lunes, 13 de octubre de 2025

 

ARTE

PADRE FRAY MARIO PETIT DE MURAT.

CLASE.

Mostró cuadros del Giotto, pintor eminente entre el Bizantino y el Renacimiento. Sabor bizantino. Deja el momento imaginativo para ir al real.

Hay dos fuentes del arte: el modelo real y el de la imaginación. El artista resuelve el modelo como lo ve en la imaginación.

Trascendental es la visión más alta que podemos tener de lo natural. Es el concepto que puede encerrar todos los otros conceptos. Es aquello que luego encontramos en todas las cosas: está en el hombre pero no sólo en el hombre. Está en la planta pero no sólo en la plante.

Los trascendentales son: unidad, verdad y bien, que se identifican en el ser. La verdad es el ser en orden a la inteligencia. El bien es el ser en orden a la voluntad: ese mismo ser que por ser tan perfecto y ubérrimo no puede ser abarcado por una sola facultad. La verdad es lo que la cosa es en su entraña. Es lo que debemos ser. Y luego en cuanto puede llevarte a tí: “Te necesito”. Es cuando comienza la relación del amor.

La belleza es cuando la verdad es tan perfecta, tan esplendente que llena nuestra inteligencia: es bien y verdad. Es bien cuando llena el apetito de la inteligencia, es lo que ésta ansía. Lo bello siempre genera asombro porque es el momento en que la esencia, la realidad de la cosa se ha empapado tanto de la luz, que transforma la materia en luz. La esencia es luz y la materia tiene aptitud para recibir luz. La materia es la misma en el animal, en el tomate, pero tiene distinto principio esencial. Recibe el ser que no tiene.

Cuando el ser es aprehendido por la inteligencia, tenemos la verdad. Cuando es aprehendido por la voluntad tenemos el bien.

La inteligencia humana tiene toda una elaboración intensa. Necesita un punto de partida: aprehender. Luego, por el razonamiento vamos de lo conocido a lo desconocido. La inteligencia une el sujeto con el predicado. Va depurando la cosa de la materia hasta alcanzar la idea divina. No el hombre con sus acciones, sus defectos, sino el hombre tal cual es en la idea divina. Son momentos de fruición.

Cuando el artista se encara con lo concreto que se le presenta armonioso, queda deslumbrado, quiere quedarse allí. En cambio el filósofo dice: ¿Qué es esto, qué es el hombre?? ¿Animal? No porque piensa y habla. ¿Ángel?  No, porque tiene algo en común con los animales. Es animal racional. (El día que se comprenda bien esta definición no habrá problemas: “Racionalidad”. Quien “entienda” esta palabra entiende la dignidad de la naturaleza humana, lo indigno del pecado, la grandeza de las virtudes. La indisolubilidad del matrimonio estará clarísima, y no se hablará de divorcio).

El artista no sabe si el hombre es bestia o es ángel: unos lo hacen ángel, otros animales.

La materia es común a todos los seres, no define nada, no es mi propia perfección. La manifestación exhaustiva (que agota lo demás) es racional, específicamente suya. Cuando eso resplandece mucho en un ser humano, todo está dominado por ese principio interno. Todas sus proporciones dicen racionalidad. Entonces decimos que hay belleza. Es bello cuando la luz de su esencia logró dominar la sombra de la materia, hacerla transparente, que subyuga con luz interna. Esplendor de la forma (principio interno que da tal ser). Aquello que contemplado causa placer, en cuanto contemplado. El de la voluntad en cuanto poseído.

Como la contemplación es la mejor manera de poseer, la felicidad de los santos es la contemplación porque por ella  poseen lo que aman. Se posee mejor por la contemplación porque se posee lo que la cosa tiene de más íntimo, profundo, perenne. En cambio por los sentidos se posee lo efímero. La castidad es indispensable para la contemplación, es cuando están sosegados los apetitos que quieren poseer por aprehensión sensible. El casto es vaso que puede poseerlo todo. En cambio el sensual está en el trabajo de todas las cosas: “si quieres poseer las cosas morirás”. En el sensual todo muere en sus manos. En Francia todo es espiritual, todo es aire. Los pinos son como encajes, transparentes. Por eso el francés es tan fino.

La belleza se posee por la contemplación, jamás por los sentidos. No pasar de lo permanente a la costra. lo sensible, lo que pasa lo que muere.

*

(CONTINUARÁ)

 

ARTE

Padre fray Mario Petit de Murat.

Clase 5ª.

