sábado, 1 de julio de 2017

LOS ENEMIGOS Y LOS CIPAYOS.
BREVE RESEÑA DEL ACCIONAR  DE LAS FUERZAS DISGREGADORAS QUE  DEMOLIERON EL PENSAMIENTO Y LA POLÍTICA TRADICIÓNAL  ESPAÑOLA; IMPONIENDOLE, AL FIN, EL LIBERALISMO A ULTRANZA.
 CUANDO  EN 1810, EN PLENO AUGE LIBERAL ESPAÑOL, ARGENTINA DECIDE  LIBERARSE DEL TRONO COMPLACIENTE,   CIERTOS NATIVOS “ILUSTRADOS” YA SE HABÍAN CONTAGIADO DE LIBERALISMO,  FORMANDO  LA SECTA DE  AFRANCESADOS Y FILOINGLESES,  ANTITRADICIONALES,  PARA TRANSFORMARNOS EN LO QUE NO DEBÍAMOS  SER;   POSTURA QUE LUEGO SE CONSOLIDÓ EN  EL PARTIDO UNITARIO, DE TAN DESGRACIADA MEMORIA; CUYO ACCIONAR PERDURA  AUN EN NUESTROS DÍAS.
ESPAÑA FUGAZMENTE RESURGIÓ LUEGO DE LA CRUZADA NACIONALISTA DE 1939; PERO VOLVIÓ A CAER, PUES EL PODER DE LOS ENEMIGOS ES INMENSO  Y LA TRAICIÓN DE LOS LIBERALES INVARIABLE.
NOSOTROS ESPERAMOS, CONTRA TODA ESPERANZA, PODER RESURGIR DE ENTRE LAS GARRAS DE LOS MISMOS ENEMIGOS QUE ASOLARON Y ACTUALMENTE ASOLAN A LA MADRE PATRIA; Y  TAMBIÉN SE ENSAÑAN INSIDIOSAMENTE CONTRA  NUESTRA  ANÉMICA ARGENTINA, QUE POR OBRA DE LOS ENEMIGOS, CON EL APOYO DE LOS CIPAYOS, AL IGUAL QUE  EN ESPAÑA, HA PERDIDO EL RUMBO NO SÓLO  HACIA SU DESTINO DE GRANDEZA; SINO AÚN  SU PODER DE SOBREVIVENVCIA SOBERANA.
AL FINALIZAR ESTA BREVE RECOPILACIÓN INCLUÍ UNOS PÁRRAFOS DONDE BENEYTO PÉREZ EXPONE ALGUNOS DE LOS  EXCELENTES PUNTOS PROGRAMÁTICOS DE FALANGE, PARA EL RESURGIMIENTO DE ESPAÑA.
(Párrafos extraídos del libro: “El Nuevo Estado Español”, de Juan Beneyto Pérez, Biblioteca Nueva, Madrid, 1939, pg.84/91).

JUAN BENEYTO PÉREZ
II.- DECADENCIA Y RESURECCIÓN DEL ELEMENTO TRADICIONAL

L
a España imperial muere  precisamente porque ha perdido el impulso de aquellos grandes principios que le dieron vida. Y lo perdió por obra de la intervención. Fuerzas de diverso origen pero de idéntico fin, se enconan contra España. Ramiro Ledesma hace en su “Discurso” esta sugestión: “si España después de su primer traspié (1648), ha permanecido en una línea descensional, sin recobrarse como gran potencia, es porque alguien lo ha impedido”. Ahí la judería, el afrancesamiento, la masonería… Y los cien impulsos que colaboran fervorosos porque la presa es buena.

