domingo, 26 de julio de 2015


¡¡¡DEMONIOS!!!
 
 

La degradación moral es empleada como sistema político revolucionario por  los marxismos.

Párrafos de la profética novela  ‘DEMONIOS’, del extraordinario escritor ruso Fiodor Dostoyevsky (Obras completas. Ed. Aguilar, t.III, 1347) donde narra la actuación  de ciertos personajes demoníacos que fueron predisponiendo el proceso revolucionario que gestó la espantosa tiranía comunista en Rusia. Para comprender en toda su  perversidad al comunismo recomendamos leer la novela completa.
Es de notar la similitud  con la corrupción impune, los ataques a la religión, el resentimiento organizado,  la desocupación, la violencia prepotente  e incontrolada, la miseria, etc. que hoy día están fomentadas desde el gobierno KK en muestra Patria, y que pueden arrastrarnos a una situación semejante a la rusa. Si Dios lo permite por nuestros pecados…

“Oiga usted: nosotros, al principio, armaremos tumultos –dijo Verjovenskii, atropellándose de un modo horrible, tirándole a cada momento a Stavroguin de la manga derecha-. Ya se lo he dicho, penetraremos en el mismo pueblo ¿No sabe usted que ya somos enormemente fuertes? Los nuestros no son solamente los que degüellan y queman, los que hacen blancos clásicos o muerden. Esos no hacen más que estorbar. Yo, sin disciplina, no comprendo nada. Porque yo soy un tunante, no un socialista ¡ja,ja! Oiga usted; yo los tengo contados a todos: el maestro que se burla  de Dios y de su cuna, ya es nuestros. El colegial que mata a un campesino para experimentar emoción, ya es nuestro. El jurado que absuelve de todos los crímenes, nuestro. El fiscal que teme mostrarse en el juicio poco liberal, nuestro, nuestro. Los administradores, los literatos, ¡oh, nuestros!, terriblemente nuestros, y ellos mismos lo ignoran. De otra parte la obediencia de los colegiales y de los imbéciles ha alcanzado su más alto grado; a los profesores se les ha reventado la vesícula de la hiel; por doquiera, una vanidad de proporciones desmedidas, un apetito bestial, inaudito… Sabe usted una cosa, sabe usted una cosa: ¿a cuantos cogemos con las ideicas ya preparadas? Cuando salí de Rusia hacía furor la tesis de Littré, según la cual el crimen era una locura; vuelvo…, y ya el crimen no es una locura, sino precisamente el buen sentido, casi un deber, por lo menos una noble protesta. Vamos ¿cómo no ha de matar el hombre culto si necesita dinero? Pero estos son sólo ligeras muestras. El dios ruso ha huido ya ante el alcohol. La gente se emborracha, se emborrachan las madres, se emborrachan los hijos; las iglesias están desiertas, y en voz alta se dice: ‘doscientos palos o saca un litro de aguardiente’. ¡Oh, deje usted que crezca esta generación! ¡Lástima únicamente que no haya tiempo para aguardar, sino, podrían emborracharse aún más! ¡Ah, qué lástima que no haya proletarios! Pero los habrá, los habrá, a eso vamos…

Lástima también que nos hayamos entontecido –murmuró Stavroguin, y echó a andar otra vez.

Oiga usted, yo mismo he visto a un chico de seis años que llevaba a su casa a su madre ebria, y ésta le iba diciendo unas palabrotas hediondas ¿Cree usted que eso me alegró? Cuando caigan en nuestras manos los curaremos… Si es menester, los enviaremos por cuarenta años a un desierto… Pero una o dos generaciones depravadas son ahora indispensables; de una depravación inaudita, ruin, en que el hombre se convierta en un ser asqueroso, cobarde, cruel, egoísta… ¡Ha aquí lo que hace falta! Y, además, sangrecita fresca para que se acostumbre…”