A continuación un
artículo de ‘Hirpinus’, publicado en SÍSÍNONO, Mayo2009.
Las Gracias de María sacrificadas al falso ecumenismo.
Avenire, 9 de julio de 2008: entrevista al Arzobispo Ángelo
Amato, secretario a la sazón todavía de la Congregación
para la Doctrina de la Fe.
Se le preguntó, entre
otras cosas, lo siguiente: “Un par de
cardenales expresaron recientemente su deseo de que se definiera un nuevo dogma
mariano que proclamara a la Virgen ‘corredentora de todas las gracias’. ¿Qué
posibilidades hay de que se defina tal dogma”.
Respuesta de Su
Excelencia Monseñor Amato: “Es una
petición que data de antiguo [sic]. Como ya tuve ocasión de decir, el título de
‘corredentora’ no es bíblico, ni patrístico, ni teológico; sólo raramente lo
usó algún Pontífice, y nada más que en alocuciones menores. El Concilio
Vaticano II no quiso emplearlo. No está de más recordar que se puede usar en
teología el principio de analogía, pero no el de equivocidad. En realidad María
es la [criatura] ‘redimida de la manera más perfecta’ es el primer fruto de la
redención obrada por su único Hijo, redentor de la Humanidad. Querer ir más
allá me parece poco prudente [¡sic!]”.
TÍTULO Y DOCTRINA.
Resulta extraño, pero
Monseñor Amato parece ignorar que, hasta el pasado concilio, la inmensa mayoría
de los teólogos estaban de acuerdo sobre la corredención de María (aclaremos de
inmediato que se trata de una corredención secundaria y subordinada, como
también sobre la consiguiente mediación suya en la distribución de todas las
gracias), y que consideraban que tal parecer gozaba de un fundamento sólido en
los datos bíblicos patrísticos y teológicos así como en los documento
pontificios. Poco importa, de hecho, que
el título de ‘corredentora’ en el cual parece fijarse Monseñor Amato de
una manera demasiado formalista, se halle o no en las Sagradas Escrituras, en
el testimonio de los Padres, en la tradición teológica y en el Magisterio de la
Iglesia. El título resume la doctrina, y esta es tan antigua como el
cristianismo. Así, pues, nada tiene de asombroso que la petición, renovada
recientemente, como admite Monseñor Amato, ‘date de antiguo’.
DATOS BÍBLICOS Y
PATRÍSTICOS Y SU DESARROLLO TEOLÓGICO.
La corredención de María
se profetiza en el Antiguo Testamento, ante todo en el proto Evangelio o primer
anuncio de la salvación (Gen.3, 14-15), en el que Dios asocia estrechamente a
Cristo en la obra de nuestra redención: “Dijo
entonces el Señor a la serpiente […] Yo pondré enemistar entre ti y la mujer,
entre tu raza y la descendencia suya: ella quebrantará tu cabeza”. Esta
profecía “es tan genérica cuanto comprensiva”
(Monseñor Spadafora, Temi
di eegesi). Y en efecto, el Nuevo testamento, los Padres de la Iglesia, los
teólogos y los Romanos Pontífices no hicieron otra cosa sino explicitar su
contenido a lo largo de una tradición ininterrumpida.
El Nuevo Testamento
presenta la realización susodicha desde la Anunciación (Luc,1, 38) a la
crucifixión (junto a la Cruz de Jesús estaba su madre”: Jn 19, 25), pasando por
la profecía del anciano Simeón (“Simeón…
dijo a María, su madre:’… y una espada atravesará tu alma’” . (Lc. 2, 34-35).
Los Padres de la Iglesia
y los escritores eclesiásticos de los primeros siglos (San Justino, San Ireneo,
Tertuliano, etc.) comprendían la doctrina de la corredención en la idea
fundamental de María cual nueva Eva ‘, opuesta a la Eva antigua: “Asi como
todos mueren en Adán y Eva, así también todos nacen en Cristo y María”. Cristo es el ‘nuevo Adán’
(San Pablo) y María la ‘nueva Eva’.