Elemento que integran el arte: vamos a tomar como punto de referencia el arte griego. En el siglo XIX al arte griego no se lo consideraba un “arte” sino “el arte”. Se consideraba que el tipo de belleza más perfecto era el griego. Se lo tomaba como ley artística, módulo de todas las artes. Los sajones y los arios tienen también su gran belleza, distinta del griego, muslo corto respecto al tórax.

En un tiempo se creyó que los artistas griegos sólo copiaban la naturaleza con gran habilidad manual y que allí residía su arte. Los artistas que, deseando imitarlos aplicaron estas leyes, llegaron a resultados horribles. Demostraron con ello que el arte griego era muy elaborado: esa cadencia de los tobillos, las caderas, los brazos, era una música maravillosa creada por ellos.  Los griegos comprendieron y expresaron la musicalidad del cuerpo humano. No hicieron una obra de arte para hacer un cuerpo, sino que hicieron un cuerpo para hacer una obra de arte. Como tomaron patas de caballo y lograron la obra más magistral en el friso de las Panateneas del Partenón. Los ritmos compuestos en círculos son una sinfonía de Beethoven, empujados por inspiración ardentísima. No se crea que copiaron la naturaleza. La obra es falsa en el orden natural pues esos caballos caerían. Aquellos que comenzaron a copiar, deseando imitar a los griegos, llegaron a un desastre.

Leonardo da Vinci tuvo mucho la culpa.  Tomaron la anatomía como fuente del arte y resultó una carnicería: cuerpos llenos de músculos y tendones. Una obra de arte griego en su apogeo es tan elaborada que echa por tierra toda idea de copia. La curva de un cuello es de una belleza elaborada.

La habilidad manual va apareciendo en las decadencias, habilidad manual   con ausencia de inspiración. Los artistas de la decadencia no tienen nada que decir y comienzan a hacer rulitos, moñitos, etc. En cambio en el arte griego los músculos son como modulaciones líricas. ¡Lo que es un pectoral del Doríforo de Policleto! Es una lÍnea armonizada con la curva del tórax  que hace un ritmo de campanas. Luego en el siglo IIº aparece la prolijidad del músculo.

EL ARTE HUMANO CONSISTE EN HACER BELLEZA.

¿Qué es belleza? Los realistas dicen que belleza es la verdad (Roddin). Otros que es la vida, lo que es totalidad exhaustiva. Eso no lo puede especificar ni un arte, ni una ciencia, porque la vida es universal, lo que da origen a todas las actividades humanas. En el tiempo moderno se llama vida a las pasiones. Para ellos la Venus de Milo es fría y Scopas es vida porque expresa pasión.

El arte es “hacer belleza”. Arrebatar este atributo divino ¿Puede el hombre hacer “belleza”?  La belleza es algo soberano, trascendental del ser ¿Puede el hombre de algo que no era bello, hacer algo bello? El hacer exige ante todo una idea a hacerse. Si no hay idea la voluntad no puede moverse a operar. Es necesaria la idea ejemplar. Pero no basta. Es necesario un poder realizarla, algo en qué poder realizarla. La belleza tiene que estar en la idea de manera prominente y tienen que estar en algo que admita esa idea: la materia.

El hombre extrae sus ideas de las cosas, y fundidas en su espíritu, exclamadas por su espíritu, puede producirlas. Hay algo más. ¿Dónde está la belleza? Belleza es el esplendor de la forma (la idea, idea ejemplar a ejecutarse). La belleza no es la idea, sino el resplandor de la idea.

Hace falta la materia dócil que admita esa idea.

La esencia de la obra de arte será la inspiración, la fuerza motriz a realizarse con su voluntad. El hombre está vacío, recibe sus inspiraciones del universo y se lo tuene que dar. Está como un punto entre dos realidades maravillosas que lo solicitan: el universo (es receptivo del universo) y la materia. El hombre necesita la idea para crear y la materia que tenga bellezas latentes para sacarlas a flote.

Muchas obras religiosas no son de inspiración religiosa.  El Apolo de Praxíteles nada tiene que ver con inspiración religiosa. Significa la juventud. El artista puso concepto metafísico del hombre pero no de Dios.

 

(CONTINUARÁ)

 

Antijudaísmo y antisemitismo

Publicado el 17 de marzo de 2025 desde doncurzionitoglia

por Don Curzio Nitoglia

 LAS CAUSAS GENERALES DEL ANTIJUDAÍSMO

Hoy en día se habla mucho de antisemitismo. Pero ¿cuáles son las causas de este fenómeno?Ya en el siglo pasado, el escritor y periodista israelita Bernard Lazare (Nimes 1865 – París 1903) se hizo esta misma pregunta :“Dondequiera que los judíos (...), se hayan establecido, – respondió – el antisemitismo, o mejor aún, el antijudaísmo, se ha desarrollado, ya que antisemitismo es una palabra inexacta” (B. LAZARE, Antisemitismo, Ed. Documents et témoignages, Vienne 1969, página 11).

