sábado, 26 de noviembre de 2022

 

EL REBAÑO SE CONSOLIDA Y ACRECIENTA.

 

(las citas son del libro del padre Castel “La Catársis Católica en los Ejer. Espirituales de San Ignacio”: indicado con la sigla: PLC;  y del P. García Vieyra,   El despertar a la vida espiritual:” PGV ).

 

“El miedo formará parte de nuestra naturaleza, tanto tiempo como el mal forme parte del universo”(PLC), compañero del hombre desde siempre,  afectando su voluntad. El temor filial es un don del Espíritu .Santo que está en la raíz misma de la vida espiritual, pues procediendo de la caridad,  reverencia a  Dios como Padre, y teme separarse de Él por el pecado. “Es una actitud reverencial hacia Dios que ayuda a vivir las virtudes y alcanzar la salvación” (PGV).

 

Pero actualmente, el hombre de la calle, ensoberbecido,  no tiene en cuenta, ni a Dios ni al pecado ni a la moral, ni a la cultura católica, desapareciendo entonces el ‘temor filial’, esa relación filial de amor y respeto hacia el Padre misericordioso.  Y Dios  lo abandona a él.

 

Por el contrario, no se siente indigente, sino eufórico, mientras resuenen unos dólares en su bolsillo; más bien se considera él mismo un dios –pero de pacotilla--, tan falso que, cuando le retumba en los oídos el peligro de las pandemias, se aterroriza, se calza el barbijo mágico, desaparece lo que le queda de buen criterio, y se somete bajo las ordenes del poder inmisericorde del Estado totalitario salvador; sin enterarse, tanta es su estupidez,  que ese mismo Estado es el que, aplicando la psicopolítica, crea científicamente’ peligros ficticios, cataclismos irreales, miedos exacerbados, vacunas on grafeno, pandemias absurdas, para esclavizar a  poblaciones enteras

 

Dice el PLC; “El temor es una afección desagradable y peligrosa, pues  cuando se transforma en pavor, paraliza y enloquece: pero es una emoción natural y necesaria en la vida y útil en la moral: no hay vida social existente (y posible) sin sanciones”. Y llegando a esta extrema situación, el hombre queda desguarnecido, perdiendo el don  humano más preciado: la libertad en el bien y la verdad. Esa agresividad (principalmente por el uso ridículo del barbijo), la hemos sufrido durante la pandemia. Además, convierte a  los individuos en vigilantes prepotentes y mandones, y hasta verdugos del prójimo; y a las relaciones familiares y sociales dominadas por un individualismo infrahumano.

 

Todavía no pasó del todo el susto por la pandemia, parece aminorarse el pavor, pero ya ha dado frutos tan exitosos que la  ingeniería social no los desaprovechará. Tanto es así que están apareciendo en el horizonte otras posibles pandemias para continuar aterrorizando a los incautos: el cuidado del medio ambiente con cantidad de prevenciones: eutanasia, aborto, esterilizaciones; crisis energética; venerar religiosamente los informes de la prensa multinacional… y hasta terminar con las vacas, productoras de pedos tóxicos, como decía graciosamente Pilar Baselga; (nomoriridiota@gmail.com)

 

Ya se habla de imponer el  dinero virtual, pagando con tarjetas bancarias, y eliminando el billete, para registrar los bienes y  adquisiciones de todo tipo que realiza una familia, a efectos de  permitir al NOM, inmiscuirse en la vida privada e íntima de todo el mundo, descubriendo el estilo de vida, las inclinaciones, costumbres e ideología política y religiosa, y hasta el pensamiento de cada uno. Junto con las nuevas torres de monitoreo 5G  se habrá instaurado un control completo y absoluto sobre la población, ya  transformada en rebaño. Quizá no haya que esperar hasta el 2030.

 

El uso  exclusivo de las tarjetas permitirá a los Bancos, manejados por una logia de super millonarios, dominar la política, las finanzas y la economía del mundo globalizado.

 

Sarmiento ¡cuando nó! que tenía un olfato certero para pensar maldades, durante su estadía en USA, proclamó alborozado este vaticinio que se está cumpliendo: “¡El Banco reemplazará al Templo!. ¡El pararrayos a la Cruz!, ¡Franklin a Cristo!”  Y las logias lo aplaudieron, enaltecieron y lo hicieron presidente de la República...

 

Los lemas de esta ‘filosofía’ psocipolítica para los imbéciles serán los que rijan el mundo de lo absurdo: el temor de Dios es idolatría; la  esclavitud es la libertad,  la guerra es la paz, pobres pero ricos, etc. y nadie podrá contradecirlos. En la película ‘1984’ vemos esta maniobra artísticamente expuesta en un mundo enloquecedor.

*

 

¡DESPIERTEN LOS INDECISOS Y LOS RESIGNADOS, CLAMEN EN EL DESIERTO, PUES  DIOS LOS OYE ¡JAMÁS DEBEMOS BAJAR LOS BRAZOS, PUES LOS ARGENTINOS NO SOMOS UN REBAÑO!

¡LUCHEMOS EN HOMENAJE A LOS MUERTOS POR LA PATRIA,  Y  PARA OBSEQUIAR A LAS GENERACIONES VENIDERAS LA GLORIA DE NACER EN UN  PAÍS QUE LUCHÓ POR LA SOBERANÍA, LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD!

*

EN EL MES DE LA SOBERANÍA

¡¡¡VIVA LA PATRIA!!!

 

sábado, 19 de noviembre de 2022

 

 

¡VIVA LA PATRIA

¡VIVA ROSAS!

¡VIVA LA SOBERANÍA!

¡VIVA OBLIGADO Y TONELERO!

¡VIVAN LOS HEROES DE OBLIGADO!

¡VIVAN LAS DAMAS ENFERMERAS!

¡MUERAN LOSSALVAJES UNITARIOS!

¡MUERA EL IMPERIALUSMO ANGLO/YANQUI!

viernes, 18 de noviembre de 2022

 

 Víctor Luis Funes.

Escribió este Artículo en la revista Estudios Nº 452, de abril 1952.

 

CASEROS…HACE CIEN AÑOS…

“El juicio del general Rosas compete a Dios y a la Historia; porque solamente Dios y la Historia pueden juzgar a los pueblos; porque no hay ley anterior que prescriba  ni la  sustancia del juicio, ni las formas que deben observarse; porque no pueden constituirse en jueces los enemigos ni los amigos del General Rosas; las mismas víctimas que se dicen , ni los que pueden ser tachados de complicidad en los delitos” (De su autodefensa pública editada en tres idiomas). (Las otras tablas de sangre).

 

I

H

ace cien años… esfumadas en el polvo, se dejaban dispersos por el campo de batalla los restos de las tropas de ejército nacional.

 

Aún echaban fuego por sus bocas de bronce los cañones al mando del Cnel. Chilavert. Oscuro y saturado estaba el ambiente por el humo de la pólvora.

 

Don Juan Manuel de Rosas, herido en la mano derecha y escribiendo sobre sus rodillas, renunciaba al mando, como tantas veces lo había hecho.

 

En esa sombría noche, las aguas del Río de la Plata reflejarían su figura, sencilla y cabisbaja, camino al ocaso, al destierro. Y en las horas de aquelarre, ante los resplandores que siguen a las batallas, los remos, interrumpiendo el murmullo del río con sus monótonos golpes, lo alejarían para siempre de las costas de Buenos Aires.

 

“Desde entonces acá, comenta un inglés imparcial en estas cuestiones, la fortuna ha vuelto la espalda a Rosas, pero esto no es razón para que yo modifique las notas que entonces escribí sobre el hombre que ha gobernado por tanto tiempo como Dictador en la República Argentina. No tengo porqué acusar ni defender al general Rosas, pero desde que éste cayó del poder siento la obligación de registrar las opiniones que entonces formé y he conservado hasta ahora, con toda conciencia, sobre su carácter y sus actos de gobernante.

“Hago esto confidencialmente, porque tengo la seguridad de que los hechos que hora están ocurriendo en la República Argentina harán nueva luz sobre el gobierno de Rosas, a quien solamente pueden juzgar aquellos que conocen el país y el pueblo que gobernó”. (Mac Cann, William: Viaje a Caballo, pg 154).

