viernes, 30 de agosto de 2024

 

        

 CONTRARREFORMA Y

ANTICAPITALISMO

FEDERICO IBARGUREN.

La Contrarreforma (siglos XVI-XVII) no sólo se define como una reacción de la Iglesia Católica romana contra las herejías religiosas de Lutero y Calvino; como la lucha de los jesuitas contra el anticlericalismo de todo pelaje: librepensador y ateo. Constituyó, en su tiempo, una verdadera revolución cultural dentro de la Cristiandad, abarcando –a fondo y parejamente—el ámbito de la convivencia humana en los diversos aspectos : ético, estético, político, económico y social . En Europa y, además, en otros continentes .

Nuestro siglo, apóstata y negador –utópico y materialista a la vez—ha enseñado  al hombre, desde la edad de razón, a prescindir de su pasado como fuente de experiencias en nombre de un futurismo ideológico              ( agnóstico y positivista ) llamado progreso social . Grave error, ahora se ve. ¡ Si pudiera el mundo volver sobre sus pasos y desandar lo andado en este orden de ideas !

Reconforta, por lo mismo, comprobar que la juventud de mi patria –lo mejor de ella por lo menos—no sigue ese camino suicida de la generación precedente . De nuevo la Tradición es , en consecuencia una “ solución de continuidad “ histórica –acaso la única viable para los tiempos que corren—No sirve sólo de eventual calmante para la jaqueca crónica que enloquece a  la sociedad moderna ; ni abriga la arbitraria pretensión de detener románticamente el tiempo que pasa inexorablemente ante nosotros .        La vida no puede paralizarse como las momias . No es un cadáver. Tiene movimiento.  Porque los pueblos , como los hombres , poseen –en cierto modo—su alma . Y ésta no se mide ni se cuenta con estadísticas ni con números , a la manera de los balances comerciales . Su esencia depende del contenido metafísico más que del continente físico , geográfico o étnico que abraza .

La personalidad y el ser colectivo son , sí , entidades  espirituales dependientes de una CULTURA . En forma tal que , sin ella , no puede haber verdadera libertad ni auténtica soberanía ejercida por sus titulares legales . Ni tampoco puede hablarse, en realidad, de vida histórica de la comunidad de que se trata.

 Puestos así, previamente los puntos sobre las íes en materia tan ardua ,    he de aventurarme ahora –por cuenta propia-- en analogías y correspondencias sobre el tópico, algo más accesibles a la vocación intelectual que sustento.

En primer lugar, se ha dicho que de los capitanes y soldados de la conquista heredamos nosotros el caudillismo peninsular (Renacimiento) ; en tanto que de la Contrarreforma recibimos la concepción jurídica madura (que no es tan moderna como algunos pretenden ) de justicia social en el reparto de los bienes. O sea –contemporáneamente hablando—la iniciativa de acción planificada, dirigida por el Estado, en el terreno del bien común económico.

La madre patria –en virtud del descubrimiento—asentó, es cierto, su tutelar dominio sobre nosotros. Pero no para esclavizar, explotar, corromper, como han hecho y hacen los pueblos anglosajones o la Rusia soviética, sino con una alta misión universalista –civilizadora y redentora a un tiempo—fruto de la espléndida madurez europea del renacimiento católico .            No constituye mera casualidad el hecho de que, los modernos fariseos de las libertades humanas, hayan sido los exclusivos creadores de la sociedad anónima . El invento  del “ holding ”, su inevitable consecuencia—resulta incompatible, en todo sentido con las viejas tradiciones y leyes de España, precisamente ( Partidas- Fuero Real- Nuevas Recop. ).

He ahí, resumiendo, la limpia ejecutoria de nuestro pasado fundador .   Pero una constante histórica como ésta –es necesario aclararlo de antemano—no se forma ni se define por tal o cual elemento aislado .          Se construye con la armonía de muchas notas distribuidas con criterio de valoración jerárquica, pero fundacionalmente independientes entre sí . Diríase una pieza de música donde se subraya –entre sonidos de diverso timbre—un leiv-motiv  o tema central que da sentido arquitectónico al conjunto .