 

Admite, además, que “el pueblo judío ha sido odiado por todos los pueblos entre los que se han establecido” (op. cit., pág. 11) y concluye de ello que las causas generales del antisemitismo residen en Israel y no en los pueblos que lo combatieron.

Tal razonamiento no es resultado del odio racial o del antisemitismo, sino la observación de un autor de origen israelita, con una mente clara y objetiva.

 

Ni Lazare ni nosotros queremos argumentar que los perseguidores de los judíos siempre han tenido razón. La Iglesia, por ejemplo, se opuso al odio racial y a la violencia injustificada contra el judaísmo, al tiempo que recomendaba constantemente prudencia y tomaba medidas que preservaran a los cristianos de la influencia judía. Sin embargo, hay que admitir, con Lazare, que “los judíos –al menos en parte– causaron sus males” (op. cit., página 11), porque normalmente el judío es un “ser insociable/inasimilable” (“insociable” página 12), que se niega a ser asimilado por la sociedad, ya que es política y religiosamente exclusivista.

 

Al estudiar historia, notó cómo los pueblos vencidos terminaron sometiéndose a los vencedores, manteniendo posiblemente su fe. Por el contrario “dondequiera que los judíos fundaran colonias, dondequiera que fueran trasladados, no sólo pedían poder practicar su religión, pero también no estar sujetos a las costumbres de los pueblos entre los cuales fueron llamados a vivir y a poder gobernarse con sus propias leyes” (op. cit., página 13). En todas partes querían seguir siendo judíos, como pueblo, como religión y como Estado, y pudieron fundar, gracias a los privilegios así obtenidos, un Estado dentro de un Estado.

 

LEY MOSAICA Y LEY TALMÚDICA

En este punto debemos interrumpir el razonamiento de Lazare para recordar la distinción muy importante entre las leyes mosaicas y talmúdicas, entre el judaísmo, antes y después de Cristo.

 

La ley mosaica, toda relativa al futuro Jesucristo, fue retomada y perfeccionada por el cristianismo; la talmúdica, por el contrario, es la antítesis y corrupción de la mosaica y la cristiana. El Talmud y la Cabalá espuria impidieron la conversión del pueblo elegido al Mesías; la dominación de los fariseos impidió que Israel entrara en el Pacto Nuevo y Eterno.

 

Ahora bien, el talmudismo es una degeneración carnal de la religión mosaica. De hecho, donde el mosaico enseñaba que Israel había sido elegido para dar la bienvenida a Cristo y darlo a conocer a todo el pueblo, los fariseos y cabalistas-talmudistas argumentaban que el mundo fue creado “para ser sometido al imperio universal... de los judíos” (op. cit. página 14). Aquí está la nueva religión judía que no tiene nada que ver con la Biblia y Moisés: ¡el gobierno del judaísmo en todo el mundo!

 

Según esta concepción, por un lado están los judíos, los verdaderos hombres, y por otro lado los no judíos, los “gojim” que son como bestias y deben ser esclavos de los judíos. Cuando el Mesías vino predicando el Evangelio del Reino de los Cielos, perfeccionando y cumpliendo el Antiguo Testamento, los fariseos y los talmudistas, sabiendo que Él era el Mesías y Dios mismo, lo odiaban profundamente hasta el punto de ejecutarlo, porque trastornaba su sueño imperialista de dominación material sobre el mundo entero.

 

Fue con la corrupción del mosaico en el talmudismo que comenzó una persecución de la autodefensa sistemática contra los judíos (ver. INEQUÍVOCO. LAZARE, op. cit, pág. 17). Este fenómeno se explica fácilmente: con el aumento del odio y el desprecio hacia todos los pueblos no judíos, nació también la inevitable reacción de estos últimos.

 

Si hasta entonces sólo se habían producido explosiones de odio local, a partir de ese momento se produjo un acoso sistemático a los judíos asentados en los distintos países. Lazare sostiene que la causa de las persecuciones contra el judaísmo se encuentra precisamente en los principios del talmudismo y no en el comportamiento de los pueblos de acogida, quienes en su mayoría no hicieron nada más que defenderse (“vim vi repellere licet”).