 

Don Justo José de Urquiza, su antiguo y futuro amigo (M.C. Gras, Rosas y Urquiza) al mando del ejército aliado, después de cruzar el Rubicón argentino, terminaba de voltear, en el palomar de Monte Caseros aquel gobierno de 17 años.

 

La personalidad discutidísima de un hombre y de su obra se derrumbaban con estrépito ante las banderas entrerrianas, correntinas, uruguayas y brasileñas, (4.000 brasileños de infantería de línea estuvieron al mando independiente del Marqués de Souza). Banderas que desplegadas, diez y siete días después entrarían al frente de sus tropas por las calles de Buenos Aires, desfilando por Florida…

 

Diez y siete años  habían transcurrido desde que, delirante el pueblo quitara de su carroza los caballos y arrebatándose las varas , se disputaban el honor de conducirla  a mano.

 

Diez y siete años de levantamientos dirigidos desde las vecinas orillas y países. Diez y siete años de migración. Diez y siete de lucha constante por el afianzamiento de nuestra soberanía (Font Ezcurra La Unidad Nacional). Diez y siete años de dura educación y disciplina

 

Extraña paradoja: aquel individuo que desfilara en el mejor montado, que el Dictador poseía en Santos Lugares, vistiendo poncho blanco y galera de felpa, con cintillo punzó, victorioso y vencedor en los campos de Marte, después de haber volteado “la sangría tiranía que enlutó el país con un gobierno obscurantista y cruel (Urquiza), diría muy pocos años después, en una epístola: “Toda mi vida me atormentará constantemente el recuerdo del inaudito crimen que cometía al cooperar, en el modo que lo hice, a la caída del General Rosas. Temo siempre, ser medido con la misma vara, y muerto con el mismo cuchillo, por lo mismos que por mis esfuerzos y gravísimos errores he colocado en el poder” (Zinny, Historia de los gobernadores).

 

La República Argentina, aquella niña que muy joven aún se separase de las faldas maternas: aquel vástago que desde temprana edad comenzase a correr los caminos de la libertad e independencia, se desintegraba años  antes, bajo la anarquía que azotara el país el año veinte ¿Es que era necesario, según las palabras del Gral. José de San Martín (C. Ibarguren: Rosas) un gobierno fuerte que uniese aquellas fuerzas dispersas bajo un solo lauro cobijante, bajo un unificador ideal? ¿Es que, metafóricamente hablando, se hubiera podido ensillar el potro sin antes haberlo domado? ¿Hubiera sido factible la Constitución del 53  sin el gobierno anterior?¿De qué otra forma se unificaría el país en una nacionalidad?

 

El lector juzgará lo hechos. Por mi parte omito calificaciones. Me aparto aparentemente un instante del tema, y permítome recordar que el gran juriconsulto Savigny, jefe de la escuela histórica del derecho, juntamente con Gustavo Hugo, sostuvo –y su pensamiento fue aplaudido por medio mundo intelectual—“que el derecho es un producto de la historia que se elabora en la conciencia del pueblo” Aplicando estos conceptos  su obra gubernamental aparece la lógica explicación de su política.

 

De tal manera volvamos al gobernante argentino refugiado en Southampton. Allí, en “Burgess Street Farm”, esxvisitado en 1873 por Quesada (contrario a su política) y su hijo, el más tarde historiador. En esa, su pequeña estancia, Don Juan Manuel, con flema inglesa, le dice, después de haber sido preguntado sobre la demora de dictar la contestación:

 

“Lo he explicado ya en mi carta a Quiroga. Subí al gobierno encontrándose el país anarquizado, dividido en cacicazgos hoscos y hostiles entre sí, desmembrado ya en parte y en otras en vías de desmembrarse, sin política estable en lo internacional, sin organización interna nacional, sin tesoro ni finanzas organizadas, sin hábitos de gobierno convertido en un verdadero caos, con la subversión más completa en ideas y propósitos, odiándose furiosamente los partidos políticos: un infierno en miniatura.  Me di cuenta que si ello no se lograba modificar de raíz, nuestro gran país se diluiría en republiquetas sin importancia y malográbamos así para siempre el porvenir.

“Si el partido unitario me hubiera dejado respirar… en poco tiempo habría llevado el país a su más completa normalización; … no me fue posible porque la conspiración era permanente.

“Todas las  constituciones que se habían dictado habían obedecido al régimen unitario, empeñado, como decía el fanático Agúero en hacer la felicidad del país a palos.

“Pronto comprendí, sin embargo, que había emprendido una tarea superior a las fuerzas de un sólo hombre; tomé la resolución de dedicar mi vida entera a tal propósito y me convertí en el primer servidor del país,… renunciando a las satisfacciones elementales de la vida.

“Con la mi fortuna particular y la de mi esposa, habría podido vivir privadamente con todos los halagos que el dinero puede proporcional y sin la menor preocupación; preferí renunciar a ello y deliberadamente convertirme en el esclavo de mi deber. Si he cometido errores –y no hay hombre que no los cometa—yo soy responsable. Pero el reproche de no haber dado al país una constitución me pareció siempre fútil, porque no basta dictar un “cuadernito”, cual decía Quiroga, para que se aplique y  resuelvan todas las dificultades; es preciso antes preparar al pueblo para ello, creando hábitos de orden y gobierno porque una constitución no debe ser el producto de un iluso soñador sino  el reflejo exacto de la situación del país. Siempre repugné a la farsa de las leyes pomposas en el papel y que no podían llevarse a la práctica. El grito de constitución, prescindiendo del estado del país es una palabra hueca.

“Era preciso, pues, antes que dictar una constitución arraigar en el pueblo hábitos de gobierno y de vida democrática, lo cual era tarea larga y penosa: cuando me retiré con motivo de Caseros porque con anterioridad había preparado todo para ausentarme, el país se encontraba parcialmente preparado para un ensayo constitucional. Y Ud. sabe que, a pesar de ello, todavía se pasó una decena de años de lucha.

 

Otorgar una  constitución era asunto secundario; lo principal era preparar el país para ello, y eso es lo que creo haber hecho”.(citado por Moreno Alberto, Correspondencia entre Rosas y Urquiza.).

 

Cuando en el año de 1853, después de haberse desmorondo el gobierno dictatorial de don Juan Manuel Ortiz de Rosas López (como él mismo se llamara en un borrador de carta a Josef Gómez), Urquiza reuniera la Convención Constituyente que otorgaría el sello legal de la unificación de hecho del país, y después de algunas sesiones realizadas en el salón de loe altos del Cabildo de Santa Fe, se discutió la conveniencia de retardar su promulgación, fue que el doctor Facundo Zubiría, quien, utilizando las misma razones que Rosas diera a  Quiroga, apoyó calurosa y decididamente la idea, con un memorable discurso.

“Las razones que defienden a Rosas, dice Roberto de Laferrere, eran las de Zubiría su enconado adversario político de 30 años”. Rosas sabía, por lo demás nos afirma este escritor, que la Constitución no podía ser la obra suya, sino la consecuencia de su obra…  Lo que sucedió después de Caseros lo justifica aún más ante la historia”.

 

¿Fue entendida por el pueblo su obra de gobierno? ¿Tuvo el respaldo democrático requerido por los gobiernos populares? Trato de responder esta interrogación con las palabras del sanjuanino que dedicase la mayor parte de su vida a combatirlo: “Debo decirlo en obsequio de la verdad histórica: Nunca hubo un gobierno más popular, más deseado, ni más bien sostenido por la opinión  (Sarmiento, en Facundo: en la elección a Gobernador sobre 9.320 personas no lo votaron 7)).