La teología mariana
examinó detenidamente desde el siglo II al XX estos datos bíblicos y
patrísticos, y los desarrolló homogéneamente (es decir de manera coherente y
sin contradicciones). Sólo algunos nombres: Juan Geómetra, San Bernardo,
Eadmero de Canterbury (“la bienaventurada
María, al satisfacer por todos con sus méritos, es madre y señora de las
cosas”), Arnaldo de Chartres (“ella
nos alcanzó, junto con Cristo, el común efecto de la salvación del mundo”)
y con vigor parejo, San Alberto Magno, San Buenaventura, Ambrosio Catarino,
Salmerón, San Lorenzo de Brindis, San Juan Eudes, OLier, etc. etc. (por no
hablar de algunos himnos litúrgicos del siglo XIV, en los que se ve no sólo la
doctrina de la corredención mariana, sino también, y por primera vez, el título
de “corredentora”, en lugar del de “redentora” que se usaba en lo antiguo,
v.gr: “Para que , padeciendo juntamente
con el Redentor, te hicieses corredentora” (ut compassa Redenmtori,
Corredentrix fieres).
EL MAGISTERIO PONTIFICIO.
Cuando la reflexión teológica pareció haber
alcanzado la madurez, de manera que no tenía ya nada que añadir sobre el
asunto, los Romanos Pontífices empezaron a intervenir, cada vez con más
frecuencia (y no “rara vez”), respecto de la cooperación de María a la obra de
nuestra redención, con una serie de documentos oficiales (se trata, por tanto, de
magisterio ordinario, no de “meras alocuciones menores”, a no ser que su
excelencia reverendísima quiera también considerar tales a la bula dogmática Ineffabilis Deus, de Pío IX sobre la
Inmaculada Concepción de María, y la no menos dogmática Munificentissimus Deus, de Pío XII, sobre la Asunción):
--Pío IX, bula dogmática Ineffabilis Deus: “La Virgen Santísima unida con ÉL [con Jesucristo] por un lazo estrechísimo e indisoluble, fue
junto con Él y por medio de Él, la enemiga irreconciliable de la venenosa
serpiente, y aplastó la cabeza de ésta con su pie virginal”.
-León XIII, encíclica Iucunda
Semper: María fue asociada a la dolorosa expiación del Hijo por un “designio
especial de Dios”; Encíclica Adiutricem
populi: María fue “cooperadora en el
misterio de la humana redención”, y coopera también “en la distribución de las gracias”; la primera cooperación es la
razón de la segunda.
-Pío X, Encíclica Ad diem illum: “María, puesto que Cristo la asoció a la obra de nuestra redención, nos
merece de conguruo, como dicen los teólogos, lo que Cristo nos mereció de
condigno” (en el mérito de condigno el mérito se debe en justicia por
el mérito proporcionado al premio; en el mérito de congruo falta esa proporción, pero el premio lo requiere la conveniencia
y lo concede la divina benevolencia; como quiera el caso es que María nos mereció aunque fuera a otro título,
todo lo que nos mereció Cristo).
-Benedicto XV, carta
apostólica Inter sodalicia: María “de tal manera padeció y murió”, a los
pies de la cruz, “con el Hijo sufriente y
moribundo […] que se puede decir, con
razón, que redimió al género humano junto con Cristo”.
-Pío XI, mensaje
radiofónico con ocasión de la clausura del año jubilar de la redención: “Oh, Madre […] como compaciente y
corredentora estuviste junto al dulcísimo Hijo tuyo…” (L’Osservatore Romano, 20-30
abril de 1935).
