Arte.
CLASE 9ª, DICTADA POR EL PADRE
FRAY MARIO PETIT DE
MURAT, O.P.
(Nos mostró cuadros de Simone Martini. Después del
Giotto, antecesor de Fra Angélico. Estamos siempre en puro color).
Entramos en el nudo de esta cuestión ¿De qué manera una inteligencia
creada puede entrar en el deseo de hacer belleza? La inteligencia es una
facultad pasivo-activa. Pasiva con aptitud para comprender (tomar para sí) lo
que recibe. La materia es pura pasividad: el vaso recibe el agua pero no sabe
lo que recibe. La pasividad de la inteligencia es recibir activamente. Da
respuesta con lo que recibe, hace que lo que reciba sea ella, sea su propia
sustancia. La inteligencia vacía de todo, se hace inteligencia actual al
recibir todas las cosas.
Nunca digamos de un hombre: tiene mucho talento. El
talento no vale por la capacidad sino porque se haya actualizado como tal,
cuando se convierte en verdad. Antes ese vaso vacío puede frustrarse o
convertirse en error, que es la negación de la inteligencia. La inteligencia
recibe la cosa nombrándola, convirtiéndose en ella. Por sí sola es posibilidad
de recibir, se llama “inteligencia posible”. Se hace inteligencia a medida que
va adquiriendo las cosas. Ambas se benefician: la inteligencia conoce elevando
la cosa al rango de inteligencia. Cuando ya posee la verdad se llama
“inteligencia en acto”. Es necesario que comprendan la índole de esta facultad
soberana: devuelve la cosa envuelta en su majestad soberana. Esto es sublime.
Está explicando el misterio de la Santísima Trinidad.
La inteligencia no conoce sino cuando pronuncia lo
conocido, cuando pronuncia su verbo. La idea de sustancia infividual, la
“inteligencia en acto”. Además de la palabra hablada, existe otra palabra: la
que pronuncia en la inteligencia cuando conoce; las cosas no pueden tener
existencia más alta que ésta, en la inteligencia. Si Dios hizo tanta belleza,
fue para conversar con nosotros. Es de justicia que respondamos, que
pronunciemos a Dios, no en una palabra: en toda una salmodia. El naranjo
poseería vanamente su belleza si nosotros no lo poseyéramos por nuestra
inteligencia. No nos quedemos como el ladrón en la posesión del naranjo en sí,
remontémonos al Creador.
El hombre habla en su viada sacramental. Su inteligencia
fue hecha para hablar en la materia. Pronuncia su palabra en el mundo sensible.
La inteligencia ha sido creada para embeberse de ideas y elevarse al mundo de
los espíritus. Tiene que extraer ideas de la materia y elevarla a su última
perfección convirtiéndola en su lenguaje. La inteligencia del hombre habla a
través de la materia, la informa haciéndola transparente, dándole significado
espiritual.
El sacramento es la cosa más adecuada al hombre, explica
no sólo al santo sino también a la
mujer y al artista. Jesús toma un pan y pronuncia como Dios-Hombre la frase más
inefable de amor que se pronunció sobre la tierra: “Yo soy la poderosa dul……
del pan. Me infiltro en tí sin que tú te
des cuenta, como el suavísimo pan”. Y al profanado vino le puso en su significación
primera: “Así como este te embriagó, mi espíritu debe embriagarte”. “Te habla a
través de las cosas como debes hacerlo tú, llevándolas a través del espíritu”.
El hombre no puede quedarse en el espíritu, tiene que
encarnarlo, sino queda estéril. La
misión del hombre es elevar la tierra hasta las regiones del espíritu. Se la ve
plena en el santo y algo iniciada en el artista. El artista comunica la belleza
de su espíritu y siente la necesidad de convertirla en verbo sensible. Se sentirá ahogado si no la
convierte en signo. Tiene que asumir la materia y hacerla belleza.
¿Por qué el árbol ejecutado por un artista parece más
bello que su modelo? Porque en él hay esa conjunción misteriosa de la cosa con
el espíritu. La cosa actualizó la inteligencia y la inteligencia le dio mucho
más: la substancia. Las Meninas de Velázquez son las Meninas más Velázquez.
Nadie puede copiar exactamente prescindiendo de sí. El artista hace su obra después de haberla
pronunciado. Es el misterio del Hijo: éste es tu hijo, pero también mi hijo. Este
cuadro es tal árbol, pero también mi alma.
Esta facultad que al ser vivificada es provocada es tan
noble que da la cosa ennoblecida. La inteligencia es el misterio supremo. La
inteligencia es el constitutivo de Dios, su perfección primera, el atributo que
hace que ÉL SEA. El reflexionar sobre la inteligencia nos hacemos dignos y
humildes. Por ella sabemos que tenemos que estar de rodillas ante el universo
entero y sabemos también que es lo más egregio que poseemos. Los sentidos
quedan al nivel de siervos, de instrumentos.
¿Por qué el hombre tiene esa necesidad de hacer belleza?
Porque Dios le dio inteligencia, la misión de elevar la materia, la vida
sacramental que es propia del hombre. Nuestra vida es justa y noble, se cumple
cuando somos sacramentales. Tomamos las
cosas y las hacemos ágiles, transparentes, festivas como los ángeles, henchidas
de inteligencia. Una perdiz es una de tantas cosas mientras no la toma Claudel
y le da su significado de inmolación. Un
alumno estragado toma un verde creyendo que el prado es verde. Lo toma un
artista y el verde habló. Van Gogh (que será considerado un genio en el 2050)
es tan genial como los egipcios. Hizo el cuadro magnífico de los girasoles con tan
solo dos colores. Llegó al punto insólito de la comunión de su alma con el
ambiente. Logró expresar los dramas más terribles con coloridos brillantes.
Sólo su alma embebida en la tragedia de la luz viviente, herida,
pudo dar esa palabra.
*
(CONTINUARÁ)
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