3º PARTE
Caudillo
nacionalista veremos como su patriotismo
heroico contagia al pueblo argentino que
recuperará la salud política, obedecerá,
luchará y se sacrificará generosamente por amor a la Patria , reflejando las virtudes del Caudillo, como
sucedió en la época de Rosas.
Inciensa
a B. Rivadavia tan soñador de quimeras disparatadas, petulante y traidor
como él, pues entre iguales se adulan. Luego lo mismo a todos
los demás snobs , hombres de ‘orden’ y de ‘luces’.
Si
los españoles por ser poetas eran estériles e inútiles, los poetas unitarios,
por el contrario, aún siendo de mucha menor calidad, según Sarmiento brillaban
civilizando. De Echeverría dice: “manso
varón, como es poeta ardiente i apasionado por la contemplación de la naturaleza
i la refracción de lo bello…es el poeta de la desesperación, el grito de la
inteligencia pisoteada por los caballos de la pampa”… (63), que sufre por
no poder aplicar en su patria “sus bellas
teorías de libertad i de justicia”.
Luego
llueven alabanzas sobre Mármol: “Una joya
encontré en Río de Janeiro, Mármol, el joven poeta que preludia su lira… [escribiendo] ‘El
Peregrino’, que no verá la luz porque a nadie interesará leerlo es el raudal de
poesía más brillante de pedrería que hasta hoi ha producido la América. Byron , Hugo, Beranger,
Espronceda, cada uno, no temo afirmarlo, querría llamar suyo algún fragmento
que se adapta al genio de aquellos poetas” (83).
“Es Varela, en efecto, no el hombre más
instruido que tiene hoi la República Argentina , sino la
naturaleza más culta, el alma más depurada
de todos los resabios americanos, es el europeo aclimatado en el Plata…” (128). No es
posible dedicar tales elogios a uno de los peores traidores unitarios, al
Florencio Varela ‘lacayo’ de Thiers, aliado al Brasil para desmembrar la Argentina (C. Pereyra, ‘Rosas
y Thiers’, 152); tratado desdeñosamente por lord Aberdeen –así se trata a los
traidores- cuando fue a Europa con la misión de entregar su propio país para
que los imperialistas lo invadan militarmente; misión que tuvo un ‘final
infeliz y vergonzoso’.
Luego,
con ocasión de la libre navegación de los ríos argentinos, los unitarios
apoyaron la entrega de la soberanía fluvial a las potencias imperialistas,
repudiando el heroísmo de Obligado. “La falange Varela- Alberdi- Sarmiento creía que los ríos del Nuevo Mundo eran
libres, pero no libres como el Rhin y el Danubio, sino libres como eran los
ríos de América colombina y del África ecuatorial, el día que un explorador
llegaba por primera vez a sus estuarios majestuosos” (C. Pereyra, 143).
SIGUE ANATEMATIZANDO.
Suiza
le encanta por sus bellezas naturales, pero políticamente la considera
deficiente (318). “Lo que más embellece
el aspecto de los Alpes es la presencia del hombre aun en sus más escabrosas
sinuosidades”, contraponiéndola ¡cuando no! a los “deshonrosos” pasos andinos
que impiden el comercio, panacea de los pueblos
(313). Sobre Italia arroja proyectiles venenosos; en Roma exclama: “Paréceme que el cristianismo pidiera
limosna al mundo en estos días para velar el cadáver de una ciudad que sirve de
panteón a tantos siglos, a tantas glorias i a tantas miserias… ¡Qué miseria i
que abandono! ¿Porque no trabaja este pueblo? ¿Porque sus habitantes son tan ruines,
tan descuidada la cultura, i tan desaliñados los vestidos de sus habitantes?
(290)…”aquel desierto de ideas que es la Italia ”, y también: “Florencia es otra Nápoles sin ruinas, sin
bahía, sin lazaroni i sin Vesubio” (295)… ¡bárbaro! ¡no admiró el arte de esa joya artística de Europa y del
mundo! Luego revindica el arte del
Renacimiento (300).
En
Italia lo entusiasma la Semana Santa
romana “grandiosa, digna de verse, pero
no religiosa, no solemne” (298), y también el carnaval romano. Pero el
resto abominable… “los italianos en
Nápoles mostrádome el último grado a que puede descender la dignidad humana
debajo de cero ¿Qué importan los monumentos del jenio en Italia, si al apartar
de ellos los ojos que los contemplan , caen sobre el pueblo mendigo que tiende
la mano, i no recuerda el nombre de la Madona , sino para mostrar toda la profundidad del
abismo de miseria de cuerpo i de alma en que se revuelva” (317). ¡La
verdadera miseria de cuerpo y de alma es
no saber distinguir la belleza, disimulada quizás, pero real. ¡No conmocionarse
ante
lugares donde se percibe que hasta la tierra y el aire son
historia y arte de los siglos!
PÍO
IX Y
LA RELIGIÓN.
Sacerdotes, inclusive de rango, aunque del clero
modernista poco bueno puede esperarse, suponen que Sarmiento conservaba la fe
católica por la piedad de su ‘mamita’, su cercanía al presbítero Oro, o porque
estando en Chile, ya perteneciendo a una logia masónica, escribió un tratadito
religioso. Nada más ajeno a la realidad, pues todos los comentarios escritos en
sus ‘Viajes’ son estrictamente masónicos. ¿Cómo conciliar estos opuestos?
Gracias a los manipuleos mágicos usados
desde el Vaticano II, para escamotear ecuménicamente el principio de
contradicción. ¡Ya se puede ser masón y católico al mismo tiempo! ¡Se puede
dialogar y confraternizar con los masones! ¡Con la B ´nai B’rirh preferentemente! Y de aquí un solo
empujoncito para elevar a Sarmiento a una hornacina de santón laico.
Su supuesta religiosidad podría definirse como
sentimentalista o americanista, a lo sumo, pues pensó el catolicismo, sin conocerlo, como una filosofía o una
religión sin trascendencia divina.; no creyó en Jesús Dios, concibió la Iglesia , la Fe , el catolicismo como la
piensa un masón confeso.
Mauricio
Ferrari Nicolay, en su crítica al libro de R. Rojas ‘El Profeta de la Pampa ’ (revista Estudios,
junio 1946, 321) aclara que Rojas al titular un capítulo ‘El sentimiento
religioso de Sarmiento’ comete un grave error.
“Olvida Rojas que la religión no es cuestión de sentimiento ni en su
base ni en detalle. La religión toma a todo el hombre y predominantemente a su
inteligencia y su voluntad… […] El sentimiento entrará, sí, en la vida de la
fe, pero no la fundamentará jamás. Sostener lo contrario es naufragar en
Schleiermacher y compañía que suponemos muy caros a Rojas, si es que los
conoce. Aquí está también el quid por el cual Rojas trata tan
livianamente el Syllabus de Pío UX, como ya dije anteriormente. Para Rojas,
como para Sarmiento, el Syllabus era urticante en su claridad. En efecto, al
señalar los errores Nª 15/18 donde habla del indiferentismo y del
latitudinarismo –tenemos el Syllabus a la vista- Pío IX señala los errores que
Sarmiento defendió y los que lo alejaron de sus creencias juveniles […] de ahí
a sostener que Sarmiento entendió que cosa era la Religión y la Iglesia –esta vez con
mayúscula-, como que supo deslindar los campos en los que se luchaba con la
masonería, de la que fue miembro conspicuo, hay una distancia astronómica”.
