domingo, 21 de noviembre de 2021

 

.En este artículo escrito en “Haciendo de República”, Julio Camba, con su finura y gracia habitual, desnudó la labor de los parlamentarios, que, amodorrados en los sillones parlamentarios, incapaces, e irresponsables, exhibiendo resentimiento marxista, se dedicaban a intrascendentes, ridículas, absurdas propuestas , sin importancia alguna para la restauración española; con el solo propósito de justificar el cargo qu no merecían ocupar.

Son tan semejantes a los que soporta actualmente nuestra Argentina que he decidido su publicación , esperanzado en que tenga la misma resonancia que conmovió al pueblo español, ayudando a demoler la República roja.

EL CASERÓN VIEJO.

Imagínense ustedes un caserón viejo, destartalado, lleno de telarañas, Esto era España entes de la República. Un caserón en el que apenas si quedaba vidrio entero ni teja sana, y cuyas vigas carcomidas, se doblaban penosamente al peso de la techumbre. No había más remedio que iniciar cuanto antes una labor de restauración. Todo el mundo convino en ello, aún los más comodones y enemigos de reformas, y cuando un grupo determinado –tal vez fuera más exacto decir una sociedad- se ofreció a ejecutar las obras, se les abrió un amplio margen de crédito.

Ya conocen ustedes el resultado. Primero procedió a la oportuna división del trabajo, nombrando gerentes, inspectores, capataces, contables contramaestres, secretarios, tenedores de libros, taquimecas, etc., etc. Se constituyó una comisión de tejas, otra de vidrios y otra de vigas. Se enviaron delegaciones al extranjero para estudiar lo que se hace allí en casos semejantes y, en fin, se montó una máquina burocrática de padre y muy señor mío. Naturalmente, todo este personal necesitaba una instalación conveniente, y se lo alojó con el debido confort, procurando que a nadie le faltase calefacción, el agua caliente ni la radio ´la radio es el piano del nuevo régimen- y que el que más que el que menos tuviese cada uno su automóvil en la puerta. Y en cuanto al caserón, ahí está con sus corrientes de aire y sus techos llenos de goteras.

Esta es, ni más ni menos, la historia de nuestros tres años de República, breve y sucintamente expuesta por medio de un procedimiento que las gentes del oficio llamamos apólogo.

-¿Y el sufragio femenino? Podrá preguntarme alguien.

O bien:

-¿Y la secularización de los cementerios? ¿Es que la secularización de los cementerios no justifica acaso la creación de la burocracia republicana?

Desde luego, no se puede negar que la República ha secularizado los cementerios y las escuelas, que le ha dado el voto a la mujer y que ha hecho la ley del divorcio; pero, viniendo a mi apólogo, para mí todo esto es como si en el viejo caserón se hubiesen puesto unos cuantos sillones de tubos o se hubiese instalado una iluminación indirecta de color violáceo, sin preocuparse de retejarlo o de sustituir los vidrios rotos. El problema no es ese, y no es que fuese precisamente un problema más complicado. Era, al contrario, muchísimo más sencillo...+

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