LOS “IDIOTAS ÚTILES” TRABAJAN PARA
LA REVOLUCIÓN.
El proceso demoledor liberal y
bolchevique contra nuestro país comenzó hace muchísimos años, sin que nadie
quiera o pueda repararlo. Y como es un proceso ininterrumpido, el remedio a esa
descomposición es el mismo que los gauchos gritaban en las pulperías, último
refugio, ¡Viva Rosas! Solución de amor
patrio, intuitiva, espontánea y verdadera,
-porque Rosas era la verdad argentina-, los
federales clamaban para volver a la realidad argentina, negada y repudiada por los liberales. Luego fueron reaccionando
los revisionistas amantes de la Patria,
que formularon ese deseo destacando que la solución es siempre la misma
desde esa lejana mitad del siglo XIX. ¡Los mismos males y las mismas
soluciones! ¡Realidad o utopía liberal! Hoy día hay que hacer hablar nuevamente
a esos maestros de la argentinidad. ¡Siempre vigentes, aunque silenciados por
el Régimen! ¡Y cada vez menos acatados y respetados! Verdades más apropiadas aún que cuando fueron
expuestas, porque el mal se agravó, según ellos mismos vislumbraron. Pese a
todas las contrariedades, yo, epígono
modesto pero entusiasta, seguiré
voceando en el desierto, en un idioma incomprensible para los
televidentes de hoy, esas palabras que pueden restañar los males que provocó el Régimen falaz y
descreído.
Hoy publico algunos párrafos de uno de los más grandes
patriotas, el Padre Leonardo Castellani, para que se pueda conocer un aspecto
de los males que agreden a nuestra
Patria y la verdad de su remedio; que es simplemente destruir al liberalismo
extranjerizante, materialista y ateo, sólo un grado menos perverso que el
bolchevismo, y sobre los escombros construir, desde sus cimientos, con sentido
común y respeto por la esencia nacional, expuesta por el nacionalismo, la verdadera
Argentina, derrotada y agazapada desde
Caseros, pero potencialmente viva en espera de su manifestación soberana; ¡de
la mano de un auténtico Caudillo!
(A continuación párrafos tomados del
capítulo “El problema argentino, pg. 42,
de su libro: “Reflexiones políticas”, Editorial Signum, 1977,)
Padre Leonardo
Castellani.
¡Libertad!
¿De qué y para qué?
¡Libertad,
libertad, libertad” Así como la voceada “libertad de los males” era libertad
inglesa para comerciar; y el “libre cambio” de Adam Smith la libertad inglesa
para explotar; así la libertad política se reduce a la gran farsa de echar los
votos; la “libertad de cultos” a la de debilitar la religión del país, ya
bastante cachuza; la “libertad de prensa”… “Los que reclaman por la libertad de
prensa son los que necesitan abusar de ella”, dijo Goethe. E via dicendo.
Se
logró hacer creer a los semicultos que lo importante para una nación es la
Economía (con mayúscula), y que todo lo demás se daba por añadidura. En eso
parece estar ingurgitado o somormujado el Gobierno actual.
Oculta
o ignora que sólo una gran política da una gran economía. Y que sólo una nación fuerte puede librarse de ser reducida a subnación por otras
naciones fuertes. ¿Qué se han creído? ¿Qué los hombres son angelitos?
Aprendan
de nuestra propia experiencia, escarmienten en cabeza propia.
El
partido en que se juega el dominio del mundo ha empezado ya. Se jugará hasta el
final entre hombres fuertes ¿No habrá algún hispano en él?
La
dúplice revolución mundial está ya en marchas. Después de más de un siglo ha,
la revolución blanca y la revolución negra, que dice Spengler. En
rigor, ésta última es amarilla, pero más negra que la otra.
La
revolución blanca es el alzamiento general de los bolches; no escuetamente
contra el Capitalismo (entidad semimítica o semítica más o menos forjada por
Marx y demás teorizadores de la demagogia), sino contra todo lo que en la
Cristiandad es autoridad, orden, jerarquía, cultura, tradición; en suma
superioridad.
Es
el resentimiento de los inferiores; quieren nivelar todo –por abajo. No son los
obreros, no. Aunque a muchos de ellos los han despistado con el endiosamiento
del “trabajo manual”.
Los
buenos obreros, los obreros peritos y laboriosos no son proletarios; y se ofenden si se los llama así.
Vayan
a ver al Sindicato de la Carne o a Luz y Fuerza, al hombre integral: cuerpo, inteligencia
y voluntad. Le dije a uno de ellos muy leído: -¿Pero usted sabe quién fue Marx?
–Como no, fue un judío barbudo, más feo que pegarle a Dios, que había sido muy
inteligente, pero por más que digan no fue el fundador del Comunismo.
No
quise discutir. En el fondo puede que tenga razón: la mentalidad bolche viene
de mucho más atrás.
La
revolución blanca quiere hacer tabla
rasa de todo lo existente; y a crear de la nada un universo nuevo: como
Sarmiento y Mitre: siniestra utopía. Hay en ella hasta sacerdotes. Sabiéndolo o
no, todos los desjerarquizados trabajan para ella.
Hay
desjerarquizados incluso en la misma “Jerarquía” –con perdón de la paradoja. Es
así. Yo no tengo la culpa.
Con
su venia y guardando todo respeto, Ilustrísima.
No
hablamos de los bolches de Rusia, no. De los argentinos. No hablamos tampoco de
los inscriptos en las listas de Codovilla. Hablamos de todos los
desjerarquizados, de todos los rebelados o hastiados del Orden Romano, de todos
los “democráticos” sinceros o fingidos, empezando por La Nación diario; de
todos los “idiotas útiles”; de todos los que se han salido y quieren salirse de
su propio puesto.
Los
ordinarios dominan.
¿Cuantos
son? Contarlos quiero.
Por cada dos
mil espurios
No hay ni un
noble verdadero.
[…]
Sólo Jesucristo puede salvar a la
Argentina, me repite cada día mi eventual cocinera. O sea, los que se hagan
capaces de hablar y obrar “en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo”…