NEOCOM
¡Ah! ¡Los dólares
lo resuelven todo!
Artículo publicado en la
revista sisinono, de mayo del 2009. Escrito por el señor Torquato
Pezzella, expone claramente el peligro
para la soberanía nacional del “americanismo” judeo/calvinista, que es ni más ni menos el imperialismo totalitario, disfrazado de
civilización “occidental y cristiana”; asumido y promocionado, en nuestro país,
por las derechas liberales, por las derechas católicas, y por el mismo
Régimen. Y auspiciado como ejemplo político por el mismísimo Benedicto XVI; en
otra de sus barrabasadas. He aquí el artículo:
LAS RAÍCES PURITANAS
DEL ESPÍRITU AMERICANISTA.
Protestantismo moderado y
Protestantismo radical
Dijimos otrora (v.sisinono,
enero 2009, ed. Española) que, animados por el propósito de presentar como un unicum la civilización [norte americana]
y la civilización europea, los “neoconservadores” no dicen ni una palabra
respecto a la profunda fractura que el protestantismo provocó en la historia de
Europa, como que el espíritu
americanista hunde sus raíces en él.
La cristiandad vivió una gran crisis en el siglo XVI con
el protestantismo, que despedazó la unidad político-religiosa que existía
merced al Papado romano y al Sacro Romano Imperio. La Iglesia romana había
conocido herejías desde su nacimiento, más había triunfado sobre ellas. La
rebelión herética de Martín Lutero (+1546), en cambio, no pudo ser contenida y
arraigó en Europa del Norte (especialmente en Alemania), donde los herejes se
volvieron mayoritarios y se organizaron en iglesias autónomas sostenidas
oficialmente por los príncipes alemanes. El protestantismo, en efecto, rechaza
la Iglesia de Roma (su credo, sus sacramentos y su ley) y el papado, y niega
los orígenes apostólicos y petrinos de la esposa de Cristo.
Los Países Bajos (1) y las naciones escandinavas
(Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia) siguieron a Alemania, o mejor dicho la
sobrepasaron acusando a Lutero de moderación excesiva. No obstante, ya en Alemania
se habían dado manifestaciones extremistas con el movimiento de los campesinos
(el anabaptismo, que considera válido sólo el bautismo de los adultos). Parece
ser que estas corrientes llevaron al luteranismo a sus últimas consecuencias, inclusive
la negación de la Santísima Trinidad y de la divinidad de Jesucristo. En Suiza,
Juan Calvino (+1564) exasperó la doctrina predestinacionista luterana y
presentó el éxito terrenal y mundano por signo de beneplácito divino. El
Calvinismo se denominó “puritanismo” porque quería “purificar” la iglesia
nacional anglicana de cualquier residuo de papismo; desempeñó un papel de primera magnitud en el nacimiento de
[norte]América y del espíritu americanista,
sobre todo por conducto de sus pilares principales: el éxito
mundano-económico y el antitrinitarismo.
EL PARAÍSO EN LA
TIERRA.
EEUU “ha buscado
siempre las raíces más profundas de su identidad” en la fe de los puritanos
radicales o “regenerados”. El concepto puritano de vocación, “según el cual el
cristiano se manifiesta como instrumento de Dios no en los heroísmos de la vida
monástica, sino aceptando la propia posición en el mundo…, obrando con éxito en
el reino del demonio” (T. Bonazzi, Dizionario
di politica dirigido por N. Bobbio, voz Puritanesimo), entró en la sangre
de los EEUU. La “vocación” o ascesis terrenal y “mundana” de que habla el
profesor Tiziano Bonazzi es típica del calvinismo puritano, del americanismo y
hoy, del neoconservadurismo cristianista.
El puritanismo de caracteriza, escribe Monseñor Leone
Cristiani. `por ser “un partido y una actitud
psicológica en el seno de las diferentes confesiones
(protestantes)… cuyo propósito estriba en purificar la Iglesia de toda mancha papista
[…]; el puritanismo es el hombre de sola la Biblia [sobre todo del Antiguo Testamento]… las imágenes grandiosas de la literatura
hebrea le confirieron un extraño acento al sobrio entusiasmo del puritano, que
se volvió sentencioso, dogmático, apocalíptico […]. Entre las consecuencias
importantes del puritanismo figura el origen de las colonias [norte]americanas. Los famosos Padres Peregrinos,
que emigraron a [norte]América en
1620 a bordo del Mayflower, eran puritanos […] fue responsabilidad del
puritanismo, asimismo, la creación de aquella gentry (gente bien) y aquella
burguesía de comerciantes ingleses, severos, ávidos de ganancia, que
consideraban la riqueza como una bendición del cielo y la pobreza como efecto
del vicio” (10). El mismo Monseñor Leone Cristiani escribe, en el Dictionaire de Thèologie Catholique (voz
puritanismo): “El puritano tiene espíritu de dureza y ostentación que huele a
fariseísmo: a) el culto de sola la Escritura [el espíritu subjetivistra
revolucionario y milenarista; nota del a.]; b)
el dogma calvinista del predestinacionismo; el puritano creó en el campo moral
el gusto por la honorabilidad” impecable, que no está exenta del peligro del
fariseísmo… el cual se expresa en la observancia exterior y escrupulosa de la
ley, terminando así por favorecer la hipocresía, que cubre de bellas
apariencias los vicios escondidos e identifica falsamente la honorabilidad con
la santidad”.
Uno de los mayores historiadores americanos, Charles
Austin Beard (1874-1948), explica en su monumental obra Nacimiento de la civilización americana (1927) que los puritanos que se
trasladaron a [norte]américa estaban
convencidos de ser el pueblo elegido al
cual le había sido destinada aquella tierra rica y poderosa, una especie de
paraíso en la tierra o tierra prometida.
Georges Batault, por su parte, muestra muy bien en Judaisme et puritanisme (1921) la afinidad que liga al judaísmo
talmúdico con el puritanismo (11). La pseudoreforma protestante, explica el
autor fue esencialmente antirromana y descubrió en la tradición judía tanto el
espíritu de rebeldía y el milenarismo (v.Apocalissi
giudaiche, en el Dizionario Bíblico
de F. Spadafora) cuanto la mentalidad mercantilista propia del librecambismo
angloamericano. El puritanismo nace de
la unión del anabaptismo con el calvinismo; se funda en el libre examen
luterano, o sea, en la interpretación libre y subjetiva de la Biblia, con el
resultado de interpretarla en un sentido exclusivamente literal y material
(como los judíos), de ahí que encuentre en el Antiguo Testamento el espíritu
farisaico del judaísmo postbíblico.
Según Batault, se puede decir que el puritanismo es una especie de
judaísmo talmúdico para los gentiles.