LA POLÍTICA YANQUI QUE ECLOSIONÓ EN TODA SU VILEZA
DURANTE LA GUERRA POR LAS MALVINAS, ASÍ CONTINÚA Y CONTINUARÁ, PORQUE SE FUNDA
EN LA IDEA RELIGIOSA VETEROTESTAMENTARIA DE LA PREDESTINACIÓN DE LOS SANTOS A
DOMINAR EL MUNDO.
ARTÍCULO PUBLICADO EN EL PERIÓDICO “COMBATE”, EL 16 ABRIL 1958, DIRIGIDO
POR EL CAMARADA ALBERTO FELICI.
QUÉ ES Y DONDE VA LA DOCTRINA MONROE.
(América para los americanos… del norte).
Con motivo del día de las Américas que acaba de
celebrarse, consideramos oportuno hacer una breve referencia a esta famosa
doctrina.
El 2 de diciembre de 1823 el presidente Monroe, teniendo
en cuenta las decisiones de la Santa Alianza con respecto a la América
española, formuló ante el Congreso las declaraciones que han pasado a la
historia con el nombre de Doctrina Monroe, que podemos sintetizar en estos tres
puntos:
1º.-: No colonización futura por Estados europeos en el
Continente americano.
2.- : No intervención por Estados europeos en el
continente americano.
3.- : Desinterés de los EEUU en las cuestiones europeas.
El mensaje fue acogido de muy diversa manera; en los
países europeos fue mirado con encono, y en los países americanos, como
contribuyó a desbaratar los propósitos de la Santa Alianza, fue mirado como un
anuncio de la liberación definitiva, y como una especie de segura protección
desinteresada para el futuro e invocada como tal en algunas oportunidades por
ciertos países de nuestra América.
No nos guía el propósito de dar nuestra interpretación de
la Doctrina, sino de historiar algunos hechos y recordar algunas palabras de
estadistas yanquis que por sí solas hablan del fin y objeto de la misma.
Comenzaremos por decir que la doctrina no fue invocada para impedir que Gran
Bretaña ocupara las islas Malvinas en 1838 y Belice en 1835; ni para impedir que Francia interviniera en
1838 en el Río de la Plata, realizando un largo bloqueo al que se unió
Inglaterra en 1841; ni para impedir que Francia en 1838 bombardeara
Veracruz y San Juan de Ulloa.
En otros casos
que le tocaba más de cerca, EEUU aplicó la doctrina. En 1895, con motivo de
la cuestión de límites en la Guayanas entre Gran Bretaña y Venezuela, en la
emergencia, EEUU exigió un arbitraje integral de la cuestión. Pero a raíz de
este hecho es bueno recordar la extensa nota que el secretario Olney envió al
representante norteamericano en Londres, dándole instrucciones de hacerle
conocer al Jefe del Gabinete del Gobierno Inglés. En otras cosas decía: “Hoy los EEUU son prácticamente soberanos
en este Continente y sus órdenes son ley en los asuntos a que dirigen su interposición”.
Todas las ventajas de esta superioridad podrían peligrar súbitamente si se
admitiera el principio de que las potencias europeas podrían convertir a los
Estados americanos en colonias o provincias propias… Que eran obvias las
desastrosas consecuencias para los EEUU que tal condición de cosas (la pérdida
de prestigio, de autoridad y de peso en los consejos de las familias de las
naciones serían las menores): nuestros únicos rivales en la paz y enemigo en la
guerra hallaríanse situados en nuestras
mismas puertas”.
Vaya anotando el lector las veces que la Doctrina Monroe
es aplicada por los EEUU para qué y con qué objetivos lo es, dicho por los
mismos yanquis.
Siguiendo con nuestra historia, en 1845-48, a raíz de que
el primer ministro francés Guizot se pronunció contra la anexión de Tejas por
los EEUU, considerando la posibilidad de que Gran Bretaña se apoderase de
California, que entonces era todavía territorio mexicano, el presidente Polk
dijo en su mensaje: “Debemos mantener siempre el principio de que los pueblos
del Continente americano tienen por sí solos el derecho de decidir su propio
destino. Si una parte de ellos, constituyendo un Estado independiente, se
propusiera unirse a nuestra
Confederación, trataríase de una cuestión que debería resolverse entre ellos y
nosotros, sin ninguna intervención extranjera. Nunca podremos consentir que las
potencias extranjeras se ingieran para prevenir tal unión…”.