1.- LOS JUDÍOS.
      La judería separada tradicionalmente, recluida en su “getho”, ha sido un elemento funestísimo para nuestra España. De la labor destructora de la judería puede formarse idea recordando lo que significa su actitud en nuestra novela picaresca, bello ejemplo de las armas encubridoras, como el que Papini explica en “Gog”. Cuanto allí hay de demoledor es obra judía. Su fondo literario antiheroico y de protesta social ha sido exaltado  recientemente, en forma  no dudosa, por  Américo Castro. La posición de las figuras de la picaresca de cara a las jerarquías queda exteriorizada en el caso del Lazarillo, en la cuestión de las bulas, etc.
Compárese con lo que se debe a los judíos en otras materias. Léase Mateo  Alemán y Garci Sánchez de Badajoz. Donde hay una jerarquía hispánica que se pueda destruir, allí está el espíritu del “getho” con su piqueta. Pensemos también en la participación de la judería en la deformación del Santo Tribunal. La Inquisición, Tribunal admirable y Santo, hecho para la defensa de los grandes principios vivificadores de España, y por consecuencia también en derecho contra los judíos, llega a convertirse en instrumento del “getho”. Piénsese como  síntoma expresivo en la actitud que adopta Felipe II al no querer admitir  a los conversos para los cargos supremos de este Oficio. La tesis contraria lleva a la deformación y hay un momento en que la Inquisición combate, al servicio de Francia y de la Judería, cuanto puede dar impulso a nuestro espíritu patriótico.


2.- LOS AFRANCESADOS.
La tradición de los afrancesados es tradición de anulamiento de nuestra personalidad histórica. Arranca de la Edad Media, con la reforma cluniacense. Tiende a la rotura de nuestra unidad de pueblo, envenenando el sentido nacional. En el año trágico de 1640, cuando España lucha porque Portugal siga unido a la Corona, es Francia quien apoya la sublevación catalana, y no contenta con desmembrar España, pretende su pulverización y hace posible que Andalucía con el Duque de Medina Sidonia y Aragón con el de Hijar, inicien levantamientos antinacionales. La dinastía borbónica entrega nuestra tradición a los enemigos de la tradición nacional. La imitación de Richelieu, la presión del Rey Sol, el “No hay Pirineos” y en último lugar el afrancesado doceañismo que traducía las demarcaciones departamentales, influyen poderosamente contra nuestra constitución  virreinal de grandes regiones con unidad de mando. El ambiente se ha preparado con tanta eficacia que Villarroel cuanta que:
Hasta la mima herejía
Su es de París se acepta.
El afrancesamiento ha venido a ser, por esencia, antiespañol. Aparece así no, como falsamente se ha creído, a partir de 1808, sino mucho antes de imaginarse la invasión francesa. Precisamente el pueblo que se opuso a Napoleón y se que colaboró con ímpetu a enviar a su país a la soldadesca que servía a Bonaparte, conocía ya esta interpretación. En 1746 se hubo de ocupar la Inquisición de ciertos “Mandamientos de España contra los gabachos”, interesante pieza propagandística que mereció la hoguera; vencida como estaba entonces  la auténtica Inquisición cuya estructura era puesta ahora al servicio del Monarca extranjero. El afrancesamiento culmina con el tratado de 27 de julio de  1796, a partir del cual acude a representar al Directorio francés un masón destacado.
Los afrancesados, antes y después de 1808, eran los europeizantes y los antitradicionalistas, los que habían perdido la fe en España, los que hicieron posible aquel “Examen de los delitos de infidelidad a la Patria”, en el que Reinoso recogía el espíritu de nuestra decadencia.

3.- LOS MASONES.
La masonería ha luchado en España contra España desde su misma introducción. No sólo hay que subrayar su actitud con motivo de la Guerra americana, sino en toda la historia política del siglo XIX. En 1727 asomaron las primeras logias; en Cádiz, en Gibraltar, en Madrid, en aquella calle Ancha de San Bernardo, ésta con el título “Las tres flores de lis”. El confesor de Fernando VI decía a los que se ocupaban de la novedad, “no es cosa de burla o de bagatela, sino de gravísima importancia”. Los duques de Fernán-Núñez y Vistahermosa, el Marqués de Mora y otras figuras de la aristocracia de la época visitaban, en Ferney, a Voltaire. A los monarcas franceses les ayudaban las ideas francesas. La masonería colabora con fervor.

