viernes, 14 de agosto de 2015

Mons. Benigni y el Sodalitium Pianum
Por el P. Gregoire Celier, de la F.S.S.P.X
THE ANGELUS: Noviembre 2003 Volumen XXVI, N° 11

H
ablaremos sobre la Sodalitium Pianum —en castellano, La Sociedad de San Pío V”—, mejor conocida en la historia bajo su nombre en código: La Sapinière. Simplemente nos limitaremos a proveer de una simple descripción del grupo. Explicar todos los detalles de su origen y desarrollo sería muy largo y complicado y requeriría sumergirse profundamente en la historia religiosa de 1854 a 1914. A los interesados referiré al trabajo del Padre Emmanuel Barbier, Histoire du catholicisme libéral et du catholicisme social (Cadoret, 1923-1924), así como a las obras de Émile Poulat, que citaré más tarde. Nuestro propósito aquí no es responder todas las posibles preguntas, sino hacer las correctas preguntas en orden a dar a todos suficiente materia para reflexión.

Historia de una Historia

Antes de lanzarnos a la historia de La Sapinière, es necesario describir su pre-historia que, en realidad, es su post-historia. En esta materia es importante utilizar la apta expresión de Jean Madiran: “la historia de una historia.”


Bajo el pontificado de San Pío X comenzó a circular un rumor acerca de la existencia de una “sociedad secreta” internacional, antiliberal, antimodernista, reaccionaria, “integrista”, dirigida por un monseñor romano, Umberto Benigni. Esta sociedad secreta, se alegaba, actuaba principalmente por denuncias hechas ante las autoridades romanas así como por infiltración en la prensa católica.
En octubre de 1914, Mons. Mignot, el muy liberal Obispo de Albi (Francia), dirigió un informe acerca de esta materia a Domenico Cardenal Ferrata, Secretario de Estado del Papa Benedicto XV. En marzo de 1915, estando Bélgica ocupada por los alemanes, el director de un marcadamente liberal diario alemán, Heinz Brauweiler, y uno de sus amigos religiosos, el P. Hubertus Höner —ambos se habían enfrentado con Mons. Benigni antes de la guerra— pidieron a la administración militar de ocupación que confiscara los documentos relativos a esta “sociedad secreta” de la oficina del abogado belga Alphonse Jonckx. La existencia de esta “sociedad secreta” fue revelada a ellos por el P. Floris Prim, un sacerdote belga en quien Jonckx había confiado, pero que de hecho era el amigo e informante del P. Höner. Habiendo la administración militar allanado la oficina del abogado, los alemanes meticulosamente la inspeccionaron, confiscando documentos y remitiéndolos a Brauweiler y Höner.
En la primavera de 1921, un memorandum anónimo (escrito por el sacerdote sulpiciano Fernand Mourret), desarrollado a partir de una fotocopia de aquellos documentos belgas confiscados, fue enviado a los obispos de Francia, los superiores de órdenes religiosas, la Nunciatura, y el Secretario de Estado del Papa. Este memorandum reclamaba de la romana Sagrada Congregación del Concilio el conducir una investigación acerca de las actividades de Mons. Benigni.