 

Bernard Lazare se pregunta: “¿Por qué los judíos eran odiados en todos estos países y en todas estas ciudades? Porque – responde – nunca entraron al Estado como ciudadanos, sino como privilegiados. Aunque habían abandonado Palestina, querían –ante todo– seguir siendo judíos, considerando todavía a Jerusalén como su única patria y rechazando la asimilación por parte de los pueblos circundantes” (op. cit., p. 22).

 

EL JUDAÍSMO EN LOS TIEMPOS DE LA CIVILIZACIÓN CRISTIANA

León XIII recordó con autoridad cómo la sociedad medieval estaba imbuida de la filosofía del Evangelio. Era inevitable, por tanto, que el judaísmo, hostil al Evangelio y a la Iglesia, se opusiera a ese orden social. La Iglesia católica tuvo pues que liderar una reacción o defensa del judaísmo que podemos llamar antijudaísmo, término que hay que distinguir cuidadosamente, como veremos mejor más adelante, del de Antisemitismo.

 

La razón del antijudaísmo es la oposición secular del judaísmo talmúdico a Nuestro Señor Jesucristo y su Iglesia, que para no sucumbir tuvo que defenderse. Lazare escribe de nuevo: “Por el solo hecho de que negaron la divinidad de Cristo, los judíos se posicionaron como enemigos del orden social, ya que este orden social se fundó en el cristianismo” (op. cit., pág. 59). Un ejemplo de los conflictos que podrían surgir entre el pueblo judío y el orden social cristiano es el relacionado con la usura. A lo largo de la Edad Media y hasta el siglo XV, la Iglesia prohibió los préstamos con intereses, pero para los judíos, esta prohibición no era vinculante: “Los judíos, quienes en aquella época pertenecían mayoritariamente a la clase mercantil (...), aprovecharon esta licencia y la situación económica de los pueblos entre los que vivían” (op. cit., p. 62). La razón del antijudaísmo es la oposición secular del judaísmo talmúdico a Nuestro Señor Jesucristo y su Iglesia, que para no sucumbir tuvo que defenderse. Lazare escribe de nuevo: “Por el solo hecho de que negaron la divinidad de Cristo, los judíos se posicionaron como enemigos del orden social, ya que este orden social se fundó en el cristianismo” (op. cit., pág. 59). Un ejemplo de los conflictos que podrían surgir entre el pueblo judío y el orden social cristiano es el relacionado con la usura. A lo largo de la Edad Media y hasta el siglo XV, la Iglesia prohibió los préstamos con intereses, pero para los judíos, esta prohibición no era vinculante: “Los judíos, quienes en aquella época pertenecían mayoritariamente a la clase mercantil (...), aprovecharon esta licencia y la situación económica de los pueblos entre los que vivían” (op. cit., p. 62).

 

“Gente enérgica, vivaz, de orgullo infinito, que se consideraba superior a todos los demás pueblos; el pueblo judío quería convertirse en una potencia. Instintivamente tenía gusto por la dominación (...). Para ejercer este tipo de autoridad, los judíos no tenían la oportunidad de elegir los medios. El oro les dio un poder que todas las leyes religiosas y políticas rechazaron. (...) Los poseedores de oro se convirtieron en amos de sus amos (...)” (op. cit., p. 64).

 

Naturalmente, los talmudistas tuvieron una gran influencia al inculcar este amor por el oro en las almas de sus propios correligionarios. Al dar importancia sólo a los actos externos y no preocuparse por la pureza de la intención, hicieron que el alma judía fuera de mente estrecha, presentándola como el único fin de la vida: una felicidad natural y material que debe alcanzarse en la tierra.

 

“Para obtener este bien egoísta, el judío fue llevado fatalmente a buscar oro, fue dirigido hacia el oro, estaba dispuesto a ser el prestamista. Una vez que el judío llegó a serlo, el antijudaísmo se complicó, las causas sociales se mezclaron con las religiosas y la unión de éstas explica la intensidad y gravedad de las persecuciones que tuvo que sufrir Israel. (...) El deicida, ya objeto de horror, habiéndose convertido en prestamista, recaudador de impuestos, agente despiadado de las autoridades fiscales, agravó el horror hacia sí mismo (op. cit., p. 66). De este modo atrajo un doble desprecio: el de los cristianos y el de los oprimidos.

