miércoles, 12 de junio de 2024

¿Qué es la verdad?

Preguntó a la Verdad el pobre Pilato, azorado ante las tremendas amenazas judías de infamarlo ante el César. No comprendió a su esposa,  se achicó, se obnubiló y relegó su autoridad romana, lo que es una desasistencia gravísima, …  . Pero así se cumplió el sacrifico redentor de la Cruz.

¡Quisiera ver a ciertos “santurrones”, ante una turbamulta ululante de odio…! Como no entienden de caridad, critican majestuosamente al prójimo por falta de fortaleza, pero ni se atreven a pronunciar el nombre judío por miedo a que los acusen de nazis.  

En definitiva, ¿hay una verdad o las afirmaciones son todas habladurías , opiniones caprichosas que repiten lo oído en la TV? La verdad existe, pues es conformidad de las ideas con la realidad.

***

Con la verdad se aclararía definitivamente la Historia argentina, acabando con las falsedades masónicas y liberales escritas con saña feroz; y también con los pseudo historiadores mentirosos que buscan figuración, aunque pierdan su dignidad.  

¡Pobre del historiador arrepentido que se le ocurriese sincerarse! la logia lo pondría en vereda, en menos de lo que canta un gallo, amenazándolo como el cipayo masón  B. Mitre a Adolfo Saldías, --uno de los padres de la verdadera histórica argentina--, cuando comprendió honestamente que la historia que le habían enseñado estaba falsificada.

Sobre la honestidad intelectual escribió las siguientes palabras en su magnífico discurso preliminar a la Historia de los Heterodoxos Españoles, (BAC, t.1 ,pg 47). ese español egregio llamado:

 

DON MARCELINO MENENDEZ PELAYO:

 “He de mostrar la historia unida de pensamiento, so pena de degenerar en una recopilación de hechos, más o menos curiosos, exóticos y peregrinos. Conviene, pues, fijar y poner en su punto el criterio que ha de presidir en   estas páginas. La historia de la heterodoxia española puede ser escrita de tres maneras:

1º.- en sentido de indiferencia absoluta, sin apreciar el valor de las doctrinas o aplicándoles la regla de un juicio vacilante con visos de imparcial y despreocupado.

2º.-con criterio heterodoxo, protestante o racionalista.

3º.- con el criterio de la ortodoxia católica.

No debe ser escrita con esa indiferencia que presume de imparcialidad, porque este criterio sólo puede aplicarse (y con hartas dificultades) a una narración de hechos externos, de batallas, de negociaciones diplomáticas o de conquistas (y aún éstas en sus efectos, no en sus casas): nunca a una historia de doctrinas y de libros, en que la crítica ha de decidirse necesariamente por el bien o por el mal, por la luz o por las tiniebla , por la verdad o por el error, someterse a un principio y juzgar con arreglo a él cada uno de los casos particulares. Y desde el momento en que esto hace, pierde el escritor aquella imparcialidad estricta de que blasonan muchos y muy pocos cumplen, y entra forzosamente en uno de los términos del dilema: o juzga con el criterio que llama heterodoxo, y que puede ser protestante o racionalista según se acate o no a la revelación, o humilla (¡bendita humillación) su cabeza al yugo de la verdad católica, y de ella recibe luz y guía en sus investigaciones y en sus juicios. Y si el historiador se propone únicamente referir hechos y recopilar noticias, valiéndose sólo de la crítica externa, pierde la calidad de tal: hará una  excelente  biografía, como la del dr. bohemer, pero no una historia. Gracias a Dios, no soy fatalista ni he llegado ni llegaré nunca a dudar de la libertad humana, ni creo, como todos los hegelianos en que la identidad de las proposiciones contrarias, verdaderas las dos como manifestaciones de la Idea o evoluciones diversas de lo Absoluto, ni juzgo la historia como simple materio obsrvable y experimentable al modo de los positivistas. Católico soy, y como católico, afirmo la providencia , la revelación, el libre albedrío, la ley moral bases de toda historia. y si la historia que escribo es deideas  religiosas, y éstas ideas  pugnan con las mias y cxon la doctrina de la iglesia ¿¿qué he de hacer sino condenarlas? En regla de lógica, y en ley de hombre honrado y creyente sincero, tengo obligación de hacerlo.

 Y ¿para cuándo guardas la imparcialidad ¿no es ésta la primera cualidad del orador? se me dirá. ¿No es esta la primera cualidad del narrador, según rezan todos los tratados de conscibenda historia desde lucrecio acá? La respuesta es fácil: mi historia será parcial (y perdónenme lo exacto de la frase, puesto que la verdad no es parte sino todo) en los principios: imparcial, esto es veracísima, en cuanto a los hechos procurando que el amor a la santa causa no me arrastre a injusticias con sus mayores adversarios, respetando cuanto sea noble y digno de respeto, no buscando motivos ruines a acciones que el concepto humano tiene por grandes; en una palabra, con caridad hacia las personas, sin indulgencia para los errores. Diré la verdad lisa y entera a tiros y va troyanos sin retroceder ante ninguna averiguación, ni ocultar nada, porque el catolicismo, que es todo luz, odia las tinieblas y ninguna verdad puede ser hostil a la Verdad Suma, puesto que todas son reflejos de ella y se   encienden y apuran en su nombre…”+

Menéndez  Pelayo.

  

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