OTRA
VERDAD HISTÓRICA OCULTADA.
CUANDO
CAYÓ EL FASCISMO, Y SU OBRA RELIGIOSA, ARRASTRÓ AL VATICANO, POCOS AÑOS DESPUÉS,
HACIA EL LIBERALISMO, IMPUESTO POR
Artículo firmado por
“Sempronio”, publicado en Dinámica Social”
PARA
LOS QUE QUIEREN OLVIDAR
Bajo el mismo título que encabeza estas páginas, la revista Histonium recuerda el aniversario de la firma de los Pactos de Letrán, con un editorial de Sempronio del cual reproducimos las partes más salientes.
El 11 de febrero de 1929
fueron firmados en Roma –entre
Esta nota está dedicada en
particular a los muy jóvenes que ignoran y no se preocupan de enterarse, y a
los que, animados con espíritu sectario, quieren olvidar y hacer olvidar. Los
insignes actores del histórico acontecimiento hace tiempo que duermen en paz;
paz lograda por algunos de ellos a
través de tragedias y tempestades de odio.
Muchos de los errores
cometidos por aquellos que se erigen en críticos y jueces frente a los hechos
de su época, no siempre se deben a mala
fe o ignorancia. Según nosotros, dependen en gran parte de una natural miopía que impide colocar ideas,
acontecimientos y personas en la indispensable perspectiva histórica.
Esta es indudablemente la
razón por la cual inclusive muchos de los que pertenecen a la generación de
la “Conciliación” siguen sin medir
plenamente su extraordinaria trascendencia.
Los Pactos de Letrán
resuelven dos series de cuestiones que por ser paralelas desde cierto punto de
vista, no dejan de coincidir en un solo hecho: las relaciones entre el Estado y
Con el paganismo, el problema
no existía, porque los poderes estatal y religioso se identificaban co solamente
en las instituciones, sino también en las personas. Tampoco existió durante los
tres primeros siglos del Cristianismo.
Era preciso llegar a Constantino
y al Edicto de Milán para que el problema se impusiera en todo su dramatismo .Al
injertarse la religión católica en la vida pública, se enfrentan la autoridad
religiosa y la autoridad laica, Papa y Emperador, Iglesia y Estado.
Y junto a este problema de
orden teológico, filosófico, jurídico, el otro: el político, del poder
temporal. Es imposible establecer una línea de demarcación entre los dos, aun cuando el primero irá
resolviéndose en las etapas del pensamiento humano, mientras que el segundo
deberá esperar mil seiscientos años para su solución definitiva.
Esta separación no se
advierte en Constantino, y menos aún en Pipino y Carlomagno. Las relaciones de
estos soberanos con
El emperador, que ya había
asumido el título de rey por “gracia de Dios”—encabeza sus actas con la fórmula
“En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Carlos coronado por Dios,
grande y pacífico emperador…”. Independencia y soberanía frente a
Cambiaron los tiempos.
Desapareció el imperio carolingio; naciones surgieron y se afirmaron.
Papa y emperador. Iglesia y
Estado. ¿Quién manda a quién? El emperador lo es por gracia de Dios; el Papa nace
soberano por la misma gracia. Los jerarcas de
Esta lucha dura siglos.
Concluye en Worms, con el Concordato de 1122: el emperador renuncia al derecho
de la investidura espiritual, dejando a
Pero nunca se pronuncia la
palabra “fin”. En cada etapa importante de la historia el dualismo estalla en
forma de alta tragedia. Federico Barbarroja y Alejandro III; Federico II e
Inocencio III;
Finalmente, la solución
francesa que pretende negarlo y borrarlo todo. Luego Napoleón: el cauce en el
cual la creciente se disciplina y se organiza; la síntesis del Estado después de la
pulverización de todos los sistemas. Otra vez el imperio, pero con distinto
empuje interior, puesto que sobre las herencias de Carlomagno, Otón, Carlos V,
habían pasado Francisco de Asís , los Comunes y el descubrimiento de las Américas, cismas y herejías, la invención de
la imprenta, Humanismo y Renacimiento la formación de los grandes estados
nacionales, el triunfo de las ciencias; Bacon, Descartes, Galileo,
El imperio napoleónico pasó
más rápidamente aún que el de los carolingios.
En Italia, revolución del 21,
del 31, del 48. En el 49
Y la revolución sigue
marchando. Francia aliada de Piamonte se arroja contra Austria, la otra defensora
del Poder temporal. Garibaldi ocupa el reino de los Borbones que constituía su
defensa meridional; los plebiscitos de 1860 le quitan a
Cavour el 10 de octubre de 1860,
dice: “Nuestra estrella solar es la que nos permite hacer que
Para el conde Cavour, Roma
capital de Italia representaba la realización de un ideal ético-religioso,
mientras que, desde el punto de vista más estrictamente histórico, constituía
el fin de las rivalidades regionales.
