¿PARA QUÉ SEGUIMOS?
La sumisión a la
ideología anglo/yanqui continúa impertérrita.
Algunos camaradas me advierten francamente que nadie lee
mi modesto blog. Es posible que tengan razón pues las estadísticas pueden estar
infladas; no lo dudo. Con lo cual no me alientan mayormente; pero contra viento
y marea, aunque tenga que soportar yo sólo la catástrofe, seguiré pechando para
adelante, hasta que mis fuerzas digan basta.
Por lo tanto, si yo pretendiese popularidad, debería adaptarme
al gusto popular, hoy día manipulado y desorientado, y escribiría de acuerdo al
“progresismo utopista”: -el país es una
porquería, pero en un futuro muy próximo será un paraíso-. Y me degradaría,
pero sería más leído. Yo continúo y rezo –otra cosa no puedo hacer—que revivir
el pensamiento escrito de muchos grandes nacionalistas del pasado. Porque si la
Historia de algo sirve es para no cometer las mismas torpezas.
Quizá algún robot, dentro de unos centenares de años, encuentre
mi blog en algún basural, lo lea y exclame, en medio de un fragor de latas;
¡estos humanoides terrícolas pensaban!… ¡Caray! ¡Y tenían sentimientos patrióticos! ¡Qué
anacrónicos! ¡Viva la libertad, carajo!
Cuando un patriota eminente y cultísimo como el padre
Castellani presintió que hablaba en el desierto a los sordos –lo que no era
cierto, porque era muy querido y leído por los patriotas—,sólo rechazado por el
Régimen, se justificó con unas palabras sensibles, que me permito compartir,
difundiendo su pensamiento.
Hacia 1946, hace unos 80 años, --¡cuando los curas
patriotas hablaban y enseñaban política!, --pese al puritanismo de los “católicos”
democráticos, que se escandalizaban--, la soberbia de los aliados proclamaba su
predestinación a dominar el mundo. En ese entonces, en su libro ”Decíamos
ayer”, (ed. Sudestada, 1968) escribió el siguiente magnífico y
actualísimo artículo:
Padre Leonardo Castellani
HABLA EL VIGÍA
¿Para qué seguimos?
¿Para qué seguimos? ¿Para qué obstinarse frente a lo
imposible? ¿No dice la Escritura que hay tiempo de hablar y de callar? ¿Y no es
tiempo de callar cuando una histeria colectiva hace inútil toda argumentación o consejo, cuando
las fuerzas ciegas de la materia tienen su hora y están decididas a
aprovecharla ? ¿Qué podemos nosotros contra la bomba atómica?
Seguimos hablando para que siga respirando la patria.
Mientras habla una nación no está muerta; aunque esté con el alma en un hilo.
Lo que decimos no vendrá a ninguna consecuencia ni producirá nada: sea. Pero
sola en medio de la oscuridad, nuestra nación necesita hablar alto para para no
tener miedo. Para que el día de mañana, cuando el historiador diga: ”La prepotencia del dinero y la furia de la
ambición con el carnerismo de la ignorancia y el miedo hicieron meter la cola
entre las piernas o agitarla en innobles zalemas –al- amo a todos los argentinos…”
para que entonces se pueda decir: NO A TODOS, para eso hablamos. Hubo un año en
el cual se profirieron las más capitales mentiras de obra y de palabra el Año
de la Victoria, de las Listas Negras y de la Paz permanente para todo el género
humano: y todos los argentinos enmudecieron. NO TODOS. Es menester que la
Argentina de los próceres, de Garay y Roque González, no muera del todo ni un
solo instante. Por eso hablamos. Por eso seguimos.
[…] Mientras nosotros hablemos todavía, no estamos
muertos los países del Plata. Ahora, si por la desunión absurda entre los
argentinos, la desidia de los magnates y capitostes y la extraordinaria
capacidad de nuestra clase dirigente para no poder nada y no dirigir nada, a
nosotros nos eliminan del mapa (y dos veces ya le han pasado raspando), ya
pueden ustedes pegar el grito de los malos actores en los dramas calderonianos:
¡Muerto soy! Y acudir para el funeral
a los otros sacerdotes del Morir habemus.
O por mejor decir ni siquiera los van a dejar gritar ni acudir a nadie. Con
nuestro silencio, la vieja Argentina del General San Martín suena en silencio.
SI ESO FUERA POSIBLE.
Quizá porque hemos vivido una vida próspera y un poco muelle
los argentinos somos ineptos para unirnos en sociedad, a no ser para hacer daño
(o sea asociación ilícita, como diría el juez Albarracín); y además estamos muy
acostumbrados a ser, en lo material, lo intelectual y lo moral, muy bien
servidos gratuitamente.
