Sermón
imaginario
No voy a hacer hoy el paralelo entre
estos dos símbolos, lo he hecho ya más de una vez, y lo puse en mi libro.
Hablaré de algo importante que hay en este milagro, el nacimiento en el hombre
de la religiosidad.
Hay un rasgo cómico en este milagro,
que no escapó a Juan de Maldonado: el gesto de San Pedro. Hay rasgos cómicos en
el Evangelio: o mejor dicho, humorísticos: lo cómico no está reñido con lo religioso:
más bien al revés, lo humorístico es como el confín de lo religioso: aunque no
lo crean algunos devotos almidonados que quisieran todos fueran tontamente
solemnes, como ellos. Existe lo chistoso, lo irónico y lo humorístico, y todos
tres pertenecen al género: “lo cómico”. Lo chistoso es lo superficial: lo
irónico está en el confín entre lo superficial y lo ético; y lo humorístico en el
confín entre lo ético y lo religioso. Lo religioso no es lo humorístico, pero
hace uso de lo humorístico. Lo religioso es patético; es decir, serio y
afectivo.
San Pedro se arroja a los pies de
Cristo y dice: “Apártate de mí, Señor, porque soy un hombre pecador”. Maldonado
ve lo cómico e increpa a San Pedro diciendo: “Pedro, no puede apartarse, estáis
los dos en la misma barca, y ésta, llena de peces; y por el hecho de ser
pecador debes decir: “Acércate a mí, Señor, y no apártate de mi”…Pero el gesto
de San Pedro es cómico por fuera, y muy serio por dentro; como son tantas cosas
en la vida; y en realidad todo lo humorístico (que no es lo puro chistoso o
chusco) es siempre así: tiene un carozo serio. Los chistes de Tía Vicenta, p.
ej. no son humor, en general: son chuscadas, o a lo sumo sátira, es decir, ironía: la cual está, como dije, entre lo superficial y lo ético,
mientras el “humor” está en el confín
de lo religioso. Por ejemplo si yo digo: “¡Oh, dichosos tiempos de la niñez, cuando a uno le dan azotaínas”, hago un
chiste o una ironía: pero si digo: “¡Oh, dichosos tiempos de la niñez, PORQUE a
uno le dan azotaínas!”, hago humor (aunque sea barato) porque eso tiene miga.
Parodia ese lugar común del vulgo: “¡Oh, los dichosos tiempos de la niñez”, que es bastante
discutible.
Lo que hay de serio en San Pedro es el
nacimiento de la religiosidad. ¿De donde nace la religiosidad, ese afecto que es
previo a la religión, y es inherente a la naturaleza humana? ¿Del miedo? Un
poeta latino muy corrompido lo dijo así:
A los primeros Dioses en el mundo
El miedo los creó
Al caer los rayos fulgurantes…
Y eso repiten hoy algunos psicólogos
(pseudopsicólogos) como Ribot y Leuba.
Con lo cual saltan algunos pseudopsicólogos cristianos y gritan:
¡Mentira! ¡La religiosidad nace del amor!, y también se equivocan.
La religiosidad es un afecto más
profundo que las 9 “pasiones” de Aristóteles: es una mezcla de temor (no
terror) con admiración y a veces amor, pero no es un efecto compuesto: es simple
y primitivo, quizá el más primitivo de todos, la primera determinación de la
afectividad. Exactamente dicho es un “sobrecogimiento”, una impresión de
apocamiento, anonadamiento, o “indigencia” (como lo llama Santo Tomás) delante
de una cosa grande, más grande que el hombre, inmensamente grande aunque no
terrorífica, que los ingleses expresan con la palabra (intraducible en castellano)
AWE; digamos “reverencia”.
Este afecto irrumpió en San Pedro al
ver un hombre que sin decir una palabra hizo que los peces, que son el bicho
más pícaro que existe, se precipitaran todos a las redes. Pedro había visto ya
los milagros de Cristo, incluso uno que quizá no le hizo demasiada gracia,
cuando Cristo le curó la suegra. Pero este milagro pescaderil fue el que lo
anonadó, lo hizo sentirse pecador, y poca cosa –y nada.
Como Uds. saben Cristo llamó tres veces
a sus Apóstoles: primero a su amistad, a que fuesen sus camaradas; 2º a la
religión A, a que fuesen sus Discípulos;
y 3º a que fuesen sus Apóstoles. Al comienzo
fueron Simón, Pedro y Andrés su hermano, que eran discípulos del Bautista,
adonde Jesús y le dijeron: “Señor ¿Dónde vives?” y El respondió: “Vengan a ver”, y los llevó a su carpa y allí pasaron
la noche; “camaradas” literalmente; después de lo cual se volvieron a sus barcas y redes; diciendo sin
duda:”Si es simpático, pero muy muy
santo no parece, no tan santo como el Bautista. Puede que sea el Mesías, el
Bautista dijo algo de eso, pero realmente no lo parece. En fin, ya veremos,
vamos a volver otro día a oírlo, dice cosas estupendas” –primera llamada.
La segunda vez los llamó a la
religiosidad. A que fue en esta ocasión, a creer que Él era algo sobrehumano, el Mesías,
enviado de Dios; por lo cual dice el Evangelio de Dios “dejadas sus redes y sus
barcas y su padre (en el caso de Yago y Juan--) lo siguieron”. La 3ª llamada
fue cuando bajando del monte, donde había orado toda la noche, uno por uno los
llamó a todos por sus nombres, y los hizo de Discípulos, Apóstoles –o sea Enviados.
