NUESTRO HÉROE FUNDADOR
“Así, cuando en un gran pueblo la turba es levantada por
la sedición, y cuando el feroz espíritu del innoble vulgo hace ya volar las
piedras y las encendidas teas, y todo se convierte en arma para su furor, si de
pronto aparece un hombre grave. Famoso por su virtud y su saber, todo se calla.
Los oídos le prestan atención, sus palabras dominan las mentes, ablandan los
corazones”. (Virgilio. Eneas).
Ese hombre predestinado
fue don Juan Manuel de Rosas, continuador de la lucha sanmartiniana por la
soberanía fundadora argentina. Héroes ambos inimaginables en nuestro tiempo de
gobernantes acanallados. Ellos nos hacen
pensar en héroes paganos, más que en hombres,
en semidioses, nacidos de las divinidades del Olimpo, como fueron los designados
por el Hado para fundar todas las naciones.
Pero fueron hombre de
carne y hueso que vivieron y lucharon hace apenas siglo y medio, aunque tan extraordinarios que podríamos también imaginarlos actuando en unos
orígenes casi míticos de la Patria, en
tiempos arcaicos, tan lejanísimos en el tiempo,
como se nos presenta lejanísima la personalidad de estos héroes respecto
a la miseria, la corrupción, la
incapacidad, la flojera, la traición de todos los que empuñan el timón de la
Patria desde Caseros, para hundirla casi irremisiblemente en una
postración incurable.
Con aristocrática impavidez, porque eran
Señores, manteniéndose enhiestos e imperturbables, desestimando la amargura de
verse acechados por el odio y la envidia de la chusma ‘iluminada’ y renegada, continuaron
triunfalmente su obra redentora y fundadora.
A ellos podría adjudicarle lo que comentó un
diplomático francés que visitó en Palermo al Restaurador de las Leyes, quien se
podía dar el lujo de recibirlo ataviado como gaucho que era, tomando mate bajo
un ombú, sencillo, franco, amigable, pues tras su apariencia se notaba su
calidad humana, que captó el francés, diciendo
que le recordaba lo que narraban del patriarcal buen rey Dagoberto, que atendía
a sus invitados comíendo pan y queso bajo una encina.
Dijo el Padre Castellani,
en ‘Reflexiones políticas’, Signum, pg.
149:
Otra.- Aristóteles dijo de Alberdi: “cuando una nación
existe y camina, que venga un señor melenudo, enfermizo, excéntrico y autor de
valses, y quiera cambiarla en otra que él se saca de la cabeza, eso roza la
locura”. Aristóteles lo dijo de Hipódamo de Mileto, pero “rueda a lo mismo”
–como dice Atahualpa Yupanqui.
Nuestros próceres, por desgracia, no fueron muy
inteligentes, ninguno dellos. Si alguno parece realmente inteligente es don
Juan Manuel de Rosas, pero ya, ése no es prócer. Pero ¿qué es un prócer? No se
sabe, Rosas fue un héroe.+
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