[…] El Argentino, como el español, no ayuda a nadie ni
agradece nada, porque se cree ÉL SOLO, sobre todo en cuestiones de cultura,
religión o patria. Marañón ha escrito en su espléndido trabajo sobre Feijóo: “Ha sido nuestra patria eterno teatro de las
individualidades geniales que soportan sobre sus espaldas la faena gigantesca
de toda una generación. Entonces, como antes y como ahora, en los momentos
graves unos hombres erectos sobre la muchedumbre, no de dirigirla sino de aliviarla
por completo del esfuerzo y de la responsabilidad. Por eso, entre nosotros, el
héroe ha sido siempre a costa de ser mártir. Y así fue Feijóo. Como un grande
dulce y socarrón San Cristóbal supo pasar en alto, sobre el vacío de unos
decenios de ignorancia, el tesoro de nuestro genio y de nuestra cultura;
mientras los cuzquitos sempiternos le ladraban desde una y otra orilla”. Hasta
aquí Marañón. Pero ahora los tiempos de Feijóo ya se acabaron: vienen tiempos
de masas, de inmensos movimientos colectivos, de colaboración no solamente
entre hombres y entre clases, sino entre naciones y entre continentes. Si no
somos capaces de unirnos los argentinos, somos menos que nada, y más valía que
siguiéramos siendo una colonia de España.
Si no somos capaces de engendrar un San Ignacio, no hay
un San Cristóbal que valga. Si no valemos a superar nuestros míseros
prejuicios, odios, injurias, ofensas, rencores, envidias, represalias
puntilloserías, venganzas y egoísmos, estamos listos como nación independiente.
Y concretamente aplicando a nuestro diario: no
nos van a aplastar. Pero si por fatalidad llegaran a aplastarnos, para lo
cual no van a parar en villanía más o menos, no piensen que la Argentina va a
seguir lo mismo. Con nosotros caerá algo esencial a la patria.
Los bonzos que nos han tratado de locos; los mercaderes
que han ignorado cómodamente nuestra existencia ocupados en calcular sus
rentas: los talegudos que nos miran como a locos , mientras defendemos el orden
que ellos parasitan; los acomodados para quienes somos leve distracción matinal
indiferente; junto al gran rebaño de los carneros: cuando desaparezca esta
trinchera que son nuestras almas, se encontrarán ellos frente al enemigo que
menosprecian ciegamente; y ellos, ellos tienen algo que perder. Lo que nosotros
tenemos que perder lo hemos dado hace tiempo por perdido. No nos pueden quitar más que la vida. Y hay maneras de perder la vida que no es sino
ganarla, como es perderla por Dios, o perderla por el bien común, que es una
cosa que se supo hacer antaño en la Argentina. Peo los otros, los bonzos, los
mercaderes, los talegudos los acomodados, los carneros, llámense o no católicos, esos tienen un miedo atroz a
perder la vida, y un miedo peor aún de perder el dinero.
Se está formando una nueva religión ante nuestros ojos; y
una nueva religión necesita sacrificios de sangre, sea de mártires, sea de
animales. Antes se creía que el hombre era chico, y uno sólo era grande: Dios;
ahora existen ya Tres Grandes, (a no ser que sean Cinco), que son un solo Dios
verdadero. Antes se creía que la Esperanza del Mundo era Cristo; ahora el torpe
semanario socialista proclama que la esperanza del mundo es el Mayor Atlee.
Antes se creía que la Iglesia era el Arca Única de salvación. Ahora la Iglesia
no es más que una de las tres o cuatro Ramas del Cristianismo Democrático; y
otra rama muy digna de consideración es el comunismo. Antes yo era cristiano, actualmente
me da vergüenza llamarme cristiano, porque en seguida me preguntan: “¿democrático
o nazi?”. Ahora yo digo simplemente que yo soy de Cristo. El cual vive, y ha
venido y debe volver.
Argentinos, el día que nos veáis desaparecer aplastados
por la crueldad y la mentira, poned las barbas en remojo. Hasta ese día habéis
tenido patria.
De todos los hombres que viven actualmente en la
Argentina, ninguno será feliz; pero a
todos se les ofrece la opción de vivir una vida más o menos limpia y morir en
su ley; o de vivir y morir como el animal inmundo en la pocilga y para el
matadero. Argentinos:
NINGUNO DE LOS HOMBRES QUE VIVEN ACTUALMENTE PODRÁ
ESCAPAR A ESA OPCIÓN. +
EL VIGÍA.
Una maravilla
ResponderEliminarDios le guarde.
ResponderEliminarEstimado Camarada agradezco su comprension y retribuyo sus deseos de proteccion Divina.Muchas gracias,un abrazo
EliminarNo se desanime, peor estamos los que no sabemos expresar en palabras su mismo pesar...espero su próximo artículo. Abrazo
ResponderEliminarEstimado CAMARADA P.Segura . Valoro muchisimo su comentario pero el merito corresponde al P.Castellani. Un saludo cordial.Muchas gracias
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