-Pío XII, Encíclicas Mystici Corporis, Ad Coeli Reginam (en
donde, mire usted qué casualidad, el Papa apela a la ‘analogía’ entre Cristo y
María) y Haurietis aquas: “el pueblo cristiano
[…] recibió la vida divina de Cristo y de María”. Por último, Pío XII
resume del modo siguiente, en la Bula Munnificentissimus Deus sobre la
Asunción, la tradición católica sobre la cooperación de María a la obra de
nuestra redención: “Todas estas razones y
consideraciones de los Santos Padres y de los teólogos tienen como fundamento
último la Sagrada Escritura, la cual nos presenta a la madre nutricia de Dios
unida estrechamente a su divino Hijo y participando siempre de su suerte. […]
recuérdese, en particular, que los Santos Padres presentan a la Virgen María,
desde finales del siglo II, como una nueva Eva estrechamente unida al nuevo
Adán, aunque subordinada a Él, en la lucha contra el enemigo infernal, la cual,
como se anunció en el protoevangelio (Gen, 3,15), se concluirá con la victoria plenísima sobre el pecado y la muerte”.
Con estos públicos y
repetidos pronunciamientos de los Papas se corresponden las públicas y
repetidas aserciones del episcopado mundial.
EL AÑO “CERO”.
Monseñor Amato, sin
embargo, declara hoy que todos se equivocaron o les imputa a todos, como mínimo, “poca prudencia”:
escritores inspirados del Antiguo y del Nuevo Testamento, santos Padres y
escritores eclesiásticos, teólogos, Papas y obispos. Según parece sólo el
concilio Vaticano II acertó y dio pruebas de “prudencia” al “no haber querido”
usar el título de “corredentora” (y al haber oscurecido otras muchas glorias de
María, añadimos nosotros). Ya se sabe que a este concilio es al que hay que
reducir toda la tradición doctrinal de la Iglesia.
Pero ¿Porqué el concilio
Vaticano II “no quiso” usar el título de “corredentora”? Monseñor Amato no nos
lo dice, más no es difícil entenderlo. Como recalcó Monseñor De Smet con calor
en la XXII congregación del concilio (19-XI-1962), el Secretariado para la
Unión de los Cristianos –un secretariado que había sido creado ad-hoc y a cuyo frente estaba él-
incumbía el cometido durante los trabajos conciliares , por voluntad de Juan
XXIII, de “examinar los diversos textos
[…] desde el punto de vista del
ecumenismo”
Ahora bien, ¿qué podía
darse de más desagradable para los protestantes, que un incremento del culto
mariano? De hecho, las “razones” comentadas por monseñor Amato sí que no tienen
fundamente alguno “ni bíblico, ni patrístico, ni teológico”, pues están tomadas
de los denominados “hermanos separados”.
Dice Monseñor Amato que se
da “equivocidad” en el caso que estamos
examinando, es decir, que da el mismo nombre a dos realidades totalmente
diferentes: María es “ la [criatura] redimida de la manera más perfecta”, y su
Hijo es “el único redentor de la humanidad”. Ahora bien, 1) si es una redimida,
María no puede ser corredentora; 2) su corredención perjudicaría la unicidad
del redentor.
Pero Monseñor Amato no
echa de ver, al igual que sus
“hermanos” protestantes, que una cosa es la redención de uno mismo y otra la de
los demás. Tocante a sí misma, María es la “redimida” (en virtud de una
redención singular que no la liberó del pecado original, como a todo los demás
hombres, sino que la preservó de él); respecto a los demás, María es corredentora.
