domingo, 13 de diciembre de 2020

 

El Padre Curzio Nitoglia escribe sobre:.

EL AMERICANISMO Y LA CONJURA ANTICRISTIANA.

Monseñor Henry Delassus y el americanismo.

Monseñor Henry Delassus escribió un esclarecedor libro sobre el americanismo (“El Americanismo y la conjura anticristiana”, Desclée, 1899) que ayuda a comprender la actual situación religiosa y geopolítica –dominadas por el americanismo temporal y espiritual- prevista hace cerca de 100 años.

Trama de la obra:

En esta obra el relato explica que todos los inquietantes problemas del mundo actual, sean políticos o religiosos, subsisten en los EEUU. En efecto, lo que caracteriza a este país es “´la audacia en las empresas industriales y comerciales, y también el desprecio de todas las leyes de la civilización católico-romana en las relaciones internacionales”. Es deplorable comprobar que el americanismo estadounidense también tiene la audacia de desconocerlas en los asuntos religiosos.

El término “catolicismo americano” o americanismo (condenado por león XIII en 1889, en   “Testem benevolentiae”, dirigida al Cardenal Gibbons) no designa un cisma o una herejía, sino “ un conjunto de tendencias doctrinales y prácticas, que surgen de Norteamérica y se difunden por el mundo cristiano, especialmente en Europa” (p. 48). El aspecto más preocupante del americanismo  es “su relación con la esperanza y proyectos del judaísmo, especialmente con la tendencia anticristiana de las leyes  del mundo moderno y de la sociedad americana, que aspira a poseer el monopolio del pensamiento revolucionario· (p. 49). En efecto, existe una conjura anticristiana que trabaja, por medio de revoluciones y guerras, para  debilitar, y,  si  fuese posible aniquilar las naciones católicas, para dar hegemonía a las protestantes, como Norteamérica, Alemania y Gran Bretaña”. (p.49). 

Uno de los elementos distintivos de la “Misión americana” es el retorno a la unidad de todas las religiones, eliminando barreras y diferencias en un Congreso de la tolerancia internacional de las religiones, para luchar unidas contra el ateísmo” (p. 129). El americanismo tiende por principio, a equiparar “todas las religiones como igualmente buenas”. “La conspiración anticatólica se propone, principalmente, destruir –si fuese eso posible- a la Iglesia, alzando en su lugar el israelismo liberal y humanitario (p. 84). Esta conspiración es ya universal. Los principios de 1789 son un punto de contacto entre hebraísmo y americanismo. (p. 85 ). “La jactancia o confianza excesiva en ellos mismos es la característica específica del americanismo… mientras los hebreos esperan imponer el israelismo liberal y filantrópico”, que es la neo-religiosidad de la nueva era.

Monseñor Henri Delassus (p. 87) explica que el Magisterio de la Iglesia condenó todos los falsos principios que fundaron el espíritu americanista: los derechos del hombre (condenado por Pío VII); la libertad absoluta de la persona humana, la libertad de pensamiento, de imprenta, de conciencia y religiosa (desde Gregorio XVI a Pio IX). La separación entre Estado e Iglesia (por León XIII); en cambio los americanistas lo basan en “un liberalismo amplísimo y en una tolerancia dogmática a ultranza, evitando hablar de todo lo que pueda molestar a los protestantes u otras religiones” (p. 87). Para la Iglesia de Roma el catolicismo es la verdadera religión, mientras que para los americanistas es sólo una más entre tantas”.

Lamentablemente el ideal religioso y geo-político americanista (50 o 60 años luego de la condena de León XIII) se realizó: 1º) espiritualmente –al comienzo en forma latente-, luego en el Concilio Vaticano II, y completa y abiertamente en Asís 1986;  y en estos días con la exasperación de Francisco1º. 2º) geo-políticamente con el neo-conservadorismo estadounidense (de los republicanos conservadores Reagtan, Bush padre e hijo; continuando esa política exterior  el demócrata progresista Barack Obama) llegando a su completa radicalización en  el 2015 con la crisis ruso-turca.

