viernes, 18 de noviembre de 2022

 


3ª PARTE

CASEROS… HCE CIEN AÑOS…

 

VÍCTOR LUIS FUENTES.

 

San Juan, por ley fecha 28 de julio del mismo año51, señaló el pronunciamiento con equivalentes términos, apostrofándolo con duras y represivas calificaciones. En el Archivo Americano pueden verse estos documentos oficiales. (Saldías: Hist. de la Confed. T. V).

 

“No sé como calificar lo ocurrido en esta época en Buenos Aires, piensa Hortelano, pues no se comprende  como una ciudad que se decía oprimida y tiranizada por veinte años,ya que no pudo o no tuvo valor para hacer la reacción cuando se aproximó el ejército libertador, al menos después que Rosas perdió la batalla, y en ella todo su ejército, no dio este pueblo la más mínima muestra de regocijo ni la menor prueba de que deseaba la caída del tirano”

 

Esta popularidad, es uno de los razgos más sobresalientes de su gobierno--, fue obtenida desde los primeros pasos dados a favor del bien público, manteniéndose en constante aumento durante el decurso unificatorio del país. Así lo asevera el general Lavalle, cuando desde San Pedro ,con fecha 12 de octubre de 1840, le escribía a su esposa: “No concibas muchas esperanzas, porque el hecho es que el triunfo de este ejército no hace conquistas sino entre la gente que habla; la que no habla y pelea, nos es contraria, y nos hostiliza como puede. Este es el secreto origen de tantas y tan engañosas ilusiones sobre el poder de Rosas, que nadie conoce hoy como yo” (J.M.Rosa, Rosas y el Ejército Libertador-).

 

“…Su presencia (la de Rosas) es señal de regocijo general”, nos comenta Mac Cann en “Viajes a caballo”, y agrega: “Poseía un arte especial para captarse las simpatías de los que lo rodeaban, hasta obtener su confianza, así como la segura obediencia de todos aquellos que vivían bajo sus ordenes”.

 

El uruguayo César Díaz, jefe de la izquierda de Urquiza en Caseros, se extraña así en sus “Memorias”:  “¿Cómo es que en lugar de aceptar la libertad que el ejército aliado les ofrecía, garantizada por la fuerza irresistible de sus armas, se les veía hacer ostentación de un exagerado celo en defensa de su propia esclavitud? En cuanto a mí, tengo una profunda convicción, formada por los hechos que he presenciado, que el prestigio de su poder en 1852 era también mayor tal vez de lo que había sido diez años antes”.

 

¡Asombrémonos! Cavilando mejor no nos asombraremos. ¿Qué piensa al respecto Sarmiento? Leamos sus frases que con impulsiva escritura quedaron grabadas en la biografía de Vélez Sarfield, y nos convenceremos de su afirmación, categórica y sincera, fruto preciado de uno de esos raptos emocionales violentos, característicos de su fuerte y áspera literatura: “Rosas era la expresión de la voluntad del pueblo, y en verdad que las actas de elección así lo demuestran. Esto será un misterio que aclararán mejores y más imparciales estudios que los que hasta ahora hemos hecho. No todo era terror, no todo superchería. Grandes y poderosos ejércitos lo sirvieron años y años impagos. Grandes y notables capitalistas lo apoyaron y sostuvieron. Abogados de nota tuvo en los profesores patentados del derecho. Entusiasmo, verdadero entusiasmo, era el de millares de hombres que lo proclamaban el Gran Americano” (Saldías,  t. V).

 

Hablando sobre la campaña de Caseros y sobre el espíritu de Buenos Aires, el mentado César Díaz insiste: “… se quejaba (Urquiza) y con razón de que no había encontrado en ella la menor cooperación, la más leve muestra de simpatía. Hasta entonces no se nos había presentado un pasado, y rara vez habíamos hallado, ni aún a quien pedir noticias del enemigo. “Si no hubiera sido, dijo, (Urquiza) el interés que tengo en promover la organización de la República, yo hubiera debido conservarme  aliado a Rosas, que estoy persuadido de que es un hombre muy popular en este país”. Y en efecto

¿Cómo explicar de otra manera –reflexiona con asombrosa sinceridad este oriental, jefe del ala izquierda en la batalla—el indiferentismo que habían ostentado ante nosotros, las poblaciones que habíamos atravesado, y la absoluta concurrencia de todos los habitantes de la campaña a las filas del tirano?  Si Rosas, prosigue, era públicamente odiado del pueblo, como se decía, o más bien, si ya no era temido; si todos lo hombres suspiraban porque llegase el día en que pudiesen romper sus cadenas ¿Cómo es que dejaban escapar tan bella ocasión de satisfacer el anhelado objeto de sus deseos?

 

Un hecho, a simple vista sin importancia, considerado deductivamente de dos documentos inéditos obrantes en el Archivo de la Provincia de Santa Fe, se agrega a las pruebas confirmatorias de que su gobierno fue democrático. Evidentemente tenían razón Sarmiento, Echeverría, Lavalle, CésarDíaz, etc., cuando afirmaban que el pueblo “jamás lo había abandonado”.