En enero de 1922, una virulenta denuncia de esta “sociedad secreta” fue publicada en La Nation Belge (escrita por un antiguo colaborador de La Croix, Alphonse Janne), así como en varios otros diarios. En marzo de 1922, la revista Le mouvement desfaits et des idées, dirigida por el P. Alphonse Lugan y casi exclusivamente entregada a denunciar a la [derecha y monárquica] “Acción Francesa”, publicaba el memorandum anónimo, los artículos derivados de La Nation Belge, el informe de Mons. Mignot y algunos de los documentos confiscados a Jonckx. En enero de 1928, Nicolas Fontaine (seudónimo de Louis Canet, un alto funcionario del Oficina de Cultos del Ministerio del Interior francés, y ejecutor por Loisy y Laberthonniere), publicaba “Saint-Siège, Action Française et catholiques intégraux” (“La Santa Sede, la Acción Francesa y los católicos integristas”) e incluía algunos de los documentos Jonckx.
En marzo de 1928, en su deposición por el proceso de beatificación de Pío X, Pietro Cardenal Gasparri —el entonces Secretario de Estado de Pío XI— fue extremadamente severo en su juicio del difunto pontífice y de sus relaciones con Mons. Benigni, de quien fuera el superior directo.
En 1950, durante el proceso de beatificación de Pío X, se pidió al P. Ferdinando Antonelli que condujera una investigación particular, la cual llevó a la redacción de una Disquisitio acerca “de la conducta del Pontífice [Pío X] contra el modernismo”. Una importante parte de la Disquisitio está dedicada a Mons. Benigni. Esta Disquisitio, aunque no fue hecha pública, fue empleada por el P. Raymond Dulac en 1952 en La Pensée Catholique, luego por Mons. François Ducaud-Bourget in 1954 (quien más tarde, 1974, publicaría su estudio bajo el título La maçonnerie noire ou la vérite sur I'intégrisme [La masonería negra o la verdad acerca del integrismo]). En 1964, Jean Madiran publicaba L'integrisme, histoire d'une histoire, “El integrismo, historia de una historia” (Nouvelles Editions Latines) que consistía en un análisis crítico de todos los documentos disponibles.
En 1969 ocurrió una verdadera revolución en todo este tema. Al final de una investigación casi policial, el sociólogo Émile Poulat publicó 214 documentos correspondientes a esta “sociedad secreta”, junto con numerosas y valiosas anotaciones, bajo el título de Intégrisme et catholicisme intégral —“Integrismo y catolicismo integral”— (Casterman; de aquí en más, citado como Integrismo).
Luego, en 1977, Émile Poulat publicó una vida de Mons. Benigni bajo el título de Catholicisme, démocratic et socialisme (Casterman).
Finalmente, en 1996, la Disquisitio fue publicada en francés (Courrier de Rome). Así, estas tres últimas publicaciones, cincuenta años luego de los eventos, nos permiten adquirir una idea correcta de la cuestión.