 

Darwin, famoso científico inglés, que corriera los mares del mundo en el bergantín “Beagle”, nos lo describe en su “Viaje de un naturalista” resaltando, ya en 1833 su popularidad: “Es un hombre de extraordinario carácter y ejerce en el país avasalladora influencia que parece probable ha de emplear en favorecer la prosperidad y adelanto del mismo”. Y afirma más adelante ratificando lo expuesto, siendo este un signo de la gran ascendencia que gozaba en la masa popular, desde el principio de su carrera política: “Rasgos como el referido entusiasmaban a lo gauchos que, todos sin excepción, poseen alta idea de su igualdad y dignidad” (Busaniche, “Lecciones de Historia Argentina”)

 

Esteban Echeverria nos dice: “El gobierno de Rosas es uno de los más queridos; la juventud, la clase pudiente, todos le agasajaban… Su casa era la del pueblo… El pueblo le amaba”

 

El exagerado antirrosista Silvestre, autor de una obra moralmente desaconsejable por los excesos de sus datos, intitulada “El Tirano”

indica: “… no se crea que la legislatura que consagró legalmente la aspiración general de investir a Rosas con la suma del poder público, se componía de hombres llevados allí con ese objeto, y que carecían de espectabilidad y de medios en la sociedad. No; en la Legislatura figuraban Arana,, Escalada, Lozano, Pereda, Hernández,  Piñeyro, Terrero, Villegas, Anchorena, etc. Ligados a las familias más antiguas y mejor colocadas de Buenos Aires” Actuaron en esa época como partidarios suyos; García Valdez, Iriarte, Portela, Sáenz Peña, Fuentes, Senillosa, Wrigth, Medrano, Obligado y Vidal, Mansilla, Pinto, Pacheco, Argerich, Rolón. Su guardia de honor se componía entre otros por: Simón Pereira, Juan Bautista Peña, Francisco Sáenz Valiente, Manuel José de Guerrico. Adhirieron a su obra gubernamental, desempañando algunos de ellos altos cargos: Luciano Montes de Oca, Pintos, Herrera, Lavallol, de Elía, Irigoyen, García Zúñiga, Azcuénaga, Cernadas, de Roglos, Corvalán, Alsina, Boneo, Victorica, Alvear, Guido, el general Necochea, Sarratea, Moreno, Echagüe, etc.

 

¡Los mismos hijos varones de Bernardino Rivadavia defendieron su poder, con la fuerza de las armas, alistándose voluntariamente en sus ejércitos! (Piccirilli, Rivadavia).

 

FIN DE L PRIMER PARTE,CONTINUARÁ LA SEGUNDA.

  

2ª  PARTE.

CASEROS…HACE CIEN AÑOS…

VICTOR LUIS FUENTES.

 

Hasta el Gobernador delegado de la Provincia de Santa Fe, señor Domingo Cullen, con fecha 29 de enero de 1838, dirigíase al Gobernador Juan Manuel de Rosas y le expresaba, después de varias e interesantes consideraciones:”…la sabia dirección que ha dado a las R.E., y por la política y tino con que se ha conducido en los negocios más complicados de la nación sosteniendo su honor y dignidad, y promoviendo su soberanía, tranquilidad y engrandecimiento ha llenado al infrascripto de la más agradable satisfacción= Por lo que conoce a no dudarlo, que mientras estén encomendadas a V.E. los altos destinos de la Patria, nadie osará impunemente turbar el orden de que gozan los pueblo confederados, ni habrá tampoco quien logre destruir nuestras libertades, como torpemente lo ha intentado un antiguo apóstol de la tiranía Santa Cruz… y sólo le reta felicitar a V.E. y en su respetable persona al Gran Pueblo de Bs. As.  Y a la República toda por la época venturosa que ella debe prometerse de su saber y patriotismo”. (Carta inédita, en Arch. Hist. de Santa Fe, vol. 2197).

 

“Hasta el final de su existencia política en nuestro país, opina el constitucionalista  dr. Matienzo –adversario por ideas a Rosas—contó con la colaboración de gran número, sino de la mayoría, de las principales familias de la ciudad de Buenos Aires y el resto de la República…”.

 

“Formando la lista de los miembros de cualquiera de esas legislaturas de la época de la Tiranía (insiste Matienzo) y muy especialmente de los  años 1850 y 1851, que fueron los más obsecuentes y serviles respecto de Rozas, se encuentran los nombres y apellidos  de todos los altos ciudadanos que actúan hoy en las más elevadas capas sociales. Porque es práctica entre nosotros que los nietos lleven el nombre de sus abuelos; y así se encuentran ustedes en la legislatura del año 1851 a Roque Sáenz Peña, Saturnino Unzué, Lorenzo Torres, Agustín Pinedo, a los Anchorena, Oromí, Pacheco , y otra infinidad de personas de las principales familias de la sociedad de Buenos Aires, y si van al resto de las provincias verán que los nombres de los actuales gobernantes  es el mismo que el de los miembros conspicuos de las respectivas ciudades que figuran en las legislaturas de los años 1850 y 1851”

 

“Hubo hombres tan eminentes como  el doctor Dalmacio Vélez Sarfield (comenta Matienzo) que había sido miembro del Congreso del año 1825 en la época de Rivadavia, y que fue después redactor de nuestro Código Civil, --en compañía del dr. Acevedo--, diputado, ministro nacional y hombre de influencia política innegable, que firmaron y publicaron cartas dirigidas al dictador, a fines del año 1851, cuando ya el ejército de Urquiza estaba en campaña, en la que ofrecían su fortuna, su vida y su fama, para defenderlo contra aquel” (Matienzo, Derecho constitucional).

 

Bernardino Rivadavia (h) explicaba su resolución en una carta fechada en El Cerrito en noviembre de 1843, dirigida  Nemedia de la Peña de Santillana. “… el ejército de los americanos libres  y federales, y que estaban desengañados  del estado político de nuestros países; veía que para  conservar nuestra libertad, independencia y sosiego se necesita un gran hombre que era sin duda alguna el Restaurador Don Juan Manuel de Rosas, en la República Argentina, y el Presidente don Manuel Oribe en el Estado Oriental, que de otro modo serían nuestros países la presa…”, “que su hermano Don Martín y él estaban en casa del Señor Coronel Don Marino Maza, que era un caballero en toda la extensión de la palabra, y no como lo trataban esos imbéciles desnaturalizados…” (A. Zinny, Hist. De la prensa periódica de la R, O, del Uruguay. 1807/ 1852).

 

Don Julio Victorica en su obra “Urquiza y Mitre” al respecto dice: “…merece consignarse un detalle curioso.  El vecindario de Bueno Aires, cuando ya se conocía el  pronunciamiento de Urquiza, hizo por escrito una manifestación  o plebiscito a favor de Rosas. Los doctores  Dalmacio Vélez Sarfield y Rufino de Elizalde, por estar ausentes de la ciudad no lo suscribieron, pero  a su regreso, dos o tres días más tarde, firmaron los dos una carta colectiva, adhiriéndose con la misma espontaneidad y entusiasmo que los demás. (Ésta se publicó en Archivo Americano). Es bueno que este antecedente se tenga en cuenta (prosigue el citado) al considerar la acción o el papel desempeñado por estos dos ciudadanos. Puede agregarse también, como prueba de lo que era el país en aquella época—que le ley de la legislatura de San Juan, en que se declara “loco” a Urquiza, tiene la firma del Dr. Rawson”.

 

El español Don Benito Hortelano, que era librero y editor, escribió varios años después de Caseros (en Memorias): “Cuando se supo en Buenos Aires el pronunciamiento de Urquiza, la sorpresa fue tan grande así como el anatema fue general…”. “Desde el día que Rosas declaró a Urquiza traidor, con el agregado del lema, las manifestaciones se sucedieron unas a otras”. “El día de San Martín el pueblo en masa acudió a Palermo a felicitar al general rosas”, “… rodeándole, abrazándole y desgañitándose en aclamaciones y locuras al gran Rosas”.”Los teatros también preparaban funciones patrióticas. Don Pedro Lacasa compuso otra pieza cuyo argumento era la traición y derrota de Urquiza. Otra compuso Don Miguel García Fernandez sobre el mismo objeto. En una y otra función el entusiasmo llegó al colmo. Don Lorenzo y Don Enrique Torres,  el doctor Gondra y otros patriotas federales pronunciaron discursos entusiastas”. “…Quitados los caballos del coche de Manuelita, se disputaron las varas”. “…recuerdo a don Santiago Calzadilla, continúa Hortelano, al hijo, al doctor Agrelo, a don Rufino  Elizalde, a Gimeno, a don Rosendo Labardén y a Toro y Pareja…”

 

