martes, 16 de mayo de 2017

Comentario publicado en la revista ULISES, de abril 1966, dirigida en ese entonces por el distinguido nacionalista  don Antonio Rego, a cuya valentía mucho debemos los que luchamos por Dios y por la Patria.
Como todo lo que publico en este blog, el artículo que presento, pese a los años transcurridos,  es de actualidad,  ayuda a comprender mejor  la catástrofe protestante, que tanto encandila a los progresista católicos…. ¡Ecuménicos delirantes!,  y explica las blasfemias y sacrilegios que se cometen en la Iglesia católica con la complacencia de muchos obispos.

EL PROGRESISMO EN ACCIÓN.
CRISIS EN EL PROTESTANTISMO AMERICANO.
(Nota de la R. de Ulises: No apto para ecuménicos delirantes).

      La reciente desaparición del teólogo protestante  Paul Tillich ha proyectado nueva luz sobre una corriente actual del pensamiento teológico protestante. Esta nueva teología se propone negar la existencia de Dios  o, por lo menos,  que su existencia tenga valor alguno para el hombre moderno.
      Dicha innovación , de un ateísmo sorprendente, es mirada con bastante simpatía entre los católicos por una corriente del espíritu que gusta ser llamada “liberal”. La revista Commonweal, en un artículo de su redactor Daniel Callahan, presentó en forma entusiasta el libro del profesor de Hatvard, Mr. Harvey Cox, titulado The Secular City.
      El artículo de Callahan levantó protestas entre los lectores, y poco después Commonweal abría sus páginas a un diálogo entre un sociólogo y un filósofo –Andrew Greeley y Michel Novak, dos sacerdotes- por un lado,  y Harvey Cox y Daniel Callahan, defensores de su posición, por el otro. La lectura del debate nos hace ver que la cuestión esencial es: Dios.

DIOS HA MUERTO.

      Según Nietzsche, Dios ha muerto. Este grito del filósofo alemán ha retumbado como un eco en las mentes vacías de sus discípulos; y ha cruzado el Océano. Cuatro teólogos protestante lo han recogido, cuatro teólogos que son ministros y profesores de religión.
      THOMAS J. ALTIZER, por una parte, opina que el conocimiento de Dios, tal como lo enseña actualmente la religión protestante, no responde ya al anhelo  de lo sagrado que es inherente al corazón humano. Un Dios regulador de la luna y de las estrellas, causa explicativa última  de la existencia humana, providencia de la historia, es incompatible  con las necesidades del hombre moderno, quien en la ciencia y  en la organización de su vida social, no necesita para nada de este “relojero”. Semejante Dios ha de ser reemplazado. Para hacerlo es necesario admitir como un hecho la laicización del mundo contemporáneo, a fin de encontrar, partiendo de allí, una mística adecuada a la realidad en que vive el hombre de hoy.
      Por su parte, PAUL VAN BUREN combate la fe en Jesucristo como verdadero Dios y verdadero hombre. Se esfuerza en despojar al Cristianismo de toda noción de divinidad, mostrando cuanto de imaginación humana hay unen atribuir a Jesucristo una naturaleza divina. Se incorpora así al pensamiento de Dietrich Bonhoeffer, quien proclama la urgente necesidad de que la Iglesia reinterpretara el Evangelio para excluir de él toda noción de religión, es decir, todo culto de lo divino.
     Más moralista,  WILLIAM HAMILTON trata de ver en Jesucristo un modelo de amor a sus semejantes. Poco importa que haya verdaderamente existido o que sea Dios; hay que imaginárselo como un modelo ejemplar. Ser cristiano es vivir entre los hombres asumiendo sus dificultades, sus sufrimientos y sus alegrías. Cristo sólo tiene valor en cuanto indica una actitud a seguir.
      Finalmente, GABRIEL VAHANIAN critica el concepto que la religión cristiana tiene de  Dios. Dios es presentado, -afirma- al modo ya perimido de la filosofía griega. Es un ídolo que la cultura moderna ha abandonado hace tiempo. La Iglesia, entonces, debe adaptarse a la mentalidad profana que caracteriza a nuestro tiempo y descubrir una nueva manera de hablar a los hombres, sin hacer mención de Dios.

“CONMMONWEL”  VIA  CALLAHAM.

