Mons. Benigni y el Sodalitium Pianum
Por el P. Gregoire Celier, de la F.S .S.P.X
THE ANGELUS:
Noviembre 2003 Volumen XXVI, N° 11
H
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ablaremos sobre la Sodalitium Pianum —en castellano, “La Sociedad de San Pío V”—,
mejor conocida en la historia bajo su nombre en código: La Sapinière. Simplemente nos limitaremos a
proveer de una simple descripción del grupo. Explicar todos los detalles de su
origen y desarrollo sería muy largo y complicado y requeriría sumergirse
profundamente en la historia religiosa de 1854 a 1914. A los interesados
referiré al trabajo del Padre Emmanuel Barbier, Histoire du catholicisme
libéral et du catholicisme social (Cadoret, 1923-1924), así como a las
obras de Émile Poulat, que citaré más tarde. Nuestro propósito aquí no es
responder todas las posibles preguntas, sino hacer las correctas preguntas en
orden a dar a todos suficiente materia para reflexión.
Historia
de una Historia
Antes de lanzarnos a la historia de La Sapinière , es necesario describir su pre-historia que,
en realidad, es su post-historia. En esta materia es importante utilizar la
apta expresión de Jean Madiran: “la historia de una historia.”
Bajo el pontificado de San Pío X comenzó
a circular un rumor acerca de la existencia de una “sociedad secreta” internacional,
antiliberal, antimodernista, reaccionaria, “integrista”, dirigida por un
monseñor romano, Umberto Benigni. Esta sociedad secreta, se alegaba, actuaba
principalmente por denuncias hechas ante las autoridades romanas así como por
infiltración en la prensa católica.
En octubre de 1914, Mons. Mignot, el muy
liberal Obispo de Albi (Francia), dirigió un informe acerca de esta materia a
Domenico Cardenal Ferrata, Secretario de Estado del Papa Benedicto XV. En marzo
de 1915, estando Bélgica ocupada por los alemanes, el director de un
marcadamente liberal diario alemán, Heinz Brauweiler, y uno de sus amigos religiosos,
el P. Hubertus Höner —ambos se habían enfrentado con Mons. Benigni antes de la
guerra— pidieron a la administración militar de ocupación que confiscara los documentos
relativos a esta “sociedad secreta” de la oficina del abogado belga Alphonse
Jonckx. La existencia de esta “sociedad secreta” fue revelada a ellos por el P.
Floris Prim, un sacerdote belga en quien Jonckx había confiado, pero que de
hecho era el amigo e informante del P. Höner. Habiendo la administración
militar allanado la oficina del abogado, los alemanes meticulosamente la
inspeccionaron, confiscando documentos y remitiéndolos a Brauweiler y Höner.
En la primavera de 1921, un memorandum anónimo (escrito por el
sacerdote sulpiciano Fernand Mourret), desarrollado a partir de una fotocopia
de aquellos documentos belgas confiscados, fue enviado a los obispos de
Francia, los superiores de órdenes religiosas, la Nunciatura , y el
Secretario de Estado del Papa. Este memorandum reclamaba de la romana Sagrada
Congregación del Concilio el conducir una investigación acerca de las actividades
de Mons. Benigni.
En enero de 1922, una virulenta denuncia
de esta “sociedad secreta” fue publicada en La Nation Belge
(escrita por un antiguo colaborador de La Croix , Alphonse Janne),
así como en varios otros diarios. En marzo de 1922, la revista Le mouvement
desfaits et des idées, dirigida
por el P. Alphonse Lugan y casi exclusivamente entregada a denunciar a la
[derecha y monárquica] “Acción Francesa”, publicaba el memorandum anónimo, los
artículos derivados de La
Nation Belge , el informe de Mons. Mignot y algunos
de los documentos confiscados a Jonckx. En enero de 1928, Nicolas Fontaine
(seudónimo de Louis Canet, un alto funcionario del Oficina de Cultos del
Ministerio del Interior francés, y ejecutor por Loisy y Laberthonniere), publicaba
“Saint-Siège,
Action Française et catholiques intégraux” (“La Santa Sede ,
la Acción Francesa
y los católicos integristas”) e incluía algunos de los documentos Jonckx.