Una prueba más de su popularidad, de su afianzamiento en las altas y bajas esferas, de su necesidad para el gobierno, no solamente de la provincia de Buenos Aires, sino nacional, por su prestigio indiscutible (ya que ejercía un verdadero protectorado, por expresa voluntad delegada de las provincias, según consta en las resoluciones de las mismas donde le ofrecen reiteradas veces hasta el mando de sus propios ejércitos) es la repulsa unámine,  –excepto Corrientes—a la actitud del Gobernador de Entre Ríos. No olvidemos, además relacionados con estos hechos afirmativos de la unificación en el mando, que el general José de San Martín, nuestro Libertador, en sus últimas epístolas lo trataba de Presidente de la Confederación Argentina

 

Transcribo a  continuación, por ser , sobre todo, casi desconocida, una parte o fracción de las leyes que la Sala de Representantes de la Provincia de Santa Fe dictara en el año del pronunciamiento. La primera (7 junio 1851) no insertada en el Registro Oficial de esta provincia, ni en la colección de Leyes y Decretos, por motivos que ignoro, inédita hasta el presente, se refiere a la no aceptación de la renuncia que anualmente hacía de sus cargos el Gobernador de Buenos Aires. Dicen sus exaltados considerandos:

 

“Que ya es un dogma en la opinión y creencia de los pueblos, gobierno e hijos de la Confederación Argentina, el que sólo el ilustre Sr. General Rosas ha podido salvar tantas veces a la Nación del inminente peligro en que se ha visto, y levantarla gloriosa y esplendente  hasta el asombro de toda la tierra: que sólo ese inmortal Rosas puede conservar a expensas de un saber singular,  y de sus inimitables sacrificios y enérgicos trabajos, los derechos sagrados de la República…” (Actas de la Cámara de Representante de Santa Fe, foja 43).

 

La segunda, como la anterior, dictada en la Sala de Sesiones de la Cámara de Representantes, compuesta por Urbano de Iriondo, Domingo Crespo, Pujato, Febre, etc. Publicada en el Registro Oficial, en Leyes y Dercretos, y en estudios personales, como el de C.T.Argimbau (diario Santa Fe, 1º febrero 1925) dice:

 

“Considerando que el pérfido gobierno del Brasil, aliado torpemente con el loco traidor salvaje unitario Justo José de Urquiza y del bando salvaje unitario que éste caudilla,  ha provocado a la Confederación Argentina a una guerra suscitada con inaudita violación de toda justicia y palmatoriamente atroz y bárbara, sin causa, sin declaración y sin miramiento alguno a la  independencia, libertad y honor de un Estado soberano; que esta agresión horrenda del extranjero ha tenido  el loco traidor Urquiza y demás salvajes unitarios la negra infamia de aliarse contra la Patria  un Poder extraño y atentatorio a los derechos de la Confederación Argentina, dando así  un escándalo monstruoso de alevosía y barbarie con que los salvaje traidores unitarios se comportaron siempre contra nuestras instituciones, contra la paz y el orden público de los pueblos; y últimamente considerando: que hoy ha llegado el caso en que todo el país digno, libre y señor de sus derechos, impenda con heroísmo y gloria todo su poder, sus virtudes,sus propiedades y sus hijos en sostén de la sagrada causa que defienden los que integran la Confederación Argentina, y que cada uno se apura a llenar tan santa  y americana obligación, bajo la sabia y poderosa dirección del Supremo Jefe de la Nación, el eminente y esclarecido General Don Juan Manuel de Rosas, con el cual debemos triunfar o morir según la más vidente justicia y nuestros públicos juramentos; que en uso de las facultades ordinarias y extraordinarias que competen a la soberanía del pùeblo de Santa Fe, y de acuerdo con el sentimiento uniforme y profundo de sus habitantes, acuerda y sanciona con valor y fuerza de ley, lo siguiente:

“Ar. 1º- Se faculta plena y omnímodamente, sin limitación ni excepción alguna, al Poder Ejecutivo de la Provincia para que sin más orden ni autorización ninguna disponga de toda la Provincia, de sus hijos, propiedades y cuanto sea util en la defensa de la santa causa federal, y ponga desde luego en ejecución vigorosa todas las providencias que a este fin conduzcan.

Art. 3º- La presente ley será firmada por todos los señores representantes.

 

Con idénticos conceptos se pronunciaron las restantes Legislaturas provinciales. Catamarca, que había actuado de acuerdo a Tucumán, Salta y Jujuy, calificaba los hechos acaecidos de “pronunciamiento civil, ilegal en sus medios, funesto y antinacional en sus fines  El gobernador Saravia, escribe Saldías en su Historia de 

 


3ª PARTE

CASEROS… HCE CIEN AÑOS…

 

VÍCTOR LUIS FUENTES.

 

San Juan, por ley fecha 28 de julio del mismo año51, señaló el pronunciamiento con equivalentes términos, apostrofándolo con duras y represivas calificaciones. En el Archivo Americano pueden verse estos documentos oficiales. (Saldías: Hist. de la Confed. T. V).

 

“No sé como calificar lo ocurrido en esta época en Buenos Aires, piensa Hortelano, pues no se comprende  como una ciudad que se decía oprimida y tiranizada por veinte años,ya que no pudo o no tuvo valor para hacer la reacción cuando se aproximó el ejército libertador, al menos después que Rosas perdió la batalla, y en ella todo su ejército, no dio este pueblo la más mínima muestra de regocijo ni la menor prueba de que deseaba la caída del tirano”

 

Esta popularidad, es uno de los razgos más sobresalientes de su gobierno--, fue obtenida desde los primeros pasos dados a favor del bien público, manteniéndose en constante aumento durante el decurso unificatorio del país. Así lo asevera el general Lavalle, cuando desde San Pedro ,con fecha 12 de octubre de 1840, le escribía a su esposa: “No concibas muchas esperanzas, porque el hecho es que el triunfo de este ejército no hace conquistas sino entre la gente que habla; la que no habla y pelea, nos es contraria, y nos hostiliza como puede. Este es el secreto origen de tantas y tan engañosas ilusiones sobre el poder de Rosas, que nadie conoce hoy como yo” (J.M.Rosa, Rosas y el Ejército Libertador-).

 

“…Su presencia (la de Rosas) es señal de regocijo general”, nos comenta Mac Cann en “Viajes a caballo”, y agrega: “Poseía un arte especial para captarse las simpatías de los que lo rodeaban, hasta obtener su confianza, así como la segura obediencia de todos aquellos que vivían bajo sus ordenes”.

 

El uruguayo César Díaz, jefe de la izquierda de Urquiza en Caseros, se extraña así en sus “Memorias”:  “¿Cómo es que en lugar de aceptar la libertad que el ejército aliado les ofrecía, garantizada por la fuerza irresistible de sus armas, se les veía hacer ostentación de un exagerado celo en defensa de su propia esclavitud? En cuanto a mí, tengo una profunda convicción, formada por los hechos que he presenciado, que el prestigio de su poder en 1852 era también mayor tal vez de lo que había sido diez años antes”.

 

¡Asombrémonos! Cavilando mejor no nos asombraremos. ¿Qué piensa al respecto Sarmiento? Leamos sus frases que con impulsiva escritura quedaron grabadas en la biografía de Vélez Sarfield, y nos convenceremos de su afirmación, categórica y sincera, fruto preciado de uno de esos raptos emocionales violentos, característicos de su fuerte y áspera literatura: “Rosas era la expresión de la voluntad del pueblo, y en verdad que las actas de elección así lo demuestran. Esto será un misterio que aclararán mejores y más imparciales estudios que los que hasta ahora hemos hecho. No todo era terror, no todo superchería. Grandes y poderosos ejércitos lo sirvieron años y años impagos. Grandes y notables capitalistas lo apoyaron y sostuvieron. Abogados de nota tuvo en los profesores patentados del derecho. Entusiasmo, verdadero entusiasmo, era el de millares de hombres que lo proclamaban el Gran Americano” (Saldías,  t. V).

