo. No se salva a un bañista en dificultades ahogándose juntos; primeramentedebe ponérselo a salvo del torrente para luego reanimarlo.

La actual situación de la Iglesia es un tormento, pero no debe llevarnos a despreciar la figura del Papa, en cuanto representa el Papado; de manera que debemos defenderlo cuando aquellos lo atacan (v. Declaración de la ONU, 5/2/2014), pues lo odian en cuanto tal; no obstante la dulcificación y la adecuación que adoptaron para hacerse simpáticos al hombre contemporáneo (“cuando la sal se vuelve insípida hay que tirarla y pisotearla”). Al mismo tiempo es lícito mostrar respetuosamente las divergencias entre la Tradición constante de la Iglesia y las enseñanzas pastorales objetivamente innovadoras; sin pretender con ello poder salvar a la Iglesia.

Recomiendo vivamente el iluminante libro de Henri Delassus, que nos ayudará a entender lo que está ocurriendo ante nuestros ojos, sea desde el punto de vista geopolítico (el mundialismo, la globalización, la invasión de Europa y la formación del nuevo orden mundial), sea desde el punto de vista religioso (el pan-ecumenismo de Asís 1986  y “la ONU de todas las religiones”), lanzado por Francisco en 2015.

Que Dios nos ayude a mantener la fe íntegra y pura, sin desviarse por exceso o por defecto.

Padre Curzio Nitoglia.  

 

¡¡¡ ARRIBA LAS MANOS !!!

RETUMBA EL CLAMOR POPULAR: ¿ES QUE EL PUEBLO NO SE ACOSTUMBRARÁ JAMÁS A SER ESTAFADO DEMOCRÁTICAMENTE?                                                                                   ¿PERO  NO COMPRENDEN –dicen los implicados, muy democráticamente elegidos- QUE SOMOS HONORABLES Y TENEMOS FUEROS QUE NOS AMPARAN, DE ACUERDO A NUESTRA DISGNIDAD?                                                                                                                                           LOS DISCONFORMES CONTINÚAN PROTESTANDO, CADA VEZ MÁS INDIGNADOS: ¡JUICIO Y CASTIGO A LOS POLÍTICOS CORRUPTOS !  ¡QUE DEVUELVAN LO QUE ROBARON! 

                                                                                                                                                                                                                            ¡MIENTRAS EN TRIBUNALES, SE OYE EL SILENCIO OPROBIOSO DE LOS JUECES, QUE, CON LAS MANOS SUCIAS, DEJAN HACER !

TEXTO  DE LA CÁTEDRA NACIONALISTA DEL

 PADRE LEONARDO CASTELLANI.                                                        

 Tomado de “Política y Salvación”, ed. Patria Grande. ¡AGARRATE, CATALINA!

Pregunta: Padre, volviendo a la pena de muerte ¿Ud. cree como táctica de poder que debería extenderse también, no sólo a los que tienen armas  en la mano sino también a los delincuentes económicos?

Padre Castellani: Si, es difícil hacer eso. Los financistas son los dueños del mundo. Es difícil someterlos a un juicio y a una ejecución a los financistas. Con el dinero hacen lo que quieren, manejan jueces, abogados. Pero es claro que cualquier delito grave, sobre todo ir contra el bien común es objeto de pena de muerte. Los romanos a los perduellis, como los llamaban ellos, los condenaban a la pena siguiente a la de la muerte, que era el exilio. A los que traicionaban el interés común los desterraban, pero ahora se acabó esa posibilidad. Los que gobiernan mal y hacen picardías en el gobierno no tienen sanción ninguna. Salen más ricos de lo que entraron. Se van por ahí y empiezan a hacer política de nuevo para volver a subir. Es una deficiencia muy grande de la moral pública esa falta de castigo de los que gobiernan mal. Los españoles, en una institución que se llamaba “juicio de residencia” juzgaban a los que habían gobernado, juntaban todas las acusaciones que había contra ellos y si habían sido remisos en el gobernar solamente los castigaban. Evidentemente los delitos contra el bien común son los más graves de todos. La coima es un delito contra el bien común. Es el soborno, la coima. Son tres pecados mortales juntos. Nunca se predica en el púlpito contra la coima. Se predican las faltas contra el sexto mandamiento, eso se predica pero nada más. De la coima que es mucho más grave, nadie se acuerda.+

 

 ARGENTINA EN EL ALBAÑAL

Declaración del Instituto de Filosofía Práctica, presidido por el doctor Bernardino Montejano.