Cuando
fue recibido por Pío IX, a quien, “de buena voluntad” le besó los pies (257),
con el placer de encontrarse con “el espíritu e ideas del nuevo Papa”, pues a
su antecesor, Gregorio XVI lo consideraba un déspota. Sin embargo Pío IX escribió
un mentís (Qui Pluribus, 1846) en el
tiempo en que Sarmiento lo conoció, que debió recibir como un ramalazo al punto
de dejarlo atolondrado, aunque ni acusó el golpe, respecto a su manía
‘progresista’ que aplicaba en todos los órdenes, como la pócimas ‘milagrosa’ de
algún viborero. “Esos enemigos de la
revelación divina, prodigando estupendas alabanzas al progreso humano quisieran
con temeraria y sacrílega osadía, introducirlo en la religión católica, como si
la religión misma fuese obra de los
hombres y no de Dios, o algún invento filosófico que con medios humanos pueda
perfeccionarse” (citado por J. Lemius, ‘Catecismo sobre el modernismo’ Iction).
TANBIÉN DESPRECIA
EL ARTE COLONIAL.
Paseando
por plazas y calle romanas se dejó arrastrar nuevamente por su resentimiento,
con otro argumento que lo incitaba a renegar de su patrimonio cultural.
Impulsado por si odio enfermizo a descubrir su linaje criollo, sacudió el polvo
de los adobes encalados, despreciable paja y barro, de los que creía estar
cubierto como lacras vergonzantes, baldón infamante pegado a la claque de
flamante embajador de las ‘Luces’, descubriendo su ‘gaucheríe’ de la Pampa bárbara, mientras murmuraba: “I nosotros, he dicho para mi en aquellos
momentos de embriaguez, producida por la contemplación de tantas bellezas, ¿Porqué
estamos en América condenados a la privación absoluta del bello artístico, que
en sus primeros ensayos muestra el límite que separa al salvaje del hombre
civilizado…? ¡Pueblos nuevos aquellos, repite la vanidad americana, que no
obstante encontrarse en esto sorprendida en flagrante delito de barbarie, no
conciente en que se la llame bárbara! ¡Pueblos
decrépitos, diría yo, vástagos podridos de viejo y podrido tronco!
(250). Estas palabras tan duras son falsas y maliciosas, pues en su época
existía una magnífica arquitectura, sencilla, a veces majestuosa, inspirada
en la realidad característica de nuestra tierra, con una imaginería, tallas y pinturas espléndidas, que aún podemos apreciar y venerar:
Jesús crucificado o azotado, la Santísima Virgen y los santos, de un realismo barroco
estremecedor; que elevaban el placer artístico y la fe religiosa aún de los fieles más humildes. Este arte religioso se degradó en el siglo XX con una oprobiosa
imaginería comercial, tan combatida por
el padre Castellani y por fray Petit de Murat, entre otros.
Sus
conocimientos artísticos eran pobrísimos, como él mismo reconoce: “La jenerosa oficiosidad del maestro
Carlos de París me ha guiado en esta exploración que no considero inútil, i sus
luces en la materia han suplido mi insuficiencia para apreciar el
mérito de los objetos de arte que se me ofrecían a mi admiración “ (252)
¿Con que autoridad entonces, tiene la osadía de execrar el arte colonial
americano?
Repetimos:
su mala fe lo dominaba, siendo sus comparaciones odiosas cuando trataba sobre
las cosas nuestras. ¿Alguien puede comparar razonablemente el incomparable arte
europeo gestado secularmente desde raíces antiquísimas? Arquitectos,
escultores, pintores, músicos, todos al unísono rendían culto al Dios de lo
Bello. Desde las primeras manifestaciones artísticas de los pueblos de la Europa central, Egipto, los siglos greco-romanos y cristianos, una
continuidad creativa que está a un nivel
inconmensurable, elevados por encima de todas las culturas que han existido y
existirán. Pero otros estilos artísticos no son una “privación
absoluta del bello artístico” ¡De ninguna manera puede desconocer la
belleza artística del arte colonial sudamericano!
La
enumeración de las espléndidas obras del
arte colonial sería inacabable. Desde las Capillas coloniales diseminadas en la
precordillera, en plena Puna jujeña, hoy día arrasadas por el liberalismo,
ellas y sus mismos pueblos ante el avance del ‘progresismo’, erigidas con
inspiración telúrica, hasta las maravillosas Iglesias ciudadanas, y las más
suntuosas de Perú y Bolivia;
resguardando en su interior la riqueza dorada y la platería de la artesanía
barroca indoamericana; todas dirigen y
elevan al culto debido a Dios. Inclusive la arquitectura doméstica, espléndidas
casonas señoriales, algunas de las cuales aún subsisten, que Ernesto Heritier
cantó en su poema sobre Jujuy, sus patios y sus ángeles custodios; espacios de
auténtica dignidad humana conteniendo distinguidos objetos de artesanía, que espiritualizaban la vida. Aún las viviendas humildes tenían un alma
acogedora, en su pobreza humanizada, como se observa recorriendo las tierras
del norte argentino. No existían los hacinamientos de las villas miseria, baldón del
demo-liberalismo ¡Cuánto anhelarían vivir actualmente en esos ranchos o en las
sencillas habitaciones que ocupaban los sirvientes en la Casa del Virrey, en Córdoba!
Tiene
palabras acertadas elogiando el gusto artístico de los romanos y la barbarie
iconoclasta protestante. “Si los
iconoclastas hubiesen triunfado, empero, en los tiempos primitivos, el mundo
estaría hoi sumido en la barbarie, i el cristianismo como la religión de
Mahoma, hubiera sido el azote de la civilización en lugar de ser
su guía i su antorcha…¡Gloria, pues, al culto redentor de las imágenes!... Ante
esta sublime asociación de las grandezas del cielo i de la tierra, no hai impiedad
que ose manifestarse, i el protestante que pasea sus miradas atónitas ante las
maravillas de San Pedro, se inclina ante las concepciones del jenio, avergonzándose
de la esterilidad de la protestación que excluye del culto las creaciones artísticas, quitando a Dios lo
que es de Dios” (247).
Ya
en EEUU (474) justifica la adquisición, inclusive “plajiando y saqueando”, aprovechándose de la pobreza de pueblos
europeos cultos, de obras de arte para
suplir la carencia de la cultura
artística yanqui; “que echarían en los
Estados- Unidos la base del futuro arte americano…[afirmando que este
despojo es obra de la “actividad
intelijente del país”], importando
primero, plajiando, saqueando a las otras naciones para enriquecer de datos su
espíritu i obrar después”
EL
CIENTÍFICO CHILENO ¡NO
SE DURMIÓ!
Resistiendo
estoicamente el aburrimiento, el ‘grande entre los grandes’ trae una graciosa
anécdota narrada con sincera espontaneidad, ocurrida durante su estancia en
Alemania. Sucedió que en Gotinga se relacionó con unos profesores de la Universidad “verdaderos sabios alemanes” que le
requerían noticias, pues “un americano
venido de tan luengas tierras debía ser hasta cierto punto objeto de
curiosidad” (330). ¡Como un bicho raro! ¡rarísimo! A punto de partir de
Alemania, el rector de la
Universidad lo invitó a la solemne entrega de los premios
académicos. “Un sillón me estaba
reservado entre los miembros de la facultad de humanidades, como una muestra
sin duda de la hermanable acogida que la hospitalidad de las letras ofrecía a
un miembro de igual corporación en Chile… [¿fue profesor universitario en
Chile, o lo soñó?]. Por mi parte creo
haber representado dignamente a mi cuerpo, en aquella solemne asamblea de
sabios, sino por la profundidad no bien
sondeada de mis conocimientos profesionales, al menos por la seriedad i aplomo imperturbable, con que
escuché de cabo a rabo i sin quedarme dormido, un erudito discurso en latín”. Se esforzó por no dormirse de aburrimiento,
como hubiera sido natural en un ‘sabio’ que no entiende ni jota… y luego de
abrir la boca para mencionar ante sus
asombrados ‘colegas’ su increíble teoría de las volutas de la pipa finalizó su
vergonzante visita a la facultad alemana.