En realidad los americanistas afirman que la idea hebreo/americana son las que Dios quiere para todos los pueblos de nuestro tiempo. Ellos creen haber recibido una “misión divina” sobre el mundo entero. Desgraciadamente la influencia de Norteamérica con su espíritu de libertad absoluta se extiende sobre todas las naciones, de tal modo que Norteamérica las dominará ( p. 126). Norteamérica aparece como la “Nación del porvenir”. Además, –comenta el prelado-  “si ese nuevo espíritu , fuera el del aumento del desarrollo  industrial y comercial, social y político,  según los principios de 1789, o sea el progreso material  y la independencia absoluta del hombre  de toda autoridad, aun la divina:  la era que veremos será la más desastrosa jamás conocida. Esa Norteamérica destruirá las tradiciones nacionales europeas, para fundarlas en la unidad o pax norteamericana”.

El mínimo común denominador de tal mezcla de religiones, pueblos, cultura, es un moralismo sentimental, o “vaga moral” kantiana, subjetiva y autónoma, “independiente del dogma, donde cada uno es libre de interpretarla a su  conveniencia” (p. 70). Esta es la que hoy rige, debido a la unión de los  neo-conservadores americanistas con los sionistas, y algunos liberales-conservadores europeos, que se unen para defender la vida, el embrión,  contra el materialismo ateo (cosa en sí buena) pero en detrimento de lo específico de la pureza del  dogma, de la tradición cultural de la naciones y la diferencia étnica ( los pueblos tienen particularidades propias de lengua, cultura, mentalidad y religión, que si no son exageradas, no deben ser eliminadas).

 “El movimiento neo-cristiano o americanista, tiende a liberarse del dogma para fundarse en la belleza de la ética” (p.72): reemplazando la fe con una cultura o una sensibilidad de moral autónoma e independiente, en una vaga religiosidad superior a todas las que enseñan las otras religiones positivas” (p.100).

Según la doctrina católica, “la  fe sin las obras está muerta” (San Santiago), pero “sin la fe no se agrada a  Dios” (San Pablo). Por tanto no se debe despreciar la moral, pero tampoco reducir la religión a la moral, sin considerar la integridad dogmática.

Monseñor Delassus a continuación se explaya mejor:

“Hay un entendimiento entre hebraísmo y americanismo para sustituir la religión católica con la Iglesia ecuménica y mundialista, que es una pseudo religión democrática, preparada por la Alianza Israelita Universal” (p.186).

El americanismo es el instrumento del judaísmo liberal y filantrópico/humanitario, que reemplazó la “fe” del judaísmo ortodoxo en un Mesías personal y combatiente que hubiera entregado a Israel el dominio del mundo), con la “creencia humana” del hebraísmo liberal ( en un “mesías-idea”, o sea el mundo moderno, nacido del Humanismo, Protestantismo e Iluminismo revolucionario inglés, americano y francés, que arrojará al mundo en el relativismo y en el  irenismo, que corroerá lo que resta del Credo católico en la Cristiandad europea), “para conducir dulcemente a la  humanidad hacia la Nueva Jerusalén” (p. 105).

El espíritu del “Mundo Nuevo” o del americanismo está caracterizado, según Delassus, por los principios del ’89, que son: la independencia del hombre de todo poder humano, aun el divino”; o sea el derecho (adoración) del hombre para derrocar a Dios y a su Iglesia.

El americanismo en su doble aspecto:

I).- del punto de vista político: se caracteriza por un cierto cosmopolitismo que al imponer el mundialismo y a la globalización se infiltran en las naciones para corromperlas y dominarlas.  Así se instalará la “república o reino universal”, sueño de la “Alianza Israelita Universal”; “centro, foco y vínculo” de la conjura anticristiana, con el aporte considerable del americanismo”. II.- El judaísmo talmúdico se fundamente en la lectura material (más que en la literal) de las profecías del Antiguo Testamento.