Publicada en “Catapulta” de Augusto Padilla, en Buenos Aires, el 4 de julio de 2011.

“El que anda con justicia y habla con rectitud, el que rehúsa ganancias fraudulentas, el que sacude la palma de la mano para no aceptar el soborno… ese mora en las alturas”. Isaías, 33, 15/16.

En estos tiempos tan oscuros en los cuales nos toca vivir, en esta Argentina que cada día nos duele mucho más, hemos elegido Como capitel el texto de un Profeta de la Antigua Alianza que alaba al hombre justo y recto; éste habita en las alturas. Es un hombre que repudia los negociados y las coimas, es un hombre que no es corrupto.

El tema es de nuestra competencia, pues la filosofía práctica debe reflexionar para orientar estimular o criticar a la vida humana, que transcurre en las realidades y realizaciones históricas.

1.-. ¿Qué es corromper?

Según el Diccionario de la Real Academia Española corromper es alterar o trastocar la forma de alguna cosa y como la forma determina la naturaleza de algo, corromper es desnaturalizar. Corromper es un término originado   en el orden físico, que luego se extiende al campo político y moral.

En esta perspectiva debemos distinguir entre actos de corrupción y vicio de corrupción, que es ella convertida  e  n sistema. Actos que corrompen siempre existirán, porque el hombre se encuentra afectado por el pecado original y por los pecados personales. Pero el sistema de corrupción, como el que hoy padecemos los argentinos, no es obligatorio. Lo elegimos o lo consentimos o no lo combatimos. El combate contra la corrupción pasada es competencia propia de los jueces; contra la futura es tarea de los legisladores: contra la actual es responsabilidad del gobierno y de la administración. El deber de la denuncia nos comprende a todos.

II.- Un tema principal.

El grave asunto de la corrupción en el Estado se ha instalado entre nosotros de un modo, si no excluyente, por lo menos principal. Se cree que constituirá un factor importante en la futura elección presidencial. Es un tema recurrente en los discursos, advertencias y amenazas de la oposición. Innumerables casos e historias turbias, han emergido de la clandestinidad donde fueron concebidas, para convertirse en comidilla diaria de los argentinos. Un clima de escándalo en sesión continuada agobia a la República. Y en la sociedad, como con amargura advertía alguien bastantes años atrás, se ha instalado la convicción que gobernar es una tarea propia de sinvergüenzas. Ya que esto es inevitable –se piensa erróneamente- de los que se trataría entonces, es que por lo menos gobierne un sinvergüenza de los nuestros.

III.- Causas de decadencia.

¿Qué ha pasado? ¿Cómo ha sido posible que la Argentina descendiera a estos niveles en materia de ética pública?

Una respuesta completa a estos interrogantes debería recorrer distintos andariveles. Habría que referirse a los medios de comunicación de masas, culpables de un mensaje frívolo y relativista, que hace del dinero el único valor absoluto y confina la moral al límite de la conciencia individual, generalmente considerada autónoma. Habría que hablar de abogados, jueces y tribunales, que parece haberse confabulado para reducir la administración de justicia a un mero y eterno expedienteo. Y habría que hacerlo también de esta sociedad enferma, porque la moralidad  pública ha derivado en amoralidad o inmoralidad privada y del cuerpo social, conformándose otra vez carácter paradigmático y ejemplar de los actos públicos.