Semejante  leiv-motiv  raigal se llama en América Hispana :  la Contra- reforma .

Y bien, no nos convence el argumento contrario de las izquierdas y liberales de todo pelaje que niegan la precedente afirmación . ¿ Qué en nuestras playas arribaron buscadores de oro y plata vestidos de hierro ? Es cierto , pero esos hombres no trajeron aquí otro capital que su heroísmo y lo dejaron en América sin llevarse , casi nunca , rédito alguno .

Su descendencia heredó ese capital al mestizarse en tres siglos de convivencia con el indígena . Su clase dirigente sentía desprecio por el negocio y la industria (  ver libro VI- Recop. Indias) . La usura estaba prohibida bajo severas penas sancionadas por una legislación protectora de las auténticas libertades del hombre . El ejemplo lo tenemos :                       1) el proverbial despilfarro de los capitanes peninsulares y sus lugartenientes, no obstante haber descubierto los tesoros más fabulosos de la tierra ; y 2) en el celo de la Corona al reglamentar, no sólo deberes y obligaciones de los adelantados y funcionarios que iban al nuevo mundo, sino también el límite de sus ganancias conforme a preceptos de la moral cristiana ( Libro IV y V.  Recop. Indias  ) .

En anglo-América, por el contrario  , hija de la Reforma, la mentalidad protestante impuso a la comunidad su odio contra el concepto romano de la jerarquía política y la equidad social . La aspiración rapaz del capitalismo –individualista y antiestatal—que va implícita en el cisma religioso de que se trata , fue asegurada en América del Norte por una fuerte minoría de propietarios, en leyes escritas que amparaban pretorianamente a los “ricos”. Los pobres, que formaban legión eran explotados sin piedad y despreciados hasta como seres humanos . Sus derechos legales se transformaron en letra muerta por obra de la justicia puritana ( evangélica en la forma pero clasista por esencia ).  Se exaltó el exitismo utilitario , la usura y el crédito . Vale decir , los instrumentos utilizados por la burguesía gobernante para obtener privilegios y , en suma  , mandar políticamente.

La guerra de exterminio al aborigen declarada por el “Pioneer “ yanqui –convertido en propietario de la tierra en virtud del sistema colonial implantado desde 1624—debió correr pareja con la implacable persecución al catolicismo que, --como se sabe—ordena practicar, a riesgo de pecado, el amor al prójimo ( traducido en caridad y trato justo) cual reflejo del amor a Dios. “Sólo queda un enemigo : el catolicismo . Sólo se oye un grito general No Popery—ha escrito Carlos Pereyra (Breve Historia de América )… No se permitía que los miembros de la Compañía de Jesús pisasen el territorio del Estado . Si lo hacían la primera vez se los expulsaba , y la segunda se les aplicaba la pena de muerte  . Estas disposiciones eran semejantes a las de Virginia…”.

En suma, el régimen capitalista contemporáneo –implícitamente protestante y con metrópoli en Londres o en Washington—en ningún momento de la historia trató con sentido de equidad y de justicia (léase verdadero sentido imperial) a los pueblos débiles y razas de color ; cuyos territorios –fuente de riqueza y de materia prima—ha explotado hasta el día de hoy revelando un criterio mercantil de crudo signo imperialista.

Resulta al presente exactísimo el aforismo que, con referencia la historia de Inglaterra nos proporciona Belloc en una de sus mejores obras (Cómo aconteció la Reforma): “ La Reforma –se lee allí—fue un levantamiento de los ricos contra los pobres ”.

El mundo actual –conformado hasta los tuétanos por la mentalidad, costumbres y modos de vida protestantes—está pagando con sangre , sin duda , las funestas consecuencias de aquel largo despotismo de la codicia en los cinco continentes de la tierra  .

Hemos insinuado que Hispanoamérica desde los albores de su cristianización, heredó el caudillismo renacentista por vía del conquistador y la  justicia social  por acción del sacerdote y del misionero.

