BREVE TRATADO DE MORAL CATÓLICA, SEGÚN EL GENIO DE SANTO TOMÁS DE AQUINO, CON LA DESCRIPCIÓN INESPERADA,
QUIZÁS, DEBIDO A LA MORAL LIBERAL QUE RIGE
NUESTRA SOCIEDAD, DE LAS VIRTUDES CARDINALES QUE DEBENOS VIVIR LOS CATÓLICOS.
ESTAS FUERON TAN RIDICULARMENTE INTERPRETADAS, POR LA
MORALINA LIBERAL BURGUESA DE LOS PURITANOS ANGLOYANQUIS,
QUE INVIRTIERON LA
PRIMACÍA DE LA
PRUDENCIA, PRACTICANDO APASIONADAMENTE LA VILOLENCIA IMPERIALISTA
EN BUSCA DE ‘SANTIFICARSE’ CON PODER Y
DINERO. AL TIEMPO QUE CONVIRTÍAN AL
PROTESTANTE EN UN MOGIGATO QUE SE CUBRE
LAS PARTES PUDENDAS CON UN MANDIL.
( A
continuación un artículo tomado de Panorama
Católico Internacional, año 2010; extraído de “Castellani por Castellani” pg.
330-342).)
LA MORAL CRISTIANA.
Padre
Leonardo Castellani.
(Licenciado en Psicología (Sorbonne).
LA MORAL CRISTIANA ES VIRIL Y TEMPLADA.
La moral cristiana se ha desleído
y edulcorado en el ambiente común. El
Liberalismo lo ha hecho. Las virtudes se han amansado y anesiado.
Incluso la palabra “virtud” suena un poco ridícula y ya no significa “fuerza” y “virilidad” como entre
los romanos y griegos (“virtus”, “aretée” de vir y anéer, de varón) sino máS
bien debilidad.
La virtud actual es una cosa para
viejas; y en la mujer se reduce a la castidad externa, o sea “defensa de su
honra”, lo cual no diré que no sea importante. No es todo. No olvidar que el
Liberalismo es una herejía cristiana: pasa por alto el pecado original, cree
que el hombre es naturalmente bueno, y por ende no necesita de Sacramentos, ni
de la oficina de los Sacramentos, la
Iglesia, aunque la religión en sí puede tolerarse; pero todas
las religiones son buenas… lo cual equivale a decir, vive Cristo, que todas las
religiones son malas.
El Catolicismo Liberal emasculó y
ablandó las virtudes católicas: el liberal es muelle. Incluso la falsificó introduciendo una falsa Prudencia-Justicia- Fortaleza-
Templanza. Le sigue hablando de… e incluso
se sigue alabando al Prudente, al Valiente, al Moderado; pero esas palabras ya
no significan lo mismo que en los grandes siglos cristianos, cuando Martín
Fierro distinguía tan bien entre la Prudencia y la Astucia, entre la valentía y el matonismo –en que
él cayó de joven.
A ningún hombre amenacen
Porque naides se acobarda…
Puesto que la Fortaleza nunca agrede,
nunca “empieza”, como dicen los chicos:
El hombre no mate al hombre
ni pelee por fantasía,
tiene en la desgracia mía
un espejo en que mirarse:
saber un hombre guardarse
es la gran sabiduría.
En los “consejos” de Martín Fierro
se encuentran las cuatro virtudes cardinales – con más acento la Justicia.
LA PRUDENCIA.
Veámoslo brevemente: se introdujo
una Prudencia remirada, egoísta y cobardona: el “no te metás”, p.e.. Pero esta Primera
de las virtudes, sin la cual ninguna es virtud, es un conocimiento, el
conocimiento de lo hacedero y de lo
faciendo, de lo agendo, de lo que hay que hacer; y este conocimiento está
cimentado en el conocimiento de la
Realidad; no es un mero timoratismo, es un conocimiento.
Cuando hacemos una imprudencia, malconocemos
lo agendo; cuando malconocemos lo agendo, desconocemos la realidad; cuando
desconocemos la realidad pecamos.