Procediendo de este modo, el tratamiento de la corrupción difiere sustancialmente de las sospechosas catilinarias de los políticos. Ya no bastaría con concentrarse en la corrupción enquistada en este gobierno, sino que habría que ir más allá, si es posible hasta las fuentes de las cuales emanan las miasmas de este proceso repugnante.

IV.- El rescate de la sociedad es una tarea política.

Si la sociedad se encuentra enferma, su rescate debiera hacerse desde la política. Pero la política, entre nosotros, ha sido expropiada totalmente por los partidos. Y de esto han resultado dos consecuencias tremendas e inevitables. La primera, denunciada muchos años atrás por Charles De Gaulle en sus “Memorias de Guerra” es la creencia  en que se ha instalado el político, el hombre de partido, de que se trata nada más que de tomar por asalto  el Estado y cubrir las funciones con la gente del partido, ya que la afiliación sería garantía suficiente de idoneidad. El resultado está a la vista: la mediocridad puesta al frente de complejas tareas de Estado y la función pública utilizada para el beneficio personal.

La otra consecuencia del sistema partidocrático ha sido la reducción de la política a tan sólo una lucha despiadada por ocupar espacios de poder. Espacios, que una vez conquistados, no se emplearán para servir a la comunidad, sino como puestos de avanzada, para desde allí lanzarse a  la conquista de otros nuevos y más importantes. La política, entre nosotros, ya no puede escribirse con mayúscula ni despierta en los argentinos resonancias de disciplina científica o de tarea noble. La opinión pública desprecia y rechaza a la política, a la que percibe como una actividad de tramposos y embaucadores, ajenos a las necesidades reales de la gente y ávidos de acumular un poder que les servirá solamente para conseguir más poder.

V.- A la conquista de votos.

Ahora bien, en última síntesis la conquista de un espacio de poder depende de los votos. Y éstos, los votos, dependen de que el candidato se vuelva conocido y atractivo para miles y, en algunos casos, millones de individuos (de aquí que los partidos políticos busquen candidatos entre deportistas, actores o personajes mediáticos cuya idoneidad para la política es por lo menos dudosa). Pero para esto ya no alcanza con mitines en las plazas, viajes en tren con saludos desde el último vagón y camioncitos con altavoces. Hoy resulta imprescindible el dominio de sofisticadas técnicas de captación y del uso intensivo de los medios de comunicación de masas. Todo lo cual es muy caro, carísimo, por donde se advierte que el sistema político que se practica en la Argentina depende constitutivamente y esencialmente del dinero.

El problema es que los partidos políticos no generan riqueza alguna. Por un lado, como efecto del desprestigio de la política, cada vez cuentan con menos afiliados y son más logreros. Por el otro, concluyó la época romántica, en que este o aquel candidato, o aspirante a serlo, quemaban su patrimonio haciendo política. ¿Dónde conseguir, pues, el dinero que los partidos necesitan para sobrevivir?

VI.- La democracia inorgánica es una oligarquía.

El pacto más bien expreso entre los partidos y los dueños del dinero, confirma por una parte los pronósticos de los pensadores contra revolucionarios: la democracia inorgánica que enfeuda la política a los partidos, concluye fatalmente en oligarquía. Pero además prueba que la corrupción, esto es, la utilización del Estado para financiar la interna y la puja electoral (y, de paso, abultar algunos bolsillos particulares) no es asunto exclusivo del actual gobierno, sino que lo fue del anterior y lo será del próximo, cualquiera fuere su origen.

 Es por esto que las denuncias de los que hoy son opositores y mañana serán oficialistas, no son sino armas en la lucha por el poder y no pueden tomarse como un compromiso serio de acabar con la corrupción. Si existiera este compromiso comenzarían por desembarazarse de sus propios y célebres ñoquis.

Algún día alguien deberá informar a los argentinos cuánto les cuesta mantener su sistema político. Entre tanto debemos tener certeza de que la corrupción no es un fenómeno accidental, sino consustancial con dicho sistema, ya que sin ella no podría subsistir.

