viernes, 31 de julio de 2020


SAN PÍO X
CONDENA AL SIONISMO; USURPADOR DE PALESTINA Y DE LOS LUGARES SANTOS.

ENCUENTRO ENTRE EL PAPA SAN PÍO X Y EL FUNDADOR DEL SIONISMO, TEOODORO HERZL, QUIEN ESCRIBIÓ EL DIÁLOGO EN SU DIARIO (1895-1904), EL 25 DE ENERO DE 1904.
*
Fui conducido al Papa pasando por una cantidad de pequeños salones. Él me recibió de pie y me tendió la mano, que no besé…[…]. Le presenté brevemente mi problema y me respondió con tono severo y categórico:

“Nos no podemos sostener ese movimiento (el sionismo). Tampoco podemos impedir a los Hebreos emigrar a Jerusalén…pero en ningún modo lo podemos aceptar. Aunque no siempre fue santa, la tierra de Jesús, fue santificada porque Él vivió allí. Como cabeza de la Iglesia no puedo decir otra cosa. Los Hebreos no han reconocido a Nuestro Señor, por lo tanto, nosotros no podemos  auspiciar al pueblo hebreo” […]

Pienso que así recomienza el viejo conflicto entre Roma y Jerusalén. Él representa a Roma, yo a Jerusalén […]. Le pregunto entonces: “¿Pero que dice, Santo Padre, de la situación actual?”

Y me contestó: “Me resulta desagradable ver a los turcos en posesión de nuestros lugares santos; pero estamos obligados a aceptarlo. Pero patrocinar a los hebreos para que obtengan los lugares santos Nos no lo podemos aceptar”.

Le hice notar que nuestra motivación eran las penurias de los Hebreos, creyendo así poder dejar de lado la cuestión religiosa.

“Si, me dice- pero Nos, particularmente como cabeza de la Iglesia, no podemos admitirlo. Los casos que pueden presentarse son dos:


* O los Hebreos se mantienen fieles a su creencia y continúan esperando al Mesías; que para nosotros ya ha venido; en cuyo caso niegan la Divinidad de Cristo, y Nos no podemos hacer nada por ellos”.

* O van a esa tierra, sin religión alguna, en cuyo caso menos aún podemos sostenerlos. La religión hebrea es base de la nuestra, pero fue reemplazada por la doctrina de Cristo; desde ese entonces no podemos reconocer su existencia. Los Hebreos deberían haber sido los primeros en reconocer a Jesucristo; pero hasta hoy lo están negando”.

Yo estuve por decirle: “Esto sucede en todas las familias. Ninguno es profeta en su familia”; pero en cambio le dije: “El terror y la persecución no son ciertamente el mejor medio para iluminar a los Hebreos”. Entonces replicó con una simplicidad que desarmaba:

“Nuestro Señor no dispuso de  ningún poder que lo ampare. Era pobre, vino en paz. No persiguió a nadie, más bien fue perseguido. Hasta los Apóstoles lo abandonaron. La Iglesia creció luego de Él; y tras tres siglos se estabilizó. Por tanto, los Hebreos tuvieron todo el tiempo para reconocer Su divinidad, sin ninguna presión externa. Pero hasta el día de hoy no lo reconocieron”.

“Pero Santo Padre –le dije- la situación de los Hebreos era espantosa. Yo no sé si Su Santidad comprende la gravedad de este drama.  Nosotros necesitábamos un país donde instalar a los perseguidos”. Y me replicó: “¿Y ese lugar debe ser Jerusalén?”. “Nosotros no pedimos Jerusalén –le respondí- sino la Palestina, el país profano”. Contestándome: “Nos no podemos auspiciar ese pedido”.

“Santo Padre, ¿Usted conoce la situación de los Hebreos?”. “Si, los conocí en Mantua. Por otra  parte, siempre tuve una buena relación con los Hebreos. Recientemente, una tarde, me visitaron dos Hebreos. Es verdad que existen relaciones fuera de la religión, relaciones de cortesía y de caridad, con las que tratamos a los Hebreos, si ellos también las cumplen. Pero respecto al resto, Nos rogamos por ellos a fin de que iluminen sus espíritus. Justamente hoy celebramos la fiesta de un infiel, que camino a Damasco, se convirtió milagrosamente al verdadero credo (San Pablo). Por tanto, si ustedes quieren emigrar a Palestina, estableciendo allí vuestro pueblo, Nos prepararemos a la Iglesia y a los sacerdotes para bautizarlos a todos”.




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