miércoles, 29 de marzo de 2023

 

 

 

SIN JUSTICIA SOCIAL NO HAY NACIÓN.

 

LA JUSTICIA SOCIAL Y EL LIBERALISMO, EN CUALQUIERA DE SUS MODALIDADES, IZQUIERDISTA O DERECHISTA, SON PROPUESTAS IRRECONCILIABLES. AMBAS ENEMIGAS DEL PUEBLO Y DE LANACIÓN.

EN EL PRESENTE ARTÍCULO SE DESCRIBE LA VERGONSOZA EXPLOTACIÓN  HUMANA  DURANTE UN GOBIERNO LIBERAL, SIN QUE, PARA IMPEDIRLA, MUEVAN UN PELO LOS HONORABLES DIPUTADOS Y SENADORES “DEMOCRÁTICOS”

 

 EL LIBERALISMO  ESTÁ ENVENENADO DESDE SUS ORIGENES JUDEO/CALVINISTAS; DISFRAZADO DE “DEMOCRACIA” .           ES EL GOBIERNO DE LOS RICOS CONTRA LOS POBRES,  REPUDIANDO Y ESCLAVISANDO A LOS ABORÍGENES, A LOS POBRES, A LOS GAUCHOS, PROVOCANDO MISERIA INAUDITA.

 

DE LA VIDA DE LOS HACHEROS EN LA SELVA MISIONERA, POR EJEMPLO, SE CUENTAN ESCENAS  ACIAGAS Y TREMEBUNDAS. SERÍA APROPIADO QUE LOS POLÍTICOS LADRONES QUE TANTO ABUNDAN EN NUESTRO PAÍS, RETRIBUYAN CON SU TRABAJO DE HACHEROS, HASTA SALDAR LO QUE ESTAFARON.  AUNQUE SON MUCHOS HAY MADERA PARA TODOS.

 




 Poco ha cambiado el antiguo régimen de explotación. El primitivo obraje de paño ya no existe. Pero, en cambio, después de un largo paréntesis  que alcanza los últimos años del  siglo XIX, paréntesis dos  veces secular, en que el hombre y la sociedad se arrullan de holganzas prolíficas, aunque con interrupciones espasmódicas que perfilan su carácter; después de esa gran pausa virgiliana de siglos, se instala el nuevo obraje de la industria  forestal, con aquel  su viejo régimen de explotación humana.

 

Habían empezado a tenderse las líneas férreas y, también, a encadenarse  el hombre a su destino de paria. Comenzaron las levas del trabajo. Y el sufrimiento se hizo ley de los pobres. Con el tiempo se perfeccionó el régimen de la explotación, la voracidad del capitalismo se acentuó, fue más inicua su acción y el derecho fue sepultado por la necesidad. El pobre hachero se volvió más pobre y si bien,  en los cincuenta años que lleva este nuevo régimen, ha hecho germinar dentro de sí una vaga idea de rebelión, sigue, sin embargo entregando su vida al obraje por necesidad.                     ¿  Qué otras perspectiva tiene y hacia donde dirigir sus pasos?

 

Ahí está el obraje. Los jornales prometidos son buenos. Y aunque sabe que será engañado, el peón se dirige al obraje. “a lo mejor… quien sabe”, son sus  susúltimas  palabras  de esperanza. Y se alista. Luego , el obraje se apodera de él.

 

¿ Y qué es el obraje? El obraje es una institución. Pero antes es un capital. No necesita el obrajero, por desgracia, una gran fortuna para instalarse. Le bastan unos miles y un largo y cómodo crédito comercial.

 

Y premunido de sendos contratos de leña, cerca de una línea férrea, en pleno bosque, este pequeño capital se instala y, a poco, constituye el centro de una vasta organización . Ahí está el aserradero, la pequeña choza del patrón, el carro aguador que ha de transportar el agua hasta los campamentos, cuando estos, a medida del trabajo, se internan más y más en el monte. Pero, también ahí está la proveeduría: única razón del obraje. No hace falta más. El industrial se ha instalado  y comienza su labor de caza. El contratista, mano larga del obraje, conduce, atrapa y entrega al peón .

