Comentario
publicado en la revista ULISES, de abril 1966, dirigida en ese entonces por el
distinguido nacionalista don Antonio
Rego, a cuya valentía mucho debemos los que luchamos por Dios y por la Patria.
Como
todo lo que publico en este blog, el artículo que presento, pese a los años
transcurridos, es de actualidad, ayuda a comprender mejor la catástrofe protestante, que tanto
encandila a los progresista católicos…. ¡Ecuménicos delirantes!, y explica las blasfemias y sacrilegios que se
cometen en la Iglesia
católica con la complacencia de muchos obispos.
EL PROGRESISMO EN ACCIÓN.
CRISIS EN EL
PROTESTANTISMO AMERICANO.
(Nota de la R. de Ulises: No apto para
ecuménicos delirantes).
La reciente desaparición del teólogo
protestante Paul Tillich ha proyectado
nueva luz sobre una corriente actual del pensamiento teológico protestante.
Esta nueva teología se propone negar la
existencia de Dios o, por lo
menos, que su existencia tenga valor
alguno para el hombre moderno.
Dicha innovación , de un ateísmo
sorprendente, es mirada con bastante simpatía entre los católicos por una
corriente del espíritu que gusta ser llamada “liberal”. La revista Commonweal, en un artículo de su
redactor Daniel Callahan, presentó en forma entusiasta el libro del profesor de
Hatvard, Mr. Harvey Cox, titulado The
Secular City.
El
artículo de Callahan levantó protestas entre los lectores, y poco después Commonweal abría sus páginas a un
diálogo entre un sociólogo y un filósofo –Andrew Greeley y Michel Novak, dos sacerdotes-
por un lado, y Harvey Cox y Daniel
Callahan, defensores de su posición, por el otro. La lectura del debate nos
hace ver que la cuestión esencial es: Dios.
DIOS
HA MUERTO.
Según Nietzsche, Dios ha muerto. Este
grito del filósofo alemán ha retumbado como un eco en las mentes vacías de sus
discípulos; y ha cruzado el Océano. Cuatro teólogos protestante lo han
recogido, cuatro teólogos que son ministros y profesores de religión.
THOMAS J. ALTIZER, por una parte, opina
que el conocimiento de Dios, tal como lo enseña actualmente la religión
protestante, no responde ya al anhelo de
lo sagrado que es inherente al corazón humano. Un Dios regulador de la luna y
de las estrellas, causa explicativa última
de la existencia humana, providencia de la historia, es
incompatible con las necesidades del
hombre moderno, quien en la ciencia y en
la organización de su vida social, no necesita para nada de este “relojero”. Semejante
Dios ha de ser reemplazado. Para hacerlo es necesario admitir como un hecho la
laicización del mundo contemporáneo, a fin de encontrar, partiendo de allí, una
mística adecuada a la realidad en que vive el hombre de hoy.
Por su parte, PAUL VAN BUREN combate la
fe en Jesucristo como verdadero Dios y verdadero hombre. Se esfuerza en
despojar al Cristianismo de toda noción de divinidad, mostrando cuanto de
imaginación humana hay unen atribuir a Jesucristo una naturaleza divina. Se
incorpora así al pensamiento de Dietrich Bonhoeffer, quien proclama la urgente
necesidad de que la Iglesia
reinterpretara el Evangelio para excluir de él toda noción de religión, es
decir, todo culto de lo divino.
Más moralista, WILLIAM HAMILTON trata de ver en Jesucristo
un modelo de amor a sus semejantes. Poco importa que haya verdaderamente
existido o que sea Dios; hay que imaginárselo como un modelo ejemplar. Ser
cristiano es vivir entre los hombres asumiendo sus dificultades, sus
sufrimientos y sus alegrías. Cristo sólo tiene valor en cuanto indica una
actitud a seguir.
Finalmente, GABRIEL VAHANIAN critica el
concepto que la religión cristiana tiene de
Dios. Dios es presentado, -afirma- al modo ya perimido de la filosofía
griega. Es un ídolo que la cultura moderna ha abandonado hace tiempo. La Iglesia , entonces, debe
adaptarse a la mentalidad profana que caracteriza a nuestro tiempo y descubrir
una nueva manera de hablar a los hombres, sin hacer mención de Dios.
“CONMMONWEL” VIA
CALLAHAM.
Este maremagnum que agota a la teología
protestante y que, según el Times, es una de las cuestiones más discutidas en
sus seminarios, no deja de tener profundas repercusiones entre los católicos.
La simpatía que se le brinda no llega, es claro, a admitir sus postulados
ateos, pero, muy sutilmente, se llega a un acuerdo respecto a la laicización de la sociedad. Esta
coincidencia de opinión es lo que ha llevado a Daniel Callaham a presentar The Secular City de Harvey Cox.
