RICARDO GARCÍA
VILLOSLADA S.J.
UN JESUÍTA IMPOSTOR MUY HOMENAJEADO.
Fue un historiador prolífico
con gran influencia cultural en ambientes vaticanos; catedrático en la Gregoriana de Roma;
doctor Honoris Causa por la Universidad
Pontificia de Salamanca; etc. De todas las obras que escribió o donde colaboró, me
detendré en unos párrafos INSÓLITOS, escritos en la divulgada “Historia de la Iglesia Católica ” en 4 tomos (BAC), donde se refiere con estas
palabras maliciosas a los años más gloriosos de
nuestra Historia patria, la época de Rosas.
“El
federalismo pareció triunfar con la subida al poder de Juan Manuel de Rozas (o
Rosas), primero en 1830-33 y luego en 1835-52. Rosas, que había pasado su
juventud entre los gauchos y podía decirse su caudillo o su gran cacique, instauró en Argentina la más cruel y salvaje dictadura que ha
conocido América… El clero se le sometió dócilmente. También gran parte de la
alta sociedad, no hallando otra salida,
se adhirió a su política… Rosas, que hacía profesión pública de
catolicismo, trato de sojuzgar a la Iglesia , utilizándola para
sus fines, más no lo consiguió.
Llamó a los jesuitas… hasta que en 1841, no tolerando ser esclavos de aquel autócrata, se dispersaron por diversas partes,
y en 1843 fueron expulsados del país”
¿Es posible al leer tantas infamias
odiosas no gritar ¡ASCO!? ¡Atreverse un español insolente e ignorante a tratar
con esas palabras a nuestro Restaurador?
Gran Cacique, salvaje emplumado, tolderías, malones, con Rosas a la cabeza, son
imágenes que se le ocurren al que lee estos párrafos; las que este jesuita
mentiroso pretendió sembrar .Don Juan Manuel no usó a la Iglesia ; la expulsión de los jesuitas fue un acto de
justicia; y su real preocupación por su
fe y la del pueblo, manifiesta. Además ¿no tiene valor el amor a la Patria , la defensa de la
soberanía, la dignidad de un país y el apoyo de todas las clases sociales? Por supuesto, no podía concluir estas ideas, sólo
apropiadas en un libelo infamatorio, sin exaltar a los unitarios liberales y masones:
“Urquiza,,,
inició tiempos mejores para la Iglesia. La
Constitución de 1853, aunque confirma el Patronato… proclama la libertad de cultos, reconoce al
catolicismo como la religión de la
República y se preocupa de la evangelización de los indios…”
Todo argentino bien enterado
sabe que el Constitución fue plagiada de la calvinista yanqui, y elaborada por
delegados liberales, sometidos a la obediencia de las logias masónicas,
exceptuando 4 o 5 católicos, que fueron la befa de los demás; tal como describe
José María Rosa en “Nos los Representantes”.Y ya nunca más tuvo vigencia el
catolicismo en la vida política del país; exceptuando aislados estertores para
recuperarla. Y si existieron beneficios para la Iglesia fueron de carácter
administrativo o diplomáticos; no mejoraron la fe, antes bien, comenzó a
corromperse moralmente, desde entonces,
la buena sociedad cristiana que existía
en la época rosista. Pero donde este jesuita muestra al desnudo toda su
perfidia es cuando adula a Mitre, grado 33 de la Masonería. Durante
todos estos años que transcurrieron luego de Caseros sólo menciona como al pasar la acción de la Masonería , siendo, como
fue, decisiva en la instauración del liberalismo cipayo que comenzó la destrucción de la religión y de la grandeza
patria.
“El
general Bartolomé Mitre, vencedor y sucesor de Urquiza en 1861, trae al país
una era de paz y protege decisivamente a
la Iglesia. Hombre de extraordinaria cultura, gran literato, insigne
historiador, nadie fue más popular y querido que él en la Argentina durante el
siglo XIX…”
La era de paz la consiguió
asesinando a sus opositores. Luego, por supuesto exalta al otro Gran Maestre de
la Masonería ,
furibundamente anticatólico; aunque el
jesuita consideró a ambos
piadosos chupacirios; ni una palabra de la acción herética y blasfema de
Sarmiento. Y tampoco de la instauración definitiva de la Masonería con la
generación del ’80.
“Estos triunfos
incipientes de la Iglesia
provocaron una reacción en los elementos anticlericales, por lo cual durante
las presidencias exigieron, de Faustino Domingo Sarmiento (1868-74), profundo y original escritor y pedagogo, de
ideas ardientemente democráticas…”
Evidentemente este jesuita,
para enterarse de la situación de la Iglesia en Hispanoamérica,
¿qué libelo habrá leído para
desayunarse, o simplemente ojeó algún
texto de Historia de la secundaria, según ordenes que habrá recibido en las
logias? Ni estudió concienzudamente, ni profundizó ni averiguó ni investigó…,
digamos que contó una historia para ‘indianos’. Para escalar jerarquías lo más
apropiado es seguir la corriente; de ahí
tantos homenajes como recibió. Además quedé espantado pensando que metió
estas infamias anticatólicas en la cabeza de futuros sacerdotes.
Su historia de la Iglesia en Argentina es
mucho más escandalosa teniendo presente
que en la época que escribió estas
macanas el revisionismo había develado la verdad de nuestra historia;
pero el ni se enteró o se hizo masonicamente el gil. Si no le podemos
dar crédito a un historiador que escribe desconociendo la verdad de acontecimientos
transcurridos sólo cien años antes, con
la sangre todavía caliente, y la personalidad de cada actor perfectamente
identificada, cuando escribe, por
ejemplo, la época de Lutero parecería imposible aceptarlo; y realmente su libro
sobre esa época, muy módico, omite la mención, porque le hubiera sido descalificante hacerlo, de personajes y
fuerzas trascendentes, muy ecuménicas ellas,, conocidamente intocables.
Esta falta de criterio histórico para describir una época en
que la exaltación patriótica
consumó la epopeya memorable de un país
soberano, y este repudio a consultar a los verdaderos historiadores
revisionistas, se habrá debido a
ignorancia indolente o a voluntad
premeditada de ser consecuente con su liberalismo masónico ¿Es posible
entonces dudar de su pertenencia a la Masonería ? Leyendo esta apología a los grandes
maestros de la masonería. Lo único congruente es gritarle ¡ASCO! +
Horacio
Bonfiglioli.