En marzo de 1928, en su deposición por
el proceso de beatificación de Pío X, Pietro Cardenal Gasparri —el entonces Secretario
de Estado de Pío XI— fue extremadamente severo en su juicio del difunto
pontífice y de sus relaciones con Mons. Benigni, de quien fuera el superior
directo.
En 1950, durante el proceso de
beatificación de Pío X, se pidió al P. Ferdinando Antonelli que condujera una
investigación particular, la cual llevó a la redacción de una Disquisitio acerca “de la conducta del
Pontífice [Pío X] contra el modernismo”. Una importante parte de la Disquisitio está dedicada a Mons. Benigni. Esta
Disquisitio, aunque no fue hecha pública, fue empleada por el P. Raymond
Dulac en 1952 en La
Pensée Catholique , luego por Mons. François Ducaud-Bourget in 1954 (quien más
tarde, 1974, publicaría su estudio bajo el título La maçonnerie noire ou la
vérite sur I'intégrisme [La masonería negra o la verdad acerca del
integrismo]). En 1964, Jean Madiran publicaba L'integrisme, histoire d'une
histoire, “El integrismo, historia
de una historia” (Nouvelles Editions Latines) que consistía en un
análisis crítico de todos los documentos disponibles.
En 1969 ocurrió una verdadera revolución
en todo este tema. Al final de una investigación casi policial, el sociólogo Émile
Poulat publicó 214 documentos correspondientes a esta “sociedad secreta”, junto
con numerosas y valiosas anotaciones, bajo el título de Intégrisme et
catholicisme intégral —“Integrismo
y catolicismo integral”— (Casterman; de aquí en más, citado como Integrismo).
Luego, en 1977, Émile Poulat publicó una
vida de Mons. Benigni bajo el título de Catholicisme, démocratic et
socialisme (Casterman).
Finalmente, en 1996, la Disquisitio fue publicada en francés (Courrier de Rome). Así, estas tres
últimas publicaciones, cincuenta años luego de los eventos, nos permiten
adquirir una idea correcta de la cuestión.
El Fin de
un Reino
Los documentos nos indican que esta
“sociedad secreta” realmente existió de 1090 a 1914, aunque fue restablecida en 1915 y
vivió hasta 1921. Así, para bien entender esta historia, debemos examinar el
pontificado de San Pío X y el ambiente en que esta “sociedad secreta” evolucionó.
Sin embargo, las opciones y los problemas del pontificado de Giuseppe Sarto pueden
ser explicadas completamente sólo comprendiendo la historia de la Iglesia y del Papado
inmediatamente precedente. Pretendemos, entonces, realizar una síntesis del
período comprendido entre la muerte de Pío IX y la elección de Pío X, es decir,
del pontificado de León XIII.
Cuando Pío IX muere en 1878, era muy
amado de los fieles. Por otro lado, él y la Iglesia se habían enredado, enfrentado, con
ciertos gobiernos (Francia, Italia, Alemania, Suiza, España, etc.) y con la
clase intelectual dominante. El nuevo papa, León XIII, sintió la necesidad de
extraer a la Iglesia
de este impasse, para lo cual
procuraría un pontificado intelectual y diplomático. En cuanto a la diplomacia:
Sólo basta citar el ralliement en
Francia, el final de la Kulturkampf en Alemania, la reconciliación con
Rusia, el restablecimiento de la paz religiosa en Suiza, etc. En cuanto a las
ideas. En cuanto a las ideas: Elegido en 1878, León XIII publicó las cartas
encíclicas Æterni Patris (Sobre la Filosofía Cristiana ,
en 1879); Arcanum (Acerca del matrimonio, en 1880); Diuturnum (Sobre
el Poder Civil, en 1881); Sæpe numero (De la Historia , en 1883); Humanum
Genus (Acerca de la
Masonería , en 1884); Immortale Dei, (Acerca del
estado, en 1885); Libertas (Sobre la Libertad , en 1888); Rerum Novarum (De las
Cuestiones Sociales, en 1891); Providentissimus (Sobre la Sagrada Escritura ,
en 1893); Satis Cognitum, (Sobre la iglesia, en 1896); y Divinum (Sobre
el Espíritu Santo, en 1897).