4.- VOLTAIRE, ROUSSEAU, SMITH.
Las ideas francesas encuentran nuevo cauce con la casa borbónica. Cuando Luis XIV comunicó a su nieto el testamento de Carlos II, le dijo: “Ser buen español, que es vuestra primera obligación, pero acordaos que habéis nacido francés”. Y a menudo se lo hizo fijar en la memoria. Impuso que sus embajadores asistiesen a los Consejos de Felipe V y que las tropas españolas fuesen mandadas  por generales franceses. Con tantas complicidades ¿Podemos extrañarnos de la difusión de Voltaire y de la acogida dispensada a Rousseau?
El Contrato social condujo a la ruptura de la relación, tan española, de cultura, historia y vida política. No tarda la “Riqueza de las Naciones” de Smith en darnos ejemplo científico –y exigir aceptación con rito de academia y empaque oficial- a la ruptura de la relación –tan española también- de moral y economía. Finalmente, frente al principio esenciadísimo de la unidad de mando, Montesquieu nos ofreció, por medio de oficiosos valedores, su “Espíritu de las Leyes”, que separaba lo legislativo de lo judicial. Por un lado se derrumban los gremios (1783); por otro toda la intervención del Estado en la vida industrial (1777). Finalmente se consuma la obra “al destruir, como dice Navasal, en nombre del principio individualista e igualitario, la organización jerárquica”.

5.- EL 18 DE JULIO GRITO DE RECONQUISTA.
Ha pasado ya centuria y media desde entonces. Y ha sido preciso el 18 de julio para que el ensimismamiento nos diese un sendero y la voluntad un arma. El 18 de julio representa –ha dicho Fernández Cuesta, en la conmemoración del III Año triunfal- “nada menos que el dar solución durante varias generaciones  al problema pavoroso que desde siempre el Mundo tiene planteado”. El 18 de julio fue – añade- grito de reconquista. Tradicional en cuanto quería empalmar con las auténticas raíces españolas que estaban soterradas, y nuevo en cuanto quería encontrar cauces por donde esas raíces pudieran extenderse”. Así el Movimiento, la Revolución Española, es justamente la resurrección de nuestros elementos tradicionales. […].
El Nuevo Estado hace caducar todas las disensiones, y es un centro de energía elevado por encima de toda desunión, frente a las oposiciones posibles de los estamentos, los grupos, las profesiones o los privilegios. Dentro de la comunidad puede haber formaciones orgánicas pero no elementos discordantes. Frente al desgarramiento de las clases y los partidos, la Falange pide lo que es nuestra Tradición: la familia, el municipio, el sindicato, la milicia. […].Con el sentido de comunidad –proclamado por la Falange, con la declaración de un Estado totalitario al servicio de la integridad patria y la estructuración del mismo sobre los cauces de la familia, el sindicato, el municipio y la milicia, y sancionado por el Caudillo con su Decreto de Unificación –otro elemento tradicional surge también:  es el de interés común, o su queremos el de “servicio”.
Significa este la dimisión de los egoísmos individualistas, y por consiguiente la supresión de la primacía de la rentabilidad. El capital no interviene en la producción para dar mayor renta, sino para mejorar la condición del mayor número de personas. Volvemos así hacia el sistema de “necesidades cubiertas”, con pan y con hogar para todos. […].
Cuando nace “Auxilio Social se reivindica la tradición de nuestros tratadistas que fundan en el siglo XVI una verdadera ciencia de “subventione pauperum”, y se hace pensar en la resurrección de tantas admirables organizaciones destrozadas por el liberalismo y el arbitrismo. Los Puntos 15 y 16 no hacen más que recalcar con espíritu moderno hechos e instituciones de nuestra Edad Media, cuando el derecho al trabajo y la obligación de trabajar constituían realidades protegidas jurídicamente. […].
[…] Y con el servicio o el interés común y la idea de comunidad o unidad de pueblo, el gran concepto de la Jefatura jerarquizada. Nuestra tradición muestra la unidad del Estado como unidad “en el Jefe”, que es Rex, porque rige o Dux porque conduce. Al Jefe corresponde el poder de juzgar y en el juzgar está el gobernar y por juzgar lleva el cetro o bastón con la esfera terrestre. Le corresponde legislar y legisla, y manda sobre el todo  territorio…




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