      Este maremagnum que agota a la teología protestante y que, según el Times, es una de las cuestiones más discutidas en sus seminarios, no deja de tener profundas repercusiones entre los católicos. La simpatía que se le brinda no llega, es claro, a admitir sus postulados ateos, pero, muy sutilmente, se llega a un acuerdo respecto a la laicización de la sociedad. Esta coincidencia de opinión es lo que ha llevado a Daniel Callaham a presentar The Secular City de Harvey Cox.
      En esta obra Cox, que es un sociólogo, se apoya en los conceptos de “sociedad de masas” y de hombre-masa” para demostrar que en la hora actual la cultura moderna, y principalmente la cultura urbana, han perdido las características  de una civilización en que los valores sagrados eran importantes, y se han vuelto enteramente profanas. Dado que el Cristianismo tal como ha llegado a nosotros es el fruto de la unión entre el Evangelio y la cultura occidental nacida de la civilización griega –cultura esencialmente sagrada y ya superada-, ello importa la caducidad del Cristianismo. La laicización de la ciudad conlleva el rechazo de la religión, y exige que el hombre  dedique su atención al mundo que se construye… ¡Y aún que ame a este mundo, como Jesucristo lo amó!
      Respondiendo a Cox, el Padre Greeley se esfuerza en demostrar que los conceptos sociológicos empleados por aquel, es decir, los de la socialización de la masa, son inadecuados para deducir de allí la laicización de la sociedad americana. Por su parte, Michel Novak lamenta que Callaham deje de lado toda metafísica y toda teología y que no advierta  hasta que punto la religión es una respuesta a las angustias y necesidades del hombre.
      Pero Callaham replica, demostrando la simpatía que siente por pensadores como Cox y Van Buren. Deplorando el retraso que achaca a la Iglesia Católica en reconocer los cambios en el mundo en que le toca vivir, y apoyándose en Bonhoeffer que critica a la religión porque pretende llenar las necesidades del hombre y responder a sus angustias,, el redactor del “Commonweal” confiesa su fastidio por un Catolicismo que se repliega en las especulaciones metafísicas y teológicas, en lugar de conceder su atención a los problemas políticos y sociales  en que se debate la humanidad.
      El catolicismo, dice, al ser vivido primariamente como una religión, no ha conseguido tomar en serio los problemas d lo temporal y no se ha comprometido en las cuestiones de la justicia social que forman, más que las tesis sobre la vida  y la muerte, la trama de las angustias humanas.
      Por nuestra parte confesamos que la lectura de este artículo de Daniel Callaham nos ha dejado perplejos. Y nos hemos preguntado ¿qué es lo que ha sido superado? ¿Dónde está la falta de compromiso? En la hora del Concilio, donde la Iglesia ha tomado posición sobre los problemas del hombre, en la hora de la Ecclesiam Suam donde Pablo VI invita al diálogo, en la hora de su inolvidable discurso ante la Asamblea de la ONU ¿quién puede acusar a la Iglesia de replegarse en un “ghetto”? ¿Quién puede admitir seriamente que el culto que Ella rinde a Dios la vuelve infiel a las exigencias del Amor del Padre a los hombres? ¿Quién?

IRVING  SHELTON

Nota de la Dirección de Ulises: Hemos publicado el trabajo precedente porque creemos es una valiosa contribución al esclarecimiento de las conciencias. Pero no compartimos la perplejidad de Irving Shelton y no nos explicamos qué se espanta, a esta altura de los acontecimientos.
El momento de asombro y del estupor sobrevino hace ya  tiempo, cuando esta infección purulenta del progresismo consiguió invadir  el recinto del Concilio Vaticano. Hasta allí sólo era una pequeña llaga maloliente. Desde entonces tomó suficiente envergadura como para indicarnos que algo muy grande se estaba descomponiendo.
No haberlo advertido, no haber medido es su momento la peligrosidad de este modernismo redivivo, lleva a sorprenderse ahora, con una inocencia y un candor tales, que a su vez nos sorprende a nosotros.
¿Qué esperaba usted, mister Shelton? ¿Convencer a los adoradores de la Humanidad con  discurso más, discurso menos? ¿Traerlos a la adoración del Dios vivo con razonamientos tan estúpidos como los de Greeley y Novak, que justifican la religión sólo como una “necesidad del hombre”? ¿Recobrarlos para la Verdad mediante  un catolicismo titubeante, compadecido de sí mismo y encendido de rubor? ¡No, señor! A cada “mea culpa” de la Iglesia, la nueva herejía del progreso responde  con una sonrisa de triunfo; y pide más. Hasta que llegará el día en que exigirá derechamente que apostatemos de Dios y abjuremos de Jesucristo. ¿Cómo reaccionará entonces la Iglesia? Preferimos no imaginarlo.
Simplemente nos preguntamos que habrá querido decir aquel viejo cardenal cuando se expresó así en una ardiente oración: “Señor, te pido una sola gracia:  no tardes en enviarme la muerte, pues he nacido en el Catolicismo y, si no te apuras, me van a enterrar los hermanos separados… o los primos-hermanos bolcheviques”. ULISES.