Para los más altos exponentes
del pensamiento y de la política italiana del siglo XIX, Roma capital y la
solución definitiva de las relaciones entre
Entre tanto: clamorosas
intervenciones de Napoleón III, solemnes declaraciones de cardenales y obispos
, intransigencias de partidos, llamados de poetas y de escritores. Insurrección
de Garibaldi, herido y derrotado en Aspromonte por las tropas nacionales.
Humillación del “convenio” de 1864 entre Francia e Italia, mediante el cual
ésta se compromete a no ocupar el
territorio pontificio y a consentir la formación de ejércitos extranjeros para
la defensa de aquel Estado. El grito: “Roma o muerte” repetido por Garibaldi en
Mentana, ahogado esta vez por las tropas francesas. Insurrecciones,
represiones, lutos, intrigas.
Roma ocupada finalmente por el ejército italiano, presenta esta
absurda situación: el Papa prisionero en
su Palacio; el Rey de Italia y su
gobierno considerados como ilegítimos y usurpadores.
Frente a la intransigencia de
Posiciones extremas de las
dos partes; disgustos y equivocaciones de consecuencias gravísimas en la
política exterior e interna.
Y esto, durante sesenta años.
En ese lapso, pasaron sobre Italia las tempestades de las guerras de África; de
los movimientos revolucionarios de Sicilia, Lombardia y Lunigiana; los
extremismos políticos religiosos del primer decenio del siglo; la guerra de
Libia. Pasó la primera guerra mundial, con la desaparición de los herederos de
la tradición occidental –los imperios arustríacos y germánicos--, mientras que
en Oriente se derrumbaba el imperio Ortodoxo. Lenín recogía el testamento de
Robespierre y de Marx, proyectándolos hacia los polos del absolutismo
dialécticos.
Y el problema seguía mas vivo
y actual que nunca.
La subversión se adueñaba
prácticamente de media Europa católica, en tanto que minaba la otra mitad. En
Italia –ya decaído el prestigio y la autoridad estatal—el marxismo dominaba con
sus promesas y violencias arrolladoras. En vano se le oponían una burguesía
desorganizada y sin fe y una formación política que afirmaba ser católica por
inspirarse en los principios de la
“Rerum Novarum”.
El clero debía permanecer
encerrado en los templos que se iban
vaciándose de fieles. En alguna región, muchas iglesias se clausuraban. Crecía
el porcentaje de matrimonios solamente civiles, de uniones libres, de niños sin
bautizar. La cultura acometía directamente al dogma desde cátedras, diarios,
libros, asambleas públicas.
Y el problema de las
relaciones entre Italia y
Llegó el fascismo. Antes aún
de adueñarse del poder, impuso el respeto por las Iglesias, defendió a los
fieles en la práctica del culto permitió con su presencia el desarrollo de las
grandes festividades religiosas. Al mismo tiempo, iba estableciendo los
principios morales del individuo, de la unidad familiar y de la sociedad.
En el año 1921 –cuando nadie
creía en el triunfo del fascismo--, se oyó en
“Afirmamos aquí que la tradición latina e imperial de
Roma está representada en la actualidad por el Catolicismo. Si, como lo
afirmara Momsen, no se puede permanecer en Roma sin una idea universal, yo
pienso y declaro que la única idea universal que hoy existe en Roma es la que
irradia el Vaticano”.
Y tres años después –en pleno
triunfo de la revolución fascista—la misma voz proclamaba; “La unidad religiosa es una de
las más grandes fuerza de un pueblo. Ponerla en peligro, o tan sólo rebajarla,
es un crimen de lesa nación”
Sobre la base de estos
principios religiosos e históricos, las dos altas potestades se encontraron,
reconocieron y conciliaron. Y fueron sellados los Pactos de Letrán.
En el Tratado, art. 1º, “Italia reconoce que la religión
católica, apostólica romana es la única
del Estado”. Art 20º: “
En el Concordato, art.34º: “Italia reconoce al sacramento del
matrimonio arreglado al derecho canónico, todos los efectos civiles”. Art.
36º “Italia considera como fundamento y
coronamiento de la instrucción pública,
la enseñanza de la doctrina católica según la forma legada por la tradición
católica”.
El gran Papa Pío XI, --heredero y custodio de dos mil años de
gloriosa tradición—daba pleno crédito a la lealtad y a la firmeza de un régimen
revolucionario de apenas diez años. Benito Mussolini cumplía el ciclo del
Resurgimiento y restablecía la unidad religiosa de la nación. La exaltación de
los católicos italianos fué total y conmovedora.
Y esta es la gran Historia.
Diez años más tarde… pero
esta es ya otra historia. *
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