martes, 13 de diciembre de 2022

 

 EL COMPLOT DE LA “CONTRAIGLESIA”, SEGÚN LA DIVINA REVELACIÓN Y  EL MAGISTERIO.

 

Don Curzio Nitoglia.

http://doncurzionitoglia.net/2013(02/10/239/

 

E

s deber ineludible estudiar y tratar el Complot, sin temor a ser befado como “complotista”. Pues quien minimiza el estudio de este Complot, lo descuida o lo niega, participa implícita aunque pasivamente, en el Complot contra Cristo, María, la Iglesia y la Cristiandad. En cambio, estudiar para combatirlo, significa participar activamente y explícitamente en el cumplimiento de la obra de la Redención, “instaurando y restaurando todo en Cristo” (S. Pío X).

 

INTRODUCCIÓN.

 

Las fuentes de la divina Revelación son la Tradición Apostólica y las Sagradas Escrituras, cuyo auténtico significado lo interpreta el Magisterio eclesiástico.

 

El problema genérico que me propongo en este artículo es el siguiente: averiguar lo que  dicen la Tradición, las Sagradas Escrituras y el Magisterio respecto al complot de la anti-Iglesia contra Jesús, y su Cuerpo Místico, que es la verdadera Iglesia de Dios.

 

Mientras que el problema específico es averiguar si el complot contra la Iglesia de Dios se menciona en las Fuentes de la Revelación sólo como un hecho histórico limitado a la circunstancia histórica particular de la vida de Jesús y de los Apóstoles; sin considerar la existencia de una entidad malvada que comienza a actuar desde el principio del mundo  y terminará  cuando finalice.

 

En este segundo caso el complot no es un simple hecho histórico, relativo a cierta situación particular, atestiguado en las Sagradas Escrituras, sino una verdad contenida en el “Depósito de la Fe que revela la existencia de una fuerza maligna que actúa en el curso de la historia humana, desde Adán hasta el fin del mundo, contra Dios y contra la Iglesia. “Fuerza” presentada en la Revelación como una Doctrina relativa a una contra-Iglesia, una especie de “Cuerpo Místico” del Maligno, -que todos los Ángeles y todos los hombres de todas las épocas deben tener presente-, desde Lucifer (Isaías XIV, 12)  [1] y Adán en el Paraíso terrestre (Génesis, III, 15) hasta el Anticristo final y el fin del mundo (Apocalipsis, Cap. XX-XXII) [2].

 

LAS SAGRADAS ESCRITURAS.

 

A modo de introducción sucinta, en el Génesis (III,15), que es el primer Libro del Antiguo Testamento, se expone la enemistad entre el diablo y María Santísima, Jesús y los cristianos, ya en tiempos de Adán, el primer hombre.

 

El Apocalipsis, que es el último libro del Antiguo Testamento, en su primera parte (cap. I-III) narra la angustia de la Iglesia durante el primer siglo, perseguida de manera cruelísima por las “Puertas del Infierno” (Mt. XVI- 18) de la contra-Iglesia, o “Sinagoga de Satanás” (Ap. II,9); mientras que en la segunda parte (cap. IV-XXII)  habla de los acontecimientos futuros hasta la Parusía, repletos de persecuciones y martirios todavía más tremendos, pero que darán lugar  la victoria final y total de Cristo contra el Anticristo final (cfr. Ricciotti, La Sacra Bibbia, Introduzione all Apocalisse di San Giovanni, pg. 1761).

 

a)      EL NUEVO TESTAMENTO

     

       En el Evangelio de san Mateo, Jesús ordena elegir entre dos “señores”: Dios o Mamón (VI,24), además de advertir que las “Puertas del Infierno” no prevalecerán contra la “Iglesia”. (Mt. XVI,18). En definitiva, la oposición radical entre la Luz y las Tinieblas” frecuentemente la leemos en el Evangelio de san Juan, donde se lee también (IX,22) que “los judíos conspiraban”, habíendo convenido   expulsar de la Sinagoga a cualquiera que admita que Jesús era el Cristo”.

 

San Pablo en sus Epístolas opone “Cristo a Belial”; el “Templo de Dios al “Templo de los ídolos” (20 Cor. VI, 14/18).

 

En las Actas de los Apóstoles (XXIII, 12,15) leemos que “los judíos tramaron una conspiración  jurando no comer ni beber hasta matar a Pablo”.

