Segunda parte
COMIENZA EL PASEO TURÍSTICO.
La
pintoresca historia de sus viajes por el
mundo comienza cuando, llegado a Chile, ante el asombro de sus panegiristas,
quienes “lo consideran un liberal neto y
nato, desoye a los liberales y se acopla a los conservadores, los oligarcas,
los discípulos del dictador Diego Portales”. Opta maquiavélicamente por el
partido que tenía asegurado el Poder político, para ratear alguna prebenda,
bajo el patrocinio de Manuel Montt ¡y vaya que las consiguió! Desde su reducto
chileno comenzará a repartir coses a diestra y siniestra, contra argentinos y
chilenos, hasta quedar desahuciado y sin amigos, por petulante y agresivo. La
aversión era general contra los argentinos exilados (unitarios), y principalmente
contra él. “Como se comprenderá, la franqueza grotesca, la jactancia de
superioridad, el dogmatismo y el desdén, no son cosas que engendren simpatía”
(Manuel Gálvez, Historia de Sarmiento’). No obstante, cuando en 1835, formando
parte de la ‘Comisión Argentina’, integrada por unitarios, Sarmiento dio
muestra de su filo-chilenismo exacerbado, proponiéndole
a Portales que Chile se adueñe de las provincias argentinas de San Juan y
Mendoza (‘Los unitarios y el capitalismo extranjero’ Juan P. Oliver, Rev.
Del Inst. Juan Manuel de Rosas, XII, 1940). Esta actitud canallesca ni siquiera
entre los chilenos de su calaña moral tuvo acogida; aunque es de notar que
posteriormente repudió también a Chile, cuando ya no tenía nada para
exprimirle, anhelando ser europeo (146).
“Así
nace la idea de su viaje, Mont, que desea salvarlo y favorecerlo –continúa
Gálvez- , aunque también quiere librar a Chile y al gobierno de un hombre harto
comprometedor, le comisiona para estudiar el desenvolvimiento de la instrucción primaria en las grandes
naciones de Europa y en los Estados Unidos, y le hace dar dinero para el pasaje
y para algunos meses de permanencia en el extranjero”; ¡pero el dinero le
alcanza sorprendentemente para más de dos años! Y tanto dinero manejó que
estando en Canadá se avergüenza (443): “al
tomar pasaje en San Lorenzo abajo, vínome el remordimiento de aquella
prodigalidad de dinero con que iba haciendo mis viajes, cual si fuera un
príncipe ruso” ¿Quién le suministró tanto dinero? ¿La masonería que abre
puertas y bolsas? Él sólo menciona que el chileno Arcos le prestó en Filadelfia
“treinta o cuarenta dólares para gastos de la excursión” (451). Sabiendo el
origen de sus fondos podríamos conocer muchos aspectos políticos de sus
‘Viajes’ y de sus actividades secretas. Al fin, con un buen fajo de billetes,
anticipando los que realizarían años después los estancieros de la oligarquía y
los diplomáticos del Régimen, comenzó su viaje con el velado propósito de
consagrarse con su ‘Facundo’; con unción
religiosa, acobardado de descubrir su verdadera personalidad pueblerina.
La
narración de sus ‘Viajes’ no tiene valor histórico pues exhibe tantas
inexactitudes y embustes como arenas del mar; pero como recuerdos escritos
espontáneamente, sirven para mejor comprender su conflictiva personalidad.
“Estas cartas (sigue Gálvez, 246) constituyen lo mejor de su obra literaria… El
libro desborda de colorido, de inspiración, de gracia, de fuerza vital. Es
humano, divertidísimo, ágil… Dos objeciones graves pueden hacerse a este libro.
La primera: los defectos idiomáticos, que por momentos le tornan insoportable
al lector que conoce nuestra lengua… El otro defecto achacable a los Viajes es
la superficialidad. Sarmiento ve lo exterior, el colorido, las cosas, las
escenas y, por excepción, el paisaje. Pero jamás penetra en lo hondo, ni de los
pueblos que visita, ni de las personas, ni de las instituciones, ni de las
obras de arte”. Sus narraciones
entretenidas, sólo descriptivas, fueron principalmente las horas que vivió en
la isla de Mar-afuera, la subida al Vesubio, en las carpas mahometanas, etc.
Pero
cuando trata de profundizar, exponiendo sus puntos de vista se revela como un
bárbaro absoluto (Castellani); con una visión del mundo no diría metafísica, y
menos teológica, ni siquiera iluminada con sentido común, que tanto le
escaseaba, obnubilado por su ideología progresista y su odio al catolicismo.
Conjugó ‘Civilización y Barbarie’, creyó ser civilizado por las ‘luces’, pero
fue un bárbaro por su falta de buen criterio.
Una
vez abandonado Valparaíso, a fines de 1845,
narra sus aventuras correteando cabras salvajes por los cerros de la isla de Mar-afuera. Y allí mismo comienzan
sus extravagancias. Observando los
poquísimos pobladores de la isla, se le ocurrió uno de sus disparatadas ideas; “Como dije a Ud. al principio, aquejábamos
la necesidad de hablar, la primera necesidad del hombre, i para cuyo desahogo y
satisfacción se ha introducido el sistema parlamentario con dos cámaras i
comisiones especiales, etc. etc.” (27) ¿Pueden ponerse como ejemplo del hablar humano los
Parlamentos, donde reina la demagogia partidista y la degradación de la palabra
verdadera? Sólo de su mundo imaginario e irreal pudo habérsele ocurrido la ridícula idea de idealizar las sesiones
parlamentarias. Luego, ya en Washington, al contemplar embelesado el Capitolio,
en una pobre metáfora, obsesionado con Franklin, idealiza la electricidad como la gloria de
la inteligencia humana (457): “desde cuyo
recinto sale la luz de la inteligencia, iluminando toda la nación…[y que
será coronado] por una luz eléctrica que
debía iluminar la ciudad i acaso el distrito de Columbia entero”. Por
supuesto, aprovecha para burlarse de los edificios parlamentarios
sudamericanos: “Acordábamos con
Astaburuaga, quien me servía de cicerone en el examen del edificio, de aquella
camarilla de diputados que habíamos dejado en Chile. En la que los representantes
están ensacados en unas especien de vainas laterales, o si se pudiese llevar la comparación a terreno irrespetuoso,
cual bostitas de cordero en una tripa.”. Comparar a los parlamentarios con
bosta no deja de ser gracioso, irrespetuoso pero verdadero, porque
los que están metidos en la tripa son generalmente incompetentes y
corruptos; aunque él no lo escribió con
este significado. Aunque hubiera deseado se4r parlamentario chileno aún a costa
de estar metido en la tripa.
Continuando
la navegación, dejando atrás las Malvinas, indiferente, sin prestarle atención,
llega al Rió de la Plata
en enero 1846. El capitán de la ‘Enriqueta’, para divertirse a costa suya,
seguramente conociendo su falta de buen humor, se burló diciéndole que las
aguas del Río de la Plata
tenían el color sanguinolento por los degollados en Buenos Aires, lo que bastó
para hacerle explotar su bronca de renegado: “permanecí truste, pensativo, humillado por la que fue mi patria, como
se avergüenza el hijo del baldón de sus padres” (29).
EN
MONTEVIDEO ¡URUGUAYO!
La
‘Enriqueta ancló, luego de 48 días navegando, en Montevideo, sin tocar Buenos
Aires, por supuesto, para estar lejos del ‘Tirano’, por lo que pudiera pasar, pues
su conciencia estaba intranquila y su valor menguado. “Oh, Montevideo! Yo te saludo, reina rejeneradora del Plata! […]
Proscripto de mi raza, un dia vendrá a buscar debajo de tus muros, las condiciones completas del hombre que las tradiciones españolas me
niegan por todas partes” (41)… comenzando con su repudio a la magnífica
obra de España en América. Luego, no más llegando se lamenta el ‘maestro
inmortal’: “las inauditas i osadas
empresas de Garibaldi no han podido nada contra el viejo tirano de esta agua,
Brown…” (31). Sarmiento, fiel a su vil antipatriotismo, aprobó las acciones terroristas de Garibaldi,
cometidas con el apoyo de las escuadras
franco-inglesa y de los unitarios residentes en Montevideo, contra las poblaciones del Litoral en las
costas del Paraná, violatorias de la
soberanía nacional. Además del infamante
palo al héroe naval fueron palabras
suficientes para
que sus ‘hermanos’ masones las asuman como un dogma, erigiendo en la plaza Italia de Buenos Aires,
un oprobioso monumento al pirata Garibaldi.