 

Hablando sobre la campaña de Caseros y sobre el espíritu de Buenos Aires, el mentado César Díaz insiste: “… se quejaba (Urquiza) y con razón de que no había encontrado en ella la menor cooperación, la más leve muestra de simpatía. Hasta entonces no se nos había presentado un pasado, y rara vez habíamos hallado, ni aún a quien pedir noticias del enemigo. “Si no hubiera sido, dijo, (Urquiza) el interés que tengo en promover la organización de la República, yo hubiera debido conservarme  aliado a Rosas, que estoy persuadido de que es un hombre muy popular en este país”. Y en efecto

¿Cómo explicar de otra manera –reflexiona con asombrosa sinceridad este oriental, jefe del ala izquierda en la batalla—el indiferentismo que habían ostentado ante nosotros, las poblaciones que habíamos atravesado, y la absoluta concurrencia de todos los habitantes de la campaña a las filas del tirano?  Si Rosas, prosigue, era públicamente odiado del pueblo, como se decía, o más bien, si ya no era temido; si todos lo hombres suspiraban porque llegase el día en que pudiesen romper sus cadenas ¿Cómo es que dejaban escapar tan bella ocasión de satisfacer el anhelado objeto de sus deseos?

 

Un hecho, a simple vista sin importancia, considerado deductivamente de dos documentos inéditos obrantes en el Archivo de la Provincia de Santa Fe, se agrega a las pruebas confirmatorias de que su gobierno fue democrático. Evidentemente tenían razón Sarmiento, Echeverría, Lavalle, CésarDíaz, etc., cuando afirmaban que el pueblo “jamás lo había abandonado”.

 

Ocurrió después del pronunciamiento de algunas autoridades de Santa Fe contra el Gobernador de Buenos Aires, y durante el gobierno provisorio de Domingo Crespo. Con el objeto de adherirse materialmente a la llamada “campaña libertadora”, el mentado Gobernador Provisorio dirigióse epistolarmente a Dn. Domingo Basaldúa, Oficial en la zona rosarina con el objeto de que juntara hombres  para engrosar las filas del “Ejército Grande”. Y se expresaba así en una comunicación oficial, fechada el 3 de enero de 1852:

 

“El infrascripto Gobernador interino con el interesante objeto de que el pueblo santafesino  tome una parte en las fatigas como en la victoria de aquella memorable campaña, ha nombrado a V. con esta fecha para que pase al Departamento, que  su juicio y sin perjudicar la guarnición del Pueblo y la que sea necesaria a la campaña deba marchar a incorporarse al ejército libertador; dando cuenta al Gobierno tan luego tenga garantizada sin perjuicio de hacerla marchar conforme a las instrucciones que se le dan al respecto.  El infrascripto espera de su patriotismo federal y honor a la Provincia que V. no negará rendir a la Patria el servicio que se le

exige y que contribuirá al buen resultado de la causa de la Libertad y Organización Nacional”

 

El señor Basaldúa le contesta, en una interesante nota, dándole cuenta del fracaso de su misión, y sus motivos:los gauchos no se unen a sus fuerzas para luchar contra Rosas:

 

“Campamento de Carcarañá. Enero de 1852.

“Doy cuenta a V.E. de mi misión, hasta este momento en que acabo de recibir de V.E. el señor General Urquiza para que marche al ejército para unirme con él, entregando la gente que hasta hoy se haya podido reunir, el Sr. Gorordo, cuyo jefe viene autorizado por V.E. para reunir y organizar toda la gente de este departamento. Yo siento señor el que los paysanos en esta vez no se hayan presentado al servicio con la puntualidad como ha sido su pronunciamiento, pero aún se está reuniendo y espero se reunirán”.

 

Los “paysanos” logrados para la “Libertad”, eran los siguientes, según la nota de Basaldúa:  “De la primera compañía de Coronda hay cuarenta y cinco hombres; de la de  Las Barrancas un piquete de catorce: de la de Castellano catorce y de la de Córdoba cuarenta y nueve”. (Archivo Hist. De Santa Fe, Archivo de Gobierno).

 

El prestigio de Rosas no decayó con Caseros: perduró  idealista en los años adversos… Arraigado con fuertes ligamentos en el altivo espíritu gaucho, se manifiesta con rasgos desconcertantes:

 

“Por eso se defendieron con fanática heroicidad, dice el historiador Carlos Ibarguren (Juan Manuel de Rosas, cap XVIII); por eso veinte años después de la caída del dictador , Cunninghame Graham, vió a los últimos gauchos en la frontera de Bahía Blanca, en Tapalqué, o en Fortín Machado, clavar su facón en el mostrador de la pulpería, echar un trago de caña y mirando al gringo de reojo vociferar con rabia:   “¡Viva Rosas!”.

 

“A pesar, (dice Juan Alfonso Carrizo, estudioso y cultor de nuestra poesía popular), de haber hallado muchísimos cantares de la época rosista, ninguno encuentro contra Rosas”

 

“La confianza del pueblo  (nos afirma un antirrosista)j no le había jamás abandonado” (César Díaz).

 

“Ha llegado el caso de que veamos, tratemos y conozcamos de cerca a Juan Manuel de Rozas, les decía Lavalle a sus oficiales, como a un verdadero patriota y amante del orden” (carta de Guido a Viamonte, en Ibarguren).

 

El literato inglés Guillermo Enrique Hudson, nos habla de él  (Allá lejos y hace tiempo), y al reflexionar sobre él, escribe calificándolo: “…ciertamente es el más grande e interesante de todos los caudillos de Sudamérica”

 

“Que el gran Rosas presida a su pueblo” nos cantaba Rivera Indarte cuando era satélite de su persona. (Silvestre, El Tirano)

 

Y un profesor nuestro pensaba poéticamente, interpretando a su manera estos sucesos:

 

“Cuando llegue la hora fausta de enseñar la vera historia, de inscribirse en las calendas con los héroes inmortales, que haya criollos que vindiquen el honor de tu memoria, y florezcan en tu tumba las estrellas federales”+

*

 

Colofón nacionalista:

Una cáfila de delincuentes políticos unitarios que despreciaban el país,. aplicó contra Rosas y su política nacionalista,  mientras ocupaba el Poder, una campaña de calumnias e infamias, de carácter apocalíptico,  llegando,  al fin, perdido el poco juicio que los caracterizaba, a optar por  la Traición deshonrosa, desapareciendo nuestra Soberanía, la  Libertad y el Bien Común popular.                                                                               

 

Para tener una idea más exacta y dolorosa de la trascendente gravedad de la política de esos cipayos deberíamos saber  que los que tomaron el Poder luego de Caseros, no eran los próceres que nos cuenta la Historia oficial, sino delincuentes y traidores  de idéntica catadura moral y propósitos entreguista a los que durante estas últimas décadas derrumbaron nuestra amada Patria:  Aramburu, Frondizi, Alfonsín, Menen, KK. Macri etc. ¡Ninguno se salva de la ignominia! Estos  fueron y son los mismos personajes diabólicos, sin Dios ni Patria, que los unitarios del siglo XIX.                                

 

Además debemos considerar que a través de sus años de gobernante, Rosas quedó desvalido, sólo en la cima de su poder y popularidad, revoloteando sobre él  las inmundas  harpías alimentadas por los unitarios, con dinero imperialista, lanzándole su veneno desacreditante, para aniquilar su persistente heroísmo: los asesinatos de Dorrego y Quiroga, las traiciones de Lavalle y Paz; los lomos negros; la muerte de doña Encarnación,  de Estanislao López, y de tantos mártires de la furia unitaria; la prepotencia imperialista y las infamias montevideanas, etc. Sólo con su  grandeza de héroe pudo sobrellevar tantas adversidades..*

 

miércoles, 16 de noviembre de 2022

 

ROMA

 

Comentario del Padre José A. de Laburu S.J.  al pedido del Santo Padre Pío XII, para que los aliados no conviertan la Ciudad Eterna en otra Hiroshima. Publicado en la revista “Estudios” en mayo 1944.

 

El Papa admitió conmocionado la posibilidad de un ataque aniquilador, considerando que para los protestantes Roma es la sede de la abominación, y para los judíos la cátedra del anti-semitismo; lanzando su angustioso pedido a la humanidad para salvar a Roma de la barbarie.

 

Ahora bien, ¿Qué sucederá cuando la Iglesia se niegue a ser comparsa de la nueva religión ‘noáquida’ impuesta por el N.O.M.  frenando la instalación del Mundo Uno?¿La ‘Bestia’ soportará la ‘ofensa’, o tratará de disuadir a la Iglesia  suscitando nuevamente el proyecto destructor que nos llevará a las catacumbas y a los leones, o al  más efectivo tratamiento eutanásico modelo  ‘Hiroshima’?