La maniobra no fue sin suceso. La
situación general pasó a ser menos problemática. Un edificio intelectual fue
erigido contra la modernidad. El pontificado de León fue relativamente
glorioso; la Iglesia
se desarrolla y prospera, al menos a simple vista. Tres puntos, sin embargo,
tornarán tal panorama en frágil e incierto más que en sólido y real.
En primer lugar, León XIII se encandiló
(voluntariamente o no) acerca de la causa de la hostilidad de los gobiernos. La
atribuyó menos a la perversidad de los enemigos que a las malas políticas por
parte de los católicos. De aquí que tendiera a sacudir la resistencia política
de los católicos. Además, León XIII se encandiló (voluntariamente o no) acerca
de la causa de la hostilidad de los intelectuales. La atribuyó menos a un
racionalismo nacido de las pasiones, que a cierta parquedad e inadecuada
presentación de la verdad por parte de los católicos. De aquí que tendiera a
debilitar la resistencia intelectual de los católicos.
A renglón seguido, León XIII,
intelectual y diplomático, no se familiarizó lo suficiente con los detalles prácticos
de lo que ordenaba y no perseveraba en sus designios cuando éstos encontraban
obstáculos. Más aún, su largo pontificado y su gran edad implicaron que hacia
el fin de su pontificado la
Iglesia era gobernada débilmente. Es cierto, condenó el americanismo (1899), protestó acerca de
errores en Francia (1899), prohibió dar un sentido político a la expresión “Democracia Cristiana” (1901). En la
encíclica Graves de Communi, sobre la Democracia Cristiana ,
enero 18 de 1901, se lee en el párrafo pertinente:
“… Sería un
crimen torcer este nombre de Democracia Cristiana hacia la política, ya que a
pesar que la democracia, tanto en sus sentidos filológico y filosófico, implica
gobierno popular, con todo, su aplicación presente [Democracia Cristiana] se emplea, removiendo de ella todo sentido
político, para significar nada más que un movimiento benevolente y cristiano en
nombre del pueblo.” [Ver The Great
Encyclical Letters of Pope Leo XIII (TAN Books, 1995), p.482.]
Graves de Communi alerta a los obispos acerca de peligros que se asomaban (1902). Sin
embargo, raramente sus pronunciamientos eran seguidos de medidas prácticas.
Finalmente, León XIII no evitó el “peligro en el seno de la Iglesia ” (Gaudeau),
que era un “peligro en fe y disciplina” (Desfoyere)
por una “crisis anti-doctrinal” (Fontaine)
debida a “infiltraciones kantianas,
protestantes y masónicas en la
Iglesia ” (Barbier), que introdujeron “un nuevo catolicismo y un nuevo clero” (Maignen). El historiador y
el cristiano están obligados a reconocer en los hechos “los avances del liberalismo bajo León XIII” (Barbier). Tal fue la
postrera y dramática situación en 1903 —ya no más respecto a relaciones
externas, sino de dentro de la misma Iglesia— a la muerte de León XIII.
Un Nuevo
Pontificado
En esta preocupante situación, José
Cardenal Sarto fue elegido Pontífice Máximo el 4 de agosto de 1903. Tomó el
nombre de Pío X, “en honor a los Papas
que tanto han sufrido” (Pío VI, Pío VII, y Pío IX).
Grandemente contrastaba el nuevo Papa
con su predecesor. En primer lugar, Pío X era de más fuerte voluntad, que intelectual.
Su gran encíclica fue acerca del modernismo. Pío X prefería el sudo del motu proprio, un pronunciamiento conciso
seguido de la acción. Así, llegaba al meollo del asunto y se aseguraba que las
cosas se hacían como él había decidido. En noviembre 22, 1903, por ejemplo,
promulgó el motu proprio sobre la
música sagrada que fue seguido: El 8 de diciembre de 1903, por una carta sobre
la música; el 8 de enero de 1904, por un decreto sobre la música; y el 25 de abril
de 1904, por otro motu proprio sobre
Canto Gregoriano. Esta energía de la voluntad le permitiría en poco tiempo
restaurar la música, reformar las reglas concernientes a la recepción de la Comunión , la reforma de la Curia , la del Breviario, la
del Derecho Canónico.