Por
si quedasen dudas de su falta de lealtad patria, escribió:
“el enemigo que cercaba a Montevideo, lo era mío también”… (33), ese enemigo eran argentinos
¡federales que luchaban contra los
imperialistas! Además de chileno en Chile, en Montevideo se consideraba
uruguayo, como luego ansiaría ser francés, y yanqui ¿Semejante desarraigado
puede ser el maestro por antonomasia de los argentinos?… Y continúa sus memorias gruñendo: “Cuando se ha dicho que los extranjeros sostenían el asedio de Montevideo decían la
verdad, cuando han negado a estos extranjeros el derecho de derramar su sangre en Montevideo, como en su patria,
por sostener sus intereses, sus preocupaciones de espíritu i su partido, se ha pretendido una de las
maldades más flagrantes, aunque tengan el apoyo de la conciencia de todos los americanos”
(34). ¡Pero basta de engañarse y
engañar, si es sabido que todos los americanos de ley estaban con el
Restaurador! ¡Qué riqueza de contradicciones en un solo párrafo! ¿Los extranjeros ocuparon política y
militarmente la Banda
oriental como si fuese su patria? Pero
si también es sabido que esos extranjeros querían mantener el asedio
anglo-francés a toda costa, pues ganaban fortunas vendiendo abastos a los
buques imperialistas, contra los verdaderos intereses uruguayos ¡Por algo estos
reclamaban a Oribe! ¡Y cual sería su bronca al enterarse, estando en
Montevideo, que 600 españoles de la ‘Gran guardia’ se habían pasado a Oribe,
desertando en masa! (56).
Luego
de enumerar extasiado las artes y manualidades que llevaron a Montevideo los
europeos, “razas viriles y nuevas”,
donde ya habitaban en mayor número que los nativos, pontifica que es un ejemplo
para América: “Pero en 1842, hai un punto
final puesto al progreso, a la
europeificación de Montevideo; los aborígenes se aproximan a las puertas de
la ciudad con sus cañones y sus lanzas”.
¡O sea que condena la llegada de los aborígenes –léase uruguayos- a
su propia Patria! Pues los extranjeros “gozan de los derechos de ciudadanía por la
fuerza del número, de la propiedad, de las tradiciones de orden, i por la industria” (41). Y enloda a los
patriotas: “Holgazanes criollos… [se
entretienen] en derramar sangre… el
montevideano criollo, es aquel que canta aun en las pulperías, i lo enrolan
para matarlo en el campamento de Oribe… es este el tipo colonial que se
revuelca en el fango, i se descompone en
los puntos remotos, donde el comercio europeo no viene a inyectarle nueva vida”
(38). Luego compara a Buenos Aires con la España bárbara e inquisidora, y a Montevideo con “la Norteamérica cosmopolita” y progresista (39)
con la llegada de “las escuadras protectoras del comercio, o sea
la Inglaterra ,
la Francia o
el Brasil quienes la envíen” ¡Siempre repitiendo el mismo cuento!
Y
comenta esperanzado pensando que cuando los emigrados unitarios vuelvan a
Montevideo será el apogeo de la actividad comercial, con la fortaleza, la
ciudadela y la muralla transformadas “en
almacenes de mercaderías”. ¡Convencido que el comercio de los imperialistas arreglará
todos los desbarajustes políticos! […] “que
cambio, Dios mío… en lugar de aquella
matriz que reunía a los antiguos fieles, encuentra en el punto que lo dejó un
cubo de fortificaciones, un templo cuyas enormes columnas de gusto griego, i
sus decoraciones interiores, están revelando que otro culto y otras creencias han tomado posesión del suelo. En el
frontón leerá en dos tablas los preceptos del decálogo, i para chocar su creencia católica, aquel que
dice; ‘tu no harás imagen alguna
tallada, ni a semejanza de las cosas que están allá arriba en el cielo,
ni aquí abajo sobre la tierra, ni en las aguas más debajo de la tierra”
(39). Soñaba con la exacta descripción
de un templo masónico o una sinagoga sustituyendo a la Iglesia fundada por Dios.
UN
PAPELÓN EN RIO
DE JANEIRO
Mientras
pasea por Río de Janeiro lo deslumbra su belleza natural; y le impacta la
corrupción moral de las familias debida a la promiscuidad entre esclavos negros
y amos portugueses; “la
esclavatura se me presenta en toda su deformidad… (68) la raza negra queda hoy
tan solo esclavizada por los últimos en la escala de los pueblos civilizados,
los portugueses i los españoles”. Y
seguidamente afirma arbitrariamente que la industria y el Progreso acabarán con
la esclavitud. “Pero cuando el hombre se ha encontrado en posesión de matemáticas, ha
dejado de esplotar hombres, i sostituído a la fuerza de los caballos mismos, la
del vapor… Hai esclavos donde no hai poderes dinámicos…” Dos observaciones: ¿estaba enterado que sus
admirados países ‘progresistas’, Inglaterra, USA y Holanda eran negreros? ¿y que el imperialismo ‘progresista’ sólo cambió
la manera de esclavizar hombres, sean blancos o negros? Además agrega un absurdo comentario racista, al descubrir
que las ansias de ennoblecerse del
mulato se debían a que al ensancharse su frente (no aclara de donde sacó tal
teoría) tenía “un
nuevo i más idóneo cerebro”.
Cierto
día Hamilton, “Encargado de Negocios de la Inglaterra ”,
lo invitó a comer en su residencia, rodeado de personajes importantes,
entre los cuales el pardejón Rivera; de quien dice, pese a estar a disposición de los unitarios contra Oribe: “¡No me canso de contemplar a este general Rivera! ¡Qué bruto tan
fastidioso i tan insípido! ¡Qué saco de mentiras i de jactancias ridículas, qué
nulidad!” (81). Durante la comida su
complejo de inferioridad lo lleva a insolentarse indirectamente con todos los
presentes, principalmente con el dueño
de casa, cuando “reventé de risa” en
la cara de Rivera; luego continúa tratando de justificarse : “ Yo he debido de quedar mui mal… sin poder
disimular nuestro pensamiento para no
lastimar el amor propio ajeno… no han bastado a lo que creo, para ocultarle al
buen general no diré mi desprecio porque no es esa la palabra, sino la risa que
me daba verlo caudillo de pueblos” (82).¡Y en el colmo del ridículo sacó un
pañuelo para ocultar su rostro mientras reía, sin darse cuenta que así desnudaba su bochorno! Como es de suponer, se burló porque sabía que el general, más educado que él, no iba a reaccionar en casa ajena, dándole
el bofetón que se merecía ante el
agravio; quizás de contuvo sabiéndolo un desaforado, un pobre ambicioso
acomplejado que desdeñaba al gaucho tratando de equipararse a los demás
‘ilustrados’ comensales. ¿Se hubiera animado
el ‘héroe’ de los hermanos tres puntos a ofenderlo en campo abierto?…
¡imposible imaginarlo! Repetidas
insolencias como ésta le valieron la cantidad de enemigos que cosechó en su
vida
¡FRANCIA A LA VISTA !
¡Por
fin llega a Francia! ¡Y se mea de gusto y de temor! Sus gestiones y entrevistas
en Francia demuestran hasta que punto de bajeza puede llegar alguien nacido en
nuestra Patria. Aseguraba, plenamente convencido, que franceses e ingleses no
venían a conquistarnos, sino a civilizarnos, desinteresadamente. Aunque
seguramente no se hubiera indignado que nos
colonicen, eliminando criollos y poblando con europeos y yanquis.
Considera
a los franceses gente superior al resto de los humanos, y como él también se
cree superior, ergo se consideraba francés… o por considerarse francés se creía
superior. Sin embargo, frente a las
costas europeas se achica vergonzosamente. “Ahora
que me acerco a aquel foco desde donde parten para nosotros los movimientos del
espíritu, siento no se qué timidez, mezclada de curiosidad, admiración y respeto,
como aquel sentimiento relijioso e indefinido del niño que va a hacer su
comunión primera. Siéntome, sin embargo, que no soi el huésped, ni el
extranjero, sino el miembro de la
familia que nacido en otros climas se acerca al hogar de sus antepasados” (90).
Durante
la navegación se relaciona con un pasajero, M. Tandonnet y con el comandante
Massin, ambos franceses, el “único grupo
selecto”, ‘primoroso’, a la altura de su propia cultura, con los únicos con
quienes podía platicar, dice con su modestia acostumbrada. En cierta ocasión
oyendo que M. Tandonnet le explicaba a M. Massin la situación en el Plata elogiando
al Restaurador, el ‘maestro ciruela’ de entrometido nomás los amonestó: “jamás he consentido entre personas
inteligentes, cualquiera sea su rango i su posición, que en mi presencia se
calumnie y se desfigure el verdadero carácter de la lucha… creo complicidad
imperdonable el silencio” (92). Sin embargo cuando el comandante Massin le
informó que tenía instrucciones de su gobierno para ocupar el estrecho de
Magallanes, de ninguna manera abrió el piquito para protestar por los agravios a la soberanía argentina;
más bien, se complace que la ocupación la hayan concretado los chilenos,
incitados por él. Gruñía cuando no convenía a su ideología ¡Perro que ladra
no muerde… mientras menea la cola!