 

LOS DIVERSOS AGENTES DEL ANTIJUDAÍSMO

Hemos visto que la Iglesia, desde los primeros siglos, jugó un papel destacado en la moderación de las invasiones doctrinales y prácticas del judaísmo. Para llevar a cabo esta tarea utilizó principalmente dos instituciones: las Órdenes religiosas y la Inquisición.

a) Órdenes religiosas

La predicación de los religiosos, acerca de los judíos, denunciaba, en primer lugar, el pecado del deicidio, para demostrar después que ellos, por usura, también se habían convertido en dueños del oro, “los chupasangres de los cristianos”. Así se expresó S. Giovanni da Capestrano, S. Bernardino da Siena, Beato Bernardino da Feltre…

b) La Inquisición

Contrariamente a lo que generalmente se cree, la Inquisición no procesó a los judíos por su raza o incluso por su religión, sino sólo en la medida en que incitaron a la judaización . Después de una eventual conversión al cristianismo, habían regresado a la judaización. La Iglesia no quería la eliminación de los judíos, colocados como estaban en un estado de sumisión legal, considerándolos como un testimonio vivo de su propio triunfo. Así, fue el único respaldo (relativo, ed) que (el judío, ed) encontró fue el Papado y la Iglesia (...). Si la Iglesia preservó a los judíos, no fue sin reprenderlos y castigarlos. (...) Pero el papel principal de la Iglesia era luchar dogmáticamente contra la religión judía” (op. cit., página 70).

 

EL PROTESTANTISMO Y LOS JUDÍOS

La Reforma Protestante, al revolucionar el orden social cristiano, también cambió las relaciones entre los judíos y la sociedad. “Cuando amaneció el siglo XVI; cuando el primer aliento de libertad pasó por el mundo los judíos eran un pueblo de esclavos. Sin embargo, (...) había pasado el tiempo de grandes dolores para los judíos (...); se encontraron con más comprensión (...) fueron despreciados menos violentamente (...). Sin embargo, los judíos no habían cambiado (...), fueron los demás los que sí. Los cristianos se habían vuelto menos fervientes y, por lo tanto, tendían a detestar menos a los herejes. (...) Durante los años previos a la Reforma, el judío se había convertido en educador, maestro hebreo de los educados, iniciándolos así a los misterios de la Cabalá y armándolos –contra el catolicismo– con la exégesis que utilizará el protestantismo. (...) Cuando Lutero publicó sus tesis (…) por un instante los teólogos olvidaron a los judíos y también olvidaron que el movimiento que se estaba extendiendo tenía sus raíces en fuentes judías (...). Es el espíritu judío el que triunfa con el protestantismo (...). La analogía entre Lutero y Mahoma es singular. Ambos extrajeron sus doctrinas de fuentes judías (op. cit., págs. 73–84).

 

Finalmente, cuando la Asamblea Constituyente declaró el 27 de septiembre de 1791 que los judíos tendrían en Francia los mismos derechos que los ciudadanos activos, los judíos pasaron a formar parte de la Sociedad.

 

LA REVOLUCIÓN FRANCESA Y LOS JUDÍOS

El 27 de septiembre de 1791, los judíos fueron admitidos al rango de ciudadanos activos. Sin embargo, esta ley de la Asamblea Constituyente “era sobre todo incapaz de romper las cadenas que los propios judíos habían fabricado para sí mismos. Estaban legalmente pero no moralmente emancipados, mantenían su forma de vida, sus costumbres y sus prejuicios, (...) tenían miedo de perder, en contacto con los no judíos, su personalidad y fe. (...) y el esfuerzo de la mayoría de los judíos tendía a mantener su identidad entre los extranjeros (...). Económicamente, los judíos siguieron siendo lo que eran (...) prestamistas improductivos (...)” (op. cit., p. 102).

 

DEL ANTIJUDAÍSMO AL ANTISEMITISMO.

El antijudaísmo es propiamente teológico: es la reacción de la Iglesia al ataque del judaísmo talmúdico que en los primeros siglos intentó asfixiarlo con sangre y en los siglos siguientes destruirlo con herejías. Por esta razón la Iglesia tuvo que salir al

campo contra el judaísmo.

 

Con el proceso de secularización, hubo un alejamiento gradual del antijudaísmo teológico (que condenaba el odio y la violencia gratuita contra los judíos con excepción de la autodefensa; pero que por otro lado recomendaba prudencia para evitar el contagio de “enfermedad judía”) al antisemitismo racial. “Oficialmente la Iglesia siempre ha condenado el antisemitismo biológico (...) y ha determinado la forma y los límites (...) que debe adoptar la acción contra los judíos” (Y. CHEVALIER, Antisemitismo, Istituto Propaganda Libraria, Milán 1991, página 220).

Esta afirmación es muy cierta siempre que el término antisemitismo esté bien definido. De hecho, si la Iglesia ha condenado el odio gratuito a la sangre judía, nunca ha condenado la lucha contra el pensamiento judeo-talmúdico: al contrario, siempre ha sido su principal maestro.

 

La táctica actual de los judíos es confundir el significado de las palabras, hacer creer a la gente que no está permitido reaccionar a la acción disolvente del judaísmo contra el cristianismo. Para lograrlo, se le da al término antisemitismo un significado más amplio que el que la Iglesia siempre le ha atribuido. El propio Chevalier cae en este error cuando afirma que el antisemitismo moderno hace suya la teoría de la conspiración judía y la conspiración, mientras que propiamente hablando, esta tesis, lejos de ser propiedad del antisemitismo moderno, se encuentra digitalmente, divinamente revelado, en el Evangelio. Leemos, de hecho, en Juan (IX, 22): “Judío conspirador... Los judíos conspiraron para expulsar (excomulgar) de la sinagoga a cualquiera que reconociera que Jesús era el Cristo”. Consultando los diccionarios etimológicos de la lengua italiana (Devoto-Olii, Zingarelli, Cortellazzo-Zolli, Battaglia...) deducimos que el significado de ‘conspirar’ es: cum (juntos) expirar (soplar con malicia, como una víbora), conspirando, acordando en secreto lograr un fin. Sinónimo de conspirar.

La conspiración, a su vez, proviene de: correrse, jurar, jurar juntos, unirse en conspiración. Conspiración: es sinónimo de conspiración, intriga, maquinación contra alguien.

 

Los judíos, por tanto, conspiraron, conspiraron y conspiraron para excomulgar a cualquiera que reconociera que Jesús era el Cristo. Y hoy el judaísmo continúa conspirando (en secreto, con juramento) contra la Iglesia y los estados cristianos para destruirlos, creando también sociedades secretas para este fin (C. J.  C. puede. 2335).

 

El complot judío contra la Iglesia no es, por tanto, una invención del antisemitismo racial y biológico, sino que está ya en el corazón del Evangelio, quien nos habla de la vida de Jesús y del complot del judaísmo talmúdico contra Él, que resultó en su crucifixión.

 

El cristiano que quiere permanecer así no puede ignorar el reconocimiento de la existencia de una conspiración de fuerzas ocultas (judeo-masonería), quien en secreto busca derribar “el Trono y el Altar” y no puede abstenerse de luchar con todas sus fuerzas contra tal complot, si no quiere ver a Jesucristo, crucificado por segunda vez en Su Cuerpo Místico.

 

ANTISEMITISMO Y MORALIDAD CATÓLICA

El antisemitismo en la medida en que implica odio – escribe Monseñor Antonino Romeo – y fomenta (...) la violencia, es contrario a la moral cristiana y entraña graves peligros para la fe, (desprecio por el Antiguo Testamento) (…). La Iglesia condena pues el odio que vulgarmente se llama Antisemitismo (Decreto del Santo. Oficina, 25 de marzo de 1928)” (A. ROMEO, Antisemitismo, en ‘Enciclopedia Católica’, Ciudad del Vaticano 1949, vol. I, col. 1502).

 

Sin embargo, como recuerda “La Civiltà Cattolica” “la justicia y la caridad no excluyen una defensa prudente y moderada” (“Civiltà Cattolica”, 1945, II, p. 274).

“No es antisemitismo hablar de los defectos o peligros del judaísmo – escribe Monseñor Romeo – (...) quien cree que los judíos están a la cabeza de la masonería (…) y el bolchevismo (...) no puede, sin embargo –sin graves injusticias– acusar a todos. (...) El católico no puede, por razones de sangre o de raza, evitar a los judíos regenerados por el bautismo, sino que debe tratarlos fraternalmente y abrazarlos. (...) Sólo sobre esta base, excluyendo cualquier odio hacia las personas, el antijudaísmo es permisible en el campo de las ideas, destinado a la protección vigilante del patrimonio religioso-moral y social del cristianismo” (ibid. col. 150 2. 1503).

 

¿QUÉ HACER?

El mundo ha tomado, con el humanismo neopagano del siglo XV, el amplio camino que conduce a la judaización, que es directamente proporcional a la descristianización. La única forma de llegar al puerto es dejar el camino equivocado para volver a tomar el correcto, como cuando, en una caminata por la montaña nos damos cuenta que el camino que hemos recorrido con gran dificultad nos lleva a un precipicio, la única alternativa a saltar al vacío es regresar, avanzar en la dirección correcta.