En Europa, más atentos a los gastos públicos que entre nosotros, porque no se puede combatir con claridad lo que no se conoce, han calculado que cada eurodiputado cuesta por mes 42.650 euros por derecha, más allá que ellos se beneficien con alguna coima por izquierda (El Parlamento Europeo es una gigantesca agencia de viajes de la que muchos quieren hacer su agosto, ABC, Madrid, 10/4/11). En el citado diario, el mismo día, aparece la noticia de los sobornos aceptados por tres diputados, documentados en videos que han sido muchas más veces vistos que las sesiones del parlamento democrático más grande del mundo.

VII.- Es imposible hacer un inventario de la corrupción.-

No podemos ni siquiera intentar hacer un inventario de los hechos de corrupción hoy en la Argentina; cada día aparecen varios más que contribuyen al olvido de las anteriores.

Pero entendemos que en este mundo o en el otro llegará el momento de la rendición de cuentas para quienes nos han instalado en el albañal, para quienes han instaurado el odio, la venganza y la discordia en la sociedad argentina, para   quienes, con desparpajo, han dilapidado los dineros públicos con injustas liberalidades que han ido a para a manos de Madres, Abuelas, apoderados, testaferros, INADI, burócratas, nepotes, en perjuicio del pueblo real y concreto, muchos de sus integrantes se debaten entre la pobreza y la miseria.

Llegó el momento de castigar los pecados de omisión, que cuando es obligatorio el control de los fondos públicos, se transforman en delictuosa complicidad.

Y nos preguntamos ¿Por qué escribimos esto si no tenemos ninguna posibilidad de corregirlo? Para dejar sentada nuestra protesta y nuestro testimonio ante la historia.

Hoy día es casi unánime la apología de la llamada generación del 80, culpable de muchos males que desde entonces aquejan a la Argentina.

Sin embargo la situación era muy parecida a la actual, y para la reflexión comparativa de ustedes transcribiremos las palabras pronunciadas en 1890 por Leandro L. Alem, para quien, los pueblos no se educan con los discursos sino con los ejemplos:

“La corrupción estaba en todas partes y la peor de las corrupciones, porque descendía de las altas esferas gubernamentales y penetraba y se infiltraba, por asi decirlo, en todas olas clases sociales; esta funesta corrupción que todo lo desconcierta y aniquila, que lacera todos los corazones, que destempla todos los caracteres, que gangrena todas las inteligencias; esta corrupción funesta que deja a los hombres sin ninguna noción de lo justo, de lo honesto, de lo lícito y que, haciendo del interés personal y de los goces materiales el único objetivo de la vida, arrastra a los pueblos como cadáveres al pie de  todas las ambiciones y de todas las tiranías”.

 

Buenos Aires, julio 4 de 2011.

 

Orlando Gallo.                                                                               Bernardino Montejano

Sercretario.                                                                                     Presidente.

                                                                                             

viernes, 4 de diciembre de 2020

 

Falange Española

Discurso de la fundación, pronunciado en el Teatro de la Comedia de Madrid, el día 29 de octubre de 1933, por

José Antonio Primo de Rivera

 

N

ada de un párrafo de gracias. Escuetamente gracias, como corresponde al laconismo militar de nuestro estilo.

Cuando en marzo de  1762, un hombre nefasto que se llamaba Juan Jacobo Rousseau, publicó El Contrato Social, dejó de ser la verdad política una verdad permanente. Antes, en otras épocas más profundas, los Estados, que eran ejecutores de misiones históricas, tenían inscritas sobre sus frentes, y aun sobre los astros, la justicia y la verdad. Juan Jacobo Rousseau vino a decirnos que la justicia y la verdad no eran categorías permanentes de  razón, sino que eran, a cada instante, decisiones de voluntad.

