sábado, 30 de noviembre de 2019


José Antonio Primo de Rivera.

El inolvidable Héroe, tan entrañable a los nacionalistas argentinos, como el judío Marx para los marxistas; la virtuosa reina de Inglaterra para los masones; Rockefeller para los neocom; y Soros para los progresistas. Diferentes paradigmas, que definen las políticas; la nuestra guiada por el patriotismo; la  de “ellos” promovida por el imperialismo

Algunos párrafos del discurso pronunciado por el imperecedero Jefe falangista en el Teatro Calderón, de Valladolid, el 4 de marzo 1934.

P
 orque si nosotros nos hemos lanzado por los campos y por las ciudades de España con mucho trabajo y con algún peligro, que esto no importa, a predicar esta buena nueva, es porque, como os han dicho ya todos los camaradas que hablaron antes que yo, estamos sin España. Tenemos a España partida en tres clases de secesiones: los separatismos locales, la lucha entre los partidos y la división entre las clases.

El separatismo local es signo de decadencia, que surge cabalmente cuando se olvida que una Patria no es aquello inmediato, físico, que podemos percibir hasta en el estado más primitivo de la espontaneidad. Que una Patria no es el sabor del aguade esta fuente, no es el color de la tierra de estos sotos; que una Patria es una misión en la historia, UNA MISIÓN EN LO UNIVERSAL. La vida de todos los pueblos es una lucha trágica entre lo espontáneo y lo histórico. Los pueblos en estado primitivo saben percibir casi vegetalmente las características de la tierra. Los pueblos, cuando superan este estado primitivo, saben ya que lo que los configura no son las características terrenas, sino la misión que en lo universal lo diferencia de los demás pueblos. Cuando se produce la época de decadencia de ese sentido de la misión universal, empiezan a florecer otra vez los separatismos, empieza otra vez la gente a volverse a su suelo, a su tierra, a su música, a su habla, y otra vez se pone en peligro esta gloriosa integridad, que fue la España de los grandes tiempos.




Pero, además, estamos divididos en partidos políticos. Los partidos están llenos de inmundicias; pero por encima y por debajo de esas inmundicias hay una honda explicación de los partidos políticos, que es la que debiera bastar para hacerlos odiosos.

Los partidos políticos nacen el día en que se pierde el sentido de que existe sobre los hombres una verdad, bajo cuyo signo los pueblos y los hombres cumplen su misión de la vida. Estos pueblos y estos hombres, antes de nacer los partidos políticos, sabían que sobre su cabeza estaba la eterna verdad, y en antítesis con la eterna verdad, la absoluta mentira. Pero llega un momento en que se les dice a los hombres que ni la mentira ni la verdad son categorías absolutas, que todo puede discutirse, que todo puede resolverse por los votos, y entonces se puede decidir a votos si la Patria debe seguir unida o debe suicidarse, y hasta si existe o no existe Dios. Los hombres se dividen en bandos, hacen propaganda, se insultan, se agitan y, al fin, un domingo colocan una caja de cristal sobre una mesa, y empiezan a echar pedacitos de papel en los cuales se dice si Dios existe o no existe, y si la Patria se debe o no se debe suicidar.

Y así se produce eso que culmina en el Congreso de los Diputados.

ORDENANDO LA INTELIGENCIA, SE ENTIENDE LA POLÍTICA.
Última parte del artículo: “El Mensaje de la Antigua Roma”, publicado en SISINONO, enero 2014; tema que nos atañe fundamentalmente.

Para salvarse del mundialismo.

Para no envenenarse en el pantano del mundialismo, que ha nacido entre las ruinas de la cristiandad, es menester remontarse a ese surtidor de agua pura que es la recta razón esclarecida por la revelación. El derecho romano y la ley natural, la filosofía perenne (1) y la palabra de Dios son siempre actuales pese a su antigüedad; ésta no hace de ellos cosas caducas o superadas. La filosofía perenne es al fuente pura en la cual podemos abrevarnos sin intoxicarnos con los errores de la modernidad y la postmodernidad filosóficas, unos errores que corrompieron el derecho romano y la filosofía moral política (la virtud de la prudencia aplicada a la sociedad civil) en una legislación contranatura y en la partidocracia o parlamentarismo, esto es, en el vicio de la “cleptocracia” de sus “señorías”, contrario al bien común.

Nuestra fuentes o raíces filosófico-políticas son la de la metafísica aristotélica, el  derecho natural de la Roma antigua, los Padres eclesiásticos (San Agustín, San Gregorio I, San Bernardo de Claraval), los canonistas (Gregotio VII, Inocencio III, Bonifacio VIII), los doctores escolásticos (Santo Tomás, San Roberto Belarmino, Suárez, Mariana), y el Magisterio eclesiástico (de San Gelasio a Pío XII). Por desdicha, no conocemos ya nuestras fuentes y raíces, porque la enseñanza  “políticamente correcta” nos remonta, con mucho, a la Revolución Francesa, a Montesquieu, al liberalismo, al renacimiento, y al humanismo. Es una lástima que el catolicismo liberal moderno y el modernismo democristiano actual nos tracen una imagen deformada de la “doctrina política católicorromana”.