Porque
M. Tandonnet era partidario de don Juan Manuel, habiéndose “formado una pobre
idea de los enemigos de Rosas”, residentes en Montevideo (93). Más bien, cuando
pasó a Buenos Aires, relacionándose con el
distinguido círculo social de Manuelita, que recibía y homenajeaba a los
buenos extranjeros, todos los cuales la ponderaban, tuvo oportunidad de ser
recibido por el Restaurador en su quinta, formándose una exacta y muy acertada
imagen de su vida familiar, idílica pero humana. Cierto día, habiéndose
extraviado mientras cabalgaba libremente por el campo, “Rosas, con la llaneza más grande lo invitó a pasar la noche… Esta
escena campestre, tan inocente, tan contraria a las ideas que tenemos de un
tirano, habían dejado en él profundas impresiones… Rosas era desde entonces un
bon enfant, un paisanote sencillo y bonazo, gobernando sus estados como el buen
rei Dagoberto que hacía él mismo su puchero, i daba audiencia a sus vasallos
sentado a la sombra de una encina, tomando su mate o comiendo pan y queso”
(94).
INDIGNA ACTITUD
LLEGANDO A FRANCIA.
Indigna
por lo servil y risible. Ya va llegando a Francia, a bordo de la ‘Rose’ a solo
dos días de sus costas ¡Y de verla nomás metió el rabo entre la cola, el muy cagón!
Esperaba quizás que lo homenajeara una banda de música tocando la Marsellesa y a Luis
Felipe tendiéndole la mano como bienvenida. Pero nada, nada de nada;
seguramente lagrimeó de emoción, porque sentía llegar a su nueva patria
adoptiva, la segunda en su carrera maquiavélica, donde se rebajó a
limosnear como cualquier inmigrante. Entonces suceden unos altercados entre los
pasajeros, que no vienen a cuento, pero le dan pié para desembuchar su
maniático resentimiento: “ya que no tengo
la gloria de ser brasilero… He aquí para lo que sirve la nacionalidad
americana; escudo de maldades siempre, máscara de la nulidad y de la
impotencia… América del Sur! Española i Portuguesa, lo mismo de siempre!”
Casi inmediatamente pasa a un estado eufórico (101): “Las costas de Francia se diseñaron al
fin en el lejano horizonte. Saludábanlas todos con alborozo, las saludaba
también yo, sintiéndome apocado y medroso con la idea de presentarme luego en
el seno de la sociedad europea, falto de
tacto y de maneras, cuidadoso de no dejar traslucir la gaucherie del
provinciano, que tantas bromas alimenta en París. Saltábame el corazón al
acercarnos a tierra, i mis manos recorrían sin meditación los botones del
vestido, estirando el fraque, palpando el nudo de la corbata, enderezando los
cuellos de la camisa, como cuando el enamorado novel va a presentarse ante las
damas”… y luego: “Con toda la novedad
del viajero novel teníame yo apartado, a fin de ocultar a la vista de los otros
las emociones de novedad infantil que experimentaba”… (102).
Admitamos
que llegando a Europa uno pueda quedar apocado y medroso, como un niño ¡Pero no
achicado al extremo de querer disimular su identidad! ¡No avergonzado de sus
orígenes! ¡Con ese menguado ánimo nada iba a obtener de los colosos! En
momentos históricos durante los cuales, gracias a la política nacionalista de
don Juan Manuel, un argentino podía mirar cara acara, de igual a igual, sin
avergonzarse, a cualquier francés o inglés;
esta dignidad nunca, luego de
Rosas la volveríamos a disfrutar. Sarmiento fue el auténtico representante de
una diplomacia entreguista, propia de la que sería una colonia inglesa luego de
Caseros.
Comentando
la indiscreción de ciertos criados que lo molestaban, dando muestra nuevamente
de su inestabilidad emocional, reniega y pasa del alborozo a los reproches: “Eh! La Europa ! Triste mezcla de grandeza i de abyección, de saber i de embrutecimiento a la
vez, sublime y sucio receptáculo de todo lo que al hombre eleva o lo tiene
degradado, reyes i lacayos, monumentos i lazaretos, opulencia i vida salvaje!” (101).
“Los pobres diablos de Montevideo – hablo del
riverismo uruguayo y de los argentinos redentores [unitarios]… se creían parte
del gran sistema diplomático europeo sólo porque se le dirigían tales o cuales
elogios interesados o por caridad en la tribuna parlamentaria de París o en la
prensa intervencionista de esa capital y de Londres” (Carlos Pereyra, ‘Rosas y
Thiers’, 124). Este es el concepto
peyorativo que tenían los imperialistas de la diplomacia unitaria.
Creo
apropiado comparar, aún reconociendo las diferencias históricas y políticas, la
lamentable actitud diplomática oficiosa de Sarmiento, que aún así podría
haber hecho mucho bien a la
Confederación , con la astuta diplomacia de Benjamín Franklin
cuando fue enviado a Francia –cerca del fin del siglo XVIII- con la misión de
obtener apoyo francés para el caso de un
enfrentamiento bélico entre EEUU e Inglaterra.
Franklin,
ascético calvinista, encumbrado masón, extravagante bostoniano del ‘buen
sentido’ materialista, filósofo de las ‘luces’, pero sobre todo defensor de la
política de su país, pisó tierra europea conciente de la trascendencia de su
misión, con tal desparpajo y suficiencia que tornaba imposible su fracaso. Su
éxito fue clamoroso. Obtuvo en total 10 millones de Francos en varios
empréstitos, y consiguió hacer enviar un ejército en 1780 a Norteamérica y una
gran flota en 1781. Logrando dinero y prestigio político para su país.
¿Cómo lo logró? Acentuando su primitivismo puritano, transformándose en la imagen viviente de hijo ‘rousoniano’ de
la Razón y de la Naturaleza. Desechando
el protocolo fue disfrazado de cuáquero a visitar al masón Luis XVI, con su
gorro de marta en la cabeza ¡y sin
peluca! No tuvo que ocultar su provincialismo, más bien lo ostentó. Fue el
hombre de moda en esa nobleza corrompida; la condesa Golofkin cantaba sólo para
él: “Oh, Dios del Amor! Y las damas querían besarlo y llamarlo papá,
agasajándolo con fiestas suntuosas; enamorándose con sus setenta a cuestas de
una damisela de cuarenta. Inclusive los obispos recomendaban su ‘Poor Richard’
como complemento del Catecismo, considerándolo el legislador de la moral laica.
Su
acción más eficaz la ejerció gracias a la Logia ‘De los nueve hermanos’ a la que pertenecía
junto a Voltaire. Después que éste lo besó fue considerado el Patriarca de los
dos mundos y USA exaltado como el país de la Libertad , la Razón y la Naturaleza (Fay,
‘Franklin’).
Por
el contrario Sarmiento, el ‘embajador’
chileno, también masón, llegó tan intimidado a Francia que nunca fue
considerado más que un simple informante (alcahuete), siendo manoseado por los
intereses partidarios franceses, que se disputaban el prestigio de don Juan
Manuel de Rosas. Su decepción llegó al
colmo cuando Guizot y Luis Felipe, durante una entrevista, afirmaron que el gobierno federal era de orden y los
unitarios unos alborotadores.
Su
viaje fue nulo para los intereses nacionales, no gravitó ni tuvo influencia
política. Tampoco investigó nada importante sobre educación, y lo que cuenta es ridículo. Su meta era la fama que podría lograr con un
impensado éxito de su ‘Facundo’ donde falsificó perversamente la personalidad
del Caudillo riojano. Aunque fue un embajador ‘oficioso’ de su comparación con la actuación de Franklin
FELIPE,
GUIZOT, THIERS.
El
maniqueísmo de Sarmiento se exalta al enfrentar a ciertos políticos franceses (123 sgs.). Y pese a todos sus esfuerzos para hacerse
notar queda más chiquito y aplastado que una pulga. Y agrede y se encabrita
ridículamente porque comprende que no era nadie de valor, lanzando sus
andanadas parlanchinas primero contra dos directores de diarios, LaSalle, del
‘Correo de Ultramar’ y contra el director de ‘Presse’, ambos “al
servicio de Rosas”; también contra M. Pichon, ex cónsul en Montevideo,
quien escribe a Oribe “transmitiéndole
las propias palabras del rei: Yo! Destronar a ese M. Rosas que gobierna ya 14
años en esas repúblicas americanas, que
ha fundado el orden, i sometido a esos anarquistas, alborotadores, a esos
unitarios! Dicen que es un bárbaro sanguinario ¿qu´est-ce que ca nous fait
á nous? Me dice cosas peores la oposición
¡Calumnias contra los gobiernos moderados!” (123).
Alguien
le presenta a M. Dessage, jefe del departamento político, “el ojo con que Guizot ve la cuestión del Plata”, para que le
informe respecto a la
Confederación (124) aprovechando la ocasión para despachar
sus infundios; “Quiero yo establecer los
verdaderos principios de la cuestión.
Hai dos partidos, los hombres civilizados, i las masas semi bárbaras me
esfuerzo por hacerle comprender algo; pero es imposible! Es griego para él todo
lo que le hable” Entonces refunfuña indignado una síntesis del pensamiento
político francés: “Rosas=Felipe; la
Mazorca =el partido moderado; los gauchos=los pequeño
propietarios; los unitarios= la oposición del ‘Nacional’; Paz, Varela, etc.=
Thiers, Rollin, Barrot· suficiente para sacarlo de sí, ¡El gobierno francés se atrevió a contradecir
sus opiniones ¡que no eran más que procacidades! pero menciona que contiene su
furia, aunque escribe con insolencia: “no es propio de un recién llegado echar a
pasear a un funcionario”; aunque si no se hubiera contenido seguramente
lo echaban a pasear a él ¡Era muy valiente escribiendo! ¡Un gallito
tarasconiano!