El Fin de un Reino

Los documentos nos indican que esta “sociedad secreta” realmente existió de 1090 a 1914, aunque fue restablecida en 1915 y vivió hasta 1921. Así, para bien entender esta historia, debemos examinar el pontificado de San Pío X y el ambiente en que esta “sociedad secreta” evolucionó. Sin embargo, las opciones y los problemas del pontificado de Giuseppe Sarto pueden ser explicadas completamente sólo comprendiendo la historia de la Iglesia y del Papado inmediatamente precedente. Pretendemos, entonces, realizar una síntesis del período comprendido entre la muerte de Pío IX y la elección de Pío X, es decir, del pontificado de León XIII.
Cuando Pío IX muere en 1878, era muy amado de los fieles. Por otro lado, él y la Iglesia se habían enredado, enfrentado, con ciertos gobiernos (Francia, Italia, Alemania, Suiza, España, etc.) y con la clase intelectual dominante. El nuevo papa, León XIII, sintió la necesidad de extraer a la Iglesia de este impasse, para lo cual procuraría un pontificado intelectual y diplomático. En cuanto a la diplomacia: Sólo basta citar el ralliement en Francia, el final de la Kulturkampf en Alemania, la reconciliación con Rusia, el restablecimiento de la paz religiosa en Suiza, etc. En cuanto a las ideas. En cuanto a las ideas: Elegido en 1878, León XIII publicó las cartas encíclicas Æterni Patris (Sobre la Filosofía Cristiana, en 1879); Arcanum (Acerca del matrimonio, en 1880); Diuturnum (Sobre el Poder Civil, en 1881); Sæpe numero (De la Historia, en 1883); Humanum Genus (Acerca de la Masonería, en 1884); Immortale Dei, (Acerca del estado, en 1885); Libertas (Sobre la Libertad, en 1888); Rerum Novarum (De las Cuestiones Sociales, en 1891); Providentissimus (Sobre la Sagrada Escritura, en 1893); Satis Cognitum, (Sobre la iglesia, en 1896); y Divinum (Sobre el Espíritu Santo, en 1897).
La maniobra no fue sin suceso. La situación general pasó a ser menos problemática. Un edificio intelectual fue erigido contra la modernidad. El pontificado de León fue relativamente glorioso; la Iglesia se desarrolla y prospera, al menos a simple vista. Tres puntos, sin embargo, tornarán tal panorama en frágil e incierto más que en sólido y real.
En primer lugar, León XIII se encandiló (voluntariamente o no) acerca de la causa de la hostilidad de los gobiernos. La atribuyó menos a la perversidad de los enemigos que a las malas políticas por parte de los católicos. De aquí que tendiera a sacudir la resistencia política de los católicos. Además, León XIII se encandiló (voluntariamente o no) acerca de la causa de la hostilidad de los intelectuales. La atribuyó menos a un racionalismo nacido de las pasiones, que a cierta parquedad e inadecuada presentación de la verdad por parte de los católicos. De aquí que tendiera a debilitar la resistencia intelectual de los católicos.
A renglón seguido, León XIII, intelectual y diplomático, no se familiarizó lo suficiente con los detalles prácticos de lo que ordenaba y no perseveraba en sus designios cuando éstos encontraban obstáculos. Más aún, su largo pontificado y su gran edad implicaron que hacia el fin de su pontificado la Iglesia era gobernada débilmente. Es cierto, condenó el americanismo (1899), protestó acerca de errores en Francia (1899), prohibió dar un sentido político a la expresión “Democracia Cristiana” (1901). En la encíclica Graves de Communi, sobre la Democracia Cristiana, enero 18 de 1901, se lee en el párrafo pertinente:
“… Sería un crimen torcer este nombre de Democracia Cristiana hacia la política, ya que a pesar que la democracia, tanto en sus sentidos filológico y filosófico, implica gobierno popular, con todo, su aplicación presente [Democracia Cristiana] se emplea, removiendo de ella todo sentido político, para significar nada más que un movimiento benevolente y cristiano en nombre del pueblo.” [Ver The Great Encyclical Letters of Pope Leo XIII (TAN Books, 1995), p.482.]
Graves de Communi alerta a los obispos acerca de peligros que se asomaban (1902). Sin embargo, raramente sus pronunciamientos eran seguidos de medidas prácticas.
Finalmente, León XIII no evitó el “peligro en el seno de la Iglesia(Gaudeau), que era un “peligro en fe y disciplina” (Desfoyere) por una “crisis anti-doctrinal” (Fontaine) debida a “infiltraciones kantianas, protestantes y masónicas en la Iglesia(Barbier), que introdujeron “un nuevo catolicismo y un nuevo clero” (Maignen). El historiador y el cristiano están obligados a reconocer en los hechos “los avances del liberalismo bajo León XIII” (Barbier). Tal fue la postrera y dramática situación en 1903 —ya no más respecto a relaciones externas, sino de dentro de la misma Iglesia— a la muerte de León XIII. 