En segundo lugar, a pesar de saber ser
astuto y de evitar buscar confrontación, Pío X ni era personalmente un diplomático,
ni tenía el temperamento para ello. A pesar de que no deseaba conflictos,
tampoco los rechazaba si los creía necesarios (ni dudaba en hacerlos saber).
Tal fue el caso en los temas de la separación de Iglesia y Estado en Francia,
de “Le Sillon” y, especialmente, del
modernismo.
Es a la luz de estos dos rasgos
característicos, que deben ser juzgadas las acciones de Pío X en lidiando con
el enorme peligro que amenazaba a la
Iglesia , un peligro para con el cual León XIII, si bien lo
percibió, nunca llegó a aportar los medios que lo erradicaran. Pío X confrontó
el peligro que él llamó “modernismus"
de modo práctico. Su gran encíclica Pascendi
abiertamente ataca al modernismo, herejía que él describió en aras a extirparla.
El
Modernismo de acuerdo a Pío X
La historiografía del modernismo
generalmente recibida (vista, en primera instancia, en el serio trabajo de Jean
Rivière, Le modernisme dans I'Eglise, Letouzey & Ane, 1929), sufre,
en nuestra opinión, de un error metodológico mayor. Pocos modernistas son
identificados y, así, el modernismo es reducido a unos escasos personajes
principales de la escena histórica (Hébert, Loisy, Tyrrell, Laberthonniere,
Turmel, Houtin, etc.). Este método es tanto más peligroso, cuanto
ninguno de los documentos pontificios (Lamentabili, Pascendi,
Sacrorum Antistitum, etc.) especificaban nombres.
El único método realmente pertinente es
estudiar cómo San Pío X mismo caracterizaba al modernismo en sus palabras, en
sus escritos y en sus actos. Por brevedad no podemos hacer esto, así que nos
limitaremos a evocar sucintamente la realidad de la infiltración modernista en la Iglesia tal cual San Pío X
la describía.
El Pontífice utiliza una espeluznante
expresión en Pascendi: Los
modernistas se habrán de encontrar “in sinu gremioque Ecclesiæ", en el mismísimo corazón y seno de la Iglesia [§2 de la
encíclica. La frase entera es: “Que Nos
debamos actuar sin demora en esta materia, es imperativo especialmente por el
hecho que los partisanos del error han de ser buscados no sólo de entre los
abiertos enemigos de la
Iglesia ; sino —lo que es más temido y deplorable— en su
mismísimo seno, y cuanto más maliciosos son, menos se manifiestan a la luz del
sol.” El abanico incluye a seglares, religiosos, sacerdotes, obispos y aún
cardenales. En 1910, tres años luego de Pascendi,
Pío X afirmaba en Sacrorum Antistitum:
“Los
modernistas no han cesado de agitar en orden a perturbar la paz de la Iglesia. Ni han cesado
de reclutar seguidores en vistas a formar un grupo clandestino.” Agregaba: “Son enemigos tanto más formidables, por
estar tan cerca.”
Esta descripción de la situación, tomada
en conjunto con la evolución subsiguiente de la Iglesia , notablemente la
crisis presente (Roncalli tenía 26 años en 1907, y Montini 10), era completada
por otro pronunciamiento de Pío X en 1912: “De gentibus non est vir mecum,” v.gr., “de éstos, no hay uno conmigo”. Esta
declaración llevaba a la necesaria y lógica conclusión: Pío X mismo estaba
rodeado de modernistas y semi-modernistas. Por esta razón, Pío X podía
enterarse de cosas sólo con dificultad; Pío X actuaba bajo restricción; a
menudo se contradecía a Pío X, se le engañaba y traicionaba. Su voluntad era
obstruida por la vaguedad, por la oposición muda, por la inercia, la
negligencia y la resistencia pasiva en vistas a su muerte. “El pontificado
de Pío X”, escribe Émile Poulat, “permanece un enigma si uno no aprecia
el drama de una voluntad fuerte acoplada a una autoridad débil; una voluntad
aún más fuerte que lo que a menudo se reconoce, y una autoridad más débil que
lo que todos piensan” (Intégrisme, p.67).