El que peca se pone delante como un bien lo que es en realidad un
mal; de moso que se puede decir que el “El
Bien es lo real, el mal es una equivocación” acerca de lo real realísimo,
conforme al viejo apotegma de Sócrates de que todo pecado es un error. Si uno
dice: “es nada más que un error”, se equivoca; pero si dice “es un error,” está
bien.
La Prudencia pues, siendo “el
ojo que encuentra el camino”, no tiene por qué ser ni astucia ni picardía ni sobrecautela ni precaucionismo ni cálculo,
ni continuo desconfío y avizoro, ni mucho menos cobardía; al contrario, la Prudencia no existe sino junto con su hermana, la Fortaleza o Valentía. Al
contrario del proverbio italiano de que
“soldado que huye sirve para otra vuelta” y del proverbio catalán “de los que
dispararan algunos se salvan”, la
Prudencia sabe que en muchos casos lo más imprudente de todo
es disparar; y lo más prudente acometer. Y así Mussolini, que era italiano,
dijo una vez que la primera virtud del Gobernante era la Prudencia; pero la segunda sin la cual la primera
no sirve era la imprudencia; queriendo decir que la Prudencia no excluye, antes reclama el brío, la osadía,
la valentía, el golpe; en una palabra; la virtud de la Fortaleza.
No olvidemos que la Prudencia es la “recta
ratio agibilium”, la recta apreciación de lo agendo y agible, o sea, la guía
para hacer el bien; y el bien a veces pide lucha, esfuerzo, osadía; el bonum arduum que decían los antiguos, el bien
arduo, como lo son todos los grandes bienes, y en realidad de verdad todos los
bienes verdaderos.
Yo he recogido en mi vida
religiosa demasiada experiencia de la
falsa prudencia, que San Pablo llama prudencia según la carne (Rom. 8-6): la
prudencia catalana que consiste en disparar siempre. Tres veces el original de
un libro me ha sido devuelto por un religioso editor con las palabras: “es una
buena obra; me gustaría publicarla pero no podemos por prudencia: tenemos
miedo”. Palabras textuales de una tarjeta acerca del Evangelio de Jesucristo.
La primera vez me dio rabia y dije: “Los Padres del Verbo Divina tienen miedo
del Verbo Divino”; pero la segunda vez me consolé diciendo: “Puede ser señal de
que es literatura viva y no literatura muerta. Como es viva se mueve; y ellos
al ver un bulto que se menea, creen que puede ser tigre o víbora; y es un perro
guardián, manso y leal mastín.
La Prudencia del Liberalismo, la “prudencia según la carne” está
aguada; la Justicia
del Liberalismo está mutilada; es meramente negativa y se reduce a la llamada
justicia conmutativa; y esa no entera ni completa.
LA JUSTICIA.
La Justicia burguesa se reduce al contrato: do ut des, doyte para que me des: considera un
cambio de bienes al modo comercial; yo te doy 10.000 pesos pero me debes
devolver 15.000., o bien otro bien equivalente, o al menos una ilimitada
gratitud, alabanzas, favores, servicios o lo que sea. El liberalismo ha ido tan
lejos en esto que ha llegado a definir el Estado y la Nación como un CONTRATO, el
Contrato Social. (Este es un disparate fenomenal que no voy a refutar ahora. La Nación no surge de un
contrato ni explícito ni implícito entre todos los connacionales –como imaginan
Rousseau y también Suárez-, sino que surge de un movimiento natural del hombre,
“animal político” que dijo Aristóteles, el cual movimiento requiere la Autoridad, causa
eficiente de la sociedad, y por ende el Mando y la Obediencia. Y en ese
sentido decimos que la
Autoridad viene de Dios” no inmediatamente, sino a través de la Natura, creada por Dios).
De modo que el Liberalismo elimina
la Justicia
distributiva (del Jefe para los Súbditos)
y la Justicia Legal
(de los súbditos para con el Jefe): y una vez hecho el Contrato Social (elegido
el Presidente), los súbditos no tienen más deberes para con él, y él puede
hacer lo que se le antoja. Lo único que queda es el “ordo partium ad partes”
(el orden de las partes a las partes), eliminando el “ordo partium ad totum” (el
orden de las partes al todo), y “el ordo totius ad partes” (el orden del todo a
las partes), que son las más importantes partes de la Justicia, la cual exige
al gobernante que distribuya bien los castigos, premios, trabajos, puestos y
privilegios, según los méritos, y que busque y alcance el Bien Común de todos,
lo cual le es exigido acérrimamente, es
su deber más estricto, o sea, el orden del todo a las partes, o Justicia
Distributiva. Y a su vez los súbditos deben al gobernante legítimo respeto,
apoyo y obediencia, o sea el orden de las partes al todo, o sea, la Justicia legal; estos dos
órdenes son mucho más trascendentes que el orden de las partes a las partes. O
sea la Justicia Conmutativa.