 

Ocurrió después del pronunciamiento de algunas autoridades de Santa Fe contra el Gobernador de Buenos Aires, y durante el gobierno provisorio de Domingo Crespo. Con el objeto de adherirse materialmente a la llamada “campaña libertadora”, el mentado Gobernador Provisorio dirigióse epistolarmente a Dn. Domingo Basaldúa, Oficial en la zona rosarina con el objeto de que juntara hombres  para engrosar las filas del “Ejército Grande”. Y se expresaba así en una comunicación oficial, fechada el 3 de enero de 1852:

 

“El infrascripto Gobernador interino con el interesante objeto de que el pueblo santafesino  tome una parte en las fatigas como en la victoria de aquella memorable campaña, ha nombrado a V. con esta fecha para que pase al Departamento, que  su juicio y sin perjudicar la guarnición del Pueblo y la que sea necesaria a la campaña deba marchar a incorporarse al ejército libertador; dando cuenta al Gobierno tan luego tenga garantizada sin perjuicio de hacerla marchar conforme a las instrucciones que se le dan al respecto.  El infrascripto espera de su patriotismo federal y honor a la Provincia que V. no negará rendir a la Patria el servicio que se le

exige y que contribuirá al buen resultado de la causa de la Libertad y Organización Nacional”

 

El señor Basaldúa le contesta, en una interesante nota, dándole cuenta del fracaso de su misión, y sus motivos:los gauchos no se unen a sus fuerzas para luchar contra Rosas:

 

“Campamento de Carcarañá. Enero de 1852.

“Doy cuenta a V.E. de mi misión, hasta este momento en que acabo de recibir de V.E. el señor General Urquiza para que marche al ejército para unirme con él, entregando la gente que hasta hoy se haya podido reunir, el Sr. Gorordo, cuyo jefe viene autorizado por V.E. para reunir y organizar toda la gente de este departamento. Yo siento señor el que los paysanos en esta vez no se hayan presentado al servicio con la puntualidad como ha sido su pronunciamiento, pero aún se está reuniendo y espero se reunirán”.

 

Los “paysanos” logrados para la “Libertad”, eran los siguientes, según la nota de Basaldúa:  “De la primera compañía de Coronda hay cuarenta y cinco hombres; de la de  Las Barrancas un piquete de catorce: de la de Castellano catorce y de la de Córdoba cuarenta y nueve”. (Archivo Hist. De Santa Fe, Archivo de Gobierno).

 

El prestigio de Rosas no decayó con Caseros: perduró  idealista en los años adversos… Arraigado con fuertes ligamentos en el altivo espíritu gaucho, se manifiesta con rasgos desconcertantes:

 

“Por eso se defendieron con fanática heroicidad, dice el historiador Carlos Ibarguren (Juan Manuel de Rosas, cap XVIII); por eso veinte años después de la caída del dictador , Cunninghame Graham, vió a los últimos gauchos en la frontera de Bahía Blanca, en Tapalqué, o en Fortín Machado, clavar su facón en el mostrador de la pulpería, echar un trago de caña y mirando al gringo de reojo vociferar con rabia:   “¡Viva Rosas!”.

 

“A pesar, (dice Juan Alfonso Carrizo, estudioso y cultor de nuestra poesía popular), de haber hallado muchísimos cantares de la época rosista, ninguno encuentro contra Rosas”

 

“La confianza del pueblo  (nos afirma un antirrosista)j no le había jamás abandonado” (César Díaz).

 

“Ha llegado el caso de que veamos, tratemos y conozcamos de cerca a Juan Manuel de Rozas, les decía Lavalle a sus oficiales, como a un verdadero patriota y amante del orden” (carta de Guido a Viamonte, en Ibarguren).

 

El literato inglés Guillermo Enrique Hudson, nos habla de él  (Allá lejos y hace tiempo), y al reflexionar sobre él, escribe calificándolo: “…ciertamente es el más grande e interesante de todos los caudillos de Sudamérica”

 

“Que el gran Rosas presida a su pueblo” nos cantaba Rivera Indarte cuando era satélite de su persona. (Silvestre, El Tirano)

 

Y un profesor nuestro pensaba poéticamente, interpretando a su manera estos sucesos:

 

“Cuando llegue la hora fausta de enseñar la vera historia, de inscribirse en las calendas con los héroes inmortales, que haya criollos que vindiquen el honor de tu memoria, y florezcan en tu tumba las estrellas federales”+

*

 

Colofón nacionalista:

Una cáfila de delincuentes políticos unitarios que despreciaban el país,. aplicó contra Rosas y su política nacionalista,  mientras ocupaba el Poder, una campaña de calumnias e infamias, de carácter apocalíptico,  llegando,  al fin, perdido el poco juicio que los caracterizaba, a optar por  la Traición deshonrosa, desapareciendo nuestra Soberanía, la  Libertad y el Bien Común popular.                                                                               

 

Para tener una idea más exacta y dolorosa de la trascendente gravedad de la política de esos cipayos deberíamos saber  que los que tomaron el Poder luego de Caseros, no eran los próceres que nos cuenta la Historia oficial, sino delincuentes y traidores  de idéntica catadura moral y propósitos entreguista a los que durante estas últimas décadas derrumbaron nuestra amada Patria:  Aramburu, Frondizi, Alfonsín, Menen, KK. Macri etc. ¡Ninguno se salva de la ignominia! Estos  fueron y son los mismos personajes diabólicos, sin Dios ni Patria, que los unitarios del siglo XIX.                                

 

Además debemos considerar que a través de sus años de gobernante, Rosas quedó desvalido, sólo en la cima de su poder y popularidad, revoloteando sobre él  las inmundas  harpías alimentadas por los unitarios, con dinero imperialista, lanzándole su veneno desacreditante, para aniquilar su persistente heroísmo: los asesinatos de Dorrego y Quiroga, las traiciones de Lavalle y Paz; los lomos negros; la muerte de doña Encarnación,  de Estanislao López, y de tantos mártires de la furia unitaria; la prepotencia imperialista y las infamias montevideanas, etc. Sólo con su  grandeza de héroe pudo sobrellevar tantas adversidades..*

 

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