En esta obra Cox, que es un sociólogo, se
apoya en los conceptos de “sociedad de masas” y de hombre-masa” para demostrar
que en la hora actual la cultura moderna, y principalmente la cultura urbana,
han perdido las características de una
civilización en que los valores sagrados eran importantes, y se han vuelto
enteramente profanas. Dado que el Cristianismo tal como ha llegado a nosotros
es el fruto de la unión entre el Evangelio y la cultura occidental nacida de la
civilización griega –cultura esencialmente sagrada y ya superada-, ello importa
la caducidad del Cristianismo. La laicización de la ciudad conlleva el rechazo
de la religión, y exige que el hombre
dedique su atención al mundo que se construye… ¡Y aún que ame a este
mundo, como Jesucristo lo amó!
Respondiendo a Cox, el Padre Greeley se
esfuerza en demostrar que los conceptos sociológicos empleados por aquel, es
decir, los de la socialización de la masa, son inadecuados para deducir de allí
la laicización de la sociedad americana. Por su parte, Michel Novak lamenta que
Callaham deje de lado toda metafísica y toda teología y que no advierta hasta que punto la religión es una respuesta
a las angustias y necesidades del hombre.
Pero Callaham replica, demostrando la
simpatía que siente por pensadores como Cox y Van Buren. Deplorando el retraso
que achaca a la Iglesia Católica
en reconocer los cambios en el mundo en que le toca vivir, y apoyándose en
Bonhoeffer que critica a la religión porque pretende llenar las necesidades del
hombre y responder a sus angustias,, el redactor del “Commonweal” confiesa su
fastidio por un Catolicismo que se repliega en las especulaciones metafísicas y
teológicas, en lugar de conceder su atención a los problemas políticos y
sociales en que se debate la humanidad.
El catolicismo, dice, al ser vivido
primariamente como una religión, no ha conseguido tomar en serio los problemas
d lo temporal y no se ha comprometido en las cuestiones de la justicia social
que forman, más que las tesis sobre la vida
y la muerte, la trama de las angustias humanas.
Por nuestra parte confesamos que la
lectura de este artículo de Daniel Callaham nos ha dejado perplejos. Y nos
hemos preguntado ¿qué es lo que ha sido superado? ¿Dónde está la falta de
compromiso? En la hora del Concilio, donde la Iglesia ha tomado posición
sobre los problemas del hombre, en la hora de la Ecclesiam Suam donde Pablo VI
invita al diálogo, en la hora de su inolvidable discurso ante la Asamblea de la ONU ¿quién puede acusar a la Iglesia de replegarse en
un “ghetto”? ¿Quién puede admitir seriamente que el culto que Ella rinde a Dios
la vuelve infiel a las exigencias del Amor del Padre a los hombres? ¿Quién?
IRVING SHELTON
Nota de la Dirección de Ulises:
Hemos publicado el trabajo precedente porque creemos es una valiosa
contribución al esclarecimiento de las conciencias. Pero no compartimos la
perplejidad de Irving Shelton y no nos explicamos qué se espanta, a esta altura
de los acontecimientos.
El momento de
asombro y del estupor sobrevino hace ya
tiempo, cuando esta infección purulenta del progresismo consiguió
invadir el recinto del Concilio
Vaticano. Hasta allí sólo era una pequeña llaga maloliente. Desde entonces tomó
suficiente envergadura como para indicarnos que algo muy grande se estaba
descomponiendo.
No haberlo
advertido, no haber medido es su momento la peligrosidad de este modernismo
redivivo, lleva a sorprenderse ahora, con una inocencia y un candor tales, que
a su vez nos sorprende a nosotros.
¿Qué esperaba
usted, mister Shelton? ¿Convencer a los adoradores de la Humanidad con discurso más, discurso menos? ¿Traerlos a la
adoración del Dios vivo con razonamientos tan estúpidos como los de Greeley y
Novak, que justifican la religión sólo como una “necesidad del hombre”?
¿Recobrarlos para la Verdad
mediante un catolicismo titubeante,
compadecido de sí mismo y encendido de rubor? ¡No, señor! A cada “mea culpa” de
la Iglesia ,
la nueva herejía del progreso responde
con una sonrisa de triunfo; y pide más. Hasta que llegará el día en que
exigirá derechamente que apostatemos de Dios y abjuremos de Jesucristo. ¿Cómo
reaccionará entonces la
Iglesia ? Preferimos no imaginarlo.
Simplemente nos
preguntamos que habrá querido decir aquel viejo cardenal cuando se expresó así
en una ardiente oración: “Señor, te pido una sola gracia: no tardes en enviarme la muerte, pues he
nacido en el Catolicismo y, si no te apuras, me van a enterrar los hermanos
separados… o los primos-hermanos bolcheviques”. ULISES.