 

“Si no devolvemos a los judíos a su lugar – escribió “La Civiltà Cattolica” – con leyes humanas y cristianas sí, pero de excepción, que les quitan la igualdad civil, a lo que no tienen derecho (...) no se hará nada o se hará muy poco. Dada su (...) naturaleza de extranjeros en cada país, de enemigos de los pueblos de cada país que los toleran y de sociedad siempre separada de las sociedades con las que coexisten: dada la moraleja del Talmud que siguen, y dado el dogma fundamental de su religión, que les insta a apoderarse, por cualquier medio, del bien de todos los pueblos (...): dado que - la experiencia (...) muestra que la igualdad de derechos con los cristianos (...) tiene el efecto o la opresión de los cristianos (…)o la masacre de los judíos por los cristianos– se deduce, en consecuencia, que la única manera de conceder a la residencia de los judíos el derecho de los cristianos es regularla con tales leyes, que al mismo tiempo impiden que los judíos ofendan el bien de los cristianos, y a los cristianos el de los judíos” (“La Civiltà Cattolica”, 1890, serie XIV, vol. 8, citado en R. PIPERNO, Antisemitismo moderno, Cappelli, Rocca San Casciano, 1964, págs. 139 y 140).

 

El católico debe desear de todo corazón que los judíos se conviertan y vivan; por lo tanto, querer liquidar el problema judío mediante el odio gratuito es un plan criminal y loco. Además, el católico no puede permanecer indiferente ni ignorar que el judaísmo actual se encuentra en un estado de desaprobación por parte de Dios y por tanto debe hacer un esfuerzo, con caridad acompañada de prudencia (“tan simple como palomas, tan prudente como serpientes”) para ayudar a los judíos a salir de su orgulloso estado cegador, lo que les impide reconocer al Mesías que ya ha venido y les hace soñar con uno, que tendrá que darles dominio sobre el mundo entero.+


 

miércoles, 8 de octubre de 2025

 

 

NOCIONES ELEMENTALES DE HISTORIA ARGENTINA, VERDADERAS Y DRAMÁTICAS.

CASEROS, ROSTRO DE LA PATRIA DOLIENTE.

Artículo escrito por el que fue gran nacionalista y patriota: ERNESTO HERITIER.

 “Más allá de toda valoración retórica que pueda darse al hecho circunstancial de perder o ganar una batalla, Caseros resume las cualidades de un hecho fundacional en la patria.  A133 años de distancia y a la luz de un análisis objetivo de nuestra historia en este largo período que incluye el último año vivido, preñado de aportes para avalar nuestro aserto; con el alma dolida proclamamos: ¡Caseros es el hecho fundacional de este pobre país nuestro!

Esta es la amarga realidad, que no podemos enfrentar adecuadamente si no la definimos, para poder entender que quien la ha hecho posible es el “Régimen”.

En un principio fuimos capaces de conquistar una patria como Dios manda y los hombres ni discuten ni votan. Por eso tuvimos Héroes, que con su sangre sellaron el mandato de fidelidad a la esencia, sólido basamento sobre el cual es posible asentar una unidad de destino trascendente.

A partir de Caseros se proclama: “Ha pasado la época de los héroes, estamos hoy en la edad del buen sentido” (J.B. Alberdi--Bases—cap. XV), y esto significará en buen romance, legalizar, institucionalizar y hasta sacralizar el   régimen jacobino, liberal y masónico insaciable en la demolición de lo permanente, para poder así robarnos más fácilmente la patria.

A partir de Caseros pasamos a ser una colonia, renunciando a nuestro destino de Nación; y la gran política de los hechos, dio paso al régimen de las fórmulas universales expresadas en palabras altisonantes, de las cuales hoy cosechamos abundantes frutos podridos.

Digamos que en Caseros se produce un quiebre en la esperanza, quiebre en el cual las nobles metas quedan sustituidas por los más pedestres y mezquinos intereses unitarios.

Nace pues una nueva nación y hay en este alumbramiento un episodio rico para la meditación de los simbolistas…

En un gesto de “exquisita fineza”, propio de la diplomacia brasileña, se designa en la comandancia del “Ejército Grande” (hubiera sido peligrosamente urticante colocar un general brasilero, aun cuando le correspondiera por aporte de efectivos) al Gral. Justo  J. de Urquiza.

Mientras se concentraban en Gualeguaychú los contingentes del Litoral, llega a ese puerto un barco de guerra brasilero a cuyo bordo viajaban dos argentinos ansiosos de plegarse a las huestes “libertadoras”.