ESTADÍA EN
PARIS Y EN
LONDRES.
Le
perdimos el rastro en París, (423), dejándolo asustado pues no tenía ni un duro
en su bolsa, y dejándonos a nosotros más asustados aún pensando que todavía
estaremos pagando los intereses por los duros que quien sabe quien le prestó. ¡Porque
en ese ambiente nadie presta gratuitamente! A fines de julio se encuentra a
punto de abandonar París abrumado por la flacura de su bolsa que no le alcanza
para cruzar el “istmo” ¡ Le faltaban
cien duros más los gastos para subsistir en Londres! Entonces, “el maestro de escuela en viaje de
exploración por el mundo” siente tal temor que decide reflexionar con su
poderoso “voluntarismo irreflexivo […] ¿Volver a su patria chilena vencido, con
una mano atrás y otra delante hubiera sido prosaico u desairado” ¿Volver sin haber visto las fábricas de Manchester y “el océano de casa de Londres”? Jamás.
Dar la vuelta sin admirar la “república única, grande i poderosa que
existe en la tierra”, la USA ,
¡nunca!
Entonces,
aunque no le queda un solo duro, “cojiendo
a manos llenas su valor de calavera por reflexión” fanfarronea desafiando a la diosa Fortuna: “si ella obstaculiza mi viaje a Inglaterra,
haré más, –piensa empecinado- y
completaré mi viaje alrededor del mundo civilizado”. Y ya su fantasía
desbordante lo sumerge en un ensueño acelerado, “donde la realidad flaquea, la imaginación continúa la obra”, nos
explica para asombro de los papanatas. Y ya se imagina llegando a La Habana -¡sin un duro!-
luego Bogotá, Caracas, Quito y “al fin
asomar la cabeza en Guayaquil”, ganando dinero enseñando y “borrajeando páginas para la prensa”. Por
supuesto no hizo ni de maestro ni de
periodista.
Viaje admirable, dice sin rebozo, que ningún
latinoamericano realizó, comparable al de los fenicios recorriendo el
Mediterráneo. Realmente admirable porque sin un duro llega a Inglaterra, donde
pasa días y días paseando como turista adinerado, “paseeme holgadamente en Londres recorriendo despacio la línea de
ferrocarriles”; luego permanece ocho días en Liverpool y al fin, con la
bolsa rebosando misteriosamente, le alcanzan los fondos para cruzar el
Atlántico y vivir en la USA ;
aquí nuevamente queda sin dinero, pero vuelve a obtenerlos fácilmente. ¿Se
habrá encontrado con Florencio Varela, que entre 1843/4 viajó a Inglaterra con la misión de vender la
soberanía nacional?
Es
posible que la ceguera de sus fanáticos lo justificarán diciendo que muy bien
pudo publicar en esos pocos días artículos periodísticos en algún ‘magazine’
europeo, con la improvisación y la temeridad acostumbrada, cobrándolos a precio
de oro, según él mismo se cotizaba; pero esto es imposible pues de haberlo
logrado no hubiera desaprovechado la
oportunidad de proclamar su consagración ¡y su jactancia hubiera estallado! ¿Quién
entonces le llenó la bolsa? ¿Los chilenos para tenerlo lejos y no estorbe, o
los ingleses, los franceses o la misma masonería? ¿A quien se habrá vendido?
¿Será el mismo poder que hoy día mantiene a los marxistas ‘desaparecidos’
viviendo burguesamente en el ‘exilio’, hasta que la añoranza los vuelve
‘aparecidos’ al país? Parece que su ejemplo cundió entre los diplomáticos, los
guerrilleros, los políticos y todos los que viven a costilla de las malditas
organizaciones internacionales confabuladas contra nuestra Patria.
CRUZANDO EL
ATLÁNTICO.
Al
fin se instala en un camarote del buque ¡Montezuma’, disponiéndose a concretar
su sueño dorado; cruzar el Atlántico hacia su paraíso anhelado ¡la utópica USA!
Durante la travesía nos cuenta unas actitudes que ayudan a conocer su
lamentable personalidad. Acodado en la borda mirando hacia la bodega, asiste a
escenas tan dantescas, tan dramáticas, tan dolorosas, que al leerlas en su pluma
nos colma de indignación su indiferencia.
Porque
en la bodega del ‘Montezuma’ se apiñan 480 irlandeses católicos que huían de la
inquisición anglicana (hago notar que nunca menciona la inquisición protestante, ni la inglesa ni la yanqui, realmente satánicas,
pues para él sólo debía existir la española, para no echar por tierra su
ideología anti-católica); sometidos al hambre y la violencia prepotente, a
todos las injusticias del ‘liberalísimo, humanitario y progresista’
imperialismo inglés; perseguidos por el Gobierno anglicano, los irlandeses
viajaban hacia la tenue esperanza encendida en la vida yanqui, aún sabiendo que
al llegar serían vendidos como esclavos ‘blancos’, sufriendo un trato más
inhumano aún que el que atormentaba a los esclavos ‘negros’.
“La vida del mar es poco contábile Por las
tardes me acercaba a la cubierta, a donde salían como ratas de sus
cuevas los infelices irlandeses, desnudos, macilentos, animada su existencias
por la esperanza de ver en la tierra prometida el término de sus miserias.
Emigraban viejas sexagenarias i un ciego mendigo tocaba por las tardes la zampoña, para que bailacen damas
mugrientas, chupadas y desmelenadas, con galopines en cueros o cubiertos de
andrajos, lo que no estorbaba que se agrupasen en torno de aquellas parejas con
figuras de convalecientes de hospital, un público con trazas de turba de casas
de corrección. Habíales entrado la gana de morirse i seis u ocho cadáveres se arrojaban
al mar algunos días, sin que el baile de la tarde fuese por eso menos concurrido”
(424).
Mientras
tanto pasa su tiempo apegado a una familia
judía, champurreando el poco francés que conoce, desinteresándose todos ellos
de la tragedia irlandesa. El “calavera irreflexivo” se entretiene observando
con indiferencia burlona, hasta con cierto regusto, a esos irlandeses que se
evadían de la pesadilla protestante, cantando y danzando, moribundos de
esperanzas humanas., sostenidos milagrosamente por la recia fe católica
irlandesa en la misericordia divina. Ratas, mugrientos, presidiarios son
algunos de los adjetivos que se le ocurren a este personaje de mala entraña,
ajeno a la caridad cristiana.
¿Puede
concebirse que no haya gritado de horror, que sus ojos no se hayan empañado de
compasión? Y así fue desnudando, sin proponérselo, una característica de su
personalidad que lo acompañará toda su vida: ¡el odio al pobre, al menesteroso,
al humillado! ¡odio a muerte hasta incitar al asesinato! ¡hasta el exterminio!