Tampoco su corredención estorba a la unicidad del redentor, porque María
colaboró eficazmente con su divino Hijo, pero en dependencia de Él y en
subordinación al mismo. Fue Adán el que nos arruinó, porque aunque Eva hubiese
obedecido, la culpa de Adán nos habría arruinado igualmente, mientras que si
Adán hubiese obedecido, la culpa de Eva no habría bastado a arruinarnos. Con
todo Eva cooperó activamente a nuestra ruina, bien que de manera secundaria y
subordinada respecto a Adán. Del mismo modo fue Jesús, no María quien nos
salvó, porque los méritos de Jesús habrían sido suficientes aun sin los méritos
de María, mientras que María sin Él, no habría podido ni redimirse a si misma
ni cooperar a la redención de otros. Sin embargo, María coopero activamente a
la obra de nuestra salvación, en la cual Dios –“por revancha” contra Satanás
(Tertuliano)- la quiso como “nueva Eva” junto al “nuevo Adán”. Así, pues, no se
da equivocidad alguna “en este caso”, sino que lo que se le da es,
precisamente, esa “analogía” cuya existencia excluye Monseñor Amato: se denotan
en un nombre idéntico (redentor-corredentora) dos realidades semejantes, más
sustancialmente distintas. Habría “equivocidad” si los católicos le atribuyeran
a María el titulo y el oficio de corredentora en idéntico grado y en el mismo
sentido que Cristo es redentor. Pero no es asi: Cristo es el redentor único, independiente,
suficiente por sí mismo y, en el orden actual, absolutamente necesario; María,
en cambio es corredentora secundaria, dependiente, ineficaz por si misma,
hipotéticamente necesaria (esto es, necesaria a
consecuencia de una decisión libre de Dios).
Limitándonos a las citas
de los grandes teólogos, recordaremos sólo dos. El preste Ambrosio Catarino
(+1552) escribe que es “sentencia
constantísima de todos los antiguos” que María fue primero redimida por
Cristo y luego, junto con Éste, redimió a todos los hombres: asi que María es
redimida y corredentora. Alfonso Salmerón S.I. (+1565) teólogo del Concilio de
Trento escribe que “Aquí [en la
redención] se verifica lo contrario
[del pecado original]. El hombre [Cristo]
gusta primeramente el amargo madero de la
cruz y luego se lo pasa a la mujer a fin de asi como con la caída del mundo
derivó de dos, pero sobre todo del hombre, asi y por igual manera deriven
asimismo de dos, pero sobre todo de
Cristo, la salvación y la redención, puesto que, por más eficacia que pueda
tener María, esta le viene de Cristo”.
Conque ¿Dónde se atenta,
en todo esto, contra Nuestro Señor Jesucristo en tanto que “redentor único de
la humanidad”?
MENTALIDAD PROTESTANTE.
Digámoslo claramente, no
por falta de respeto a la autoridad de Monseñor Amato, sino por el honor de la
Madre de Dios y nuestra: no nos parece en absoluto “poco prudente” querer “ir
más allá” de la redención personal de María; nos parece, en cambio, muy propia
de protestantes la negativa de ir allí a donde ya fueron los textos sagrados,
los Padres de la Iglesia, los grandes teólogos y los Romanos Pontífices al probar
que María no es “sólo la cristura
redimida de la manera más perfecta” y “el
primer fruto de la redención del Hijo”, sino, además, la corredentora
principal, subordinada a Él y en dependencia de Éste, como, por otra parte,
corredentores son también los grandes santos, de manera semejante a ella aunque
en grado diferente (v.gr., el Padre Pío, al cual su director espiritual le
escribía precisamente que Dios lo “quería
redimido y corredentor” (v. Epistolario). De hecho, conviene saber que los
protestantes se valen del mismo pretexto para negar la mediación de los santos,
que atenta supuestamente contra la “unicidad
de la redención” de Cristo, con lo que, mientras pretenden salvaguardar la
gloria del Redentor, lo que hacen en realidad es rebajarla, pues niegan que nos
mereciera toda una cadena de “corredentores” subordinados a Él, empezando por
su Santísima Madre, como era lógico y conveniente.
¿Es de recibo que para
“favorecer” a los protestantes, como lo quiere hoy el ecumenismo, deban
formarse lo católicos también una mentalidad “protestante”? ¿Acaso es el método
mejor para convertir a los “hermanos” que yerran en seguirlos (o fingir
seguirlos) en el error?.
HIRPINUS.
Me he topado con muchos que le hacen lobby a ese dogma pero les importa poco que se trabaje y luche para la consagración de Rusia que eso si fue lo que pidió la VM en Fátima. Lo de ese dogma no lo pidió, como siempre los marea perdices cualquier cosa menos lo que la Virgen pide.
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