Previo las presentaciones y elogiosas recomendaciones del comandante de la nave al Gral. Urquiza, éste acepta que integren las columnas; el uno un joven coronel con fama de poeta se llama Bartolomé Mitre, y revistará como artillero; para el otro, de profesión “polemista” se le crea el cargo de “boletinero del ejército en operaciones”, que desempeñará disfrazado con un uniforme de coronel francés, y cuyo nombre era Domingo F. Sarmiento.

Urquiza, Mitre,  Sarmiento, he aquí los nombres del vértice  del triángulo, sobre el que se sustentará la nueva república programada en la oscuridad de las logias masónicas y que no podían estar ausentes en el campo de Caseros, puerta ancha de su futura “gloria”.

Hasta aquí el hecho histórico de este encuentro de “hermanos”, podría parecer casual pero se afirma su razón de causalidad, por la historia posterior al 3 de febrero de 1852.

Obtenido el triunfo y por un espacio de 22 años serán ellos los encargados de sucederse en la conducción política del “nuevo estado”, que a Don Juan Manuel de Rosas,  le había demandado 20 años afianzar y consolidar en las “antiguas costumbres”.

Sin ligar a dudas Rosas, el más grande conductor político que ha producido el país en toda su historia, tenía conciencia lúcida de que Caseros no era simplemente una batalla. Caseros era el principio del fin de la Patria por él soñada en fidelidad al mandato de sus mayores. Este sentimiento queda expresado en un párrafo de su renuncia, escrita sobre el lomo de su caballo al retirarse vencido del campo de batalla. Dirigiéndose a la legislatura que lo había elegido reiteradamente decía:

“Si más no hemos hecho en el sostén sagrado de nuestra independencia, de nuestra integridad y de nuestro honor, es porque más no hemos podido…”

¡Con el sol que caía ese atardecer sobre el campo de Caseros se diluían en las sombras de la noche, la independencia, la integridad y el honor de los argentinos!... Y el centauro herido, tenía más que razones para inteligir que así era.+


(Publicado en elBoletín del Movimiento Nacionalista de Jujuy, febreo 1985). 

lunes, 6 de octubre de 2025

 

ARTE

3ª CLASE

PADRE FRAY MARIO JOSÉ PETIT DE MURAT O. P.

El acto artístico es posible porque hay materia que acepta su acción. Es importantísimo el descubrimiento de la materia en el arte. Artista es el hombre que tiene aptitud para comprender la materia.

Arte es ver las posibilidades de belleza que están en el óleo o en el granito. Cada uno dará su belleza. No hay absoluta pasividad en la materia para lo que el artista quiera hacer de ella. El artista que quiere hacer nubes con la piedra, comete un crimen contra esa materia.

Bella arte es la que actualiza con modo humano las posibilidades de una determinada materia que se presenta dirigible. La obra de arte es el resultado del idilio entre el artista y la materia. El artista se encuentra entre dos realidades: el universo que viene a él y la materia de la cual fluyen también las inspiraciones.

Por lo general el artista recibe las mayores inspiraciones en la infancia, las que van madurando y aclarando a través del tiempo, uniéndose a inspiraciones sucesivas. Así a un artista le quedó una impresión profunda de un jardín con un niño, que le sugería idea de candor, de inocencia. ¿Cuándo se manifiesta esa inspiración? Un día, combinando colores, surge un rosado que le sugiere la realización de aquel cuadro.

El artista es el hombre que además de un conocimiento intuitivo agudo, tiene un sentido de la materia. Se establece en él como un diálogo entre su intuición y las bellezas dormidas en esa materia. No es habilidad manual que repite una cosa bonita sino el hombre que posee gran intuición, una poderosa aptitud muy particular con respecto al universo (podría decirse que es la esposa del universo, de quien recibe sin darse cuenta) Esa intuición no actúa sola sino con la materia que responda.

Hay cosas humanamente feas que resultan obras de arte maravillosas. Tenemos los vitreaux de Chartres que son prodigios humanos.

El cuadro de la niña de rosa de Velázquez; da ganas de saltar como en la 9ª Sinfonía de Beethoven. Como en la niña de azul de Renoir la niña completa el paisaje y el paisaje completa la niña.

El artista tiene que estar en actitud reverente ante el Universo y ante la materia.

Un escultor que hace su maquette en barro para hacerla ejecutar en piedra merece la horca. ¡Qué distintos a los asirios! El Faraón mismo iba con su séquito al desierto con el gran albañil para elegir las piedras para su obra Las elegían con vetas alargadas que acentuaban el movimiento vertical que deseaban lograr.

Miguel Ángel se enardecía con la contemplación del mármol. Vió un bloque y concibió a Moisés.

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CONTINUARÁ