Al
fin Dessage lo presenta ante Guizot, como si fuera “un animalito raro”. “Guizot no era lo que se llama un amigo de
América; era un admirador de los yanquis
y de los ingleses; su protestantismo lo llevaba necesariamente al campo de
Inglaterra” (C. Pereyra, 126), pero era más cauteloso que el ‘gnomo’ Thiers.
Esta distinción poco importaba al sanjuanino, que golpeaba todas las puertas
con tal de vender su ‘Facundo’.
En
otra ocasión su compañero de navegación de Brasil a Francia, el comandante Massin
lo presenta ante el ministro barón Mackau, quien “tiene una reputación colosal en París de ser un animal en dos pies”
(125). Y él admite esta ofensa pues
parece que su olfato maniqueo olió que, poco después el barón de Mackau firmaría
el famoso Convenio Mackau-Arana, que significó el fin de las tropelías
francesas en el Río de la
Plata. ¡Lo que habrá pataleado rabioso cuando se enteró que el aristócrata
europeo abrazó dignamente emocionado al gaucho bárbaro de las pampas, al ‘Gran
Americano’, don Juan Manuel de Rosas, en “una de las designaciones más justas
de la historia” (Gabriel Puente ‘La Intervención francesa en el Río de la Plata ’) ¡ y como hubieran
quedado inflamadas sus ‘orejitas’ de
haber oído el retumbar de los 21
cañonazos de los buques franceses reconociendo la soberanía argentina!
Durante
la reunión Mackau fue otro de los ‘animales’ que tomó con pinzas los exabruptos
del sanjuanino, ¡considerándolo un tipo políticamente grosero e insignificante!
Al fin la entrevista finalizó
cómicamente pues Sarmiento le habla tan “largamente
de los acontecimientos del Plata” y tan pesadamente que ¡duerme al ministro
de aburrimiento! Pero este papelón lo
toma a la ligera diciendo con su acostumbrado engreimiento: “Había sido tan animado mi discurso”…
creyendo haber depositado “alguna idea en
aquel cerebro de estopa” (126). Sus oyentes comprendían que no era un
personaje ecuánime, pues sus palabras evidenciaban resentimiento, y al
no ser sensato no fue respetable, ni digno de atención. Cuando Mackau despierta de la siesta que le
procuró Sarmiento, aprovecha Massin para
retirarlo del despacho del ministro, y tiene la ocasión de señalarle al conde
Alley de Cyprey; Sarmiento le pregunta a Massin: “ ¿I quién es ese? – Es aquel
empleado oficioso, que después de la toma de Obligado fue a Buenos Aires de
parte del rei, a asegurar a Rosas de la desaprobación del gobierno por las
hostilidades comenzadas” (126). Y
esto termina de herir su orgullo profundamente.
“Aquí tiene Ud. pues íntegro el
pensamiento oficial sobre la cuestión del Río de la Plata en el gabinete de las
Tullerías -comenta al destinatario de
su carta-, jarrón dorado que contiene
agua sucia” (125). No perdona una,
al que se le pone delante lo execra.
Luego
de su fracaso ante el gobierno francés también se desengaña de los americanos
residentes en Europa (126): “Va Ud. a buscar la opinión de los
americanos mismos y por todas partes
encuentra la misma incapacidad de juzgar… [porque exceptuando a sus
secuaces todos apoyan a Rosas]… Sarratea
viejo escéptico”. Con el general San Martín pasa “momentos sublimes” , todo va como sobre ruedas, pero cuando se
menciona a Rosas y San Martín lo elogia
como a un auténtico patriota, Sarmiento pierde su poca cordura, se enceguece,
la maldad lo domina y transforma al Libertador en un guiñapo: “San Martín anciano abatido y ajado… San
Martín era un hombre viejo, con debilidades terrenales. Con enfermedades de
espíritu… con su inteligencia que declina…” ¡Qué canallada, infamar públicamente a un anciano glorioso! ¡Él que
no era nadie para juzgarlo, sólo un mantenido por el gobierno chileno! ¡Su
soberbia no quería dar el brazo a torcer
admitiendo que los auténticos argentinos admiraban a Rosas! Pese a sus supercherías para deshonrar a los
federales con su cháchara ideológica, los dos próceres “se comprendieron y se estimaron. Por eso
ambos tuvieron los mismos enemigos” (Vicente Sierra, Historia de la Argentina , t. IX, 57),
Sarmiento y la cáfila de traidores unitarios.
Al
fin “soi introducido a M. Thiers… Tan
fastidioso estoi de los grandes hombres que he visto, que apenas siento entusiasmo
al acercarme a este diarista historiador, estadista, financista, orador… I al
fin de tantos sufrimientos tuve la dicha, tan cara para los hombres que
comienzan y no tienen prestijio, de verse animados, aprobados y aplaudidos por
una de las primeras inteligencias de la tierra” (127). El ‘padre del aula’ se deshace en elogios
exaltando a Thiers, solo porque al fin alguien
lo escucha atentamente. Si los ‘animales’ de las Tullerías no lo
entendieron, deja entrever que al fin encontró quien está a la altura de su
inteligencia. Sarmiento no comprendió que Thiers lo escuchaba para usarlo sólo en la medida que apoyaba su política
imperialista de atacar a la
Confederación ; a Thiers no le interesaba ni Sarmiento ni los
unitarios. “Thiers, historiador, había
reanimado los recuerdos de la revolución y del Imperio. Quería ilustrarse por
una política exterior activa… Esta política tan temeraria, tan peligrosa que se
ha podido llamar al partido de Thiers el
partido de la fanfarronada” (J. Bainville, Historia de Francia, ed. Iberia,
338). Pese al empeño de Thiers y de Sarmiento, el gallo francés sólo pudo
cacarear en Argelia; en el Plata el gallinero fue barrido y los gallos volaron.
Pero
lo que no dice Sarmiento del verdadero Thiers lo escribió C. Pereyra en su
‘Rosas y Thiers’. “No nos escandalicemos, no nos indignemos. Lo que escandaliza
e indigna es que Thiers haya puesto cátedra de ternura evangélica para predicar
contra Rosas” (243); porque de él es la ‘doctrina del exterminio’, que aplicó
durante la Comuna
de París, asesinando a 17.000 personas. Evidentemente fue un maestro para
Sarmiento, pues la aplicó contra los federales; dos astillas del mismo palo,
dos asesinos inescrupulosos.
Luego
Thiers “tributó elogios… los más
exagerados” a F. Varela. No era para menos pues el unitario apoyaba la política
imperialista contra nuestra Patria, por lo que
la masonería lo premió dedicándole el nombre de un Partido en el Gran
Buenos Aires. Y Sarmiento se entusiasma haciéndole eco; y agrega repitiendo su
cantilena acostumbrada, que regaló también a Purvis: Varela “hace valer la influencia de sus modales
cultos, de su espíritu tan sensatamente elevado” (128) ¡Modales primorosos!
¡Como si tales modales atestiguasen moralidad, patriotismo, erudición y
capacidad política! Comenzaba la época
de los traidores de guante blanco, los leguleyos que desde entonces asolan el
país (R. Doll); los que fruncían la
nariz cuando olían a campo y a pólvora, pero que usarían cínicamente, luego de
Caseros para asesinar a sus opositores.
¡PAN Y
CIRCO!
Mientras
vagaba en París Sarmiento
comenzó a elucubrar seriamente otro de sus disparates; los ‘buenos
modales’ unitarios, fundamento de la civilización, también se adquirían en los
bailes públicos, como leeremos a continuación.
En París le absorben profundamente la atención los placeres públicos,
que tienen por unos instantes divertido al pueblo, soñando con grandezas
inasequibles. Pero del famoso pan y circo romano nada de pan, sólo circo para
embrutecer a la gente; lo que interpreta insólitamente el maestro como una
muestra de civilización. Y explaya otro de sus extravagantes comentarios: “No hai que decir que el lujo corrompe la
enerjía moral del hombre, ni menos que el placer lo enerva, puesto que a cada
momento vése a este pueblo dar síntomas de enerjía moral desconocida entre los
pueblos más frugales o más sobrios tanto en la verdad como en el error, sin
tutelas, sin trabas,… presentándose la naturaleza humana en toda su verdad”
(198). Así proclama el ‘sabio chileno’ las virtudes de su ‘filosofía’
hedonista. Y confirma su teoría con alabanzas ridículas y fantasiosas: “El francés de hoi es el guerrero más
audaz, el poeta más ardiente, el sabio más profundo, el elegante más frívolo,
el ciudadano más celoso, el joven más dado a los placeres, el artista más
delicado y el hombre más blando en su trato con los otros… siendo el modelo
para las otras naciones” .Lo ‘gracioso’ es que luego, sin cambiar una
tilde, dedicaría los mismos elogios a los yanquis.
