¡¡ Con
motivo del delirio
mundialista !!
EL DESTAPE
“Los argentinos se divierten, los extranjeros
ganan plata, los ingleses gobiernan”
Releyendo un gran artículo del
querido padre Castellani, pensé que de
alguna manera podía dar razones para explicar políticamente el frenesí
‘fubolero’ del pasado Mundial.
Que evidentemente fue impulsado por el periodismo oficialista,
para que mediante una malévola
asociación de ideas, se identifique el éxito en el fóbal’ con las vicisitudes
de la política nacional. Para hacer pensar al televidente que si ganamos el Mundial
somos los mejores del mundo, bajo un gobierno patriótico; como si del resultado
del Mundial dependiera el prestigio y la soberanía del país. Hemos contemplado
un festival patriotero, con banderas y
gritos como en ninguna oportunidad
trascendente se observan y oyen. Pero no
somos los mejores del mundo en nada. Pertenecemos a un país en ruinas, corrupto y derrotado. Somos
el hazmerreír del mundo civilizado. Con una clase dirigente inmoral que lo mantiene sojuzgado al imperialismo.
Esto no hubiera cambiado de consagrarse campeones, pero la victoria hubiera
sido usufructuada políticamente por el gobierno ; y esto hubiera sido
indignante. Nos tuvieron encandilados
durante un mes, mientras en silencio Argentina seguía naufragando. En
‘democracia’ nos tienen entretenidos, como a los niños; hasta no tener ánimo
para luchar; ni de enterarnos que podemos y debemos pelear por lo nuestro; de
esto se trata: tenernos entretenidos hasta la inanición. La gente
debe seguir divertida, sin darle tiempo a pensar: sólo asimilar y repetir
como un lorito lo que mira y escucha en la TV. ¡No vaya a ser que descubra el manipuleo, y
se decida a pretender alguna real vigencia política, aunque no
sabemos de qué manera! ¡Pues ni el liberalismo ni el marxismo con los partidos
políticos se la ofrecen!
El artículo mencionado fue
publicado originariamente en la revista ‘Estudios’ (julio/diciembre 1940, 351/54) y reproducido en la revista ‘Cabildo’ (junio 1984), de donde copiamos los
párrafos apropiados, tan actualísimos que parecen escritos hoy día; pensado con
la frescura, la limpieza, la claridad de la Verdad , y con tantas reflexiones para hacernos
meditar. Luego de enumerar la
inmoralidad creciente de las costumbres, en las revistas que se publicaban en ese
tiempo, aceptadas y disfrutadas por el público, pues entraban inocentemente en todos los hogares, denunció que esa inmoralidad personal y familiar
es el germen de la inmoralidad política.
M
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ás
abajo, existe gran copia de inmundicia innominable. Los argentinos se divierten. Los extranjeros ganan plata. Los ingleses
gobiernan. No hay que ser ‘purista’. Los muchachos y las muchachas de hoy
ya están acostumbrados a esto, miran como si nada, están cauterizados, no les
hace nada. Cuando los muchachos y las
muchachas de unas Nación están acostumbrados a esto, entonces esa Nación debe
ir pensando en acostumbrarse a depender de otra nación que la guíe, aunque sea
ocultamente. Esto no lo saben quizás
los muchachos y muchachas. Puede ser que
no lo sepan ni los políticos.
Ciertamente lo ignora la porción de nuestra brillante y divertida –así llamada-
‘clase dirigente’. Pero lo sabe, por ejemplo, Ramón Doll, el más sagaz de los
observadores políticos del país, que no de balde abre su libro para la cuestión
‘prensa’. Pero lo tocan los magistrados, los médicos, los maestros, los
sacerdotes, los sacerdotes y los gobernantes dignos de sus nombres. La indisciplina de las costumbres acarrea
directamente la servidumbre política, después de haber acumulado montones
pavorosos de desastres individuales.
N
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o
es para tanto. No es para tanto todavía. Pregunten a los practicantes de
guardia en los hospitales, los raspajes de abortos ‘involuntarios’, si aumentan
o disminuyen. Bien, eso es natural en una urbe cosmopolita, y no tiene nada que
ver con las revistas, ni con la literatura barata ni con el cine, ni con los
clubes de barrio, ni con la desaforada sed de diversiones, ni con el teatro
soez y sensual, ni con nada. No hay que ser tétricos, no hay que ahogar la
alegría de la vida, la juventud tiene sus exigencias, no todos hemos de ser
frailes…
P
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or
mi ‘diviertansén’. Yo lo que digo no lo invento. Pueblo sin sobriedad nación
sin honor. Nación sin honor, nación sin
fuerza, colonia a la fuerza. ¡Con razón decía Santo Tomás en su Regimine Principum que el tener buenas
diversiones para el pueblo debe preocupar al gobernante! ¡Pero qué clase de
‘príncipes’ tenemos en el Consejo deliberante! Y qué clase de ‘príncipes’ van
apareciendo ahora, con asombro del país, hasta en la judicatura argentina, lo
cual es mucho peor todavía! Si el Estado argentino renunciase a ser un Estado
ético y degenerase en estado económico –lo que Dios no quiera- las leyes
sociológicas son ineluctables, antes que ser gobernados por mercaderes de
afuera, preferiríamos que no acorrale y nos meta en ringle algún ‘militarote’
de aquí… en último caso.+
Jerónimo del Rey.