Monseñor
Umberto Benigni (1862-1934)
Para superar el obstáculo de un entorno
hostil o reticente, una de las soluciones era ensamblar un pequeño equipo de “missi
dominici”, “enviados”, que
pudieran sortear las jerarquías oficiales y obrar a pesar de la parálisis general.
Fue allí, escribe Poulat (ibíd.), “que el aislamiento de Pío X encontró la lealtad de Benigni”.
Aquí, finalmente, aparece el famoso Benigni, de quien tanto hemos hablado sin
hasta ahora decir quién era o qué tarea cumplía.
Umberto Benigni había nacido en Perusa
(Umbría, Italia) el 30 de marzo de 1862, el mayor de cinco retoños, en una familia
de modestas circunstancias. Poco faltaba para 1870, cuando —conculcando los
derechos inmemoriales de los Papas a sus dominios temporales— la Roma Pontificia
fue arrebatada por las tropas de la
Casa de Saboya, y convertida en Capital del entonces
inaugurado “Reino de Italia”, lo que resultó en la estrategia política católica
del “non expedit”, o
renuncia del católico a involucrarse en política.
A los once
años de edad, Benigni entró en el seminario diocesano (el ordinario del lugar
era Gioachino Pecci, el futuro León XIII), donde completó todos sus estudios.
Fue ordenado sacerdote el 20 de noviembre de 1884, con dispensa por edad. Fue
inmediatamente nominado profesor de historia y tenazmente se puso a trabajar en
la publicación de un panfleto sobre la Biblia en 1892, y en la introducción a la Historia de la Iglesia. También
fue capellán diocesano de varias asociaciones católicas, y en tal capacidad
creó su primer boletín o diario, el lema del cual (en la masónica Italia del Risorgimento)
contenía su programa: “Siempre por el Papa y con el Papa”. El código de
toda su acción fue la encíclica Rerum Novarum. (También escribiría una
“Historia Social de la Iglesia ”.)
En 1892 fue miembro de la comisión de la Opera dei Congressi,
antecesora de la Acción Católica
Italiana. En 1893 fue editor del matutino católico Eco d'Italia. En 1895 se fue a Roma. Allí se sumergió en
la investigación histórica. Obtuvo modesto empleo en la Librería Vaticana
y, en 1900, comenzó a escribir para el diario católico La Voce della Verità,
del cual se convirtió en director un año después, a la vez que profesor de
Historia de la Iglesia
en el Seminario Romano. En 1902 León XIII le nombró miembro de la Comisión Histórico-Litúrgica .
En 1904 entró como minutante [adjunto o secretario; encargado de las redacciones
breves o “minutas”] en la Sagrada Congregación
para la Propagación
de la Fe. En
1906 sus talentos y cultura le llevaron a ser nombrado como adjunto por el
Secretario de la
Sagrada Congregación de Asuntos Eclesiásticos
Extraordinarios, Mons. Pietro Gasparri (futuro Secretario de Estado bajo
Benedicto XV). Por la reorganización de la Curia efectuada por Pío X, ese año esta
Congregación fue anexada a la
Secretaría de Estado, y Mons. Benigni pasó a ser
subsecretario de la primera sección, y quinto personaje del “Gobierno
Pontificio”. Así, fundó un servicio de Prensa Vaticana y la Corrispondenza Romana ,
de la cual él diría que “no era
ni oficial ni no-oficial”.
El 6 de marzo de 1911, víctima de
intrigas de palacio, Mons. Benigni fue “promovido”
a “Protonotario Apostólico Participante”,
mientras que su asociado, Mons. Eugenio Pacelli (futuro Secretario de Estado de
Pío XI, y luego Papa Pío XII), le reemplazó. Sin duda que fue desalojado y
sacrificado por razones políticas, y tampoco hay dudas que en estos asuntos su
honor permaneció impecable. (Émile Poulat se explaya a lo largo de ochenta
páginas en su biografía de Mons. Benigni para exponer completamente este complejo
episodio.)