No se puede afrontar el futuro sin conocer el propio pasado. “Llega a ser lo que eres” es un axioma más actual hoy que nunca. Hemos de tomar a la “fuente pura” como  “enanos a hombros de gigantes”. De lo contrario, nos aguarda una catástrofe. El hoy deriva del ayer, y el mañana es fruto del pasado. El porvenir debe basarse en los fundamentos presentes y anteriores, no puede sostenerse en la nada: “(…) no, la civilización no está por inventar, ni la ciudad nueva por construir en las nubes. Ha existido, existe: es la civilización cristiana, es la ciudad católica. No  se trata más que de  instaurarla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataque siempre nuevos de la utopía malsana, de la revolución y de la impiedad (…)”. (San Pío X, Carta Apostólica Notre charge apostolique, del 25 de agosto de 1910). La Roma antigua, perfeccionada sobrenaturalmente por la Roma cristiana, tiene aún mucho que decirnos y constituye el manantial en el cual hemos de beber para no morir deshidratados o emponzoñados.

viernes, 8 de noviembre de 2019


El  feminismo bajo el comunismo.
Testimonios sobre la situación de la mujer y los niños en la ex Unión Soviética.

“En el curso de la guerra civil y de la revolución, el proletariado debe purificarse de todos los restos de las concepciones nutridas en el principio de la propiedad privada, abandonar las antiguas ideas sobre la religión, la moral, la familia y el matrimonio” (Riazanov).

¿Tendrán idea las imbéciles feministas del calvario que vivieron en la URSS sus camaradas, bajo la doctrina de la liberación femenina ? Poca importancia tiene para ellas saberlo. Auspiciadas por las Furias, anhelan prioritariamente exhibirse públicamente en un estado de soberbia anárquica bestial. Peor aun, la mente semi/humana de estas asesinas abortistas ha caído en tal abyección que no sería raro que, pretendiendo evadirse de todo lo que no sea su propio yo, anhelen esa vida miserable, arrastrándose por el fango; añoren el golpe tras golpe de sus amantes, según vivían sus congéneres bajo el comunismo, dominadas férreamente por sus camaradas masculinos. En estos días el ´progresismo´ imperialista les ofrece la oportunidad de achancharse legalmente., Y el periodismo de apoyarlas y publicitarlas.



( Un artículo profético, del “Libro Negro” de G. Papini ).

El congreso de los panclastas
                                                                                                                             Setebos, 5 de marzo.

El Congreso de los Panclastas –o sea, como explicaba el manifiesto, de los destructores universales estaba fijado para las cinco; pero a mi se me hizo tarde en el campamento de los zíngaros y llegué con una hora de retraso.

Un circo ecuestre que se encontraba allí de paso alojaba al Congreso. Al entrar, bajo las lonas impermeabilizadas, se notaba una confusa hediondez de establo y de matadero.  Los pocos asientos dispuestos en círculo estaban enteramente ocupados por gentes de todos los colores y edades: gentes siniestras y de mirar inquieto; caras de frenéticos contumaces, de epilépticos viciosos, de mujeres torvas y endemoniadas que no podían haber sido nunca niñas. De cuando en cuando se veía una máscara de negro encanecido, de indio color de terracota, de chino viejo sin cejas ni labios.

En el centro de la polvorienta pista se veía un enorme cajón de embalar que hacía de escenario y de tribuna. Cuando yo entré estaba encaramado en él un viejo corpulento que gritaba y gesticulaba, vestido solamente con un camisón de noche que le llegaba hasta los pies.

Esta innoble bufonada –gritaba- tiene que acabar para siempre. No queremos ser estafados y burlados. Nos han prometido la libertad, toda la libertad, y en cambio, somos más esclavos que al principio. Libertad de palabra, libertad de prensa, libertad de reunión, libertad de conciencia todas son libertades parciales y preliminares, libertades homeopáticas, para uso de las minorías burguesas e intelectuales. A nosotros no nos bastan; para nosotros apenas son otra cosa que entremeses en el gran banquete de los hambrientos de la libertad absoluta y total. Bien sabéis que junto a esas briznas de libertad destacan más aún las duras prohibiciones de la moral, las viejas esclavitudes de la ley.

Según nuestra doctrina, es una ofensa a la libertad del hombre cualquier limitación, por mínima que sea a los instintos más naturales, y a los deseos más comunes de nuestra especie. Y vosotros sabéis cuales son los deseos fundamentales del hombre: el de apropiarse de aquello que necesita, aunque pertenezca a otro, el de quitar la vida a los que amenazan nuestros intereses y nuestras satisfacciones; el de poseer a todas las mujeres que nos gusten, vírgenes o casadas. Estos son los instintos secretos y profundos de todos los hombres, de cualquier raza o condición, incluso de los que crean y aplican las leyes, sin exceptuar a los jueces, a los carceleros, y a los verdugos.