Ni este orden siquiera guarda el
Liberalismo, pues este orden no se reduce a cumplir los contratos, pagar las
deudas y no emitir cheques en blanco, lo cual desde luego debe hacerse. La Justicia cristiana tiene
dos partes, negativa y positiva; la
Justicia actual se contrae a una parte de la parte negativa:
“no dañes”. Es poco.
La Justicia cristiana está toda ella encerrada en la norma conocida;
“No hagas al otro lo que no quieras te hagan a ti”, que encontramos en boca de
Jesucristo y en la ley de Moisés, y en el antiquísimo libro chino: “Las
analectas de Confucio” traducido por A. Waley.
Es negativo: dice “no hagas”, no dice: “Haz a los otros lo que quisieras
te hicieran a ti”, porque eso es falso: yo no puedo querer para todos los
otros lo que quiero para mi, p.e., que
escriban libros oque digan misa, porque cacual
es cacual. Yo quiero que se editen mis libros, pero no puedo querer, por
ejemplo, que se editen los libros del P.P. o del P.R.R. los cuales sin embargo
se editan antes que los míos. Pero eso no es justicia ni positiva un negativa.
El famoso Proudhon, en su libro La Justicia en la Revolución y en la Iglesia, reprocha a la Iglesia su Justicia
puramente negativa, según él, porque estaba rodeado el año 18568 de la Justicia del capitalismo
y el Catolicismo Liberal, y creía esa era toda la Justicia cristiana. Pedro
José Proudhon, el famoso autor de La Propiedad es un Robo (y debajo: “Este libro es
propiedad del Autor”) fue anarquista, pero un proletario honrado y de buena
fibra; de una ignorancia impresionante. A pesar de haber sido seminarista,
ignoraba la parte positiva de la
Justicia cristiana, la más esencial. Donoso Cortés lo tiene
por un demoníaco. Puede ser. Pero más parece un ignorante, sembrado de
“virtudes cristianas que se han vuelto locas”.
Lo positivo de la Justicia Cristiana
está contenido simplemente en el precepto: “Amarás al prójimo como a ti mismo”
(Mt 2-39 y Lucas 10,27), lo cual es mucho más que decir “no dañarás al prójimo”.
Decir “como a ti mismo” es decir que yo
soy uno y el prójimo es otro, y después equipararlo conmigo, lo cual es el
efecto propio del amor. Eso significa que el prójimo tiene cosas suyas que son distintas
de las mías, y no se reducen solamente al dinero, y esas cosas positivamente yo
se las debo, no de limosna sino de Justicia: si tiene hambre yo le debo parte
de mi pan; si está perseguido yo le debo mi defensa; si merece un puesto yo
debo dárselo, y no excluirlo para ponerme yo; si es ignorante yo le debo mi
saber. De este modo la definición pagana de la Justicia: “dar a cada
cual lo suyo” (uniquiquesuum) se amplía la obra del amor maravillosamente. En la Justicia natural, el
tener yo saber no me crea ninguna obligación, lo imparto o o comparto si
quiero; pero en la Justicia
cristiana que considera el saber un don de Dios, nace la obligación de caridad
de trabajar para compartirlo. –Pero entonces es Caridad y no Justicia-. La Justicia en el cristiano
está envestida de la Caridad,
o sea del Amor, lo mismo que las otras virtudes, como veremos. “Dad a los que
no nos pueden devolver nada”, dijo Jesucristo, “ni siquiera gratitud” (Luc.
6,35). Nace el Buen Samaritano. El buen
samaritano da compasión, ayuda, dinero, tiempo y cuidado a un desconocido que
topa y que es, religiosamente, su enemigo. “Bien, ese es tu prójimo”, dice
Jesucristo (Luc. 10- 29,37).