Mons. Benigni se encontró, entonces,
enteramente libre y se entregó de lleno a su trabajo periodístico y al combate
al que retornaremos luego. Muerto Pío X y finalizada la Gran Guerra , se
encontró más y más aislado, aunque continuando sus lides con la pluma. Ante el
surgimiento del Fascismo, sostuvo la bandera de Cristo Rey, como Pío XI y la Curia. Finalmente
se unió al Fascismo, al mismo tiempo que il
Duce Benito Mussolini se acercaba más y más al catolicismo.
Murió en Roma el 27 de febrero de 1934.
El P. Antonelli, en su Disquisitio, declara de él: “Debe decirse que de acuerdo a toda la
información que poseemos, nadie puede dudar la sincera devoción de Mons.
Benigni a la Iglesia
y al Papa. Quiso dedicarse él y dedicar sus múltiples talentos intelectuales,
así como su vasta experiencia, al servicio de la Iglesia.” Más adelante,
explica “Fue esta justa aversión contra las tendencias modernistas, en
el más amplio sentido de la expresión, que hizo que Mons. Benigni entrara en
las miras de Pío X.” Notablemente hizo esto con La Sapinière.
La Sociedad
de San Pío V
Gracias a su vasto conocimiento, sus
extensos contactos y su posición en la
Curia , Mons. Benigni gradualmente advirtió la casi-universal
extensión del modernismo, así como sus característicos secretismo, clandestinidad
e internacionalidad. La idea de un contraataque global tomó forma en su mente.
Sería de alcances internacionales, protegido por el secreto y colocado bajo la
autoridad de la Santa Sede
en la forma de una congregación o instituto: El Sodalitium Pianum. Vislumbraba un instituto secular de derecho
pontificio cuyo fin sería diseminar directivas papales y acopiar las ideas en
circulación en vistas a ponerlas a la consideración de la Santa Sede. Elementos
capitales eran el secreto en relación al mundo externo y las totales lealtad y
veracidad hacia la autoridad papal, en aras a desarmar la conspiración modernista.
El Sodalitium
tenía su base en Roma y era gobernado por su director, Mons. Benigni,
gozando de una dieta o estipendio equivalente al de un concejo administrativo.
Dos de sus miembros son conocidos: Los Padres Jules Saubat y Charles Maignen.
Los miembros pueden incluir tanto individuos aislados (sacerdotes o seglares) y
grupos, denominados “Conferencias de San
Pedro”. De acuerdo a lo propuesto inicialmente, estas personas o grupos se
beneficiarían tanto de exención de rendir cuentas a autoridad episcopal, como
de derecho al secreto. De hecho, Gaetano Cardenal De Lai —el Cardenal protector
del Instituto— y, probablemente, San Pío X mismo, siempre permanecieron
reticentes ante estos dos puntos por obvias razones. Los críticos mencionan
miles de miembros; Benigni habla de cien; Poulat afirma, empero, que el número
de miembros nunca superó los cincuenta.
Para cumplir la misión de reunir
información, el Sodalitium Pianum
tenía un “servicio ordinario”: La
diaria transmisión de información a la Curia. Tenía , asimismo, un “servicio extraordinario”: Misiones específicas discretamente
llevadas adelante para la Curia
o, aún, para el Papa mismo.
La misión del Sodalitium de difusión, incluía:
·
Cartas a los miembros del Sodalitium
Pianum, v.gr.: Paulus, Borromæus, etc., (nombres en clave).
·
El membrete “Correspondencia de Roma”, impreso en la hoja con el artículo,
para poder ser éste directamente recortado y pegado en sus originales, por los
diarios que la recibían.
·
La Agenzia
Internationale Roma (AIR), que
publicaba un boletín diario.
·
Publicaciones directamente unidas al Sodalitium
Pianum: La Vigie ,
del P. Boulin en Francia, la Correspondance Catholique
de Jonckx, en Bélgica, y My si Katolicka en Polonia.