En cambio, tres años después distintas facciones
políticas mexicanas luchaban en Yucatán y viéndose en peligro ante una
insurrección de las masas indígenas que ellos habían armado, pidieron la
protección a EEUU, Gran Bretaña y España. Entonces el ministro Polk expresó en
otro mensaje: “… aunque no me propongo recomendar la adopción de ninguna medida
tendiente a adquirir el dominio y la soberanía del Yucatán, sin embargo, de
conformidad a la política que hemos establecido, no podremos consentir una
transferencia de dominio y soberanía a España o a cualquier otra potencia
europea”.
Es decir, que si un territorio americano solicitaba ser
incorporado a los EEUU, nada tenían que observar las potencias europeas; pero
si la petición dirigíase a una de éstas, el gobierno de Washington no podría
consentir la anexión.
Ya en el presente siglo, en 1902, a raíz de la
intervención de Alemania, Gran Bretaña e Italia en Venezuela, el presidente Teodoro
Roosevelt manifestó que a fin de prevenir intervenciones extranjeras, los EEUU debían
vigilar la conducta de los países latinoamericanos: “… la pertinacia en
la conducta lesiva o la impotencia que se traducen en un relajamiento general de los vínculos propios de la sociedad civilizada,
pueden requerir finalmente, en América como
en cualquier otras parte, la
intervención de alguna nación civilizada, y en el hemisferio occidental el
apego de los EEUU a la Doctrina Monroe puede obligar a los EEUU, aún contra
su voluntad, en casos flagrantes de tal inconducta e impotencia, a ejercer
funciones de policía internacional”.
Los hechos se encargaron de confirmar dichas palabras.
EEUU ha intervenido con fuerzas militares en Nicaragua, Haití, República
Dominicana, Honduras, Cuba, y más recientemente tenemos el ejemplo del Bogotazo
en Colombia. Hasta tal punto ha llegado el celo de los yanquis por esta su
América, que en 1912, ante el rumor de que una sociedad norteamericana se
proponía transferir a una compañía japonesa de pesca cierta extensión en la Bahía
Magdalena (Baja California), México apta para establecer una base naval, el
Senado de Washington votó una resolución expresando que: “si un puerto u otro
lugar del Continente Americano estuviese situado de tal modo que su ocupación con fines navales o militares,
pudiese constituir una amenaza para las comunicaciones o para la seguridad de
los EEUU, éstos no podrían ver sino con grave preocupación que dicho puerto o
lugar fuere poseído por un sociedad o asociación vinculada a un gobierno no
americano, en forma que prácticamente procurare a este gobierno facultades de
control con fines navales o militares”
Ante la ingenuidad o mala fe de muchos sudamericanos, que
quieren ver en el gran país del Norte el protector de toda América y de los
intereses políticos y económicos –éstos últimos tan en boga hoy- de los
respectivos países hispanoamericanos, nos hemos vistos forzados a realizar esta
breve crónica, sobre todo en estos momentos en que “tan dignamente” el Ejecutivo
Nacional defiende la soberanía del país.
Pero, para que no queden dudas de ninguna especie transcribiremos
un párrafo del secretario Knof de diciembre 1919, en donde los yanquis mismos
se encargan de llamarnos a la reflexión y que nos exime de todo comentario. El
texto dice así: “… la Doctrina Monroe no es un compromiso ni un acuerdo
internacional; es una política de los
EEUU que este país aplica cuando lo juzga conveniente, sin pedir permiso a
nadie… es una política de los EEUU cuyo carácter preciso, amplitud, método y
casos de aplicación, como también los medios para hacerla respetar, depende
solamente de la voluntad sin fiscalización de los EEUU, y son su prerrogativa
soberana, y nosotros nos servimos de ella
para medida de nuestras necesidades, nuestra voluntad y las fuerzas de nuestras
armas”.*
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