EL ‘SALÓN LITERARIO’ Y LOS REPUGNANTES LECHUGUINOS A LA FRANCESA.
LA AUTORIDAD, EL ORDEN Y LA DISCIPLINA JUSTICIERA, FUERON LAS CARACTERÍSTICAS DEL GOBIERNO DEL RESTAURADOR DE LAS LEYES; POSIBILITANDO EL DESARROLLO NORMAL Y PROMISORIO DE LA VIDA SOCIAL Y CULTURAL EN BUENOS AIRES, PUES ESTO SÓLO ACONTECE CUANDO REINAN LA PAZ Y ORDEN. SEGÚN TESTIMONIARON, EN VARIAS OPORTUNIDADES, LOS JÓVENES ‘ILUSTRADOS’ DEL SALÓN LITERARIO.
DURANTE SU GOBIERNO, NUESTRO PRÓCER, CON SU CORAZÓN CRIOLLO, MANTUVO, MIENTRAS LE FUE POSIBLE, UN TRATO INDULGENTE, HASTA EXCESIVAMENTE BENEVOLENTE, HACIA SUS ENEMIGOS DECLARADOS, AL EXTREMO DE ACEPTAR COMO BUENAS, SEGÚN ESTÁ DOCUMENTADO, LA PALABRA DE HONOR QUE LE DIERON POR SEPARADO DOS GENERALES DESHONRADOS, POR HIPÓCRITAS: LAVALLE Y PAZ. PUES LUEGO RENEGARON DE SU PALABRA DE HONOR Y LO TRAICIONARON.
LA SITUACIÓN POLÍTICA ARGENTINA HACIA FINES DE 1838 SE PRESENTABA PELIGROSA. EN PLENA GUERRA CONTRA LOS IMPERIALISTAS. CUANDO HUBIERA NECESITADO EL APOYO ENTUSIASTA, SACRIFICADO Y UNÁNIME DEL PUEBLO, UN GRUPO IMPOPULAR DE FANTOCHES UNITARIOS PASEABAN DESAFIANTES POR LA CIUDAD CONSIDERÁNDOSE LOS ÚNICOS ARGENTINOS CIVILIZADOS. TRAJEADOS A LA USANZA FRANCESA, ANHELANDO SER FRANCESES, Y QUE LO SEA LA CONFEDERACIÓN; PRETENDIENDO, INCLUSIVE, QUE EL FRANCÉS SUSTITUYA AL IDIOMA ESPAÑOL. SÓLO LES FALTABA A ESTOS RENEGADOS DESFILAR POR LAS CALLES DE BUENOS AIRES ONDEANDO LA BANDERA FRANCESA, AL SON DE LA MARSELLESA.
NO ES DIFÍCIL IMAGINAR LA REACCIÓN POPULAR ANTE ESA AGRESIÓN INSOLENTE DE LOS PEDANTES CAGATINTAS AFRANCESADOS. EN ESE TIEMPO LOS PORTEÑOS DIVISABAN A OJOS VISTA LOS BUQUES ENEMIGOS PORTADORES DE MISERIA Y MUERTE. PUES BIEN, SÓLO EL ASCENDIENTE DE ROSAS, SU PRESTIGIO Y POPULARIDAD PUDO CONTENER QUE LA IRA POPULAR TERMINA EN UNA MATANZA DE TRAIDORES. ROSAS, CLEMENTE, LES PERDONÓ LA VIDA… PERO ESTOS TAMBIÉN LO TRAICIONARON.
Tengo el agrado de copiar frases de un meritorio estudios del gran historiador revisionista, MARIO CÉSAR GRAS, titulado “La Cultura en la Época de Rosas” (revista del Instituto de Investigaciones Históricas, Juan Manuel de Rosas, en el Nº 15/16, 9/ 1951). (A continuación el texto de Gras en negritas; en paréntesis y cursovasmi comentario):
“El famoso Salón literario, inaugurado en 1837, del cual surgiría después la no menos famosa Asociación de Mayo o Joven Generación Argentina, nació bajo los auspicios o al menos con el beneplácito de Rosas. Así lo dio a entender su fundador Don Marcos Sastre en su discurso de aperturas publicado en folleto ese mismo año”; (del cual copio, a continuación, algunos párrafos. A medida que discurre el orador se aprecia la satisfacción de los miembros del Salón por la política pacificadora y cultural de Rosas).
“Porque yo tengo por indudable que estamos en la época más propia y que representa más facilidades para dar un empuje fuerte a todo género de progresos. Porque el actual Gobierno es el único conveniente, el único poderoso para allanar los caminos de la prosperidad nacional. El gran Rosas es el hombre elevado por la sola fuerza de su genio al alto grado de influencia y de fama, que le pone en aptitud de rechazar toda reacción extraña o anárquica que intente oponerse a la realización de las esperanzas de la nación…[…]; el genio lo inspira; se engrandece su alma; se multiplican las fuerzas de su espíritu; ¡Salva a la Patria! Este hombre, Señores, no necesitáis que os lo nombre. […] este es el hombre que la Providencia os presenta más a propósito para presidir la gran reforma de ideas y costumbres que ya ha empezado. Él refrena las pasiones, mientras las virtudes se fortifican y adquieren preponderancia sobre los vicios. La paz y el orden son los grandes bienes de su gobierno. […] El conocimiento, pues, del verdadero estado del país debe llenar de satisfacción a todo hombre honrado, amante del orden; debe hacerlos apreciar nuestra época, concebir grandes esperanzas del Gobierno, apoyarlo, ayudarlo y concurrir cada uno con sus luces ala grande obra de la prosperidad nacional. […]La sociedad marcha; el espíritu adelanta; se desarrolla la inteligencia; pasó la noche del error; el día de la verdad se acerca; los obstáculos desaparecen; los males se disminuyen; crecen los bienes; el país se encuentra vigoroso; el gobierno, fuerte y sabio; reina la paz; el orden está asegurado. Todo marcha hacia una época venturosa…” etc.
(Pocos días después, Juan B. Alberdi publica un folleto con frases muy laudatorias al Restaurador): “no debía ser considerado como un déspota que dormía sobre bayonetas mercenarias, dado que su personalidad tenía ascendiente popular y no querer ejercer funciones ilimitadas como lo probaba el hecho de haberse despojado, voluntariamente, de las atribuciones acordadas por la Ley del 7 de marzo 1835…”.
(En noviembre del 37, cuando el Salón comenzó a decaer Alberdi inaugura un semanario) “de música, de poesía, de literatura, de costumbres”, (titulado’ La Moda’, que vivió plácidamente hasta el 21 de abril del 38 en que dejó de aparecer por carecer de suscriptores. En el editorial del 14 de abril 1838, así expresan su opinión laudatoria hacia Rosas los jóvenes ‘ilustrados)’:
“Ayer se han cumplido mil ochocientos cinco años, a que humeó en Jerusalén la sangre que debía fecundar de nuevo los cielos y la tierra.
También ayer se han cumplido tres años memorables para nuestra patria, tres años desde el día en que el pueblo de Buenos Aires, acosado de tantos padecimientos inmerecidos, se arrojó, él mismo, en los brazos del hombre poderoso que tan dignamente le ha conducido hasta este día.
Que los detractores del poder actual se expresen a sus anchas, en el sentido que les dicte su egoísta encono, nosotros no podemos olvidar jamás de que no somos testigos de un solo acto dirigido a estorbar el desarrollo de los sagrados principios de nuestra regeneración social
[…] Jurisprudencia, ciencia moral, filosofía, ciencias religiosas, literatura, historia, todo ha sido removido y levantado a la altura de la Europa del siglo XIX. […] Las luces, pues, no tienen sino motivos de gratitud, respecto de un poder que no h restringido la importación de libros, que no ha sofocado la prensa, que no ha mutilado las bibliotecas, que no ha invertido la instrucción pública, que no ha levantado censura ni periódica ni universitaria…
(Estas palabras demuestran que), hasta 1838, al menos, era para ellos, que constituían la élite intelectual de Buenos Aires, un gobernante genial que había sabido proteger e impulsar la cultura, estimular todas las manifestaciones de la inteligencia y ganarse la admiración y la gratitud de la gente pensante… que luego serían sus implacables enemigos…
[…] ¿Cómo pudo producirse tan pasmosa y repentina transición? convirtiéndolo en noviembre de ese mismo año, como por arte de magia de un demonio apocalíptico, en un tirano ignaro y retrógrado, empeñado en ahogar toda manifestación de cultura y en perseguir a todos aquellos que acusaran inquietudes intelectuales o propósitos de ilustrarse a sí mismos o de ilustrar a los demás. Dilucidaré el problema a la luz de sus antecedentes.