·
Publicaciones amigas: La Critique du
Libéralisme del P. Barbier en Francia y varias revistas en Alemania,
Austria, Italia, etc.
Para salvaguardar sus secretos, un “código” era utilizado en la
correspondencia. (Detalles del sistema están provistos en Intégrisme, #80, pp. 159. “En
lo referente al uso del secreto”, escribe Émile Poulat, “era requerido de los miembros, así como del
código destinado a preservarlo cuando se comunicaban unos con otros. Ésta era
la práctica universal. En realidad, no es esto lo que constituye una sociedad
secreta. Más aún, dos personas tenían el derecho de conocer todo en cualquier
momento: El Cardenal Protector y el Papa”, p.65.
El P. Antonelli escribe: “El secreto observado por Mons. Benigni era
el mismo utilizado en bancos e industrias; un código es, de por sí, ni malo, ni
sospechoso. Todos los gobiernos, aún la Santa Sede , han utilizado códigos secretos por
siglos… Objetivamente, sopesando los hechos, el secreto y el uso de un código
eran, en cierto modo, un medio necesario y útil, ciertamente no inmoral, ya que
Mons. Benigni no guardaba secretos para con la autoridad competente: La Santa Sede ”, (Disquisitio,
p.255).
En el código, el Sodalitium Pianum es
designado bajo el nombre “La
Sapinière ”, bajo el cual entró en la historia.
El apoyo
del Papa Pío X
El Sodalitium Pianum fue fundado en 1909 y disuelto por voluntad
de Mons. Benigni al comienzo de la Gran Guerra (1914) con la muerte de Pío X.
Reconstituido en 1915, pero, de aquí en más, marginalizado, continuó hasta la
encuesta de 1921, luego de la cual fue oficial y definitivamente disuelto por
la autoridad romana.
No hay duda que el Sodalitium Pianum fue apoyado por Roma. Mons. Benigni cita
como sus sostenes —con documentos y pruebas— a los cardenales Merry del Val,
Vives, Falconio, Gotti, Van Rossum, Sevin, así como también obispos, prelados,
etc. Muy especialmente el Cardenal De Lai, el “hombre fuerte” del pontificado.
Por sobre
todos, sin embargo, el Sodalitium Pianum era apoyado por Pío X.
Especialmente conocidos son sus tres aprobaciones manuscritas de 1911, 1912 y
del 6 de julio de 1914, un mes antes de su muerte. En adición, Pío X proveyó el
Sodalitium de un subsidio anual de mil liras, el cual no se realizaba de
modo puramente administrativo; de hecho, habiéndose olvidado un año el Papa de
enviarlo, oportunamente lo hizo enviar por su secretario. Otras circunstancias,
en particular misiones confiadas específicamente por el Papa a los miembros de “La Sapinière ”,
igualmente atestiguan el apoyo y la confianza de Pío X. “Para aquéllos que
conocen a Pío X y a su innegable rectitud, [estos hechos] son la
absolutamente segura indicación que el Papa vio en el Sodalitium Pianum a una buena institución” (Disquisitio, p.258).
Sin embargo, el Sodalitium Pianum nunca
obtuvo el rango de derecho pontificio. El Cardenal De Lai, su más firme apoyo
dudaba acerca de la cuestión de mantener fuera del secreto a los obispos
diocesanos. Si bien compartía sus recelos hacia ellos, aún así no quería
socavar sus derechos (Disquisitio, p.279).
La situación podría haber progresado (ya
por la modificación de los estatutos del Sodalitium
Pianum, ya por la eventual aceptación del derecho de secreto), pero la
muerte de Pío X y el comienzo de la guerra intervinieron. Tal como escueta y
lapidariamente lo expresara el Cardenal Sbarreti en 1921: “Habiendo cambiado hoy las circunstancias” —se refería al arribo de
Benedicto XV y sus nuevas políticas— “se
convirtió en ‘oportuno’ disolver el Sodalitium Pianum.”
"Alabemos
a los varones ilustres…" (Eclesiástico 44:1)
El siguiente sería un sumario de los
hechos relevantes a esta organización romana:
·
Tuvo de 50 a 100 miembros.
