miércoles, 29 de octubre de 2014

EL  COMPLOT  DE  LA
‘CONTRA IGLESIA’

SEGÚN LA DIVINA REVELACIÓN Y EL MAGISTERIO


Don Curzio Nitoglia



Es deber ineludible estudiar y meditar la existencia del  Complot, sin temer ser befado como ‘complotista’. Por el contrario, minimizar, o ser negligente en su estudio  significa participar implícita  y pasivamente en ese Complot contra Cristo, María, la Iglesia y la Cristiandad. Mientras que estudiar  para combatir el Complot, significa participar activamente y explícitamente en el cumplimiento de la obra de la Redención, ‘instaurando y restaurando todo en Cristo’. (San Pío X).
 
INTRODUCCIÓN

Las fuentes de la divina revelación son la Tradición apostólica y las Sagradas Escrituras, cuyo significado es interpretado correctamente por el Magisterio eclesiástico.

El problema genérico que expongo en este artículo es el siguiente: ¿Qué dicen la Tradición, la S. Escrituras y el Magisterio respecto al complot de la anti-Iglesia contra Jesús y su Cuerpo Místico, que es la verdadera Iglesia de Dios?

Concretamente este problema es saber si este complot contra la Iglesia de Dios esta fundado en las Fuentes de la Revelación solo como un acontecimiento histórico contingente y limitado a ciertas  circunstancias particulares de la vida de Jesús y de sus Apóstoles, o si por el contrario  existe una entidad malvada que comenzó a actuar al inicio del mundo y terminará con su fin. En este segundo caso el complot no sería  simples acontecimientos históricos, ocurridos en  ciertas situaciones particulares, atestiguados por la S. Escrituras, sino una verdad contenida en el ‘Depositum Fidei’ que revela la existencia de un poder maligno  que operará en el curso de toda la Historia humana, desde Adán hasta el fin del mundo, contra Dios y su Iglesia; ‘fuerza’  que la Divina Revelación presenta como una Doctrina relativa a una contra-Iglesia, una especie de ‘Cuerpo Místico’ del Maligno, que todos los ángeles  y hombres de toda época deberán tener presente, de Lucifer (Isaías,XIV, 12) [1], y Adán en el Paraíso terrestre (Génesis, III,15) hasta el Anticristo y el fin del mundo (Apocalipsis, XX-XXII) [2].

LAS  SAGRADAS  ESCRITURAS

Brevemente, y a modo de introducción sucinta leemos en Génesis (III, 15), primer libro del Antiguo Testamento,  la enemistad entre el diablo y la Santísima Virgen María y los cristianos, ya en los tiempos del primer hombre, Adán.

En la primera parte del Apocalipsis (cap. I-III), que es el último Libro del Nuevo Testa-mento se narra la angustia de la Iglesia, durante el primer siglo, perseguida de manera cruelísima por las ‘Puertas del Infierno’ (Mt. XVI, 18),  por la contra-Iglesia o ‘Sinagoga de Satanás’ (Ap., II.9); mientras que en la segunda parte (cap. IV-XXII) se describen los acontecimientos futuros hasta la Parusía, plenos de tribulaciones y martirios aún más tremendos que desencadenarán, pero la victoria final de Cristo  contra el Anticristo final será total (G. Ricciotti, ‘La Sacra Bibbia’- ‘Introduzione all Apocalisse de S, Giovanni’).

El Nuevo  Testamento

En el Evangelio de San Mateo (VI,24) Jesús da a elegir entre ‘dos patrones’: Dios o Mamón; además de recordar que las ‘Puertas del Infierno’ no prevalecerán contra la ‘Iglesia’ (Mt. XVI, 18).

La oposición radical entre la ‘Luz y las Tinieblas’ la encontramos siempre en el Evangelio de San Juan (IX, 22), donde también leemos que ‘los judíos conspiraban’ para expulsar de las Sinagogas a cualquiera que reconociese que Jesús era el Cristo.

San Pablo en sus Epístolas opone a ‘Cristo contra Belial’, el Templo de Dios al Templo de los ídolos, (2º. Cor. VI,14-18).

En las Actas de los Apóstoles (XXIII, 12-15) leemos que ‘algunos judíos  se reunían conjurándose de no tocar comida ni bebida hasta no haber asesinado a Pablo.’

Ciertamente estos son hechos  históricos correspondientes a determinadas personas que vivieron en ciertas épocas  específicas, pero tienen vigencia doctrinal y teórica, históricamente más amplia, como demuestran conjuntamente la Tradición, el Magisterio y la Razón Teológica.