Un Nuevo Pontificado

En esta preocupante situación, José Cardenal Sarto fue elegido Pontífice Máximo el 4 de agosto de 1903. Tomó el nombre de Pío X, “en honor a los Papas que tanto han sufrido” (Pío VI, Pío VII, y Pío IX).
Grandemente contrastaba el nuevo Papa con su predecesor. En primer lugar, Pío X era de más fuerte voluntad, que intelectual. Su gran encíclica fue acerca del modernismo. Pío X prefería el sudo del motu proprio, un pronunciamiento conciso seguido de la acción. Así, llegaba al meollo del asunto y se aseguraba que las cosas se hacían como él había decidido. En noviembre 22, 1903, por ejemplo, promulgó el motu proprio sobre la música sagrada que fue seguido: El 8 de diciembre de 1903, por una carta sobre la música; el 8 de enero de 1904, por un decreto sobre la música; y el 25 de abril de 1904, por otro motu proprio sobre Canto Gregoriano. Esta energía de la voluntad le permitiría en poco tiempo restaurar la música, reformar las reglas concernientes a la recepción de la Comunión, la reforma de la Curia, la del Breviario, la del Derecho Canónico.
En segundo lugar, a pesar de saber ser astuto y de evitar buscar confrontación, Pío X ni era personalmente un diplomático, ni tenía el temperamento para ello. A pesar de que no deseaba conflictos, tampoco los rechazaba si los creía necesarios (ni dudaba en hacerlos saber). Tal fue el caso en los temas de la separación de Iglesia y Estado en Francia, de “Le Sillon” y, especialmente, del modernismo.
Es a la luz de estos dos rasgos característicos, que deben ser juzgadas las acciones de Pío X en lidiando con el enorme peligro que amenazaba a la Iglesia, un peligro para con el cual León XIII, si bien lo percibió, nunca llegó a aportar los medios que lo erradicaran. Pío X confrontó el peligro que él llamó “modernismus" de modo práctico. Su gran encíclica Pascendi abiertamente ataca al modernismo, herejía que él describió en aras a extirparla. 

El Modernismo de acuerdo a Pío X

La historiografía del modernismo generalmente recibida (vista, en primera instancia, en el serio trabajo de Jean Rivière, Le modernisme dans I'Eglise, Letouzey & Ane, 1929), sufre, en nuestra opinión, de un error metodológico mayor. Pocos modernistas son identificados y, así, el modernismo es reducido a unos escasos personajes principales de la escena histórica (Hébert, Loisy, Tyrrell, Laberthonniere, Turmel, Houtin, etc.). Este método es tanto más peligroso, cuanto ninguno de los documentos pontificios (Lamentabili, Pascendi, Sacrorum Antistitum, etc.) especificaban nombres.
El único método realmente pertinente es estudiar cómo San Pío X mismo caracterizaba al modernismo en sus palabras, en sus escritos y en sus actos. Por brevedad no podemos hacer esto, así que nos limitaremos a evocar sucintamente la realidad de la infiltración modernista en la Iglesia tal cual San Pío X la describía.
El Pontífice utiliza una espeluznante expresión en Pascendi: Los modernistas se habrán de encontrar “in sinu gremioque Ecclesiæ", en el mismísimo corazón y seno de la Iglesia [§2 de la encíclica. La frase entera es: “Que Nos debamos actuar sin demora en esta materia, es imperativo especialmente por el hecho que los partisanos del error han de ser buscados no sólo de entre los abiertos enemigos de la Iglesia; sino —lo que es más temido y deplorable— en su mismísimo seno, y cuanto más maliciosos son, menos se manifiestan a la luz del sol.” El abanico incluye a seglares, religiosos, sacerdotes, obispos y aún cardenales. En 1910, tres años luego de Pascendi, Pío X afirmaba en Sacrorum Antistitum:
“Los modernistas no han cesado de agitar en orden a perturbar la paz de la Iglesia. Ni han cesado de reclutar seguidores en vistas a formar un grupo clandestino.” Agregaba: “Son enemigos tanto más formidables, por estar tan cerca.”
Esta descripción de la situación, tomada en conjunto con la evolución subsiguiente de la Iglesia, notablemente la crisis presente (Roncalli tenía 26 años en 1907, y Montini 10), era completada por otro pronunciamiento de Pío X en 1912: “De gentibus non est vir mecum,” v.gr., “de éstos, no hay uno conmigo”. Esta declaración llevaba a la necesaria y lógica conclusión: Pío X mismo estaba rodeado de modernistas y semi-modernistas. Por esta razón, Pío X podía enterarse de cosas sólo con dificultad; Pío X actuaba bajo restricción; a menudo se contradecía a Pío X, se le engañaba y traicionaba. Su voluntad era obstruida por la vaguedad, por la oposición muda, por la inercia, la negligencia y la resistencia pasiva en vistas a su muerte. “El pontificado de Pío X”, escribe Émile Poulat, “permanece un enigma si uno no aprecia el drama de una voluntad fuerte acoplada a una autoridad débil; una voluntad aún más fuerte que lo que a menudo se reconoce, y una autoridad más débil que lo que todos piensan” (Intégrisme, p.67).