Delassus escribe:

“Leyendo las profecías en su interpretación materialista-terrena uno  encontrará la respuesta al enigma, la explicación a la febril actividad judaica; el sueño del hebraísmo. Ellos se creen, aun hoy, el pueblo destinado por Dios para dominar materialmente y temporalmente a todas  las naciones… por medio de las finanzas, la Banca, la imprenta y los medios de comunicación (o de destrucción) de la masas “ (P. 55).

Mientras en Roma se abría el Concilio Vaticano I, el 29 junio de 1869, en Leipzig se realizaba un Concilio del judaísmo, donde se afirmó que “la realización de los principios de la modernidad es la más grande garantía para el presente y el futuro del judaísmo”. Lamentablemente –continúa el prelado francés- dos acontecimientos se presentan ante nuestros ojos: la preponderancia creciente del pueblo hebreo y la tristísima crisis de la Cristiandad” (p. 456).

Los puntos de encuentro entre judaísmo y americanismo se encuentran en los principios revolucionarios de 1789, y particularmente en dos tesis: “1º.- en todas  las naciones se  renunciará al amor por la Patria, pues sólo existirá la república universal. 2º.-los hombres renunciarán, igualmente, a cualquier particularidad religiosa, pues todas ellas  se confundirán en una vaga religiosidad”. Estas ideas son llevadas adelante por la Alianza Israelita Universal, fundada en 1860 por el hebreo y masón Adolfo Crémieux, gran maestre del Gran Oriente de Francia. Esta Alianza no era solamente una internacional hebrea, sino miraba más alto: era una asociación abierta a todos los hombres, sin distinción de nacionalidad, ni de religión, bajo la alta dirección de Israel… Penetrará en todas las religiones, como  entró en todos los países eliminando las barreras, que separan lo que en el futuro se unirá en una común indefinición”. (p. 57).

El prelado se pregunta: ¿Qué significa penetrar en una religión? Principalmente introducirle las propias ideas. El judaísmo trata de infiltrar sus propias ideas en el cristianismo con la aquiescencia de sus autoridades.

La fuerza política que emplea el judaísmo liberal, filantrópico y masónico son: a).- la democracia. B).- la libertad como valor absoluto. C).- el cambio radical que trastoca igualmente la vida espiritual al optar por el primado de la acción sobre la contemplación.  La exaltación de la iniciativa individual (propia del liberalismo puritano morteamericano), con una excesiva fe en si mismo (p. 113). El Bienestar físico y corporal (Distinto al bienestar común temporal) como “transformación del cuerpo”. El “sensismo empirista inglés, radicalmente antimetafísico y anticristiano”.

Delassus  constata que actualmente los nuevos cristianos americanistas, junto con los hebreos liberales y humanitarios, “aspiran a un Mesías que no es JesuCristo, ni siquiera el mesías personal y militante del hebraísmo ortodoxo, sino la idea de un Bienestar material y corporal que hará al hombre feliz y rico sobre la tierra” (p. 117). Tal Bienestar (con mayúscula) consiste en poseer no sólo lo necesario y conveniente sino también lo ‘superfluo’. Los fieles de esta nueva religiosidad  no deben ser contrariados , hay que dándoles siempre la razón, siguiéndoles la corriente, diciéndoles lo que les agrada y los satisface.

II).- Del punto de vista religioso: el americanismo se sirve del esoterismo, del masonismo y del ecumenismo para infiltrar la religión católica y, si les fuera posible, destruírla. La masonería tiene las mismas pretensiones y las manifiesta con las mismas palabras. (p. 59). El judaísmo liberal es aun más claro diciendo que es necesario tender hacia una nueva Jerusalén, para sustituir a Roma… La estirpe hebrea pretende instaurar su reino sobre el mundo entero, y gobernar sobre lo temporal y espiritual. También el americanismo se sirve de las sociedades secretas para lograr sus objetivos: arruinar las Patrias y la religión. La nueva “república universal será gobernada por el pueblo hebreo, la única raza cosmopolita y universal”. Pero realmente por el Anticristo, supremo dictador convertido en la única deidad del nuevo mundo” (p. 64).