El Antiguo Testamento

Como  señalamos brevemente más arriba, la oposición entre Iglesia y contra-Iglesia se inicia desde los comienzos del Antiguo Testamento, en el tiempo de Adán y Eva; en Génesis (III,15). Dios revela la enemistad entre  la serpiente y la Madre de Jesucristo, entre la raza del diablo y la de Cristo. Ella aplastará la cabeza del diablo, mientras el demonio tratará de morderle los talones.

No es un hecho contingente solamente relativo a María Santísima y Satanás, sino la profecía de un plan doctrinal contra Dios y su linaje, que se ejecutará desde el inicio hasta el fin de la Historia humana.

En efecto, en el último libro de la Biblia (retomando el ‘proto-evangelio’ del Génesis), el Apocalipsis (XX, 7 sgs.) narra la derrota de Satanás y del Anticristo bajo Jesús, y la lucha entre  Dios y el Maligno, los buenos y los malos, desde el inicio del mundo hasta su fin (XXI sgs.), dando un mensaje de esperanza (como enseñaron unánimemente los Padres de la Iglesia); para que en medio de las persecuciones nunca desanimarnos, pues Dios al final vencerá con el bien al mal, Cristo al Anticristo (P. Landucci, ‘Comento al Apocalisse’).

Aquí tampoco  se trata de hechos contingentes y relativos solo a ciertas personas y aun a
algún  particular período histórico, sino de dos entidades: el Sumo Bien (Dios) y el Maligno (diablo) que pretenden la salvación o la ruina del género humano.

LA  TRADICIÓN

Los primeros Padres Apostólicos enseñaron la misma doctrina. La ‘Didaché’ (90 d.C.)  narra sobre ‘dos vías’; la Epístola de Bernabé (98 d.C.) descubre la ‘vía de la luz y la de las tinieblas’, de los ángeles y de Satanás;  la que fue continuada por San Hipólito en el III siglo (Sull Anticristo, VI).

Estos tampoco son hechos contingentes y relativos, pero representan la encarnación de dos doctrinas o fuerzas que luchan para la salvación o la ruina de la humanidad.

Los Padres Eclesiásticos: San Agustín (354/430) en ‘La Ciudad de Dios’ escribe sobre ‘dos amores que originaron dos ciudades: la terrena que nace del amor  de sí mismo, impulsado por el odio a Dios, y la celeste que nace del desprecio de sí hasta el amor a Dios’.

En el VI siglo San Gregorio Magno (Moralia, XXXIV, 4) retomó el tema de las dos vías o fuerzas que se contraponen, no particularmente, relativamente y de manera contingente,  que expresan un principio universal.

El ‘Doctor oficial’ de la Iglesia, Santo Tomás de Aquino, en la Suma Teológica, explica que ‘los que gobiernan deben conducir a sus súbditos a su propio fin. Ahora, el fin del diablo es alejar a la criatura de Dios […], presentado bajo la forma de libertad’ (S. Th. III, q.8, a.7).

O sea, la táctica infernal de Satanás es la adoptada por el Liberalismo: considerar la libertad como un Absoluto o como el fin último del hombre, y no como medio útil para llegar al fin próximo, que es el bien (buen uso de la libertad) y no el mal (mal uso de ella). El fin de Dios es la salvación del género humano atrayéndolo hacia Sí. Como se ve se trata de una doctrina, de una Verdad dogmática y no solo un hecho histórico limitado y contingente.

Siempre según el Aquinate, así como los buenos forman, en sentido estricto, el Cuerpo místico de la Iglesia de Dios, bajo el mando de Jesús; los malvados forman una ‘suerte’ (en sentido amplio) de Cuerpo místico del Infierno, bajo el imperio de Satanás.

Realmente no hay una semejanza perfecta entre estas dos realidades, sino analógica, pues Cristo gobierna directamente el alma humana, mientras que el diablo solo indirectamente; en efecto, mientras Cristo influye directamente sobre el intelecto y la voluntad humana, el diablo no puede actuar directamente sobre esas facultades espirituales, gobernando a sus adeptos solo desde fuera, a través de los sentidos externos del hombre, tentándolo y llevándolo al pecado bajo apariencia de libertad (S. Th. III, q.8, art.7). Por lo cual Satanás puede ser bien definido como ‘Pater omnium liberalistarum’ mientras Jesús es el ‘Pater et Episcopum omnium antimodernistarum’.

