martes, 6 de julio de 2021

A FUERZA DE GOLPES LOS LLORONES SE HACEN HOMBRES.

Contaba el Padre Castellani de un pordiosero, degradado como una ominosa piltrafa llorosa, a quien un señor se propuso salvar con un método un tanto brusco, pues le propinó tal desalmada paliza que, de manera imprevista, saliendo de los más recóndito y perdido de su humanidad, el deshecho se irguió como animal herido y la emprendió a golpes contra su salvador. De víctima se convirtió en victimario. Así le salvó la vida, y el la recuperó, trabajó y hasta tuvo una buena familia.

Me recuerda a un personaje muy semejante, pordiosero de la política, sentado en el mismo sillón que usurpó B. Rivadavia, y con el mismo genio y figura de este entreguista y destructor. Pero con una particularidad: en vez de la soberbia del ‘iluminado’, exhibe un rostro de llorón, de acabado, de impotente, incapaz siquiera de atender un quiosco de golosinas. Ambos indignos de gobernar un país.

Si este llorón conservase algún rastro de dignidad y patriotismo, debería llorar por su falta de hombría al no decidirse a gritarle ¡BASTA! a los que lo manejan como a una marioneta, a la ladrona nativa, y a los imperialistas del norte.

Pero quizá tenga naturalmente alma de esclavo resentido, y necesita ser mandado, y obedezca mansito y llorón, besando el látigo que lo obliga. Aunque, además de su genio natural ¿No actuará como un pelele desde que le cayó encima una tragedia familiar tan aplastante que a nadie se la deseo, aunque él públicamente manifiesta que es una gracia de la que se siente orgulloso? Sólo Dios lo sabe.

Lo cierto es que carece de vida espiritual y familiar, de integridad moral, de honestidad política, abandonado en una existencia arrastrada sin Dios y sin Patria, envuelto en mentiras y en demagogia barata; contagiando su miseria y deshonor a la Nación entera. mientras proclama a los 4 vientos que todo va viento en popa.

De cualquier manera que sea, si unos golpes bien dados no alcanzaran para moralizarlo, sacándolo del  pozo de ignominia, tal cual le ocurrió al pordiosero, del cuento del Padre Castellani, ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¡Dios salve al pueblo argentino!

Mientras tanto, ¡Fuera llorón! ¡A llorar a la Iglesia, que falta te hace!* 

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