Juan Jacobo Rousseau suponía que el conjunto de los que vivimos en un pueblo tiene un alma superior, de jerarquía diferente a cada una de nuestras almas, y que ese yo superior está     dotado de una voluntad infalible, capaz de definir en cada instante lo justo y lo injusto, el bien y el mal. Y como esa voluntad colectiva, esa voluntad soberana sólo se expresa por medio del sufragio –conjetura de los más que triunfa sobre la de los menos en la adivinación de la voluntad superior-, venía a resultar que el sufragio, esa farsa de las papeletas entradas en una urna de cristal, tenía la virtud de decirnos en cada instante si Dios existía o no existía, si la verdad era la verdad o no era la verdad, si la Patria debía permanecer o era mejor que, en un momento, se suicidase.

 

C

omo el Estado liberal fue un servidor de esa doctrina, vino a constituirse, no ya en el ejecutor resuelto de los destinos patrios, sino en el espectador de las luchas electorales. Para el Estado liberal sólo era lo importante que en las mesas de votación hubiera sentado un determinado número de señores, que las elecciones empezaran a las ocho y terminaran a las cuatro; que no se rompieran las urnas. Cuando el ser rotas es el más noble destino de todas las urnas. Después, a respetar tranquilamente lo que de las urnas saliera, como si a él no le importase nada. Es decir, que los gobernantes liberales no creían ni siquiera su misión propia; no creían que ellos mismos estuviesen allí cumpliendo un respetable deber, sino que todo el que pensara lo contrario  y se propusiese asaltar el Estado, por las buenas o por  las malas, tenía igual derecho a decirlo y a intentarlo que los guardianes del Estado mismo a defenderlo.

De aní vino el sistema democrático, que es, en primer lugar, el más ruinoso sistema de derroche de energías. Un hombre dotado para la altísima función de gobernar, que es tal vez la más noble de las funciones humanas, tenía que dedicar el ochenta , el noventa o el noventa y cinco por ciento de sus energías a sustanciar reclamaciones formularias, a hacer propaganda electoral, a dormitar en los escaños del Congreso, a adular a sus electores, a aguantar sus impertinencias, porque de los electores iba a recibir el Poder; a soportar humillaciones y vejámenes de los que, precisamente por la función casi divina de gobernar, estaban llamados a obedecerle; y si después de todo eso, le quedaba un sobrante de algunas horas  en la madrugada, o de algunos minutos robados a un descanso intranquilo, en ese mínimo sobrante es cuando el hombre dotado para gobernar podía pensar seriamente en las funciones sustantivas de Gobierno.

Vino después la pérdida de la unidad espiritual de los pueblos, porque como el sistema funcionaba sobre el logro de las  mayorías, todo aquel que aspiraba a ganar el sistema tenía que procurarse la mayoría de los sufragios. Y tenía que procurárselos robándolos, si era preciso, a los otros partidos; y para ello no tenía que vacilar en calumniarlos, en verter sobre ellos las peores injurias, en faltar deliberadamente a la verdad, en no desperdiciar un solo resorte de mentira y de envilecimiento. Y así, siendo la fraternidad uno de los postulados que el Estado liberal nos mostraba en su frontispicio, no hubo nunca situación de vida colectiva donde los hombres injuriados, enemigos unos de otros, se sintieran menos hermanos que en la vida turbulenta y desagradable del Estadio liberal.

Y por último el Estado liberal vino a depararnos, la esclavitud económica, porque a los obreros, con trágico sarcasmo se les decía: “Sois libres de trabajar lo que queráis; nadie puede compelerlos a que aceptéis unas y otras condiciones; ahora bien: como nosotros somos los ricos, os ofrecemos las condiciones que nos parecen: vosotros, ciudadanos libres, si no queréis , no estáis obligados a aceptarlas; pero vosotros ciudadanos pobres, si no aceptáis las condiciones que nosotros os impongamos, moriréis de hambre, rodeados de la máxima dignidad liberal”. Y así veríais como en los países donde se ha llegado a tener Parlamentos más brillantes e instituciones democráticas más finas, no teníais más que separaros unos cientos de metros de los barrios lujosos para encontraros con tugurios infectos donde vivían hacinados los obreros y sus familias, en un límite de decoro casi infrahumano. Y encontraríais trabajadores de los campos que de sol a sol se doblaban sobre la tierra, abrasadas las costillas, y que ganaban en todo el año, gracias al libre juego de la economía liberal, setenta u ochenta jornales de tres pesetas.

