SAN PÍO X
CONDENA AL SIONISMO; USURPADOR DE PALESTINA Y DE LOS
LUGARES SANTOS.
ENCUENTRO ENTRE EL PAPA SAN PÍO X Y EL FUNDADOR DEL
SIONISMO, TEOODORO HERZL, QUIEN ESCRIBIÓ EL DIÁLOGO EN SU DIARIO (1895-1904),
EL 25 DE ENERO DE 1904.
*
Fui conducido al Papa
pasando por una cantidad de pequeños salones. Él me recibió de pie y me tendió
la mano, que no besé…[…]. Le presenté brevemente mi problema y me respondió con
tono severo y categórico:
“Nos no podemos
sostener ese movimiento (el sionismo). Tampoco
podemos impedir a los Hebreos emigrar a Jerusalén…pero en ningún modo lo
podemos aceptar. Aunque no siempre fue santa, la tierra de Jesús, fue
santificada porque Él vivió allí. Como cabeza de la Iglesia no puedo decir otra
cosa. Los Hebreos no han reconocido a Nuestro Señor, por lo tanto, nosotros no
podemos auspiciar al pueblo hebreo”
[…]
Pienso que así recomienza
el viejo conflicto entre Roma y Jerusalén. Él representa a Roma, yo a Jerusalén
[…]. Le pregunto entonces: “¿Pero que dice, Santo Padre, de la situación actual?”
Y me contestó: “Me resulta desagradable ver a los turcos
en posesión de nuestros lugares santos; pero estamos obligados a aceptarlo.
Pero patrocinar a los hebreos para que obtengan los lugares santos Nos no lo
podemos aceptar”.
Le hice notar que nuestra
motivación eran las penurias de los Hebreos, creyendo así poder dejar de lado
la cuestión religiosa.
“Si, me dice- pero Nos, particularmente como cabeza de la
Iglesia, no podemos admitirlo. Los casos que pueden presentarse son dos:
* O los Hebreos
se mantienen fieles a su creencia y continúan esperando al Mesías; que para
nosotros ya ha venido; en cuyo caso niegan la Divinidad de Cristo, y Nos no
podemos hacer nada por ellos”.
* O van a esa
tierra, sin religión alguna, en cuyo caso menos aún podemos sostenerlos. La religión
hebrea es base de la nuestra, pero fue reemplazada por la doctrina de Cristo; desde
ese entonces no podemos reconocer su existencia. Los Hebreos deberían haber
sido los primeros en reconocer a Jesucristo; pero hasta hoy lo están negando”.
Yo estuve por decirle:
“Esto sucede en todas las familias. Ninguno es profeta en su familia”; pero en
cambio le dije: “El terror y la persecución no son ciertamente el mejor medio
para iluminar a los Hebreos”. Entonces replicó con una simplicidad que
desarmaba:
“Nuestro Señor no
dispuso de ningún poder que lo ampare.
Era pobre, vino en paz. No persiguió a nadie, más bien fue perseguido. Hasta
los Apóstoles lo abandonaron. La Iglesia creció luego de Él; y tras tres siglos
se estabilizó. Por tanto, los Hebreos tuvieron todo el tiempo para reconocer Su
divinidad, sin ninguna presión externa. Pero hasta el día de hoy no lo
reconocieron”.
“Pero Santo Padre –le
dije- la situación de los Hebreos era espantosa. Yo no sé si Su Santidad
comprende la gravedad de este drama.
Nosotros necesitábamos un país donde instalar a los perseguidos”. Y me
replicó: “¿Y ese lugar debe ser
Jerusalén?”. “Nosotros no pedimos Jerusalén –le respondí- sino la
Palestina, el país profano”. Contestándome: “Nos no podemos auspiciar ese pedido”.
“Santo Padre, ¿Usted
conoce la situación de los Hebreos?”. “Si,
los conocí en Mantua. Por otra parte,
siempre tuve una buena relación con los Hebreos. Recientemente, una tarde, me
visitaron dos Hebreos. Es verdad que existen relaciones fuera de la religión,
relaciones de cortesía y de caridad, con las que tratamos a los Hebreos, si
ellos también las cumplen. Pero respecto al resto, Nos rogamos por ellos a fin
de que iluminen sus espíritus. Justamente hoy celebramos la fiesta de un
infiel, que camino a Damasco, se convirtió milagrosamente al verdadero credo
(San Pablo). Por tanto, si ustedes
quieren emigrar a Palestina, estableciendo allí vuestro pueblo, Nos
prepararemos a la Iglesia y a los sacerdotes para bautizarlos a todos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario