“La esencia es la cifra de eternidad, es el reflejo en
las cosas de la palabra de Dios. Ese es el nombre que Dios ha depositado en la
intimidad, en la entraña de cada cosa”. J. B. Genta.
A continuación un artículo tomado de la revista ‘Histonium’, Nº 52, enero 1958.
FAUSTO LUXICH
L |
a palabra sofista en su
origen no era denigratoria. Denotaba al maestro de música, de retórica, etc. A
los ojos de los griegos perdió dignidad
al cobrar honorarios por sus lecciones. Como vemos la mentalidad del
sofista ha hecho camino entre nuestros
intelectuales. El utilitarismo solo cosechó desprecio y reprobación.
Gorgias enseñó que nada
existe y que si existe no puede ser conocido, y que si alguna cosa existe y es
conocida, no puede ser expresada. ¿Qué enseñaban, pues? Estos sofistas eran
maestros de retórica y de moral dudosa, con la cual engatusaban a los crédulos, que en esa época eran mayoría.
Decía Aristóteles “ El
sofista es aquel que gana dinero
prometiendo una ciencia aparente y no real”.
Hoy como ayer, la sofística
lo inunda todo, de manera que nuestra inteligencia está consustancialmente
unida a la de los sofistas. A llegado a ser “el modo de ser” del hombre
moderno.
La obra del sofista ha sido
definida como “la búsqueda de la verdad relativa, de lo verosímil o aún de lo
falso, con miras a lo útil”. ¿Qué mejor definición del pensamiento moderno?
¿Quién se preocupa hoy de
La ciencia moderna ha
progresado enormemente, pero no por cierto en el campo del pensamiento sino sola y exclusivamente en el campo del
utilitarismo. Protágoras afirmaba que “ el hombre es la medida de todas las
cosas, de las que son por el modo en que
son, y de las que no son por el modo en
que no son”. En nuestra época, más
categóricamente, James lo confirmó así: “Si los efectos son buenos, los
principios son verdaderos; y si los efectos son malos, los principios son
falsos”.
El bien y el mal han
perdido así su valor al no reconocer la esencia de que están constituidas; su
valor absoluto, y con esto son destruidas. Lo que es verdadero para unos es falso para
otros. La verdad es así inalcanzable.
Como el hombre debe creer
en algo, se conformó con sofismas. Así Protágoras sostenía: “las peores
razones, si presentadas como buenas lo son”: y en (norte)américa moderna James:
“Si los efectos disgustan terminarán por destruir el principio, sea verdadero o
falso”.
Nuevamente vemos la
similitud de estos sofismas con el
pensamiento moderno. La dialéctica define la verdad. La única Verdad es la palabra que exprese o no una verdad; será
verdadera con tal de que sea bien empleada. Ya no tiene valor lo que ella expresa sino como lo expresa.
Resulta, por consecuencia, que
Hoy impera el relativismo
absoluto, no sólo en el campo moral, sino en la materia, en el trabajo, etc.
Todo tiene el valor que el
hombre le atribuye.
Ningún otro estímulo que la
utilidad inmediata y práctica incentiva la actividad humana. Hasta la misma
ciencia ha resultado ser un auxiliar de
la industria, del comercio, de las finanzas, al abandonar su cometido que era
descubrir
¿Quién piensa hoy en lo que
es la vida? Basta saber cómo alargarla. ¿Qué es el pensamiento? Basta saber
utilizarlo para los fines prácticos de la vida. ¿Qué importa que el pensamiento
sea malo si da ganancias? ¿Quien puede aspirar a ser bueno si no da ninguna
utilidad?
Principalmente desde el
siglo pasado la mentalidad humana ha ido evolucionando hasta el punto de que la
sofística triunfa sobre
Pero por más que se
disfrace y si esconda a los ojos del hombre durante siglos,
La vida quiere vivir según
sus leyes vitales; colocada en un mundo de hipocresía y de creencias no puede
sino morir o degenerar, pues la esencia del hombre está conformada por una
Verdad que ignoramos pero ella es una prueba palpable de tal realidad y como
tal aspira a vivir de conformidad con las leyes creadoras en las cuales tiene
origen. La conciencia ignora tales verdades, pero el subconsciente las desea
ardientemente, pues en ese inexplorado
dominio del hombre es donde se hacen
sentir sus más naturales aspiraciones.
El subconsciente es el órgano por el cual acogemos las inquietudes y sentimientos que nuestra inteligencia no
puede comprender todavía.
Lo que llevamos en el
subconsciente tiene efectos más eficaces que cuando lo llevamos en la
conciencia. Con conceptos falsos e
hipotéticos acentuamos cada vez más el
contraste existente entre nosotros y la realidad, entre lo que creemos y lo que
es cierto, entre la conciencia y la subconciencia.
Tales contradicciones
interiores no pueden ser soportadas por el hombre sin ocasionar conflictos interiores que rompen su
equilibrio anímico-espiritual. Tales conflictos interiores se contagian
rápidamente y se transforman en
conflictos entre individuos, entre
grupos y entre pueblos.
Solo
Solo con
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