Monseñor Umberto Benigni (1862-1934)

Para superar el obstáculo de un entorno hostil o reticente, una de las soluciones era ensamblar un pequeño equipo de “missi dominici”, “enviados”, que pudieran sortear las jerarquías oficiales y obrar a pesar de la parálisis general. Fue allí, escribe Poulat (ibíd.), “que el aislamiento de Pío X encontró la lealtad de Benigni”. Aquí, finalmente, aparece el famoso Benigni, de quien tanto hemos hablado sin hasta ahora decir quién era o qué tarea cumplía.
Umberto Benigni había nacido en Perusa (Umbría, Italia) el 30 de marzo de 1862, el mayor de cinco retoños, en una familia de modestas circunstancias. Poco faltaba para 1870, cuando —conculcando los derechos inmemoriales de los Papas a sus dominios temporales— la Roma Pontificia fue arrebatada por las tropas de la Casa de Saboya, y convertida en Capital del entonces inaugurado “Reino de Italia”, lo que resultó en la estrategia política católica del “non expedit”, o renuncia del católico a involucrarse en política.
A los once años de edad, Benigni entró en el seminario diocesano (el ordinario del lugar era Gioachino Pecci, el futuro León XIII), donde completó todos sus estudios. Fue ordenado sacerdote el 20 de noviembre de 1884, con dispensa por edad. Fue inmediatamente nominado profesor de historia y tenazmente se puso a trabajar en la publicación de un panfleto sobre la Biblia en 1892, y en la introducción a la Historia de la Iglesia. También fue capellán diocesano de varias asociaciones católicas, y en tal capacidad creó su primer boletín o diario, el lema del cual (en la masónica Italia del Risorgimento) contenía su programa: “Siempre por el Papa y con el Papa”. El código de toda su acción fue la encíclica Rerum Novarum. (También escribiría una “Historia Social de la Iglesia”.)
En 1892 fue miembro de la comisión de la Opera dei Congressi, antecesora de la Acción Católica Italiana. En 1893 fue editor del matutino católico Eco d'Italia. En 1895 se fue a Roma. Allí se sumergió en la investigación histórica. Obtuvo modesto empleo en la Librería Vaticana y, en 1900, comenzó a escribir para el diario católico La Voce della Verità, del cual se convirtió en director un año después, a la vez que profesor de Historia de la Iglesia en el Seminario Romano. En 1902 León XIII le nombró miembro de la Comisión Histórico-Litúrgica.
En 1904 entró como minutante [adjunto o secretario; encargado de las redacciones breves o “minutas”] en la Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe. En 1906 sus talentos y cultura le llevaron a ser nombrado como adjunto por el Secretario de la Sagrada Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, Mons. Pietro Gasparri (futuro Secretario de Estado bajo Benedicto XV). Por la reorganización de la Curia efectuada por Pío X, ese año esta Congregación fue anexada a la Secretaría de Estado, y Mons. Benigni pasó a ser subsecretario de la primera sección, y quinto personaje del “Gobierno Pontificio”. Así, fundó un servicio de Prensa Vaticana y la Corrispondenza Romana, de la cual él diría que “no era ni oficial ni no-oficial”.
El 6 de marzo de 1911, víctima de intrigas de palacio, Mons. Benigni fue “promovido” a “Protonotario Apostólico Participante”, mientras que su asociado, Mons. Eugenio Pacelli (futuro Secretario de Estado de Pío XI, y luego Papa Pío XII), le reemplazó. Sin duda que fue desalojado y sacrificado por razones políticas, y tampoco hay dudas que en estos asuntos su honor permaneció impecable. (Émile Poulat se explaya a lo largo de ochenta páginas en su biografía de Mons. Benigni para exponer completamente este complejo episodio.)
Mons. Benigni se encontró, entonces, enteramente libre y se entregó de lleno a su trabajo periodístico y al combate al que retornaremos luego. Muerto Pío X y finalizada la Gran Guerra, se encontró más y más aislado, aunque continuando sus lides con la pluma. Ante el surgimiento del Fascismo, sostuvo la bandera de Cristo Rey, como Pío XI y la Curia. Finalmente se unió al Fascismo, al mismo tiempo que il Duce Benito Mussolini se acercaba más y más al catolicismo.
Murió en Roma el 27 de febrero de 1934.
El P. Antonelli, en su Disquisitio, declara de él: “Debe decirse que de acuerdo a toda la información que poseemos, nadie puede dudar la sincera devoción de Mons. Benigni a la Iglesia y al Papa. Quiso dedicarse él y dedicar sus múltiples talentos intelectuales, así como su vasta experiencia, al servicio de la Iglesia.” Más adelante, explica “Fue esta justa aversión contra las tendencias modernistas, en el más amplio sentido de la expresión, que hizo que Mons. Benigni entrara en las miras de Pío X.” Notablemente hizo esto con La Sapinière.