 

Ciertamente estos son hechos históricos relativos a ciertas personas de una época determinada y particular, pero que también son válidos  en circunstancias  más amplias, doctrinales o teóricas, como demuestran conjuntamente las Sagradas Escritura, la Tradición, el Magisterio y la Razón teológica.

 

b)      EL ANTIGUO TESTAMENTO.

     

      Verdaderamente, como ya señalé brevemente antes, la oposición entre Iglesia y contra-Iglesia, se encuentra en el inicio del Antiguo Testamento, en tiempos de Adán y de Eva; en Génesis (III,15). Dios revela a la serpiente: “pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer [Madre de Jesucristo]. Entre tu linaje y el suyo; ella te aplastará la cabeza. Y tú le morderás el calcañal”

 

Este no es un acontecimiento contingente y sólo relativo a María SS. y a Satanás; sino la profecía de la violenta agresión de una fuerza/doctrinal contra Dios y su linaje, que se cumplirá desde el principio al fin de la historia humana.

 

Asimismo,  el último libro de la Biblia (retomando  y finalizando con el “proto Evangelio” del Génesis) (Apocalipsis (XX, 7), narra  como Cristo  derrotó  a Satanás y al Anticristo; la lucha entre Dios y el Maligno, entre los buenos contra los malos, desde el inicio del mundo “hasta su fin” (XXI), dando un mensaje de esperanza (según enseñan unánimemente los Padres de la Iglesia). En medio de las persecuciones jamás debe uno desanimarse, pues “al final” Dios vence al mal con el bien y Cristo vence al Anticristo (P:C:Landucci, Comento all Apocalisse).

 

Tampoco este acontecimiento es contingente y relativo sólo a determinadas personas y  períodos históricos, sino de dos entidades: el Sumo Bien (Dios) y el Maligno (diablo), que procuran salvar o condenar al género humano.

 

LA  TRADICIÓN.

 

A)    LOS PRIMEROS PADRES APOSTÓLICOS.

Los primeros “Padres Apostólicos” enseñaron la misma doctrina. La Didaché (90 d.C.) habla en general e incondicionalmente de “dos caminos”; la Epístola de Bernabé  (98 d.C.) cuenta del “camino de la luz y aquel de las tinieblas, de los ángeles y de Satanás”; continúa San Hipólito en el III siglo con: Sobre el Anticristo,

 

Tampoco estos son hechos contingentes y relativos a un particular acontecimiento histórico, sino la encarnación de dos fuerzas doctrinales que luchan por la salvación o la ruina de la humanidad.

 

B)     LOS PADRES ECLESIÁSTICOS

Entre 354/430 San Agustín  en La Ciudad de Dios (XIV, 28) escribió que “dos amores originaron luego dos ciudades; la terrena que nace del amor   de sí mismo, y llega hasta el odio a Dios, y la Ciudad Celeste que nace del desprecio de uno mismo, fundada en el amor  a Dios.”

 

En el VI siglo San Gregorio Magno (Moralia, XXXIV, 4) retomaba el tema de los dos caminos o fuerzas que se contraponen, no particular ni relativamente, ni de manera contingente, sino por un principio universal.

 

EL “DOCTOR OFICIAL” DE LA IGLESIA.

     

       Santo Tomás de Aquino, en la Suma Teológica, explica que “el gobernante debe conducir a sus súbditos hacia su propio fin. Mientras  que  el fin del diablo es alejar a la criatura de Dios […], invocando el uso de la libertad” (S. Th., III, q.8, a.7).

     

O sea la táctica infernal de Satanás fue adoptada por el Liberalismo, que pone a la libertad como un Absoluto, que sería el fin último del hombre, y no como medio útil para obtener un fin próximo; que es el bien (buen uso de la libertad) y no el mal (mal uso de la misma). El Fin de Dios es  salvar al género humano atrayéndolo hacia Sí. Como se lee, se trata de una doctrina, de una Verdad dogmática, y no sólo de un hecho históricamente limitado y contingente.

     

Siempre según el Aquinate, así como los buenos forman (en sentido estricto) el Cuerpo Místico de la Iglesia de Dios, bajo la asistencia de Jesús, los malvados forman una suerte de (en sentido amplio) de Cuerpo místico del Infierno, bajo el imperio de Satanás.

     

Realmente no hay una perfecta semejanza entre estas dos realidades, sino sólo analógica, porque Cristo gobierna directamente el alma humana, mientras el diablo sólo indirectamente; en efecto, mientras Cristo influye directamente sobre el intelecto y la voluntad del hombre, el diablo no puede  incidir directamente sobre estas facultades espirituales, pues gobierna a sus adeptos desde fuera, a través de los  sentidos externos del hombre, tentándolo para hacerlo caer en el pecado bajo apariencia de libertad (S.Th.,idem, a.7). Por esto Satanás puede ser bien definido como “Pater omnium liberalistarum” mientras Jesús es el  “Pater et Episcopum omnium antimodernistarum”.

     

      En el artículo 8 de la Summa Theologica (III, q.8) el “Doctor Común” aclara que “el Anticristo puede ser llamado la cabeza de los malvados, a causa de la plenitud de su maldad porque más que nadie estará bajo la influencia del diablo, y  llegará al ápice de la malicia y de la revuelta contra Dios”.   Además: “En el Anticristo está presente el diablo, jefe de todos los malvados, no por unión personal ni por inhabitación íntima, porque sólo Dios Trino penetra en el alma […] sino solamente por los efectos de su malicia”.

 

Entonces, “como  la Cabeza de Cristo es  Dios y Cristo es igualmente Cabeza de la Iglesia, […] , así el Anticristo es miembro del diablo y también es el Jefe de los malvados [según una cierta analogía]”. Dado que “en el Anticristo el diablo llevará a su término su propia malicia, obteniendo con el Anticristo el perfecto cumplimiento de sus esfuerzos”.

 

Por consiguiente, el Anticristo final, (diverso al “Anticristo inicial”), según Santo Tomás, que sigue la opinión común de los Padres de la Iglesia, la misma que luego será expresamente enseñada por los “Doctores Eclesiásticos”, es una persona física y no una época o una institución, como sostienen algunos exégetas modernistas o liberales, los cuales así se alejan de la Tradición apostólica de la Iglesia. [3].

 

EL MAGISTERIO.

 

El Magisterio auténtico de la Iglesia precisó que existe “una vasta conspiración, tramada contra el Rey y los Imperios [temporales y espirituales, o sea contra el Trono y el Altar]” (Alocución al Consistorio, 17 junio 1753).

 

Asimismo Pío VII enseña que “se armó una conjura contra el Depósito [4] de la Doctrina cristiana” (Encíclica Diu Satis, 15 mayo 1800).

 

El mismo Pío VII escribe que “en la loca esperanza de destruir a la Iglesia, la mayor parte de los enemigos de Cristo están unidos en Sociedades secretas y Sectas ocultas, para aumentar, de tal modo, el mayor número de adeptos al “complot” (Encíclica “Ecclesiam a Jesu Christo”, 13 de septiembre de 1821).

 

Pío IX también habla de los “hijos de este mundo que se esfuerzan […] para combatir furiosamente a la Iglesia de Cristo […] con criminal “complot” […], donde se reúnen todas las sociedades secretas, salidas del infierno para destruir en todas partes el Reino de Dios”. (Encíclica Qui pluribus, 9 noviembre 1846).

 

Según León XIII, el género humano se divide (mística o espiritualmente) en dos campos opuestos y enemigos. En el momento del pecado de Adán, “el mundo se dividió en dos campos diversos y adversos, uno de los cuales combate asiduamente por la verdad y la virtud, y el otro por todo cuanto es contrario a la virtud y a la verdad”. (Encíclica Humanum Genus, 1884. Y el mismo Papa continúa explicando, retomando las enseñanzas de los Padres y de los Santos, que el primer campo [partido [5]. estandarte [6] o ciudad [7]] “es el reino de Dios en la tierra, es decir, la verdadera Iglesia de Jesucristo” mientras que el segundo es “el Reino de Satanás, bajo cuyo imperio y potestad”, actúa especialmente   la masonería, donde se encuentran todos los que siguen los ejemplos del diablo y de nuestros primeros padres.

 

LAS  RAZONES TEOLÓGICAS.

 

En verdad, la “contra Iglesia” está integrada por muchas fuerzas aparentes o accidentalmente opuestas entre sí, aunque están real y sustancialmente unidas en sus propósitos:

 

1º) en cuanto a la “causa final”; persiguen todas, aunque no siempre actúan de acuerdo con pleno conocimiento de las pretensiones de Satanás. Pero es común a todas el odio al verdadero Dios (Padre, Hijo, Espíritu Santo) y a su Iglesia (católica, apostólica, romana); o sea es  anti-catolicismo (conspiración contra la Iglesia de Dios).

 

 2º) respecto a la “causa eficiente” que impulsa a la contra-Iglesia o “Reino de este mundo”; es Lucifer o el diablo que se rebeló contra Dios gritando “non serviam” y fue precipitado en el infierno, desde donde conspira “recorriendo el mundo para la perdición de las almas” (León XIII).

 

Él es una especie de cabeza del perverso “contra-Cuerpo Místico”, que el Apocalipsis (II, 9; III,9), llama  la “Sinagoga de Satanás”.

 

Monseñor Piero Landucci, en su “Comentario al Apocalipsis” (pg. 26) escribió; “Habiendo rechazado al Mesías, (…) los judíos incrédulos perdieron todas las promesas [del Antiguo Testamento], y la herencia pasó al “Israel de Dios” (Gal. VI,16), o sea al verdadero pueblo de Dios que es la Cristiandad (…) degradándose en hijos del diablo”, conformando la “Sinagoga de Satanás”. Aparece entonces netamente la oposición entre la “Sinagoga”, como expresión del Judaísmo enemigo de Cristo, y la “Iglesia”, como expresión del cristianismo (…). A la “Sinagoga de Satanás” se opone la “Iglesia”, o sea el Pueblo de Dios que es la Cristiandad” .

 

La acción de la “Sinagoga de Satanás” no está, por tanto, limitada a los 80/90 dC., cuando San Juan escribió el Apocalipsis, enviándolo a las “siete Iglesias” de su tiempo, sino que ésta contra-Iglesia demoníaca  combate desde el Pecado original al género humano y a la verdadera Iglesia de Dios (del Antiguo y del Nuevo Testamento), y asi será hasta el fin del mundo (Gen, III, 15; Apoc. XX,XXII).

 

3º) Los malvados y mundanos o “hijos de este siglo” forman la “causa material” del contra-Cuerpo místico, o “Reino de este mundo”, opuesto al “Reino del Cielo”.

 

4º) La esencia o “causa formal” de la contra-Iglesia es el orgullo, la autonomía y la independencia absoluta; o sea pretender ser fin de sí mismo; es la esencia del pecado de Lucifer (“non serviam”) y de Adan (“eritis Sicut dit”): no aceptar la dependencia de Dios o de cualquiera autoridad humana, o sea la autosuficiencia naturalista, racionalista, liberal-modernista, pretendiendo la auto-divinización esotérica/panteísta del hombre.

 

CONCLUSIÓN.

     

Además, este problema específico del Complot contra la Iglesia de Dios, está atestiguado en las Fuentes de la Revelación, no sólo como un hecho histórico contingente y limitado a ciertas circunstancias particulares de la vida de Jesús y de los Apóstoles, sino como la Doctrina caracterizada por una entidad  con una fuerza dinámica malvada (que Dios  permite existir pues  logra  de un mal un bien mayor) que actúa desde el inicio del mundo hasta su fin, obstaculizando la obra de la Santificación y de la Redención de las criaturas con intelecto y voluntad, ayudando, no obstante sus esfuerzos, al cumplimiento de la obra de la Redención.

     

      Pues así como el diablo - con permiso divino-, planificó impulsar al Sanedrín para crucificar a Jesús, fue victima de su propio “complot”, quedando humillado al ayudar indirectamente al cumplimiento de la Salvación del género humano. Dios obra de tal manera que se sirve de la burda malicia y astucia de los malvados para transformar esa fuerza en la exaltación de los pequeños y humildes hijos suyos. Esta doctrina del complot de la contra-Iglesia es una presencia sustancial  en toda la historia sagrada, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Por eso, forma parte como verdad dogmática y moral del “Depósito de la Fe”.

 

Por lo cual, no sólo es lícito, sino obligatorio estudiar y reflexionar el complot, sin miedo a ser considerado “complotista”. Por el contrario, minimizando y desdeñando el estudio del complot se participa implícita y pasivamente en el complot contra Cristo, María, la Iglesia y la Cristiandad. Mientras que estudiando para combatir el complot significa participar activamente y explícitamente en el cumplimiento de la obra de la Redención, “instaurando y restaurando todo en Cristo” (San Pío X).

 

Santo Tomás (S.Th:, q.8, a.7) explica con su razonamiento teológico que, así como los buenos forman, en sentido estrecho, el Cuerpo Místico de la Iglesia de Dios bajo la autoridad de Jesús,  los malvados forman una suerte, en sentido amplio, de Cuerpo místico del Infierno, bajo el imperio de Satanás.

 

El  Magisterio del Papa Pío VII  enseña la existencia de  “una conjura contra el Depósito de la Doctrina cristiana” [8], en su Encíclica Diu Satis, del 15 de mayo 1800.  A su vez, Pío IX habla de hijos de este mundo que combaten contra la Iglesia de Cristo con infernal complot, para destruir sobretodo el Reino de Dios (Encíclica Qui pluribus, 9/11/1846). [9].