En suma, la Justicia cristiana
consiste en reconocer al otro como persona, no como algo mío, sino como EL EN
SÍ, munido de (Rom. 1,14) toda clase de derechos; y entonces volverme de ese
modo “deudor de todo el mundo”, como decía San Pablo de sí mismo (Rom. 1,14).
Lejísimos de la ruin Justicia burguesa, comercial y liberal, que tiene como
máxima alabanza: “Yo no debo nada a nadie; este hombre no debe nada a nadie”.
La alabanza verdadera es: “yo me debo a todos”.
El efecto de la Justicia es conservar el
orden en las relaciones humanas; y ese orden después de Jesucristo no se puede
conservar sino por el amor, digamos por una exageración del despego de sí
mismo, para lo cual es necesaria la Fortaleza.
LA FORTALEZA.
“Todo el
mérito de la Fortaleza viene de la Justicia” dice Santo
Tomás. Fortaleza significa simplemente Valentía y se define: “la aptitud para
acometer peligros y soportar dolores”. De Luis XVI de Francia escribió Hipólito
Taine: “Tenía todas la virtudes de un cristiano, pero no las de un Rey”. Se
equivocaba grandemente: la
Fortaleza que le faltó a Luis XVI (aunque no en el momento de
su muerte santa) es estrictamente una virtud del cristiano, aunque no del
cristiano liberal. La cobardía puede ser pecado mortal y Jesucristo tenía
verdadera inquina a la cobardía. En el Apokalypsis San Juan enumera una
cantidad de condenados al fuego, y entre ellos pone “los mentirosos y cobardes”
(21,8), que faltan a la
Justicia y a laFortaleza.
La falsificación liberal de la Fortaleza consiste en
admirar el coraje en sí, con prescindencia de su uso, o sea, prescindiendo de la Prudencia y la Justicia.
Pero el coraje aplicado al mal no
es virtud, es una calamidad, es la
“palanca del Diablo” dice Santo Tomás.
El coraje en sí puede ser una
cualidad natural, una especie de furor temperamental, una ceguera para ver el
peligro, o una estolidez para soportar males que no se deben soportar. Entre
nosotros, por ejemplo, es usual admirar y encarecer a Sarmiento porque era
corajudo. Esta bien, pero falta ver todavía si aplicó ese coraje, que le venía
simplemente de haber nacido sanjuanino, a una buena causa o a una mala causa,
como por ejemplo, la exaltación soberbia de sí mismo; si la aplicó a buenas
causas lo nombraremos prócer. En un discurso para la inauguración de un busto
de Rosas en Sáenz peña (Chaco) Marianito Grondona dijo que estaba dispuesto a reconocer
a Rosas como un héroe si los rosistas reconocían a Sarmiento como un héroe,
aunque no con estas palabras. Dijo literalmente: “Debemos venerar y honrar a
todos nuestros próceres, porque somos una nación joven, que no tiene muchos,
prescindiendo de sus defectos, de sus fallas y hasta de sus crímenes” dijo el
orador. Un momento; un héroe que hace crímenes no es héroe; y nosotros no podemos prescindir de
sus crímenes. Mejor es que caigan Rosas y Sarmiento, antes que amontonarlos a
lo dfos en una coyunda común. Ninguno de los dos fue prócer en todo caso,
Marianito.
Lavalle era un prócer y mató a
Dorrego; pero Dorrego también es un próceer y los dos tienen su estatua en la
misma calle a 300 metros
de distancia. En la realidad estuvieron tan distantes como la Muerte y la Vida; pero ahora “están
juntitos en el abrazo luminoso de la inmortalidad” que dice Marianito Grondona.
Creo (y corríjanme si me engaño) que Lavalle no tuvo más virtud de Fortaleza que el coraje para pelear
en la guerra, fue un “buen sable”, la virtud del tigre y del toro, no la virtud
del cristiano, incluso tomando “cristiano” en el sentido criollo de humano,
hombre racional. Fue un poco bobo.
