domingo, 12 de septiembre de 2021

 

Apuntes para sexólogos.

*Murió Oyarbide

 El ballet está de luto. No he conocido plenamente las  promocionadas condiciones profesionales de Oyarbide en la jurisprudencia, por lo que sólo me referiré a sus destacadas cualidades artísticas. Lo he visto danzar –en la TV- apasionadamente, tan enajenado por la danza, como la Pavlova haciendo de cisne. Pero lamentablemente, pese a sus deseos de calzarse una mallita rosa ajustadita y una mini faldita, para excitar a la muchachada, por la grasa que lo rodeaba y la estatura que lo achataba nunca pudo ser un cisne majestuoso, ni siquiera el patito feo del cuento de Andersen, sino más bien una cría de buitre bufón brincando retozón. Lo que, en definitiva, cuadraba con su especie moral de pajarraco de cuidado.

*Políticamente afeminados.

Yo no soy perito en sexología, pero como el sexo tiene implicancias en todos los ordenes de la vida, me referiré a sus connotaciones políticas.

Como es sabido actualmente preponderan las características políticas femeninas; pero este desorden viene de antaño. Ya nuestros ‘próceres’ unitarios de pacotilla con un anhelo irreprimible, soñaban con anglosajones rubios y fortachones, No insinúo que todos eran sexualmente afeminados, pero, repelían a los gauchos melenudos, ansiando tutores, papitos pulcros y perfumados.  Fueron, y son sus descendientes liberales,  políticamente afeminados.

Y Oyarbide es la floración más repugnante que surgió de esos próceres que se sentían necesitados de apoyo viril, bajo el disfraz de imponer la civilización y el Progreso anglosajón. Es la obscena culminación de la política y la diplomacia marchatrás de los unitarios/liberales.

*De barbas y bigotes.

 Un fulano muy versado en opinar sobre sociología y costumbres, de esos que emiten cualquier disparate con el fin de llamar la atención, sabiendo que serán promocionados por el periodismo, expresó: aquellos que no quieran vacunarse contra el bicho pandémico deberían llevar a la vista alguna seña que los identifique.

Eso parecería bien, pues todo el mundo que tiene una personalidad característica la manifiesta, como los militares el uniforme, los sacerdotes la sotana, los judíos el quipá, los médicos el guardapolvo, etc.

Pero también las machorras feministas deberían ser consecuentes con la ‘distinta’ inclinación sexual de su alterada personalidad y manifestarla públicamente.

Al respecto, estas muchachas trabajadoras sociales, repudian a los hombres, pero pretenden asemejarse a ellos, y en vez de mostrar las tetas en los desfiles, destacando su feminidad, -y su desvergüenza-, deberían ostentar provocativamente unos imponentes mostachos negros al estilo Vittorio Emanuelle o Dali;  acicalándolos con afeites y perfumes adecuados para placer de sus parejitas. Luego, para ser consecuentes, recomiendo hacerse brotar unas frondosas barbas patriarcales modelo Teodoro Hertz. Si al principio la timidez cohíbe a las pipiolas, podrían dejarlas crecer bajo los barbijos.

¡Muchachas, trabadoras sociales, exhíbanse abiertamente! ¡Vamos machorras, ánimo! ¡Que no se trate solamente de atacar la moral cristiana para vivir en el libertinaje! ¡No oculten su personalidad, no sean falsas, no se queden a mitad camino, no renieguen de las barbas y los bigotes! ¡En caso de necesidad fertilicen el cutis terso con algún menjunje para que vayan creciendo unas repugnantes barbas simiescas! ¡Sean perfectas marimachos!

Además, y por último, consideren los beneficios económicos que obtendrán mostrándose, ante el asombro y la repugnancia popular,  como las mujeres barbudas en las barracas del antiguo Parque Japonés.

¿Se animará el sociólogo opinante a proponérselo a las feministas?

 

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