A FUERZA DE
GOLPES LOS LLORONES SE HACEN HOMBRES.
Contaba el Padre
Castellani de un pordiosero, degradado como una ominosa piltrafa llorosa, a
quien un señor se propuso salvar con un método un tanto brusco, pues le propinó
tal desalmada paliza que, de manera imprevista, saliendo de los más recóndito y
perdido de su humanidad, el deshecho se irguió como animal herido y la emprendió
a golpes contra su salvador. De víctima se convirtió en victimario. Así le salvó
la vida, y el la recuperó, trabajó y hasta tuvo una buena familia.
Me recuerda a un
personaje muy semejante, pordiosero de la política, sentado en el mismo sillón
que usurpó B. Rivadavia, y con el mismo genio y figura de este entreguista y
destructor. Pero con una particularidad: en vez de la soberbia del ‘iluminado’,
exhibe un rostro de llorón, de acabado, de impotente, incapaz siquiera de atender
un quiosco de golosinas. Ambos indignos de gobernar un país.
Si este llorón conservase
algún rastro de dignidad y patriotismo, debería llorar por su falta de hombría
al no decidirse a gritarle ¡BASTA! a los que lo manejan como a una marioneta, a
la ladrona nativa, y a los imperialistas del norte.
Pero quizá tenga naturalmente
alma de esclavo resentido, y necesita ser mandado, y obedezca mansito y llorón,
besando el látigo que lo obliga. Aunque, además de su genio natural ¿No actuará
como un pelele desde que le cayó encima una tragedia familiar tan aplastante que
a nadie se la deseo, aunque él públicamente manifiesta que es una gracia de la
que se siente orgulloso? Sólo Dios lo sabe.
Lo cierto es que carece
de vida espiritual y familiar, de integridad moral, de honestidad política, abandonado
en una existencia arrastrada sin Dios y sin Patria, envuelto en mentiras y en demagogia
barata; contagiando su miseria y deshonor a la Nación entera. mientras proclama
a los 4 vientos que todo va viento en popa.
De cualquier manera que
sea, si unos golpes bien dados no alcanzaran para moralizarlo, sacándolo del pozo de ignominia, tal cual le ocurrió al
pordiosero, del cuento del Padre Castellani, ¿Quién le pone el cascabel al
gato? ¡Dios salve al pueblo argentino!
Mientras tanto, ¡Fuera llorón! ¡A llorar a la Iglesia, que falta te hace!*
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