 

Han arribado ya las largas caravanas de los desheredados. Y en torno a aquel pequeño capital, se han reunido los hombres, constituyendo un centro de población. Ahora ya se ven carros, “zorras”, animales, útiles de trabajo. Ya se ven las primeras chozas y ranchos. Y, en medio de la selva, poco a poco, se va formando el enjambre y un murmullo de actividad resuena como el canto del mar, y mientras se espera la orden del trabajo, que no tarda en llegar o que llega cuando han contraído nuevas deudas con el patrón, se bebe y se juega hasta entregar  al obraje el último centavo de anticipo contractual.

 

Por fin el enjambre se dispersa. Los parias se internan en la maraña del bosque. Los carros y los animales les siguen y, pronto, en aquel primitivo centro donde una población pretendía  echar los cimientos de una sociedad, el ruido del trajín y de la alegría se apaga.

 

Los hombres con sus esperanzas, con sus sentimientos rudimentarios de asociación, con sus atados de ropa, con todo lo que trajeron, han sido devorados por el bosque, sepultados en la vastedad del silencio, bajo las frondas que cubren sus sacrificios inútiles.

 

 

Allá distante el uno del otro, el hachero vive, trabaja, come, duerme, sufre, muere.  Largas distancias le separan de los que, como él han sido distribuidos por la organización despiadada del obraje. Allá , ahora resuena el eco de las hachas, Pero no se oyen las queja del dolor de los cuerpos, y sólo de vez en cuando el canto de una vidala, lleno de emoción y de pena.

 

El trabajo es libre, el hachero no tiene horario ni control. Trabaja a destajo. Forma la pila de leña. El obraje la recibe cercenada, disminuida. Los carros la recogen para  transportarla al lanchón de embarque, sobre la línea del tren, o al lugar donde espera el horno para la elaboración de carbón.        Los sábados, o una vez al mes el peón se dirige al “pueblo”, entrega su libreta , recibe la proveeduría , constatando que se le roba , bebe , grita , juega y vuelve a su rincón , en el bosque , a uncirse pacíficamente al yugo del trabajo.

 

El peón está indefenso frente a la poderosa organización del obraje. Al industrial lo ampara la ley. Porque la ley ampara al capital. Al hachero no le ampara nadie. ¿Dónde está el Estado? ¿Dónde quien legisle por él, quien le guíe o  socorra?¿Donde quien le escuche o comprenda? No tiene a nadie.

 

El Estado es una palabra en boca de algunos gobernantes. Las más de las veces, hay entre esto y los industriales un mutuo acuerdo, un perfecto entendimiento y, acaso, la misma vocación. Como resultado de esta armonía de intereses recíprocos, el obraje representa al Estado en el bosque, con sus policías, con sus jueces, con sus recaudadores, con sus receptores, nombrados por indicación del patrón. Y representa a la ley del Estado con todo el rigor  y el imperio que  la ley tiene para el paria , por el débil , por el desheredado. El ejercicio de tan amplias facultades, en cierto modo, delegadas por sus gobiernos, convierten al obraje en una institución.

Ahora bien ¿en qué se diferencia nuestro obraje del obraje de antaño?  En nada, absolutamente. Por el contrario el régimen de la explotación se ha perfeccionado y sus procedimientos se han hecho más arbitrarios. Lo mismo que antaño, el hombre es cazado, el hombre es engañado, y esclavizado. Lo mismo que antaño la justicia es endeble, el trabajo cruento, el sufrimiento inútil, el dolor despreciable. Pero los indios tuvieron, por lo menos, una legislación de amparo que constituye todavía el orgullo de España y que hoy, tres siglos después, no tenemos.

 

De nada han valido las fuertes raíces de nuestra tradición agrícolo-ganadera ni las enseñanzas del nativo que permitieron a  los españoles sembrar las llanuras santiagueñas. El obraje de paño ha sido substituido por este nuevo obraje que, aparte de la explotación humana y la devastación forestal, ha arruinado a la provincia y ha dejado sus campos sembrados de troncos e inútiles para la labor agraria.*

 

 

Oreste di Lullo

(Publicado  en la revista Dinámica Social, hace más de sesenta años).

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