EL COMPLOT DE LA “CONTRAIGLESIA”, SEGÚN LA DIVINA REVELACIÓN
Y EL MAGISTERIO.
Don Curzio Nitoglia.
http://doncurzionitoglia.net/2013(02/10/239/
s deber ineludible
estudiar y tratar el Complot, sin temor a ser befado como “complotista”. Pues
quien minimiza el estudio de este Complot, lo descuida o lo niega, participa
implícita aunque pasivamente, en el Complot contra Cristo, María, la Iglesia y la Cristiandad. En
cambio, estudiar para combatirlo, significa participar activamente y
explícitamente en el cumplimiento de la obra de la Redención, “instaurando
y restaurando todo en Cristo” (S. Pío X).
INTRODUCCIÓN.
Las fuentes de la divina Revelación
son la Tradición
Apostólica y las Sagradas Escrituras, cuyo auténtico significado
lo interpreta el Magisterio eclesiástico.
El problema genérico que me propongo en este artículo es el siguiente:
averiguar lo que dicen la Tradición, las Sagradas
Escrituras y el Magisterio respecto al complot de la anti-Iglesia contra Jesús,
y su Cuerpo Místico, que es la verdadera Iglesia de Dios.
Mientras que el problema específico es averiguar si el complot contra la Iglesia de Dios se
menciona en las Fuentes de la
Revelación sólo como un hecho histórico limitado a la
circunstancia histórica particular de la vida de Jesús y de los Apóstoles; sin considerar
la existencia de una entidad malvada que comienza a actuar desde el principio
del mundo y terminará cuando finalice.
En este segundo caso el complot no es un simple hecho histórico,
relativo a cierta situación particular, atestiguado en las Sagradas Escrituras,
sino una verdad contenida en el “Depósito
de la Fe” que
revela la existencia de una fuerza
maligna que actúa en el curso de la historia humana, desde Adán hasta el
fin del mundo, contra Dios y contra la Iglesia. “Fuerza”
presentada en la Revelación
como una Doctrina relativa a una contra-Iglesia, una especie de “Cuerpo
Místico” del Maligno, -que todos los Ángeles y todos los hombres de todas las
épocas deben tener presente-, desde Lucifer (Isaías XIV, 12) [1] y Adán en el Paraíso terrestre (Génesis, III, 15) hasta el Anticristo
final y el fin del mundo (Apocalipsis,
Cap. XX-XXII) [2].
LAS SAGRADAS ESCRITURAS.
A modo de introducción sucinta, en
el Génesis (III,15), que es el primer
Libro del Antiguo Testamento, se expone la enemistad entre el diablo y María Santísima, Jesús y los
cristianos, ya en tiempos de Adán, el primer hombre.
El Apocalipsis, que es el último libro del Antiguo Testamento, en su
primera parte (cap. I-III) narra la angustia de la Iglesia durante el primer
siglo, perseguida de manera cruelísima por las “Puertas del Infierno” (Mt.
XVI- 18) de la contra-Iglesia, o “Sinagoga
de Satanás” (Ap. II,9); mientras
que en la segunda parte (cap. IV-XXII) habla de los acontecimientos futuros hasta la Parusía, repletos de
persecuciones y martirios todavía más tremendos, pero que darán lugar la victoria final y total de Cristo contra el
Anticristo final (cfr. Ricciotti, La Sacra Bibbia,
Introduzione all Apocalisse di San Giovanni, pg. 1761).
a)
EL
NUEVO TESTAMENTO
En el Evangelio de san Mateo, Jesús ordena
elegir entre dos “señores”: Dios o
Mamón (VI,24), además de advertir que las “Puertas
del Infierno” no prevalecerán contra la “Iglesia”.
(Mt. XVI,18). En definitiva, la
oposición radical entre “la Luz y las Tinieblas”
frecuentemente la leemos en el Evangelio
de san Juan, donde se lee también (IX,22) que “los judíos conspiraban”, habíendo convenido expulsar de la Sinagoga a cualquiera que
admita que Jesús era el Cristo”.
San Pablo en sus Epístolas opone “Cristo a Belial”; el “Templo de Dios al “Templo de los ídolos” (20 Cor.
VI, 14/18).
En las Actas de los Apóstoles (XXIII, 12,15) leemos que “los judíos tramaron una conspiración jurando no comer ni beber hasta matar a
Pablo”.
Ciertamente estos son hechos
históricos relativos a ciertas personas de una época determinada y particular,
pero que también son válidos en
circunstancias más amplias, doctrinales
o teóricas, como demuestran conjuntamente las Sagradas Escritura, la Tradición, el Magisterio
y la Razón
teológica.
b)
EL
ANTIGUO TESTAMENTO.
Verdaderamente,
como ya señalé brevemente antes, la oposición entre Iglesia y contra-Iglesia,
se encuentra en el inicio del Antiguo Testamento, en tiempos de Adán y de Eva;
en Génesis (III,15). Dios revela a la
serpiente: “pongo perpetua enemistad
entre ti y la mujer [Madre de Jesucristo]. Entre tu linaje y el suyo; ella te aplastará la cabeza. Y tú le
morderás el calcañal”
Este no es un acontecimiento
contingente y sólo relativo a María SS. y a Satanás; sino la profecía de la
violenta agresión de una fuerza/doctrinal contra Dios y su linaje, que se
cumplirá desde el principio al fin de la historia humana.
Asimismo, el último libro de la Biblia (retomando y finalizando con el “proto Evangelio” del
Génesis) (Apocalipsis (XX, 7),
narra como Cristo derrotó
a Satanás y al Anticristo; la lucha entre
Dios y el Maligno, entre los buenos contra los malos, desde el inicio del mundo
“hasta su fin” (XXI), dando un mensaje de esperanza (según enseñan
unánimemente los Padres de la Iglesia).
En medio de las persecuciones jamás debe uno desanimarse, pues “al final” Dios
vence al mal con el bien y Cristo vence al Anticristo (P:C:Landucci, Comento all Apocalisse).
Tampoco este acontecimiento es
contingente y relativo sólo a determinadas personas y períodos históricos, sino de dos entidades:
el Sumo Bien (Dios) y el Maligno (diablo), que procuran salvar o condenar al
género humano.
LA
TRADICIÓN.
A)
LOS
PRIMEROS PADRES APOSTÓLICOS.
Los primeros “Padres Apostólicos”
enseñaron la misma doctrina. La
Didaché (90 d.C.) habla en general e
incondicionalmente de “dos caminos”; la Epístola de Bernabé (98 d.C.) cuenta del “camino de la luz y aquel de las tinieblas, de
los ángeles y de Satanás”; continúa San Hipólito en el III siglo con: Sobre el Anticristo,
Tampoco estos son hechos
contingentes y relativos a un particular acontecimiento histórico, sino la encarnación
de dos fuerzas doctrinales que luchan por la salvación o la ruina de la
humanidad.
B)
LOS
PADRES ECLESIÁSTICOS
Entre 354/430 San Agustín en La Ciudad de Dios (XIV, 28) escribió que “dos amores originaron luego dos ciudades;
la terrena que nace del amor de sí
mismo, y llega hasta el odio a Dios, y la Ciudad Celeste que
nace del desprecio de uno mismo, fundada en el amor a Dios.”
En el VI siglo San Gregorio Magno (Moralia, XXXIV, 4) retomaba el tema de los
dos caminos o fuerzas que se contraponen, no particular ni relativamente, ni de
manera contingente, sino por un principio universal.
EL “DOCTOR OFICIAL” DE
LA IGLESIA.
Santo Tomás de
Aquino, en la Suma Teológica,
explica que “el gobernante debe conducir
a sus súbditos hacia su propio fin. Mientras
que el fin del diablo es alejar a
la criatura de Dios […], invocando el uso de la libertad” (S. Th., III,
q.8, a.7).
