lunes, 6 de octubre de 2014


     ¡¡ Con  motivo   del  delirio  mundialista !!

EL DESTAPE
“Los argentinos se divierten, los extranjeros ganan plata, los ingleses gobiernan”

Releyendo un gran artículo del querido padre Castellani, pensé  que de alguna manera podía dar razones para explicar políticamente el frenesí ‘fubolero’ del pasado Mundial.


Que evidentemente  fue impulsado por el periodismo oficialista, para que mediante  una malévola asociación de ideas, se identifique el éxito en el fóbal’ con las vicisitudes de la política nacional. Para hacer pensar al televidente que si ganamos el Mundial somos los mejores del mundo, bajo un gobierno patriótico; como si del resultado del Mundial  dependiera el  prestigio y la soberanía del país. Hemos contemplado un  festival patriotero, con banderas y gritos como  en ninguna oportunidad trascendente se observan y oyen. Pero  no somos los mejores del mundo en nada. Pertenecemos a  un país en ruinas, corrupto y derrotado. Somos el hazmerreír del mundo civilizado. Con una clase dirigente inmoral  que lo mantiene sojuzgado al imperialismo. Esto no hubiera cambiado de consagrarse campeones, pero la victoria hubiera sido usufructuada políticamente por el gobierno ; y esto hubiera sido indignante.  Nos tuvieron encandilados durante un mes, mientras en silencio Argentina seguía naufragando. En ‘democracia’ nos tienen entretenidos, como a los niños; hasta no tener ánimo para luchar; ni de enterarnos que podemos y debemos pelear por lo nuestro; de esto se trata: tenernos entretenidos hasta la inanición.  La gente  debe seguir divertida, sin darle tiempo a pensar: sólo asimilar y repetir como un lorito lo que mira y escucha en la TV. ¡No vaya a ser que descubra el manipuleo, y se decida  a pretender  alguna real vigencia política, aunque no sabemos de qué manera! ¡Pues ni el liberalismo ni el marxismo con los partidos políticos se la  ofrecen!

El artículo mencionado fue publicado originariamente en la revista ‘Estudios’ (julio/diciembre 1940,  351/54) y reproducido en la revista  ‘Cabildo’ (junio 1984), de donde copiamos los párrafos apropiados, tan actualísimos que parecen escritos hoy día; pensado con la frescura, la limpieza, la claridad de la Verdad, y con tantas reflexiones para hacernos meditar.  Luego de enumerar la inmoralidad creciente de las costumbres,  en las revistas que se publicaban en ese tiempo, aceptadas y disfrutadas por el público, pues entraban  inocentemente en todos los hogares,  denunció que esa inmoralidad personal y familiar es  el germen de la inmoralidad política.

M
ás abajo, existe gran copia de inmundicia innominable. Los argentinos se divierten. Los extranjeros ganan plata. Los ingleses gobiernan. No hay que ser ‘purista’. Los muchachos y las muchachas de hoy ya están acostumbrados a esto, miran como si nada, están cauterizados, no les hace nada. Cuando los muchachos y las muchachas de unas Nación están acostumbrados a esto, entonces esa Nación debe ir pensando en acostumbrarse a depender de otra nación que la guíe, aunque sea ocultamente. Esto no lo saben  quizás los muchachos y  muchachas. Puede ser que no lo sepan  ni los políticos. Ciertamente lo ignora la porción de nuestra brillante y divertida –así llamada- ‘clase dirigente’. Pero lo sabe, por ejemplo, Ramón Doll, el más sagaz de los observadores políticos del país, que no de balde abre su libro para la cuestión ‘prensa’. Pero lo tocan los magistrados, los médicos, los maestros, los sacerdotes, los sacerdotes y los gobernantes dignos de sus nombres. La indisciplina de las costumbres acarrea directamente la servidumbre política, después de haber acumulado montones pavorosos de desastres individuales.

N
o es para tanto. No es para tanto todavía. Pregunten a los practicantes de guardia en los hospitales, los raspajes de abortos ‘involuntarios’, si aumentan o disminuyen. Bien, eso es natural en una urbe cosmopolita, y no tiene nada que ver con las revistas, ni con la literatura barata ni con el cine, ni con los clubes de barrio, ni con la desaforada sed de diversiones, ni con el teatro soez y sensual, ni con nada. No hay que ser tétricos, no hay que ahogar la alegría de la vida, la juventud tiene sus exigencias, no todos hemos de ser frailes…

P
or mi ‘diviertansén’. Yo lo que digo no lo invento. Pueblo sin sobriedad nación sin honor. Nación sin honor, nación sin fuerza, colonia a la fuerza. ¡Con razón decía Santo Tomás en su Regimine Principum que el tener buenas diversiones para el pueblo debe preocupar al gobernante! ¡Pero qué clase de ‘príncipes’ tenemos en el Consejo deliberante! Y qué clase de ‘príncipes’ van apareciendo ahora, con asombro del país, hasta en la judicatura argentina, lo cual es mucho peor todavía! Si el Estado argentino renunciase a ser un Estado ético y degenerase en estado económico –lo que Dios no quiera- las leyes sociológicas son ineluctables, antes que ser gobernados por mercaderes de afuera, preferiríamos que no acorrale y nos meta en ringle algún ‘militarote’ de aquí… en último caso.+


Jerónimo del Rey.