La religiosidad no es la religión; pero
sin religiosidad no puede haber verdadera religión, ella es la base. Hay tres clases de religiosidad, la
religiosidad A, la religiosidad B y otra intermedia, la religiosidad A’, por
llamarla así. Esta distinción no es moco de pavo.
La religión A es la correspondiente a
la religión natural (“dentro de la inmanencia, que diría Paco Romero) la
religión de los paganos (religiosos) como por ejemplo en nuestros días Ghandi y
(quizá) Ramakhrisma; y en la antigüedad innumerables nombres, Sófocles,
Alejandro, Cicerón, Catón, César, Epicteto… Es la religión dentro de los límites
de la razón: pues la razón humana puede conocer (y debe) la existencia de Dios,
de la ley moral, y de la sanción justa de justos y malvados; y por ende,
también la vida futura. Porque lo que es en esta vida, la sanción justa de
justos y malvados…Esto es absolutamente necesario creer para salvarse, por
creerlo efectivamente, no saberlo solamente de memoria. Desta religión A, por
medio de un “salto cualitativo” se pasa a la religión B.
La religiosidad B corresponde a la
religiosidad sobrenatural; es decir, a la religión del Misterio, el
Cristianismo. Esta debe tener como soporte la religión A dentro della; de otro
modo es cristianismo endeble o “mistongo”; supuesto que la Fe se asienta sobre
la Razón, en lo que llaman los Preámbulos o Vestíbulo de la Fe; o sea las cosas
arriba dichas; porque la Fe es razonable, y creer una cosa sin tener fundamento
serio, es superstición o bobería.
Esta es la razón, creo yo, de que
tantos que salen de colegios religiosos, pierden después la Fe –no digamos de
los colegios irreligiosos, esos no pueden perderla, porque nunca la han tenido,
si es que Dios no ha hecho un milagro. Este muchacho aquí es bautizado,
confirmado, primocomulgado, y durante 5 años ha oído misa y comulgado todos los
días porque lo llevaban; sale del colegio, y a los seis meses es comunista,
como el Doctor… bueno, el doctor N.N. hay muchos. Probablemente le fallaba la base,
es decir, la religión A.
Pero, ¿no le enseñaron Apologética en
4º año? Si. Yo he enseñado con valentía Apologética en un Colegio con el
bendito manual de Marín Negueruela. Eso no sirve. (¿o será que yo no sirvo?).
La Apologética es una falsa ciencia: se propone responder a todas las
objeciones contra la religión a la vez; es decir, refutar todas las herejías en
ensalada rusa: la existencia de Dios y el proceso de Galileo, la inmortalidad
del alma y la Inquisición Española, el infierno y la evolución de Darwin… No da
resultado, los muchachos se aburren y salen creyendo menos que antes. Debe
estar bien, ya que lo hacen; pero… yo cuento una experiencia.
Sospecho que es mejor cambiar la
cátedra de Apologética por una Cátedra de Religión A: que Dios existe y es
premiador de buenos y castigador de malos, que San Pablo dice es lo esencial:
“Para aproximarse a Dios, es necesario creer que Él es y que a los que lo amen
los recompensará”, dice el Apóstol. Para
enseñar eso no se necesita un año entero
con tres clases semanales, sobran seis meses con una clase. Y eso es
indispensable, dice San Pablo.
Dirán Uds. De que sirve ese galimatías
de Religiones Alfabéticas ¿no somos ya todos cristianos, somos por caso
paganos? Puede servir aunque más no sea, para la educación de los niños. Días
pasados me pidieron una conferencia sobre: El niño y la Religión. Respondí que
yo nunca he tenido niños; pero luego recordé que yo también he sido niño
–aunque parezca mentira. De modo que si diera la conferencia, diría en suma que
a los niños hay que enseñarles la Religión A. Y
entonces ¿porqué la Iglesia nos embute el catecismo en la cabeza cuando
niños, que es la Religión B? La Iglesia es sabia. La sabiduría de la Iglesia
nos embute en la cabeza la Religión B en forma mitológica (lo mismo que bautizarlos
recién nacidos) la religión B hay que darla al niño en forma de mitología, o
sea, cuentos de hadas, pero cuentos que son verdad: el niño Jesús, la estrella
de Belén, los Reyes Magos, un padre en los cielos, una madre en los cielos
María Santísima, y también que a Jesucristo lo mataron los judíos ¿y quien si
no? Y después resucitó. No hay que cargar sobre
el niño el peso de la Cruz, lo saben las madres, empezando por la Iglesia,
instintivamente. Si tienen la religión A en envoltura de imágenes, más tarde
cuando sus intelectos choquen con el Misterio, adquirirán o asimilarán la
Religión B, --si quieren.
Kierkegord quien fue educado frente a
un crucifijo y frente al Pecado, decía: “Yo nunca conocí el Jesús de los
niños”, y su padre solía decirle: “Pobre niño, vas a una desesperación
tranquila” Pero deso tenía la culpa el padre.
Se puede errar aquí por exceso, como
antes marqué el error por defecto; porque para ser profesor de religión no
basta ser peronista, como pasó en otros tiempos –y ahora tambien a veces.
No hay más tiempo, y no he hablado de
la Religión A’, ni de otros puntos que habría que precisar; paciencia, ya habrá
ocasión, hay más dias que longanizas –si es que Dios nos prolonga los dias de la
ya longa vida… A mi me van a sobrar longanizas.
Dirán Uds. ahora: ¿Tuvieron los
Apóstoles la Religión B después de haber sido llamados al Apostolado? Pues no,
creo que no todavía… ¡Después de Pentecostés! Como ven la Religión B no es cosa
de soplar y hacer botellas.+
Padre Leonardo
Castellani.
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