La Fortaleza no excluye el miedo, solamente lo domina; al contrario
ella está fundamentada en un miedo, en el miedo profundo del mal definitivo, de
perder mi propia razón de ser. La
Fortaleza se basa en que el hombre es vulnerable, el ángel no
puede tener Fortaleza porque no puede
recibir heridas. La
Fortaleza consiste en
ser capaz de exponerse a las heridas y a la muerte (el martirio, supremo acto
de la virtud de Fortaleza) antes de soportar iertas cosas, de tragar ciertas
cosas y de hacer ciertas cosas. No existiría la Fortaleza o Valentía si no existiera el miedo:
“El miedo es natural en el
prudente,
y saberlo vencer es ser valiente”.
y tampoco si existiera la
vulnerabilidad ¡Qué palabra más fea! (PARÉNTESIS acerca de nuestra lengua Hemos
perdido el latín “vulnus” que significa “herida”, y tenemos “vulnerable” y “vulnerabilidad”, palabra sexipedal.
El castellano perdió muchísimas de las palabras raíces, el sustantivo o el
verbo corto y simple, y conservó los derivados, a veces larguísimos y para la
mayoría incomprensibles; sobre todo en los países donde no se estudia latín en
las escuelas ¿Países dije? País hay uno sólo la Argentina: hasta los
rusos estudian ahora latín; asi que nuestra lengua en nuestras bocas se va derruyendo.
La gente usa las palabras a bulto, sin
comprenderlas exactamente, incluso los periodistas, los locutores y ¡los
políticos! No digamos “totalitarismo”, por ejemplo; no es palabra castellana,
es un barbarismo. “Totalismo” sería en todo caso; “tota-lita-rismo” es casi
impronunciable, y el vulgo cree que es el nombre de dos bailarinas. Dicen
“irrefragable” queriendo significar “inevitable”: irrefragable significa “lo
que no se puede votar en contra”, viene de “suffragari”, votar a favor
(sufragio), y “refragari” votar en contra
(refragio deberíamos tener). Irefragable es algo que no se puede negar
ni rechazar ni objetar ni siquiera discutir; y así “opinión irefragable” está
bien, pero “acontecimiento irefragable”,
como dice Bernardo Vogelman está pésimo. Y así “indeleble” lo he visto usado
por inolvidable, “indeleble” es lo que no se puede borrar; pero el colmo es
“latente”: los cagatintas creen que
viene del verbo latir y lo usan en el sentido de palpitante; y viene del verbo
later, que se perdió, y significa “estar escondido”. No es lo mismo. –Y esto
¿qué tiene que ver con la virtud de la Fortaleza? La Fortaleza que se
necesita para escuchar radio y leer los diarios.
La virtud de la Valentía no supone no
tener miedo; al revés, supone un supremo
miedo al último y definitivo mal, y el miedo menor a los males de esta
vida captados en su realidad real; de acuerdo a la palabra de Cristo: “No temáis tanto a los que pueden quitar la vida del cuerpo; temed más
al que puede cuerpo y alma condenar para siempre” (Luc. 12,5). No dice; “No temáis nada”, porque eso es imposible: el
prudente naturalmente teme los males
naturales captados n u realidad real, no es imaginaciones… Dice Cristo: “Tened
menos”; y n caso de conflicto que el temor mayor venza al menor, impidiéndonos
“perder el alma”, aun a costa de perder la vida
De hí que los dos actos precipuos
de la Fortaleza
son acometer y aguantar, y este último es el principal; dice Santo Tomás
inesperadamente. ¿Cómo? ¿No es mejor siempre la ofensiva que la defensiva, la
actividad que la pasividad? Santo Tomás parece apocado, parece aconsejar
agacharse , y aguantar más bien que atacar; y
el mundo siempre ha tenido el ataque por más valeroso que el simple aguante.
Santo Tomás tiene por más a la Paciencia que al Arrojo;
pero no excluye el Arrojo cuando es posible, al contrario; con otra proposición
paradojal dice que la Ira
trabaja con la Fortaleza
y hace parte de ella.
¡Oh, argentinos, que no sois
capaces de airaros y os refugiáis en la pasividad resentida! No sois fuertes,
ni sois tansiquiera pacientes.
En la condición actual del mundo,
en que la estupidez y maldad tienen mucha fuerza, hay muchos casos en que no
hay chance de lucha; y para luchar bien se necesita como precondición la Paciencia; y a veces el
sacrificio. “He aquí que os envío como corderos en medio de lobos” (Mt. 0,16).