Los EEUU tienen el triste “privilegio de destruir las tradiciones y las características nacionales y religiosa europeas, para basarla sobre la unificación americana”. El americanismo quiere sustituir la polémica (polemikós= atinente a la disputa doctrinal) con el irenismo (eirenikós=  promueve el pacifismo, la tolerancia y la conciliación a ultranza). El americanismo está absolutamente convencido que los EEUU son los predestinados para instaurar un estado social, superior a los que existieron hasta ahora”. (p. 130).

El otro pilar sobre el que se apoya el americanismo es el ecumenismo. M. Delassus (p. 104) informa que en Chicago, entre el 11 y el 28 septiembre de 1893, se celebró un Congreso o Concilio ecuménico de todas las religiones (excepto la católica). En tal conciliábulo se estableció:  “la Iglesia católica debe hacer concesiones más generosas a las otras religiones”; pedido rechazado por Roma. Años después, se comprobó que entre 1962/1965 esas ideas americanistas penetraron en el ambiente católico durante el Concilio Vaticano II; cuyo objetivo principal fue “el diálogo con el mundo moderno”. O sea el mismísimo que propuso el Congreso de Chicago en 1893, y el Concilio del judaísmo en Leiupzig en 1869, donde se afirmó que “la concreción de los principios de la modernidad son la mayor garantía para el presente y el futuro del judaísmo”.

Resumiendo: se sabe que en el Congreso de Chicago, en 1893, se propuso “unir a los sacerdotes y ministros de todas los cultos diversos para asociarlos en una plegaria común”; naturalmente sin caer –no se sabe como- en el indiferentismo (notorio en Asís 1986). Este Congreso de Chicago fue definido por Delassus como “el verdadero concilio ecuménico de estos tiempos nuevos” (p. 109). La analogía con el Vaticano II  es, desgraciadamente, objetiva e impresionante.

Delassus finaliza su estudio del americanismo definiéndolo con pocas pero eficaces palabras: “Comprometido con la incredulidad, consintiendo errores, mutando el dogma, atenuando lo sobrenatural, y promoviendo el facilismo y liviandad en todos los órdenes”.

Y propone el remedio a tales males: “Los que saben y conocen la realidad deben evitar el desaliento y valientemente reaccionar. (…) Nunca cruzarse de brazos, renunciando a la lucha, por el contrario, deben recurrir a la oración, a la penitencia, y a la acción concreta, cultural y doctrinal (…). Además de ser circunspectos para no prestar ayuda, aunque sea involuntariamente, al judeo/americanismo. Por lo tanto no predicar el Bienestar como objetivo final,… el éxito en este mundo,… la transfiguración del cuerpo humano,… la preocupación desordenada por los intereses humanos,…la abolición de las barreras entre religiones y culturas,…la cesación de la polémicas para sustituir el irenismo,… la adaptación del dogma en favor de la moralidad subjetiva,… la conciliación del espíritu de Cristo con el del mundo” (p. 153).

Los progresos del americanismo con el papa Bergoglio.

En una entrevista Francisco I respondió a Eugenio Scalfari: “El  Vaticano II, inspirado en los papas Juan y Pablo VI decide mirar el futuro con espíritu moderno,  abriéndose a la cultura moderna. Los padres conciliares sabían que abrirse a la cultura moderna significaba ecumenismo religioso y diálogo con los no creyentes. Luego de ese entonces muy poco se hizo en ese sentido. Yo tengo la humildad y la ambición de reiniciarlo.” (La República 1/10/2013).

Según el Papa, se debe dar “prioridad al encuentro con las personas, para caminar juntos. De manera que lentamente será más fácil abandonar la indiferencia”. No hay “que perderse en reflexiones teológicas” (p. 39). Aconsejando el primado de la acción y el desprecio por la contemplación y la especulación teológica”. El diálogo y el encuentro personal vale para todos, hebreos, musulmanes, inclusive con los “tradicionalistas”, si están dispuestos a encontrarse y caminar juntos”; las diversidades con el tiempo lentamente irán desapareciendo. Bergoglio suele repetir: “El tiempo nos hará madurar. Hay que abandonarse al tiempo para que modele y amalgame nuestras vidas” (p. 65).