Como se concretó luego de Caseros, junto a Mitre y sus compinches masones. “Si los pobres de los hospitales, de los
asilos de los mendigos y de las casas de huérfanos se han de morir, que se
mueran; porque el Estado no tiene caridad, no tiene alma. El mendigo es un
insecto, como la hormiga… Los huérfanos son los últimos seres de la sociedad,
hijos de padres viciosos, no se les debe dar más que comer” (‘Las Frases
Célebres de Sarmiento’ 13/9/1859).
¿Cómo
es posible admitir por buenas estas barbaridades? Seguramente porque por su ‘masonismo’ asumió el triunfalismo luterano-calvinista,
despreciando a los menos favorecidos en la vida como condenados
irremediablemente a la vergüenza pública y
s la condenación eterna; inservibles para construir su utopía ‘ilustrada’, versión secularizada de la
‘predestinación’ protestante de los ‘santos’.
Tanto un liberal como un protestante piensan necesariamente como masones
y lo son en potencia. Son tres ideologías similares concatenadas con el mismo
principio: el libre examen que lleva a la deificación humana.
Pero
no era solamente desprecio al poco dotado, ni repulsión en presencia de llagas
físicas o morales; pues se extendió
también contra los poderosos que frenaban su demencial ego. Y así injurió la
grandeza de don Juan Manuel, rabioso por sentirse apabullado ente la
personalidad del Restaurador, y también la del Libertador San Martín. Contra
los Caudillos, contra España y los latinos. Tampoco se salvaron de sus
diatribas los paraguayos, los indios, los rotos chilenos, principalmente los
nobles y heroicos gauchos argentinos. “No trate de economizar sangre de
gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esa
chusma criolla, incivil, bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres
humanos” (‘Las Frases Célebres de Sarmiento’, carta a Mitre 20/9/1861 y El Nacional, 3/2/1857).
LLEGANDO A
SU PARAÍSO SOÑADO.
Cuando
el ‘grande entre los grandes’ desembarca en su Paraíso imaginario su exaltación
no tiene límites, pues cree ver materializada su utopía; pero Carlos Pereyra lo
contradice con la realidad en la mano: Estados Unidos “representaba el papel no
sólo de la generosidad, sino de la sabiduría. Era el tiempo en que Washington
simbolizaba la modestia, Franklin las virtudes silenciosas y Monroe los
arrestos de paladín… eran mentiras sin encanto” (251); pero Sarmiento las adopta y las hace suyas como verdades
irrefutables y clamorosas, inclusive la farsa del monroísmo. ¡La utopía hecha
realidad! Con su olfato para la traición quizás
presiente alborozado que los
yanquis serán nuestros nuevos amos, que nos ‘civilizarán’ y entonces los
disfraza con las adulaciones más serviles., como meses antes las había obsequiado
a los franceses.
En
carta a Alsina del 12/11/1847 (333), le
comenta que sale excitado de los Estados Unidos pues son “una cosa sin modelo anterior, una especie de disparate que choca a la
primera vista, i frustra la expectación pugnando contra las ideas recibidas, u no obstante este disparate
inconcebible es grande i noble, sublime
a veces, regular siempre…”, y
luego, con sensiblería ‘roussoniana’
vio, “esplendores fabulosos de
decoraciones que remedan… habitaciones humanas en cuyo pacífico recinto reinan
la virtud i la inocencia”… Esta es la esencia de su pensamiento ¡el
progreso material convirtió a los EEUU en el país de la ‘virtud i la inocencia!
¡La plutocracia nos lleva al Paraíso terrenal! Sin embargo, bajando del buque
en Nueva York no encuentra esas habitaciones humanas que él describió propicias
a una vida virtuosa e inocente: “Barrios
enteros tienen calles estrechísimas i desaseadas, alineadas de casas de
mezquina apariencia. Los cerdos son personajes obligados de las calles i
escondrijos donde nadie les disputa sus
derechos de ciudadanía” (425).
Visitando
las cataratas del Niágara, queda tan encandilado que escribe: “el pedazo más bello de la tierra; […]
traíame arrobado de dos días atrás la contemplación de la naturaleza, i a veces
sorprendía en le fondo de mi corazón un sentimiento extraño, que no había
experimentado ni en París. Era el deseo secreto de quedarme por ahí a vivir
para siempre, hacerme yanqui, i ver
si podría arrimar a la cascada alguna pobre fábrica para vivir” (437). ¡Otra prueba de su anti- patriotismo
masónico!
Y
por supuesto ansía que: “en medio de la
noche de plomo que pesa sobre la América del sur… se irradie
la aureola de luz con que se alumbra el norte”, como solución política
acabando con “el despotismo brutal” en nuestra Patria (335).
EXPANSIÓN IMPERIALISTA.
Luego
de justificar la compra de obras de arte
insignes, extraídas de su ambiente natural, también
aprueba la avidez imperialista
yanqui de apoderarse de tierras de países vecinos, pues vaticina que la
usurpación tendrá un final feliz… porque así lo exige su pasión por lo yanqui: “Yo no quiero hacer cómplice a la Providencia de todas
las usurpaciones norteamericanas, ni de su mal ejemplo que en un período más o
menos remoto, puede atraerle, unirle políticamente o anexarle, como ellos
llaman, el Canadá, Méjico, etc. Entonces la unión de los hombres libres
principiará en el Polo del Norte, para venir a terminar por falta de tierras en
el Itsmo de Panamá” (339).
Y
también: “a la altura de civilización a
que ha llegado la parte más noble de la
especie humana, para que una nación sea eminentemente poderosa o susceptible de
serlo, se requiere condiciones territoriales que nada puede suplir
permanentemente” (335); y continúa aderezando esta idea cínicamente, ¡en momentos que luchaba para escindir
nuestro territorio patria entregando Mendoza, San Juan y la Patagonia a los
chilenos! ¡Gracias a su gestión Chile sería la nación poderosa con esos
territorios robados a la
Argentina !
VISLUMBRA EL
CONSUMISMO.
Continúa
idealizando su Paraíso imaginado: “No se
olvide Ud. que estoi describiéndole una pobre aldea que aún no cuenta doce
casas, rodeada todavía de bosques no descuajados i apartada por centenares de
leguas de las grandes ciudades. Mi aldea, pues, tiene varios establecimiento
públicos, alguna fábrica de cerveza, una panadería, varios bodegones o
figonerías… dos hoteles ha de haber por lo menos para alojamiento de los
pasajeros; una imprenta para un diario diminuto, un banco i una capilla… una
oficina de la posta i transportes en vehículos de cuatro ruedas i con
comodidades para pasajeros… todos con el anuncio en letras de oro,
perfectamente ejecutadas por algún fabricante de letras. Este es un punto capital. Los anuncios en los Estados Unidos son por
toda la Unión
una obra de arte, i la muestra más inequívoca del adelanto del país,,, El
norte-americano es un literato clásico en materia de anuncios, i una letra
chueca o gorda, o un error ortográfico espondría al locatario a ver desierto su
mostrador” (343). ¡Toda esta cantidad de servicios en una aldea que “aún no tiene doce casas”! ¡Pura imaginación desbocada, absurda, irreal!
Con
esas palabras captó el móvil principal de la vida yanqui: la idolatría del
dólar, donde el anuncio publicitario mueve el comercio y éste desarrolla el
progreso, que a su vez es civilización y cultura. Hace unas décadas en el Museo
de Bellas Artes de Buenos Aires, patrocinada por la Fundación
Knok se expusieron
obras plásticas de artistas norteamericanos contemporáneos representando envases comerciales, con las ‘marcas’
comerciales bien visibles: botellas, cajas, latas. Era el arte al servicio del
comercio y de la industria incitando al consumismo ¿Porqué no emplearon objetos
de trascendencia artística? Para que
penetre aún más en la mentalidad doméstica yanqui la obsesión por las ‘marcas’;
y porque tanto a los artistas, como
a los políticos y a los investigadores, los financian las multinacionales.
