De
pelos y señales.
“El diccionario de Salvá,
porque el de la Academia
no hace fe hoi, definiendo la palabra civilización, que es aquel grado de
cultura que adquieren pueblos y personas, cuando de la rudeza natural pasan al
primor, elegancia y dulzura de voces y costumbres propio de gente culta. Yo
llamaría a esto civilidad…” (Sarmiento, Viajes, 1845/7)
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os muchachos de
antes no usaban gomina, cantaban los
tangueros, allá, en las primeras décadas del siglo pasado. Pero de a
poco nos fuimos ‘civilizando’, adquiriendo ‘civilidad’, gracias a la escuela
sarmientista. Y los muchachos comenzaron a embadurnarse las greñas con gomina…
y los pobres con jabón; peinando el pelo bien tirante y aplastado, hacia atrás, con la frente despejada, todavía bien varonil. A los muchachos se los denominaba nada más y
nada menos que muchachos. ¡Definición perfecta! La gomina era de la famosa
marca ‘Brancatto’ ¿se acuerda? Por supuesto que no, pero yo sí, ya andaba
correteando por el mundo.
Hoy día si se
escribiese un nuevo tango ‘aggiornado’, sería para cantar: los muchachos de ahora
usan cremas, espumas,
‘brashing’, ‘spray’, y se hacen
rulitos y flequillitos. El ‘coiffeur’ los despeina como al descuido, para exhibir
cierta virilidad ‘salvaje’, y que nadie
se los imagine vanidosos y presumidos,
como seductoras señoritas coquetas, de esas que nos abruman diariamente en la TV ostentando, mientras se
acarician las melenas con todo tipo de menjunjes, unas sensuales sonrisas de felicidad suprema.
Pero claro está,
cambiaron las modas, las costumbres y también los nombres. A los que ahora
consumen cosméticos ya no se los nombra muchachos, son delicadamente ‘chicos’; ‘chicos’ algo alocados e irresponsables, inmaduros,
consentidos, prepotentes, ‘chicos’ de papá, muy primorosos, tal como revelan
sus peinados. Y primorosos son también sus atuendos, pues la moda impone a los
borreguillos el uso de colores
tenues, ‘pasteles’, preferentemente el
rosado. Pero lo asombroso es que hasta
los viejos ‘verdes’, actualmente más bien viejos ‘rosados’, sin límite de edad, siguen la moda impuesta
por el ‘coiffeur’ y piensan, actúan y se despeinan como ‘chicos’ fifiolos.
¡Maravillosa
definición de la ‘sabiduría’ popular!
¡Casi filosófica! Porque condice con la realidad. Los términos muchacho
y gomina tienen un tufillo grosero, ordinario, hasta demasiado viril, para el
gusto de las nuevas generaciones de ‘chicos’; no son palabras civilizadas ni primorosas, como
le gustaban a Sarmiento; muchachos huele
a campo, a barrio pobre, y al oírlas se
hubiera embroncado el sanjuanino, que era sobremanera civilizado y primoroso,
según él. En cambio ‘chicos’, bañados
en desodorantes spray en vez de esos muchachos del jabón; y ‘gel’ por gomina, y tantas otras palabras yanquis que invadieron
las peluquerías, son otro síntoma que revela nuestra profunda ‘americanización’;
y esto le hubiera encantado al sanjuanino. Y es lógico que así sea, pues si
dentro de la cabeza somos ‘chicos’ sarmientistas americanizados, y pensamos y
actuamos como ‘chicos’ de 14 años, como
decía Carrel de los yanquis maduros, también debemos ser ‘chicos’
americanizados por fuera ¡Viva la moda
yanqui de los ‘chicos’ primorosos! ¡Mueran los salvajes muchachos de antes!
El besuqueo y algo más.
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a española cuando
besa, es que besa de verdad, y a ninguna le interesa besar por frivolidad,
cantaba Alberto Castillo, varias décadas atrás. Pero el tiempo pasa y las modas
caducan, se afeminan. El padre Castellani decía que la ‘raza’ argentina estaba
perdiendo su virilidad; pero dicen los ‘chicos’ primorosos: ¿qué puede saber un
cura y por añadidura nacionalista? ¿A
nosotros, chicos primorosos con esa monserga?
¡Nosotros, cada día más civilizados,
adoramos a Sarmiento! ¡Sin saber nada de él, por supuesto!