En el artículo 8 de la Suma Teológica (III, q.8) el ‘Doctor Común’ especifica que el Anticristo puede ser llamado el jefe de los malvados a causa de la plenitud de su maldad, pues bajo el influjo del diablo será mayor a la del resto de los hombres, llegando al ápice de la maldad y de la revuelta contra Dios. Por tanto, “En el Anticristo está presente el diablo como cabeza de todos los malvados, no por unión personal, no por unión íntima, porque solo Dios trino penetra en el alma […], sino solamente por efecto de su maldad”.

En efecto, “como la cabeza de Cristo es Dios, y Cristo es igualmente cabeza de la Iglesia, […] así el Anticristo es miembro del diablo y además cabeza de los malvados, según una cierta analogía”. Porque en el Anticristo el diablo culminará su propia maldad, consiguiendo mediante él, el cumplimiento perfecto de sus esfuerzos.”

Luego, según Santo Tomás, el Anticristo final, diverso al ‘inicial’, siguiendo la opinión común de los Padres de la Iglesia, que a su vez será la enseñada expresamente por los ‘Doctores Eclesiásticos’, es un persona física y no una época o una institución, como aseguran algunos exégetas modernizantes o liberales, alejando así la Tradición apostólica de la Iglesia. (Billot, ‘La Parusía’).

EL  MAGISTERIO.

El Magisterio auténtico de la Iglesia precisó que existe una vasta conspiración, tramada contra el Rey y los imperios (temporales y espirituales, o sea, el Trono y el Altar) (Pío VI, ‘Allocuzione al Consistoro’, 17 junio 1753). Además Pío VII enseña que “se formó una conjura contra el Depósito [3] de la Doctrina cristiana” (Encíclica Diu Satis, 15 mayo 1800).

El mismo Pío VII escribe que “en la loca esperanza de destruir la Iglesia, la mayor parte de los enemigos de Cristo se unieron en Sociedades secretas y Sectas ocultas, para agregar un mayor número de adeptos a su complot” (Encíclica Ecclesiam a Jesu Christo, 13 /9/1821).

Pío IX escribe luego que los “hijos de este mundo se esfuerzan […] en combatir furiosamente la Iglesia de Cristo […] con  confabulaciones   criminales […], para lo cual se unen todas las sociedades secretas, salidas del infierno, con la intención fundamental de destruir el Reino de Dios” (Encíclica Qui pluribus, 9/11/1846).

Según León XIII, el género humano se divide (mística o espiritualmente) en dos campos opuestos y enemigos: “Desde el momento del pecado de Adán […] el mundo se dividió en dos campos enemigos, que no cesan de combatirse, uno por la verdad y la virtud, el otro por lo contrario” (Encíclica Humanum Genus, 1884). Y luego continúa explicando,  retomando  las enseñanzas de los Padres  y de los Santos, que  el lugar preponderante lo ocupa la Iglesia (dos partidos, según San Luis Grignion de Montfort; dos banderas, según San Ignacio; dos ciudades, según San Agustín); mientras el segundo sitio el Reino de Satanás, especialmente la Masonería, donde se encuentran todos los que siguen el ejemplo del diablo y de nuestros progenitores.

LA RAZÓN  TEOLÓGICA.

Es verdad que la ‘contra-Iglesia’, en general, esta formada por muchas fuerzas aparentemente o accidentalmente opuestas entre sí, pero real o sustancialmente unidas:

1º- La causa final: persiguen un solo fin, aunque no siempre científicamente: las pretensiones de Satanás. Es común en todos ellos el odio contra el verdadero Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y contra su Iglesia (católica, apostólica y romana), o sea el anticatolicismo, la conspiración contra la Iglesia de Dios.

2º- La causa eficiente de la ‘contra-Iglesia o ‘Reino de este mundo’ es la revuelta de Lucifer o el diablo contra Dios gritando ‘non serviam’, por lo que fue arrojado al infierno desde donde ‘conspira’ y  “andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas”. (León XIII). El es una especie de cabeza de un perverso “contra-Cuerpo místico”, que el Apocalipsis llama “Sinagoga de Satanás” (II,9- III-9).