Navegando
el Missisipi, bajando las últimas curvas antes de avistar Nueva Orleans el
héroe de los ‘hermanos tres puntos’ lamentándose de la monotonía del viaje a
través de 700 leguas de “agua i bosque”
llegaba abotargado como una boa digiriendo su comida enroscada en un árbol, con
su estómago rebosante y su razonamiento
embotado, mecido acompasadamente por las ondas fluviales. ¿Qué otra cosa podía
haber hecho para distraer su aburrimiento que comer desaforadamente, pues la
gula fue su vicio casero (“nunca he
tenido miedo a manjar alguno… no se ha inventado todavía el potaje que me haga
volver la cara” 221), ni siquiera
los extraños manjares que devoró en las carpas árabes). Así como su vicio social fue hacerse el
payaso, según se comportó durante la navegación.
Con
los ojos aún extasiados luego de haber contemplado las maravillas del arte
europeo, obras geniales irrepetibles e
inenarrables, que lo llevaron a una
altura donde más allá podrá ascender el arte, se desató su imaginación
desbordante y su predisposición gnóstica que le hacía creer que la realidad que
veía no era tal, sino que era como él quería que fuese; y si no se ajustaba a sus deseos tenía derecho a
modificarla y aún aniquilarla, sacudieron su modorra y aligerando su
pensamiento hecho a volar otra de sus sandeces.
Porque
allá a lo lejos divisó “la cúpula de san
Carlos, consoladora muestra… ¡Por fin iba a ver en los Estados Unidos una
basílica de arquitectura clásica i de dimensiones dignas del culto”! (352), exclamó el desconcertante opinador
artístico, quizá porque aún no se le habían disipado los vapores de Lúculo, o
porque se consideraba un eximio crítico de arte; pero seguramente por su obsesión ‘yancófila’,
determinando que como estaba navegando sobre el río más largo del mundo, en el
buque más lujoso del mundo, que navegaba a través del país más culto del mundo,
indudablemente esa cúpula coronaba la Basílica más esplendorosa y colosal del mundo,
ante la cual todas las cúpulas góticas y renacentistas semejarían humildes
capillitas aldeanas. Con esa idea el héroe de la mitología liberal le arrancó
una pluma a alguna furia maldita y con ella ultrajó la memoria inmortal
del divino Buonarroti, proclamando a los
gritos, pomposamente ante la historia; “La vista de aquella lejana cúpula me trajo
a la memoria la de San Pedro de Roma” (352).
Si
en ese instante hubiese llovido azufre nadie se hubiera asombrado más. Entonces
se sintió ese silencio cósmico que precede a las tormentas; nadie osaba hablar
presintiendo que algo debía ocurrir para ordenar el desquicio provocado por esa
blasfemia contra las bellas artes. Los
espantados pasajeros dirigieron sus ojos hacia él; sólo un loco o un oráculo
podía haberse atrevido a trastocar conceptos artísticos milenarios. Pero, por
supuesto, nada de esto ocurrió, pues sus compañeros de visaje que eran simples
cow boys, rudos aunque no idiotas, habituados a sobrevivir a las calamidades de
la vida, comprendieron que ese pasajero que los mortificó durante toda la
navegación con sus payasadas groseras no era ningún oráculo y lo tomaron a la
chacota; y no hubo ni aclamaciones, ni sombreros al aire, ni lluvia de balazos
como expresión de alegría.
Alguien
se le acercó, compadeciéndose de su ridículo papelón y le susurró al oído que aquella cúpula que él
había exaltado como digna del arte más encumbrado, no era sino el techo de la Fonda de San Carlos, donde
ellos, el sanjuanino con el tarambana chileno Arcos, pasarían la noche: “El San
Carlos que me había traído la reminiscencia de San Pedro de Roma, no era más que una fonda” (353). Quizás
la cúpula de la fonda haya sido de
dimensiones apreciables, lo suficiente para que alabe sus magnitudes, que es lo
que él apreciaba y valoraba; porque él pensaba así: si la cúpula de la fonda tiene
un diámetro un tanto mayor que la de San
Pedro, entonces la consideraba artísticamente superior. Ya veremos que en varias oportunidades se
extasía ante lo colosal, asumiendo la tara yanqui: cuanto más grande y costoso
mejor y más bello.
EL PALACIO
DEL HOMBRE-REY.
Pero el botarate broncíneo ni se ruborizó ni se
inhibió ante su cómica metida de pata ¡Todo lo contrario, llegó al colmo de su
insensatez! ¡Se enfervorizó concibiendo una blasfema ocurrencia! ¡La fonda es el nuevo templo para el hombre!
¡La fonda con su bienestar glorifica al hombre y le rinde culto! “Hé aquí el pueblo rei, que se construye
palacios para reposar la cabeza una noche bajo sus bóvedas; hé aquí el culto tributado al hombre, en cuanto hombre, i los
prodigios del arte empleados, prodigados
para glorificar a las masas populares (352),,, pues el hotel hereda la cúpula
del tabernáculo antiguo” (355).
La
apoteosis burguesa del pueblo yanqui ya no construye templos para adorar al
Dios de la Cruz
vencido por el Mundo: ”La arquitectura religiosa continúa secándose
i marchitándose, al paso que la arquitectura popular se improvisa en los
Estados Unidos… i las imágenes de la virgen i de los santos han ido a
confundirse en los museos, i tenerse hombro a hombro con las estatuas de los
dioses paganos, o las desnudeces de la pintura profana” ¿Cómo desembrollar tantos disparates expuestos
en tan pocas palabras? ¿Cómo ordenar semejante desbarajuste? ¡El
culto al hombre sustituyendo al culto a
Dios! ¡La Iglesia relegada por la
fonda! Pero ojo, maestro, la arquitectura popular no es la que erige hoteles
sino la que construyó los templos cristianos, donde nadie está excluido;
mientras que los hoteles y los bancos son para los turistas adinerados o para
los que viajan ‘de arriba’...
La
arquitectura de los Bancos, de estilo jónico o egipcíaco también lo encandilo: “y domina ya el uso arquitectónico de poner
en la cúspide de las cúpulas, a guisa de pináculo, la estatua de Franklin,
sosteniendo el pararrayos” (355). ¡El pararrayo en vez de la Cruz ! ¡El hombre endiosado
arrebatandole a los dioses el poder de la naturaleza!
Luego
narra admirativamente, y con gracia, la vida regimentada de los clientes en los
enormes hoteles. Pero no tiene ánimo para inventar las acostumbradas alabanzas,
pues a la hora de las comidas: “¡Qué
incongruencias! ¡Qué incestos! ¡I qué promiscuaciones en los manjares!...
Estábamos helados de horror, i mi compañero de viaje lleno de gastronómica
indignación al ver esas abominaciones, i no llueve fuego del cielo, esclamaba;
los pecados de Sodoma y Gomorra debieron ser menores que los que cometen a cada paso estos puritanos!”
(357). Es evidente que le dolían al glotón
esa deficiencia gastronómica, que Julio Camba describe el ‘La Casa de Lúculo’, ¡al extremo
de compararla ligera e impertinentemente
con los abominables pecados del homosexualismo! En fin, que la
mala educación de los yanquis en esos hoteles es asombrosa, por la manera de
sentarse, de comer, de dormir, de tratar al desconocido…: “los yanquis son los animalitos más inciviles que llevan fraque o
paletó debajo del sol” (359), pero el se babea como un papito ante las
picardías de su hijito malcriado, justificándolos: “Esos hábitos de rudeza, más
aparente que real”.
