martes, 29 de noviembre de 2016


Comentario  sobre la guerra del Ejército Argentino contra la subversión marxista, publicado antes que los liberales y progresistas, auspiciados por los poderes  internacionales, hicieran de la verdad, error; transformando  a los héroes en asesinos y a los asesinos en  héroes, contradiciendo  las verdades  expresadas durante los momentos álgidos de la lucha; como las que acá se exponen. ¿Se atrevería hoy día “La Capital” a repetir lo manifestado en su editorial? La negativa es una buena prueba del maquiavelismo de los medios, atentos a obedecer a sus mandantes.
Y para los aborregados de siempre, que no se bajan de las nubes secas, reiteramos: el nacionalismo se opuso al Gobierno militar-liberal, por ser tan liberal como cualquiera civil; inclusive oponiéndose a los desaciertos políticos de ese gobierno durante la lucha contra la guerrilla. Pero, tanto ayer como hoy, el nacionalismo se enfrenta absolutamente   a la guerrilla marxista,  repudiando  todos los embusten  que la rodean para victimizarla.  Esta injusta campaña se mantiene  con el propósito de agredir y desacreditar a las Fuerzas Armadas argentinas; como fue ostensible durante el gobierno montonero KK.

Editorial publicada el 22 de abril de 1977 en el diario LA CAPITAL, de Rosario.

EL INFORME SOBRE LA SUBVERSIÓN
Fue necesario y oportuno el recuerdo detallado, tanto a propios como a extraños, de fundamentales aspectos de la lucha que se libra contra la subversión. El hecho de subsistir aún focos peligrosos nos obligará a mantener una atenta vigilia, que permita su pronta liquidación.

L
a reunión celebrada recientemente en el Comando del Ejército, en la que se informó extensamente sobre la acción de la delincuencias subversiva en el país, reviste una importancia poco usual, no sólo por la trascendencia de los temas  considerados, sino también  por los saludables efectos que puede despertar en propios y extraños. Porque la realidad lacerante que significó y significa aún la guerrilla, merece y debe ser recordada y explicada con amplitud, especialmente a quienes, por no sufrir en carne propia sus crueles golpes, como nosotros,  y por estar confundidos por  versiones interesadas de los hechos, tienen un conocimiento distorsionado de la problemática argentina. En ese contexto, las exposiciones del presidente, en su carácter de Comandante en Jefe del Ejército, y la de los jefes de Inteligencia y de Operaciones del Estado Mayor General del Ejército, ilustraron acabadamente  sobre cual es la verdadera situación de la subversión y vitales aspectos de la lucha que contra ella se viene librando exitosamente.

Tanto la objetividad como la precisión de los informes rendidos ante la opinión pública revelan una actitud honesta y también valiente, pues de las declaraciones formuladas dedúcese que si bien afortunadamente son definitorios y alentadores los logros obtenidos contra el extremismo, subsisten aun focos peligrosos que nos obligan a mantener una  necesaria y prolongada vigilia. Bien está, como se hizo en la oportunidad señalada recordar los orígenes y alcances  de la agresión interna y externa  que pretenden conculcar el destino de libertad del hombre argentino, pues la defensa de ese sagrado derecho explica sobradamente la eficaz reacción de las fuerzas de seguridad, que afrontan una lucha cuya razón esencial no ha sido debidamente comprendida todavía por algunos sectores, que consideran equivocadamente como presuntos violadores del bien protegido a aquellos que justamente lo afirman.

Es notorio cuan difícil resulta neutralizar la campaña orquestada desde el exterior por personeros del terrorismo supranacional –y lo prueba el hecho de que su acción disociadora internacional ha encontrado injustificada resonancia en diversas latitudes- todo lo cual torna indispensable una labor de positivo esclarecimiento, y pocas dudas pueden caber de que la pública exhibición  de las evidencias acumuladas por las Fuerzas Armadas, contribuirán a ilustrar eficazmente acerca de quienes son las víctimas y quienes los victimarios. Por ello fue acertado, como se hizo, señalar sin eufemismos que la agresión marxista internacional procura la destrucción de las estructuras de nuestro sistema de vida y que, para conseguir sus designios, actúa simultaneamente en todos los ámbitos en su intento de vulnerar el orden existente, basando su táctica en la explotación de insatisfacciones reales o figuradas.

El análisis particular de la situación de algunos grupos extremistas permitió conocer con exactitud cuál es el estado actual de la lucha contra ellos, y si bien produce alivio –ya intuido por la ciudadanía- saber que las dos facciones que se disputaban el monopolio de la criminalidad han sido desarticuladas, perdiendo gran parte de su capacidad para operar contra efectivos militares, causa preocupación que, sin embargo, mantengan alguna capacidad para intentar, al amparo de la clandestinidad, la erosión de nuestros valores más preciados. Las circunstancias referidas, que permiten a la subversión mantener en apariencia una vigencia que afortunadamente ya no tiene, obligan a una lucha difícil y desigual, toda vez que ella tiene, por expresa elección de los agresores, todo el vasto escenario de nuestra sociedad, imponiéndole a ésta  un cuidadoso y medido empleo de la fuerza legal, que es deber irrenunciable de los organismos de seguridad ejercer.

Fue útil el permanente recuerdo de que la acción extremista  proviene del exterior, y que la conducción estratégica local abarca todos los ámbitos de la vida nacional, lo que permite reavivar la certeza de que ningún sector, ninguna actividad puede todavía sentirse al abrigo de sus acechanzas. En la conferencia de prensa que comentamos, esa advertencia estuvo presente en todas las exposiciones y, como en la formidable lucha contra el extremismo –que es global y también total- no caben transacciones de ninguna naturaleza, es realmente válida la convocatoria a todo el cuerpo de la Nación  para estrechar filas  con el propósito de asestar cuanto antes el golpe final que aniquile a ese flagelo que ha enlutado a la República.

Una categórica confirmación del carácter internacional del accionar subversivo lo constituye el “caso Graiver”, mencionado particularmente por el presidente Videla, y que es elocuentemente demostrativo de las infames  actividades desarrolladas por ex funcionarios de gobierno, empresarios y gremialistas ratificatorio de la magnitud y gravedad de la organización sediciosa montada entre nosotros. Aunque se desconocen aún pormenores del tortuoso  asunto, está comprobado  que ese grupo trabajaba en favor de  la subversión, controlando cuantiosos fondos radicados en nuestro país y en el exterior. Las sanciones previamente impuestas a sus responsables más notorios, y la decisión de las autoridades militares de llevar la investigación hasta sus últimas consecuencias aporta una necesaria tranquilidad a la ciudadanía y, desde luego, se compadece con el fundamental objetivo de moralización nacional emprendido.


El esfuerzo que falta todavía realizar para devolver a la República la paz que necesita, demandará aún ímprobos sacrificios, y precisamente  por los esenciales  e inapreciables valores comprometidos, la convocatoria formulada a todos los argentinos reviste hoy proyecciones históricas que nadie puede soslayar.