TEÓRICAMENTE CONSIDERADA LA DEMOCRACIA
LIBERAL SIGNIFICA: CULTO DE LA
INCOMPETENCIA Y HORROR A LA
RESPONSABILIDAD. PERO EN SU CONCRECIÓN PRÁCTICA ES, ADEMÁS, EL RÉGIMEN POLÍTICO
MÁS PROPENSO A LA CORRUPCIÓN. DE NINGUNA MANERA
LA DEMOCRACIA LIBERAL ES EL MEJOR
RÉGIMEN POLÍTICO; POR MÁS QUE SE LA BARNICE COMO UNA MÁGICA RELIGIÓN LAICA. NI EL MÁS APROPIADO PARA LOGRAR El BIEN
COMÚN Y LA EXALTACIÓN NACIONAL; COMO LO
PALPAMOS BAJO SU YUGO TOTALITARIO, CIVIL, MILITAR O POPULACHERO, QUE YA DURA MUCHAS DÉCADAS DE FRACASOS DESESPERANZANTES.
(A continuación el artículo de don Julio Irazusta, publicado en “La Nueva
República”; 15/3/1928; y reimpreso en Verbo”, Nº 232)
REPÚBLICA y DEMOCRACIA.
Julio Irazusta
R
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epública es, entendida la palabra en su
acepción etimológica, la cosa pública. Es la suma de acciones realizadas por un
agente, de acuerdo con ciertas reglas establecidas por él o por leyes anteriores
a él, y enderezadas al bien común. En tal sentido podían hablar de república
los clásicos españoles y franceses que vivieron bajo regímenes monárquicos.
Como se ve la acepción es lata. Comprende
el hecho político de los más variados países. Es la realidad misma de gobierno.
La democracia es la utopía, es la
abstracción. De la justa exigencia
de clasificar los gobiernos por géneros, según el orden de distribución del
poder, para luego pasar más fácilmente al estudio de los gobiernos particulares, los teorizadores racionalistas han pasado a hacer de los géneros
verdaderas hipóstasis. Cada forma de gobierno se ha convertido así en una
persona con más vida que los gobiernos de tipo semejante de los cuales se han
sacado las cualidades que caracterizan a aquella. Y el teorizador dice que no
habrá gobierno perfecto en cada caso particular sino cuando se reproduzcan
exactamente los rasgos de una de aquellas personas ideales. Cada una de estas
ha tenido sus propugnadores. Pero ninguna tantos como la democracia. Ni tan
sistemáticos. Es que de la aristocracia y la monarquía, de la república romana
y el reino de Francia se ha ido formando la teoría al mismo tiempo que la
realidad histórica, y el teorizador ha sido en la mayoría de los casos nada más
que el historiador de aquellas formas políticas. Así las teorías de la monarquía, la aristocracia o la república son, en
los mejores autores una misma cosa con la de la forma mixta de gobierno, la
cual permite una razonable organización social bajo cualquiera de aquellos
regímenes. La teoría de la democracia perfecta ha surgido como un
movimiento de oposición, hecha por hombres que sufrían de los inconvenientes
inevitables en toda formación social y que se vengaban teorizando sus rencores.
Ostenta la unilateralidad y el espíritu secreto de un programa de partido.
El demócrata
siempre está a la espera de las condiciones que harán posible la democracia
perfecta. La democracia existente es siempre la mala. La buena siempre está por
hacerse. Y como la construcción no terminará nunca, nunca le será posible a la
ciencia juzgarla definitivamente. Por
eso, si Platón y Aristóteles fueron partidarios de la aristocracia, dice el teórico
demócrata, sus preferencias no tienen valor alguno.
Los principios de
libertad e igualdad sin restricciones, que son el fundamento de la democracia
hacen imposible toda organización, la cual no vive sino de diferencias y de
sometimiento de unas partes a otras. La exageración doctrinaria de los
dirigentes demócratas induce al pueblo a confundir con el servilismo el respeto por los magistrados, por los padres, por los
maestros, por los ancianos, y hasta la misma obediencia de las leyes. El culto
de la incompetencia se hace general,
todos creen ser aptos para todo, el cultivo de las ciencias particulares, que
requiere especialización, se hace difícil y la especialidad de lo general y de
lo universal, que siempre fue privilegio de unos pocos políticos o filósofos,
imposible. El gobernante ya no es del oficio, y Sócrates bebe la cicuta.
En el aspecto
económico, la democracia es un régimen de consumo. Como en teoría todos somos
iguales, nadie acepta de buen grado los duros oficios de la producción, que
quedan únicamente para aquellos que no
alcanzan una participación en el presupuesto del Estado. Se puede empezar a
poner en práctica, en gran escala, sólo después de un régimen de producción y
economía, iniciándose con la expoliación de los que han acumulado riqueza. A
medida que la democracia se acerca a su ideal, cada vez los ricos tienen menos
sin que los pobres tengan más, hasta el momento de la nivelación por abajo en
la miseria de todos; y con la fugaz realización de la democracia perfecta
coincide su ruina o la del país en la que se practique. Rivarol tiene al
respecto el siguiente apólogo: se acusó a las fuentes públicas de acaparar las
aguas; las fuentes fueron destruidas y el agua se perdió. Como se ve, no se
pretende negar en absoluto la posibilidad de la democracia, que todo es
posible. Sino que tampoco se puede negar, dada la correcta aplicación de
aquella, lo irremediable del fin a que conduce.
República es el
gobierno existente en cualquier país bien organizado, donde éste sea regido por
aquel como el cuerpo lo es por el alma. Implica la admisión, en el ejercicio
del gobierno y en su formación, de un principio más espiritual que el mayoritario, la representación de la
capacidad y la representación de la capacidad, y en el organismo social, de las
diferencias establecidas por la naturaleza; el respeto por las superioridades
de la posición, de la cultura, de la edad, etc.; una equitativa consideración
de todas las clases. No es la manera menos eficaz atender a las justas reivindicaciones de los
trabajadores el procurar su buena inteligencia con los capitalistas para el
mejor resultado de la producción. En una república bien organizada la
acumulación de la riqueza no es delito; el dinero es honrado porque sólo así se
consigue que preste un servicio público. El Estado necesita que haya quienes
puedan y quieran servirlo desinteresadamente.
Más específicamente la república es una de las
formas del gobierno popular, del mismo género en cierto sentido que la
democracia. Y como ésta parecía representar la pura esencia de aquel, cuando la
ideología se puso a elaborar el ideal del gobierno perfecto, los incautos
creyeron que la república debía tender a la democracia. Pero es un error. El régimen político no es fin, sino medio;
el fin es el bien común. En vez de perseguir una abstracción, tarea que
puede conducirnos al otro mundo, donde tal vez los fantasmas como la democracia
tengan una realidad no funesta, más nos valdría perfeccionar nuestras
instituciones en función de los fines que se propone toda comunidad
civilizada.+
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