SOBRE TODO
¡LOS DÓLARES!
Los
yanquis tienen ese hábito de reverenciar
la cantidad de lo que sea, resabio del calvinismo; como los niños: ¡mi juguete
es más lindo que el tuyo! Y al maestro chileno, que fue un yanqui hecho y
derecho, -aunque no logró ser un WAPS sionista-
tuvo innata esa jactanciosa costumbre; todo lo que observaba lo reducía
a magnitudes; y es así como nos abrumó con números y estadísticas
espectaculares, ocupando una parte muy importante de sus recuerdos. De lo que
veía le fascinaban las dimensiones, el
costo, la financiación ¡lo colosal!
Páginas
enteras describiendo minuciosamente las medidas del acueducto del río Croton;
la cascada del Niágara; el crecimiento de las ciudades; el monumento a
Washington; el aumento poblacional; el consumo de mercaderías; ferrocarriles,
puentes, vapores… Números y más números ¡dólares y más dólares! ¡Un aburrimiento
aplastante! ¡El tiempo que habrá perdido requiriendo tantos datos! Ningún adelanto de la civilización técnica del
hacer manifiesta aumento de arte, moral, o libertad; sólo mayor bienestar,
seguridad e higiene, si la técnica se aplica correctamente ¡lo que no se ve
mayormente que suceda! Y un deseo personal de superarse y superar y dominar a los demás.
El
genial humorista gallego Julio Camba parece que hubiera leído los ‘Viajes’
dedicándole sus comentarios sobre la vida en EEUU, en sus libros ‘La ciudad
automáticas’ y ‘Un año en el otro mundo’ (Austral), para enseñarle que la realidad debe
descubrirse con sentido común y el humor de los siglos, sin los prejuicios ‘iluminados’
de Sarmiento, amasados con la traspiración de la Viuda Negra … ¿Y cuál fue la realidad que vivió Camba
durante su estadía en USA? Pues que las observaciones del sanjuanino, ochenta
años después de escritas se habían desarrollado mostrándose en toda su falsedad
y superficialidad. El Progreso material no determina calidad humana.
Escribió
Camba en ‘Un año en el otro mundo’ (46): “Muchos incendios y muchas matrículas
universitarias, mucho dinero y muchos criminales. Los puentes más grandes del
mundo, la mayor plutocracia del mundo, la miseria más horrorosa del mundo ¿Qué
más da que se trate de esto o de lo otro? La cuestión es epatar y batir records.
¿Qué importan las calidades en el país de la cantidad?”… “De donde resulta que
aquí el dinero se ha convertido en la medida de todos los valores. Los hombres
valen según lo que tienen, y las cosas según lo que cuestan. En los museos,
para darle a uno una idea del mérito de los cuadros, se le dice a uno el dinero
que han costado…[…]. Y aquí, además, no se reconoce en el hombre más que una
capacidad: la capacidad de hacer fortuna. Un hombre pobre es considerado aquí
como un hombre incapaz, y nunca se piensa que ese hombre haya podido invertir
su capacidad en cosas no lucrativas. Todo aquí tiene un común denominador que
es el dinero”. Puro calvinismo.
“Pero donde el jenio de los
instintos nacionales brillan en su verdadera luz, es en las actitudes
Yankees en sociedad… En un pueblo que como éste avanza cien leguas de frontera
por año, se improvisa un estado en seis meses… Deben gozar de tan alta estima
los pies, como la cabeza entre los que piensan, o el pecho entre los que
cantan. En Norte-América verá Ud. muestras a cada paso del culto religioso que la nación tributa a sus nobles u dignos
instrumentos de riqueza, los pies” (358). Se me ocurre pensar ¿Se habrá querido burlar de nosotros con las
extravagancias escritas en los ‘Viajes’?
Si las fantasías del Quijote enaltecían, las de Sarmiento
degradan y corrompen, hasta el punto de decretar las exequias del homo sapiens,
pues el yanqui ya no pensará, como ocupación distinguida, sino que caminará interminablemente, profesando un
culto religioso a su propio andar; característica racial que lo impulsa a
viajar como manifestación del activismo; como
describió J. Steimbeck en ‘Viajes con Charlie’, por ejemplo. Según esto, el
hombre definido por la filosofía clásica y por el cristianismo quedó
sobrepujado por el caminador. Pero si la cabeza no decide andará al tuntún y
si la voluntad no los impulsa permanecerán inmóviles. La cabeza hace andar a
los pies, pero a veces la cabeza
no piensa y se deja arrastrar por los pies, que es como Sarmiento recorrió
la historia, como un energúmeno cascarrabias que andaba de un lado para el
otro, sin parar, gritando, gesticulando, discutiendo, ofendiendo, admirando su
propio andar, buscando fama y poder; típico “liberal plebeyo y disolvente”. Fue
como una bengala que surca la noche en este mundo pataparriba, despidiendo
destellos, humo, ruido, sin importarle
que las chispas al caer incendiarían la Patria , dejando cenizas, suciedad y miseria.
También en este tema del activismo Julio Camba con su
sentido común humorista, que cala profundamente en las cuestiones que trata, se
enfrenta y rectifica la ideología de
Sarmiento: “En Nueva York no hay manera de perder el tiempo […] más que una
ciudad es una fabrica gigantesca. Aquí se ha supuesto que no debe haber vagos,
que no debe haber poetas, que no debe haber enfermos y que no debe haber
personas de edad. Se ha supuesto, en fin, que no se debe perder el tiempo. Las
mismas diversiones neoyorquinas exigen una energía prodigiosa y son una forma
más de la actividad nacional […] Y esto es terrible, aunque no lo parezca,
porque yo creo que toda la civilización se ha hecho a ratos perdidos y que su
labor se verá interrumpida en cuanto la humanidad se niegue sistemáticamente a
perder el tiempo. Yo creo que la civilización es precisamente obra de los
vagos, de los enfermos, de los poetas y de las personas de edad. […] Y yo les
daría un consejo a las autoridades neoyorquinas; el que fomentasen el ocio. No
hay intelectual posible en medio de una gran actividad física […] Y en sólo una
hora restante, en media hora nada más, o únicamente en cinco minutos, hubiera
podido surgir uno de esos pensamientos fundamentales, que dirigen la humanidad
durante siglos y siglos, porque estos pensamientos se extraen al sinfín de las
horas perdidas […]. Aquí hay una tendencia a sustituir la conversación con el
baile, el pensamiento con la gimnasia casera y la civilización con la
mecánica”… (‘Un año en el otro mundo’, 74).
CHACOTEANDO
EN EL TEATRO.
Dolían
en Italia los heroicos históricos cuando el gran Giuseppe Verdi, ídolo de la
italianidad, aportó su genio latino para la restauración de la unidad política
peninsular, estrenando en el encantador ‘La Fenice ’ de Venecia la ópera ‘Hernani’ o ‘El honor
castellano’, que nombrando al héroe que luchó para liberar a su Patria, fue
como un ruego para que el joven Víctor Manuel, rey del Piamonte, libere Italia
del abrazo aborrecido del Imperio Austro-Húngaro, provocando más que con
Nabucco llamaradas de fervor patrio.
