El pueblo está determinado y dirigido, en todas sus actividades, públicas y privadas, por el periodismo; esa virginal, juvenil e inestable Diosa Razón; con sus innumerables adoradores, aún cargando sus dos siglos mal vividos, crea los vaivenes de la opinión pública,
Hace un tiempo un juez, en Tucumán, me preguntó quien creía ganaría las próximas elecciones: le contesté que el que gastara más dinero en propaganda. Me miró un poco desconcertado, por haber oído a un enano nacionalista la osadía de negar la eximia prudencia política y la infalibilidad del soberano; me dio la espalda refunfuñando y se alejó sin saludarme.
Fue muy fuerte lo que le espeté al señor juez; lo siento, a nadie le gusta que hablen mal de su ‘religión’; y pero aun si es la de los tres puntos.
El malestar intransigente del señor juez, por su formación ‘democrática’ y reformista, surgió al comprender el sentido de mis palabras: el soberano no elije libremente, con capacidad y patriotismo al mejor candidato; sino por el que aparezca más asiduamente en TV; por el que hable con la voz más romántica y engolada; por los candidatos mejor maquillados corporal y mentalmente; por las promesas demagógicas,más mentirosas e impracticables; en definitiva, por el candidato del partido que posea la agencia psicopolítica más eficiente. Sin importarle, quizás sin saberlo, que el partido, y el mismo candidato elegido, será el que quedará más endeudado, ligado y sometido, bajo los que financiaron la campaña.
Por otra parte, el periodismo, depende de sus dueños, estos de las agencias informativas, y en última instancia de lo intereses de las multinacionales sinárquicas que manejan la información mundial; ninguna de las cuales se preocupa del Bien Común, aniquilando todas las Soberanías nacionales.
Además, la propaganda previa a las elecciones está programada perfectamente para evitar que se elija algún político honesto. Tarea nada difícil, pues, de los que están publicitados en la TV, parece no existir alguno que lo sea.
Así es como no tiene el soberano posibilidad de ejercer sus reales atributos; aún en el hipotético caso que estuviera capacitado. No tiene escapatoria posible: pues tanto él como el periodismo carecen de libertad para proponer y optar, pues el sufragio electoralista es simplemente una maniobra plutocrática donde reina el beneficio económico y la satisfacción de poderío mundial de las oligarquías multinacionales.
La incidencia de la publicidad es tan inmensa sobre la opinión pública, que no se podrá restaurar nuestra Argentina sin previamente reestructurarla, disciplinarla, nacionalizarla, poniéndola al servicio de la Nación y de la Verdad. Aunque nos manden a los ‘marines’ para imponernos la ‘libertad de prensa’.
¿Será posible que algún dichoso día el pueblo comprenda que sólo por medio de las sociedades intermedias, auténticas representantes del pueblo, podrá instaurarse una verdadera democracia?
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