 

Presentadas así las cosas, se puede afirmar que la doctrina del complot de Satanás y su mesnada (anti-Iglesia) contra Dios y su Iglesia forma parte del Depósito de la Fe, porque es atestiguada en las Santas Escrituras, en la Tradición, en el Magisterios constante de la Iglesia y explicada con su razonamiento teológico por el Doctor Común de la Iglesia.

 

Don Curzio Nitoglia.

 

Notas:

 

[1]. “¿Cómo caíste del cielo, lucero brillante, hijo de la aurora?¿Echado por tierra el dominador de las naciones?  Tú, que decías en tu corazón: Subiré a los cielos; en lo alto, sobre las estrellas de Dios, elevaré mi trono; […] Subiré sobre la cumbre de las nubes, y seré igual al Altísimo. Pues bien, al sepulcro has bajado, a las profundidades del abismo”. (Is. XIV, 12…).

    “Hubo una batalla en el cielo; Miguel y sus ángeles peleaban con el dragón; y peleó el dragón y sus ángeles, y no pudieron triunfar ni fue hallado su lugar en el cielo. Fue arrojado el dragón grande, la antigua serpiente, llamada Diablo y Satanás, que extravía a toda la redondez de la tierra, y fue precipitado en la tierra y sus ángeles fueron con él precipitados”  (Ap. XII, 7/9). Vencido en el cielo por san Miguel y su ejército angélico,  ataca en la tierra a la Mujer (la Iglesia y María Santísima), pero ésta finalmente triunfa y el Dragón  es derrotado junto a su putativo principal, el Anticristo final (Ap. XIII; XX, 2). Antonino Romeo (Enciclopedia Cattolica). “Veía yo a Satanás caer del cielo como un rayo” (s. Lucas X, 18).  (S. Th. I, q.50, a. 1; q. 96, a. 2).

 

[2]. En lo que concierne al castigo, que precederá al triunfo de la Iglesia sobre la contra-Iglesia, en el artículo “Actualidad del Diluvio Universal”, hablé solo del Diluvio de agua en tiempos de Noé. Pero ahora surge una dificultad, pues Dios ha prometido que no habrá otro Diluvio de agua.

+Pero San Luis Grignion de Montfort (en “Preghiera in fuocata”) aclara que hubo un Diluvio de agua en el Antiguo Testamente; luego un Diluvio de la Sangre de Cristo derramada sobre la Cruz, que dio inicio a la Cristiandad; ésta, luego de una “gran apostasía” será restaurada con un Diluvio de fuego, de Caridad y de Justicia, de parte de María SS y de su esposo el Espíritu Santo, consustancial al Padre y al Hijo.

+La Virgen en Fátima (13 mayo 1917) confirmó: “al fin mi Inmaculado Corazón triunfará”.

+ San Maximiliano Kolbe (julio 1939) escribió: “ vivimos en una época que podría ser llamada: el inicio de la era de la Inmaculada(Scritti di M. Kolbe). En una carta al padre Floriano Koziura (30 mayo 1931) especificó: “bajo su estandarte combatiremos una gran batalla y lo alzaremos sobre las fortalezas de las tinieblas”.

+ El Magisterio de Pío XII enseñó a mantener “una gran esperanza en que pueda surgir una nueva edad, distinguida por la paz cristiana y el triunfo de la religión” (Encíclica Ad Coeli Reginam. 11 octubre 1954), teniendo “la certeza que en la restauración del Reino de Cristo,  María no dejará de ayudar” (Lourdes, 17 septiembre 1958).

{3] Cardenal Billot, en  La Parousie.