El acto supremo de la virtud de la
Fortaleza es el martirio, pero la Iglesia ha llamado siempre
al martirio “triunfo” y no derrota
La
Ira
reta arroja al hombre recto al ataque, o al menos lo mantiene ens u puesto:
“airáos sin pecar”, dice San Pablo (Ef. 4,26,
de lo cual él dio grandes ejemplos, o sea, indignaos ante el Mal sin
frenesí ni desorden. El hombre que no puede indignarse no es hombre, ni tampoco
mujer: es un cuitadillo La recta
indignación es el permanente motor del paladín: ella presta y aumenta las
fuerzas. La Ira
desordenada es uno de los pecados capitales; pero la Ira de suyo es una pasión
natural, que como todas ellas puede ser o buena o mala según sea o no gobernada
por la razón. Me gustaría verlo a Illia iracundo algún dia.
Existe un concepto vulgar de que
la virtud consiste en la ausencia de pasiones y la santidad en la eliminación
de las pasiones: es erradísimo. Las pasiones son las fuerzas naturales del
hombre, sin las cuales no podemos hacer nada grande- ni chico- no podemos
caminar. “Los afectos son los pies del alma” dice San Agustín. El burgués se disgusta ante cualquier
apasionamiento, le parece que se quiebra la corrección o la buena educación: “¡Vamos,
paz, paz, querido: no te atufes: despacio, despacio!” Esta virtud pacata que
consistiría en la eliminación de las pasiones
es el falso concepto de los estoicos antiguos, de los moderno liberales,
y de la religión y cosmovisión budista: un Schopenhauer, por ejemplo; pero eso
no es virtud, será corrección a lo más,
y a lo menos es debilidad, insensibilidad y apatía. Para que triunfen
los malos en el mundo, basta que los buenos no hagan nada. Por eso en la Argentina los malos
gobiernos se ponen a gritar: “¡Paz, tranquilidad, reencuentro de todos los
argentinos buenos y malos!” Pero eso, la mescolanza del bien y del mal en la
falsa tranquilidad burguesa, ese es el reencuentro en la ignominia- y no en la Paciencia.
“Ten cuidado con el hombre paciente: es peligroso” –dijo uno, ¿Porqué?
Porque espera su momento. La
Paciencia consiste formalmente en no dejarse derrotar por las
heridas, o sea, no caer en tristeza desordenada que me abata el corazón y
perturbe el pensamiento; hasta hacerme abandonar la Prudencia, abandonar el
bien o adherir al mal; y en eso. se ejerce una actividad enorme. “Soportar es
más fuerte que atacar”; y por eso las mujeres tienen muchas veces más fortaleza que los varones: y por eso una
buena mujer que ha soportado toda la vida a un mal marido ha hecho quizá una
hazaña mayor que si le hubiera dado un garrotazo; aunque esto también puede
servir a veces.
Otra vez volvemos los ojos al error moderno y plebeyo, considerar la Paciencia como una
actitud lacrimosa y pasiva del “corazón destrozado” que dicen. Al contrario, la Paciencia consiste en no
dejarse destrozar el corazón, no permitir al Mal invadir mi interior. Por tanto
en el fondo se basa en la convicción o en la fe en mi última “invulnerablez” en
mi inmunidad definitiva. Pase lo que pase al fin yo voy a vencer, cree el
cristiano; y hasta el fin nadie es dichoso. Aunque sea a través de la muerte,
si es inevitable; pero si no es inevitable, no. Como dijo don Pío Ducadelia al morir.
“Oíd, mi Padre confesor y parentela entera: si
hay que morir, yo muero por… fuerza,
no porque quiera.
De donde se ve que la Paciencia pisa y pende
de la Virtud
de la Esperanza
sobrenatural, lo mismo que la
Fortaleza, y no del apocamiento y la debilidad.
Sufra y aguante,
tenga paciencia que con paciencia
se gana el cielo.
dice el tango: pero la Paciencia no consiste en
el sufrir sino en eel vencer el sufrimiento: “eso no lo sufro yo”- dijo el
valeroso. Sufrir y aguantar no es lo mismo: aguantar es activo y es pariente de
“aguardar” y “aguaitar”.