La implacable “ sed ” de riquezas –característica notable del siglo XVI—tantas veces denunciada por fray Bartolomé de las Casas quedó detenida al sur de Río Grande ( al menos en sus peores efectos sociales ) luego de sancionadas  las  célebres Ordenanzas de Alfaro por S.M.C. Felipe III .       Por ellas (1618) fue suprimido el servicio personal del indígena –esclavitud “de facto”—en toda la extensión de las provincias del Tucumán y de Paraguay, con expresa prohibición de trabajar para los menores de 18 años, y estableciendo entre otras exigencias, el salario obligatorio durante once meses en el  año. Tales obligaciones constituyen, como se ve, un anticipo jurídico-social del Estatuto del Trabajador, que muchos pueblos de la edad contemporánea esperan aun en vano.

La implantación del nuevo sistema –que reemplazó con ventaja al de la Encomienda—hubo de ser planificado sin sentimentalismos –pero con la mística de Trento—por los jerarcas de la  Contrarreforma ( la Compañía de Jesús  ) en vastas zonas del nuevo continente . A los indianos , aborígenes   y mestizos se les dio real oportunidad histórica—salvado el escollo de su inferioridad racial—de participar, así , en lo beneficios del siglo de oro europeo ( que duró dos centurias ), en sus distintos aspectos humanos de comprensión, solidaridad en la convivencia y paternalismo gubernativo.

Las Ordenanzas de Alfaro que entre nosotros hizo aplicar con rigor el gran Hernandarias—terminaron siendo incluidas por Carlos II , en el año 1680 , en la Recopilación de Indias.

Ahora bien: ¿ Con qué criterio la egregia Compañía de Jesús iba a organizar, en las cálidas tierras del Paraguay y del Río de la Plata , sus  famosas “Reducciones” de indios ; reforzando la estratégica y desguarnecida frontera del Imperio Católico con Portugal ?  “ Los jesuitas, al obtener de los monarcas una completa libertad de acción, una dependencia absoluta respecto de los establecimientos españoles, y la seguridad de que sus neófitos no podían ser sometidos al servicio personal –se lee en un ensayo exhaustivo de la Dra. Sofía Suárez—procedieron  a desenvolver un amplio plan de conquista y organización que debía reemplazar con éxito al servicio militar fracasado, solucionar el problema social de la época y salvar la situación angustiosa en que las tribus sublevadas habían colocado a la colonia ”.

Al fin, implantaron los Padres el régimen de evangelización “ en masa ” –anti-individualista--  que pervivió hasta madurar en Hispanoamérica , triunfando de todos los golpes de mano portugueses e imperialistas y de las intrigas , calumnias y acechanzas de la masonería europea : principal interesada en la completa ruina y desaparición de la gloriosa orden ignaciana . Esta , fue traidoramente expulsada de España y sus dominios recién en el año 1767 , en virtud de una insólita real orden del monarca Carlos III.

Y bien, aquel régimen americano, originalísimo para su tiempo, tenía  por esenciales características las siguientes notas –nada anacrónicas decimos nosotros hoy—de considerable interés e imprevisibles proyecciones futuras:

I.              Antepuso el BIEN COMÚN (o de la colectividad) al interés particular individualista. Este principio anti-maquiavélico aplicado a la política, reconoce su raíz en la filosofía del P. Suarez para quien Dios es el que confiere inmediatamente “ la potestad política a la COMUNIDAD ”;    la cual potestad “aun cuando haya sido transferida al príncipe –dice—quedó retenida “in habitu” por el pueblo , pero éste no la puede restringir ni abrogar sino en casos muy graves ”. De ahí sale la doctrina católica ( y no la liberal cuyo padre es Rousseau ) de la SOBERANÍA DEL PUEBLO,  tan deformada en nuestro siglo  (conf. P.G. Furlong S.J. “  Nacimiento y desarrollo de la filosofía en el Río de la Plata ” ).

II.                 Exaltó la tradición americanista  respetando –con fino sentimiento de la realidad—los hábitos y costumbres del nativo  que no fueran incompatibles con los dogmas de la Fe católica           ( idioma, estamentos vernáculos y folklore en general  ).                Se explica, si, que adoptaron los Padres el regimen comunitario de la propiedad en las reducciones no tanto por un exagerado prurito utopístico ( influencias de Platón, Morus y Campanella); sino acaso por combatir el espíritu de “avaricia ” del protestantismo revolucionario oponiéndole una herencia social incásica de gran arraigo y fuerte fondo teocrático , a la vez ,         en toda la América precolombina.