ESTEBAN ECHEVERRÍA.
El Salón Literario, que había iniciado sus actividades bajo la inocente apariencia de un centro cultural destinado a congregar a todos los aficionados a la buena lectura, fue degenerando paulatinamente al influjo de Esteban Echeverría, en un club político de tendencias libertarias que, con el nombre de Asociación de Mayo, desarrollaba a la sordina, una solapada campaña de oposición al régimen imperante.
Echeverría, que había pasado varios años en París, había asimilado, con la cultura francesa, las ideas revolucionarias que agitaban el continente europeo y que pugnaban por infiltrarse en América. Al reintegrarse a la patria encontró una pléyade de jóvenes inquietos e inteligentes que se mostraron dispuestos a secundarle. Fueron los que más tarde integraron sucesivamente el Salón Literario, la redacción de La Moda y la Asociación de Mayo
[…] Echeverría es el alma de aquel movimiento. Su figura enjuta y grave paseaba por las calles porteñas, deslumbrante de exotismo ‘mostrando desde lejos la exquisita habilidad de los artesanos franceses en materia de modas, Su porte era aristocrático, su vestido atildado con esmerada elegancia, sus modales expresaban urbanidad refinada. Usaba monóculo con aro de oro labrado y su ademán frecuente de llevar la mano al ojo para reconocer las personas que miraba, dábale un aire afectado’ (C. Ibarguren, Juan Manuel de Rosas). Era pues, según esta descripción, la imagen viviente de la más irritante pedantería.
Este afrancesamiento que, en el terreno literario-social, degeneró poco apoco en detestable cursilería, adquirió, empero, importancia y peligrosidad cuando intentó infiltrarse en la política activa.
[…] Rosas, cuyo irreductible argentinismo le hacía aborrecer toda iniciativa extranjerizante y que, como dice Ibarguren: ‘condujo y personificó la irresistible corriente nacionalista antiliberal antieuropea, autóctona y tradicionalmente española del pueblo argentino contra la prédica demagógica y revolucionaria de los logistas, anarquistas y francmasones, como llamaba a los unitarios agitadores y propagandistas del liberalismo’, no dio en un principio, importancia a las actividades del grupo de ‘muchachos reformistas y regeneradores’ de La Moda, pues las atribuía a simple novelería propia de la edad y debida a lecturas indigestas y perniciosas.
Más cuando se enteró que ellos habían sido quienes azuzaron al cónsul Roger para inducirle a presentar la reclamación que produjo el conflicto con Francia, adoptando al mismo tiempo, actitudes francamente revolucionarias, creyó prudente advertirles su desagrado, pero ni los encarceló ni los persiguió, no obstante la gravedad de la falta cometidas.
El grupo no se amilanó y, si bien clausuró La Moda, prosiguió en sus actividades subversivas, alentado ahora por la presencia de la escuadra francesa en el Río de la Plata que, aunque importaba un agravio a la soberanía y denunciaba los propósitos imperialistas de Luis Felipe, prometía un vuelco en la situación imperante y la adopción, acorto plazo, de las utopías del liberalismo foráneo por lo que tanto había suspirado.
Asó lo confesará desaprensivamente el propio Alberdi al escribir en su autobiografía: “El año 37 vino a cambiar la faz de las cosas… Se comprendió, entonces que un cambio inmediato era posible viniese de fuera de la República Argentina. La juventud dejó inmediatamente la revolución inteligente, y se entregó a la revolución armada; dejó las ideas y tomó la acción: este camino parecía preferible por ser más corto. Diplomacia, concesiones, manejos parlamentarios, todo quedó a un lado con las letras: la juventud dio la cara y se proclamó en guerra abierta contra la tiranía”. (O sea contra la Patria).