Y
continúa (142): “Sujiérenme estas
reflexiones tan sesudas los bailes públicos de París, a donde me asomo de vez
en cuando, para curarme del mal de la patria que me incomoda. No tengo ni
tiempo, ni gusto, ni dinero para engolfarme en las gustosas frivolidades cuyo
goce envidio a otros. Ah! Si tuviera cuarenta mil pesos nada más ¡qué año me daba en París!”. ¡En
fin! Que la boca habla y la mano escribe lo que anhela el corazón. Es humano
tentarse presenciando la ficticia alegría de esos bailes, pero lamentarse de no
poder abismarse durante un año en esa lujuria (y publicarlo) no es digno del
‘maestro de los maestros’. Porque él fue a estudiar durante unos meses los
sistemas educacionales a Europa, no a pasarse un año bailando. Pero existe algo
así como un paliativo a su indecorosidad, considerando lo que cuenta de su tío
el cura Oro, su ayo: “Vestía de paisano
con chaqueta y no rezaba el Breviario por concesión especial del Papa. Gustaba
con pasión bailar, y él y yo hemos fandangueado todos los domingos de un año enredándonos en pericones y contradanzas”
La pasión farrista la mamó,
entonces, de jovencito y rebrotó viendo los ‘civilizadores’ bailes franceses.
El baile es un entretenimiento lícito, que puede ser agradable, distinguido,
culto, artístico, pero también fuente de disipación y corrupción moral, como
los que envidiaba en París.
Sarmiento
no comprende la consecuencia trágica de
esos bailes populares; al contrario. Una de las que allí reinan, la Rigolette “váse ajitando, animándose, perdiendo el sentido y
las formas humanas… Es la fiebre, la convulsión del placer, la enajenación del poseído, que ha
dejado de presidir a los movimientos del cuerpo, y se abandona a otra alma
que la suya que está haciendo cosas sobrehumanas, no soñadas… y al fin cae
sobre los brazos de alguno, pálida, moribunda, llorando, jadeando, los ojos
cerrados, y volviendo a la vida a fuerza de oír la tormenta de aplausos, los
gritos de admiración, las vivas delirantes que acompañan su nombre. Como la Rigolette , hubo antes la Reina Pomaré que murió, vive la Reina Margot , Marion y otras
celebridades, bautizadas por el público según el carácter de su poesía,
salvaje, bulliciosa o llena de fiereza. Al día siguiente la Reina Margot es simplemente
Adela Rimbaut, costurera de ropa blanca , u otra cosa peor, pero una hora al
menos ha sido reina por aclamación universal, sintiéndose grande, cubierta de gloria como Napoleón o
Murat, y goza de las fruiciones que le están al vulgo vedadas.” Tan embelezada quedó con el baile enajenado de
la Reina Rigolette
que, en otro de sus acostumbrados disparates menciona a la Reina Margot junto a Santa Juana de Arco y otras
damas distinguidas, como las que tuvieron “ingerencia en todos los grandes
acontecimientos de la historia de esa nación”.
Y en
otra de sus imbecilidades descubre una enseñanza positiva en esos bailes, que
ennoblecen y espiritualizan: “la sociedad
se igualiza, las clases se pierden, la mujer de clase ínfima se pone en
contacto con las jóvenes de alcurnia, los modales se afinan, i la unidad y la
homogeneidad del pueblo queda establecida; el público se constituye, i una miaja de gloria cae también a los
pies de la mujer del bajo pueblo, entre los placeres con que aturde su miseria
o su vileza. La luz suministrada a torrentes, la música de los maestros puesta
al alcance de la muchedumbre por una
ejecución artística y sabia, aquellos jarrones y estatuas que la
habitúan a los primores del arte, aquel lujo y aquel gusto... concluye por ennoblecer su espíritu, iniciarlo en la
civilización…”
Cuanto
más bailan las damas más se prostituyen,
y entonces, de acuerdo con la insólita ‘lógica’ del maestro inmortal, más culta
son. Pareciera que el influjo de Fourier lo trastornó luego de leerlo durante
dos meses. Otra vez y siempre, el mundo sarmientista al revés del sentido
común. Pienso que no era más que un gaucho renegado, que se odiaba a sí mismo y
a todos sus congéneres, al darse
cuenta que no podía cambiar su
naturaleza para transformarse en un dandi, según advertimos al contemplar se
rostro bastante repiñsivo..
Surge
una observación política respecto al reinado fugaz de esas pobres mujerzuelas, soberanas por un
instante. Luego de guillotinar a los reyes, la republica democrática, por no
poder subsistir sin paradigmas, pues los políticos no lo son, creó una
pantomima ridícula erigiendo ‘reyes’ populares, del deporte, la farándula, etc.,
tan comunes en USA y adoptados en nuestro país. Luego la partidocracia avanzó demagógicamente y sin inhibirse repartió generosamente coronas, consagrándonos
reyes a todos los ciudadanos votantes (así como Lutero nos había hecho a todos
sacerdotes); ¡aunque en realidad no lo somos ni siquiera durante el segundo que
trascurre mientras echamos la papeleta en la urna! ¡la democracia obsesionada
por las monarquías, como una manera de obtener la majestad que le falta! ¡Las
reinas de los bailes, los reyezuelos de las urnas! ¡El pueblo soberano en
democracia, bailando y votando! ¡El fraude político más escandaloso de los
siglos, gestado desde el ‘libre examen’ protestante! Pero Sarmiento en babia; ¡era
una digresión demasiado ‘sesuda’!
La
igualdad de las clases sociales durante los bailes es ficticia, pues subsiste
hasta que finaliza el último acorde de
la música “artística y sabia” ; luego
cada uno por su lado, algunos con su vida rumbosa, otros arrastrando miseria.
Pero afirmar que las modistillas se “igualen a los jóvenes de alcurnia” por
el sólo hecho de bailar durante un rato desenfrenadamente, viviendo unos
instantes entre la lujuria del ruido y las luces, quedando así elevadas en el
rango social y civilizadas es una perversión propia del que ignora principios
elementales sociales y morales con tal de justificar su adoración por la vida
francesa. Cualquiera comprende que los “jóvenes
de alcurnia” sólo pretendían
igualarse a las costureritas en la cama. Y luego, las pobrecitas ‘reinas’ por
una noche, al despertar sufrían el desengaño y la esclavitud ¿Esto es
civilizar? ¿Esto es educar? ¿Puede alguien sensato afirmar que el hedonismo civiliza
y educa, que “ennoblece el espíritu”?
¡Que el libertinaje epicúreo sea la moral civilizadora! ¿Es admisible que así
piense el ‘padre del aula’ cubierto de
‘gloria y honor’? ¿Puede ser considerado
un gobernante progresista y prototipo de los maestros quien propone usar
subterfugios, engatusando y enviciando a la gente para disimular su miseria, en
vez de mejorar su nivel de vida? ¡Tal cual sufrimos actualmente en nuestra
Patria! ¿Maestro inmortal esto es
cultura o barbarie?
¡Es
lógico pensar que en algún momento haya pretendido implantar esta extraordinaria
teoría en la buena sociedad cristiana que existía en ese entonces en nuestra amada Argentina! ¡Cuando los
extranjeros admiraban la belleza, sencillez y recato de las jóvenes
argentinas! ¿Habrá querido consagrarlas
reinas por una noche para civilizarlas? ¡No existe una moral más ajena a la de
Jesús; ninguna más acorde a la moral que impone el imperialismo para ablandar
las resistencias nacionales!
Lamentablemente, hoy día se concretó en nuestra Patria la bárbara aspiración del sanjuanino con el
libertinaje moral, la educación sexual, etc., desde los medios de comunicación
con el consentimiento y el ejemplo del gobierno. Sarmiento sigue vivo, maestro
del oprobio nacional
Hoy
día, por una lógica simbiosis se está deteriorando la calidad de los educadores,
desde aquellos buenos maestros con una vocación que subsistía casi
clandestinamente, tratando de suplir con amor –las maestras eran las segundas
mamá- las deficiencias de los programas escolares; hasta los de hoy día
democratizados, irresponsables y chabacanos, presentándose con facha de jipis o
guerrilleros, exteriorizando a los gritos, en las manifestaciones su
resentimiento marxista de clase ¡luchando enseñamos!
¡EL MAESTRO
EDUCADOR!
Pero
sacó de la galera otro sistema educativo aprendido en Europa para civilizarnos:
el nuevo espectáculo creado por el “espíritu
parisiense” ¡el Hipódromo! (145); que “debería ser trasladado incontinente a América” donde sería “una alta
escuela de cultura”. ¡El ‘coronel volantinero’ de Caseros no
termina de asombrarnos! Admitimos que puede ser una hermosa diversión popular
pero olvida siempre los problemas morales que ocasionan sus extravagancias; pues
es sabido que el juego causa graves problemas personales y familiares. Según su
criterio ‘ilustrado’ la civilización determina los que es moral y culto,
desapareciendo entonces, lo verdaderamente moral y culto.
Y se lamenta de la poca destreza de los gauchos
comparados con los jinetes franceses.