III.              Inculcó el principio de AUTODETERMINACIÓN  de los pueblos, practicándolo de hecho en sus tierras bajo el gobierno tutelar y paternal de los curas rectores ( sólo vigilados por el Superior y el Provincial de la Orden , los que dependían , a su vez ,del General). Con respecto a los funcionarios civiles de la monarquía, no reconocía el régimen misionero superioridad jerárquica alguna. En materia administrativa y económica era independiente, subordinado directamente –y sin intermediarios—al rey de España, a quien en señal de vasallaje pagaba un tributo anual estando exento –por especial privilegio—de todo otro servicio de dependencia ( reales disposiciones de los años 1649, 1663, 1711, 1716, y 1743).

IV.              Impuso la idea COOPERATIVA del trabajo a los naturales reducidos , a la manera monástica de las primeras sociedades evangélicas ; pero adaptada , --esta idea— a las características locales de raza, clima y ambiente . Inspirados en Platón (“ La República ”), los jesuitas combatieron el ocio regimentando a la perfección, aunque sin despotismos, la jornada diaria que se cumplía --entre los guaraníes—por colectivos turnos periódicos de 4 a 6 horas de duración como máximo. El trabajo era allí obligatorio, lo mismo que el descanso ( distracciones, prácticas religiosas y ejercicios de adiestramiento ). Así como también el aprendizaje vocacional o artístico y la danza (conf. José Manuel Peramás  S.J. “ La República de Platón y los guaraníes ”) .

V.                Practicó la más estricta JUSTICIA SOCIAL en el reparto de bienes de la comunidad sobre la base de una permanente tutela de la autoridad en la distribución del consumo . “ Este régimen era indispensable debido a la imprevisión , pereza , poca economía y glotonería de los naturales ” ( Sofía Suárez, ídem ).

VI.              Convenció a las tribus indígenas --por medio de la organización, el ejemplo y las buenas obras—educándolas metódicamente con un sentido TEOCRÁTICO (contrarreformista) en las ciencias, artes y prácticas de la vida moderna. Por obra de la liturgia, música y el canto los misioneros consiguieron agradar a los indios, despertar sus corazones y atraerlos a la Religión Verdadera, aislándolos –a designio—de toda contaminación exterior ( léase penetración capitalista ). Fue abolida la pena de muerte entre los guaraníes ,  y sólo la cárcel y los azotes estaban permitidos ; pudiendo el preso , en cada caso , apelar ante el Superior Provincial por la sanción impuesta .

VII.           Reinó permanentemente la DISCIPLINA SOCIAL y el acatamiento a   la JERARQUÍA de los Padres , en el vasto ámbito de la República Guaraní . Debido a los frecuentes ataques de los mamelucos y bandeirantes , dirigidos desde el Brasil , los pueblos reducidos debieron defenderse por sí mismos , permitiéndoles el rey usar –en tal situación—armas de fuego bajo la custodia de los curas rectores ( autorizaciones dadas con fecha: 1640- 1641-1669-1716- 1743, etc.) . Así la MILITARIZACIÓN en masa ( conscripción obligatoria ) fue la consecuencia obligada  y necesaria de aquel estado de peligro perpetuo en que vivieron todas las Reducciones jesuíticas , cercanas a la frontera con  Portugal , durante algo más de un siglo (P.  Furlong S.J. “ Los jesuitas y la cultura rioplatense ”)

Antes de finalizar, lector amigo, séame permitida esta exclamación personalísima de desahogo sincero y patriótico ¿ Y a semejante obra monumental de la Contrarreforma –pregúntome para mis adentros—los mistificadores masónicos de izquierda y de derecha ( repletos , por cierto , de cátedras oficiales ) llaman todavía la “ nefasta obra colonial ” de  España  en  América ?

¡  Basta ya de mentiras y afuera con ellos  ! +

 

Federico Ibarguren.

(Publicado en “Dinámica Social”).

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