O sea la táctica infernal de Satanás
fue adoptada por el Liberalismo, que pone a la libertad como un Absoluto, que
sería el fin último del hombre, y no como medio útil para obtener un fin
próximo; que es el bien (buen uso de la libertad) y no el mal (mal uso de la
misma). El Fin de Dios es salvar al
género humano atrayéndolo hacia Sí. Como se lee, se trata de una doctrina, de
una Verdad dogmática, y no sólo de un hecho históricamente limitado y
contingente.
Siempre según el Aquinate, así como
los buenos forman (en sentido estricto) el Cuerpo Místico de la Iglesia de Dios, bajo la
asistencia de Jesús, los malvados forman una suerte de (en sentido amplio) de
Cuerpo místico del Infierno, bajo el imperio de Satanás.
Realmente no hay una perfecta
semejanza entre estas dos realidades, sino sólo analógica, porque Cristo
gobierna directamente el alma humana, mientras el diablo sólo indirectamente; en
efecto, mientras Cristo influye directamente sobre el intelecto y la voluntad
del hombre, el diablo no puede incidir
directamente sobre estas facultades espirituales, pues gobierna a sus adeptos
desde fuera, a través de los sentidos
externos del hombre, tentándolo para hacerlo caer en el pecado bajo apariencia
de libertad (S.Th.,idem, a.7). Por esto Satanás puede ser bien definido como “Pater omnium liberalistarum” mientras
Jesús es el “Pater et Episcopum omnium antimodernistarum”.
En el artículo 8
de la Summa
Theologica (III, q.8) el “Doctor Común” aclara que “el Anticristo puede ser llamado la cabeza
de los malvados, a causa de la
plenitud de su maldad porque más que nadie estará bajo la influencia del
diablo, y llegará al ápice de la malicia
y de la revuelta contra Dios”. Además: “En el Anticristo está presente el diablo,
jefe de todos los malvados, no por unión personal ni por inhabitación íntima,
porque sólo Dios Trino penetra en el alma […] sino solamente por los efectos de
su malicia”.
Entonces, “como la Cabeza de Cristo es Dios y Cristo es igualmente Cabeza de la Iglesia, […] , así el Anticristo es miembro del diablo y
también es el Jefe de los malvados [según una cierta analogía]”. Dado que “en el Anticristo el diablo llevará a su
término su propia malicia, obteniendo con el Anticristo el perfecto cumplimiento
de sus esfuerzos”.
Por consiguiente, el Anticristo final, (diverso al “Anticristo
inicial”), según Santo Tomás, que sigue la opinión común de los Padres de la Iglesia, la misma que luego
será expresamente enseñada por los “Doctores Eclesiásticos”, es una persona física y no una época o una
institución, como sostienen algunos exégetas modernistas o liberales, los
cuales así se alejan de la
Tradición apostólica de la Iglesia. [3].
EL MAGISTERIO.
El Magisterio auténtico de la Iglesia precisó que existe
“una vasta conspiración, tramada
contra el Rey y los Imperios [temporales y espirituales, o sea contra el Trono
y el Altar]” (Alocución al Consistorio,
17 junio 1753).
Asimismo Pío VII enseña que “se armó una conjura contra el Depósito [4] de la Doctrina cristiana” (Encíclica Diu Satis, 15 mayo 1800).
El mismo Pío VII escribe que “en la loca esperanza de destruir a la Iglesia, la mayor parte de
los enemigos de Cristo están unidos en Sociedades secretas y Sectas ocultas,
para aumentar, de tal modo, el mayor número de adeptos al “complot” (Encíclica
“Ecclesiam a Jesu Christo”, 13 de septiembre
de 1821).
Pío IX también habla de los “hijos de este mundo que se esfuerzan […] para combatir furiosamente
a la Iglesia
de Cristo […] con criminal “complot” […], donde se reúnen todas las sociedades
secretas, salidas del infierno para destruir en todas partes el Reino de Dios”.
