miércoles, 16 de noviembre de 2022

 

ROMA

 

Comentario del Padre José A. de Laburu S.J.  al pedido del Santo Padre Pío XII, para que los aliados no conviertan la Ciudad Eterna en otra Hiroshima. Publicado en la revista “Estudios” en mayo 1944.

 

El Papa admitió conmocionado la posibilidad de un ataque aniquilador, considerando que para los protestantes Roma es la sede de la abominación, y para los judíos la cátedra del anti-semitismo; lanzando su angustioso pedido a la humanidad para salvar a Roma de la barbarie.

 

Ahora bien, ¿Qué sucederá cuando la Iglesia se niegue a ser comparsa de la nueva religión ‘noáquida’ impuesta por el N.O.M.  frenando la instalación del Mundo Uno?¿La ‘Bestia’ soportará la ‘ofensa’, o tratará de disuadir a la Iglesia  suscitando nuevamente el proyecto destructor que nos llevará a las catacumbas y a los leones, o al  más efectivo tratamiento eutanásico modelo  ‘Hiroshima’?

 

A continuación el Padre Laburu:

 

¡Roma! Ninguna otra capital ni población del mundo, dice lo que Roma. Ninguna

Todas las otras capitales y poblaciones de la tierra suenan a particular, suenan a nacional.

Roma es la única ciudad del mundo que lo es del mundo entero.

Roma trasciende a lo particular, trasciende a lo nacional.

A ninguna población del mundo se la llama la “Ciudad eterna”, a ninguna se la reconoce con el apelativo de la “Urbe”, la Urbe por excelencia.

Roma la milenaria, la que ocho siglos antes del nacimiento de Jesús ya existía.

Roma la de Pompeyo y Julio César, la de Virgilio y Horacio, la de Cicerón y Quintiliano.

Roma la de los monumentos del Palatino, la de los Foros, la de los Arcos triunfales.

Roma la una del derecho y la fuente perenne de las artes.

Roma la “única”, la que fue Cabeza del mundo “Caput mundi”, cuando los confines del mundo conocido occidental, coincidía con los confines del Imperio romano.

Roma la de la lengua latina, madre de tantas ricas y variadas lenguas, y la de la lengua que pasó a ser la lengua oficial de la religión única verdadera.

Roma la que toda ella es un museo, que atesora lo que no puede encontrarse en las colecciones de ningún otro museo.

Roma la que es un monumental, archivo de la Historia.

Roma la que es la sede episcopal de aquel a quien Jesucristo dejó como representante suyo en la tierra.

Roma la de las catacumbas, en la que como en relicario venerando, se conservan los sepulcro de San Pedro y San Pablo, orlados por millares de cuerpos de santos y de mártires.

Roma la de las Basílicas monumentales y la de las  Iglesias joyeles de arquitectura.

Roma de Rafael y de Miguel Ángel, la de Bernini y de Borromini y la mecenas de los artistas  que en el mundo han logrado la consagración universal en las artes.

 Roma la que en su recinto anida esa “Ciudad Vaticana”, símbolo sublime de lo que vale el derecho, en oposición al poder material de la fuerza bruta.

Roma, Ciudad del Vaticano, donde vive ese representante de Jesucristo, que es el padre de todos, sin distinción de clases, ni de nacionalidades, ni de razas.

Roma la casi tres veces milenaria; Roma la universal; Roma la de todos; Roma la cuna del derecho; Roma al de la lengua madre de las lenguas; Roma la mecenas del arte; Roma la del catolicismo: Roma, tú Roma, no es posible que desaparezcas arrasada.

El Cauro y Atenas merecieron ser respetadas.

Y tú, Roma, ¿será posible que siendo lo que tú eres…?

Con el corazón transido del dolor más lacerante, pide el Papa que Roma sea respetada.

Es el padre acongojado que pide por sus hijos infortunados.

Pide. Porque el Vicario de Jesucristo no dispone, ni le hace falta, de fuerzas de armamentos.

Pide, con el augusto derecho del que aunque inerme y desvalido de toda fuerza material, siente en plenitud conciente la posesión más perfecta de sus derechos a no ser atropellado por fuerza de nadie.

Pío XII pide.

Ese suplicar y ese pedir del indefenso y desvalido de fuerzas materiales, pero revestido de la suma autoridad y sumo derecho, es un pedido que suena a conjuro. Tal es la fuerza del derecho desvalido atropellado.

Y Pío XII, con una ecuanimidad cuajada de Prudencia, al pedir que no se violen sus sagrados derechos, al pedir por Roma, dirige su petición a los hombres responsables de los campos beligerantes

¡Qué lección nos da a todos el Papa!.

Él que tanto sabe y tanto nos pudiera decir, no especifica a quien se debe el haber sido Roma convertida en teatro de la guerra, y quien es el responsable de su posible ruina.

¡Qué sublime lección para todos nosotros que nos vamos distribuyendo responsabilidades, según nuestras cargas afectivas!

Donde hay corazón, se tiene que  sentir una profunda emoción ante ese dolor  y ante esa petición del Vicario de Cristo.

Si es que no hay corazón en quienes la oyen, entonces se comprende el desdén y la conducta exclusivamente utilitaria.

 Y sean las que sean, las ventajas materiales que proporcionen el desoir al Papa, si es que no hay corazón en los que así proceden, a esos tales les falta lo más noble del ser humano, el ser compasivos y el ser buenos.

El Papa pide por Roma, no porque tema que  las ruinas de Roma  menoscaben en lo más mínimo la misión sobrenatural de la sede romana.

Bien conocen los vicarios de Cristo lo que son las violencias y los atropellos.

Desde San Pedro, el que escogió  Roma como sede del Pontificado, y el que sufrió la muerte en Cruz, martirizado por Nerón, hasta Pío VII, desterrado de Roma y preso cautivo por Napoleón, han ido desfilando por el Pontificado Papas hechos esclavos y condenados a trabajos forzados en las minas y a trabajos humillantes de servir de mozos de cuadra en las caballerizas.

De atropellos y martirios sabe mucho el Pontificado.

Pero como sabe de todo eso, sabe también el Pontificado, que mientras sus verdugos y opresores desaparecieron en el baldón de la ignominia, y mientras los poderes de las naciones más poderosas han desaparecido del marco de la Historia, él, en cambio, sin fuerza alguna de poder terreno, ha permanecido incólume a través de veinte siglos de existencia.

Siente con íntima persuasión el Pontificado la razón de este milagro de la Psicología y de la Historia.

Seguro está de Quien es aquel que dijo “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y todos los poderes de los infiernos jamás prevalecerán contra ella”.

Por eso, al pedir el Papa por Roma, no pide por temores personales, no por temores sobre el valor y la duración de la misión que por Jesucristo le fue confiada, sino que pide por Roma, para que ella sea conservada para la Humanidad entera, para que sea sede del Vicario de Jesucristo en la tierra, a la que centenares de millones de católicos tienen como centro de los  afectos de su corazón, no sea destruida.

Roma. Ninguna otra capital o población del mundo dice lo que dice “Roma”. Ninguna.

Todas las otras capitales y poblaciones de la tierra  suenan a particular, suenan a nacional.

Roma es la única ciudad del mundo que lo es del mundo entero.

Roma trasciende a lo particular, trasciende  lo nacional.

¡Qué sentido tan humano y tan profundo, tiene la petición del Papa, al pedir por la conservación de Roma!+

 

Padre José A. de Laburu, S. J.

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