Monseñor Pier Carlo Landucci en su  ‘Comentario al Apocalipsis’ escribió: “Habiendo rechazado al Mesías, […] los judíos incrédulos perdieron todas las promesas [del Antiguo Testamento], y su herencia pasó al ‘Israel de Dios’ (Gal., VI,16), o sea, a la Cristiandad, que es el  verdadero pueblo de Dios, transformándose los otros en  ‘hijos del diablo’, (Jn. VIII, 44) constituyendo la ‘Sinagoga de Satanás’. Aparece netamente la contraposición entre la ‘Sinagoga’, como expresión del Judaísmo enemigo de Cristo, y la  ‘Iglesia’, como expresión del Cristianismo (…). A la ‘Sinagoga de Satanás’ se contrapone la ‘Iglesia’, o sea la Cristiandad,  el Pueblo de Dios.

La ‘Sinagoga de Satanás’ no está entonces, solo limitada a los 80/90 d.C., cuando San Juan escribía el Apocalipsis y la enviaba a las ‘siete Iglesias’ de su tiempo, sino la contra-Iglesia  demoníaca que combate desde el pecado original al género humano, hasta el fin del mundo, y a la verdadera Iglesia de Dios (del Antiguo y del Nuevo Testamento) (Gen. III, 15; Ap. XX-XXII).

3º- Este Cuerpo místico de malvados, mundanos o ‘hijos de este siglo’, son la ‘causa material’ del ‘Reino de este mundo’, en oposición al ‘Reino del Cielo’.

4º- La esencia o ‘causa formal’ de la contra-Iglesia es el orgullo, la independencia absoluta, convirtiéndose en fin de sí mismo; es la esencia del pecado  de Lucifer (‘non serviam’) y de Adán (‘eritis Sicut dii’);  no querer ni deber depender de Dios o de cualquier autoridad humana, es la auto-suficiencia naturalista, racionalista, liberal-modernista, la auto-divinización esotérica/panteísta del hombre.

CONCLUSIÓN.

Creo poder afirmar que  el problema genérico fácilmente se sintetiza en la oposición entre Iglesia y contra-Iglesia, según está abundantemente expuesta desde el inicio del Antiguo Testamento. En efecto, en Génesis (III, 15) Dios revela haber enemistado entre la serpiente y la Madre de Jesucristo, entre la raza del diablo y la de Cristo. Ella aplastará su cabeza mientras el diablo tratará de morder sus talones. El último Libro de la Biblia, el Apocalipsis (XX, 7sgs.) narra la derrota de Satanás y del Anticristo por Jesús, y la lucha entre Dios y el Maligno, los buenos y los malos, desde el inicio del mundo hasta su fin (XXI, sgs.).

Entonces es indudable la existencia de un complot contra la Iglesia de Cristo, como numerosas veces lo mencionan las Fuentes de la Revelación, no solo como un hecho histórico contingente y limitado a ciertas circunstancias particulares de la vida de Jesús y de los Apóstoles, sino como una Doctrina  indiscutida, una entidad o un poder dinámico y malvado que, provistas de intelecto (con permiso de Dios, que saca de males bienes)  desde el principio del mundo hasta su ocaso trata de impedir la obra de Santificación y Redención de las criaturas, provistas de intelecto y voluntad, ayudando, aunque les pese, al cumplimiento de la obra de la Redención; por otra parte,  el  Sanedrín, impulsado por el diablo, fue victima de su propio complot, terminando humillado al ayudar indirectamente al cumplimiento de la Salvación del género humano.

Dios actúa sirviéndose de la insensata maldad y astucia de los malvados para confundirlos, exaltando a los humildes y pequeños hijos suyos. La doctrina del complot de la contra-Iglesia es el motivo conductor de toda la Historia Sagrada, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Por lo cual es una verdad dogmática y moral que forma parte  del ‘Deposito de la Fe’.

Por lo tanto, es deber ineludible estudiar y meditar la existencia del  Complot, sin temer ser befado como ‘complotista’. Por el contrario, minimizar, o ser negligente en su estudio  significa participar implícita  y pasivamente en ese Complot contra Cristo, María, la Iglesia y la Cristiandad. Mientras que estudiar  para combatir el Complot, significa participar activamente y explícitamente en el cumplimiento de la obra de la Redención, ‘instaurando y restaurando todo en Cristo’. (San Pío X).

Santo Tomás (S. Th. III, q.8, a. 7) explica la razón teológica por la cual, así como los buenos forman, en sentido estricto, el Cuerpo místico de la Iglesia de Dios bajo la autoridad de Jesús, los malvados forman una ‘especie’ (en sentido amplio) de Cuerpo místico del Infierno, bajo el imperio de Satanás.