(Encíclica Qui pluribus, 9 noviembre
1846).
Según León XIII, el género humano se
divide (mística o espiritualmente) en dos campos opuestos y enemigos. En el
momento del pecado de Adán, “el mundo se
dividió en dos campos diversos y adversos, uno de los cuales combate
asiduamente por la verdad y la virtud, y el otro por todo cuanto es contrario a
la virtud y a la verdad”. (Encíclica Humanum
Genus, 1884. Y el mismo Papa continúa explicando, retomando las enseñanzas
de los Padres y de los Santos, que el primer campo [partido [5]. estandarte [6] o ciudad [7]] “es el reino de Dios en la tierra, es decir, la verdadera Iglesia de
Jesucristo” mientras que el segundo es “el Reino de Satanás, bajo cuyo imperio
y potestad”, actúa especialmente la
masonería, donde se encuentran todos los que siguen los ejemplos del diablo y
de nuestros primeros padres.
LAS RAZONES TEOLÓGICAS.
En verdad, la “contra Iglesia” está
integrada por muchas fuerzas aparentes o accidentalmente opuestas entre sí, aunque
están real y sustancialmente unidas en sus propósitos:
1º) en
cuanto a la “causa final”; persiguen todas, aunque no siempre actúan de acuerdo
con pleno conocimiento de las pretensiones de Satanás. Pero es común a todas el
odio al verdadero Dios (Padre, Hijo, Espíritu Santo) y a su Iglesia (católica,
apostólica, romana); o sea es anti-catolicismo
(conspiración contra la
Iglesia de Dios).
2º) respecto a la “causa eficiente” que
impulsa a la contra-Iglesia o “Reino de este mundo”; es Lucifer o el diablo que
se rebeló contra Dios gritando “non serviam” y fue precipitado en el infierno,
desde donde conspira “recorriendo el
mundo para la perdición de las almas” (León XIII).
Él es una especie de cabeza del
perverso “contra-Cuerpo Místico”, que el Apocalipsis (II, 9; III,9), llama la “Sinagoga de Satanás”.
Monseñor Piero Landucci, en su “Comentario al Apocalipsis” (pg. 26)
escribió; “Habiendo rechazado al Mesías,
(…) los judíos incrédulos perdieron todas las promesas [del Antiguo Testamento],
y la herencia pasó al “Israel de Dios” (Gal. VI,16), o sea al verdadero pueblo de Dios que es la Cristiandad (…) degradándose
en hijos del diablo”, conformando la “Sinagoga de Satanás”. Aparece entonces
netamente la oposición entre la “Sinagoga”, como expresión del Judaísmo enemigo
de Cristo, y la “Iglesia”, como expresión del cristianismo (…). A la “Sinagoga
de Satanás” se opone la “Iglesia”, o sea el Pueblo de Dios que es la Cristiandad” .
La acción de la “Sinagoga de
Satanás” no está, por tanto, limitada a los 80/90 dC., cuando San Juan escribió
el Apocalipsis, enviándolo a las “siete Iglesias” de su tiempo, sino que ésta
contra-Iglesia demoníaca combate desde
el Pecado original al género humano y a la verdadera Iglesia de Dios (del
Antiguo y del Nuevo Testamento), y asi será hasta el fin del mundo (Gen, III,
15; Apoc. XX,XXII).
3º) Los
malvados y mundanos o “hijos de este siglo” forman la “causa material” del
contra-Cuerpo místico, o “Reino de este mundo”, opuesto al “Reino del Cielo”.
4º) La
esencia o “causa formal” de la contra-Iglesia es el orgullo, la autonomía y la
independencia absoluta; o sea pretender ser fin de sí mismo; es la esencia del
pecado de Lucifer (“non serviam”) y de Adan (“eritis Sicut dit”): no aceptar la
dependencia de Dios o de cualquiera autoridad humana, o sea la autosuficiencia
naturalista, racionalista, liberal-modernista, pretendiendo la
auto-divinización esotérica/panteísta del hombre.
