lunes, 27 de octubre de 2014

RICARDO GARCÍA VILLOSLADA S.J.
UN JESUÍTA  IMPOSTOR MUY HOMENAJEADO.

Fue un historiador prolífico con gran influencia cultural en ambientes vaticanos; catedrático en la Gregoriana de Roma; doctor Honoris Causa por la Universidad Pontificia de Salamanca; etc. De todas las  obras que escribió o donde colaboró, me detendré en unos párrafos INSÓLITOS, escritos en la divulgada “Historia de la Iglesia Católica”  en 4 tomos (BAC), donde se refiere con estas palabras maliciosas a los años más gloriosos de nuestra Historia patria, la época de Rosas.


“El federalismo pareció triunfar con la subida al poder de Juan Manuel de Rozas (o Rosas), primero en 1830-33 y luego en 1835-52. Rosas, que había pasado su juventud entre los gauchos y podía decirse su caudillo o su gran cacique, instauró en Argentina la más cruel y salvaje dictadura que ha conocido América… El clero se le sometió dócilmente. También gran parte de la alta sociedad, no hallando otra salida,  se adhirió a su política… Rosas, que hacía profesión pública de catolicismo, trato de sojuzgar a la Iglesia, utilizándola para sus fines,  más no lo consiguió. Llamó a los jesuitas… hasta que en 1841, no tolerando ser esclavos de aquel autócrata, se dispersaron por diversas partes, y en 1843 fueron expulsados del país”

¿Es posible al leer tantas infamias odiosas no gritar ¡ASCO!? ¡Atreverse un español insolente e ignorante a tratar con esas palabras  a nuestro Restaurador? Gran Cacique, salvaje emplumado, tolderías, malones, con Rosas a la cabeza, son imágenes que se le ocurren al que lee estos párrafos; las que este jesuita mentiroso pretendió sembrar .Don Juan Manuel no usó a la Iglesia;  la expulsión de los jesuitas fue un acto de justicia; y su real preocupación  por su fe y la del pueblo, manifiesta. Además ¿no tiene valor el amor a la Patria, la defensa de la soberanía, la dignidad de un país y el apoyo de todas las clases sociales?  Por supuesto, no podía concluir estas ideas, sólo apropiadas en un libelo infamatorio, sin exaltar  a los unitarios liberales y masones:

“Urquiza,,, inició tiempos mejores para la Iglesia. La Constitución de 1853, aunque confirma el Patronato…  proclama la libertad de cultos, reconoce al catolicismo como la religión de la República y se preocupa de la evangelización de los indios…”

Todo argentino bien enterado sabe que el Constitución fue plagiada de la calvinista yanqui, y elaborada por delegados liberales, sometidos a la obediencia de las logias masónicas, exceptuando 4 o 5 católicos, que fueron la befa de los demás; tal como describe José María Rosa en “Nos los Representantes”.Y ya nunca más tuvo vigencia el catolicismo en la vida política del país; exceptuando aislados estertores para recuperarla. Y si existieron beneficios para la Iglesia fueron de carácter administrativo o diplomáticos; no mejoraron la fe, antes bien, comenzó a corromperse moralmente, desde entonces,  la buena sociedad cristiana que existía  en la época rosista. Pero donde este jesuita muestra al desnudo toda su perfidia es cuando adula a Mitre, grado 33 de la Masonería. Durante todos estos años que transcurrieron luego de Caseros  sólo menciona como al pasar la acción de la Masonería, siendo, como fue, decisiva en la instauración del liberalismo cipayo que comenzó la  destrucción de la religión y de la grandeza patria.

“El general Bartolomé Mitre, vencedor y sucesor de Urquiza en 1861, trae al país una era de paz y protege decisivamente a la Iglesia. Hombre de extraordinaria cultura, gran literato, insigne historiador, nadie fue más popular y querido que él en la Argentina durante el siglo XIX…”

La era de paz la consiguió asesinando a sus opositores. Luego, por supuesto exalta al otro Gran Maestre de la Masonería, furibundamente anticatólico; aunque el  jesuita   consideró a ambos piadosos chupacirios; ni una palabra de la acción herética y blasfema de Sarmiento. Y tampoco de la instauración definitiva de la Masonería con la generación del ’80.

“Estos  triunfos incipientes de la Iglesia provocaron una reacción en los elementos anticlericales, por lo cual durante las presidencias exigieron, de Faustino Domingo Sarmiento (1868-74), profundo y original escritor y pedagogo, de ideas ardientemente democráticas…”

Evidentemente este jesuita, para enterarse de  la situación de la Iglesia en Hispanoamérica,  ¿qué libelo habrá leído para desayunarse,  o simplemente ojeó algún texto de Historia de la secundaria, según ordenes que habrá recibido en las logias? Ni estudió concienzudamente, ni profundizó ni averiguó ni investigó…, digamos que contó una historia para ‘indianos’. Para escalar jerarquías lo más apropiado es seguir la corriente; de ahí   tantos homenajes como recibió. Además quedé espantado pensando que metió estas infamias anticatólicas en la cabeza de futuros sacerdotes.

Su historia de la Iglesia en Argentina es mucho más  escandalosa teniendo presente que en la  época que escribió estas macanas el revisionismo había develado la verdad de nuestra  historia;  pero el ni se enteró o se hizo masonicamente el gil. Si no le podemos dar crédito a un historiador que escribe desconociendo la verdad de acontecimientos  transcurridos sólo cien años antes, con la sangre todavía caliente, y la personalidad de cada actor perfectamente identificada, cuando  escribe, por ejemplo, la época de Lutero parecería imposible aceptarlo; y realmente su libro sobre esa época, muy módico, omite la mención, porque le hubiera sido  descalificante hacerlo, de personajes y fuerzas trascendentes, muy ecuménicas ellas,, conocidamente intocables.

 Esta falta de  criterio histórico para describir una época en que la  exaltación patriótica consumó  la epopeya memorable de un país soberano, y este repudio a consultar a los verdaderos historiadores revisionistas, se habrá debido  a ignorancia indolente o a voluntad   premeditada de ser consecuente con su liberalismo masónico ¿Es posible entonces dudar de su pertenencia a la Masonería? Leyendo esta apología a los grandes maestros de la masonería. Lo único congruente es gritarle  ¡ASCO! +


Horacio Bonfiglioli.