 

A continuación el Padre Laburu:

 

¡Roma! Ninguna otra capital ni población del mundo, dice lo que Roma. Ninguna

Todas las otras capitales y poblaciones de la tierra suenan a particular, suenan a nacional.

Roma es la única ciudad del mundo que lo es del mundo entero.

Roma trasciende a lo particular, trasciende a lo nacional.

A ninguna población del mundo se la llama la “Ciudad eterna”, a ninguna se la reconoce con el apelativo de la “Urbe”, la Urbe por excelencia.

Roma la milenaria, la que ocho siglos antes del nacimiento de Jesús ya existía.

Roma la de Pompeyo y Julio César, la de Virgilio y Horacio, la de Cicerón y Quintiliano.

Roma la de los monumentos del Palatino, la de los Foros, la de los Arcos triunfales.

Roma la una del derecho y la fuente perenne de las artes.

Roma la “única”, la que fue Cabeza del mundo “Caput mundi”, cuando los confines del mundo conocido occidental, coincidía con los confines del Imperio romano.

Roma la de la lengua latina, madre de tantas ricas y variadas lenguas, y la de la lengua que pasó a ser la lengua oficial de la religión única verdadera.

Roma la que toda ella es un museo, que atesora lo que no puede encontrarse en las colecciones de ningún otro museo.

Roma la que es un monumental, archivo de la Historia.

Roma la que es la sede episcopal de aquel a quien Jesucristo dejó como representante suyo en la tierra.

Roma la de las catacumbas, en la que como en relicario venerando, se conservan los sepulcro de San Pedro y San Pablo, orlados por millares de cuerpos de santos y de mártires.

Roma la de las Basílicas monumentales y la de las  Iglesias joyeles de arquitectura.

Roma de Rafael y de Miguel Ángel, la de Bernini y de Borromini y la mecenas de los artistas  que en el mundo han logrado la consagración universal en las artes.

 Roma la que en su recinto anida esa “Ciudad Vaticana”, símbolo sublime de lo que vale el derecho, en oposición al poder material de la fuerza bruta.

Roma, Ciudad del Vaticano, donde vive ese representante de Jesucristo, que es el padre de todos, sin distinción de clases, ni de nacionalidades, ni de razas.

Roma la casi tres veces milenaria; Roma la universal; Roma la de todos; Roma la cuna del derecho; Roma al de la lengua madre de las lenguas; Roma la mecenas del arte; Roma la del catolicismo: Roma, tú Roma, no es posible que desaparezcas arrasada.

El Cauro y Atenas merecieron ser respetadas.

Y tú, Roma, ¿será posible que siendo lo que tú eres…?

Con el corazón transido del dolor más lacerante, pide el Papa que Roma sea respetada.

Es el padre acongojado que pide por sus hijos infortunados.

Pide. Porque el Vicario de Jesucristo no dispone, ni le hace falta, de fuerzas de armamentos.

Pide, con el augusto derecho del que aunque inerme y desvalido de toda fuerza material, siente en plenitud conciente la posesión más perfecta de sus derechos a no ser atropellado por fuerza de nadie.

Pío XII pide.

Ese suplicar y ese pedir del indefenso y desvalido de fuerzas materiales, pero revestido de la suma autoridad y sumo derecho, es un pedido que suena a conjuro. Tal es la fuerza del derecho desvalido atropellado.

Y Pío XII, con una ecuanimidad cuajada de Prudencia, al pedir que no se violen sus sagrados derechos, al pedir por Roma, dirige su petición a los hombres responsables de los campos beligerantes

¡Qué lección nos da a todos el Papa!.

Él que tanto sabe y tanto nos pudiera decir, no especifica a quien se debe el haber sido Roma convertida en teatro de la guerra, y quien es el responsable de su posible ruina.

¡Qué sublime lección para todos nosotros que nos vamos distribuyendo responsabilidades, según nuestras cargas afectivas!

Donde hay corazón, se tiene que  sentir una profunda emoción ante ese dolor  y ante esa petición del Vicario de Cristo.

Si es que no hay corazón en quienes la oyen, entonces se comprende el desdén y la conducta exclusivamente utilitaria.

 Y sean las que sean, las ventajas materiales que proporcionen el desoir al Papa, si es que no hay corazón en los que así proceden, a esos tales les falta lo más noble del ser humano, el ser compasivos y el ser buenos.

El Papa pide por Roma, no porque tema que  las ruinas de Roma  menoscaben en lo más mínimo la misión sobrenatural de la sede romana.

Bien conocen los vicarios de Cristo lo que son las violencias y los atropellos.

Desde San Pedro, el que escogió  Roma como sede del Pontificado, y el que sufrió la muerte en Cruz, martirizado por Nerón, hasta Pío VII, desterrado de Roma y preso cautivo por Napoleón, han ido desfilando por el Pontificado Papas hechos esclavos y condenados a trabajos forzados en las minas y a trabajos humillantes de servir de mozos de cuadra en las caballerizas.

De atropellos y martirios sabe mucho el Pontificado.

Pero como sabe de todo eso, sabe también el Pontificado, que mientras sus verdugos y opresores desaparecieron en el baldón de la ignominia, y mientras los poderes de las naciones más poderosas han desaparecido del marco de la Historia, él, en cambio, sin fuerza alguna de poder terreno, ha permanecido incólume a través de veinte siglos de existencia.

Siente con íntima persuasión el Pontificado la razón de este milagro de la Psicología y de la Historia.

Seguro está de Quien es aquel que dijo “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y todos los poderes de los infiernos jamás prevalecerán contra ella”.

Por eso, al pedir el Papa por Roma, no pide por temores personales, no por temores sobre el valor y la duración de la misión que por Jesucristo le fue confiada, sino que pide por Roma, para que ella sea conservada para la Humanidad entera, para que sea sede del Vicario de Jesucristo en la tierra, a la que centenares de millones de católicos tienen como centro de los  afectos de su corazón, no sea destruida.

Roma. Ninguna otra capital o población del mundo dice lo que dice “Roma”. Ninguna.

Todas las otras capitales y poblaciones de la tierra  suenan a particular, suenan a nacional.

Roma es la única ciudad del mundo que lo es del mundo entero.

Roma trasciende a lo particular, trasciende  lo nacional.

¡Qué sentido tan humano y tan profundo, tiene la petición del Papa, al pedir por la conservación de Roma!+

 

Padre José A. de Laburu, S. J.

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lunes, 14 de noviembre de 2022

 

UN ESCÁNDALO SILENCIADO

LAS TERAPIAS GENÉTICAS NUNCA DE TUVIERON LA TRANMISIÓN DEL VIRUS

 

Juan Manuel de Prada

(15/10/2022.- Diario ABC).

 

Hace unos pocos días, desfiló por el Parlamento europeo una patulea de mandases de diferentes compañías farmacéuticas. Habían sido convocadas para responder  las pregunta de una comisión creada para investigar las irregularidades detectadas en el proceso de adquisición de millones de dosis de las llamadas cínicamente ‘vacunas’ del corona virus, en realidad terapias genéricas experimentales de muy dudosa eficacia (y efectos adversos mucho menos dudosos).

 

No acudió a la cita el pajarraco que dirige Pfizer, amparándose en los contratos ignominiosos que su compañía había firmado con la Comisión Europea, que lo blindan a todo tipo de reclamaciones. En su lugar acudió una subordinada suya que se dedicó   eludir la preguntas más incómodas, pero, en un momento de relajación (¡es que tiene l conciencia de impunidad!), reconoció que su compañía ni siquiera se había molestado  en comprobar su el mejunje vendido en millones de dosis prevenía l transmisión del virus, confiando que el ‘mercado’ les proporcionara datos cobre su funcionamiento.