CONCLUSIÓN.
Además, este problema
específico del Complot contra la
Iglesia de Dios, está atestiguado en las Fuentes de la Revelación, no sólo
como un hecho histórico contingente y limitado a ciertas circunstancias
particulares de la vida de Jesús y de los Apóstoles, sino como la Doctrina caracterizada
por una entidad con una fuerza dinámica
malvada (que Dios permite existir pues logra
de un mal un bien mayor) que actúa desde el inicio del mundo hasta su
fin, obstaculizando la obra de la Santificación y de la Redención de las
criaturas con intelecto y voluntad, ayudando, no obstante sus esfuerzos, al
cumplimiento de la obra de la
Redención.
Pues así como el
diablo - con permiso divino-, planificó impulsar al Sanedrín para crucificar a
Jesús, fue victima de su propio “complot”, quedando humillado al ayudar
indirectamente al cumplimiento de la Salvación del género humano. Dios obra de tal
manera que se sirve de la burda malicia y astucia de los malvados para transformar
esa fuerza en la exaltación de los pequeños y humildes hijos suyos. Esta
doctrina del complot de la contra-Iglesia es una presencia sustancial en toda la historia sagrada, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Por eso, forma parte como verdad dogmática y moral del
“Depósito de la Fe”.
Por lo cual, no sólo es lícito, sino
obligatorio estudiar y reflexionar el complot, sin miedo a ser considerado “complotista”. Por el contrario,
minimizando y desdeñando el estudio del complot se participa implícita y pasivamente en el complot contra Cristo,
María, la Iglesia
y la
Cristiandad. Mientras que estudiando para combatir el complot
significa participar activamente y explícitamente en el cumplimiento de la obra
de la Redención,
“instaurando y restaurando todo en
Cristo” (San Pío X).
Santo Tomás (S.Th:, q.8, a.7)
explica con su razonamiento teológico que, así como los buenos forman, en
sentido estrecho, el Cuerpo Místico de la Iglesia de Dios bajo
la autoridad de Jesús, los malvados
forman una suerte, en sentido amplio, de Cuerpo
místico del Infierno, bajo el imperio de Satanás.
El
Magisterio del Papa Pío VII
enseña la existencia de “una conjura contra el Depósito de la Doctrina cristiana” [8],
en su Encíclica Diu Satis, del 15 de
mayo 1800. A su vez, Pío IX habla de hijos
de este mundo que combaten contra la
Iglesia de Cristo con infernal complot, para destruir
sobretodo el Reino de Dios (Encíclica Qui
pluribus, 9/11/1846). [9].
Presentadas así las cosas, se puede
afirmar que la doctrina del complot de Satanás y su mesnada (anti-Iglesia)
contra Dios y su Iglesia forma parte del Depósito de la Fe, porque es atestiguada en
las Santas Escrituras, en la
Tradición, en el Magisterios constante de la Iglesia y explicada con su
razonamiento teológico por el Doctor Común de la Iglesia.
Don Curzio Nitoglia.
Notas:
[1]. “¿Cómo caíste del cielo, lucero brillante, hijo de la aurora?¿Echado
por tierra el dominador de las naciones?
Tú, que decías en tu corazón: Subiré a los cielos; en lo alto, sobre las
estrellas de Dios, elevaré mi trono; […] Subiré sobre la cumbre de las nubes, y
seré igual al Altísimo. Pues bien, al sepulcro has bajado, a las profundidades
del abismo”. (Is.
XIV, 12…).
