El caso Eichmann y la
discriminación racial
Por
Guillermo Gallardo
(Artículo
publicado hace unos 35 años en el diario ‘ELPUEBLO’)
El secuestro
en territorio argentino de un alemán acusado de monstruosos crímenes contra la
humanidad y su conducción a Israel para ser allí juzgado, ha sido causa de que
corran ya ríos de tinta. Muchos más correrán aun por la misma razón y podemos
alegrarnos de que tal proceder no haya provocado ríos de sangre, como sin duda
hubiera ocurrido hace algunos años.
Muchas y
fecundas reflexiones sugieren este episodio y sus derivaciones. Tengo para mí
que, pese a los numerosos y apasionados comentarios han quedado cosas
importantes por decir y señalar.
El primer ministro de Israel, Ben Gurion y la
ministra de Relaciones Exteriores de aquel Estado, Golda Meier, han defendido
con elocuencia, sobre todo el primero, los derechos del odio y del espíritu de
venganza. Culpable el nazi Eichmann de la suerte de una cantidad innumerable de
judíos durante la dominación hitleriana en Alemania y buena parte de Europa, y
habiendo logrado evadirse de los juicios de Nuremberg (que muchos equiparan en
iniquidad con las persecuciones raciales), debe reconocerse, alegan los estadistas
israelíes, el derecho que asiste a todos los judíos del mundo, para lograr su
aprehensión en cualquier lugar en que lo hallaren, sin consideración ni respeto alguno por la soberanía del país en que
residiese, sin acatamiento a las normas de derecho de gentes, sin sujeción a
preceptos legales ni a los principios sobre los que se funda la convivencia
internacional. El odio engendrado
por la persecución en los corazones judíos, dicen, ha dado origen a una
decisión de venganza para cuya satisfacción todos los demás pueblos deben
abdicar sus derechos. En este caso
particular, se ha de aceptar que un grupo de judíos –“que en Israel y en otros países no han hallado paz. Desde el fin de
la guerra, hasta no haber encontrado al hombre que dirigió tan horrible
matanza”, para usar las mismas palabras de Ben Gurion- usando de la violencia y el fraude,
secuestraron en territorio argentino a un residente nuestro, quince años
después de terminada la lucha; lucha en que de hecho no tuvimos parte. Expresa
el primer ministro israelí su pesar por la infracción a las leyes de la República Argentina ,
la que reconoce, pero juzga que ha de admitirse sin protesta por haber sido
realizada “bajo el imperativo de una
incoercible fuerza moral interior”.