El papa siente un profundo dolor cuando se rechazan encuentros ecuménicos; por tanto cuando me preguntan contesto siempre lo mismo: diálogo, diálogo, diálogo…” (p.111).

Por lo tanto es necesario aceptar la duplicidad en la personalidad de Bergoglio, pues en él hay un lado bastante oscuro, pero real, de “esteticismo litúrgico tradicional”, -para Romano Guardini-, por lo que no despreciará, como Montini, la Misa de San Pío V; porque su objetivo mayor y público no es la ortodoxia del Nuevo Ordo Missae de Pablo VI; lo importante es caminar juntos y no hacer teología.

Además, el modernismo americanista pide a los católicos fieles a la Tradición unirse para luchar contra el materialismo y el ateísmo. Por eso, algunos católicos fieles y con buena fe, se dejan convencer, y terminan devorados por los modernistas, así como el pez grande se come al chico.

El americanismo se actualiza en la modernidad.

La adaptación modernista del americanismo resulto catastrófica aun en ambientes eclesiales. A simple vista se observa la degradación doctrinal y moral en que cayeron los hombres de la Iglesia, o sea sus miembros humanos, y el descrédito en que ha caído el catolicismo. La manera de evitar tales flagelos es la siguiente: el retorno a las verdaderas fuentes del cristianismo, la patrística integral .

completada por la escolástica, y con la guía del Magisterio de la Iglesia.  Para lo cual se debe insistir: a).-  en el valor de la razón humana; que si no puede conocer todo sobre las cosas, puede al menos llegar a conocer con certeza la esencia de ellas; lo que representa el áncora de salvación en el mar de la duda universal; b).- el valor perenne de la sana filosofía escolástica, especialmente  la tomista, fundada sobre los primeros principios, conocidos en sí mismo. Sólo la recta razón y la voluntad iluminada y reforzada por la fe y la caridad sobrenatural podrán resolver los problemas del hombre contemporáneo. No se salva a un bañista en dificultades ahogándose juntos; primeramentedebe ponérselo a salvo del torrente para luego reanimarlo.

La actual situación de la Iglesia es un tormento, pero no debe llevarnos a despreciar la figura del Papa, en cuanto representa el Papado; de manera que debemos defenderlo cuando aquellos lo atacan (v. Declaración de la ONU, 5/2/2014), pues lo odian en cuanto tal; no obstante la dulcificación y la adecuación que adoptaron para hacerse simpáticos al hombre contemporáneo (“cuando la sal se vuelve insípida hay que tirarla y pisotearla”). Al mismo tiempo es lícito mostrar respetuosamente las divergencias entre la Tradición constante de la Iglesia y las enseñanzas pastorales objetivamente innovadoras; sin pretender con ello poder salvar a la Iglesia.

Recomiendo vivamente el iluminante libro de Henri Delassus, que nos ayudará a entender lo que está ocurriendo ante nuestros ojos, sea desde el punto de vista geopolítico (el mundialismo, la globalización, la invasión de Europa y la formación del nuevo orden mundial), sea desde el punto de vista religioso (el pan-ecumenismo de Asís 1986  y “la ONU de todas las religiones”), lanzado por Francisco en 2015.

Que Dios nos ayude a mantener la fe íntegra y pura, sin desviarse por exceso o por defecto.

Padre Curzio Nitoglia.  

4 comentarios:

  1. nitoglia idiota no despreciamos la figura del papa

    vos desprecias a Cristo si pensas que esa bestia es papa...

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  2. nitoglia idiota con pacifistas como vos la iglesia no hubiera durado ni diez años jejeje IDIOTAaaaaa

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  3. ¿leíste a Henrí Delassus y seguis insistiendo con que a ese disfrazado de blanco hay que continuar llamándolo francisco??? PERO QUE PEDAZO DE IDIOTAaaaaaaaaaaaaa....

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  4. No me gustan los católicos ni su religión.

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