EL PROBLEMA DE LA HORA PRESENTE:
EL JUDEO-AMERICANISMO
POR EL PADRE CURZIO NITOGLIA.
Creo que el judeo-americanismo es
realmente el problema de la hora presente. De hecho, mientras el viejo judaísmo
rabínico (siglos I y II) que promovía el judeo-cristianismo, falló en su
intento de adulterar la Iglesia de Cristo, judaizándola, gracias a la reacción
de los Apóstoles y Padres eclesiásticos (de los siglos II al VI). Por el
contrario, el judeo-cristianismo puritano prevaleció en USA, desde el siglo
XVIII, invadiendo también Europa, especialmente a partir de las dos guerras
mundiales, 1918-1945.
Además, desde ese entonces
penetró también en ambientes católicos con la Declaración NOSTRA AETATE, del
Concilio Vaticano II (1965), y las enseñanzas de Juan Pablo II en Maguncia (1980) sobre la Antigua Alianza ‘jamás
revocada’, hasta estos días.
Fue repetida explícitamente por Benedicto XVI
(17 febrero 2010, en el Discurso en la Sinagoga de Roma); e implícitamente o
privadamente por Francisco I (Letra al Rabino jefe de Buenos Aires y de Roma).
El hebraísmo en norteamérica,
luego del asunto de Damasco (1840) y del caso Mortara (1858) ha hecho una
alianza para ejercer presión sobre el gobierno estadounidense a fin de imponer
en el viejo Mundo la plena libertad que ya había obtenido en USA. Estos
representan, por tanto, el brazo armado del judaísmo, (que se mantuvo desarmado
hasta la fundación del Estado de Israel en 1948), contra la intransigencia
doctrinal y la intolerancia dogmática-teológica (y consecuentemente político-social)
de Europa…tiempo atrás aùn plenamente católica.
Todo esto fue posible porque la tradición
puritana norteamericana estaba y está profundamente embebida de judaísmo
post-bíblico. Realmente, los EEUU no conocieron el llamado medioevo o
cristiandad europea, teológicamente anti-judaica. USA, por tanto, nació sin la
savia medieval, privada de antijudaísmo doctrinal. El puritanismo
norteamericano emplea una lectura milenarista y carnalmente materialista (en
vez de la genuinamente literal) del Antiguo Testamento, viendo en los EEUU el
‘precursor’ del ‘mesías’: el nuevo Estado de Israel.
En consecuencia, USA es una
especie de nueva Sion, o nueva
‘Tierra Santa’, que debía acoger, desde el siglo XVIII a los hebreos
dispersados a partir del año 70 d.C., que fueron discriminados teológicamente en el viejo mundo. Y posteriormente, en el siglo XX,
debía colaborar en el nacimiento de la novísima
Sión, el Estado de Israel.
Mientras la Europa caía en el
laicismo luego de la Revolución francesa, emancipó a los hebreos, tratando de
asimilarlos individualmente, pero no al hebraísmo como pueblo o nación ; la USA , por el contrario, concedió plena
libertad, religiosa, social y política al hebraísmo; no sólo una emancipación para asimilarlos, sino para transformarlos en una Nación.
De allí que realmente la USA está
en el origen del sionismo, como idea nacional y política y no sólo como simple
sentimiento o aspiración religiosa utópica, que sueña y desea –romántica e
ineficazmente- con la Patria perdida; como todo israelita ha deseado desde el
70 d.C. hasta el siglo XX. Los EEUU representan, por tanto, la super potencia
mundial al servicio (científicamente organizado y estudiado) del nacimiento de
judaísmo como Nación.
USA presionó a Europa y Rusia
(luego URSS), entre la primera y la segunda guerra mundial, y luego en la
consiguiente ‘guerra fría’ a fin de que se le conceda pleno reconocimiento al
judaísmo como pueblo, religión y Nación. Así es como hoy, (con la Guerra del
Golfo pérsico 1990-2003) presiona a sus vecinos del medio y extremo Oriente, a
fin de que el Estado de Israel sea reconocido íntegramente, tanto religiosa
como políticamente.