“Hubo una batalla en el cielo; Miguel y sus
ángeles peleaban con el dragón; y peleó el dragón y sus ángeles, y no pudieron
triunfar ni fue hallado su lugar en el cielo. Fue arrojado el dragón grande, la
antigua serpiente, llamada Diablo y Satanás, que extravía a toda la redondez de
la tierra, y fue precipitado en la tierra y sus ángeles fueron con él
precipitados” (Ap. XII, 7/9). Vencido en el cielo por san
Miguel y su ejército angélico, ataca en
la tierra a la Mujer
(la Iglesia y
María Santísima), pero ésta finalmente triunfa y el Dragón es derrotado junto a su putativo principal, el
Anticristo final (Ap. XIII; XX, 2). Antonino Romeo (Enciclopedia Cattolica). “Veía
yo a Satanás caer del cielo como un rayo” (s. Lucas X, 18). (S. Th. I, q.50, a. 1; q. 96, a. 2).
[2]. En lo
que concierne al castigo, que precederá al triunfo de la Iglesia sobre la
contra-Iglesia, en el artículo “Actualidad del Diluvio Universal”, hablé solo
del Diluvio de agua en tiempos de Noé. Pero ahora surge una dificultad, pues
Dios ha prometido que no habrá otro Diluvio de agua.
+Pero San Luis Grignion de Montfort
(en “Preghiera in fuocata”) aclara que
hubo un Diluvio de agua en el Antiguo Testamente; luego un Diluvio de la Sangre
de Cristo derramada sobre la Cruz,
que dio inicio a la
Cristiandad; ésta, luego de una “gran apostasía” será
restaurada con un Diluvio de fuego,
de Caridad y de Justicia, de parte de María SS y de su esposo el Espíritu
Santo, consustancial al Padre y al Hijo.
+La Virgen en Fátima (13 mayo
1917) confirmó: “al fin mi Inmaculado
Corazón triunfará”.
+ San Maximiliano Kolbe (julio 1939)
escribió: “ vivimos en una época que
podría ser llamada: el inicio de la era de la Inmaculada” (Scritti di M. Kolbe). En una carta al
padre Floriano Koziura (30 mayo 1931) especificó: “bajo su estandarte combatiremos una gran batalla y lo alzaremos sobre
las fortalezas de las tinieblas”.
+ El Magisterio de Pío XII enseñó a mantener “una gran esperanza en que pueda
surgir una nueva edad, distinguida por la paz cristiana y el triunfo de la
religión” (Encíclica Ad Coeli Reginam.
11 octubre 1954), teniendo “la certeza
que en la restauración del Reino de Cristo,
María no dejará de ayudar” (Lourdes, 17 septiembre 1958).
{3] Cardenal
Billot, en La
Parousie.
[4] “Depósito de la Fe” es una expresión que
aparece en las dos Epístolas de San Pablo a Timoteo (1 Tim. VI, 20; y 2 Tim., I, 14).
Se encuentra también en los escritos de los Padres Apostólicos y
Eclesiásticos, especialmente en Tertuliano (De
praescriptione haereticorum, XXV) y en San Vicente de Lerins (Commonitorium primum, XXII): fue
sancionada dogmáticamente en el Vaticano
Iº. Eso significa que se conjugan íntegra
y completamente la Doctrina
de la Fe y la Revelación de Dios,
perteneciendo a ella la Verdad
de la Fe contenida
en la Revelación
pública y no en las revelaciones privadas. De tal forma que el “Depósito” que
san Pablo escribe “divinamente inspirado” es infalible, y lo transmite inspirado por el Espíritu Santo (“Tradere, Traditio”) a sus discípulos y
a su colaborador Timoteo, junto a la Revelación Divina
(1.Tim.Vi, 1; IV. 6) contenida en la Tradición y en la Escritura. Jesús
instituyó el Magisterio (enseñanza teológica) para que el “Depósito de la Fe” confiado a la Iglesia, sea siempre
conservado, transmitido e interpretado fielmente. Por consiguiente el derecho y
el deber de conservar, explicar y defender el “Depósito de la Fe” corresponde sólo al Papa,
y/o al Papa y a los Obispos unidos con él, sea en el Magisterio Extraordinario
Universal del Concilio Ecuménico, o sea en el Magisterio Ordinario Universal”
de los Obispos en sus Diócesis, pero unidos al Papa (“cum Petro et sub Petro”). El que elimina o reduce la importancia capital
del Magisterio se comporta, análogamente a los cismáticos ”ortodoxos” en la
conservación de la sola Tradición,
así como los herejes protestantes reconocen sólo la Escritura. Por
el contrario, para la Fe
católica las dos fuentes de la
Revelación son interpretadas por el Magisterio, y
particularmente la Escritura
a la luz de la Tradición
y la Tradición
a la luz del Magisterio. Entonces, sólo
el Magisterio determina el significado exacto de la Tradición, y de la Escritura a la luz de la Tradición.