“Pero fáltanos a nosotros arte, esto es, el arte antiguo, las posiciones nobles
de la estatuaria, el estudio de las fuerzas, y la clase y belleza de las clases
cultas” . ¿Habrá imaginado a los
gauchos como jinetes primorosos usando casacas de seda con colores chillones y
haciendo morisquetas, adoptando “el manejo
francés i las poses artísticas, cuya falta desgracia tanto nuestras
exterioridades, irían a mejorar nuestras costumbres”, para entretener a las
damas y hacer ganar dinero a los patrones de los ‘burros’? Quizás con este
dislate comenzó a imaginar la política de ‘civilizar’ a palos a los gauchos
retobados para afrancesarlos.
Por
su incomprensión, su ignorancia o su resentimiento tampoco comprendió que el Hipódromo era la
comercialización de las carreras cuadreras, que seguramente nunca se acercó a
contemplar. Pedro de Paoli en su Facundo
describe las carreras cuadreras corridas y apostadas mano a mano entre los gauchos, sin
turbios manejos comerciales, destacando
el orgullo del gaucho de poseer un animal valioso. Era un
entretenimiento emocionante para ver, limpio y varonil.
Ya
pisando USA, olvidándose de exorbitantes loas a la cultura francesa escribe que
es “el único pueblo del mundo que lee en
masa… donde la educación como el bienestar están por todas partes difundidos i
al alcance de los que quieran obtenerlo” (360). ¿Cómo se obtiene esa
admirable cultura? ¡Leyendo algunos de los 2000 diarios que se imprimen en ese
país!, “para satisfacer la curiosidad
pública”. Maestro, la curiosidad no es cultura, aunque puede ser su
comienzo. Si fuera plena cultura, hoy día con las ´des-informaciones’ de la TV basura los televidentes alcanzarían
el cenit cultural, encima de la griega, de la romana y, por supuesto, de la
cristiana, heredera de ambas. Aunque admitimos que podría ser ‘cultura’
sarmientista al modo yanqui.
REY DEL
PUCHO
Nadie
como el de la ‘honra sin par’ aconsejó aprovechar las virtudes mágicas del
tabaco para generar auténtica cultura metafísica. Si, tal como lo lee: fumando
se generan metafísicos, y no vulgares metafísicos del montón, ¡sino metafísicos
alemanes! ¡La agudeza del ingenio del
sanjuanino no tiene límites! ¡Las multinacionales del pucho deberían
cubrir sus bustos con flores! Estando en
Alemania observó que de las largas pipas
alemanas fluían volutas de humo contempladas por los fumadores, extasiados y amodorrados. Entonces se le ocurrió otro de sus delirantes
ideas: mirando imperturbablemente las volutas de humo los alemanes adquirieron
esa característica vocación por la “metafísica
mística… como yo tengo la manía de andar a la caza del porqué de las cosas, he
creído hallar en el uso de la pipa el origen de la mística metafísica de los alemanes… Esta teoría tan plausible i
que arrojaría una gran luz sobre los misterios de la filosofía alemana, no ha sido
aceptada, sin embargo por los sabios de Gotinga a quienes la sometí
humildemente (320) ¡Qué falta de vergüenza
jactarse de semejante burrada ante unos ‘sabios’ que se habrán reído hasta el
fin de sus vidas! ¡Como si para pensar metafísicamente hubiera que estar en
estado letárgico! ¡los drogadictos sería entonces profundos metafísicos! Si fuese cierta tan
rara teoría científica deberían haber enclaustrado al ‘grande entre los grandes’ durante varios
meses, a pan y agua, fumando ininterrumpidamente, absorto en la contemplación de las volutas de
humo, y se hubiera logrado el milagro de avivarlo; y entonces sí, obligar a los
niños que canten el famoso y ridículo himno a Sarmiento agregándole: ¡rey del
pucho, Sarmiento inmortal!
Y
agrega otras ideas pasmosas sobre la
magia del tabaco: fumar es “el
único uso que hace hermanos a todos los pueblos de la tierra; pues el tabaco,
en trescientos años que median entre su glorioso descubrimiento i nuestro
ilustrado siglo, ha conquistado más prosélitos que los que el cristianismo ha logrado
en veinte siglos, y sin derramar para ello una gota de sangre, i sin otras
lágrimas que las que arranca de los ojos de los neófitos la primera columna de
humo que al fumar se levanta” (152). En fin, según el sabio chileno, el
tabaco no sólo despierta la inteligencia sino que pacifica, armoniza
plácidamente sin ninguna violencia, sin guerras, sin usurpaciones, a todos los
pueblos de la tierra que adquieran el hábito; mucho mejor que el cristianismo
¿Qué pensarán de esta hipótesis sus admirados imperialistas y sus cómplices
unitarios que asolaban nuestra Patria? Si hubiera sido patriota les hubiera
aconsejado someterse a fumar durante
varias sesiones intensivas para calmar su angurria ¡Y principalmente al desaforado
M. Thiers! ¡Creyó descubrir la panacea
virtuosa para mejorar la humanidad! Es evidente que al sanjuanino hay
que tomarlo en broma para evitar sufrir un síncope cardíaco de la risa.
En
las memorias de sus ‘Viajes’ menciona en varias oportunidades que se le ocurren
teorías ‘plausibles y sesudas’, según nos cuenta y hemos leído algunas. Pero
hay más, porque su jactancia es
indomable. Durante su visaje en barco a Argel, por ejemplo, afirmó: “sin embargo, en desagravio de mis
compañeros que en lo cariacontecido i
mohíno de mi figura reconocieron bien
pronto que era algún alto personaje” (198).
REY DE
ESCOBAS.
Merece
plenamente este nuevo título nobiliario: ¡rey de escobas! Pues nos sorprende
con otro de sus disparatados y risueños descubrimientos: “La escoba es una invención moderna. En Córdoba [España] i otros puntos
no se ha inventado el mango aún, barriendo con escobitas de palma doblando el
espinazo para alcanzar el suelo. Los Estados Unidos se hacen notar por la
perfección de su escoba que exporta a todo el mundo. La escoba, pues, es signo
de cultura, como la limpieza es el distintivo de la civilización”. Hace varias décadas la plaza principal de
Posadas, se barría perfectamente, sin que nadie quedara encorvado ni
incivilizado, con grandes hojas de palmeras, por ser mucho más eficientes que
las pequeñas escobas con mango; tal como ocurría en otras plazas provinciales,
de nuestro bárbaro país. Propongo, por lógico y apropiado, otorgar algún
reconocimiento universitario a los barrenderos municipales que usen escobas con
mangos y las tomen con guantes, debido al alto nivel cultural que adquieren
barriendo cordones. Asimismo, ya en tren de disparatar, tratando de ponernos a
la altura inaccesible del ‘grande entre los grandes’, aconsejo, para civilizar
a los gauchos y malandras que juegan al truco, que se sustituya la figura del
rey de bastos de los naipes, signo de barbarie y violencia de épocas sin
‘ilustración’, por la de un yanqui
barriendo primorosamente con una escoba
con mango, asida con guantes; asimismo, y por la misma razón, que el rey de espadas ocupe el tercer lugar y
la ‘ilustrada’ escoba con mango el prioritario.
Considerando
la tendencia irresistible de los masones a erigir bustos y monumentos a
troche y moche de Sarmiento y otras figurones, podrían levantar los más ampulosos,
en los sitios más destacados de todas las ciudades y pueblos del país, con estatuas
de ‘chicas’ bailando, caballos de carrera, pipas alemanas, cartones de lotería,
escobas con mango, etc, y cualquier otro elemento de verdadera cultura; con lo
que se habrá reconocido el ingente esfuerzo del ‘maestro inmortal’ viajando por
Europa, en pro de la educación.
UNA FRANCIA
OSCURANTISTA.
Descubrió
horrorizado a ciertos franceses que
añoraban las dos magníficas y auténticas glorias de Francia: la Monarquía y la Iglesia. “Cuando
fui a Nápoles, me acompañé con un joven francés de veinte i dos años, de la Vendeé , conde, ignorante
como no vi jamás hombre de su edad tan negado. Había sido educado en el odio de
la república, del imperio u de todas las
glorias de la Francia ,
por un ayo sacerdote… el odio contra la revolución francesa, contra Napoleón,
Luis Felipe, i cuanto de progreso ha hecho la intelijencia humana i la libertad
de medio siglo a esta parte… Habían muerto por la educación su inteligencia,
helado su corazón por los odios políticos, i desnacionalizado por decirlo así,
a fuerza de apegarlo a tradiciones muertas i maldecidas por la jeneración
actual… disipar era imposible esa nube de preocupaciones inicuas en que había
sido criado…” (292).
Estas
ideas no nos asombran porque era previsible que este lamentable maestro pretenda asumir las ideas avanzadas de la
época, deplorables y falsas, sin haberlas estudiado; ensalzó la revolución
francesa, por ejemplo, sin conocer los entretelones ocultos que la produjeron y
sus criminales consecuencias, ni tampoco la situación social y política de
Francia a fines del siglo XVIII: “Versalles
había sepultado el poder absoluto de los reyes, empobrecido a la Francia , i convocado los
estados jenerales para remediar la espantosa deuda, enjendrando la revolución de 1789 que ha rejenerado el mundo”
(180) ¡Otra falsedad! Trascribimos anteriormente la verdadera situación catastrófica del mundo
descripta por Saldías en la época de
sus ‘Viajes’. Pero el maestro veía el mundo iluminado con sus ‘luces’
maravillosas.