Me parece también, que este último
paso, que tendría que haber sido definitivo, no se ha logrado, por lo que, en
estos días, en su momento de su máximo poder, USA inicia la parábola
descendente (como la Europa de 1914). Desde septiembre 2001, hasta la derrota
de la segunda guerra en Iraq (2003); el revés sufrido en Afganistán, y la
actual situación creada en Siria, Turquía y el Líbano (2012-2013), Norteamérica
se asemeja a un gigante con los pies de arcilla, como les sucedió a todos los
imperios mundiales que existieron en la
historia de la humanidad.
El sionismo representa el
antídoto y la alternativa ante la intransigencia doctrinal de la vieja Europa. Es
una suerte de americanismo puritano-milenarista trasplantado en Palestina. El
Estado de Israel no es, por tanto, un refugio para los hebreos anteriormente
discriminados doctrinalmente, sino sobre todo una super-potencia militar y
nuclear, que ejerce una presión violenta y abusiva, no sólo psicológica
sino también física, contra la intransigencia teológica antijudía que
predominaba en la cristiandad europea.
El pensamiento milenarista de
Joaquín de Fiore es fundamental en la génesis del milenarismo
judeo/norteamerico. En plena Cristiandad medieval (siglo XII), confesional y
por eso teológicamente discriminatoria en su enfrentamiento con los no
cristianos, el joaquinismo promovía como alternativa una filosofía milenarista
de la historia, según la cual en la tercera edad del Espíritu, los hebreos,
como elemento primario (hoy se diría: ‘hermanos mayores’) se unirán a los
cristianos, para enseñorearlos (considerados hoy día ‘hermanos menores’, tutelables).
Hebreos y cristianos formarán así, una sola sociedad, el ‘pueblo de Dios’ o
‘Iglesia neumática’, con el primado ontológico de los israelitas sobre los
cristianos, de acuerdo al judeo/cristianismo hebraizante del II siglo.
El joaquinismo es un ecumenismo
precursor de una sociedad esencialmente irenista y judaizante. Quedando en
rotura total con la Fe católica (como notaron prontamente San Bernardo de
Claraval y Santo Tomás de Aquino), sobretodo por cuanto considera que la
relación entre la Nueva y la Antigua Alianza ( según Joaquín jamás revocada; Juan
Pablo II no hizo más que repetir nuevamente
un error viejo como el diablo) se verificará en la tercera edad del
Espíritu.
Además, los discípulos de di Fiore, entre los
siglos XII y XIV, desarrollaron la doctrina del maestro en un sentido más
hebraizante aún: el hebraísmo, en la tercera edad, será todavía más bendecido
por Dios, manteniéndose judío. De Israel nacerá un segundo ‘mesías’ (militante o
figurado). Roma será reemplazada por Jerusalén, que será el centro de la nueva
‘fe’ cristiana más espiritual y pura. El mundo será transformado bajo la guía
de los hebreos, organizados como Nación dominante y preponderante. Esta idea ya
fue expuesta en el siglo XII por los pensadores judaizantes, sin necesidad de
conocerla, en el siglo XX, en los Protocolos de los Sabios de Sion.
Como se evidencia, el puritanismo
de los antiguos fariseos, anti-trinitario y anti-cristiano (75 a.C.- II siglo
d.C.), resurge con el joaquinismo medieval (siglos XII-XV), se funde con el
protestantismo puritano norteamericano (siglos XVII-XXI), hasta la negación de
la Santísima Trinidad y la divinidad de Cristo. El puritanismo farisaico
joaquinista es el creador del ideal o espíritu norteamericano. Es una
especie de talmudismo para los goim o un protestantismo calvino-anabaptista
judaizante, fundado sobre dos dogmas principales: a) de la total libertad del
hombre (liberalismo libertario, libertino, liberticida); b) de la supremacía de
la Nación elegida: Norteamérica, o nueva Tierra Santa, y la ‘novísima Sión’ (o
Estado de Israel), sobre el resto del mundo.