Con razón dice el filósofo Pieper
que la Fortaleza
o valentía atraviesa los tres ordenes humanos, el Pre-orden, el Orden y el
Super-orden y está integrada en ellos. El pre-orden en este caso es el coraje
natural, el instinto de agresión en el varón sobre todo, y de resistencia en la
mujer sobre todo, que lo poseen lo mismo el ser humano que el león o el mastín,
y depende mucho del cuerpo, temperamento y temple; el Orden es el coraje
ordenado por la razón y devenido valentía o valor; y el Super-orden es la
virtud de la Fortaleza,
pendiente de la virtud supernatural de la Esperanza, la cual informa a los otros dos
ordenes y los robustece o se los
incorpora; de tal modo que puede darse un hombre tímido, cansado, entristecido
y castrado de lo natural, que haga grandes fortalezas en virtud de su virtud
sobrenatural –como se ha visto en débiles mujeres y enfermas, de Llapa- como
aquella santa que estaba embarazada y era una esclava- en el tiempo de los
triunfos de los mártires.
Una ilustración de todo esto puede
ser una novela policial del irlandés
yanqui Day Keene (no se si es varón o mujer) llamada Desnuda Furia, que leí poco ha en alemán, donde ninguna mención se
hace de la Virtud
de la Religión,
pero en sí misma es de inspiración católica. No es una policíaca yanqui en
puridad, sino una tragedia shakespiriana y sofoclea a la vez. El héroe es un
Magnánimo, un caudillo político de una pequeña ciudad yanqui, que hace bien a
todos y por ende es seguido de todos; cuya suprema aspiración de su vida, por
la cual lucha y se sacrifica, es ver el suburbio miserable, hediondo y malsano
donde nació, saneado y convertido en un barrio humano y decente por medio de
elecciones y electoralismo-democracia.
Es el Magnánimo de Aristóteles que
tiene que enfrentar a la política corrompida y criminosa, es engañado por ella,
cae en una trampa, está a punto de claudicar y de repente es poseído de un
sacro furor a una palabra de su mujer: “Pero él todavía tiene corazón” y con la fuerza de la ira recta, mata y
muere, a la vez fiscal y verdugo; pero
vence al morir.
No es un santo, es un pecador,
pero tiene rel magno ánimo o señorío, que es una gran virtud natural o mejor
dicho es la tierra de todas las virtudes. Está juntado con una pobre mujer, que
es tan magnánima como él o más, con la cual propone casarse y retirarse a vivir
tranquilo, una vez acabado su combate, al cual sacrifica todo; y cae al final
en un delito de adulterio, del cual abomina al instante, pero cae con la
atenuante de una tentación tremenda. Por tanto, es un hombre humano y defectuoso, no es un estoico o un
superhombre, pero es un hombre, como dice un periodista al final, en presencia
de su cadáver y de su mujer: “No fue un
santo; ya ha sido juzgado de sus yerros en otra parte: pero fue un hombre y
amaba a los hombres”. Y a la mujer le dice: “No llores- y ella contesta: “No
lloro”.
Es una obra de arte perfecta, como
nos dan de vez en cuando los yanquis, que constituye como una ilustración
pagana (digamos) de la virtud de la Fortaleza y las otras virtudes cristianas.
LA TEMPLANZA.
A la
Fortaleza sigue
la más chica de las virtudes cardinales, la Templanza o Temple
(propongo se denomine a las virtudes cardinales Discriminación, Ecuanimidad,
Valentía y Temple), la más pequeña pero la más urgente y cotidiana: la más
pequeña porque dice respecto a sí mismo
y no en relación con los demás, es individual y no comunitaria; pero su
falta estropea o debilita todas las otras virtudes, hasta hacerlas desaparecer
a veces. La Lujuria,
por ejemplo, produce imprudencia, injusticia y cobardía –estropea las otras
virtudes.