·
Funcionó de 1909 hasta 1914.
·
Reunía noticias para la Santa Sede y difundía
noticias.
·
Ocasionalmente se encargó de misiones
especiales para la Curia.
·
Operó bajo el sello de relativo secreto.
·
Sin embargo, sus actividades eran plenamente
conocidas por sus superiores.
·
Tenía el apoyo de cardenales y, especialmente,
el de San Pío X.
En reacción a todo esto, nos encontramos
con imaginaciones, odios y calumnies.
Imaginaciones:
Los
adversarios creían, o pretendían creer que la “masonería negra” —expresión con que denostaban al Sodalitium— era omnipotente. En
realidad, la organización fue pobre en números, en medios y en influencia, aún
si Benigni mismo fue muy efectivo.
Odios: Las
profundas e imperecederas voces cargadas de odio —atemorizantes— expresadas
contra Benigni y, a su través, contra el Sodalitium
Pianum, se escuchan todavía hoy día.
Calumnias: Campañas
mediáticas extremadamente virulentas, cargadas de mentiras, maledicencias e
insultos fueron y son lanzadas contra Benigni, el Sodalitium Pianum y, en general, contra los anti-liberales.
Mons. Benigni (tal como todos los otros
miembros del Sodalitium Pianum)
tenían sus humanas faltas y caídas. Era colérico e impulsivo. Pudo haber sido
testarudo. No obstante, era de buena moral y sana ortodoxia. Era cultivado y
curioso, con el temperamento de un policía —lo que era deseable para la misión
que tenía que llevar adelante. El testimonio del P. Jules Saubat al respecto (Disquisitio,
p.67) es fascinante.
Igualmente podemos sintetizar esta
material en cuestión de este otro modo:
Mons. Humberto Benigni fue un clérigo
que tenía una excelente carrera. Había un sombrero de cardenal esperándole y,
eventualmente, el puesto de Secretario de Estado. Creyó en Pío X y se mantuvo
con él. Fue obstaculizado, detenido, quebrado y, finalmente, marginalizado. A
su muerte, ni una sola palabra apareció en L’Oseervatore
Romano; en su funeral, nadie representó a la Curia y sólo dos sacerdotes
amigos siguieron el cortejo…
El Sodalitium
Pianum fue una “Congregación” reconocida, cuyo reconocimiento,
empero, no fue pleno. Debió padecer odios sin frenos, calumnias, campañas de
prensa negativa y de medias verdades. De últimas, fue disuelta.
Esta pequeña banda sin muchos medios se
había resuelto a defender a Dios y a la Iglesia. A pesar de los obstáculos y
humillaciones sin número cumplió un trabajo importante y efectivo en oponerse a
las influencias modernistas y modernizantes.
Más aún, en el asunto Sodalitium Pianum se pueden encontrar
todos los ingredientes de la presente crisis de la Iglesia.
Pío X claramente vio que el mismísimo
grave peligro que amenazaba la Fe
y la Iglesia. Actuó
con energía, notablemente confiando en el apoyo incondicional de unos pocos
soldados escogidos, entre los cuales tallaban Mons. Benigni y el Sodalitium Pianum.
Fue obstaculizado y entorpecido, pero
respondió luchando. “Pío X”, escribe Émile
Poulat, “quien sólo conoce un camino y
nada promueve que pueda permitir equívocos, sin embargo es paciente con los
hombres, sabedor de las oposiciones y vacilaciones que excita en el Sacro
Colegio.”
Las acciones de San Pío X retrasaron el
modernismo durante cincuenta años, aunque —debido a que sus guías no fueron
seguidas— éste no fue erradicado, progresando en la clandestinidad, sólo para
resurgir con ocasión del Concilio Vaticano II.
Nosotros, también, en parte, estamos
viviendo en los márgenes de la estructura eclesiástica, lo que Mons. Benigni y
el Sodalitium Pianum vivieron en el
corazón de esa misma estructura. De aquí que podamos lícitamente clamar con
ellos, derechos de herederos y continuadores de la esclarecida y egregia figura
del Papa San Pío X en su lucha contra el modernismo impío.