[4] “Depósito de la Fe es una expresión que aparece en las dos Epístolas de San Pablo a Timoteo (1 Tim. VI, 20; y 2 Tim., I, 14).  Se encuentra también en los escritos de los Padres Apostólicos y Eclesiásticos, especialmente en Tertuliano (De praescriptione haereticorum, XXV) y en San Vicente de Lerins (Commonitorium primum, XXII): fue sancionada dogmáticamente  en el Vaticano Iº. Eso significa que se conjugan íntegra y completamente la Doctrina de la Fe y la Revelación de Dios, perteneciendo a ella la Verdad de la Fe contenida en la Revelación pública y no en las revelaciones privadas. De tal forma que el “Depósito” que san Pablo escribe “divinamente inspirado” es infalible, y lo transmite  inspirado por el Espíritu Santo (“Tradere, Traditio”) a sus discípulos y a su colaborador Timoteo,  junto a la Revelación Divina (1.Tim.Vi, 1; IV. 6) contenida en la Tradición y en la Escritura. Jesús instituyó el Magisterio (enseñanza teológica) para que el “Depósito de la Fe” confiado a la Iglesia, sea siempre conservado, transmitido e interpretado fielmente. Por consiguiente el derecho y el deber de conservar, explicar y defender el “Depósito de la Fe” corresponde sólo al Papa, y/o al Papa y a los Obispos unidos con él, sea en el Magisterio Extraordinario Universal del Concilio Ecuménico, o sea en el Magisterio Ordinario Universal” de los Obispos en sus Diócesis, pero unidos al Papa (“cum Petro et sub Petro”).  El que elimina o reduce la importancia capital del Magisterio se comporta, análogamente a los cismáticos ”ortodoxos” en la conservación de la sola Tradición, así como los herejes protestantes reconocen sólo  la Escritura. Por el contrario, para la Fe católica las dos fuentes de la Revelación son interpretadas por el Magisterio, y particularmente la Escritura a la luz de la Tradición y la Tradición a la luz del Magisterio.  Entonces, sólo el Magisterio determina el significado exacto de la Tradición, y de la Escritura a la luz de la Tradición.

Integran la Revelación el Dogma, la Liturgia y el Orden jerárquico  en la Iglesia. El Autor sagrado humano que recibe de Dios el “Depósito de la Fe”, lo custodia y lo transmite, pero no es su propietario que puede cambiarlo a su placer, siendo sólo el instrumento, o el “Ministro” que Dios ha designado para que lo conserven íntegro y puro. El “Depósito de la Fe vino de Dios, y confiado a hombres a quienes les aseguró una particular asistencia del Espíritu Santo (2. Tim. I,14); cuidando que reciban la “Divina Inspiración” para que  escriban las Sagradas Escrituras de acuerdo a la Revelación divina; mientras que  en la Tradición apostólica la Revelación divina  es  transmitida a viva voz por Cristo a los Apóstoles. Y luego de ser transmitida oralmente la Tradición, también fue escrita (ver: Padres Apostólicos, Apologistas y Eclesiásticos), pero no por “Inspiración Divina”, sino consignada y transmitida de Dios a los Apóstoles,  y de estos a sus sucesores con una asistencia no menos fuerte llamada “Enseñanzas o  Sugerencias del Espíritu Santo” (“Os he dicho estas cosas mientras permanezco entre vosotros; pero el abogado, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése os lo enseñará todo y os traerá a la memoria todo lo que yo os he dicho”). (Jn. XIV, 26). O sea, la Tradición no fue escrita divinamente inspirada, pero sí enseñada oralmente bajo “Sugerencia divina” (S.Th. q. 64, a. 2, as. 2,; I. B. Franzelin, De DivinaTraditione, 1887).

El “Depósito de la Fe” no puede sufrir alteraciones, puede ser profundizado homogéneamente “eodem sensu, eademque sentencia” (Concilio Vat. Iº), para transmitir a los fieles la riqueza de la Sabiduría divina y para tener armas para combatir a sus impugnadores. ( Marín Sola, “La evolución homogénea del dogma católico”). En definitiva, no se puede enseñar la Fe sin condenar los errores. Así es como las Fórmulas Dogmáticas y las Definiciones infalibles declaran que la Verdad definida (por ejemplo: La Asunción de María al Cielo) están ya contenidas en el Depósito de la Revelación o de la Fe, y son, entonces, definiciones más explícitas y claras de las que eran contenidas, menos expresamente y no tan implícitas, en el Dato revelado o en las Definiciones anteriores (S.Th. II-II, q.1, a.9, ad. 2; y a 10, ad.1.-  G. Ameri, “Depósito de la Fe”, en Enciclopedia católica.)

[5]  San Luis Grignion de Montford en el “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen María” menciona dos partidos: el de Satanás y sus seguidores, y el de María, Jesús y los fieles.

[6] San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales habla de dos   estandartes: los de Jesús contra los de Satanás.

[7] San Agustín de Hipona en “La Ciudad de Dios” escribe respecto a dos ciudades: la de Dios y la de Satanás.

[8] nota Nº 4.

[9] M. Pinay, “Complot contra la Iglesia”.

 

 

Don Curzio Nitoglia.

 

 

 

 

 

 

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