El  Magisterio del Papa Pío VII enseña la existencia de una ‘conjuración contra el Depósito de la Doctrina cristiana’ [8] Mientras Pío IX menciona a los hijos de este mundo que combaten contra la Iglesia de Cristo con un infernal complot, para destruir por sobre todo el Reino de Dios [9].

Por todo lo dicho, puede afirmarse que la doctrina del complot de Satanás y la contra-Iglesia contra Dios y su Iglesia forma parte del Depósito de la Fe, porque viene revelada en las Sagradas Escrituras, en la Tradición, y en el Magisterio constante de la Iglesia, según las razones teológicas que expuso el Doctor Común de la Iglesia.+


Don  Curzio  Nitoglia.



Notas:

[1] “¿Cómo caíste del cielo, /lucero brillante, hijo de la aurora? /¿Echado por tierra /el dominador de las naciones? Tú, que decías en tu corazón: /Subiré a los cielos; /en lo alto, sobre las estrellas de Dios, elevaré mi trono (…) Subiré sobre la cumbre de las nubes /y seré igual al Altísimo /Pues bien, al sepulcro has bajado, /a las profundidades del abismo”.(Is. XIV, 12 sgs.).

“Hubo una gran batalla en el cielo; Miguel y sus ángeles peleaban contra el dragón; y peleó el dragón y sus ángeles, y no pudieron triunfar ni fue hallado su lugar en el cielo. Fue arrojado el dragón grande, la antigua serpiente, llamado Diablo y Satanás, que extravía a toda la redondez de la tierra” XII, 7/9). Enemigo capital del Cordero (Jesús), vencido en el cielo por San Miguel y su ejército angélico, enfrenta en la tierra a la Esposa (la Iglesia y la Santísima Virgen),  pero ella al fin  triunfa y el Dragón es derrotado junto a su partidario principal, el Anticristo final (Ap. XIII- XX, 2). Antonino Romeo.

“Veía yo a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lc. X, 18).

S. Th. I, q.50, a. 1- q. 96, s.2.

[2]  Además, como he señalado brevemente, la oposición entre Iglesia y contra-Iglesia se encuentra en el inicio del Antiguo Testamento, en los tiempos de Adán y Eva (Génesis III,15)

San Luis María Grignion de Montfort (‘Preghiera in fuocata’) escribe que hubo un Diluvio de agua en el Antiguo Testamento; y después el Diluvio de Sangre de Cristo derramado en la Cruz, que dio inicio a la Cristiandad. Esta será restaurada, luego de una ‘gran apostasía’, con un Diluvio de fuego, de Caridad y de Justicia, de parte de María Santísima y de su Esposo, el Espíritu Santo, consustancial al Padre y al Hijo

La Santísima Virgen en Fátima (13/5/1917) lo confirmó: “Al final Mi Corazón Inmaculado triunfará”.

San Maximiliano Kolbe (julio 1939) escribió: “vivimos en una época que podría ser llamada el inicio de la era de la Inmaculada”. Y en una carta al padre Floriano Koziura (30/5/1931) especificó: “Bajo su estandarte combatiremos una gran batalla e izaremos su bandera sobre la fortaleza del poder de las tinieblas”. (“Escritos de S. Maximiliano Kolbe”).

El Magisterio, con Pío XII, enseñó a tener “una gran esperanza en el surgimiento una nueva era donde reina la paz cristiana y el triunfo de la religión” (Encíclica Ad Coeli Reginam, 1954),  manteniendo  “la certeza que se restaurará el Reino de Cristo por María. (Radiomensaje en Fátima, 1958).

[3]  Depósito de la Fe  (‘Depositum Fidei’) es una expresión que aparece en las dos Epístolas de San Pablo a Timoteo (1 Tim. VI, 20- 2 Tim. I, 14). Se encuentra también en los escritos de los Padres Apostólicos y Eclasiásticos, especialmente en Tertuliano (De praescriptione haeriticorum, XXV) y en San Vicente de Lerins  (Commonitorium primum, XXII) y sancionada dogmáticamente por el Concilio Vaticano I. Este es el conjunto de la ‘Doctrina de la Fe’ o Revelación de Dios, íntegra y completa. Pertenece a ella la verdad de la fe contenida en la Revelación pública y en la revelación privada. En efecto,  el  ‘Depósito’ que San Pablo escribe, infaliblemente,  ‘divinamente inspirado’, y trasmite  asistido por consejo del Espíritu Santo (“Tradere, Traditio”) a sus discípulos y colaboradores, Timoteo y otros.


















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