martes, 28 de octubre de 2014

De pelos y señales.

“El diccionario de Salvá, porque el de la Academia no hace fe hoi, definiendo la palabra civilización, que es aquel grado de cultura que adquieren pueblos y personas, cuando de la rudeza natural pasan al primor, elegancia y dulzura de voces y costumbres propio de gente culta. Yo llamaría a esto civilidad…” (Sarmiento, Viajes, 1845/7)

L
os muchachos de antes no usaban gomina, cantaban los  tangueros, allá, en las primeras décadas del siglo pasado. Pero de a poco nos fuimos ‘civilizando’, adquiriendo ‘civilidad’, gracias a la escuela sarmientista. Y los muchachos comenzaron a embadurnarse las greñas con gomina… y los pobres con jabón; peinando el pelo bien tirante y aplastado,  hacia atrás, con  la frente despejada, todavía bien varonil. A  los muchachos se los denominaba nada más y nada menos que muchachos. ¡Definición perfecta! La gomina era de la famosa marca ‘Brancatto’ ¿se acuerda? Por supuesto que no, pero yo sí, ya andaba correteando por el mundo.

Hoy día si se escribiese un nuevo tango ‘aggiornado’,   sería para cantar: los muchachos de ahora usan  cremas,  espumas,  ‘brashing’,  ‘spray’, y se hacen rulitos y flequillitos.  El ‘coiffeur’  los despeina como al descuido, para exhibir cierta virilidad ‘salvaje’, y  que nadie se los imagine  vanidosos y presumidos, como seductoras señoritas coquetas, de esas que nos abruman diariamente en la TV ostentando, mientras se acarician las melenas con todo tipo de menjunjes, unas  sensuales sonrisas de felicidad suprema.

Pero claro está, cambiaron las modas, las costumbres y también los nombres. A los que ahora consumen cosméticos ya no se los nombra muchachos, son delicadamente  ‘chicos’; ‘chicos’  algo alocados e irresponsables, inmaduros, consentidos, prepotentes, ‘chicos’ de papá, muy primorosos, tal como revelan sus peinados. Y primorosos son también sus atuendos, pues la moda impone a los borreguillos  el uso de colores tenues,  ‘pasteles’, preferentemente el rosado.  Pero lo asombroso es que hasta los viejos ‘verdes’, actualmente más bien viejos ‘rosados’,  sin límite de edad, siguen la moda impuesta por el ‘coiffeur’ y piensan, actúan y se despeinan como  ‘chicos’ fifiolos.


¡Maravillosa definición de la ‘sabiduría’ popular!  ¡Casi filosófica! Porque condice con la realidad. Los términos muchacho y gomina tienen un tufillo grosero, ordinario, hasta demasiado viril, para el gusto de las nuevas generaciones de ‘chicos’;  no son palabras civilizadas ni primorosas, como le gustaban a  Sarmiento; muchachos huele a campo, a barrio pobre, y  al oírlas se hubiera embroncado el sanjuanino, que era sobremanera civilizado y primoroso, según él.   En cambio ‘chicos’, bañados en desodorantes spray en vez de esos  muchachos del jabón; y ‘gel’ por gomina,  y tantas otras palabras yanquis que invadieron las peluquerías, son otro síntoma que revela nuestra profunda ‘americanización’; y esto le hubiera encantado al sanjuanino. Y es lógico que así sea, pues si dentro de la cabeza somos ‘chicos’ sarmientistas americanizados, y pensamos y actuamos como ‘chicos’  de 14 años, como decía Carrel de los yanquis maduros, también debemos ser ‘chicos’ americanizados por fuera ¡Viva la  moda yanqui de los ‘chicos’ primorosos! ¡Mueran los salvajes muchachos de antes!

El  besuqueo y algo más.

L
a española cuando besa, es que besa de verdad, y a ninguna le interesa besar por frivolidad, cantaba Alberto Castillo, varias décadas atrás. Pero el tiempo pasa y las modas caducan, se afeminan. El padre Castellani decía que la ‘raza’ argentina estaba perdiendo su virilidad; pero dicen los ‘chicos’ primorosos: ¿qué puede saber un cura y por añadidura nacionalista?  ¿A nosotros, chicos primorosos con esa monserga?  ¡Nosotros, cada día más civilizados,  adoramos a Sarmiento! ¡Sin saber nada de él, por supuesto!