Años atrás los
hombres se saludaban ofreciendo su diestra desarmada, vestigio de la lejana
caballerosidad, y muestra de respeto a las damas. Hoy día, en nuestro degradado
país, porque en otro sitio no es costumbre, el beso derivó en besuqueo, o sea se
generalizó de tal manera que cuando un hombre se encuentra con otro, es muy corriente que se den un besito en el cachete. Todo esto
es muy tierno… y primoroso… pero el beso sólo en la mejilla ¡ojo! Aunque no deben contristarse demasiado los demasiado primorosos y afeminados, pues
próximamente es posible que todos nos besemos en la boca. Es la ley regresiva de la
caducidad de las cosas... inclusive las
morales; si no se ordenan correctamente. Y así, jóvenes con viejos, en la misa
Novus Ordo con el que tenés al lado, deportistas, sucios o limpios, melenudos roñosos
con señoras respetables; etc. pues el
amor está por encima de la higiene y del buen gusto.
Parecería, entonces,
que hoy como nunca aumentó el amor y el
cariño entre los seres humanos; pues se supone que nadie besa frívolamente. ¡Pero
en esta época reinan soberanas en la sociedad el terrorismo, la violencia, la
corrupción, las infidelidades, las modas comercializadas, la mediocridad
personal y cultural, etc. etc., dirán los mal pensados de siempre! ¿Porque no
vivir de acuerdo a la costumbre del
avestruz ¡y la de Juan 23, el ‘bueno’!:
meter la cabeza en un hoyo para no ver nada malo; para olvidarlo como si no
existiese? ¡qué utópica felicidad viviríamos! Pues esta es la actitud de los demócratas
‘chupacirios’, de las neo-monjas y
chicas papólatras, de los neo-modernistas, de los curas en chomba, e inclusive
de los obispos liberales ¡De todos los que quieren noviar con el Mundo!
¿Cómo se explica
esta discrepancia? ¿Mucho besuqueo al tiempo que se convive aprovechándose del prójimo
necesitado? ¿No será que son besotes ‘ideológicos’ que los
‘liberales’ prodigan demagógicamente, sin ninguna intención amatoria, casi,
casi como burlándose del que los recibe? No podía faltar en esta época que se
manosee y desvirtúe el beso, expresión de verdadero amor, intimo, preferencial,
respetuoso, y se imponga el beso falso e hipócrita, a imitación del beso de Judas.
Y en el colmo de la
novísima expresión amorosa, observé
extasiado como las mascotas suelen darle unos lengüetazos en la ‘trucha’ a sus enamorados dueños, mientras los acunan en brazos, para que no se ensucien las
pezuñitas. Esto es bastante repugnante, y no quiero pensar que en la intimidad pasen a
mayores… aunque lo comentan ciertas
chismosas del barrio.
Pero algo verdaderamente gratificante de esta moda ocurre cuando un esposo te presenta a su pareja (no escribí esposa,
pues no soy tan obsoleto), y ahí nomás primero hay que besarlo a él, y luego le plantás un sonoro y cálido besote a
la dama, ante la satisfacción del orgulloso y complaciente marido por nuestra buena educación.
También observé,
descubriendo otra modalidad del popular besuqueo que al finalizar la misa Novus
Ordo, la buscada popularidad de algunos
curas nuevaoleros, para estar a la orden del día, casi incitan a que
las damas hagan cola para colgársele del cuello y besarlo cariñosamente. Ellas son muy
sensibleras y seguramente no distinguen que
la dignidad del sacerdote,
indefenso, pero contento.
Pero hay algo más,
porque los argentinos nos destacamos en todo, ¡sempre avanti! ¡A la cabeza de
la civilidad! Comprobé, al principio medio escandalizado, puesto no podía creer
lo que veía; sin percibir que concuerda
con la mentalidad argentina, sentimental y tanguera; que cuando un jugador o jugadora de cualquier deporte, se retira de la cancha, el entrenador, asistente, o cualquier otro cariñoso, le da unas
palmaditas en la colita mientras el
beneficiado se sienta en un banco muy ufano. Entonces pensé que realmente
cambiaron las costumbres, pues nadie podría imaginar, por ejemplo, que al salir
de la cancha ¡alguien hubiera tenido la
peligrosa idea de darle un besito o le
tocase la cola, por ejemplo, a Marante o
a De Zorzi! Supongo que nadie, pues estos dos bosteros eran salvajes y palurdos. Más o menos como yo, que me considero un
engendro de la época de las ‘bárbaras naciones’. Pues bien, aunque alguno
considere que desvarío, lo afirmo terminantemente. La tocada de cola se popularizará,
tanto como aconteció con el besuqueo, también
entre hombres entre sí, viejos o jóvenes,
durante la nueva misa, etc. Y llegará el día en que, si sos realmente
educado, cuando un marido te presente a
su ‘pareja’, además del besote, debas darle a ella unas palmaditas en la cola ante el alborozo general. ¡Como si lo
viera! ¡Mueran los celos de los ‘pitecantropos’! ¡Pero mucho
cuidadito, no sea que ‘ella’ no sea
‘ella’, sino un ‘trans’ y tengas que
salir volando, cuidando tu integridad! +