 

P

or eso tuvo que nacer, y fue justo su nacimiento (nosotros no recatamos ninguna verdad), el socialismo. Los obreros tuvieron que defenderse contra aquel sistema, que sólo les daba promesas de derechos, pero no se cuidaba de proporcionarles una vida justa.

Ahora, que el socialismo, que fue una reacción legítima contra aquella esclavitud liberal, vino a descarriarse, porque dio, primero, en la interpretación materialista de la vida y de la Historia; segundo, en un sentido de represalia; tercero, en una proclamación del dogma de la lucha de clases.

El socialismo, sobre  todo el socialismo que construyeron, impasibles en la frialdad de sus gabinetes, los apóstoles socialistas, en quienes creen los pobres obreros, y que ya nos ha descubierto como eran Alfonso García Valdecasas; el socialismo, así entendido, no ve en la Historia sino un juego de resortes económicos: lo espiritual se suprime; la religión es el opio del pueblo; la Patria es un mito para explotar a los desgraciados. Todo esto os dice el socialismo. No hay más que producción, organización económica. Así es que los obreros tienen que estrujar bien sus almas para que no quede adentro de ellas la menos gota de espiritualidad.

No aspira el socialismo a restablecer la justicia social rota por el mal funcionamiento de los Estados liberales, sino que aspira a la represalia; aspira a llegar en la injusticia a tantos grados más allá cuantos más acá llegaran a la injusticia los sistemas liberales.

Por último, el socialismo proclama el dogma monstruoso de la lucha de clases; proclama el dogma de que las luchas entre las clases son indispensables, y se producen naturalmente en la que no puede haber nunca nada que las aplaque. Y el socialismo, que vino a ser una crítica justa del liberalismo económico, nos trajo, por otro camino, lo mismo que el liberalismo económico: la disgregación, el odio, la separación, el olvido de todo vínculo de hermandad y de solidaridad entre los hombres.

 

Así resulta que cuando nosotros, los hombres de nuestra generación, abrimos los ojos, nos encontramos con un mundo en ruina moral, un mundo escindido de toda suerte de diferencias; y por lo que nos toca de cerca, nos encontramos con una España en ruina moral, una España dividida por todos los odios y por todas las pugnas. Y así, nosotros hemos tenido  que llorar  en el fondo de nuestra alma cuando recorríamos los pueblos de  esta España maravillosa, esos pueblo en donde todavía, bajo la caspa más humilde, se descubren gentes dotadas de una elegancia rústica que no tiene un gesto excesivo ni una palabra ociosa,  gentes que viven sobre una tierra seca en apariencia, con sequedad exterior, porque nos asombra  con la fecundidad que estalla en el triunfo de los pámpanos y de los trigos. Cuando recorríamos esas tierras y veíamos esas gentes, y las sabíamos torturadas por pequeños caciques, olvidadas por todos los grupos, divididas, envenenadas por predicaciones tortuosas, teníamos que pensar de todo ese pueblo lo que él mismo cantaba del Cid al verle errar por campos de Castilla, desterrado de Burgos:

¡Dios, que buen vasallo si oviera buen señor!

Eso venimos a encontrar nosotros en el movimiento que empieza en este día: ese legítimo señor de España; pero un señor como el de San Francisco de Borja, un señor que no se nos muera. Y para que no se nos muera, ha de ser un señor que no sea al propio tiempo esclavo de su interés de grupo ni de un interés de clase.