Así
como hoy día el arte y la cultura fomentan la chabacanería, la corrupción moral
y el resentimiento marxista antinacional, principalmente desde Hollywood y la
TV Basura , sirviendo al poder del dinero,
el apasionado arte verdiano exaltó uno de los más puros y desinteresados amores
humanos: el amor a la Patria.
Mientras
esto sucedía en Italia, Sarmiento ‘el maestro explorador’ como él mismo se
nombraba, apenas llegado a Nueva York concurrió con otros cinco
latinoamericanos, entre los cuales el general Alvear, a la puesta en escena de
‘Hernani’, en un teatro en construcción, con ánimo farrista, indiferentes al
drama político que se desarrollaba en escena, tan semejante al que soportaba en
esos tiempos la Confederación
Argentina , ante el cual un patriota de ley hubiera sentido
hervor su sangre de indignación contra el imperialismo anglo-francés.
Pero
no cualquiera es elegido por las Musas para elevarlo a las alturas sagradas
donde el arte expresa verdades políticas trascendentales. Y el ‘padre del aula’
evidentemente no pudo ascender un palmo de su butaca, entre risotadas van y
pullas vienen. Imperturbable, chacoteando con sus compañeros, cuenta: “La prima donna cantó por añadidura el
jaleo, dirijiendo a nuestro grupo, desde las tablas palabras en español, que le
fueron contestadas con una cuchufleta de manolo”; por lo cual ese teatro no
sería más que una especie de barraca, con artistas de inferior calidad y
espectadores ni una pizca superiores.
Entretanto
en Buenos Aires ¡en plena época rosista! , “los cultores de la ópera
ovacionaban en el ‘Victoria’ a Mugnay o a la Preti en ‘I puritani’ que luchaban contra los
monarcas” (José M. Rosa, ‘La caída de Rosas’ 289), demostrando que en el Río de
la Plata se
rendía culto al amor patrio y a la verdadera cultura… Hacia 1848 frenadas por
el patriotismo de la excelente diplomacia argentina la angurria imperialista,
llegan a Buenos Aires varias compañías dando conciertos instrumentales y
representaciones operísticas con gran suceso popular, al punto de originarse
problemas “para atender de algún modo el infinito número de pedidos” de
entradas (recuerdos de Mariano Bosh, citados por J.A.S. en el programa oficial de la Ópera ‘Beatrice di Tenda’, dada en el
teatro Colón en la temporada 1986).
Pero
¿Y la Mazorca ?
¿Y los degüellos? ¿La gente se animaba a salir de sus casas, y los artistas
extranjeros a venir de Europa a ofrecer su arte donde regía la barbarie? ¿En
plena tiranía sangrienta? ¿No es que los mazorqueros acechaban a los que salían
de noche de sus casas para degollarlos entre el barro y la sangre que corría
por la calzada?
¿No
sería que, exceptuando a la ínfima minoría de
recalcitrantes unitarios,
repudiados por todos, tanto los habitantes de la ciudad como los
artistas europeos conocían la seguridad, el orden y la cultura nacional, y por
eso asistían a las representaciones teatrales o a las reuniones sociales sin
reparos? Lo paradojal es que hoy día, en plena ‘democracia’ civilizada y
liberal ¡es una temeridad caminar por el centro de la violenta Buenos Aires
para asistir a alguna función en el Colón! ¡Porque ahora gobiernan los
‘democráticos’ descendientes de los unitarios! ¡Y ni hablar de la degeneración
artística!
Volviendo
a la función ¿Habrá sentido que Hernani acusaba su traición? ¿Le habrán
cosquilleado las nalgas haciéndolo retorcer en su asiento de vergüenza el noble
espíritu verdiano? ¿Él que pocos años antes había incitado la invasión chilena
a la Patagonia
¿Él, que pocos años después haría las veces de ‘coronel’ pasquinero en el
primer ejército extranjero que triunfó en nuestra Patria? ¿Él, que había
repudiado la honorable investidura nacional para calzarse la divisa de las rapiñas trasandinas?
¿Él, que pasó frente a las Malvinas sin una palabra de emoción dolida? ¿Él, que
quería rematar al mejor postor el espíritu de la argentinidad?
Estando
en Venecia le sorprendió “la imponente
protesta de los pueblos oprimidos” (306) por los austríacos, pero sin hacer
ninguna mención al bloqueo imperialista en el Río de la Plata ; ¡más bien,
apoyándolo! Del arte, de Hernani, de Verdi, de la apoteosis patriótica no
mencionó una sola palabra; ciego y sordo, impertérrito en su chatura de
farrista, inmutable en su superficialidad. Y si entendió la intencionalidad del
argumento de la ópera no le interesó pues no inflaba su ego; prefirió no pensar
y pasarla bien, de acuerdo a su
frivolidad habitual para todo lo esencial. Fue masón grado 33, pensó y actuó
como masón, y sabiéndolo o no, poco importa, fié protestante.
PROTESTANTISMO, SINÓNIMO
DE PROGRESO Y
CIVILIZACIÓN.
No
era capaz de pensar de otra manera; sus ditirambos a EEUU se explican por su
afinidad a la masonería y al
protestantismo, doctrinas inseparables, como lo prueban tanto la historia de
Inglaterra como la de USA ¡y la nacional! Dicen bien los masones: los
protestantes no son masones por escrúpulos o por miedo, pues deberían serlo, ya
que el protestantismo lleva inexorablemente a la masonería y viceversa; la vida pública de Sarmiento lo atestigua.
Quizás
parodiando a Lamennais y anticipándose al espíritu y a la letra ambigua, con regodeo
judeo-protestante del Vaticano II escribió: “El
poder temporal del papado se sepultó en San Pedro de la Roma moderna. Las anatas, las
indulgencias i las bulas de la Santa Cruzada ,
con cuyos productos se construyó, dieron al mundo el protestantismo, hijo de la
libertad de examen, enjendró la educación pública i la discusión; i de esos
padres nacieron más tarde la libertad política i la democracia moderna, la
química i la mecánica, el vapor i las ciencias” (180) Falsas palabras, vulgarísimos argumentos, plenamente
protestantes, que bien hubiera podido declamar el heresiarca Lutero; tan resentidas y malvadas que podrían haberse
confundido las del uno con las del otro. Y manifestando su liberalismo a
ultranza: “la libertad no es más que la
realización más pura de la caridad cristiana, dejando a cada uno libre arbitrio
en que todo el dogma se fundó”… O sea el fraude de siempre: se trata de atacar el dogma
católico para sustituirlo por el dogma de la libertad; el primero no mengua la
libertad, porque trata de verdades divinamente manifestadas, mientras que el
dogma de la libertad, nacido protestante, paradojalmente, cae en el totalitarismo,
tal como la historia contemporánea lo demuestra. Bajo el dogma católico se
vivió en libertad; bajo el dogma liberal se está esclavizando al hombre.
DEMOCRACIA E
IGUALDAD.