Este espíritu
judeo/norteamericano penetró, desgraciadamente, con el Concilio Vaticano II,
como ‘humo de satanás en el Templo de Dios’; en una época de incertidumbre y
autodemolición (como expresó Pablo VI en 1968 y en 1972, con intenciones de
imponer esos errores del Concilio). Entonces, estas palabras no son sólo una
reflexión, sino la prueba palmaria que Pablo VI sabía perfectamente la realidad
del Vaticano II: incertidumbre y auto-demolición; y dispuso continuar
conscientemente demoliendo y confundiendo. Dicunt
sed non faciunt, es el reproche de Jesús, en el templo, a los fariseos, a
los Sumos Sacerdotes (Anás y Caifás) y al Sanedrín, que se aplica análogamente a
los Sumos Sacerdotes, Juan y Pablo de la ‘iglesia conciliar’. Esa actitud tiene
un valor no sólo teológico, (con Juan Pablo II, Comunión y Liberación, neo-Catecumenales,
Carismáticos, Focolares, Joseph Ratzinger y Francisco I), sino también político
(con las ‘raíces judeo/cristianas’ en Europa, Alianza Católica, Comunión y
Liberación, Giuliano Ferrara, Marcello Pera, Adornato, Baget-Bozzo, Marco
Respinti). Exactamente esta es la tendencia principalmente preocupante en
estos días: la alianza de una falsa religión filantrópica/inmanentista
(el culto del hombre) con un poder político pervertido, que se impone,
inclusive violentamente, en nombre de la democracia.
De la ‘Antigua Alianza jamás
revocada, de Juan Pablo II pasaron a la ‘Magna Europa’ política (USA, GB,
Israel) de Marco Respinti, junto a Giovanni Cantoni, Massimo Introvigne y
Antonio Socci.
En realidad, tal poder
político-religioso ha brotado de la potencial (por ahora) tercera guerra
mundial, constante, perpetua e infinita, que no excluye a nadie, inclusive a
los intocables de ayer (USA, URSS, China, que tiene cien millones de musulmanes
en olor de revuelta, según escribía Il
Corriere della Sera, el 30 agosto 2005); además que la vieja Europa, (bien
habituada a los bombardeos ‘Aliados’ ), deseados por los ‘bu-sharon-istas¡ (ayer trotskistas y hoy
neo-conservadores) pero rechazados por el mundo árabe, que resiste y
contrataca.
El aguado cristianismo moderno
post-conciliar, se encuentra así en una situación parangonable a la de un
recipiente de arcilla entre dos de hierro (Islam y judeo-americanismo), a la
que sólo Dios podrá proteger. De hecho,
lo evidente es que no se combate teológicamente al Islam, sino al mundo árabe
no fundamentalista (Egipto, Túnes, Libia, Siria), que no representan graves
problemas, pues más bien tienen razones.
No me parece que la alternativa contra
el peligro interno de la modernidad y el
externo del islamismo sea la ‘Revolución
conservadora anglo-norteamericana (que teorizó Burke, 1790 y Kirk en 1953), como propone Marco Respinti. En
efecto, Edmund Burke (1729-1797), repetido por Russel Kirk (1918-1994) afirmaba
que la progresista Revolución francesa era esencialmente diversa a la segunda
Revolución inglesa (1688) y a la guerra norteamericana por la independencia (1776-1783),
pues estas eran tradicionales y
conservadoras. Según tal línea de pensamiento, la USA continuaría con la
herencia clásica (greco-romana) y cristiano-medieval.
USA sería en realidad, por el contrario, una falsificación de la antigua
cristiandad europea, y representaría una suerte de pre-modernidad o
pre-iluminismo, aunque no conscientemente iluminista. Tal corriente de
pensamiento (Movimiento conservador norteamericano, de raíz Kirk/iana) apareció
prepotentemente en escena en 1980 durante la administración Ronald Reagan,
especialmente por su tendencia neo-com y neoliberal, continuada por George Bush
padre y por George Bush hijo. Russel Kirk, según Respinti, “ofrece la imagen de
una norteamérica que defiende los valores de la tradición clásica y cristiana,
según los verdaderos principios sostenidos por los Padres fundadores de esa
nación”.