Porque en realidad, debido a una desgraciada
subversión política, cuyas consecuencias
aún no finalizaron, además del asesinato
de dos millones de personas, la revolución francesa fue la tercera revolución, -luego
de la luterana y la inglesa-, cuyas consecuencias provocaron la humanamente insoluble
crisis mundial actual. Pero el maestro repetía las modas de la época sin
meditar. Y al escandalizarse por el odio del joven francés a la revolución
francesa y a Luis Felipe, no advierte que él tenía el corazón más helado aún de
odio a las auténticas glorias de Francia
y a las del país donde nació; y que su odio es mucho más pérfido que el
del francés, pues al fin de cuentas odiaba con razón.
NUESTRA MADRE
PATRIA.
Así
como exaltó desaforadamente a Francia, anatematizó a España; porque un masón
(en Chile ya pertenecía a la masonería) no puede perdonarle habernos
evangelizado criándonos con las enseñanzas de la religión verdadera. Durante
sus ‘Viajes’ rezuma un odio incontenible contra España, contra Felipe II, Juan
de Austria, la Inquisición ,
los carlistas, ¡nadie se salva! ¡Porque
su odio explotaba ante cualquier rastro de catolicismo! ¡Odiaba a la Iglesia !... Según él, para
que concuerde con su ideología, afirmaba España estaba estancada desde el siglo
XVI; si la hubiera visto en ese entonces “mis
ojos no habrían visto otra cosa que lo que ahora ven”, pero
descomponiéndose paulatinamente. Las citas son numerosa, cada cual más agresiva:
+ “Es la nación que menos puede pretender a nada suyo propio
en materia de trabajos de la intelijencia; porque el atraso no es una
civilización, ni produce una literatura… (172), Pueblo inútil y estéril de poetas” (59).
+
Así le contestó Sarmiento a unos
escritores españoles, muy molesto porque creía que lo sobraban: “Uds. no tienen autores, ni escritores, ni
sabios, ni economistas, ni políticos, ni historiadores, ni cosa que lo valga.”.
(148).
+ “en mi vida he leído libro malo, por cuya
razón conozco tan poco los autores españoles” (147).
+ “El pueblo español es el pueblo más romano
que existe hoy día. Todos sus males le vienen de ahí… todavía pide panen et
circenses para vivir feliz en medio de su caída” (161).
+ “las
costumbres y las modas genuinas “dan al
español un aspecto tan peculiar que
bastara por sí solo , a no haber tantas otras singularidades, para colocarlo
fuera de la familia europea, como
aquellos subgéneros que descubren en plantas y animales los naturalistas” (159).
+
“Traíame triste i desencantado hasta entrar en Suiza el repugnante
espectáculo de la miseria i el atraso de la gran mayoría de las naciones. En
España había visto en ambas Castillas y
la Mancha un
pueblo feroz, andrajoso y endurecido en la ignorancia i la ociosidad; los
árabes en África me habían tornado fanático hasta el exterminio; i los
italianos de Nápoles mostrádome el último grado a que puede descender la
dignidad humana bajo de cero” (317).
+ “Cuando la inquisición existía, i mandaba a
esta misma plaza mayor sus ensambenitadas víctimas, las autoridades debía
sentir la necesidad de refrescar las escenas de sangre y de llamas, para
acariciar y entretener al pueblo, i este denunciar al primero que veía leyendo
un libro…” (170) “darse tiempo a
concluir alguna matanza de hombres para mayor gloria de Dios” (298).
Para rematar estos falsos comentarios, pocos
años después de haber pasado por el mundo uno de las más encumbrados genios del
arte de todos los tiempos, Francisco Goya, un ungido por la divinidad para
elevar la pintura a un valor trascendente, exclamó: “¿Cómo ha sucedido que la pintura haya muerto en España; pero muerto a
punto de desaparecer completamente, como si jamás hubiese existido?” (183).
Y al ver uno de sus óleos en el Prado
llegó a decir: “Lo único que hai digno i
noble es la figura simpática de los oficiales franceses que distribuyen
víveres, todo lo demás es vil de formas, innoble de sentimiento, asqueroso de
aspecto u de decoración” (183). Fue un bárbaro opinador. ¡Repudió a Goya
por pintar la gloriosa defensa española contra el invasor francés, que según su
desquiciado caletre imperialista sólo pretendía civilizar a España! ¡Pan
rechazado con indignación por los heroicos españoles! Este óleo debería haberle
recordado que por ese entonces los franceses vinieron al Río de la Plata a regalarnos unos
trozos de pan para satisfacer nuestra ‘miseria’, también rechazados dignamente
por el Restaurador. ¡De ninguna manera el ‘maestro ciruela’ iba a justificar la
pretensión del pobre pintor españolito de denunciar los atropellos
civilizadores de Napoleón!
Sus
comentarios sobre la visita a Argel, según ocurrieron los acontecimientos
ulteriores son muy acertados (principalmente recordar la política ignominiosa
de De Gaule; y la que estamos viviendo
en nuestros días con la invasión mahometana a Europa, incitada por políticos
renegados); “Es imposible imaginarse
depravación moral más profunda, ni hábitos de crimen más arraigados. La
historia no presenta nada de comparable, sino en las épocas más tenebrosas…
jamás la barbarie i el fanatismo han logrado penetrar más hondamente en el
corazón de un pueblo, u petrificarlo para que resista a toda mejora… (en las
escuelas enseñan ) el rencor musulmán contra los cristianos, a quienes está
mandado exterminar sin piedad… un pueblo original, un idioma primitivo, i una
religión intolerante i feroz por su esencia, que no acepta, sin la perdición
eterna, el trato siquiera con los cristianos” (196 sgs.)
Expuso
una muestra de su improvisación e ignorancia artística cuando exaltó la capilla de Zancarón
(Córdoba, Esp.): “es una joya de la
arquitectura árabe que no tiene pareja en parte alguna del mundo donde su raza
ha existido; las gracias de la arquitectura griega, la seriedad de la romana,
la blonda de la gótica, todo ha sido reunido saquí i sobrepasado” (187).
Odiaba a los mahometanos, pero más aún a
los españoles, al extremo de repudiar inclusive su arte. Luego leeremos sobre su
errada opinión sobre la arquitectura
colonial argentina.
Su
pensamiento siempre reflejó las modas de la época; creía, por ejemplo, que la
‘ciencia’ era la panacea universal que curaría los problemas del mundo; y que
él era el médico predestinado para aplicarla. Sin embargo, estando en África
musulmana, al parecer sugestionado por lo que veía en los campamentos árabes,
se traga unos cuentos tan absurdos que avergonzaría a las viejitas crédulas en
el espiritismo, o cualquier otra superchería, que contradecían abiertamente su devoción
cientificista. Quizás rememorando sus
lecturas infantiles de “brujas i
aparecidos,” comentó el poder
sobrenatural que, suponía cándidamente, tenían ciertos religiosos mahometanos
(210): “Omito la vida del santo fundador
de estas i las otras órdenes, i los millares i millares de milagros obrados por
su intercesión. ¡Oh, amigo! Si Ud. quiere ver milagros véngase al África i se
hartará su curiosidad hasta no dar un ardite por ver otros nuevos. Y no es cosa de resucitar muertos, ni
curar la tiña con sólo el contacto de sus manos, todas esas son paparruchas y
el abc del arte taumatúrgico. El caballo de Bou-Maza arrojaba el año
pasado, no más, corrientes de balas contra los franceses, con otras mil
bellaquerías de este jaez. Desgraciadamente Ud. vendrá con toda su poca fe de
cristiano, y teniendo ojos no verá… Quédame tan sólo contarle una verídica
historia que sirva de moraleja a todos los datos que voi hacinando…” Vivió por esos años un santo varón con
apariencia muy humilde, que tenía una cabra con la que mantenía “misteriosos coloquios”, se trataba nada
menos de un sultán “enviado por Dios para
expulsar a los franceses” prometiendo a los que se alistaban en sus filas “el saqueo de las ciudades, i la
satisfacción de todos los apetitos”, promesa acostumbrada de los jefes
mahometanos. Pues bien, “por poco no realiza en todas sus partes
las profecías” pero fracasó; el único milagro que menciona el sanjuanino
fue hacer hablar a la cabra.
Se
entiende que es una burla insidiosa a los milagros realizados por Jesús. El
padre Giulio Tam (FSSPX) en uno de sus memorables Ejercicios Espirituales,
recordaba que Monseñor Marcel Lefebvré, siendo Arzobispo en Dakar, mencionaba
que presenció una cantidad de milagros
espeluznantes y sobrenaturales que realizaban los brujos en ciertas tribus con el poder del
demonio; pero aclaraba que sólo Jesús, por ser Señor de la vida y de la muerte,
puede resucitar muertos con su divino poder. Si los mahometanos también
resucitan muertos son también ellos dioses, o los resucitan en nombre de Jesús,
lo que es absurdo. Ni el más poderoso de
los taumaturgos puede realizar la ‘paparrucha’ de resucitar muertos. Afirmarlo es herético. (277). Luego en otra de sus arbitrarias
afirmaciones evolucionistas dice que la
‘ciencia’ podría resucitar muertos, al
estilo Frankestain: “el galvanismo, para
hacer la tentativa de volver a la vida este cadáver guardado hace diez i siete
siglos” ¡Podría haber sido un buen
libretista de Hollywood!