La Templanza, para el burgués, consiste en no hacer excesos
peligrosos, evitar el escándalo y, si acaso no ser casto pero ser cauto: usar
el “preservativo”, en suma, “ser moderados en todo”, como dicen, dando a
moderado el sentido de “mediocre”. O sea, la Templanza burguesa se
vuelve puramente negativa, como la
Prudencia burguesa, la Justicia burguesa y la Fortaleza burguesa. Pero
la Templanza
es una virtud positiva, consiste en el recto uso de los placeres y también, por supuesto, en la recta
exclusión de algunos placeres; tanto es así que entre las ramas de la templanza
existe una virtud poco conocida hoy dia que los griegos llamaban “eutrapelia”:
la virtud de” saberse divertir”, el arte de divertirse bien, es decir, mucho.
Esto no es broma o una ocurrencia, Santo Tomás diserta muy sabiamente
acerca de la eutrapelia, que creo que
para él consistía principalmente en leer libros y dar clases; y para mi consiste en escribir novelas que es mucho más
divertido que leerlas. Leer novelas, aunque sean novelones, es un deleite
lícito y humano; contra la opinión del
P. Luis Martin, General S.J., que las
llama “fábulas estúpidas y lascivas”.
“Yo he dado en Don Quijonte pasatiempo al pecho melancólico y mohíno
en cualquiera lugar y en todo tiempo…”
porque la Templanza, así como
comprende la abstinencia, la continencia y la renuencia, también comprende la
eutrapelia, la afabilidad, la sociabilidad, la gracia en el hablar el viajar, el
cantar (pero el cantar bien), el nadar, el domar potros (aunque esto tiene algo
de la Fortaleza),
el gusto artístico, el huir de los necios, el no comprar diarios y… la buena
cocina. La mala cocina es un pecado contra la Templanza.
-¡Cómo que m’hi divertido
anoche! –dijo el alteño- ¿Y que hiciste?- Comí arroz con
leche.
La Templanza es católica, la moderación es protestante. Si la Templanza consistiese en
la mera corrección externa del burgués, entonces los puritanos sería prodigios
de virtud; y el Puritanismo que rechaza todos los placeres, o se vergüenza de
los inevitables o indispensables, como el teatro, la pintura y las bellas artes
y se pasa la vida oprimiendo a sus hijos y a sus prójimos, no es virtud sino
vicio: es el fanatismo de la negatividad. Esos dos grandes escritores ingleses,
Chesterton y Belloc se pasaron la vida alardeando de su afición a la cerveza y
su afición al vino respectivamente; y sus adversarios los tachaban de bohemios,
viciosos y borrachos; y en realidad era el gusto de reírsele en la cara al
Puritanismo inglés; y creo que hicieron más apología cristiana con sus vidas
alegres que con sus libros de Apologética. Belloc escribió un largo poema al
vino, “The Wine”, que es una de las cumbres de la poesía inglesa, tan rica hoy
día; donde junto con el vino anda el viajar, el dirigir un velero, el hacer
bromas, el hacer versos, el cenar con los amigos, el corregir los deberes de
los hijos, pelearse con la mujer, polemizar con los protestantes –toda la
eutropelia, podía llamarse en vez de
“The Wine”, “The Eutrapely”- para acabar con una buena muerte y el
Santísimo Sacramento. Al pobre Belloc le vino por permisión de Dios un diluvio
de gracias al fin de la vida y tuvo que ejercitar la paciencia mucho más que la
eutrapelia; pero us cincuenta o sesenta años de eutrapelia no se los quita
nadie. San Hilario Belloc: Hilario significa alegre, de donde viene
“hilaridad”, y es otra de las palabras latinas que hemos perdido, hílaro,
alegre.
CONCLUSIÓN.
En suma, el liberalismo corrompió
las virtudes cardinales naturalizándolas (puesto que el Liberalismo es Naturalismo religioso) y mutilándolas (puesto que el Liberalismo es
falta de grandeza, es la idiosincrasia del comerciante): y en consecuencia
suprimió las virtudes teologales, la
Fe, la
Esperanza, y la Caridad.
La virtud es lo más allá que un
hombre puede ser; el ensanchamiento, la plenitud del ser humano en cuanto
humano; pero Cristo añadió otra plenitud, la plenitud del ser humano en cuanto
sobrehumano, o sea elevado al orden sobrenatural. Desto, más adelante, si Dios
quiere.
Padre Leonardo Castellani.