 

No hacía falta que esta sinvergüenza nos confirmase algo que ya habíamos comprobado empíricamente con creces. Las terapias genéricas experimentales, en efecto, nunca detuvieron la transmisión del virus (algún dia se sabrá si en realidad la aceleraron), como tampoco procuran inmunidad a los inoculados (algún día se sabrá si, por el contario, los hicieron más vulnerables al contagio y a  otras enfermedades devastadoras). Pero los mandamases de Pfizer, en los días que proclamaban orgullosos que habían hallado la purga de Benito contra el coronavirus, aseguraron engañosamente que su ‘vacuna’ cortaba la transmisión, incluso con una sobredosis; y también que las personas ‘vacunadas’ no contagiaban. Y fueron estas falsedades manifiestas las que animaron a  gobernantes psicopáticos, loritos sistémicos con tribuna mediática y medicuchos untados a jalear medidas gravemente persecutorias y estigmatizadoras de las pocas personas que aún aguardaban un apice de sensatez y prudencia, convirtiéndolas en chivos expiatorios de una sociedad temblona que se comportaba como rebaño dócil a sus designios, a la vez que como jauría rabiosa contra quienes no quisieron obedecerlos.

 

Hoy sabemos que los gobernantes psicopáticos, los loritos sistémicos y los medicuchos untados mentían como bellacos, a cambio de asegurarse patrocinios opíparos y retiros fastuosos. La chusma más corrupta y proterva se ha enriquecido salvajemente inoculando con un mejunje a millones de personas, mientras florecen misteriosas ‘epidemias de cáncer’, se llenan las consultas médicas con pacientes que padecen insuficiencias cardíacas y arritmias, se multiplican los infartos y las neumonías,  los ictus y las enfermedades autoinmunes. Pero no seamos conspiranoicos: de todas estas afecciones que están disparando la mortalidad no tiene ninguna culpa el mejunje, sino la  carne de las macrogranjas, la guerra de Ucrania y el cambio climático.*

martes, 8 de noviembre de 2022

 

 

Remarqué en varias oportunidades la  concomitancia entre ciertos acontecimientos ocurridos años atrás, con situaciones actuales, en tanto ambos estén  descriptos por los maestros nacionalistas con honestidad y realismo. Asi es como se  entiende eso de que, para saber que ocurre en el mundo,  no se debe leer el diario sino a Homero o Virgilio.

Asimismo en alguna oportunidad destaqué que el estilo agradable, en ocasiones  campechano, que  caracteriza al Padre Castellani no debe interpretarse como superficialidad o ligereza, sino profundidad irónica. Ferrari Nicolai varias décadas atrás ya había vislumbrado esta posible errada interpretación de algunos ignorantes o maliciosos.

En tercer lugar, :con el propósito de aclararla, satisfago mi manía de desempolvar viejos escritos seguramente ya inaccesibles, para que los nacionalistas más jóvenes disfruten la cultura del verdadero Castellani, insobornable sacerdote  y patriota, como debería ser todo buen sacerdote.

Y decididamente para que el pensamiento del Padre Castellani no pase al olvido, como sería el propósito de los enemigos de la nacionalidad.

A continuación el artículo publicado en la década del ’40 en la revista Estudios de los Padres Jesuitas:

 

 

LEONARDO  CASTELLANI

Y  su  crítica  literaria

 

Hemos tenido en nuestras manos y leído detenidamente el volumen de 487 páginas que, con el nombre de Crítica Literaria acaba de sacar a luz Leonardo Castellani S.J. En una tipografía agradable, quedan reunidos muchos ensayos, críticas y notas bibliográficas del polígrafo compatriota. Ni que decir que antes que nada nos hemos alegrado de ver realizado un sostenido anhelo, que en tres o cuatro oportunidades se lo manifestáramos personalmente al autor: que reuniera su nutrida labor de crítica literaria para que no naufragara en el relativo anonimato de la dispersión.

 

Aunque nuestro fuerte crítico no sea la literatura no podemos negar que sus manifestaciones siempre nos han atraído, sobre todo hoy  que ella merced a una abultada producción que ve luz casi siempre sin norte ideológico, con lo que resulta palestra de improvisación o de libre mentidero, se hace vehículo del mayúsculo desorden de la inteligencia contemporánea que no es, a la postre, sino el inequívoco signo de estos tiempos. Y como la crítica, además de velar por la primacía de la inteligencia, con lo que debe atender a todo cuanto se publica, es, como dijimos, una vieja y honda vocación personal, embestimos directamente este nuevo libo de Leonardo Castellani.

 

Digamos, en primer lugar, que. Castellani se lo toma como él es, inmensamente rico de ideas, señor de amplio señorío en los más opuestos –en apariencia- campos de la altura, digamos mejor del saber culto, o se corre el riesgo de no entenderlo en absoluto. Porque lo cierto, lo indiscutible para quien no sea un miope con pretensión de vigía, es que Castellani es lo que es por lo que es. Y no se vea en esto perogrullada. Expliquémonos mejor: Castellani es difuso, dicen unos; Castellani toca todos los temas, dicen otros. Y ni unos ni otros demuestran, con lo que dicen entender, ni en principio, a Castellani. Porque Castellani no puede encerrarse –embretarse, cabe decir mejor—en ningún género.  Si él profesor no puede quedar en profesor. Si hace crítica literaria no se queda en la apoltronada comodidad del simple crítico.  Si hace periodismo no naufraga en la deformación del oficio. En fin, haga lo que haga Castellani es más que personal, es personalísimo. Y ésta es la piedra del escándalo para quienes tienen trazado un marco mental para encerrar en él, como en casillero sellado, una peregrina teoría de la personalidad que es, a la postre, la muerte de la misma.

 

Castellani ha sido, es y será, cada día más alto, mejor un altísimo valor de nuestras letras y de nuestra filosofía y, en fin, de nuestra cultura. La misma teoría de críticas a su modo de ser, de escribir y de hablar, y hasta de actuar, que él despierta, es señal perentoria de cuanto decimos. Hay en Castellani talento, enorme talento para ver lo que nosotros, los que no rayamos a su altura , o no vemos o no sabemos ver. Por eso Castellani es discutido, es rechazado cuando no olvidado deliberadamente por los que, leyendo en secreto sus nutridos trabajos, críticas, estudios, ensayos y apostillas periodísticas, no por ello dejan de enriquecerse con su saber y con sus mismas rarezas que tan personal lo exhiben en cualquiera de sus líneas.

 

Hemos mencionado sus rarezas. ¡Y vaya que las tiene este religioso que profesor, literato, crítico y muchas cosas más que domina por la esplendencia meridiana de una vocación sin mengua! Sería prueba de mezquindad en acto querer retacearle a Castellani –a quien con razón alguna vez en rueda de  amigos denominamos la encarnación del cura gaucho, para sintetizar así lo que consideramos sus virtudes de vocero de la verdad a los cuatro vientos—sus méritos porque tiene rarezas. Si, las tiene y personalmente se las conocemos todas, como que, al fin y al cabo, de entre sus muchos amigos y admiradores, tenemos el privilegio de haberle acompañado, como secretario de redacción, cuando él dirigió estas mimas páginas de ESTDUOS. Pero, precisamente por todo eso, acerca de lo cual tendríamos mucho que decir dirigido a los que no conocen la estremecida gestación espiritual de sus trabajos, que se le capta en sus más mínimos gestos, como ser  en sus famosas distracciones o en sus incontenibles explosiones, de las cuales vuelve luego más cordial y sereno que nunca, insistimos en que Castellani es grande.

 

Claro está que hay por ahí un núcleo no pequeño  de resentidos contra Castellani que, sin atreverse a disminuir sus méritos, obra que bien saben es imposible de emprender porque sería intento vano, se apegan a señalarle esto o aquello, diciendo que está bien, que aceptan que es conocedor de muchas cosas y a fondo, que lo saben al día –y vaya si él lo está en múltiples disciplinas--; pero… Y estos peros son los que a la larga, y a la corta, refirman en quienes no somos resentidos contra Castellani, el juicio incontrovertible que su obra nos impone. Porque si es cuestión de hablar de su llaneza –léase merodeo de chabacanerías según los engolados del saber, sobre todo si han conocido inciensos académicos—mejor  es ser llano al modo de Castellani que no almidonados de relumbrón, acostumbrados  entonar su voz quejumbrosa, inactual por lo demás, mientras que con un oído se escuchan a sí mismos y con el otro atisban anhelantes el hipar del trombón crítico que salmodia sus menguados méritos reales.