 

E

l movimiento de hoy, que no es de partido, sino que es un movimiento, casi podríamos decir un antipartido, sépase desde ahora, no es de derechas ni de izquierdas. Porque, en el fondo, la derecha es la aspiración a mantener una organización económica, aunque sea injusta, y la izquierda es, en el fondo, el deseo de subvertir una organización económica, aunque al subvertirla se arrastren muchas cosas buenas. Luego, esto se decora en unos y otros con una serie de consideraciones espirituales. Sepan todos los que nos escuchan de buena fe que estas consideraciones espirituales caben todas en nuestro movimiento: pero que nuestro movimiento por nada atará sus destinos al interés de grupo al interés de clase que anida bajo la división superficial de derechas e izquierdas.

La Patria es una unidad total, en que se integran todos los individuos y todas las clases; la Patria no puede estar en manos de la clase más fuerte ni del partido mejor organizado. La Patria es una síntesis trascendente, una síntesis indivisible, con fines propios que cumplir; y nosotros lo que queremos es que el movimiento de este dia, y el Estado que cree, sea el instrumento eficaz, autoritario, al servicio de una unidad indiscutible, de una unidad permanente, de una unidad irrevocable que se llama Patria.

 

Y

 con esto ya tenemos todo el motor de nuestros actos futuros y de nuestra conducta presente, porque nosotros seríamos un partido más si viniéramos a anunciar un programa de soluciones concretas. Tales programas tienen la ventaja de que nunca se cumplen. En Cambio, cuando se tiene un sentido permanente ante la Historia y ante la vida, ese propio sentido nos da las soluciones ante lo concreto, como el amor nos dice en qué caso debemos reñir y en qué caso nos debemos abrazar, sin que un verdadero amor tenga hecho un mínimo programas de abrazos y de riñas.

He aquí lo que exige nuestro sentido total de la Patria y del Estado que ha de servirla.

Que todos los pueblos de España, por diversos que sean, se sientan armonizados en una irrevocable unidad de destino.

Que desaparezcan los partidos políticos. Nadie ha nacido nunca miembro de un partido politico; en cambio nacemos todos miembros de una familia; somos todos vecinos de un Municipio y la corporación es en lo que de veras vivimos, ¿para qué ncesitamos el instrumento intermediario y pernicioso de los partidos políticos, que, para unirnos en grupos artificiales, empiezan por desunirnos en nuestras realidades auténticas?

Queremos menos palabrería liberal y más repeto a la libertad profunda del hombre. Porque sólo se respeta la libertad del hombre cuando se le estima, como nosotros le estimamos, portador de valores eternos; cuando se le estima envoltura corporal de un alma  que es capaz de condenarse y de salvarse. Sólo cuando al hombre se le considera así, se puede decir que se respeta de veras su libertad, y más todavía si esa libertad se conjuga, como nosotros pretendemos, en un sistema de autoridad, de jerarquía y de orden.

Queremos que todos se sientan miembro de una comunidad seria y completa; es decir, que las funciones a realizar son muchas: unos con el trabajo manual; otros con el trabajo del espíritu; algunos con un magisterio de costumbres y refinamientos. Pero  que en una comunidad tal como la que nosotros apetecemos, sépase desde ahora, no debe haber convidados ni  debe haber zánganos.

Queremos que no se canten derechos individuales de los que no puedan cumplirse nunca en casa de los famélicos, sino que se dé a todo hombre, a todo miembro de la comunidad política, por el hecho de serlo, la manera de ganarse con su trabajo una vida humana justa y digna.

Queremos que el espíritu religioso, clave de los mejores arcos de nuestra Historia, sea respetado y amparado como merece, sin que por eso el Estado se inmiscuya en funciones que no le son propias ni comparta,  -como lo  hacía, tal vez por otros intereses que los de la verdadera Religión- funciones que sí le corresponde realizar por sí mismo.

Queremos que España recobre resueltamente el sentido universal de su Cultura y de su Historia.