Años atrás los hombres se saludaban ofreciendo su diestra desarmada, vestigio de la lejana caballerosidad, y muestra de respeto a las damas. Hoy día, en nuestro degradado país, porque en otro sitio no es costumbre,  el beso derivó en besuqueo, o sea se generalizó de tal manera que cuando un hombre se encuentra con  otro, es muy corriente  que se den un besito en el cachete. Todo esto es muy tierno… y primoroso… pero el beso sólo en la mejilla ¡ojo!  Aunque no deben contristarse demasiado  los demasiado primorosos y afeminados, pues próximamente es posible que todos nos besemos   en la boca. Es la ley regresiva de la caducidad de las cosas...  inclusive las morales; si no se ordenan correctamente. Y así, jóvenes con viejos, en la misa Novus Ordo con el que tenés al lado, deportistas, sucios o limpios, melenudos roñosos con señoras respetables; etc.  pues el amor está por encima de la higiene y del buen gusto.

Parecería, entonces, que hoy como nunca  aumentó el amor y el cariño entre los seres humanos; pues se supone que nadie besa frívolamente. ¡Pero en esta época reinan soberanas en la sociedad el terrorismo, la violencia, la corrupción, las infidelidades, las modas comercializadas, la mediocridad personal y cultural, etc. etc., dirán los mal pensados de siempre! ¿Porque no vivir de acuerdo a la costumbre  del avestruz ¡y la de Juan  23, el ‘bueno’!: meter la cabeza en un hoyo para no ver nada malo; para olvidarlo como si no existiese? ¡qué utópica felicidad viviríamos!  Pues esta es la actitud de los demócratas ‘chupacirios’,  de las neo-monjas y chicas papólatras, de los neo-modernistas, de los curas en chomba, e inclusive de los obispos liberales ¡De todos los que quieren noviar con el Mundo!

¿Cómo se explica esta  discrepancia?  ¿Mucho besuqueo al tiempo  que se convive aprovechándose del prójimo necesitado?  ¿No será  que son besotes ‘ideológicos’ que los ‘liberales’ prodigan demagógicamente, sin ninguna intención amatoria, casi, casi como burlándose del que los recibe? No podía faltar en esta época que se manosee y desvirtúe el beso, expresión de verdadero amor, intimo, preferencial, respetuoso, y se imponga el beso falso e hipócrita, a imitación del  beso de Judas.

Y en el colmo de la novísima expresión amorosa,  observé extasiado como las mascotas suelen darle unos lengüetazos en la ‘trucha’ a sus   enamorados dueños, mientras los acunan  en brazos, para que no se ensucien las pezuñitas. Esto es bastante repugnante, y  no quiero pensar que en la intimidad pasen a mayores… aunque lo  comentan ciertas chismosas del barrio.

 Pero   algo   verdaderamente  gratificante de esta moda ocurre  cuando un esposo  te presenta a su pareja (no escribí esposa, pues no soy tan obsoleto), y ahí nomás primero hay que besarlo  a él,  y luego le plantás un sonoro y cálido besote a la dama, ante la satisfacción del  orgulloso y complaciente  marido por nuestra buena educación.  

También observé, descubriendo otra modalidad del popular besuqueo que al finalizar la misa Novus Ordo, la buscada popularidad  de algunos curas nuevaoleros, para estar a la orden del día, casi incitan  a  que las damas hagan cola para colgársele del  cuello y besarlo cariñosamente. Ellas son muy sensibleras y seguramente no distinguen que    la dignidad  del sacerdote, indefenso,  pero contento. 

Pero hay algo más, porque los argentinos nos destacamos en todo, ¡sempre avanti! ¡A la cabeza de la civilidad! Comprobé, al principio medio escandalizado, puesto no podía creer lo que veía; sin percibir  que concuerda con la mentalidad argentina, sentimental y tanguera; que cuando un jugador  o jugadora de cualquier deporte, se retira  de la cancha, el entrenador, asistente,  o cualquier otro cariñoso, le da unas palmaditas en  la colita mientras el beneficiado se sienta en un banco muy ufano. Entonces pensé que realmente cambiaron las costumbres, pues nadie podría imaginar, por ejemplo, que al salir de la cancha ¡alguien hubiera tenido  la peligrosa idea de darle  un besito o le tocase la cola, por ejemplo,  a Marante o a De Zorzi! Supongo que nadie, pues  estos dos bosteros eran salvajes y palurdos.  Más o menos como yo, que me considero un engendro de la época de las ‘bárbaras naciones’. Pues bien, aunque alguno considere que desvarío, lo afirmo terminantemente. La tocada de cola se popularizará, tanto como aconteció con  el besuqueo, también entre hombres entre sí, viejos o jóvenes,  durante la nueva misa, etc. Y llegará el día en que, si sos realmente educado,  cuando un marido te presente a su ‘pareja’, además del besote, debas  darle a ella unas palmaditas en  la cola ante el alborozo general. ¡Como si lo viera!  ¡Mueran  los celos de los ‘pitecantropos’! ¡Pero mucho cuidadito, no sea que ‘ella’  no sea ‘ella’,  sino un ‘trans’ y tengas que salir volando, cuidando tu integridad! +