Integran la Revelación el Dogma, la Liturgia y el Orden
jerárquico en la Iglesia. El Autor
sagrado humano que recibe de Dios el “Depósito
de la Fe”, lo
custodia y lo transmite, pero no es su propietario que puede cambiarlo a su
placer, siendo sólo el instrumento, o el “Ministro” que Dios ha designado para
que lo conserven íntegro y puro. El “Depósito de la Fe” vino de Dios, y confiado a hombres a quienes les aseguró una
particular asistencia del Espíritu Santo (2. Tim. I,14); cuidando que reciban
la “Divina Inspiración” para que escriban
las Sagradas Escrituras de acuerdo a la Revelación divina; mientras que en la Tradición apostólica la Revelación divina es
transmitida a viva voz por Cristo a los Apóstoles. Y luego de ser
transmitida oralmente la
Tradición, también fue escrita (ver: Padres Apostólicos,
Apologistas y Eclesiásticos), pero no por “Inspiración Divina”, sino consignada
y transmitida de Dios a los Apóstoles, y
de estos a sus sucesores con una asistencia no menos fuerte llamada “Enseñanzas
o Sugerencias del Espíritu Santo” (“Os he dicho estas cosas mientras
permanezco entre vosotros; pero el abogado, el Espíritu Santo, que el Padre
enviará en mi nombre, ése os lo enseñará todo y os traerá a la memoria todo lo
que yo os he dicho”). (Jn. XIV, 26). O sea, la Tradición no fue escrita
divinamente inspirada, pero sí enseñada oralmente bajo “Sugerencia divina”
(S.Th. q. 64, a.
2, as. 2,; I. B. Franzelin, De
DivinaTraditione, 1887).
El “Depósito de la Fe” no puede sufrir
alteraciones, puede ser profundizado homogéneamente “eodem sensu, eademque
sentencia” (Concilio Vat. Iº), para transmitir a los fieles la riqueza de la Sabiduría divina y para
tener armas para combatir a sus impugnadores. ( Marín Sola, “La evolución
homogénea del dogma católico”). En definitiva, no se puede enseñar la Fe sin condenar los errores. Así
es como las Fórmulas Dogmáticas y las Definiciones infalibles declaran que la Verdad definida (por
ejemplo: La Asunción
de María al Cielo) están ya contenidas en el Depósito de la Revelación o de la Fe, y son, entonces,
definiciones más explícitas y claras de las que eran contenidas, menos
expresamente y no tan implícitas, en el Dato revelado o en las Definiciones
anteriores (S.Th. II-II, q.1, a.9, ad. 2; y a 10, ad.1.- G. Ameri, “Depósito de la Fe”, en Enciclopedia católica.)
[5]
San Luis Grignion de Montford en el “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen
María” menciona dos partidos: el de Satanás y sus seguidores, y el de María,
Jesús y los fieles.
[6] San Ignacio de Loyola en sus
Ejercicios Espirituales habla de dos
estandartes: los de Jesús contra los de Satanás.
[7] San Agustín de Hipona en “La Ciudad de Dios” escribe
respecto a dos ciudades: la de Dios y la de Satanás.
[8] nota Nº 4.
[9] M. Pinay, “Complot contra la Iglesia”.
Don Curzio Nitoglia.
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