viernes, 9 de octubre de 2020

 EL MITO QUE ADORAN LOS CIPAYOS.

Un periodista muy afortunado es Alfredo Leuco; seudónimo de quien sabe que apellido, por esa manía judía de disfrazar la identidad, no sé bien con qué propósito.Digo muy afortunado pues es uno de los pocos que todas sus charlas son transmitidas por varios medios periodísticos oficiales; donde sólo ciertos privilegiados tienen cabida.

Las charlas de estos personajes guardan mensajes ideológicos subrepticios, que el pueblo asimila ingenuamente. Mensajes alterados, que caen abrumadoramente sobre las  cabezas  desprevenidas del televidente, ilustrándolo, educándolo y al fin ordenándole lo que  debe creer. Así es como el Régimen educa al soberano.(¡Los resultados están a la vista!).

El Estado liberal debería velar para que la verdad de los acontecimientos llegue impoluta al pueblo. Por tanto, es lógico pensar que posee un cuerpo de periodistas –entre ellos mister Leuco- que poseen en grandísima medida las virtudes necesarias de inteligencia, cultura, prudencia, respeto a la audiencia, independencia de criterio, prescindencia de prejuicios, de ideologías, etc.

Pues bien, esta idílica situación no existe. El Estado liberal contraviene su misión, sobornando a determinados medios y a periodistas, para que emitan informaciones y comentarios manipulados que favorecen a la casta gobernante; con el fin de mantener al pueblo sumido en la confusión y el desconcierto. Quizá sea la manera más perversa de mentir políticamente.

En esta ocasión, mister Leuco, comentó en una charla, sobre la necesidad que el espíritu de Sarmiento o alguien de su calaña, gobierne nuestro país.  Me disculpo por haber leído sólo el título, suficientemente implícito para revolverme las tripas, y comprender el mensaje oculto.

¿Por qué Sarmiento es el elegido como modelo político? ¡Porque renegó del Dios verdadero y de la Patria que lo vio nacer!¡Porque es el paradigma de los renegados! Un perfecto masón grado 33. Consecuentemente, y para mayor escarnio, la masonería lo endioso, creando alrededor de su peana una religión, -la religión de los falsos lugares comunes-,con sus dogmas, su catecismo, sus sacerdotes,  su demonio   ¡Y su inquisición!

Sarmiento vive, porque lo sostiene el Régimen, para que su recuerdo no caiga en el abismo del olvido. No por las maravillas que realizó –según dicen sus fieles-, durante sus mediocres seis años de gobierno. Vive por renegado; y lo adoran por renegado. Porque el Régimen lo tiene actualizado, y actúa de acuerdo a su espíritu cipayo. Podríamos decir sin errar, que el espíritu de Sarmiento desarrollado, pero fiel al original, gobierna, orienta y asesora la política disolvente de los gobiernos liberales.

Y vive en las intenciones de todos los cipayos de la mafia que lo utiliza como modelo y excusa para balcanizar el país; importando a todos los extranjeros que de mala voluntad quieran habitar el suelo argentino: protestantes, buitres, sionistas, ingleses… Para que  aprovechen las grandes pichinchas que ofrece el gobierno.¡El país se remata! El sueño de Sarmiento realizado; pero no llenándolo de colonos y técnicos, que formarían  la nueva población WAPS; sino de buitres imperialistas judeo/calvinistas.

Como complemento de esta deidad liberal la masonería, aplicando la filosofía maniquea,  necesitó sacar de la galera una contraparte, un demonio  oprobioso, un tirano, apenas humano… el General de  la Nación don Juan Manuel de Rosas, auténticamente democrático, cuyo pecado imperdonable fue atreverse a defender la identidad argentina contra las ideologías progresistas y masónicas, sostenidas por Sarmiento; que en definitiva postraron el país.                                                                  

 Esta agresión infame contra el Restaurador motivó esta nota de desagravio.

Pero me permito aclarar que el nacionalismo no es maniqueo; no endiosa a Rosas ni demoniza a Sarmiento; pero reconoce una irremediable oposición política, que debería finalizar para que Argentina pueda subsistir; con la desaparición  política del unitarismo extranjerizante que desfiguró el alma nacional. Sin proponerse el asesinato físico o moral del contrincante, como realizó el unitarismo, ilustrado y liberal, con el federalismo.

Los lugares comunes de Leuco, son, palabra por palabra, el mensaje de la masonería, plagados de mentiras y agravios. Sólo las traje a colación como excusa para reafirmar la identidad fundamental de la Patria: católica, hispánica y federal rosista.                                

¡Basta de  religión sarmientista anti-argentina! *

                                         

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