Y queremos, por último, que si esto ha de lograrse en algún caso por la violencia, no nos detengamos ante la violencia. Porque ¿Quién ha dicho –al hablar de “todo menos la violencia”- que la suprema jerarquía de los valores morales reside en la amabilidad? ¿Quién ha dicho que cuando insultan nuestros sentimientos, antes que reaccionar como hombres, estamos obligados a ser amables? Bien está, si, la dialéctica como primer instrumento de comunicación. Pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la justicia  o a la Patria.

Esto es lo que pensamos nosotros del Estado futuro que hemos  de afanarnos en edificar.

 

P

ero nuestro movimiento no estaría del todo entendido si se creyera que es una manera de pensar tan solo; no es una manera de pensar, es una manera de ser. No debemos proponernos sólo la construcción, la arquitectura política. Tenemos que adoptar, ante la vida entera, en  cada uno de nuestros actos, una actitud humana, profunda y completa. Esta actitud es el espírtu de servicio y de sacrificio, el sentido ascético y militar de la vida. Así, pues, no imagine nadie que aquí se recluta para ofrecer prebendas; no imagine nadie que aquí nos reunimos para defender privilegios. Yo quisiera que este micrófono que tengo delante llevara mi voz hasta los últimos rincones de los hogares obreros, para decirles: si, nosotros llevamos corbata: si, de nosotros podéis decir que somos señoritos. Pero traemos el espíritu de lucha precisamente por aquello que no nos interesa como señoritos; venimos a luchar por que a muchos de nuestras clases se les impongan sacrificios duros y justos, y venimos a luchar por que un Estado totalitario alcance con sus bienes lo mismo a los poderosos que a los humildes. Y así somos, porque así lo fueron siempre en la Historia los señoritos de España. Así lograron alcanzar la jerarquía verdadera de señores, porque en tierras lejanas, y en nuestra Patria misma, supieron arrostrar la muerte y cargar con las misiones más duras, por aquello que precisamente, como tales señoritos, no les importaba nada.

 

Y

o creo que está alzada la bandera. Ahora vamos a defenderla alegremente, poéticamente. Porque hay algunos que frente a la marcha de la revolución creen que para aunar voluntades conviene ofrecer las soluciones más tibias: creen que se debe ocultar en la propaganda todo lo que pueda despertar una emoción o señalar una actitud enérgica y extrema. ¡Qué equivocación! A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ¡ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!

En un movimiento poético, nosotros levantaremos este fervoroso afán de España; nosotros nos sacrificaremos; nosotros renunciaremos, y de nosotros será el triunfo, triunfo que -¿para qué os lo voy a decir?- no vamos a lograr en las elecciones próximas. En estas elecciones votad lo que os parezca menos malo. Pero no saldrá de ahí nuestra España, ni está ahí nuestro marco.  Esa es una atmósfera turbia, ya cansada, como de taberna al final de una noche crapulosa. No está ahí nuestro sitio. Yo creo, sí, que soy candidato: pero lo soy sin fe y sin respeto.  Y esto lo digo ahora, cuando ello puede hacer que se me retraigan todos los votos. No me importa nada. Nosotros no vamos a ir a disputar a los habituales los retos desabridos de un banquete sucio. Nuestro sitio está fuera, aunque tal vez transitemos, de paso, por el otro. Nuestro sitio está al aire libre, bajo la noche clara, arma al brazo y en lo alto las estrellas. Que sigan los demás con sus festines. Nosotros fuera, en vigilancia tensa, fervorosa y segura, ya presentimos el amanecer en la alegría de nuestras entrañas. +

 

Nota del blog: testimonio de sentido común, de política verdadera, de poesía y de amor. Frente a los tibios, que se recortan las alas para no alejarse del placentero y benéfico Estado revolucionario.  Una maravillosa, entusiastamente doctrina política, que, quizá algún día,  debería asumir nuestra Patria, para arrastrar al pueblo a su dignidad y restaurar la Nación hacia su grandeza.