2ª PARTE.
CASEROS…HACE
CIEN AÑOS…
VICTOR LUIS
FUENTES.
Hasta el
Gobernador delegado de la Provincia
de Santa Fe, señor Domingo Cullen, con fecha 29 de enero de 1838, dirigíase al
Gobernador Juan Manuel de Rosas y le expresaba, después de varias e interesantes
consideraciones:”…la sabia dirección que ha dado a las R.E., y por la política
y tino con que se ha conducido en los negocios más complicados de la nación
sosteniendo su honor y dignidad, y promoviendo su soberanía, tranquilidad y
engrandecimiento ha llenado al infrascripto de la más agradable satisfacción=
Por lo que conoce a no dudarlo, que mientras estén encomendadas a V.E. los altos
destinos de la Patria,
nadie osará impunemente turbar el orden de que gozan los pueblo confederados,
ni habrá tampoco quien logre destruir nuestras libertades, como torpemente lo
ha intentado un antiguo apóstol de la tiranía Santa Cruz… y sólo le reta
felicitar a V.E. y en su respetable persona al Gran Pueblo de Bs. As. Y a la República toda por la época venturosa que ella
debe prometerse de su saber y patriotismo”. (Carta inédita, en Arch. Hist. de
Santa Fe, vol. 2197).
“Hasta el final de su existencia
política en nuestro país, opina el constitucionalista dr.
Matienzo –adversario por ideas a Rosas—contó
con la colaboración de gran número, sino de la mayoría, de las principales
familias de la ciudad de Buenos Aires y el resto de la República…”.
“Formando
la lista de los miembros de cualquiera de esas legislaturas de la época de la Tiranía (insiste Matienzo)
y muy especialmente de los años 1850 y
1851, que fueron los más obsecuentes y serviles respecto de Rozas, se encuentran
los nombres y apellidos de todos los
altos ciudadanos que actúan hoy en las más elevadas capas sociales. Porque es
práctica entre nosotros que los nietos lleven el nombre de sus abuelos; y así
se encuentran ustedes en la legislatura del año 1851 a Roque Sáenz Peña,
Saturnino Unzué, Lorenzo Torres, Agustín Pinedo, a los Anchorena, Oromí,
Pacheco , y otra infinidad de personas de las principales familias de la
sociedad de Buenos Aires, y si van al resto de las provincias verán que los
nombres de los actuales gobernantes es el
mismo que el de los miembros conspicuos de las respectivas ciudades que figuran
en las legislaturas de los años 1850 y 1851”
“Hubo
hombres tan eminentes como el doctor
Dalmacio Vélez Sarfield (comenta Matienzo) que había sido miembro del Congreso
del año 1825 en la época de Rivadavia, y que fue después redactor de nuestro
Código Civil, --en compañía del dr. Acevedo--, diputado, ministro nacional y
hombre de influencia política innegable, que firmaron y publicaron cartas dirigidas
al dictador, a fines del año 1851, cuando ya el ejército de Urquiza estaba en
campaña, en la que ofrecían su fortuna, su vida y su fama, para defenderlo
contra aquel” (Matienzo, Derecho constitucional).
Bernardino
Rivadavia (h) explicaba su resolución en una carta fechada en El Cerrito en
noviembre de 1843, dirigida Nemedia de la Peña de Santillana. “… el ejército
de los americanos libres y federales, y
que estaban desengañados del estado político
de nuestros países; veía que para conservar
nuestra libertad, independencia y sosiego se necesita un gran hombre que era
sin duda alguna el Restaurador Don Juan Manuel de Rosas, en la República Argentina,
y el Presidente don Manuel Oribe en el Estado Oriental, que de otro modo serían
nuestros países la presa…”, “que su hermano Don Martín y él estaban en casa del
Señor Coronel Don Marino Maza, que era un caballero en toda la extensión de la
palabra, y no como lo trataban esos imbéciles desnaturalizados…” (A. Zinny,
Hist. De la prensa periódica de la R,
O, del Uruguay. 1807/ 1852).
Don Julio
Victorica en su obra “Urquiza y Mitre” al respecto dice: “…merece consignarse
un detalle curioso. El vecindario de
Bueno Aires, cuando ya se conocía el pronunciamiento de Urquiza, hizo por escrito
una manifestación o plebiscito a favor
de Rosas. Los doctores Dalmacio Vélez
Sarfield y Rufino de Elizalde, por estar ausentes de la ciudad no lo
suscribieron, pero a su regreso, dos o
tres días más tarde, firmaron los dos una carta colectiva, adhiriéndose con la
misma espontaneidad y entusiasmo que los demás. (Ésta se publicó en Archivo
Americano). Es bueno que este antecedente se tenga en cuenta (prosigue el
citado) al considerar la acción o el papel desempeñado por estos dos ciudadanos.
Puede agregarse también, como prueba de lo que era el país en aquella época—que
le ley de la legislatura de San Juan, en que se declara “loco” a Urquiza, tiene
la firma del Dr. Rawson”.
El español
Don Benito Hortelano, que era librero y editor, escribió varios años después de
Caseros (en Memorias): “Cuando se
supo en Buenos Aires el pronunciamiento
de Urquiza, la sorpresa fue tan grande así como el anatema fue general…”. “Desde el día que Rosas declaró a Urquiza
traidor, con el agregado del lema, las manifestaciones
se sucedieron unas a otras”. “El día de San Martín el pueblo en masa acudió
a Palermo a felicitar al general rosas”, “…
rodeándole, abrazándole y desgañitándose en aclamaciones y locuras al gran
Rosas”.”Los teatros también preparaban funciones patrióticas. Don Pedro
Lacasa compuso otra pieza cuyo argumento era la traición y derrota de Urquiza.