La Sociedad de San Pío V

Gracias a su vasto conocimiento, sus extensos contactos y su posición en la Curia, Mons. Benigni gradualmente advirtió la casi-universal extensión del modernismo, así como sus característicos secretismo, clandestinidad e internacionalidad. La idea de un contraataque global tomó forma en su mente. Sería de alcances internacionales, protegido por el secreto y colocado bajo la autoridad de la Santa Sede en la forma de una congregación o instituto: El Sodalitium Pianum. Vislumbraba un instituto secular de derecho pontificio cuyo fin sería diseminar directivas papales y acopiar las ideas en circulación en vistas a ponerlas a la consideración de la Santa Sede. Elementos capitales eran el secreto en relación al mundo externo y las totales lealtad y veracidad hacia la autoridad papal, en aras a desarmar la conspiración modernista.
El Sodalitium tenía su base en Roma y era gobernado por su director, Mons. Benigni, gozando de una dieta o estipendio equivalente al de un concejo administrativo. Dos de sus miembros son conocidos: Los Padres Jules Saubat y Charles Maignen. Los miembros pueden incluir tanto individuos aislados (sacerdotes o seglares) y grupos, denominados “Conferencias de San Pedro”. De acuerdo a lo propuesto inicialmente, estas personas o grupos se beneficiarían tanto de exención de rendir cuentas a autoridad episcopal, como de derecho al secreto. De hecho, Gaetano Cardenal De Lai —el Cardenal protector del Instituto— y, probablemente, San Pío X mismo, siempre permanecieron reticentes ante estos dos puntos por obvias razones. Los críticos mencionan miles de miembros; Benigni habla de cien; Poulat afirma, empero, que el número de miembros nunca superó los cincuenta.
Para cumplir la misión de reunir información, el Sodalitium Pianum tenía un “servicio ordinario”: La diaria transmisión de información a la Curia. Tenía, asimismo, un “servicio extraordinario”: Misiones específicas discretamente llevadas adelante para la Curia o, aún, para el Papa mismo.
La misión del Sodalitium de difusión, incluía:
·                Cartas a los miembros del Sodalitium Pianum, v.gr.: Paulus, Borromæus, etc., (nombres en clave).
·                El membrete “Correspondencia de Roma”, impreso en la hoja con el artículo, para poder ser éste directamente recortado y pegado en sus originales, por los diarios que la recibían.
·                La Agenzia Internationale Roma (AIR), que publicaba un boletín diario.
·                Publicaciones directamente unidas al Sodalitium Pianum: La Vigie, del P. Boulin en Francia, la Correspondance Catholique de Jonckx, en Bélgica, y My si Katolicka en Polonia.
·                Publicaciones amigas: La Critique du Libéralisme del P. Barbier en Francia y varias revistas en Alemania, Austria, Italia, etc.
Para salvaguardar sus secretos, un “código” era utilizado en la correspondencia. (Detalles del sistema están provistos en Intégrisme, #80, pp. 159. “En lo referente al uso del secreto”, escribe Émile Poulat, “era requerido de los miembros, así como del código destinado a preservarlo cuando se comunicaban unos con otros. Ésta era la práctica universal. En realidad, no es esto lo que constituye una sociedad secreta. Más aún, dos personas tenían el derecho de conocer todo en cualquier momento: El Cardenal Protector y el Papa”, p.65.
El P. Antonelli escribe: “El secreto observado por Mons. Benigni era el mismo utilizado en bancos e industrias; un código es, de por sí, ni malo, ni sospechoso. Todos los gobiernos, aún la Santa Sede, han utilizado códigos secretos por siglos… Objetivamente, sopesando los hechos, el secreto y el uso de un código eran, en cierto modo, un medio necesario y útil, ciertamente no inmoral, ya que Mons. Benigni no guardaba secretos para con la autoridad competente: La Santa Sede”, (Disquisitio, p.255).
En el código, el Sodalitium Pianum es designado bajo el nombre La Sapinière”,  bajo el cual entró en la historia.