(Otro discípulo cultural de Kirk
es Friedrich von Hayek, que distingue netamente al buen liberalismo anglo-norteamericano, por ser conservador,
del mal liberalismo europeo por ser progresista y racionalista. Otros discípulos
espirituales de Burke, cofrades de Kirk, son Carlo Popper y Michael Novak). El
mismo Kirk explica que la Revolución francesa fue una Revolución total,
mientras que la anglo-norteamericana lo fue sólo defensiva, no agresiva; las
revoluciones inglesa y norteamericana no fueron más cruentas y radicales,
justamente porque fueron revoluciones
esencialmente conservadoras.
Kirk, en ocasión de tres conferencias que dio en 1989, en Italia, referidas al libreto suscitado por Marco
Respinti, define la Guerra de la Independencia norteamericana como una
‘Revolución frustrada’, o nunca
terminada, porque defendió el derecho consuetudinario (o la Tradición ) de la
Gloriosa Revolución inglesa de 1688, impidiendo surgir un radicalismo
revolucionario similar al de la
Francesa.
Más aún, Kirk afirma que mientras
la Revolución francesa fue gestada por odio al Cristianismo, la norteamericana
fue hecha con fuerte acatamiento …a las iglesias y a los principios cristianos.
En efecto, agrega Kirk, “en norteamérica ningún golpe se aplicó contra la fe
cristiana. De los hombres que firmaron la Declaración de la Independencia la
gran mayoría estaba compuesta por cristianos practicantes, de alguna de las
denominaciones. Resalta el rígido calvinismo de Jonathan Edwards, un ministro
congregacionista de Massachusetts, que defendía la doctrina estrechamente
calvinista sobre el pecado original y la fe fiduciaria, porque “enseñaba la
depravación de la naturaleza humana’. En definitiva, los colonos
norteamericanos fueron defendidos por Burke y naturalmente por Kirk, porque
“pretendían resistir a innovaciones peligrosas de parte del rey Jorge III de
Inglaterra”.
¿Cuál es la religión de George W.
Bush? Munchos lo presentan como un nuevo Carlo Magno, o hasta un San Luis IX
revivido. La realidad es bastante diversa. Maurizio Molinari en su ‘George W. Bush e la missione americana’,
explica que la ‘compasión’ o
religiosidad sentimental del presidente norteamericano la ‘heredó de los
Peregrinos que arribaron al Nuevo Mundo huyendo de la Vieja Europa’. Esta idea de “compasión es propiamente lo que
distingue al iluminismo inglés del francés, en el cual se acentúa la Razón y la
separación absoluta del Estado y la Religión.
De manera que el iluminismo anglo-norteamericano insiste en el
sentimentalismo y la experiencia, mientras que el francés es racionalista. El
primero busca la separación de la Iglesia y la religión católica (pues ellos no
la consideran la verdadera religión), pero no separan al Estado de la
religiosidad, de manera que el Estado norteamericano está fundamentalmente
impregnado de una vaga religiosidad compatible con la secularización. El
segundo niega y escinde la religión del Estado. Entonces, la religión
norteamericana neo-conservadora es incompatible con el derecho Público Eclesiástico
y con la filosofía política católica-romana.
Además, Bush hijo, está
influenciado ideológicamente por los neo-conservadores, que se distinguen “por
posiciones en gran parte trotskistas. Se trata de los hijos de los inmigrantes
hebreos de la Europa del Este (…), hostiles a la URSS de Stalin (por haber
asesinado a Trotski). […] La expresión neoconservadora se transforma rápidamente
en la de los militares de la Guerra fría, a favor de la línea dura contra la
URSS, stalinista y anti-trotskista. Del punto de vista religioso Bush es un
‘metodista’, pero en términos teológicos podría ser definido como ‘pietista’,
en cuanto considera que la religión es más una cuestión de corazón que de
intelecto, pero de cualquier modo quiera definirse su fe, esta comporta una
relación directa entre el creyente y Dios, sin intervención de sacerdotes u
otras figuras intermediarias.” Sus
maestros espirituales son “los padres fundadores del lamentable conservadorismo (…), recibiendo la herencia de los padres
fundadores…, están los filósofos de las libertades personales, John Locke, respecto
a la política, y Adam Smith por la
economía”
Luego Bush se referirá al
protestantismo sentimental y anti-romano, al liberalismo deísta inglés de
Locke, al liberalismo “anti-social” de Smith ; y a su anti-comunismo (o mejor
de ‘su’ administración), está, en realidad manejado por trotskistas, en función
antisoviética, para exportar la
revolución y el caos permanente al mundo entero (en vez de instaurar la
dictadura del proletariado e+n alguna nación elegida, como está ocurriendo en
Medio Oriente.