Y
agrega otra superchería mayúscula: “Pero
los árabes dejan atrás a nuestros gauchos en la asombrosa agudeza de sus
sentidos. Un árabe, por ejemplo, conversa con otro en el Sahara, mediando entre
los interlocutores una distancia de dos leguas (unos 10 Km .); Los espías husmean
la proximidad del ganado a tres leguas de distancia” (229). ¡Sin
comentarios! ¡Estaba machado!
Los
únicos civilizados que reconoció eran los unitarios de las Luces y la Ilustración , a los que
colmó de elogios desmesurados. Frente a don Juan Manuel de Rosas y a los
patriotas que lo acompañaban, explotaba su odio ‘civilizado’, pues eran quienes
refrenaban su demencial ego, y quienes
defendían nuestra identidad nacional, que él quería adulterar. “Nuestro animal [Rosas] se
hubiera domesticado, si no hubiese hallado en Buenos Aires i al principio de su
carrera espantosa, veinte generales i ciudadanos que consintieron en ponerse
bigotes pintados con corcho para complacerle” (310)
Es famosa la cita de este asesino de guante
blanco aconsejando exterminar a los gauchos. No merecen vivir, decía, son
parásitos que rechazan la ‘civilización’ de las ‘luces’, incapaces de trabajar
a las órdenes de los buenos estancieros de la naciente oligarquía. Estando en
Montevideo estalla de ira contra “Oribe
mismo, triunfante, absoluto soberano por la victoria, la venganza, los hábitos
de despotismo i la degradación de los aborígenes” (40).
Aunque
admite no conocer la pampa se larga audazmente a definirla: “Imagínomela yerma en el invierno, calva y
polvorosa en el verano interrumpida su desnudez por bandas de cardales y de
viznagas… ¿Porqué la pampa no ha de ser, en lugar de un yermo, un jardín como
las llanuras de la Lombardía ,
entre cuyo verdinegro manto de vegetación, la civilización a salpicado a la
ventura puñados de ciudades, de villas i de aldeas que lo matizan i animan
¿Porqué? Diréselo a Ud. al oído, a fe de provinciano agricultor, porque el
pueblo de Buenos Aires con todas sus ventajas es el más bárbaro que existe en
América” (302). Ahora bien, los bonaerenses amaban su Patria y la
defendieron constantemente. Y si era todavía, en partes, un yermo, se debía a
que estaban abocados a luchar hasta la extenuación contra los traidores
unitarios, los imperialistas y los malones. ¡Fue incapaz de intuir que de esa
pampa viviría el país!
Por
otra parte hay que ser maligno para comparar la pampa con uno de los paisajes más hermosos de
Italia. ¿Porqué menosprecia la pampa sin siquiera haberla pisado? ¡Para que
cuadre dentro de su ideología! ¿Porque
no la comparaba con los yermos ingleses, alemanes, franceses o yanquis?
Tanto
es así que en Alemania, presentándose
como chileno por adopción, dijo que “el
buen espíritu… había preservado a aquel país de la anarquía general en América.
O de los despotismos sanguinarios, considerando a Chile como un oasis de
civilización i orden en aquel desierto que principia en Méjico i acaba en
Buenos Aires” (323). Y luego; “la América del Sur es en la
creencia popular, el mito del mal, el reino de las tiniebla i de la muerte”
(325), que él habrá gustosamente difundido.
Las
siguientes palabras publicadas en la ‘Revue des Deux Mondes’ (citadas por C. Pereyra 47) coinciden con el pensamiento
de Sarmiento respecto a la política imperialista: “Tenemos un fe profunda en
todos los medios de cultura intelectual y moral, así como en los medios y resultados de la cultura material. Creemos,
para entrar en el asunto, que después de algunos años de gobierno estable y
regular, conducidos por espíritus
ilustrados y por voluntades enérgicas [o sea por los mismos franceses] la civilización penetraría hasta
apoderarse de los salvajes
habitantes de las llanuras de Buenos Aires, esos gauchos que viven a caballo y
sin camisa, hijos degenerados de los héroes de la conquista española, que casi
no tienen de cristianos sino el nombre,
y de hombres, la forma únicamente”.
Entonces
se le ocurrió otra de sus tesis que lo hicieron merecedor del agradecimiento
eterno del liberalismo. Considera que la
sangrienta historia argentina se debía a
que sus habitantes se solazaban “hartándose
de emociones, a endurecer sus nervios con el espectáculo del peligro, la saña
de los elementos o la violencia de los hombres… Hé aquí las emociones que
educan a aquellos pueblos” (30). ¿De donde `proviene esta barbarie? ¡De la
inquisición española, por supuesto! : “los
suplicios atroces perpetuados por la inquisición en el espíritu español, toman
formas nuevas, estrañas, adaptadas a la vida pastoril”.¿Pero y los
franceses regodeándose con la sangre vertida en la guillotina, y los ingleses
con las atroces torturas a los católicos? ¿Al no mencionarlas, el ‘maestro de
los maestros’ era ignorante, desmemoriado o tenía mala fe? ¿Ellos eran civilizados y
nosotros los bárbaros? Para civilizarnos Rosas debería haber instalado una
guillotina, abandonando la primitiva y rústica ‘refalosa’, o castrar vivos a
los adversarios, genuino deporte de los cultos
ingleses protestantes contra los católicos, porque creían en la
transubstanciación.
Además
de elogiar desmesuradamente al Comodoro Purvis, pese a que era un pirata inglés
(don Juan Manuel con su humor criollo llamaba a uno de sus perros Purvis),
aprovecha la oportunidad para alabarlo y enmugrecernos: “Es un hombre colocado en una alta escala social, educado en los
pueblos cultos, (lleno de generosidad)…estas brutalidades de nuestros terroristas,
sublevan más indignación y encono que entre nosotros mismos, que tenemos por
antecedentes de gobierno la inquisición, por tradiciones populares las
incursiones de los indios, i por hábitos la violencia i la arbitrariedad…”
(44). Después de esos elogios ya no se sabe que pensar ¿culto y generoso quién
llega, aún con maneras gentiles y primorosas a invadir, usurpar, asesinar,
chantajear, aprovechando la violencia bélica, asociado con el otro imperialismo
contra una nación planamente soberana? ¿Quiénes son los brutos? ¿Los
imperialistas con sus acostumbradas tropelías en el mundo, o quienes defienden
con uñas y dientes los bienes que le pertenecen? No queda más que pensar que el
‘maestro’ no estaba en sus cabales. O que trastornado por su utopía la quería
validar mintiendo y ultrajando.
También
colmó de elogios al ‘bueno’ del almirante Deffaudis, furibundamente
anti-argentino y anti-rosista: el que dio la batalla de Obligado; propulsor del
ataque armado contra el Plata aún contradiciendo las órdenes francesas: “un hombre afable, entrado en años sin que
sus palabras ni su acento revelen nada de aquel espíritu belicoso que se le
atribuye” (45). Evidentemente tenía que ser bueno y afable por ser ‘culto’,
civilizado, y nada menos que francés y
¡anti-rosista! Pero al enterarse del decreto de Rosas “por el cual se
declaraban piratas a los extranjeros que navegasen en el Río de la Plata , más allá de Martín
García”, se descontroló el gallito francés largando un cacareo que no condecía
con su civilización: “si el decreto se
pone en ejecución, cuelgo de las vergas de mi buque al primer general, ministro
o gobernador argentino que caiga en mis manos,
i yo sabre procurármelo”…
mientras el maestro de los cipayos asentiría esperanzado…
LOS UNITARIOS.
En
cierta oportunidad tuvo la ocurrencia de buscar en el diccionario ‘Salvá’ la
definición de la palabra ‘civilización’ que ya la venía usando pródigamente,
sin saber por lo visto, su verdadero significado; y cuál sería su sorpresa al
leer: “aquel grado de cultura que
adquieren pueblos y personas, cuando de la rudeza pasan al primor, elegancia y
dulzura de voces y costumbres propias de gente culta” (346). Esta
definición tan de aquella época es muy graciosa, describiendo perfectamente a
los primorosos y empaquetados lechuguinos que frecuentaban los Salones
literarios. Gracias a Dios los verdaderos argentinos de la época de Rosas no
eran primorosos ni hablaban dulcemente; eran hombres normales. ¡Pero hoy día en
Argentina nos estamos civilizando lenta y
primorosamente, perdiendo la virilidad
de la raza hispano argentina
(Castellani), según se manifiesta
hasta en las costumbres cotidianas, cada
vez más afeminadas, como los besuqueos entre hombres y las palmaditas en las
nalgas de los deportistas! Primorosas costumbres heredadas de la civilización
pretendida por Sarmiento.