El apoyo del Papa Pío X

El Sodalitium Pianum fue fundado en 1909 y disuelto por voluntad de Mons. Benigni al comienzo de la Gran Guerra (1914) con la muerte de Pío X. Reconstituido en 1915, pero, de aquí en más, marginalizado, continuó hasta la encuesta de 1921, luego de la cual fue oficial y definitivamente disuelto por la autoridad romana.
No hay duda que el Sodalitium Pianum fue apoyado por Roma. Mons. Benigni cita como sus sostenes —con documentos y pruebas— a los cardenales Merry del Val, Vives, Falconio, Gotti, Van Rossum, Sevin, así como también obispos, prelados, etc. Muy especialmente el Cardenal De Lai, el “hombre fuerte” del pontificado.
Por sobre todos, sin embargo, el Sodalitium Pianum era apoyado por Pío X. Especialmente conocidos son sus tres aprobaciones manuscritas de 1911, 1912 y del 6 de julio de 1914, un mes antes de su muerte. En adición, Pío X proveyó el Sodalitium de un subsidio anual de mil liras, el cual no se realizaba de modo puramente administrativo; de hecho, habiéndose olvidado un año el Papa de enviarlo, oportunamente lo hizo enviar por su secretario. Otras circunstancias, en particular misiones confiadas específicamente por el Papa a los miembros de La Sapinière, igualmente atestiguan el apoyo y la confianza de Pío X. “Para aquéllos que conocen a Pío X y a su innegable rectitud, [estos hechos] son la absolutamente segura indicación que el Papa vio en el Sodalitium Pianum a una buena institución (Disquisitio, p.258).
Sin embargo, el Sodalitium Pianum nunca obtuvo el rango de derecho pontificio. El Cardenal De Lai, su más firme apoyo dudaba acerca de la cuestión de mantener fuera del secreto a los obispos diocesanos. Si bien compartía sus recelos hacia ellos, aún así no quería socavar sus derechos (Disquisitio, p.279).
La situación podría haber progresado (ya por la modificación de los estatutos del Sodalitium Pianum, ya por la eventual aceptación del derecho de secreto), pero la muerte de Pío X y el comienzo de la guerra intervinieron. Tal como escueta y lapidariamente lo expresara el Cardenal Sbarreti en 1921: “Habiendo cambiado hoy las circunstancias” —se refería al arribo de Benedicto XV y sus nuevas políticas— “se convirtió en ‘oportuno’ disolver el Sodalitium Pianum.