El clima de terror que nos refiere el autor de los Consuelos era una fantasía de su afiebrada imaginación de poeta y los horrores de la mazorca uno de los tantos blufs de las historia falsificada o Rosas tuvo para con los jóvenes de la Asociación de Mayo una tolerancia y una magnanimidad inconcebible en un ‘Déspota’ de su clase y, doblemente en un momento en que estaba en juego el honor nacional y la independencia de la patria que él debía defender de la conjuración de adentro y la agresión de afuera…[…] Lo cierto es que ninguno de los jóvenes de la nueva generación Argentina fue encarcelado, perseguido o vejado a raíz de los sucesos del 1ño 38 que tanto los comprometieron.
Escribió Juan de la Cruz Puig, -autor antirrosista- respecto a los hombres de la Asociación de Mayo: ‘Habían comprado adhesiones tan valiosas como la de aquel cuyo brazo debía, de un golpe de puñal, (el coronel Maza) quitar de en medio al tirano; habían buscado n el extranjero alianzas deprimentes para la soberanía nacional y oprobiosas para nuestro legítimo orgullo de pueblo vencedor de todos los pueblos que habían osado combatirnos’.
Al descubrirse el complot, en medio de la exaltación popular, la clemencia de Rosas los alentó a seguir conspirando en las sombras, con las esperanzas del desembarco de tropas francesas que, en combinación con el general Lavalle, prometía derrocar al gobierno establecido y suprimir al obstinado Dictador…
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Notas del blog: Así pasaron y fracasaron la Revolución de los Hacendados del Sur y la invasión de Lavalle. Rosas, impertérrito los dominaba, con el pleno apoyo de la población. Luego llegará el triunfo glorioso sobre los imperialistas, hasta que volvieron recalcitrantes luego de Caseros
¿Fueron sinceras las adulaciones ampulosas, prodigadas a Rosas por los jóvenes’ iluminados’ por mantener la paz y el orden, luego de años de anarquía e ‘ilustración’ rivadaviana? Poca importancia tiene saberlo. Lo que se destaca es que esos jóvenes tenían la inteligencia estragada por el liberalismo jacobino francés, con su ridícula monserga invocando la ‘virtud’ y las ‘luces’, palabras que exhalaban tufo a logia, pretendiendo transformar nuestra Patria en una colonia gala, donde ellos actuarían de mayordomos de los amos.
Engatusados por la prédica jacobina y demagógica de Echeverría se encandilaron con el brillo de las subvenciones doradas que repartían generosamente los franceses a todos los cipayos residentes en Montevideo.
¡Con que entusiasmo, de la mano de Thiers, hubieran aclamado al mismísimo Napoleón!
Claramente Mario César Gras demostró fehacientemente:
1: los unitarios fueron acérrimos afrancesados, anti-argentinos; tanto como Sarmiento lo aseverará, y asumirá él también la traición, sin embozo.
2: Las adulaciones serviles que prodigaban a Rosas , en cuanto divisaron el poderío de lo buques imperialista victoriosos en el mundo, supusieron que dominarían la Confederación sin disparar un sólo cañonazo, por lo que maquiavélicamente se pasaron de bando para sacar provecho personal; al tiempo que comenzaron a infamar al Restaurador.
3: así es como queda derogada la patraña de que en Buenos Aires se vivía bajo el terror de la Mazorca. Como es natural, el único miedo que existió en la ciudad fue ante la invasión de los invasores. Pero la confianza en el patriotismo del Caudillo, hicieron que la indignación y la vergüenza superara el miedo y se lanzase el pueblo a luchar contra los agresores; apoyando a don Juan Manuel incondicionalmente.
Los datos aportados por Mario César Gras que he sintetizado, prueban fehacientemente que Don Juan Manuel de Rosas fue agredido por la fuerzas internacionales, pero más insidiosamente por propios argentinos traidores, donde militaba la amanerada juventud de la nariz respingona, asiduos al Salón Literario y aliados a los emigrados en Montevideo; todos los cuales fueron sobornados, organizados y mantenidos por los bloqueadores franceses.
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