En
EEUU necesariamente se debería haber vivido en ‘democracia’, para respaldar su ideología, y tenía que
demostrarlo de cualquier manera. Tal como trató ese otro ideólogo precedente A. Tocqueville, en su mamotreto ‘La Democracia en América’,
exaltado hasta las nubes por liberales y masones, porque interpretó
descripciones interesantes históricamente, pero a través de su falsa ideología
demo-liberal. Sarmiento, por su parte, empleó la estratagema de describir una vida “inocente i virginal”, libre e
inteligente, sin policía ni Estado, auténticamente democrática de los rayeros del
oeste, al modo roussoniano, como si estos rayeros fueran los únicos y
principales habitantes que hubieran impuesto su estilo de vida al resto de la
nación; desentendiéndose del horror puritano; de las razas y religiones
discriminadas y perseguidas; del totalitario ‘melting-pot’ religioso, político
y social, donde forzosamente, quiéranlo o no se fundían todas las diferencias
auténticas. Lo que pretende demostrar,
tras este escamoteo, es un país viviendo un romanticismo idílico que hace
lagrimear de emoción y envidian los
incautos (actualmente empleado con mucho éxito por las sectas
protestantes). Pero como esto es falso,
a fuer de su obnubilación liberal, en otros momentos exalta la violencia, el
poder, el militarismo yanqui, lo idílico
se transforma en imperialismo… pero bienhechor.
SUPERIORIDAD RACIAL
Y MORAL YANQUI.
“En los Estados Unidos, todo hombre, por cuanto es hombre, está habilitado
para tener juicio i voluntad en los negocios políticos, i lo tiene en efecto” (360); podrá tener “juicio i voluntad”, aunque dudamos que se pueda generalizar esta
capacidad intelectual, pero él parece
afirmar como si cualquier quidam hubiera podido tener influencia política; y
esto es otro camelo democrático.
“Dícese
que el hombre es un ser racional, por cuanto es susceptible de llegar a la
adquisición i al ejercicio de la razón; i en este sentido país ninguno de la
tierra cuenta con mayor número de seres racionales” (362) ¿Le perdonamos también esta tontera? Pero abran
el paraguas que se viene el diluvio. “Después de haber recorrido las primeras
naciones del mundo cristiano, estoi convencido que los norte-americanos son el
único pueblo culto que existe en la tierra, el último resultado obtenido de la
civilización moderna (360)… el último resultado de la lójica humana”
(361).
Estando
en Francia nos había asegurado que los franceses eran los guerreros más
audaces, y otras mil lindezas que lo convertían en el pueblo más agraciado y
civilizado del mundo. Pero ahora en USA nos asombra con otra afirmación que nos
deja perplejos porque contradice terminantemente, sin ruborizarse, la anterior : “Aún no se ha hecho en nación alguna el
censo de la capacidad intelijente de sus moradores… pero mirando al hombre como
máquina de destrucción [comprobaríamos que] un yanqui para matar hombres
equivale a muchos de otras naciones, de manera que la fuerza destructivas de la
nación puede contarse en doscientos millones de habitantes” (361). Como en esa época vivían 20 millones,
descontando los niños, mujeres y ancianos, nos quiere hacer creer que cada yanqui peleando exterminaría a veinte o
treinta soldados de otras naciones. Este poderío asombroso, hercúleo, fue años después de su
revelación popularizado por el cinematógrafo, cuando el héroe yanqui con un
solo disparo mataba nazis y japoneses a mansalva ¡Por la libertad y la
democracia, por supuesto! ¡Al lado de estos héroes mitológicos a lo soldados
franceses los consideraba ahora como insignificantes soldaditos de plomo! Y sin
embargo, aunque él no lo supiera, si no fuera por esos ‘soldaditos de plomo’
EEUU no se hubiera emancipado de Inglaterra.
Pero
hay más, porque el ‘maestro ciruela’ siempre saca de la galera algún nuevo cuento para desconcertarnos. La superioridad
racial es tan desmesurada, nos dice, que el
uso de la libertad no tiene límites; de manera que aún las niñas solteras
como también los niños pueden corretear libremente por el mundo, “aún a
doscientas leguas de distancia” de sus casas, sin que preocupe a algún comedido
y jamás al Estado. “De ahí nace que el niño
yanquee espanta al europeo por su desenvoltura, su prudencia cautelosa, su
conocimiento de la vida a los diez años” (365), (459). ¡Imaginación
asombrosa!
¡Y qué decir de los ‘próceres’, si las anteriores maravillas se referían solamente a
la gente común! Luego de ensalzar desmesuradamente a su adorado Franklin,
describe las excelencias de su otro héroe, G. Washington, el adinerado héroe de
la oligarquía, “el plantador
norte-americano, el jenio de la democracia”, el hombre perfecto, por encima
de nuestro Señor Jesucristo; aunque las decenas de esclavos que tenía en sus
latifundios no habrán compartido esta admiración
de Sarmiento… Viendo un modelo del monumento que debía erigirse al ‘héroe’ exclama esta lamentable crítica artística y cultural:
allí está “el jenio artístico americano … mide en alto todo él, dos metros más que la pirámide de Cheops en
Ejipto. La arquitectura es una combinación más o menos feliz de formas de todos
los jéneros conocidos, herencia de todos los pueblos civilizados. Lo que en
aquel monumento hai del jenio yanqee es la altura, es decir, el
sentimiento nacional de sobrepasar en osadía a la especie humana entera, a
todas las civilizaciones i a todos los siglos” (468), afirmación que
demuestra su descarada ignorancia artística. Y cuando visita la casa de Washington
exclama: “A quince millas de distancias
de Washington está Mont-Vernon, la morada y la tumba de aquel grande hombre que la humanidad entera ha aceptado como un
santo… Santa Casa… santuario yanqee… No fue el hábito sino un sentimiento
más profundo el que me hizo quitarme el sombrero de la cabeza i marchar con
precaución como si pisara una
tierra sagrada…” (465). ¡Un
pasito más y nos hubiera regalado una nueva secta protestante para adorar al
santón de la democracia G.W.! Y ahora un
chimento de entre casa, que de alguna manera contradice la imagen que tenía el embustero sanjuanino del
canonizable ‘general que no ganó una batalla’, Idígoras no se de donde sacó que
Marta Washington dijo que su esposo era
una ‘mujer’; yo no le di crédito, pero viendo el grabado que reproducimos hummm...
Por
supuesto le encanta la belleza de las mujeres norteamericanas; principalmente
las jovencitas y libertinas :”libres como
las mariposas” (348). “En los wagones
se les ve siempre a estas encantadoras parejas de jóvenes de veinte años
abrazados, reposándose el uno en el seno del otro, i prodigándose caricias tan
expresivas que edifican a todos los circunstantes, haciéndoles formar el
propósito de casarse inmediatamente, aún
a los más contumaces solterones”;
deduciendo una excentricidad: “Atribuyo a aquellos amores
ambulantes en que termina el flirteo americano, la manía de viajar que
distingue al yanqee, de quien puede decirse que nace viajero”
(350)... esta relación de causa a efecto entre amores y viajes
me resulta insólita Y si esta apoteosis romántica, que dura unos pocos días, se
enardece empujando a la pareja al matrimonio, comenta con inquina: “se aburrirán santamente en el hogar
doméstico”. Porque Sarmiento no conocía ni imaginaba la felicidad del amor
en un hogar cristiano. “En adelante, el
cerrado asilo doméstico es su
penitenciaría perpetua, el roastbeef su acusador eterno; el hormiguero de
chiquillos rubios i retozones, su torcedor camino; i un marido incivil, aunque
good natured, sudón de día i roncador de noche, su cómplice, su fantasma”
(349). Esta desalentadora escena de amarguras y sacrificios, bien podría ser el
argumento de una telenovela de la
TVBasura , apropiada para incitar al libertinaje conyugal,
contradiciendo su visión del hogar yanqui virtuoso e inocente. Pero así era el
sanjuanino, expresaba lo que sentía en la emoción del momento; un rato un sí,
luego un no sobre lo mismo al mismo tiempo. Y sin dejarse embaucar por sus
mismos argumentos continuó soltero contumaz.