Así se comprueba que sus orígenes
teológicos, económicos, políticos y filosóficos son incompatibles con la sana
filosofía realista del ‘ser’, con la doctrina social de la Iglesia y con el
dogma católico. Así es como siembran un anti-comunismo materialmente bueno, y a
la vez, un filo trotskismo formalmente perverso. Por tanto no me parece lícito presentarlo como la
muralla defensiva de la civilización cristiana y europea, ni desde el punto de
vista teológico de orden sobrenatural, ni
desde el punto de vista filosófico-económico- político en el plano natural.
Pío XII, al contrario de Burke,
Kirk y los neo-conservadores actuales,
comprendió perfectamente la oposición irreconciliable entre el catolicismo y espíritu
liberal-americanista, frente al comunismo, trotskista o stalinista, que son
sustancialmente iguales y sólo accidentalmente diversos. Y no se trata de una
cuestión de raza sino de ideas. De tal manera que luego de haber excomulgado al
comunismo ateo y materialista en 1949, se declaró claramente contra el peligro
de una alianza social/comunista en Roma en 1952, alejándolo a Alcide De
Gásperi, por no haber querido integrar una alianza de las derechas contra las
izquierdas, según el Papa le había pedido; y también porque Monseñor Montini,
demasiado vecino a la mentalidad del colectivismo totalitario del comunismo. Papa Pacelli condena el otro error, opuesto al
colectivismo totalitario del comunismo, o sea al individualismo liberal libertario y
consumista del occidente americanizado, definido por Pacelli como “puro
automatismo” y sólo exterior y aparentemente ‘mundo libre’, pues realmente e
interiormente convierte al hombre en esclavo de la moda, del bienestar, del
pecado y de la inmoralidad relativista.
Pío XII no simpatizaba con el
Pacto Atlántico (en 1950, con ocasión de la guerra contra Corea), provocando la
ira de Roosevelt.
Al comienzo de los años ’50,
Pacelli lanza a la Iglesia a la conquista activa de la sociedad civil
(eligiendo como modelos a Gregorio VII, Inocencio III, y beatificando a
Inocencio XI, quien el seiscientos contribuyó a detener a los turcos ante
Viena, salvando a Europa entera; y luego canonizando a Pío X, el Papa
anti-modernista), instruyendo positivamente
al mundo. Es la época de las grandes reuniones de multitudes, con las consignas
a los militantes; millones de personas van a Roma a ver al Papa, organizadas por
el profesor Luigi Gedda y el padre Lombardi.
Pacelli invita a los fieles a
despertar del letargo espiritual que los confundió para dedicarse, en cuerpo y alma, al apostolado
militante. En 1950 proclama el dogma de la Asunción de la Virgen María a los
cielos, enseñando y proponiendo a la Virgen como último refugio, antes del
inevitable castigo si la humanidad no se sacude el letargo. En 1951 proclama “la
cruzada de la pureza”, en un mundo que se desliza hacia la inmoralidad y la
impudicia; y canoniza a María Goretti como mártir de la castidad, proponiéndola
como modelo al mundo y especialmente a la juventud. A 1954 lo designa año
Mariano, año de plegarias y penitencia, (que nada tiene que ver con las
modernas ‘jornadas de la juventud’, muy similares, desgraciadamente, -pero es
la verdad, y contra los hechos no valen argumentos- a bacanales paganos al son
de músicas desenfrenadas afro-americanas, orgías y drogas).
Todos los meses Pío
XII invita y recibe a todas las clases sociales: las famosas categorías de ‘artes y profesiones’ que aún eran el nervio
de la Italia, todavía no americanizada, luego de la guerra, para que asuman una vida económica, austera, morigerada, frugal; estimulando
a las personas y a todas las clases
sociales para que la Fe los sature de espíritu cristiano para realizar el reino
social de Jesucristo. Pío XII se relacionó seriamente con las masas, eligiendo
agudamente lo medios de comunicación para hacer llegar a todos el Evangelio; no
congregó reuniones- show, o peor aún tumultuosas muchedumbres para divertirlas propagando
un catolicismo edulcorado, aguado, disfrazado y deformado en un vago
filantropismo carnavalesco.