"Alabemos a los varones ilustres…" (Eclesiástico 44:1)

El siguiente sería un sumario de los hechos relevantes a esta organización romana:
·                Tuvo de 50 a 100 miembros.
·                Funcionó de 1909 hasta 1914.
·                Reunía noticias para la Santa Sede y difundía noticias.
·                Ocasionalmente se encargó de misiones especiales para la Curia.
·                Operó bajo el sello de relativo secreto.
·                Sin embargo, sus actividades eran plenamente conocidas por sus superiores.
·                Tenía el apoyo de cardenales y, especialmente, el de San Pío X.
En reacción a todo esto, nos encontramos con imaginaciones, odios y calumnies.
Imaginaciones: Los adversarios creían, o pretendían creer que la “masonería negra” —expresión con que denostaban al Sodalitium— era omnipotente. En realidad, la organización fue pobre en números, en medios y en influencia, aún si Benigni mismo fue muy efectivo.
Odios: Las profundas e imperecederas voces cargadas de odio —atemorizantes— expresadas contra Benigni y, a su través, contra el Sodalitium Pianum, se escuchan todavía hoy día.
Calumnias: Campañas mediáticas extremadamente virulentas, cargadas de mentiras, maledicencias e insultos fueron y son lanzadas contra Benigni, el Sodalitium Pianum y, en general, contra los anti-liberales.
Mons. Benigni (tal como todos los otros miembros del Sodalitium Pianum) tenían sus humanas faltas y caídas. Era colérico e impulsivo. Pudo haber sido testarudo. No obstante, era de buena moral y sana ortodoxia. Era cultivado y curioso, con el temperamento de un policía —lo que era deseable para la misión que tenía que llevar adelante. El testimonio del P. Jules Saubat al respecto (Disquisitio, p.67) es fascinante.

Igualmente podemos sintetizar esta material en cuestión de este otro modo:
Mons. Humberto Benigni fue un clérigo que tenía una excelente carrera. Había un sombrero de cardenal esperándole y, eventualmente, el puesto de Secretario de Estado. Creyó en Pío X y se mantuvo con él. Fue obstaculizado, detenido, quebrado y, finalmente, marginalizado. A su muerte, ni una sola palabra apareció en L’Oseervatore Romano; en su funeral, nadie representó a la Curia y sólo dos sacerdotes amigos siguieron el cortejo…
El Sodalitium Pianum fue una “Congregación” reconocida, cuyo reconocimiento, empero, no fue pleno. Debió padecer odios sin frenos, calumnias, campañas de prensa negativa y de medias verdades. De últimas, fue disuelta.
Esta pequeña banda sin muchos medios se había resuelto a defender a Dios y a la Iglesia. A pesar de los obstáculos y humillaciones sin número cumplió un trabajo importante y efectivo en oponerse a las influencias modernistas y modernizantes.
Más aún, en el asunto Sodalitium Pianum se pueden encontrar todos los ingredientes de la presente crisis de la Iglesia.
Pío X claramente vio que el mismísimo grave peligro que amenazaba la Fe y la Iglesia. Actuó con energía, notablemente confiando en el apoyo incondicional de unos pocos soldados escogidos, entre los cuales tallaban Mons. Benigni y el Sodalitium Pianum.
Fue obstaculizado y entorpecido, pero respondió luchando. “Pío X”, escribe Émile Poulat, “quien sólo conoce un camino y nada promueve que pueda permitir equívocos, sin embargo es paciente con los hombres, sabedor de las oposiciones y vacilaciones que excita en el Sacro Colegio.”
Las acciones de San Pío X retrasaron el modernismo durante cincuenta años, aunque —debido a que sus guías no fueron seguidas— éste no fue erradicado, progresando en la clandestinidad, sólo para resurgir con ocasión del Concilio Vaticano II.
Nosotros, también, en parte, estamos viviendo en los márgenes de la estructura eclesiástica, lo que Mons. Benigni y el Sodalitium Pianum vivieron en el corazón de esa misma estructura. De aquí que podamos lícitamente clamar con ellos, derechos de herederos y continuadores de la esclarecida y egregia figura del Papa San Pío X en su lucha contra el modernismo impío.