Otra compuso Don Miguel García Fernandez sobre el mismo objeto. En una y otra
función el entusiasmo llegó al colmo. Don Lorenzo y Don Enrique Torres, el doctor Gondra y otros patriotas federales
pronunciaron discursos entusiastas”. “…Quitados los caballos del coche de
Manuelita, se disputaron las varas”. “…recuerdo a don Santiago Calzadilla,
continúa Hortelano, al hijo, al doctor Agrelo, a don Rufino Elizalde, a Gimeno, a don Rosendo Labardén y
a Toro y Pareja…”
Una
prueba más de su popularidad, de su afianzamiento en las altas y bajas esferas,
de su necesidad para el gobierno, no solamente de la provincia de Buenos Aires,
sino nacional, por su prestigio indiscutible (ya que ejercía un verdadero
protectorado, por expresa voluntad delegada de las provincias, según consta en
las resoluciones de las mismas donde le ofrecen reiteradas veces hasta el mando
de sus propios ejércitos) es la repulsa unámine, –excepto Corrientes—a la actitud del
Gobernador de Entre Ríos. No olvidemos, además relacionados con estos hechos
afirmativos de la unificación en el mando, que el general José de San Martín,
nuestro Libertador, en sus últimas epístolas lo trataba de Presidente de la Confederación Argentina
Transcribo
a continuación, por ser , sobre todo,
casi desconocida, una parte o fracción de las leyes que la Sala de Representantes de la Provincia de Santa Fe
dictara en el año del pronunciamiento. La primera (7 junio 1851) no insertada
en el Registro Oficial de esta provincia, ni en la colección de Leyes y
Decretos, por motivos que ignoro, inédita hasta el presente, se refiere a la no
aceptación de la renuncia que anualmente hacía de sus cargos el Gobernador de
Buenos Aires. Dicen sus exaltados considerandos:
“Que ya
es un dogma en la opinión y creencia de los pueblos, gobierno e hijos de la Confederación Argentina,
el que sólo el ilustre Sr. General Rosas ha podido salvar tantas veces a la Nación del inminente
peligro en que se ha visto, y levantarla gloriosa y esplendente hasta el asombro de toda la tierra: que sólo
ese inmortal Rosas puede conservar a expensas de un saber singular, y de sus inimitables sacrificios y enérgicos
trabajos, los derechos sagrados de la República…” (Actas de la Cámara de Representante de
Santa Fe, foja 43).
La
segunda, como la anterior, dictada en la Sala de Sesiones de la Cámara de Representantes, compuesta
por Urbano de Iriondo, Domingo Crespo, Pujato, Febre, etc. Publicada en el Registro
Oficial, en Leyes y Dercretos, y en estudios personales, como el de
C.T.Argimbau (diario Santa Fe, 1º febrero 1925) dice:
“Considerando
que el pérfido gobierno del Brasil, aliado torpemente con el loco traidor
salvaje unitario Justo José de Urquiza y del bando salvaje unitario que éste
caudilla, ha provocado a la Confederación Argentina
a una guerra suscitada con inaudita violación de toda justicia y
palmatoriamente atroz y bárbara, sin causa, sin declaración y sin miramiento
alguno a la independencia, libertad y
honor de un Estado soberano; que esta agresión horrenda del extranjero ha tenido el loco traidor Urquiza y demás salvajes
unitarios la negra infamia de aliarse contra la Patria un Poder extraño y atentatorio a los derechos
de la Confederación
Argentina, dando así un escándalo monstruoso de alevosía y barbarie
con que los salvaje traidores unitarios se comportaron siempre contra nuestras
instituciones, contra la paz y el orden público de los pueblos; y últimamente
considerando: que hoy ha llegado el caso en que todo el país digno, libre y
señor de sus derechos, impenda con heroísmo y gloria todo su poder, sus virtudes,sus
propiedades y sus hijos en sostén de la sagrada causa que defienden los que
integran la Confederación
Argentina, y que cada uno se apura a llenar tan santa y americana obligación, bajo la sabia y poderosa
dirección del Supremo Jefe de la
Nación, el eminente y esclarecido General Don Juan Manuel de
Rosas, con el cual debemos triunfar o morir según la más vidente justicia y
nuestros públicos juramentos; que en uso de las facultades ordinarias y
extraordinarias que competen a la soberanía del pùeblo de Santa Fe, y de
acuerdo con el sentimiento uniforme y profundo de sus habitantes, acuerda y
sanciona con valor y fuerza de ley, lo siguiente:
“Ar. 1º-
Se faculta plena y omnímodamente, sin limitación ni excepción alguna, al Poder
Ejecutivo de la Provincia
para que sin más orden ni autorización ninguna disponga de toda la Provincia, de sus hijos,
propiedades y cuanto sea util en la defensa de la santa causa federal, y ponga
desde luego en ejecución vigorosa todas las providencias que a este fin
conduzcan.
Art. 3º-
La presente ley será firmada por todos los señores representantes.
Con
idénticos conceptos se pronunciaron las restantes Legislaturas provinciales.
Catamarca, que había actuado de acuerdo a Tucumán, Salta y Jujuy, calificaba
los hechos acaecidos de “pronunciamiento civil, ilegal en sus medios, funesto y
antinacional en sus fines El gobernador
Saravia, escribe Saldías en su Historia de
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