 

Y aquí ya nos libramos de algunas reticencias y decimos todo lo que hemos albergado entre pecho y espalda ha mucho tiempo, y hoy hallamos confirmado plenamente con la lectura  soledosa del volumen de crítica literaria que comentamos. Castellani tiene un puesto y muy alto en la literatura nacional, reconózcanlo o no los que  por ahí hablan de él y de su obra con reservas, no siempre producto de un  juicio que se  deja en suspenso por falta de antecedentes.

 

Claro está que si por una parte, sus críticos no lo conocieran, o no estuvieran por otra al tanto del pesado elenco  de falsas producciones nacionales en todas las disciplinas que él cultiva, en mas casos se podría disculparlos. Pero, no es así. Saben y conocen una y otra cosa. Con lo que, abreviando, son partícipes de una solapada  campaña de desprestigio, o mejor de disminución de los méritos de Castellani, porque lo primero, desprestigiarlos sería lo mismo que querer encerrar el viento huracanado en una bolsa. Y no se diga que la nuestra es imagen falsa. No, no lo es, si dejando de lado  lo que pueda tener Castellani hombre uno se enfrenta, con mente despierta y voluntad sin ataderos, con lo que hoy se exhibe por ahí con el campanudo nombre de cultura nacional. Sobre esto habría tela para cortar todo un año en largos ensayos. El hecho concreto es que Castellani, enamorado de su tierra, nuestra tierra que de tanto ser campo de luchas foráneas va en tren de olvidarse de sus mandatos más  íntimos, ha tomado su lanza y ha salido al campo. ¿Qué ha encontrado? Simulación, improvisación, extranjerismo obsecuente, sin olvidarnos del libre macaneo –usamos una expresión suya tomada  del coloquial popular que tanto interpreta—o, y esto es grave, catolicismo desteñido.  Aquí, en este elenco de auténticos males nacionales, que nos quitan el sueño a los hombres ya hombres de toda una generación, hay que situar a Castellani. Y como él es bandera, paladín de amplísimo sector de gente estudiosa, bien informada, criteriosa a pesar de que  para los acostumbrados al perpetuo equilibrio no lo sea, la emprenden secretamente contra Castellani. Porque a él no se atreven a enfrentarlo, sabedores, como son, que saldrían maltrechos, llenos de picaduras de su acerada pluma.

 

Y según lo tenemos muy meditado, no se nos venga con que ya que Castellani es sacerdote sería mejor que… y aquí todas las resabidas critiquillas. No somos nosotros, es cierto, los designados para dirimir la cuestión de si un sacerdote debe ser así o de la otra manera. Pero, porque llevamos estas cosas muy conversadas con quienes visten sotana y lucen cruz pectoral, podemos decir que Castellani no desentona, ni mucho menos, entre el nutrido  núcleo  de sacerdotes, aún mismo religiosos,  que saben que estos tiempos, para Argentina y el mundo –mejor dicho para la Iglesia que por algo es católica,  y universal-- son decisivos, y que si el sacerdote se recluye voluntariosamente en el confesionario o el templo se divorcia del mundo, al que debe salvar por mandato apostólico.

 

Y hemos hablado a propósito de salvar. Pero ¿puede olvidarse de que no se inicia o consolida la salvación de los hombres, que son los concretos reales de la obra salvífica por la que clama este mundo putrefacto que convivimos después de cinco siglos de protéica apostasía, usando siempre el mismo expediente y obrando de una sola manera? Quizás en ciertos fieles que defienden la unidad de procedimientos en el sacerdote, frente a los diversos y dilatados campos de su acción, haya enraizado un oculto brote de liberalismo que en cuestión religiosa siempre se refugia en el sentimentalismo, que a la postre es el naufragio de la caridad, porque se vuelve fariseísmo.

 

Porque Castellani es como es, porque escribe como escribe, porque muchas veces obra como obra, nosotros, simples seglares, hemos de ir hasta la última consecuencia de nuestra posición crítica y católica para decir que hoy, aquí en Argentina, como en todas partes, o se embiste la general apostasía con carácter de cruzada, o no se cumple con el deber de salvar a nuestros hermanos, sean quienes sean y hagan lo que hagan en el hormiguero social. Y salvar mediante bien calculadas cataplasmas a los infautados, a los amigos de las mediatintas, a los falsos doctores,  los voceros del error y del vicio, llevándolos a la irreductible posición de que tengan al fin que verse como son, al desnudo, desprovistos de las falsas retóricas que ahuecan sus voces sin vida, es también –misión de sacerdote, pero no de todos los sacerdotes. Ahí radica la cuestión delicada, si alguna hay, pero simple cuestión de acento.

 

No cabe duda que la aparición de Castellani en las letras, la crítica y la enseñanza argentina fue primero una sorpresa, luego una molestia y hoy una pesadilla para los que se creían a cubierto de una crítica sostenida, inteligente y sobre todo valiente, como que se le hace en nombre de la Verdad y quien la hace nada tiene que perder, puesto que todo lo ha rendido, en cuanto religioso y sacerdote, a los pies de Cristo.

 

No podemos rehuir una última consecuencia de todo cuanto llevamos dicho. Y es que guardadas las distancias, pasa con Castellani lo que pasara con Juan Enrique Newman cuando se le atacaba desde su mismas filas porque tenía  su concepción acerca de la universidad católica, que es como decir del saber culto –que en la Iglesia siempre ha tenido su custodia y su mejor gestora—frente a  las necesidades de los tiempos.

 

Por todo eso Castellani es combatido Porque está a  la altura de los tiempos, como diría Ortega: porque busca restituir el brillo de la Verdad ahí donde debe lucir; porque, en fin, tiene mucha cabeza y le sobra vocación para atender muchas disciplinas a un tiempo, se lo combate, o con el silencio, o con la reticencia.

 

¿Y el volumen de Crítica Literaria? Dirá el lector. El volúmen, le contestamos, es nutrido, sólido, categórico. Hacía rato que sus ensayos sobre Paul Claudel, Gilberto K. Chesterton, Leopoldo Lugones, León de Grandmaison, Dante, Víctor Delhez, Abel Bonnard, Juan Alfonso Carrizo y los demás que valorizan el volumen, exigían ser reunidos para dar la general tónica de su crítica. A Castellani quizás le ha entrado bien adentro el reclamo que de muchos lados sabemos se le ha hecho: que reuniera sus trabajos dispersos. Por eso es que, siguiendo el reclamo nos entrega este volumen y nos promete otros, como es el caso de sus Ensayos pedagógicos que muchos han saqueado para cotarlos, olvidándose en el tintero el nombre del autor.

 

No queremos cometer la imprudencia  de citar detalles o señalar méritos de cual o tal de sus ensayos que integran el volumen. A su tiempo, estos marcaron época para los que realmente siguen el movimiento cultural vernáculo. Y merecieron entonces los juicios aprobatorios como alguna discrepancia que sería torpe reeditar ahora. Eso sí, como entonces, estarán ahora los que los estarán ignorando para su culpa y, también, para su perjuicio. Porque no lo olvidemos, Castellani es señal de combate espiritual. Y, como acontece con los que sobresalen, a pesar de no tener de su parte el coro de las alabanzas académicas –posición la suya que es aumento de méritos personalísimos—cuanto más se los quiere olvidar más se imponen y acreditan para el futuro mayor destaque.

 

Hernán Benítez abre el volumen con un vibrante palique preliminar de incruenta página que para nuestro juicio es un acierto, aunque a veces lo traicione el amigo. Y con esto, de paso, decimos  que si en el caso Castellani se usa  aunque más no sea un poco de sesuda pedagogía, que no en poca medida enseña la  misma vida y el trato con los hombres de talento, leyendo esta Introducción  a Castellani, hombre y escritor, que no otra cosa es aquel Palique preliminar ya mentado, se verá como hemos hablado de Castellani como lo hemos hecho, sin esperar por ello a conocer ahora a Castellani a través de Benítez.

 

Castellani polígrafo, pasados sus años de entrada en combate, tiene todavía mucho que decirnos. Estamos seguro que los que vengan serán para él, y cada día más, años de laborar hondo, profícuo  y quizá --¿porqué no?—más remansado, menos urticante, pero no por ello menos valedero, constructivo y clarificador de la oscura medianía que, por estos tiempos, es el signo desgraciadamente identificatorio de la llamada cultura nacional.+

 

Mauricio Ferrari Nicolay