Desgraciadamente Pío
XII advierte en 1954/55 que el mundo, pasada la perturbación de los primeros
años de la post guerra, no quiere escuchar más la voz de la Iglesia, adoptando
lentamente el consumismo, conformismo y relativismo occidental. Este error se
propagó, teóricamente, sin tener un grado de malicia similar al del comunismo
‘intrínsecamente perverso’. De este
modo, antes de la guerra fué condenado
el nacional-socialismo alemán, que no había abolido la religión, imponiendo el
ateísmo de Estado, ni la familia ni la propiedad privada, tal como había
aplicado el bolchevismo comunista.
La ciudad del
bienestar propuesta al hombre occidental y ‘americanizado’ fue más seductora
que la ciudad de Dios, que Pacelli se esforzó en edificar positiva y
activamente, entre 1945 y 1954, sobre el mundo devastado material y
espiritualmente luego de la segunda guerra.
Desgraciadamente, el
consumismo y el hedonismo, al suplantar la austeridad y la simplicidad del
catolicismo romano, el mundo ya no quiere escuchar y menos aún poner en
práctica los consejos de la ‘voz del
Pastor’; entonces Pacelli se retira (en
1955) hasta su muerte (en 1958) al silencio, a la oración y a la penitencia,
continuando siempre amonestando para que
el mundo evite el peligro inminente de la catástrofe, comprendiendo que el
mundo no quiere que Cristo reine sobre él.
En una foto se lo ve
a Pío XII rodeado de corderitos y pajaritos que se posan sobre su mano, como
San Francisco hablando con los animales cuando los hombres no querían
escucharlo, limitándose a procurar siempre dar un testimonio de vida recta:
sentía placer al caminar por las calles de la ciudad, en silenciosa oración,
con la cogulla que predicaba implícitamente pobreza, castidad y humildad. Desilusionado
de este mundo del bienestar y del consumismo, el Papa entiende perfectamente
que corre hacia su perdición. (massa
dannata quaeruit in perditionem). Se le aparece el Sagrado Corazón en 1954;ve
el milagro del sol en 1950, ocurrido en Fátima en 1917. Suplica a Jesús: ¡Jube
me venire ad Te!
Su última Encíclica,
pesimista pero realista visión, o mejor profecía apocalíptica de la desventuras de la Iglesia en el mundo, peregrinando en la noche espiritual tras las
sombras de la muerte del alma. La humanidad relativista y hedonista no posee ya
la fuerza para alzar la piedra tumbal que fabricó con sus manos y puso sobre su
cabeza.+
Nota *: Leemos en la
Encíclica Neninisse Juvat, del 14
julio 1958: “Nuevos peligros acechan a la Iglesia y al mundo cristiano. […] En
esta época no reina aún la justa paz (…)
En el momento presente espantosas armas, descubiertas por el ingenio humano,
son de una monstruosa potencia capaces de trastornar el universo, exterminando
no sólo a los vencidos, sino a los vencedores y a la humanidad entera. (…) Es
necesario volver a los preceptos del cristianismo. (…) Multitud de ciudadanos son atraídos con
facilidad a vivir errores ampliamente divulgados; se los embauca e incentiva al
vicio… por medio de publicaciones… espectáculos cinematográficos y televisivos,
corrompiendo principalmente a la incauta juventud. (…); se trata de concretar el dicho: golpearé al
pastor y el rebaño se desbandará. (…) No hay duda que la sociedad cristiana,
martirizada durante siglos de
persecuciones, fue combatida y calumniada…pero igualmente cierto es que al fin, como Cristo aseguró. logrará sobre
todos sus enemigos una pacífica victoria (…). Que ninguno de vosotros claudique
(…); si no se hace la reforma cristiana de las costumbres, nuestras oraciones
sólo serán voces vanas”.
Tradujo: HAB.
..
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