ODIO A ITALIA
De los protestantes y masones, por Romana y por Católica.
Fui con mi esposa a conocer Italia hace ya varias décadas,
¡Cómo turistas!, pero no inmersos en esos rebaños que organizan las Agencias llevando
a los turistas de un lado para otro sin detenerse para admirar y soñar; tan
humorísticamente descriptos por Julio Camba,
pues llegamos ‘a la buena de Dios’, para conocerla, caminarla, admirarla, arrostrando
imprevistos.
Llegamos exultantes de entusiasmo por los siglos de
romanidad que alentaban en nuestra alma; que de ninguna manera menoscababa
nuestro amor por la argentinidad. Porque si España es la madre de nuestra
Patria, Roma es nuestra nonna, la genitora única e inigualable; y gracias a
ellas los argentinos estamos enraizados en Grecia y en la Historia universal, desde la
Creación.
¡Pero cómo nos decepcionamos al sufrir en contacto con tantas
miserias humanas! ¡Y cuántas maravillas de insuperable arte antiguo nos
fascinaron! Obras que hoy día, próximos ya a la divinización humana, según vaticinan
los ‘amos del mundo’, ningún artista sería capaz ni siquiera de emparejar, por
carecer de conocimientos técnicos, de sentido común, de inspiración poética, de
amor a la Belleza con sacrificio fecundo, de humanidad, en suma; mercantilizados,
dolarizados, infructuosos.
¿Cómo no advertimos al partir, que viajaríamos hacia un
mundo moderno y globalizado, protestantizado y mamonístico? Un mundo
materializado corriendo tras el dinero. El mundo creado por Hollywood,
ensuciando Italia.
Cuando niño, criado
en una familia que aun conservaba el espíritu, las costumbres y el idioma italiano, aunque todos ya éramos tan
argentinos como los de “pura cepa”. Era,
como tantos inmigrantes que llegaban con el corazón vacío para llenarlo de amor
a la Patria que los recibía, más íntegramente argentinos que muchos personajes
de familias ‘tradicionales’ de la oligarquía liberal.
Por ese entonces, hace ya tantos años que aún no existía
la televisión para atontar la imaginación de
los niños, uno de mis entretenimientos
era contemplar las postales que, en blanco
y negro, o en sepia, quizá un tanto borrosas, en las primeras décadas del
siglo XX, nos habían enviado nuestros parientes desde Italia. Las miraba extasiado, buscando, inclusive con
una lupa, el gesto de los rostros, los detalles de los vestidos, todo lo que me diera idea de cómo se vivía en
ese entonces. Soñaba que yo estaba entre ellos, viviendo una aventura en esa
Italia que tanto admiraba.
Hoy día, los documentales de la TV nos ofrecen imágenes
perfectas de esos mismos sitios, con todos los detalles descubiertos, que de
ninguna manera exaltan la imaginación. Imágenes fugaces que nos abruman sin
enraizarse en nuestro recuerdo.
¿Dónde quedaron los típicos personajes que vivían en las postales?
¡Qué ingenuidad la nuestra, que decepción! Murieron arrasados por los nuevos
tiempos. Imposible imaginar la discordancia entre uno y otro estilo de vida.
Los pueblos y ciudades maravillosas se mantienen, pero los que hoy allí habitan
son bárbaros tecnócratas. Ya no viven allí,
sólo los ocupan. Para lucrar con ellos.
En las grandes ciudades, Milano, Torino, Nápoles, la arquitectura
inigualada, el urbanismo nacido espontáneamente; esculturas, monumentos,
teatros, catedrales. También mi curiosidad observaba los primeros autos que se
inventaron; los caballeros señoriales, sombreros y bastones, ostentando elegancia,
dignidad, platicando en los cafés, en las populosas galerías. Los canillitas
sonrientes, y los vendedores ambulantes en sus carritos. La vida era plácida,
el tiempo regulando la lentitud aparente, física, que aceleraba la imaginación
y la inteligencia; y por supuesto, y sobre todo, las bellas damas distinguidas,
ataviadas con sus sombreros, sombrillas, guantes y esos vestidos tan cubiertos que
incitaban a imaginar la belleza que cubrían; porque aún el desnudo promovido
por el mundo anglosajón, como toda la basura cultural que nos asfixia, se desinteresa
del interés estético por la belleza femenina insinuada.
Ya ni en los pueblos y caseríos se admiran esas bellas
campesinas ataviadas con sus vestidos regionales tradicionales ¿Ni los rudos
‘contadini’ que saludaban al paso; la alegría de los bailes y canciones
populares; la pobreza sobrellevada con dignidad; las pensiones populares, si,
aún con chinches en los colchones; las carretas y las diligencias que molían
los huesos tronando sobre el adoquinado, o en medio del polvo de los caminos;
el vino patero y la ’minestra’ casera que restauraban la vida; la Fe de los
curas y de todos, pues la Fe sustentaba la vida; y en los iglesias la Santa
Misa de siempre?
No era una vida confortable, tecnificada y masificada, como la de hoy día; era una
creación auténtica, familiar y católica; una vida plasmada con amor durante siglos, que ya nunca volverá.
El gusto de todos por ostentar dignidad, elegancia, por
respeto a sí mismo y al prójimo.; porque la vestimenta, y las actitudes, los
ademanes, tienen un significado cultural, por supuesto. Años atrás, luego de
unos 20 años de ausencia retorné a Buenos Aires y me escandalice al encontrarme en
otra ciudad a la de mi
nacimiento, sucia, desgarbada y
resentida... Ya sin interés en mostrarse bien vestidos y aseados, demostraba
que la democracia había arrasado con esos valores culturales y estéticos.
Actualmente, Italia y roda Europa viven de un legado de
arte esplendoroso; Italia es un Museo y vale como tal. Un Museo donde ya al
entrar te transforman en billete de dólar, y te sonríen falsamente de acuerdo a
los que tengas.
Los masones que gobiernan la Unión Europea, repudiando al
cristianismo y odiando a la Iglesia, para ser honestos y consecuentes –lo que
es pedir imposibles-, ¿por qué no reniegan también del arte inspirado por ese
cristianismo que aborrecen, inspirado en una Fe absolutamente contraria a la
ideología masónica, quedándose sin los dólares que aporta el turismo?
Italia perderá lentamente su personalidad única a través
de los siglos. A medida que se erosionen sus obras de arte y desaparezca la Fe
cristiana. ¡Adios, pobre Italia de mis antepasados! ¡Suplantaron tu espíritu
fundador, romano y cristiano, con el ecumenismo ateo e indiferenciado, masónico
y protestante, del culto al dinero!+
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