jueves, 29 de junio de 2017

TEÓRICAMENTE CONSIDERADA LA DEMOCRACIA LIBERAL SIGNIFICA:  CULTO DE LA INCOMPETENCIA Y  HORROR A LA RESPONSABILIDAD. PERO EN SU CONCRECIÓN PRÁCTICA ES, ADEMÁS, EL RÉGIMEN POLÍTICO MÁS PROPENSO A LA CORRUPCIÓN. DE NINGUNA MANERA  LA DEMOCRACIA LIBERAL ES  EL MEJOR RÉGIMEN POLÍTICO; POR MÁS QUE SE LA BARNICE COMO UNA  MÁGICA RELIGIÓN LAICA.   NI EL MÁS APROPIADO PARA LOGRAR El BIEN COMÚN  Y LA EXALTACIÓN NACIONAL; COMO LO PALPAMOS BAJO SU YUGO TOTALITARIO, CIVIL, MILITAR O POPULACHERO,  QUE YA DURA MUCHAS DÉCADAS DE FRACASOS DESESPERANZANTES.
(A continuación el artículo de  don Julio Irazusta, publicado en “La Nueva República”; 15/3/1928; y reimpreso en Verbo”, Nº 232)

REPÚBLICA y DEMOCRACIA.
Julio Irazusta
R
epública es, entendida la palabra en su acepción etimológica, la cosa pública. Es la suma de acciones realizadas por un agente, de acuerdo con ciertas reglas establecidas por él o por leyes anteriores a él, y enderezadas al bien común. En tal sentido podían hablar de república los clásicos españoles y franceses que vivieron bajo regímenes monárquicos. Como se ve la acepción es  lata. Comprende el hecho político de los más variados países. Es la realidad misma de gobierno.
      La democracia es la utopía, es la abstracción.  De la justa exigencia de clasificar los gobiernos por géneros, según el orden de distribución del poder, para luego pasar más fácilmente al estudio de los gobiernos  particulares, los teorizadores racionalistas han pasado a hacer de los géneros verdaderas hipóstasis. Cada forma de gobierno se ha convertido así en una persona con más vida que los gobiernos de tipo semejante de los cuales se han sacado las cualidades que caracterizan a aquella. Y el teorizador dice que no habrá gobierno perfecto en cada caso particular sino cuando se reproduzcan exactamente los rasgos de una de aquellas personas ideales. Cada una de estas ha tenido sus propugnadores. Pero ninguna tantos como la democracia. Ni tan sistemáticos. Es que de la aristocracia y la monarquía, de la república romana y el reino de Francia se ha ido formando la teoría al mismo tiempo que la realidad histórica, y el teorizador ha sido en la mayoría de los casos nada más que el historiador de aquellas formas políticas. Así las teorías de la monarquía, la aristocracia o la república son, en los mejores autores una misma cosa con la de la forma mixta de gobierno, la cual permite una razonable organización social bajo cualquiera de aquellos regímenes. La teoría de la democracia perfecta ha surgido como un movimiento de oposición, hecha por hombres que sufrían de los inconvenientes inevitables en toda formación social y que se vengaban teorizando sus rencores. Ostenta la unilateralidad y el espíritu secreto de un programa de partido.
El demócrata siempre está a la espera de las condiciones que harán posible la democracia perfecta. La democracia existente es siempre la mala. La buena siempre está por hacerse. Y como la construcción no terminará nunca, nunca le será posible a la ciencia juzgarla definitivamente.  Por eso, si Platón y Aristóteles fueron partidarios de la aristocracia, dice el teórico demócrata, sus preferencias no tienen valor alguno.
Los principios de libertad e igualdad sin restricciones, que son el fundamento de la democracia hacen imposible toda organización, la cual no vive sino de diferencias y de sometimiento de unas partes a otras. La exageración doctrinaria de los dirigentes demócratas induce al pueblo a confundir  con el servilismo el respeto por  los magistrados, por los padres, por los maestros, por los ancianos, y hasta la misma obediencia de las leyes. El culto de la incompetencia se hace  general, todos creen ser aptos para todo, el cultivo de las ciencias particulares, que requiere especialización, se hace difícil y la especialidad de lo general y de lo universal, que siempre fue privilegio de unos pocos políticos o filósofos, imposible. El gobernante ya no es del oficio, y Sócrates bebe la cicuta.
En el aspecto económico, la democracia es un régimen de consumo. Como en teoría todos somos iguales, nadie acepta de buen grado los duros oficios de la producción, que quedan únicamente para aquellos  que no alcanzan una participación en el presupuesto del Estado. Se puede empezar a poner en práctica, en gran escala, sólo después de un régimen de producción y economía, iniciándose con la expoliación de los que han acumulado riqueza. A medida que la democracia se acerca a su ideal, cada vez los ricos tienen menos sin que los pobres tengan más, hasta el momento de la nivelación por abajo en la miseria de todos; y con la fugaz realización de la democracia perfecta coincide su ruina o la del país en la que se practique. Rivarol tiene al respecto el siguiente apólogo: se acusó a las fuentes públicas de acaparar las aguas; las fuentes fueron destruidas y el agua se perdió. Como se ve, no se pretende negar  en absoluto  la posibilidad de la democracia, que todo es posible. Sino que tampoco se puede negar, dada la correcta aplicación de aquella, lo irremediable del fin a que conduce.
República es el gobierno existente en cualquier país bien organizado, donde éste sea regido por aquel como el cuerpo lo es por el alma. Implica la admisión, en el ejercicio del gobierno y en su formación, de un principio más espiritual que el  mayoritario, la representación de la capacidad y la representación de la capacidad, y en el organismo social, de las diferencias establecidas por la naturaleza; el respeto por las superioridades de la posición, de la cultura, de la edad, etc.; una equitativa consideración de todas las clases. No es la manera menos eficaz  atender a las justas reivindicaciones de los trabajadores el procurar su buena inteligencia con los capitalistas para el mejor resultado de la producción. En una república bien organizada la acumulación de la riqueza no es delito; el dinero es honrado porque sólo así se consigue que preste un servicio público. El Estado necesita que haya quienes puedan y quieran servirlo desinteresadamente.

 Más específicamente la república es una de las formas del gobierno popular, del mismo género en cierto sentido que la democracia. Y como ésta parecía representar la pura esencia de aquel, cuando la ideología se puso a elaborar el ideal del gobierno perfecto, los incautos creyeron que la república debía tender a la democracia. Pero es un error. El régimen político no es fin, sino medio; el fin es el bien común. En vez de perseguir una abstracción, tarea que puede conducirnos al otro mundo, donde tal vez los fantasmas como la democracia tengan una realidad no funesta, más nos valdría perfeccionar nuestras instituciones en función de los fines que se propone toda comunidad civilizada.+ 

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